Sin nada que hacer [Libre]

Había sido una mañana atípica la del día de hoy. Como siempre, me había despertado al alba, siendo casi la primera en abrir los ojos. Desde que mis dos hermanas mayores se habían casado, tenía el privilegio de tener una habitación para mi sola, pero aún así, debía de ser extremadamente cautelosa por las mañanas, ya que al entrar a la cocina tenía que pasar por delante del dormitorio de mis dos hermanas pequeñas y debía hacer lo posible por no despertarlas (aunque por su manera de dormir, ya se les podría caer la casa encima que no se enterarían de nada).
Cuando ya pensaba que el obstáculo estaba superado, casi me muero del susto cuando al entrar en el salón me encontré de bruces con mi padre.

—¡Padre! ¿Qué hacéis despierto tan pronto?—exclamé, llevándome la mano al pecho para controlar los latidos desbocados de mi corazón. Como no esperaba encontrarme con él, no vestía más que mi camisón de noche y llevaba el pelo suelto—Lo siento, iré a cambiarme ahora mismo—añadí, sabiendo lo poco que le agradaba a mi progenitor verme en otra cosa que no fuesen mis masculinas ropas de cazador. Sin embargo, y contra todo pronóstico, mi padre me agarró de la muñeca, deteniendo mis pasos antes de que pudiera regresar a mi dormitorio.

—Espera... Tengo un recado para ti. Vístete y ven aquí cuando estés lista—acto seguido soltó mi muñeca, pasando al salón y sentándose en el sillón de lectura.

Tardé unos cuantos segundos en reaccionar, pero en cuanto salí de mi estupor me apresuré en volver a mi habitación. No tenía demasiados vestidos, por lo que no me fue muy complicado decidirme por uno bastante sencillo, de color azul cielo. Casi no podía creer que mi padre me hubiese pedido que me pusiera algo así. Aún estaban demasiado frescos en mi memoria los momentos en los que mi padre mandó cortar mi cabello y evitaba referirse a mí por mi nombre.

—Estoy lista. ¿Qué queréis que haga, padre?—hablé, entrando de nuevo en el salón. Mi padre no contestó de manera inmediata, si no que se levantó y se acercó al pequeño estante que teníamos. Tras rebuscar entre las páginas de uno de los libros durante unos instantes, sacó un pequeño sobre y me lo entregó.

—Necesito que lleves este sobre a esta dirección. No lo abras y no lo pierdas, ¿entendido?—a continuación, mi progenitor volvió a sentarse, dando por terminada la conversación.

Sin decir nada más, me apresuré a salir a la calle y cumplir con el recado que me habían encomendado. No sabía cual era el contenido del sobre (ya que podía tratarse desde algo de dinero como pago por algún servicio, hasta indicaciones del paradero de algún vampiro) y tampoco reconocía la dirección a la que tenía que entregarlo. Por ese mismo motivo, no me quedó otra que buscar la calle, caminando y dando mil vueltas hasta que por fin di con el camino adecuado. Cuando finalmente me planté frente a la puerta de una cabaña a las afueras de París, ni siquiera tenía claro que esta fuese la dirección, pero ya que estaba allí no perdía nada por llamar.
Golpeé un par de veces la puerta con el puño y me quedé esperando a que me abrieran. ¿Dónde me has mandado, padre?

Cada bocado que daba, era lento, pausado. Tenía que hacer algo en el hospital, pero no era mi turno, me estaba empezando a caer mal que tengo que ir al hospital cuando es mi turno o cuando me llama de emergencia. Sí, me irrito hasta mi ultima vertebral espinal. -Aparte, mi tedioso Tío me echa tierra, esa mujer nunca vino, nunca me quiso como me dijo, de ese modo no volveré a creer en el amor. Mi corazón esta resentido. sólo me encargare de trabajar y cazar-Pensó el cazador, dejando la servilleta en la mesa, tomo la copa de agua y bebió un trago largo, maldiciendo al recordarla nuevamente, él, enamorado, ella, engañándolo como siempre lo habían echo las mujeres ¿Tan ingenuo era él? Tal vez si.

