AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El beso de la noche {Ankhiara +18}
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El beso de la noche {Ankhiara +18}
Los aposentos del conde eran como el telón en una obra de teatro. Una vez que éste se alzaba, lo que veías en su interior era la representación de una escena. Libros, pinturas, velas negras, almohadas mullidas, sábanas desordenadas, colillas de puros, documentos arrugados, botellas y copas de vino tirados sobre el suelo y los baúles... Cada uno representa un rol en la vida del vampiro que, como él, encuentran su participación cuando la Luna se escapa de las garras del señor de fuego. Durante el día eran fantasmas en aquella mansión, translúcidos para el mundo, inexistentes para el amo que descansa en otra habitación. Nadie sabe que existe. Nadie conoce su morada. La obscuridad lo cubre, los demonios lo abrazan, el silencio le habla. No puede volverse loco por la condena que paga, ha aprendido a amar a la soledad pero sobre todo, ha aprendido a esperar... En medio de las penumbras aguarda, ansía el momento en que el seguro que aprensa sus cadenas desaparezca. La noche está por conseguir su libertad, él por recobrar su vitalidad. Los muros susurran incongruencias, los sonidos se filtran para cantarle al oído; hablan de movimientos en las habitaciones contiguas, de la vajilla siendo acomodada sobre la mesa, cubiertos tintineando al chocar entre ellos, incluso puede saborear el olor a cordero. Sus nudillos crujen, su estómago ruge, su garganta reclama ser aplacada. A diferencia de sus brujas, el cordero no calmará su hambre ni el vino su sed. Pero Lucern sabe qué esperar... Esta noche es especial.
Bautista, su nuevo ayudante, había sido bien entrenado para este tipo de trabajos particulares. No. El hecho de que trabajaba bajo coacción no disminuía sus méritos. – Es tiempo...La “pared” ante él revela su cuarto, pero se desliza tan rápido que es imposible ver lo que en su profundidad acoge. Sus inquilinas aguardan, aunque pluralizarlo no es algo que realmente deba, solo hay una entre ellas que vale la pena. Cenarán juntos... ¿Una velada formal? Extraño, por que el conde no suele tomarse ese tipo de compromisos muy en serio. Pero Ankhiara, oh, su bella Ankhiara, merece esto. Es su sangre, quiere que se entregue voluntariamente. Invocar el nombre en sus pensamientos trae a su mente una vívida imagen de su cuerpo. El olor que desprende funciona como un somnífero porque lo mete de lleno en un letargo en el que salir ileso representa el peor de sus amagos. No es solo su voz, son también las palabras que emplea cuando se dirige a él, la inteligencia que destila es su broche, la belleza el farol que conduce sus reproches. Tiempo después, con su cabello húmedo tras haberse bañado, cruza su habitación a grandes pasos. En algún tramo de la escalera se cruza con Bautista, quien le asegura que todo está ordenado. En su mente solo una pregunta se retuerce y revuelca, la ubicación de ella. Lucern no tiene permitido mostrar interés. Es una simple regla, pero perder el control no es una opción. Finalmente se sienta en la cabecera de aquél comedor. Si ella pretende jugar... ¿Qué más da? No es como si pudiera escapar, no es como si no se fuese a presentar. Jah. – Te conozco... La conocia... mejor que eso...
Bautista, su nuevo ayudante, había sido bien entrenado para este tipo de trabajos particulares. No. El hecho de que trabajaba bajo coacción no disminuía sus méritos. – Es tiempo...La “pared” ante él revela su cuarto, pero se desliza tan rápido que es imposible ver lo que en su profundidad acoge. Sus inquilinas aguardan, aunque pluralizarlo no es algo que realmente deba, solo hay una entre ellas que vale la pena. Cenarán juntos... ¿Una velada formal? Extraño, por que el conde no suele tomarse ese tipo de compromisos muy en serio. Pero Ankhiara, oh, su bella Ankhiara, merece esto. Es su sangre, quiere que se entregue voluntariamente. Invocar el nombre en sus pensamientos trae a su mente una vívida imagen de su cuerpo. El olor que desprende funciona como un somnífero porque lo mete de lleno en un letargo en el que salir ileso representa el peor de sus amagos. No es solo su voz, son también las palabras que emplea cuando se dirige a él, la inteligencia que destila es su broche, la belleza el farol que conduce sus reproches. Tiempo después, con su cabello húmedo tras haberse bañado, cruza su habitación a grandes pasos. En algún tramo de la escalera se cruza con Bautista, quien le asegura que todo está ordenado. En su mente solo una pregunta se retuerce y revuelca, la ubicación de ella. Lucern no tiene permitido mostrar interés. Es una simple regla, pero perder el control no es una opción. Finalmente se sienta en la cabecera de aquél comedor. Si ella pretende jugar... ¿Qué más da? No es como si pudiera escapar, no es como si no se fuese a presentar. Jah. – Te conozco... La conocia... mejor que eso...
Última edición por Lucern Ralph el Vie Oct 28, 2011 2:42 am, editado 3 veces
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
La noche ha caído y con ella se han desencadenado los demonios que acechan a la humanidad. Una tormenta amenaza con desembocar su furia en la tierra, dejando caer su rugir, su cólera sobre la especie más frágil que habita en ella, los mortales. El viento que, soplando con la histeria de Satanás, cree que puede vencer fácilmente las columnas edificadas en los templos de París. Las lámparas tiritan y la llama de sus veladoras fallece con el paso del aire cortante, les arranca el alma. Refugiado del titán dentro de sus residencias, algunos ignoran la agresividad de la madre naturaleza, una noche más en la cual ella pretende arrancarles lo que con tanto esfuerzo han conseguido, hiriéndola desmesuradamente… otra noche en la cual el cielo gruñe con la intensidad de una bestia y calma su sed de sangre, desparramando sobre la tierra gotas de agua dulce que para los dioses o incluso para un niño con una inmensa imaginación, puede ser la sangre derramada de la propia tierra lacerada por la indiferencia de sus hijos.
En la residencia Ralph, las cosas no son diferentes, tanto los sirvientes como quienes habitan allí, han decidido ignorar el monzón, todos excepto uno de ellos – Ankhiara, por favor no lo hagas – una voz femenina le suplica la silueta que se encuentra de pie frente a la ventana, observando como los relámpagos iluminan el vacío, más allá de su cárcel creada con los más finos diamantes – No es necesario que le entregues tu alma al demonio – El lacayo de su amo, había informado sobre una “cena” a la cual una de ellas tenía que asistir esa noche. Las cláusulas que una de las gemelas había dejado bien en claro, hacían referencia a que solo a una se le podía tocar de todas las formas posibles, la otra esta completamente prohibida par cualquier fin que al conde se le ocurra.
– Lo sé Cannette, pero tú no lo entiendes… Quiero hacerlo – La mano de la pelirroja se aparca de la cortina, dejando caer la fina seda, cubriendo la tormenta. Sus orbes se llenan de un extraño deseo, esta lista para bajar al comedor y ofrecer lo que el señor Ralph quería de ella – Hay algo en él que… Vamos, tú me conoces mejor que nadie ¿Crees que lo haría si no lo deseara? – Se aproxima hasta la dama que parece ser su reflejo y deposita un beso en su frente – Estaré bien, lo prometo – Susurra esas palabras que dejan un escalofrío descomunal en el cuerpo de su hermana y sale de aquella lúgubre habitación, en donde un sentimiento desconcertante se queda para acompañar a su gemela. Baja las escaleras con cierto toque de seducción, galanura y porte. No es más una bruja de clase baja, rodeada del lodo, abatida por el rechazo de los demás, ahora es una dama y tenía que comportarse como tal, al menos claro que le pidiesen hacer otra cosa. Abre las puertas del comedor con gran estruendo y su vestido perla ondea de tal forma que la hace parecer una la reina del hielo. Un mecho de su cabello rojizo rodea su cuello, mientras que lo demás se encuentra recogido en un moño común entre la aristocracia femenina, no le hacen falta joyas, ni algún otro accesorio, así se ve angelicalmente hermosa. Que ironía – Lamento llegar tarde Monsieur – Hace una reverencia antes de sentarse en la silla con su nombre grabado –metafóricamente – en la tétrica seda.
