Visitando (Damian Montague)

“¿Día o noche?” Para él todo era igual, un velo negro cubriendo sus ojos, sombras que absorben su vida por completo. Pero en esta ocasión no. Lo bueno de la vida son los momentos que en cada instante pasan por allí, justo a tu lado para que los aproveches sin importar nada, la magia de una existencia se resume a eso, encontrar la alegría hasta en las sombríos laberintos de tu tristeza.

Es de madrugada y Damian continúa con sus hermosos azules ojos abiertos de par en par. Quien le ve a través del cristal de su ventana puede asegurar que se trata de un fantasma, un alma vagante por aquella casa tan abandonada como el mismo cementerio el cual hasta los valientes le temen. Su rostro en escasos momentos dibuja una sonrisa, es una curva con un poco de nostalgia pero no es triste. Es en estos momentos en los que las personas recuerdan todas y cada una de las buenas memorias alojadas en su mente. Las imágenes creadas por sus pensamientos, esos sueños intactos en su ser pasan frente a él, puede ver los colores en cada uno de los sucesos, puede recordar el aroma del pasado, un efluvio dulce y acogedor, la cálida temperatura que le abriga en su espalda, esa textura cada que pasaba sus dedos sobre los brazos musculosos y velludos de su padre. Ese tipo de detalles era los que le hacen esbozar la delicada sonrisa que apenas si se asoma temerosa en sus labios. La palidez de su piel, lo claro de sus ojos y el contraste de sus vestimentas le convierten en el espectro de aquella casona. Quien no logra conocerle se pregunta a menudo por que se encuentra solo y sin el temor de ser asechado por alguien más ¿Qué es lo que un ciego como él puede ofrecer? La soledad es el refugio de aquel miserable humano con alma de niño y mente de anciano.

Esa felicidad que justo ahora le rodea necesita ser compartida con la única persona que le apoyo tras su ceguera; con su mano en la pared camina seguro recorriendo los rincones de esa habitación hasta encontrar el perchero, quita de allí un abrigo negro cual manto nocturno y se lo viste, junto a la puerta se encuentra un bastón, lo toma en su mano derecha, sale de la habitación desolada, baja con precaución las escaleras, uno a uno sus pasos lo guían, contando mentalmente termina. Sonríe frente a la puerta principal de aquella casona se dirige hasta ella, abre la perilla con el silencio al que se encuentra acostumbrado, arrastra la puerta a su dirección, da un par de pasos y sale de la casa hacia el jardín que se encuentra afuera. Atraviesa el espacio y logra llegar a la calle, una vez allí se da cuenta de lo fría que es la noche. Importándole muy poco sonríe de lado, levanta la mirada hacia el cielo como quien desea ver las estrellas en aquella noche, como una persona que podría admirar la belleza de esos astros en el firmamento, pero no es más que la finta, sus ojos se cierran poco después y continúa su travesía hasta el hogar de un cuerpo.

La luna se sujetaba sobre él, esa forma circular de augurios misteriosos, de aullidos nocturnos. El enigma del mundo, sus rayos plateados teñían la piel de Damian con un toque sublime, pareciera que se trata de un espíritu merodeando las calles de París, pero un espectro jamás podría pintar en sus labios una sonrisa como la del joven. En los delicados aposentos de su alma se refugia una sonata, son las notas musicales de un piano ¡Como le gustaría saber componer esas hermosas melodías! Exhala el aire de sus pulmones con una carcajada silenciosa. En el umbral del cementerio se detiene cual hombre que analiza la estructura adoquinada de la barda y la verja. La alegría de su corazón se traspasa a todo su frágil y desprotegido cuerpo. Se adentra al cementerio con la euforia al tope de sus sentidos, olvida contar los pasos que debe realizar, ignora los giros que sus pies tienen que dar. Solo escucha el crujir de las ramas bajo sus pies, la respiración se le agita con cada paso que da, choca… Una lápida se cruza por su camino y le hace tropezar, no comprende el por que hasta que se da cuenta de haber perdido la cuenta, esta perdido en un lugar tétrico. Así jamás encontrará el sepulcro de su padre. Comienza a caminar a ciegas, sí… A ciegas pues pese a que sus ojos no pueden ver sus cuentas, su mente lo hacía por él, ahora que perdió la noción no reconoce el mundo en el que se encuentra. Sus manos se extienden, para palpar cualquier cosa, el bastón que traía consigo se le cayo en el momento del choque, quedando a un lado de él, pero no siente, no lo ve… Sus pies irrumpen la pastura del espacio entre lápidas, mausoleos, losas, gárgolas… Sus pies desesperados y su mente nublada hacen que este caiga al suelo – Ayúdame padre mío – Musita suplicándole al alma de su anfitrión le rescate de las garras de la soledad y la nada.

