A la luz del Sol(Damian Montague)

¿Perdido? Sí, esa es la palabra más apropiada para describir la situación en la que el chico que se encuentra. Un sol completamente resplandeciente cubre su cuerpo otorgándole una esplendida sensación, la temperatura en su cuerpo aumenta con forme más tiempo se encuentra por debajo de la luminosidad del astro rey. Pero Damian no se encuentra para nada preocupado por su situación, por el contrario parece no haberse dado cuenta de que tan lejos ah llegado contando pasos sin sentido y prestándole más atención a sus locas ideas.

Un par de encuentros lo han dejado con el alma desquebrajada, no por que sea algo malo, mucho menos algo que se trate de pésimo, si no que con sucesos que le han dejado bastante tarea a realizar. Tanto campo que explorar y el tan ciego, literalmente ciego que no puede si quiera pensar en escabullirse para intentar tomar la parte de este mundo que le pertenece.

Una mano en su barbilla y la otra por detrás de su espalda, su figura curveada unos cuantos centímetros, su oído atento a cualquier movimiento extraño que pudiese significar un peligro para su persona, su cabeza dando vueltas una y otra vez siempre llegando al mismo resultado “Estas demente Damian” Se rasca la cabeza con el afán de despejarse un poco, más cuando se da cuenta que sus pasos le arrastraron a tierras desconocidas, es lo suficientemente tarde para entrar en el pánico total.

Abre los ojos como platos, como si así pudiese ver algo, la obscuridad de sus pupilas no desaparece y el tonto reflejo de su cuerpo encuentra su propia ironía. Busca rápidamente alguna forma de hablar con alguien pero no escucha más nada que la sinfonía del silencio. Entonces opta por sentir el suelo bajo sus pies, se quita el calzado que cubre las plantas de sus extremidades, para palpar con sus pies la tierra, en ese movimiento descubre las anomalías a las cuales esta acostumbrado a sentir.

Se deja caer para sentarse, pensar, analizar su situación. Frunce su ceño con enfado, intenta torpemente encontrar una solución a su dilema, si no lo hace pronto se verá metido en un completo caos. ¿Qué hace un ciego estúpidamente solo en campo traviesa? Ni él sabe como fue que llego hasta allí.

Poco a poco las plantas de sus pies se vieron envueltas en el adorno de polvo que se les incrusto, el simple olfateo de la tierra le recordó alguna extraña enseñanza de su padre. Una verdad a medias que no le ayudará en nada en estos momentos, esa lección se remonta antes de que el jovenzuelo perdiese su vista, de nada le sirve ahora ¿Cómo poder regresar a su casa? Atrapa su labio inferior entre sus dientes, frunciendo el ceño con gran acento pensativo. Más la verdad es que las soluciones encontradas por su mente son absurdas y carentes del sentido común que una persona puede llagar a tener.

Deja caer su cuerpo hacia atrás importándole poco si una roca pudiese lastimarle en el momento en el que se recueste. Suspira una vez tocando con su espalda la tierra del sembradío. Ni siquiera el sol pegándole fuertemente en los ojos puede aclarar la penumbra de su mirada. Resignado a quedarse el día completo por aquel lugar ya que no encontraba en su agudo oído voces, pasos, algún indicio de gente cerca; comienza por tararear una melodía de cuna. Las notas son imaginadas en su cabeza muy por debajo de sus miedos, terrores y demás sensaciones que lo transportan de ser un hombre más en el mundo a convertirse en un niño asustado tratando de esconderse tras el cuerpo de su madre. En el gran espacio de sus pensamientos se siente refugiado tranquilo, sin pesares que le acongojen, hasta que claro se desespere por completo y comience por correr a campo traviesa sin sentido alguno, huyendo de su pánico al estar solo en un lugar desconocido.

Se sienta rápidamente al escuchar un par de pies aproximarse hasta donde él se encuentra. Son andares bastante livianos como para tratarse de algún caballero, además el sonido escaso provocado por el roce de las hierbas con las faldillas de un vestido le despeja sus dudas por completo. Sus rodillas se engarruñan y cruza sus brazos sobre sus piernas. Cree estar perdido en alguna especia de naufragio pues al escuchar la voz de la dama sintió como si un pequeño destello iluminara su obscuridad. La armonía despedida de aquellos labios con esas ondas sonoras hasta que chocaron con el tímpano de Damian fueron magníficamente hermosas. El acento destacado hace de un simple comentario, de una trivial pregunta algo completamente celestial que el moreno siente la necesidad de responder rápidamente antes de que despierte y se pierda del sueño que piensa estar teniendo después de haber escuchado a la dama.

– Saludos madame – Asiente una vez con su cabeza en señal de reverencia, pues demasiado tarde como para levantarse y seguir los protocolos de la estética infundada para los buenos modales – Me encuentro, bien… ¡Perdido! ¿Podría usted decirme donde me encuentro? – responde y pregunta con la mirada perdida en la nada.