En la residencia Ralph, las cosas no son diferentes, tanto los sirvientes como quienes habitan allí, han decidido ignorar el monzón, todos excepto uno de ellos – Ankhiara, por favor no lo hagas – una voz femenina le suplica la silueta que se encuentra de pie frente a la ventana, observando como los relámpagos iluminan el vacío, más allá de su cárcel creada con los más finos diamantes – No es necesario que le entregues tu alma al demonio – El lacayo de su amo, había informado sobre una “cena” a la cual una de ellas tenía que asistir esa noche. Las cláusulas que una de las gemelas había dejado bien en claro, hacían referencia a que solo a una se le podía tocar de todas las formas posibles, la otra esta completamente prohibida par cualquier fin que al conde se le ocurra.
– Lo sé Cannette, pero tú no lo entiendes… Quiero hacerlo – La mano de la pelirroja se aparca de la cortina, dejando caer la fina seda, cubriendo la tormenta. Sus orbes se llenan de un extraño deseo, esta lista para bajar al comedor y ofrecer lo que el señor Ralph quería de ella – Hay algo en él que… Vamos, tú me conoces mejor que nadie ¿Crees que lo haría si no lo deseara? – Se aproxima hasta la dama que parece ser su reflejo y deposita un beso en su frente – Estaré bien, lo prometo – Susurra esas palabras que dejan un escalofrío descomunal en el cuerpo de su hermana y sale de aquella lúgubre habitación, en donde un sentimiento desconcertante se queda para acompañar a su gemela. Baja las escaleras con cierto toque de seducción, galanura y porte. No es más una bruja de clase baja, rodeada del lodo, abatida por el rechazo de los demás, ahora es una dama y tenía que comportarse como tal, al menos claro que le pidiesen hacer otra cosa. Abre las puertas del comedor con gran estruendo y su vestido perla ondea de tal forma que la hace parecer una la reina del hielo. Un mecho de su cabello rojizo rodea su cuello, mientras que lo demás se encuentra recogido en un moño común entre la aristocracia femenina, no le hacen falta joyas, ni algún otro accesorio, así se ve angelicalmente hermosa. Que ironía – Lamento llegar tarde Monsieur – Hace una reverencia antes de sentarse en la silla con su nombre grabado –metafóricamente – en la tétrica seda.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
El fuego crepita en la chimenea. Las llamas amarillentas, rojizas y verdeazuladas se seducen en una danza oriental que hipnotiza a cualquiera que posa sus ojos en ella. Los candiles iluminan la cubertería frente a él, las servilletas que han sido pulcramente dobladas, las intrínsecas líneas de su bordado. Cada maldito detalle, lejos de ser elogiado, era odiado. Su madrastra se había encargado de sembrar ese sentimiento, de hacerle entender a base de pérfidas obras que todo lo que le rodeaba era por la caridad de su tío. Todavía podía recordar aquélla vez en que su alimento había sido servido en el plato del perro que un sirviente había recogido. No importaron las lágrimas ni las jodidas súplicas, mucho menos la forma en que se arrodilló ante ella pidiendo perdón por algo que desconocía, pero ah, el maldito crío creía poder remover sentimientos en un corazón que latía pero que no servía. No. Nada había servido y al final tuvo que obedecer. Comer como un animal no era peor que la humillación de ser azotado desnudo ante las miradas de todas esas amigas que la condesa invitaba cuando su tío viajaba. “Si puedo evitarlo, no importa cómo, lo haré...” El rostro de Lucern había sido cubierto por esa capa frívola. Ese era el problema de estar solo. Las rememoraciones de su mente le acompañaban donde quiera que se encontraba. El sirviente se acercó por su derecha y tras el asalto de imágenes, atrapó con fuerza la mano que intentaba agarrar su copa y llenarla. En ese mismo instante, como si un tapón hubiese sido arrebatado de sus tímpanos, las voces de las brujas llenaron el vacío de un pasado, trayéndolo al presente bruscamente. – Sé rápido. El fluir del líquido lejos de calmarlo, sugiere que los pares de ojos que se mueven en la cocina, en la sala, en cualquier jodido rincón de su mansión, conocen el porqué de su malhumor. Justo cuanto traga hasta la última gota roja de su copa, los pasos de Ankhiara se hacen oír, aun sobre la alfombra.
Esboza una media sonrisa que deja ver uno de sus colmillos, asiente con la cabeza. – Es propio de una dama hacerse esperar. A diferencia del lugar que le rodea, contempla cada detalle de la mujer por la que ha armado todo ese "teatro". Desde el mechón de su cabello rojizo hasta el vestido que limita cada curva. La garganta de Lucern se desgarra ante el deseo de tomar su vena, pero es demasiado rápido, demasiado pronto para dar por terminada esa ofrenda. Una vez más se cuestiona el porqué ese extraño morbo ante las mujeres pelirrojas. ¿Es por eso que en Lorraine ha encontrado lo que no creyó jamás necesitar? Es un hombre a su lado... un animal domesticado... un inmortal con ella como debilidad. Sonríe como quien oculta la ubicación de un tesoro. Quizás después... – Pero reconozco que la espera ha valido la pena. Tratándose de recuerdos de antaño, de cómo había sido forjado, resultaban muy gratos. – Luce espléndida. Cuando su mano fue en busca de nuevo por la copa y ésta seguía tan vacía como lo había dejado, la furia destelló como uno de los rayos que Zeus había lanzado. La copa fue aplastada sin mucho esfuerzo, los pedazos haciéndose añicos ante su descontento, cayendo... No. Los recuerdos no han hecho muy bien al conde. ¿Cómo culparlo? La sabiduría que desborda es parte del conocimiento que la condesa le metió en la cabeza. La mejor espada se forjó para ser utilizada en batallas, un conde para tener el privilegio de portarla.
Esboza una media sonrisa que deja ver uno de sus colmillos, asiente con la cabeza. – Es propio de una dama hacerse esperar. A diferencia del lugar que le rodea, contempla cada detalle de la mujer por la que ha armado todo ese "teatro". Desde el mechón de su cabello rojizo hasta el vestido que limita cada curva. La garganta de Lucern se desgarra ante el deseo de tomar su vena, pero es demasiado rápido, demasiado pronto para dar por terminada esa ofrenda. Una vez más se cuestiona el porqué ese extraño morbo ante las mujeres pelirrojas. ¿Es por eso que en Lorraine ha encontrado lo que no creyó jamás necesitar? Es un hombre a su lado... un animal domesticado... un inmortal con ella como debilidad. Sonríe como quien oculta la ubicación de un tesoro. Quizás después... – Pero reconozco que la espera ha valido la pena. Tratándose de recuerdos de antaño, de cómo había sido forjado, resultaban muy gratos. – Luce espléndida. Cuando su mano fue en busca de nuevo por la copa y ésta seguía tan vacía como lo había dejado, la furia destelló como uno de los rayos que Zeus había lanzado. La copa fue aplastada sin mucho esfuerzo, los pedazos haciéndose añicos ante su descontento, cayendo... No. Los recuerdos no han hecho muy bien al conde. ¿Cómo culparlo? La sabiduría que desborda es parte del conocimiento que la condesa le metió en la cabeza. La mejor espada se forjó para ser utilizada en batallas, un conde para tener el privilegio de portarla.