“No tengas miedo, no llores por mí” Como un leve suspiro en su lóbulo una vocecilla se instaló en su cabeza, la misma que le cantaba la lírica de antaño, aquella que acunó su frágil cuerpo por las noches, la carcajada sonora de un vago recuerdo. Los labios de Damian se curvan formando una sonrisa, era irónico que pidiese ayuda a un ente del cementerio cuando aquellas almas se encuentran inclusive más ciegas que él. Para su propio juicio y en sus basado en sus propias creencias, de las cuales la mayoría son viles fantasías como las de un niñato; los fantasmas que se asoman en lugares viejos, abandonados y sacrosantos como lo era el cementerio, salen de sus criptas para sentirse vivos pues quizá en su mente continúen con la vida que dejaron atrás, sin ver hacia delante, sin saber si quiera que le muerte había tocado a su puerta. Inconscientes desde su juicio eran todos y cada uno de los espíritus de su defunción.

Abatido por sus memorias no presta atención a los sonidos extra de la noche, el ulular de los búhos, la sonata de los grillos, el susurro del viento, los chasquidos de las hojas bajo sus pies y los de alguien más ¿Alguien más? ¿Quién puede encontrarse en el infierno de un camposanto? El aliento esta por desvanecerse de su pecho, inquietamente terco es su tacto en la tierra, en sus manos se guarda un poco de arena y césped húmedo. Respira, simplemente respira para incorporar su mente en el cuerpo que posee para dicha de algunos, desgracia de otros e indiferencia propia. Una caricia liviana osa perturbar la tranquilidad de su inerte cuerpo sobre el suelo, un estremecimiento recorre su cuerpo, girando la cabeza al lado donde escucha una voz. Al parecer los Yuurei más reconocidos en ese lugar son las ánimas de hermosas doncellas. Sus manos buscaron el cuerpo de la dama, palpando todo, absolutamente todo a su paso… En la inocencia del joven nunca pensó que se trataba de una mujer por completo, en la inconsciencia de su estado ignora las profanas caricias que pudo o no depositar cual sabana de seda en el cuerpo de la fémina.

Un par de segundos, sólo ese era el tiempo transcurrido pero en la obscuridad de su alma, al igual que en la penumbra de su físico pareciera que se ah tratado de toda una eternidad. Sonríe con el alma hecha pedazos, pero una alegría inusual en su corazón – No soy señor, ni siquiera a niñato llego con mi carencia… Aún me encuentro que es mi gran ventaja sobre los muertos – Sus labios se abren permitiéndole el paso a las palabras formuladas en sus pensamientos, ni siquiera tenía la intensión de responder de esa forma, la dirección de su comentario se desvió conforme su boca procuraba hablar, sacude su cabeza mientras se apoya en el hombre de aquella misteriosa mujer, el incorporarse después de una caída como esa y una mente completamente perdida, divagando entre el mundo real y el abstracto no puede ser más difícil para un humano cualquiera que para Damian. El manto gélido de la noche le arropó cual velo nocturno posándose en el cristal de una ventana, invadiendo, opacando los cálidos rayos de sol de un hermoso atardecer. Es un hecho que tras la huida del astro rey la temperatura en la tierra baje unos cuantos grados, más aún cuando las leyendas urbanas apoyan las mágicas teorías de monstruos vagantes cubiertos por el abrigo de las tinieblas, sobretodo si se trata de cuetos de terror en el camposanto. Es entonces cuando los bellos en su piel se erizan y el vapor de sus labios se esparce como susurros viajantes a través del viento y el tiempo.

El hielo que siente escarcharse en sus cabellos es opacado, derretido, desvanecido por el contraste que siente al ser cubierto por alguna especie de abrigo. Su nariz por instinto se refugia en la tela de dicha prenda, sus pulmones reaccionan al contacto, aspira profundamente el aire a su alrededor, pero es su olfato quien agradece tal acción. El perfume de una dama se impregna en sus fosas nasales, es una combinación extraña pero incitante, irreverente, escalofriante, aterradora, delicada, gentil, apreciable… No encontraba la palabra apropiada para redescubrir el significado del aroma que le había envuelto - ¡Enigmático! – Explota exclamando aquella palabra, levantándose completamente de pie, una chispa en sus ojos se puede ver desde cualquier perspectiva, sí era la palabra apropiada para la fragancia que despide ese abrigo lleno de calidez. El jovenzuelo, se sumerge nuevamente en el efluvio del atavío, recordando algo en sus memorias perdidas, los sueños que aún se encontraban dormidos en lo más hondo de su ser – Hermoso reikon, disculpad mi atrevimiento pero ¿Cuál es su nombre? – Comenta y pregunta indignado por saber la identidad de lo que el piensa, cree, deduce que es un fantasma dentro del cementerio.

