AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
(...)
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
(...)
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Dos años. Basile se llenó la boca con aquellas palabras mientras oteaba el horizonte, cuajado de mar. La noche se había convertido en todo ese tiempo en una vieja amiga, y el vampiro ya apenas recordaba cómo era la luz del sol. Era asombroso la capacidad de adaptación que tenía el alma humana, aun cuando él no fuera ya un humano y quizá tampoco tuviera un alma a la que apelar. Y sin embargo... sí, debía de tener un espíritu sensible, porque cualquier soplo de brisa lo hacía estremecerse ante la promesa de traerle nuevos olores. Las fosas nasales del boticario se dilataban cada breve lapso de tiempo, buscando reconocer un aroma que llevaba demasiado tiempo anhelando en la distancia. Dos años, con todos sus días y sus horas interminables. Grushenko ya no era el mismo que vio partir a su amante hacia Londres. Giselle le había ayudado a llevar a cabo ese cambio, sí, pero la verdadera fuente de alimentación de su evolución había germinado de su interior. La fuerza más poderosa era la voluntad nacida de una mente preclara y de un corazón voluntarioso, y gracias a Vaël él tenía ambas cosas.
Se subió el cuello de la chaqueta de paño para cubrirse el cuello, porque aunque ya no sabía lo que era el frío conservaba el reflejo de abrigarse cuando veía a los demás hacerlo. Tenía prácticamente su misma apariencia, solo que no era como ellos. Ya no. Y tampoco lo pretendía ahora que se había aceptado en gran medida, acogido al nuevo Basile entre los brazos del antiguo, permitiendo esa reconciliación que le había abierto las puertas hacia un nuevo mañana. La carta de Sunderland no podría haber llegado en mejor momento. Estaba preparado para tomar las riendas de su nueva vida, si se podía llamar así dado el hecho de que estaba muerto. Miró a su alrededor y descubrió el movimiento de los humanos que se congregaban en el puerto para recibir a sus parientes o embarcarse en dirección desconocida, pues ¿cómo podía alguien suponer que sabía perfectamente dónde terminaría su viaje? La luna echaba una mano a los franceses que, como él, escrutaban con sus ojos las aguas oscuras buscando la señal que esperaban para dar rienda suelta a su emoción. Las pupilas del vampiro eran mucho más precisas que las de los mortales, y fue por eso que notó el punto negro que se acercaba bastante antes que los demás. Las manos comenzaron a sacudírsele con un fino temblor de excitación, así que se las metió en los bolsillos del abrigo fino y largo que llevaba echado sobre el resto de la ropa. Vaël iba en ese buque, lo sabía.
Todavía hubo de acercarse más el navío antes de que Basile percibiera su olor sobre todos los demás, tan nítido y puro como si hubiera pasado aquellos dos años conservado en un frasco de perfume. Sabía que su hermana llegaba con él, ¿pero iba a poder contener sus ansias de abrazarlo, de estrecharlo contra sí? Se dio cuenta, asombrosamente, de que sí podría. Con su nueva condición de criatura había adquirido ciertas habilidades, o mejor dicho características diferentes: era más frío, más calculador, y los planes que trazaba su intelecto no se veían tan enturbiados como antes por los impulsos irracionales de los sentimientos. El barco atracó por fin y desde su cubierta extendieron una pasarela. Los presentes se agregaron en torno al muelle, todos comprimidos en unos pocos metros cuadrados, pero Grushenko se quedó donde estaba. No quería que su reencuentro tuviera lugar en medio de toda esa maraña de cuerpos exaltados y sudorosos, no, porque se sentía por encima de todo eso. Su amor era mejor que las felicidades que creían sentir aquellos humanos que no entendían nada. Él, teniendo el corazón paralizado, era capaz de albergar en el interior de su pecho una emoción cientos de veces más intensa.
Se subió el cuello de la chaqueta de paño para cubrirse el cuello, porque aunque ya no sabía lo que era el frío conservaba el reflejo de abrigarse cuando veía a los demás hacerlo. Tenía prácticamente su misma apariencia, solo que no era como ellos. Ya no. Y tampoco lo pretendía ahora que se había aceptado en gran medida, acogido al nuevo Basile entre los brazos del antiguo, permitiendo esa reconciliación que le había abierto las puertas hacia un nuevo mañana. La carta de Sunderland no podría haber llegado en mejor momento. Estaba preparado para tomar las riendas de su nueva vida, si se podía llamar así dado el hecho de que estaba muerto. Miró a su alrededor y descubrió el movimiento de los humanos que se congregaban en el puerto para recibir a sus parientes o embarcarse en dirección desconocida, pues ¿cómo podía alguien suponer que sabía perfectamente dónde terminaría su viaje? La luna echaba una mano a los franceses que, como él, escrutaban con sus ojos las aguas oscuras buscando la señal que esperaban para dar rienda suelta a su emoción. Las pupilas del vampiro eran mucho más precisas que las de los mortales, y fue por eso que notó el punto negro que se acercaba bastante antes que los demás. Las manos comenzaron a sacudírsele con un fino temblor de excitación, así que se las metió en los bolsillos del abrigo fino y largo que llevaba echado sobre el resto de la ropa. Vaël iba en ese buque, lo sabía.