Última edición por Lucern Ralph el Vie Oct 28, 2011 2:44 am, editado 1 vez
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
La luminiscencia baila en un vals prohibido, por compañero lleva a las sombras que se mueven en el lugar con cada movimiento ejecutado por la propia danza en la flama de las velas. Cada detalle ha sido cuidado por los sirvientes del conde, cada pintura que adoquina el comedor, los candelabros, la bajilla, la comida e incluso el vino que a de beber el vampiro, fue previamente manipulado por el conocimiento de su mayordomo. Pero nada de eso tiene sentido cuando la bruja se pierde en las pupilas hambrientas de Lucern Ralph, la sed puede verse irradiar en cada parpadeo con el cual se saborea el cuerpo de Ankhiara, por su bien, más vale que sea su fina silueta la que lo haga implorar más de ella y no exclusivamente la sangre que porta escondida entre sus venas. Con el pensamiento ocupado en sus sueños volverse realidad, le toma por sorpresa aquel comentario del varón. Sabía que era una mujer con belleza excepcional, que bajo la mugre, el fango y la peste se encontraba un rostro que presumía ser tallado por un ángel de tierras prohibidas, su madre, pero nunca imaginó que ese hombre, derrochando autoridad, poder, malicia y demás, fuera a verse tan condescendiente con ella y admirar el esfuerzo que invirtió para complacerle. - ¿Tanta cordialidad, para alguien que ya conoce en que terminará todo este teatro? – No por la actitud del conde ella dejaría de actuar de forma hostil, no fue su facilidad de manejo lo que le atrajo de la bruja y la pelirroja lo sabe perfectamente. – He de suponer que es aquí donde mis labios deben pronunciar palabras llenas de gratitud – Se muerde el labio, no puede ocultar el nerviosismo del que es presa. Sus manos se entretienen por debajo de la mesa, jugando a atrapar sus huesudos dedos entre si. El chillar de la copa tras perecer en el desgarrador encierro en la mano del caballero, le hizo sentir un espasmo en su interior.
Miles de pensamientos se formulan en su cabeza, un sinfín de formas para tratar al vampiro, no obstante, tiene que recordarse el porque está allí y el pacto que ambos firmaron con su sangre. ¿Sangre? Eso es precisamente lo único que se derramará esa noche y todas en las que él pida de su compañía, no será sólo ella quien se desprenda de ese líquido escarlata… no está en sus planes, terminar siendo ella quien adoquine el cementerio del conde como una más del montón. Se ha propuesto adentrarse en sus pensamientos de tal forma que le será imposible arrancársela de la mente, su sabor será incuestionable ¿Quién si no una bruja, para influenciar la libido que se encuentra en el placer de todo buen catador? Será la joya que corre por sus venas quien lo enviciará, lo hechizará… Apostaría su alma una vez más a que esta noche ninguno de los dos la olvidará. Se pone de pie con una mueca en sus labios, no se puede discernir si es de felicidad, benevolencia o maldad pura. El taconeo infernal de sus zapatillas irrumpe el silencio establecido tras la muerte de la copa. Llega hasta él como ninfa perdida en las aguas de un lago encantado, atrapa la botella en sus manos y sin modales que le inscriban un título nobiliario en la frente, bebe de ella para embriagarse con el sabor del vino. – Buena cosecha – Susurra admirando el color verde en el cristal de la botella – pero le hace falta algo para ser extraordinaria – Asegura. Otro sorbo, pero esta vez en lugar de bajar por su garganta, se queda el vino estancado en su boca. Aproxima peligrosamente sus labios hasta los de él y los funde en un beso que hace pasar el líquido de su boca hasta la de él.
Miles de pensamientos se formulan en su cabeza, un sinfín de formas para tratar al vampiro, no obstante, tiene que recordarse el porque está allí y el pacto que ambos firmaron con su sangre. ¿Sangre? Eso es precisamente lo único que se derramará esa noche y todas en las que él pida de su compañía, no será sólo ella quien se desprenda de ese líquido escarlata… no está en sus planes, terminar siendo ella quien adoquine el cementerio del conde como una más del montón. Se ha propuesto adentrarse en sus pensamientos de tal forma que le será imposible arrancársela de la mente, su sabor será incuestionable ¿Quién si no una bruja, para influenciar la libido que se encuentra en el placer de todo buen catador? Será la joya que corre por sus venas quien lo enviciará, lo hechizará… Apostaría su alma una vez más a que esta noche ninguno de los dos la olvidará. Se pone de pie con una mueca en sus labios, no se puede discernir si es de felicidad, benevolencia o maldad pura. El taconeo infernal de sus zapatillas irrumpe el silencio establecido tras la muerte de la copa. Llega hasta él como ninfa perdida en las aguas de un lago encantado, atrapa la botella en sus manos y sin modales que le inscriban un título nobiliario en la frente, bebe de ella para embriagarse con el sabor del vino. – Buena cosecha – Susurra admirando el color verde en el cristal de la botella – pero le hace falta algo para ser extraordinaria – Asegura. Otro sorbo, pero esta vez en lugar de bajar por su garganta, se queda el vino estancado en su boca. Aproxima peligrosamente sus labios hasta los de él y los funde en un beso que hace pasar el líquido de su boca hasta la de él.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
Los frutos que se cultivan deben ser aprovechados. ¡Y quien lo dijera! El conde, siempre haciendo gala de una innata impaciencia, sabe jodidamente bien cuando cerrar la boca. La implacable ira que alza vuelo desde sus entrañas, revolotea hasta su laringe; replegando y desplegando sus alas, forzando a sus malditas cuerdas vocales a soportar su peso hasta que revienten y griten aquello que no se puede enterrar, como una estaca en el corazón solo porque se desea jugar. Su mirada era tan oscura como la boca de un lobo, las puntas de sus colmillos sobresalían a sus labios y en su mente, las maquinaciones se tejían y reforzaban en espirales incontrolables con cada siniestro pensamiento que se escapaba de la cueva donde ningún maldito rayo de luz se colaba. Un golpe de satisfacción torció sus labios mientras el sonido de sus pisadas reverberaba sobre el lustroso piso. Las pequeñas gotas se unían en las líneas de su palma, reuniéndose, amenazándolo con caer al vacío sino se daba prisa. ¿No es así como se quita la sed un perro? ¿A lamidas? Levantando su mano en un veloz movimiento, chupó las yemas de sus dedos guiado por el compás de aquél taconeo. ¿Así que la muerte de uno de sus sirvientes se veía aplazada por las acciones de un ángel misericordioso? La violencia en sus ojos hizo que la mano que estaba utilizando tomara su barbilla. Ja. El condenado se arrastraba sobre el fango para meter su lengua en el pozo donde las almas nadaban en la miseria y la desesperación. El antagónico silencio era llenado por las chamuscadas miradas que se dedicaron. Sus venas quemaban con el contacto físico mientras que el vino que se había estancado en su boca era sorbido.
Con la velocidad precisa de un rayo, su mano viajó hasta su cuello, sus garras descendiendo hasta donde daba inicio su hombro para regresar el sendero. Sin permitir a su cabeza o, a la de ella, dar marcha atrás; sus labios se transformaron en una sonrisa triunfal mientras rompía el beso. – ¿Disfrutando de ser la señora de la casa? ¿Una verdad a medias no era una mentira? La señora de esa mansión aún no se había instalado y aunque Lucern estaba más que ansioso por tenerla mandando, sabía que Ankhiara jugaba ese papel perfectamente bien. No dudaba en pedirle a él lo que quería. Los sirvientes hablaban de su temperamento. Las órdenes por su parte no se hacían esperar y a Lucern le gustaba – condenadamente lo suficiente – como para permitirle hacer lo que deseara. ¿Y cuando eso cambiara? Por que lo haría, necesitaba a Lorraine noche y día. Pero Ankhiara... ¡Maldita sea! ¿Por qué demonios no solo disfrutaba? Ella era una adicción y como todo buen adicto, tenía que tener su droga consigo. Uno de los sirvientes hizo sonar su garganta, una vez, dos... Lucern alejó su rostro. – Puedes servir. Ankhiara cenará junto a mí. Cuando el sirviente intentó mover la vajilla, la mirada del vampiro le taladró con tal intensidad que su mano titubeó, amenazando con dejar caer el plato que sostenía. – Compartiré mi alimento con ella. No era como si realmente fuera a comer. Al menos no del plato que tenía frente a él. Volvió su rostro hacia ella, sus colmillos rozando su piel conforme le hablaba al oído. – No puedo esperar por pasar del aperitivo. Sus infernales ojos contaban miles de cosas que se le antojaba hacer en vez de comer. – Lo extraordinario aún se está por ver...