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Yuurei: Cuando una persona muere repentinamente asesinado, se muere en batalla, comete suicidio, o cuando no recibió un entierro apropiado, alma se queda en este mundo para cobrar venganza, los yuurei mas conocidos son los de fantasmas de doncellas que en vida sufrieron por amor.

Reikon: Es el alma, el espíritu de una persona fallecida (Difunto).

Una fuerte chispa instalada en sus pensamientos, abre las puertas cerradas ante sus penumbrosos ojos. Sí, aquel efluvio era considerado por él como un recuerdo, una extraña añoranza que hace tiempo perdió, es el olor de una mujer. Aunque los perfumes no son iguales Damian siente que esa fragancia pudo pertenecerle a su madre, hermosa casualidad que llego en esa noche alojándose en el cementerio con una chica desconocida y un perfume que le recuerda lo que extravió, algo más importante para él que su propia vista. No comenta nada, sus labios permanecen cerrados, sus ojos en la nada reposan aislados de todos los demás sentidos. “Megan Doiteville” Un nombre tan simple como el suyo. La mujer sin saberlo se ah convertido en una conocida para el joven, pues no cualquiera comete la hazaña de ayudar a un demente que deambula por el camposanto.

El frío de la noche no puede tocar sus poros debajo del abrigo de Megan, él reconoce que el suyo fue despojado de su cuerpo, arrebatado de su espalda con la caída. Pero no es el abrigo lo que le preocupa en ese instante. Es la desnudez de la mujer, la delicada piel de una persona siendo abrazada por lo gélido del viento, la sensación escalofriante recorriendo cada uno de los poros de la chica, es eso lo que interrumpe en sus pensamientos, un caballero no puede prestarse a un acto como ese. Es él quien debe colocar su gabardina sobre la espalda descalza de una Lady ¿Qué clase de hombre permitiría lo contrario? La fémina suelta el cuerpo de Damian para ir en busca de algo que le abrigue también a ella, el joven al sentirse libre, se despoja de la prenda colocándolo sobre su brazo como quien lo cargara para vestirlo después. Intenta responder la cuestión realizada por Megan pero tan solo baja la mirada al suelo, una señal de incomprensión para cualquiera, pero para Damian, es el ademán perfecto para su concentración total.

Le musita al silencio, respondiendo con un simple verso a la duda de la mujer. Sus mejillas se llenan de un color rosado, la timidez aflora en él. Hacía tanto tiempo en el que no recitaba palabras como esas para alguien que respira, los pasaban frente a su cuerpo, mientras él los desaprovechaba… Ahora mágicamente se siente completamente vivo. Se encoje ligeramente de hombros ignorando el soplido del viento con su gélido despertar, los cabellos de su cabeza se despeinan a la par en la que el aire lo acaricia con su misterioso halo de suavidad. – Disculpadme si mis palabras resuenan en la bruma de su sentir, soy un simple niñato que gusta de los versos adoquinados de hermosura – Ofrece a su compañera una disculpa por sus método tan poco convincente para una respuesta, pero no puede evitarlo cuando la musa de inspiración le llega siempre en el más inusual de los momentos – Le hago entrega de su prenda madame y nuevamente os ruego me disculpe por mi afán el olfatear su perfume – Extiende con una leve reverencia el atavío de Megan, sus ojos miran la tierra debajo de él mas es una simple imagen que su cerebro no aprecia. La mano libre posa en su espalda en un puño para darle más realidad a su ademán.

Al parecer las palabras terminadas en versos torpes como su habla, aún poseen el efecto de una admiración correspondida por parte de las personas ó eso es lo que hasta ahora sus andanzas en París en precisamente en el cementerio le han expresado de forma casi inaudible. Suspira fuertemente con una paz enorme en su ser, la felicidad que hasta hace unos momento traía por debajo de su cuerpo, comienza por ser evaporada, pero no por ello siente la tan llamada depresión. No, por el contrario esta agradecido con el tiempo y con la nada el poder haber encontrado horas felices en ese día, noche, lo que fuese no importaba por ahora. Damian había sonreído después de tiempo que no lo hacía y eso precisamente es más importante que el contar el paso del tiempo a su alrededor.