Mezclado con sentimientos confusos, insanos, dementes, torrenciales y algunos inversamente expuestos en su mente se encuentra sin el afán de molestar a nadie, más su torpe ceguera impide que se abra paso entre la nada y regresar a casa. La técnica que utiliza para volver a su hogar cuando salió de paseo es simple, contar el retroceso de los pasos que dieron sus pies, más en este caso se olvidó de su cuenta para enfocarse a su vida de tinieblas, darle una especie de limpieza a su cabeza, desalojando los malos cuentos que noche tras noche en su cabeza se instalan y enfocarse exclusivamente a su existencia y lo que debe hacer para no permitirse caer nuevamente en el abismo voraginoso de una tristeza.

La señorita le responde su duda con un acento divertido ¿Qué más esperan de un niño? Sonríe y entrecierra un poco sus ojos al escuchar en donde se encontraba su cuerpo. Un exclamo interno explota con fuerza, no comprende como fue que sus pasos terminaron tan retirados de las calles Parisinas. La explicación de la dama fue hermosa, su voz que aún a pesar de lo distraído que se encontraba el joven, pudo darse cuenta de la melodía que sus cuerdas bucales desprendía cada vez que ella hablaba.

Los movimientos de la chica fueron más rápidos que los pensamientos de Damian y ya se encontraba tomándole de la mano. Se pone de pie cual títere obedece las órdenes de su titiritero, una sonrisa de medio lado se vislumbra en los labios del varón quien aún se encuentra perdido entre sus memorias, hasta caer en la realidad. Sacude su cabeza un par de veces y siente como su mano es soltada bruscamente, se muerde el labio inferior pensando un poco con el ceño fruncido.

– Estoy bastante lejos de mi hogar madame, no pretendo ser una molestia para nadie, si tan solo me dijera usted en que dirección se encuentran las residencias yo puedo llegar a casa solo, pero aprecio el que desee ayudarme. Pocas almas se compadecen de un cuerpo como el mío – Comenta con esa caballerosidad de la cual presume a cada momento, es algo inconsciente, su educación así estuvo estipulada por su padre, así creció hasta convertirse en lo que es, un pobre niñato con los protocolos esenciales de una sociedad aristócrata, discriminado por su condición y su estatus social al término de su fortuna pues no encuentra la forma de sustentarse sin la herencia de su padre que poco a poco se ha visto consumida por el tiempo.

Los rayos del sol tocaban su cuerpo con esa calidez a la que estaba acostumbrado a sentir entre los brazos de su madre… ¡Oh, su madre! Esa mujer de divina procedencia que acunaba sus sueños, protegiéndole de las pesadillas que en ocasiones se apoderaban de la mente de Damian. Por un efímero instante el joven perdió la sonrisa que había regalado a la dama que le acompañaba. No fue su intención, fueron esas memorias, esos recuerdos de su pasado que tanto disfruta encontrar en su cabeza y que tanto le envuelven en tristeza, los que habían borrado esa curvatura en sus labios.

Pensativo sacude su cabeza, no cree prudente verse desganado frente a una mujer con una voz fuerte y tan llena de vida como el calor de la mañana que recién comienza. Trata de olvidar su pena, incorporándose nuevamente al sentir la sangre correr por sus venas, sangre que llega hasta sus mejillas entregándoles un color rojizo, señal de una pena al escuchar la propuesta de la dama, Bien, no tiene nada que hacer el resto del día y al igual que la señorita, el encierro tras las paredes, puertas y ventanales de su hogar resulta extremadamente asfixiante en algunas ocasiones, pero que en otras suele ser la salida, el encierro perfecto para autoproclamarse un personaje perdido en la realidad y refugiado en las sombras de su navío.

– El encierro puede ser molesto, no hay duda, pero en mi caso y sin ser una víctima, me temo, entonces que el encierro esta a donde quiera que valla – Se encoge de hombros arrojando una pequeña carcajada después, su sentido del humor ha mejorado los últimos días, aún cuando la nostalgia, la melancolía y la tristeza le acompañen no puede evitar sentirse feliz por el regalo de la vida, quizá sea miserable pero si ese es el precio a pagar por conocer gente tan especial como en su debido tiempo Amelie con gusto lo hará.

– Me encantaría madame, pero antes de cualquier cosa, sería un honor para mí “Damian Montague” conocer el nombre de tan encantadora Lady – Se gira lentamente hacia donde supone se encuentra la dama esperando la respuesta de Damian, levanta sus manos en señal de buscar el cuerpo de la dama y presentarse como se debe, con un pequeño beso en el dorso de las manos de una mujer a la que Damian le profesa ser más que un casual encuentro.