Con la velocidad precisa de un rayo, su mano viajó hasta su cuello, sus garras descendiendo hasta donde daba inicio su hombro para regresar el sendero. Sin permitir a su cabeza o, a la de ella, dar marcha atrás; sus labios se transformaron en una sonrisa triunfal mientras rompía el beso. – ¿Disfrutando de ser la señora de la casa? ¿Una verdad a medias no era una mentira? La señora de esa mansión aún no se había instalado y aunque Lucern estaba más que ansioso por tenerla mandando, sabía que Ankhiara jugaba ese papel perfectamente bien. No dudaba en pedirle a él lo que quería. Los sirvientes hablaban de su temperamento. Las órdenes por su parte no se hacían esperar y a Lucern le gustaba – condenadamente lo suficiente – como para permitirle hacer lo que deseara. ¿Y cuando eso cambiara? Por que lo haría, necesitaba a Lorraine noche y día. Pero Ankhiara... ¡Maldita sea! ¿Por qué demonios no solo disfrutaba? Ella era una adicción y como todo buen adicto, tenía que tener su droga consigo. Uno de los sirvientes hizo sonar su garganta, una vez, dos... Lucern alejó su rostro. – Puedes servir. Ankhiara cenará junto a mí. Cuando el sirviente intentó mover la vajilla, la mirada del vampiro le taladró con tal intensidad que su mano titubeó, amenazando con dejar caer el plato que sostenía. – Compartiré mi alimento con ella. No era como si realmente fuera a comer. Al menos no del plato que tenía frente a él. Volvió su rostro hacia ella, sus colmillos rozando su piel conforme le hablaba al oído. – No puedo esperar por pasar del aperitivo. Sus infernales ojos contaban miles de cosas que se le antojaba hacer en vez de comer. – Lo extraordinario aún se está por ver...
Última edición por Lucern Ralph el Vie Oct 28, 2011 2:46 am, editado 1 vez
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
No existe mentira más cruel que aquella que se disfraza de verdad.
Ankhiara se reconoce a si misma esta noche como la ramera de la magia que osará sacrificar su virginidad a cambio de nada… Sólo por un capricho, tan simple como un juego en donde le venderá su alma al demonio ¿Qué importa si de igual forma ya está condenada? Su corona es invisible, su título una falacia y su prisión algo que ella misma había edificado. Las palabras del sabio pueden confundir y engañar al ignorante, inclusive al necio podrían hacerlo enfurecer, pero Ankhiara era diferente… Sí, sí… se escuchaba realmente maravilloso el que él la nombrase como la señora, no obstante, la bruja tenía el conocimiento suficiente como para entender que su presencia en esa mansión no significaba otra cosa más que ser la puta que se revuelca con su amo cuando ella no esta… Esa maldita mujer que se hace llamar Lorraine, le arrebato de las manos a su hombre, la obsesión infernal a la cual se aferro desde el instante en que sus pupilas se clavaron sobre su pecho desnudo ¡Maldita, Maldita mil veces sea Lorraine! La ventaja que le hace sonreír como una demente es saberse una debilidad de ese espectro ambulante que busca en su sexo saciar la sed de su repugnante soledad.
En el sopor de sus morbosos pensamientos, el viento que se cuela sobre las aberturas en la madera de la puerta, pareciera que le devela el ritual perfecto para amarrarlo a ella, para invocar al deseo y la ansiedad ¡Que ingenua! Él siempre estaría sediento. No, no es estúpida y es por ello que la mueca en sus labios, es una sonrisa desfigurada, completamente sádica y fuera de raciocinio. En las pupilas del vampiro puede ver su reflejo ¿Quién mejor que la muerte para conocer realmente a una persona? ¡Afortunada! Lucern había perecido siglos atrás, así que la inútil de su alma no se entrometería entre la bruja y el abismo que en su interior se guardaba. Para llegar al fondo de alguien, debes arrojarte al vacío de su nada, él era la nada, sus ojos el vacío y la terrible jugarreta de Ankhiara el fondo del precipicio.
La mano huesuda de la bruja atrapa los cubiertos del platillo, el filo de este resplandece al contacto de la luz de las velas, de las cuales, su flama ondeaba lentamente, en un vals con el silencio, en una fusión con el viento. Y las ánimas de los mortales fallecidos por sus manos reclaman el gélido aliento que le hará perecer ante un beso. Una gota de sangre se derrocha, es derramada sobre el fino cristal de la botella, la sonrisa de Ankhiara se extiende sobre sus labios, sus ojos se cierran… el corazón de alguien ajeno a ambos se altera y su respirar sofoca cualquier susurro dedicado al demonio disfrazado de vampiro. – Lo extraordinario soy yo… al menos por esta noche – Segura, se aparta de la silla en la que Lucern se había postrado. Sus pasos se dirigen hasta el cuerpecillo del otro humano, el eco en el sonido de sus zapatillas estrellarse en el suelo, es bastante espectral, tal pareciera que es el segundero de un reloj que cuenta los minutos que le quedan al mortal de vida… tal vez era la cuenta regresiva de la propia bruja pero consumando su obsesión por él, no importaría. Así pues, lo sujeta de los hombros, danza un poco con él, lo seduce con la mirada ambarina y hace que sus torpes manos acaricien su fino cuerpo - ¿Miento? – Le cuestiona al incauto, este niega con su cabeza sin pronunciar palabra alguna, la bruja sonríe aún más… abre las puertas del comedor y lo acompaña a abandonar la habitación. Una vez que se encuentran solos…
Un fuerte viento se abre paso entre el vacío del comedor, mientras viaja logra decapitar la llama de las velas – No hace falta – Susurra la bruja, fue ella quien decidió que la media luz se aprecia mejor cuando son los relámpagos de la tormenta quienes iluminan la obscuridad. – Tú puedes verme y yo sentirte – Juega con su vestido, lo ondea mientras se aproxima hasta él. El perfume que despide descomunalmente apetecible – No esperes Lucern, ya me cansé de eso… - Hasta ese instante ella únicamente había sido una muñeca de sangre, hasta ese momento era el recipiente en donde él guardaba la sangre más apetecible que alguien pudiese imaginar. Se terminó, Ankhiara deseaba ¡Ankhiara lo deseaba! ¿Quién lo imaginaría? No es Cannette, pero siente la misma jodida obsesión por él como con ella. – Sabes lo que quiero y no he pedido, sé lo que quieres y tomarás sin preguntar… Los juegos están de sobra, estás lo suficientemente grandecito como para hablar directo. Soy una niña aún… ¡tómame ya! ¿No es lo que se hace con nosotros los desvalidos? – Se ha ofrecido al único demonio al que no le teme.