Escucha las palabras de Megan con alta devoción, como si estuviese prestando su tiempo una bella lira, de cierto modo y con perspectivas diferentes, así mismo lo hace. Es bastante extraño encontrar en palabras tan simples, comunes y corrientes algo que quizá tan solo la demencia de Damian puede reconocer dentro de toda faena. Suspira abrazando con sus pulmones el aire de esa noche, advirtiendo el frío que hace, dejando salir su cálido aliento que contrasta con el exterior. El hulular de los búhos se escucha a lo lejos, esos susurros de las hojas de los árboles mientras el viento pasa por su lado cual amante empedernido buscando a su amada desde la parte baja de un balcón. Los aullidos de fieros lobos traspasan la penumbra y el silencio para trasladarse hasta el oído de alguien que pueda apreciar de forma poco común sus notas musicales. – No tiene por que pedir disculpas Madame, conozco la crueldad escondida tras los gélidos mimos de una noche como esta – Sonríe sin afán por ser un loco argumentando sus experiencias de formas filosóficas y un tanto abrumadoras para quienes no comprenden lo que dice – es una completa indiscreción de mi parte, solo los dementes como yo, acunan los sueños de los muertos por la noche ¿Qué le trajo a un mundo de locuras? – Pregunta con el ceño fruncido, era mentira lo que decía. No únicamente los locos visitan los aposentos de las personas fallecidas en una triste y fría noche como esa. También acudían por las noches los desesperanzados en la vida, los perdidos, los sumergidos en su melancolía, distintas razones, un mismo fin…

El refugio en la soledad del silencio es siempre tan letárgico y moribundo. Nos arrastra sinsentido en una vorágine infinita hasta enloquecer nuestra capacidad mental, envolviendo con sus vertiginosas espirales cada uno de nuestros latidos. Las espinas del rosal, se clavan en el pecho humano haciéndolo sangrar, emanando ese líquido carmesí, ardiendo por dentro el sentimiento más amargo y difícil de tragar cuando la melancolía toca a nuestras puertas, el dolor, la tristeza…

Sin querer, Damian toco una terminación nerviosa y sentimental en la dama. Logro percatarse de ello con la tonalidad que utilizó Megan en sus labios para proferir aquellas palabras tan hermosas y dolientes como las que el mismo ciego puede pronunciar en una tarde de lluvia en el invierno más crudo, solitario y muerto de su vida. Las frases que la chica dijo no eran más que ciertas, él mismo puede saber lo que es dejarse arrastrar hasta el camposanto tan solo para sentirse un poco mejor. Sí, eso… Pese a que las piedras cubrían con su rasposa estructura los cuerpos de aquellos que alguna vez les entregaron dulzura, los humanos suelen acudir a dichos cementerios para sentir a presencia de quien hoy por hoy es simplemente una pagana sepultura.

La mirada del hombre con alma de niño y viceversa, baja al suelo. Su facha de ser un juguete nuevo, alguien completa y totalmente renovado, decae… No puede evitar ser abrazado por las sensaciones ajenas. Es cierto que de ella apenas si conoce su nombre, no sabe a que se dedica ni donde vive ó el por que no le ah juzgado como todos los demás al reconocer que es un ciego inútil en esta vida, más es esa misma incapacidad la que le convierte a Damian en una criatura única, aunque este se encuentre más que perdido en sus pensamientos peyorativos de su persona. Así pues el joven es infeliz por la tristeza de su compañera ¿Cómo ayudarle a sobrellevar su dolor ahora? Si tan solo el pudiese hacer algo por la dama no lo dudaría, pero no tiene ni la más mínima idea de cómo reaccionar. Sus pupilas aún reflejan en suelo del cementerio, esa misma tierra que se disputa en sus profundidades centenares de cuerpos en estado de putrefacción, sueños rotos, versos perdidos que jamás esas ánimas volverán a decir.

Los labios del moreno se abren para pronunciar unas cuantas palabras, más calla inmediatamente al pensar no estar a la altura de la mujer con la que se encuentra. Un suspiro se pierde en la profundidad del silencio esparcido entre ambos humanos, un suspiro que proviene con tristeza inminente desde el interior de Damian, su cuerpo se encuentra estable, pero su mente viajó a otro mundo donde no es un extraño más si no todo aquello con lo que ah soñado. “Padre” Sacude su cabeza pensando en Anthony. Han pasado varios minutos, es evidente que el joven divago entre sus recuerdos por las palabras de Megan ¿No es extraño? Sí, lo era… Ninguna persona le había hecho confundirse de sentimientos tan rápidamente como ella. Un espasmo recorre su espalda, brazos y pecho.