Todavía hubo de acercarse más el navío antes de que Basile percibiera su olor sobre todos los demás, tan nítido y puro como si hubiera pasado aquellos dos años conservado en un frasco de perfume. Sabía que su hermana llegaba con él, ¿pero iba a poder contener sus ansias de abrazarlo, de estrecharlo contra sí? Se dio cuenta, asombrosamente, de que sí podría. Con su nueva condición de criatura había adquirido ciertas habilidades, o mejor dicho características diferentes: era más frío, más calculador, y los planes que trazaba su intelecto no se veían tan enturbiados como antes por los impulsos irracionales de los sentimientos. El barco atracó por fin y desde su cubierta extendieron una pasarela. Los presentes se agregaron en torno al muelle, todos comprimidos en unos pocos metros cuadrados, pero Grushenko se quedó donde estaba. No quería que su reencuentro tuviera lugar en medio de toda esa maraña de cuerpos exaltados y sudorosos, no, porque se sentía por encima de todo eso. Su amor era mejor que las felicidades que creían sentir aquellos humanos que no entendían nada. Él, teniendo el corazón paralizado, era capaz de albergar en el interior de su pecho una emoción cientos de veces más intensa.
Última edición por Basile Grushenko el Mar Oct 15, 2013 2:39 pm, editado 1 vez
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/03/2012
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Sus nudillos estaban tan pálidos que podría haber pasado él mismo por un ser de la noche. Solo se dio cuenta de cuanta presión estaba ejerciendo sobre la barandilla del barco cuando sintió la caricia de su hermana en su mano. Parpadeó, notando el escozor en los ojos, ¿cuánto tiempo llevaba sin siquiera parpadear? El aire salado le había pasado factura, pero sus orbes no querían apartarse del lugar en el que se distinguía la costa, con las pequeñas luces que les recibían. Tenía miedo, mucho miedo de volver. Era lo que más ansiaba desde hacía dos largos años, y sin embargo no podía evitar tener una enorme bola de preocupación que se hacía más y más grande por momentos. ¿Y si ahora todo era diferente? ¿Y si Basile había cambiado? ¿Y si se daba cuenta de que él ya no era el mismo muchachito sin cabeza que se marchó? A fin de cuentas, en esos meses había tenido que cambiar en algunos aspectos, había tenido que hacerse respetar entre los más mayores, entre los socios de su padrastro, entre todos esos nobles insoportables que lo miraban por encima del hombro al ser tan joven y tratar de ocupar el lugar del difunto. Se sabía más serio, más mayor, y temía que eso no le gustara al hombre que se había enamorado de él como un cortesano despreocupado y sin visión de futuro.
Pero la pregunta que más le reconcomía era siempre la misma; ¿Y si no me está esperando en el puerto? Las cartas que se habían mandado durante todo ese tiempo le daban a entender que sí, que estaría. Pero podía cambiar de opinión a última hora, podían pasar mil cosas, que ante la inminencia de su llegara decidiera no ir a buscarlo ni hacerlo después. La perspectiva de no ver a Basile lo enloquecía, volver a su lado era lo que le había mantenido con ganas de seguir cuando todo se había vuelto oscuro o cuando parecía que no iba a lograr sus metas.
Dejó escapar un suave suspiro, rodeando la cintura de su hermanastra con un brazo para apegarla a su cuerpo, ella le dio unas palmaditas en el pecho y le sonrió con ternura, diciéndole que se tranquilizara, que estaba segura de que todo iba a salir bien. Debía reconocer que tenerla cerca era un verdadero apoyo, no sabía qué habría hecho sin su presencia durante esos meses. Le dio un beso en la frente, viendo como cada vez se acercaban más y más al puerto, tratando de buscar entre los oscuros rostros el de su amante, pero no lo llegó a ver, quizás porque buscaba en el sitio que no debía. La muchacha lo apuró, tirando de él para volver dentro, para arreglar todo y poder salir sin tener que juntarse con los alborotadores de clase baja, que esperarían a que ellos hubieran desalojado un poco.