En el sopor de sus morbosos pensamientos, el viento que se cuela sobre las aberturas en la madera de la puerta, pareciera que le devela el ritual perfecto para amarrarlo a ella, para invocar al deseo y la ansiedad ¡Que ingenua! Él siempre estaría sediento. No, no es estúpida y es por ello que la mueca en sus labios, es una sonrisa desfigurada, completamente sádica y fuera de raciocinio. En las pupilas del vampiro puede ver su reflejo ¿Quién mejor que la muerte para conocer realmente a una persona? ¡Afortunada! Lucern había perecido siglos atrás, así que la inútil de su alma no se entrometería entre la bruja y el abismo que en su interior se guardaba. Para llegar al fondo de alguien, debes arrojarte al vacío de su nada, él era la nada, sus ojos el vacío y la terrible jugarreta de Ankhiara el fondo del precipicio.
La mano huesuda de la bruja atrapa los cubiertos del platillo, el filo de este resplandece al contacto de la luz de las velas, de las cuales, su flama ondeaba lentamente, en un vals con el silencio, en una fusión con el viento. Y las ánimas de los mortales fallecidos por sus manos reclaman el gélido aliento que le hará perecer ante un beso. Una gota de sangre se derrocha, es derramada sobre el fino cristal de la botella, la sonrisa de Ankhiara se extiende sobre sus labios, sus ojos se cierran… el corazón de alguien ajeno a ambos se altera y su respirar sofoca cualquier susurro dedicado al demonio disfrazado de vampiro. – Lo extraordinario soy yo… al menos por esta noche – Segura, se aparta de la silla en la que Lucern se había postrado. Sus pasos se dirigen hasta el cuerpecillo del otro humano, el eco en el sonido de sus zapatillas estrellarse en el suelo, es bastante espectral, tal pareciera que es el segundero de un reloj que cuenta los minutos que le quedan al mortal de vida… tal vez era la cuenta regresiva de la propia bruja pero consumando su obsesión por él, no importaría. Así pues, lo sujeta de los hombros, danza un poco con él, lo seduce con la mirada ambarina y hace que sus torpes manos acaricien su fino cuerpo - ¿Miento? – Le cuestiona al incauto, este niega con su cabeza sin pronunciar palabra alguna, la bruja sonríe aún más… abre las puertas del comedor y lo acompaña a abandonar la habitación. Una vez que se encuentran solos…
Un fuerte viento se abre paso entre el vacío del comedor, mientras viaja logra decapitar la llama de las velas – No hace falta – Susurra la bruja, fue ella quien decidió que la media luz se aprecia mejor cuando son los relámpagos de la tormenta quienes iluminan la obscuridad. – Tú puedes verme y yo sentirte – Juega con su vestido, lo ondea mientras se aproxima hasta él. El perfume que despide descomunalmente apetecible – No esperes Lucern, ya me cansé de eso… - Hasta ese instante ella únicamente había sido una muñeca de sangre, hasta ese momento era el recipiente en donde él guardaba la sangre más apetecible que alguien pudiese imaginar. Se terminó, Ankhiara deseaba ¡Ankhiara lo deseaba! ¿Quién lo imaginaría? No es Cannette, pero siente la misma jodida obsesión por él como con ella. – Sabes lo que quiero y no he pedido, sé lo que quieres y tomarás sin preguntar… Los juegos están de sobra, estás lo suficientemente grandecito como para hablar directo. Soy una niña aún… ¡tómame ya! ¿No es lo que se hace con nosotros los desvalidos? – Se ha ofrecido al único demonio al que no le teme.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
La mirada que le dedica a sus movimientos sensuales ridiculiza el fuego que se escabulle cuando las puertas del infierno son abiertas. Es la mirada de un depredador rabioso, exasperado por encallar sus feroces caninos sobre la piel satinada que le invita a dejar su marca a la vista de cualquiera que ose reclamar lo que ya es de su pertenencia. Hacer esperar a la bestia iracunda le hace paladear, ansiar y prenderse de la esencia que corroerá su garganta en cuanto busque la sumisión de la hembra. La sonrisa fantasmal que golpea su rostro atraviesa la espalda de Ankhiara, cruzando la cascada de cabellos sedosos que invitadores, embaucan al viento y al vampiro a levantarse de su asiento. Una sirena atrayendo a una flota de marinos ciegos ante la belleza de su cola, pierde ante la magia que se desprende de la horma de su cuerpo. La lengua serpentina se transforma en un pincel, exigiendo descubrir el lienzo, desproveyéndolo de pasadizos y secretos. Un desnude abrasador en el que no hay forma de que puedan salir indemnes. El hedor de la muerte envuelve con sus huesudos brazos el aire que se aferra a ella, alimentando la desesperación del vampiro que no ha movido ningún músculo. Las pequeñas llamas de las velas se extinguen. El apenas visible humo es devorado por la oscuridad que se cierne entre ellos, sobre ellos. La tormenta se encarga de concentrar la energía para alimentar a las sombras con los latigazos de luz que hacen temblar la tierra de los bosques, amenazando a los gigantescos robles y a cualquier criatura en las cercanías. Un grito para persuadirlos a abandonar la cacería. La boca del vampiro se desnuda justo cuando uno de los rayos se estrella en las afueras, cronometrado con la forma en que sus colmillos se alargan con una salvaje promesa. En el segundo que dura la luminiscencia, su mirada se clava en los orbes ambarinos. La voz de la bruja conjurando palabras pretende llevarlo a las redes de su trampa. Esa sonrisa del conde habla de arrogancia. ¿Quién ha caído en una trampa? ¿Ella? ¿Él? Su orgullo escapa en ese bramido primitivo que asegura que él es quien triunfa en todo.
Su mano viajó tan rápido como las lanzas candentes sobre el manto nocturno, posándose sobre su espalda. ¿En qué momento la silla cayó al suelo? ¿Cuánto tiempo le llevó levantarse y atraerle con un derroche de posesividad mezclado con agresividad a su cuerpo? No se puede decir con seguridad, pero sí que fue menos de lo que dura un segundo. Las palabras de la bruja, su bruja, golpearon su rostro. ¡Maldición! Había estado deseándola desde que su gemela y ella habían cruzado el umbral de su puerta. ¿Cómo demonios se las había ingeniado para no introducirse en ella? El gruñido de un animal le respondió antes de que su boca le reclamara con urgencia. Sus caninos arañaron los labios, la lengua de ella que empezaba una lucha con la suya, golpeando cada recóndito de sus fauces. Cuando se separó de ella no hubo lugar que su lengua no hubiese golpeado, recorrido o saboreado. Su mano se había enredado en sus cabellos, manteniéndola con firmeza contra su boca, robando su aliento. – No provoques mi impaciencia, pequeña. Su mano se retorció sobre sus cabellos, la muestra de su ferocidad, del hambre que le provocaba su cercanía. – Estás lejos de poder rivalizar contra mis deseos. Los cabellos cayeron de su enredo cuando su mano le soltó para atrapar su cintura. La sentó sobre la mesa, su cuerpo entre sus piernas, la evidencia de su deseo por ella se restregaba contra su muslo. Su cabeza descendió hasta su cuello, sus bramidos le obligaban a arquear su cuello para darle un mejor acceso. Sus manos se encargaban de subir – aún más – el vestido, disfrutando de la forma en que se arrugaba en sus caderas, implorando que su boca descendiera. La sonrisa maliciosa de Lucern se descubría en la forma en que sus colmillos arañaban la piel satinada. – Solo puedo proveer para mi protegida. Un juego de palabras que no importaba si conducían a algo o a nada. Iba a tomarla, reclamarla. Ankhiara era fuego y Lucern lejos de apagarlo iba a propagarlo hasta que quedaran calcinados...