– Lo siento madame, mi nombre es Damian Montague, me halaga con sus palabras y descripción – Arroja con calma, mientras aún mantiene sus ojos en el suelo. Otro suspiro se escucha atravesar la distancia entre ambas criaturas, pero esta vez es algo más parecido a la desesperación que a la propia melancolía, una curvatura en los labios del moreno de divisa, es frágil, delicada pero esta allí. Seguramente algo tiene que ver con las palabras de la fémina – Hermosa prosa… - Susurra recordando como fue que ella le cuestionó su nombre, algo de poesía que descubrió en las palabras, un arte que pocos comprenden y escasos tomarán como filosofía. - ¿El viento? – Pregunta retóricamente – El viento Madeimoselle, es la caricia más espléndida jamás sentida, es su silencio quien transporta nuestros sollozos al más allá, a donde los muertos lo pueden escuchar, es su naufragio el que comunica los versos de nuestro corazón latiente… ¿Es el viento un mejor amigo? – Guarda silencio durante un par de segundos, después su sonrisa se extiende de oreja a oreja, levanta la mirada al cielo nocturno y como quien fuese aclamar algo, levanta las manos - ¡Que vivan los tontos! Pues me uno a ellos -

Sublime. Para el joven niño, de carentes cocimientos, rusticas filosofías y pensamientos algo turbios no existe nada mejor en el mundo que el impulso de nuestros instintos. Para él, quien con sus ojos no puede ver, la primera impresión no es lo que cuenta si no la marca que se deja en el alma. Así pues la señorita que ahora le acompaña le ha dejado en su vaga mentalidad que no es el único demente que aspira al viento sus mas entrañables emociones, al igual que no es la única persona con temor a encarar los sentimientos reales frente a los demás y que siempre actuará en silencio, sumergiéndose en su propio abismo, dueños del vacío de su interior y verdugos de su propia existencia.

Los pensamientos de la joven se asemejan bastante a los que él puede considerar como suyos, eso le roba una sonrisa de sus labios, bajando la mirada presumiendo la suerte que se topó con él desde que cayó en el suelo del cementerio y Megan lo encontró. El carisma de este joven esta elevado en la infinidad de una demencia atolondrada, es que fue esta noche en la que la luna le acarició su rostro depositando su sonrisa plateado, alimentando su alma con poesía cálida, abrigadora, hermosa y sin fúnebres letras para los muertos. Es la imagen de un hombre vivaracho el que debería verse siempre en Damian, disfrutando de su vida y no de su temprano fallecimiento.

- Sea pues que con la compañía del viento jamás estaremos solos madame – Sentencia con una sutil sonrisa en sus labios, más las siguientes palabras que habría de musitar Megan no fueron para nada pre visualizadas por el niño. La confesión de la dama hace que la cabeza del varón se haga ligeramente hacia atrás como si un algo hubiese chocado contra ella. Arquea una ceja y sus mejillas se llenan de un color rosado inconscientemente, nadie se había tomado la molestia de decirle algo acerca de su físico y el hecho de que ella encontrara algo en sus labios le tomo de sorpresa, tanto así que por reflejo se mordió el labio inferior con la timidez que en ocasiones se presenta en su cuerpo.

Siente en su barbilla una mano que re direcciona su rostro, una suave y delicada caricia que le recordó algo, pero que en ningún momento se asemejaba a tal memoria. Escucha las disculpas de la fémina, sonríe cuando esta ha dejado su rostro tranquilo. Al tener un raciocinio diferente y un oído descomunal reconoce la táctica empleada de Megan para cambia brutalmente de tema, más este chico con alma de anciano y juegos de niño no se lo permitiría tan fácilmente - ¿Por qué os avergonzáis de la honestidad? – Pregunta con un tono de voz sereno, sin difuminar la curvatura en sus labios y antes de que ella pudiese responder añade – Es verdad, ese valor puede ser caótico, pero no sabéis lo mucho que yo lo aprecio – Entrecierra los ojos mutilando de su mente la ocasión en la que Amelie de confesó su verdad y como fue que Damian se sintió al respecto. – Aunque no se exactamente que poseen de impresionantes mis labios si son igual a los demás, quisiera poder admirar su belleza física madame y corresponderle el alago, más si de eso se trata entonces permítame elogiar su mente, que es un misterio para muchos pero un libro abierto que me gustaría leer siempre… -