Victhor todavía seguía sentando en la mesa, dejo la comida a medio terminar, su mente estaba perdida, estaba en esa mujer, en esa bruja que nunca compendio porque nunca regreso, si se "Juraron amor eterno", cuando pasaban los días, los meses y ella no regresaba, empezó a enloquecer tanto que se encerró en su propio mundo, jurándose que nadie lo iba a lastimar de ese modo, él no volverá a caer en la tentación. Por esa razón, fue hasta la iglesia, le pido al padre que bañara con agua bendita todo su cuerpo, se confesara, quería servir al señor, pero el mismo padre le había dicho que estaba tomando una decisión apresurada. Victhor lo único que quiera era escapar de las tentaciones, de los pecados, de la carne humana, de la lujuria, porque es lo que le llevo estar con esa mujer. Pero el padre solamente le dijo que siguiera su vida y no volviera a pensar en eso. De ese modo prosiguiendo siendo su vida cotidiana, ser Medico en el hospital General de París y matar sobre-Naturales.

-No caeré nuevamente, no. Tanto como los hombres, las mujeres pueden herir el corazón de hombre que la amo, ahora lo que siento es odio por esa maldita bruja-Arrojo la copa, escuchando como se quebraba, los trozos de vidrio quedaron en el piso, una creada vino, mientras él se levantaba de la mesa e iba a la sala, pero escucho la voz de un mozo diciendo que había alguien en la puerta, que buscaban a su tío, él, extrañado fue hasta la puerta, mirando a una joven-Buenos días, mi nombres es Victhor VonRuerich, mucho gusto, mi tío no se encuentra pero...estoy yo, su sobrino..-Le hizo una reverencia, todo un caballero que era-¿Qué la trae por aquí?-Pregunto, mirándola fijamente, clavando sus pupilas en ella.

Un muchacho me abrió la puerta, aunque por su ropa, del mismo estilo que la mía, pude saber rápidamente que no estaba ante el dueño de la casa. Tras un breve intercambio de palabras, el mozo me invitó a esperar unos instantes frente a la puerta mientras que él se encargaba de avisar a su patrón. Por suerte o por desgracia, no tuve que aguardar demasiado.
Aunque generalmente solía hacer este tipo de encargos para mi padre y ya estaba más que acostumbrada, seguían sin ser de mi agrado, ya que mi caracter tímido y algo introvertido me dificultaba bastante el establecer una conversación fluida con un desconocido. Aunque siempre era agradable e intentaba responder con frases largas, en lo más profundo de mi ser estaba deseando huir y esconderme en lugar muy alejado de todo esto.

Tras observar al hombre que tenía frente a mí durante unos breves instantes, traté de dibujar una sonrisa amable en mi rostro, llevándome la mano hasta uno de mis bolsillos para poder sacar el sobre mi padre me había pedido entregar.

—Buenos días, monsieur. Soy Chloe Beale, la hija de Alaric Beale—me presenté, suponiendo que si este muchacho estaba enterado de los negocios que mi padre solía mantener con otros cazadores, escuchar su nombre le daría mucha más información que escuchar el mío—Mi padre me envia para entregaros esto... aunque en el destinatario no se especifica si por VonRuerich se refiere a vos o a vuestro tío—añadí, sintiéndome realmente estúpida a medida que las palabras salían de mis labios. ¿Cómo no se me había ocurrido preguntarle a mi padre algo tan básico como eso antes de salir de casa?

No tenía idea tampoco de cual podía ser el contenido exacto del sobre, por lo que no podía arriesgarme a entregarlo a una persona que no estuviese enterada de las actividades que mi padre, yo y muchos otros hombre de París llevábamos a cabo a espaldas de la sociedad.
Apreté el papel blanco del sobre entre mis dedos, notando las formas de la caligrafía descuidada de mi padre. No ponía nada más que "VonRuerich" y la dirección de la casa, el resto se encontraba cuidadosamente guardado en el interior, por lo que lo único que pude hacer fue cruzar los dedos porque las cosas no se complicasen más de la cuenta y Victhor supiese de qué le estaba hablando (o que como mínimo conociese a mi padre).