FDR: ¡¡¡Disculpa la demora!!! Cofcofunavezmáscofcof Pero no me había olvidado del tema, ya sabes que soy lento /:
Su mano viajó tan rápido como las lanzas candentes sobre el manto nocturno, posándose sobre su espalda. ¿En qué momento la silla cayó al suelo? ¿Cuánto tiempo le llevó levantarse y atraerle con un derroche de posesividad mezclado con agresividad a su cuerpo? No se puede decir con seguridad, pero sí que fue menos de lo que dura un segundo. Las palabras de la bruja, su bruja, golpearon su rostro. ¡Maldición! Había estado deseándola desde que su gemela y ella habían cruzado el umbral de su puerta. ¿Cómo demonios se las había ingeniado para no introducirse en ella? El gruñido de un animal le respondió antes de que su boca le reclamara con urgencia. Sus caninos arañaron los labios, la lengua de ella que empezaba una lucha con la suya, golpeando cada recóndito de sus fauces. Cuando se separó de ella no hubo lugar que su lengua no hubiese golpeado, recorrido o saboreado. Su mano se había enredado en sus cabellos, manteniéndola con firmeza contra su boca, robando su aliento. – No provoques mi impaciencia, pequeña. Su mano se retorció sobre sus cabellos, la muestra de su ferocidad, del hambre que le provocaba su cercanía. – Estás lejos de poder rivalizar contra mis deseos. Los cabellos cayeron de su enredo cuando su mano le soltó para atrapar su cintura. La sentó sobre la mesa, su cuerpo entre sus piernas, la evidencia de su deseo por ella se restregaba contra su muslo. Su cabeza descendió hasta su cuello, sus bramidos le obligaban a arquear su cuello para darle un mejor acceso. Sus manos se encargaban de subir – aún más – el vestido, disfrutando de la forma en que se arrugaba en sus caderas, implorando que su boca descendiera. La sonrisa maliciosa de Lucern se descubría en la forma en que sus colmillos arañaban la piel satinada. – Solo puedo proveer para mi protegida. Un juego de palabras que no importaba si conducían a algo o a nada. Iba a tomarla, reclamarla. Ankhiara era fuego y Lucern lejos de apagarlo iba a propagarlo hasta que quedaran calcinados...
FDR: ¡¡¡Disculpa la demora!!! Cofcofunavezmáscofcof Pero no me había olvidado del tema, ya sabes que soy lento /:
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
Y perderás el miedo en las fauces del león...
El juego de la seducción se ha soltado entre ambos y ella es tan sólo uno más de los peones. El capullo busca convertirse en una flor deseada, en esa rosa por la cual se atravesarían las espinas sin importar el dolor que pudiesen o no causar. Escuchó tras los muros de esa residencia los rumores de un compromiso con alguna extraña mujer pero ¿Dónde esta ella? No hay nadie en encerrado en esos muros cristalinos que merezca más título que la pelirroja. Su sonrisa es pretenciosa y no le interesa quemarse con el fuego porque la bruja nació de él… sus orbes destellan más allá de lo que podrían tiritar las estrellas en el firmamento. Desea y quiere, sólo espera la señal apropiada para atacar. Ha sido abrazada por la locura que se ciñe en sus pensamientos, no lo negará… Está enamorada de un espectro al que nunca tendrá más que como el amante empedernido de cada noche en las que el nombre de esa mujer no resuena en el eco de las sombras. Es simplemente una niña pero eso no significa que la inocencia aún sea predicada por sus acciones… Levita su mano derecha hasta la altura de su nuca, enreda sus finos dedos en los cabellos dorados de Lucern y lo hala hasta ella en un brusco movimiento. Sus rostros se encuentran a escasos centímetros, ella devora con recelo el aliento vampírico y adictivo que emana desde las profundidades de su garganta. Su maldito hedor, estimula cada parte tan aledaña de la cordura y se pierde en la inmensidad del infierno que ahora son sus pupilas… su boca entre abierta invita a ser mordida, pero la cabeza de Lucern es desviada hasta su cuello donde la artería principal late con fuerza al sentirse amenazada por ese par de colmillos. Ankhiara tiene el poder. Su pierna se desliza por encima de ese pecho marmóreo y como si fuese contorsionista contrae su cuerpecillo atrayendo el torso del vampiro hasta ella. Queda recostada sobre la mesa con sus rojizos cabellos decorando el mantel blanco. Restriega el rostro de su amo en medio de sus pequeños pero perfectamente redondeados pechos… La mano que lo sostenía por la nuca lo acaricia impúdicamente.
Las pinturas que decoran el comedor cuchichean el secreto de ese pecado que está a punto de cometerse, las veladoras que quedaron encendidas después de aquella furia del conde apagan su llama con lentitud, tienen miedo y prefieren huir antes de ser crucificadas para cuando la infidelidad de un monstruo abra las puertas del infierno. La ninfa de las pesadillas jadea al encontrar su nombre atorado tras sus pensamientos – Lucern – Lo pronuncia sin ningún temor, esta noche es de ella y ella de él, quien refute esa oración sería calcinado por la ira de una simple bruja que esconde la perversidad del mundo en una famélica sonrisa. Su fuerza es escasa a comparación de los toscos brazos de Lucern, pero aún así consigue girar ambos cuerpos para coronarse por encima de él. Alcanza uno de los cubiertos que se encontraban en las cercanías de su mano y la bajilla cae al suelo dejando tras su ruptura un horripilante estruendo, el mantel se desacomoda, las carcajadas diabólicas de la lujuria los rodean como aves de rapiña esperando la muerte de un huérfano en etapa terminal. Con el cuchillo, Ankhiara rasga la camisa de Lucern importándole muy poco lo costosa que esta haya sido, después de todo él es el conde y una prenda no haría la diferencia. La plata destella al ser acariciada por los rayos de la luna, los dientes del objeto se clavan en la línea que fue esculpida sobre el torso de su amante. Una fina línea de sangre aparece tras este acto y la fémina lame con lascivia la sangre. Las gotas de ese líquido púrpura se quedan impregnadas en su lengua, rápidamente eleva su cuerpo y besa sus labios para que sea él quien pruebe su propia sangre en los labios de una mujer que está viva. La boca de Ankhiara es rasgada por los hambrientos colmillos del vampiro y sus fluidos se combinan en una mezcla descomunalmente adictiva. – Te amo Lucern – No pudo evitarlo y la frase se escapó de entre sus labios.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
Crudo deseo. La tierra se agitaba incontrolablemente, incapaz de soportar el despliegue de seducción que se esparcía sobre la mesa y no sobre ella. Las paredes siseaban en una inmensurable urgencia por sentir la espalda de la ninfa que había escapado del bosque para seducir al inmortal con su flamante cuerpo. Un ondeo de caderas eran las palabras no pronunciadas en ese ritual que daba comienzo. Los jadeos de la hembra y los gruñidos de la bestia competían contra los truenos que lanzaba Zeus. El golpeteo de las ráfagas del aire contra los cristales, se ensordecía con los roces posesivos e indomables de los amantes. La madera gemía presa del deseo que se esparcía como un letal e imperecedero veneno, una aberrante súplica para ser partícipe de las caricias impúdicas con las que el conde grababa cada parte de su cuerpo. Las manos del vampiro eran tentáculos que recorrían una y otra vez sus pronunciadas caderas, la turgencia de sus pechos, la elegancia de su cuello. Su boca bebía insaciablemente de la piel satinada mientras que sus orbes ardían con una advertencia haciendo mella en las profundidades de esa oscura mirada. Ankhiara era un código indescifrable para cualquier otro pero no para el conde. No había forma de que su presa escapara de sus garras cuando estaba lejos de aflojar su agarre. Era una ofrenda para el dios pagano que se alzaba amenazante, un dios que exigía su sumisión pero al mismo tiempo pretendía verle dominante. La belleza de Ankhiara no solo está en su rostro ni en su cuerpo, sino en esa fiebre que se apodera de su mente y guía sus movimientos. Lucern disfruta de la nueva posición, aunque una de sus cejas se eleva con la arrogancia característica que desde siempre ha sido su acompañante. Sus manos encierran los pináculos de sus pechos, frotando y pellizcando maliciosamente, saboreando como se endurecen. La ve tomar el cuchillo un segundo antes de que él atrape y encarcele su mano. Ankhiara no necesita de las dos para llevar a cabo las fantasías que se agolpan en su mente. Su boca mordisquea sus nudillos, gotas escarlatas anidan y se deslizan en su lengua cuando ésta se envuelve como una serpiente. El conde puede ser jodidamente paciente cuando se trata de vestir a una mujer de besos. Introduce sus dedos dentro del calor de su boca justo cuando el cuchillo ha terminado de romper los botones o la tela, ¿a quién demonios le interesa?
Su colmillo hace presión en su yema, la sangre brota en una pequeña gota pero él ya no está ahí para atenderla, es ahora su boca la que le devora, tomando su propia esencia en ella. En un arranque frenético, Lucern mueve sus cuerpos. La madera cruje ante su baile, ante el intercambio de posiciones. Se deshace de lo que queda de su camisa sin permitirle apartar su mirada. ¿Cómo hacer caso omiso de lo que ha dicho? Ni siquiera él puede pretender que se negará al calor de su cuerpo después de esa noche. Suya. Como Merlina y Roussette. Quizás Lorraine nunca lo comprendería, pero él sí que lo hacía. Lucern sabía por quién era que existía, por quién la eternidad le daba la bienvenida. Se obligó a apartar a su futura esposa de su mente. No había culpa ni remordimiento por esos encuentros que no significaban nada. ¿Nada? Un gruñido murió cuando Lucern bajó su cabeza para lamer la sangre que aún corría por su barbilla. – Piensa en tus palabras como un hechizo que nunca debe deshacerse, Ankhiara. Se movió una vez más con ella, esta vez haciendo chocar su espalda contra la puerta, la pared, uno de los muebles. Era un baile fantasmal que se llevaba a cabo bajo el abrigo de la oscuridad. - Fuiste mía desde que cruzaste esa puerta, y yo siempre cuido de lo que es mío. Fuego. Su mirada era el infierno. La boca de Lucern bebió de ella al clavarse en su cuello en un arranque de celos. La maldita imagen del cazador y Merlina hicieron castigar a la hembra, en una clara advertencia. Destrozó el vestido con ferocidad, el sonido de la tela al rasgarse amortiguaba la succión de su sangre. – Estamos a mano, chérie. Su lengua lamió las heridas, pero deliberadamente dejó las marcas visibles para cualquier curioso. No le importaba la furia de Cannette, la suya era la única que debía importarle a todos. Rasgó cada una de las prendas, queriendo ver a su musa desnuda y ansiosa, húmeda y lista para darle la bienvenida.
Su colmillo hace presión en su yema, la sangre brota en una pequeña gota pero él ya no está ahí para atenderla, es ahora su boca la que le devora, tomando su propia esencia en ella. En un arranque frenético, Lucern mueve sus cuerpos. La madera cruje ante su baile, ante el intercambio de posiciones. Se deshace de lo que queda de su camisa sin permitirle apartar su mirada. ¿Cómo hacer caso omiso de lo que ha dicho? Ni siquiera él puede pretender que se negará al calor de su cuerpo después de esa noche. Suya. Como Merlina y Roussette. Quizás Lorraine nunca lo comprendería, pero él sí que lo hacía. Lucern sabía por quién era que existía, por quién la eternidad le daba la bienvenida. Se obligó a apartar a su futura esposa de su mente. No había culpa ni remordimiento por esos encuentros que no significaban nada. ¿Nada? Un gruñido murió cuando Lucern bajó su cabeza para lamer la sangre que aún corría por su barbilla. – Piensa en tus palabras como un hechizo que nunca debe deshacerse, Ankhiara. Se movió una vez más con ella, esta vez haciendo chocar su espalda contra la puerta, la pared, uno de los muebles. Era un baile fantasmal que se llevaba a cabo bajo el abrigo de la oscuridad. - Fuiste mía desde que cruzaste esa puerta, y yo siempre cuido de lo que es mío. Fuego. Su mirada era el infierno. La boca de Lucern bebió de ella al clavarse en su cuello en un arranque de celos. La maldita imagen del cazador y Merlina hicieron castigar a la hembra, en una clara advertencia. Destrozó el vestido con ferocidad, el sonido de la tela al rasgarse amortiguaba la succión de su sangre. – Estamos a mano, chérie. Su lengua lamió las heridas, pero deliberadamente dejó las marcas visibles para cualquier curioso. No le importaba la furia de Cannette, la suya era la única que debía importarle a todos. Rasgó cada una de las prendas, queriendo ver a su musa desnuda y ansiosa, húmeda y lista para darle la bienvenida.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
Y sus manos se enredan por el cuerpo de Lucern, le resta interés a las palabras de advertencia que le dedica, la bruja sabe quien es él y cual es la posición que ella juega dentro de ese maldito castillo. Pero las voces de su cabeza son más fuertes que la razón propia, incluso ha atado a su hermana al destino fatal que le espera al final de su camino. Es una maldita perra egoísta, pero el amor… Esa jodida lascivia que crece lentamente en sus entrañas y sea apodera de ella, es tan deliciosamente adictiva, que no la dejaría tan fácil. Sus labios son edén que cualquier hechicera desearía probar, la pócima perfecta para aliviar todos los males ¿Cómo poder describir las sensaciones que ese hombre despierta en ella? La pasión es sólo un mito que le tiene envidia a lo que Ankhiara está viviendo y entonces las carcajadas de esos esbirros diabólicos son sólo en réquiem perfecto para que la sinfonía del infierno resuene en el comedor anunciando la posesión y el aquelarre en una noche como ninguna otra. Las marcas que él ha dejado en su cuello se elevan pretenciosamente hasta sus oídos para gritarle lo que desea escuchar “MIA” Sí, sí… no pretende ser de nadie más que de él porque esa obsesión que el conde ha depositado en el frágil cuerpo de la pelirroja es proporcional a la de ella… ¿Cómo competir contra una mujer que lo ha tirado al amor? Ankhiara se mofa de él y de ella, porque si está en ese momento a su lado es por la sencilla razón de que esa desgraciada no lo complace.
Las heridas le duelen, la furia con la cual fue tratada arde intensamente dentro de su cuerpo pero eso es precisamente lo que le gusta de él, la maldita bestialidad que lo caracteriza. Gime y se retuerce como una ninfa quemándose en lo más profundo de una hoguera, abraza al demonio y lo bese… su lengua se introduce en sus fauces buscando algún punto de ebullición que le conceda el ritual para esparcir el placer hasta su libido y provocarle el orgasmo que nadie le ha arrancado, ella lo conseguiría aunque le costase la vida. Las uñas de la pelirroja se clavan deliberadamente en la espalda de Lucern, uniéndose a otras marcas que han perecido ante la inmortalidad de su piel, la sangre comienza a salir de ellas poco a poco, son senderos de muerte púrpura que se le antojan a la luna en noches en las que sus duendes no le danzan en el templo a su adoración. Enreda el cuerpo de Lucern en medio de sus piernas y las contrae hasta ella para acercarlo cada vez más, con fuerza, con calor… Ruge al sentir muy cerca de su cavidad como es que su miembro reclama lo que por derecho le pertenece, sonríe arqueando una ceja, socarrona. –Sólo finge que me amas tanto como a ella- Pronuncia esas palabras como a un hechizo, sí… el estaba a punto de asesinarla por el hecho de jugar con su psiquis, pero no le interesaba porque lo ama, porque desde el primer momento en que lo vio cruzar medio bosque por su víctima, bañado de sangre… mortíferamente atroz; supo que él era ese hombre con el que tanto soñaba, el único y verdadero dueño de su vida. Mataría por él si se lo pidiese, es su esclava de sangre, amante y por mucho… La única mujer que también acepta compartirlo con alguien más. Suspira, desvía su mirada a la nada, una mueca agónica se figura en esos labios mutilados por sus besos –No te obligaré a nada Lucern- Se aparca de él.
Las heridas le duelen, la furia con la cual fue tratada arde intensamente dentro de su cuerpo pero eso es precisamente lo que le gusta de él, la maldita bestialidad que lo caracteriza. Gime y se retuerce como una ninfa quemándose en lo más profundo de una hoguera, abraza al demonio y lo bese… su lengua se introduce en sus fauces buscando algún punto de ebullición que le conceda el ritual para esparcir el placer hasta su libido y provocarle el orgasmo que nadie le ha arrancado, ella lo conseguiría aunque le costase la vida. Las uñas de la pelirroja se clavan deliberadamente en la espalda de Lucern, uniéndose a otras marcas que han perecido ante la inmortalidad de su piel, la sangre comienza a salir de ellas poco a poco, son senderos de muerte púrpura que se le antojan a la luna en noches en las que sus duendes no le danzan en el templo a su adoración. Enreda el cuerpo de Lucern en medio de sus piernas y las contrae hasta ella para acercarlo cada vez más, con fuerza, con calor… Ruge al sentir muy cerca de su cavidad como es que su miembro reclama lo que por derecho le pertenece, sonríe arqueando una ceja, socarrona. –Sólo finge que me amas tanto como a ella- Pronuncia esas palabras como a un hechizo, sí… el estaba a punto de asesinarla por el hecho de jugar con su psiquis, pero no le interesaba porque lo ama, porque desde el primer momento en que lo vio cruzar medio bosque por su víctima, bañado de sangre… mortíferamente atroz; supo que él era ese hombre con el que tanto soñaba, el único y verdadero dueño de su vida. Mataría por él si se lo pidiese, es su esclava de sangre, amante y por mucho… La única mujer que también acepta compartirlo con alguien más. Suspira, desvía su mirada a la nada, una mueca agónica se figura en esos labios mutilados por sus besos –No te obligaré a nada Lucern- Se aparca de él.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
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Re: El beso de la noche {Ankhiara +18}
La tormenta es el coro para la melodía que entona la bruja con el vaivén de sus pechos y caderas. Lucern se divierte mordiendo cada parte de su cuerpo, dejando las marcas de medias lunas que solo se borrarán con el tiempo, y aún cuando éstas crean que se desvanecerán, ya existirán otras que le reemplazarán. Ankhiara no tiene ni idea de lo que su obsesión, de él y de ella, desentierra. Ella lo ha provocado como ninguna otra, el contrato que han hecho es inquebrantable, un pacto que ni siquiera la muerte podría aventurarse a corromper por miedo a las tragedias que se leen bajo el hechizo que trenzan. Las caricias del conde ya le han advertido en más de una forma, no hay necesidad de poner en palabras la desgracia que podría caer como plaga si se buscaban burlar las cláusulas. No es un juego de niños. El fuego es fuego aunque se intente lo contrario. Bailan al son ton ni son de sus arrebatos. La libertad que el vampiro le da siempre se ve limitada, pero no esa noche, no cuando su cuerpo es un lienzo y sus uñas los pinceles que ponen su creatividad a un arduo desempeño. Los rasguños arden, sus gruñidos se elevan pidiendo más, exigiendo lo que siempre ha estado, estará a su alcance. Besa, lame, muerde; piel y labios. Sus manos son dos amarres que la sostienen, su miembro aún prisionero la envicia, le maldice por no calmarle. Enreda sus manos en sus cabellos con una bestialidad que pocas veces se puede presumir de verle. Es verdad que siempre es más bestia que hombre, pero nada se puede comparar con la fiereza que Ankhiara despierta. ¿Por qué? Ella es la única entre todos que ha estado dispuesta a entregársele sin reclamos. ¿O era eso solo lo que él se había figurado? Empuja sus manos aún entre sus sedosas hebras, agarrándola con fuerza, doblando su cabeza para se encuentre con las llamas que ha iniciado. La besa sin soltarla, embiste con su lengua, con sus colmillos queriendo entrar a sus fauces para morder el músculo y obtener su sangre. Su boca se queda sobre la de ella, tragándose su aliento, impidiéndole que inhalara el aire. No necesita aire cuando es él quien está para satisfacer cada una de sus necesidades. Es un amante apasionado demostrándole a su hembra cómo le gusta ser tratado.
– Mírame. Sus miradas se cuentan secretos, Lucern le sonríe con los colmillos en todo su esplendor, con las gotas escarlatas cayendo. – No necesitamos fingir, Ankhiara. Te amo. ¿Tenía que agregar que el amor que sentía por ellas era diferente? No. No hay necesidad. ¿Qué importan las mentiras? No es el primer amante que le mentirá a su mujer para que la próxima noche le espere en el lugar de siempre. ¿Quién es él para arrebatarle ese placer cuando está por ofrecerla a la bestia? Las ventanas se abren como si se divirtieran a sus expensas, como si el conde con esa mano que atrapa uno de sus pechos las haya obligado a abrirse para dejar entrar las ráfagas de aire. La lluvia cae en cántaros, invitándolos a salir para enlodarse con la tierra que está formando. No puede congelar el calor que explota con tan solo el roce de su duro torso con la suavidad y cremosidad de sus poros. La suelta mientras le alza por encima de él sobre la pared. No necesita de más fuerza que la que se concentra en uno de sus brazos. Su pelvis queda sobre su cabeza, vulnerable a sus atrocidades. Si quedaba alguna prenda, ha perecido bajo los filosos caninos del vampiro. Muerde su muslo, se acerca a su entrepierna, su barbilla se restriega contra la ambrosía que ruega por ser probada. Su mirada se mueve hacia ella y brilla con malicia. Muerde en uno de los músculos tan cercanos a su cavidad. Separa su cabeza con rapidez, permitiendo que su vitalidad se esparza, creando el sendero que quiere que siga. – Aún no es suficiente. Clava sus dedos en la laceración, mientras su boca sube para enloquecerla...
– Mírame. Sus miradas se cuentan secretos, Lucern le sonríe con los colmillos en todo su esplendor, con las gotas escarlatas cayendo. – No necesitamos fingir, Ankhiara. Te amo. ¿Tenía que agregar que el amor que sentía por ellas era diferente? No. No hay necesidad. ¿Qué importan las mentiras? No es el primer amante que le mentirá a su mujer para que la próxima noche le espere en el lugar de siempre. ¿Quién es él para arrebatarle ese placer cuando está por ofrecerla a la bestia? Las ventanas se abren como si se divirtieran a sus expensas, como si el conde con esa mano que atrapa uno de sus pechos las haya obligado a abrirse para dejar entrar las ráfagas de aire. La lluvia cae en cántaros, invitándolos a salir para enlodarse con la tierra que está formando. No puede congelar el calor que explota con tan solo el roce de su duro torso con la suavidad y cremosidad de sus poros. La suelta mientras le alza por encima de él sobre la pared. No necesita de más fuerza que la que se concentra en uno de sus brazos. Su pelvis queda sobre su cabeza, vulnerable a sus atrocidades. Si quedaba alguna prenda, ha perecido bajo los filosos caninos del vampiro. Muerde su muslo, se acerca a su entrepierna, su barbilla se restriega contra la ambrosía que ruega por ser probada. Su mirada se mueve hacia ella y brilla con malicia. Muerde en uno de los músculos tan cercanos a su cavidad. Separa su cabeza con rapidez, permitiendo que su vitalidad se esparza, creando el sendero que quiere que siga. – Aún no es suficiente. Clava sus dedos en la laceración, mientras su boca sube para enloquecerla...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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