Ese era otro detalle que ahora lo diferenciaba. Sus ropas de noble, la ostentosa vestimenta y las joyas de la mujer que lo acompañaba. La cantidad de maletas que cargaban sus sirvientes...Ahora era de otra clase, aunque él seguía sin darle mayor importancia a ese asunto, había tenido que volver a acostumbrarse a toda esa parafernalia. Así pues bajaron del barco, él tendiéndole el brazo a su compañera, la cual se aferró a este para bajar, llegando a tierra y separándose un par de pasos de la multitud, pues a ellos no les esperaba nadie en especial que pudiera estar entre toda esa gente. Un carro estaría esperando en un lado, donde llevarían sus maletas, así que fueron hacia allí, solo que no llegaron del todo.
Sus ojos lo encontraron, y podría haber jurado que desde Londres, su madre podría estar escuchando el desenfrenado latir de su corazón. Las manos le temblaban, dudaba de sus propias piernas para sostenerlo, y no recordaba como se movía la boca para poder hablar. Por suerte, para eso estaba ella, su resuelta hermanastra. En seguida notó como Vaël se paraba en seco, y siguió la dirección de su mirada, parpadeando un par de veces al ver que, definitivamente, aquel hombre era apuesto, de una forma que escapaba a su entendimiento. Ella misma fue la que tiró del brazo ajeno para llevarlo hacia el boticario, y el inglés se movió por inercia.
Quería abrazarlo, quería besarlo y fundirse con él para el resto de la eternidad. Pero no podía ser, estaban en medio de una multitud, y para su desgracia, las apariencias eran importantes. Si antes lo había sido para Grushenko esconderse, ahora también lo era para él. Ya no podía ir haciendo locuras, sin importar que lo reconocieran como un homosexual. La verdad es que no supo cuantos segundos, minutos u horas habían pasado desde que se pararon frente a él, con el silencio. Se escuchó un carraspeo gracioso y tuvo que volver a la realidad.
— Te hacía mucho más educado, Vaël. Estoy esperando una presentación como se merece una dama. — dijo ella, sonriendo ampliamente. Era evidente que lo único que quería era hacer volver al mundo real al inglés, y lo consiguió. Este evitó sacudir la cabeza de forma descarada, haciendo solo un leve gesto.
— Sí, claro. Perdonad. Catherine, él es Basile Grushenko, mi amigo y maestro. Me dio trabajo cuando estuve en París, como su aprendiz. — sus labios formaron una suave sonrisa, mientras seguía con los ojos clavados en él. Su hermanastra sin embargo se había retirado un guante y extendía su diestra hacia el recién conocido, con el dorso hacia arriba, esperando un evidente beso — Ella es Catherine Sunderland, mi hermana.
— Un placer, monsieur Grushenko. He oído hablar mucho de usted. Pido disculpas si mi francés no es muy bueno, solo he podido practicar con mi hermano. — tras ellos aguardaba uno de sus sirvientes, por si se les ofrecía algo. De ahí tantas formalidades; ¿amigo, maestro? Por el amor del cielo, era el hombre que amaba, y su hermanastra lo sabía, lo sabía más que de sobra. Pero era precavida, como lo había tenido que ser siempre. Sin embargo, la sonrisilla pícara que le dedicó a Basile, dejaba más que evidente que; o bien estaba coqueteando con él, o bien compartían un secreto.
Pero la pregunta que más le reconcomía era siempre la misma; ¿Y si no me está esperando en el puerto? Las cartas que se habían mandado durante todo ese tiempo le daban a entender que sí, que estaría. Pero podía cambiar de opinión a última hora, podían pasar mil cosas, que ante la inminencia de su llegara decidiera no ir a buscarlo ni hacerlo después. La perspectiva de no ver a Basile lo enloquecía, volver a su lado era lo que le había mantenido con ganas de seguir cuando todo se había vuelto oscuro o cuando parecía que no iba a lograr sus metas.
Dejó escapar un suave suspiro, rodeando la cintura de su hermanastra con un brazo para apegarla a su cuerpo, ella le dio unas palmaditas en el pecho y le sonrió con ternura, diciéndole que se tranquilizara, que estaba segura de que todo iba a salir bien. Debía reconocer que tenerla cerca era un verdadero apoyo, no sabía qué habría hecho sin su presencia durante esos meses. Le dio un beso en la frente, viendo como cada vez se acercaban más y más al puerto, tratando de buscar entre los oscuros rostros el de su amante, pero no lo llegó a ver, quizás porque buscaba en el sitio que no debía. La muchacha lo apuró, tirando de él para volver dentro, para arreglar todo y poder salir sin tener que juntarse con los alborotadores de clase baja, que esperarían a que ellos hubieran desalojado un poco.
Ese era otro detalle que ahora lo diferenciaba. Sus ropas de noble, la ostentosa vestimenta y las joyas de la mujer que lo acompañaba. La cantidad de maletas que cargaban sus sirvientes...Ahora era de otra clase, aunque él seguía sin darle mayor importancia a ese asunto, había tenido que volver a acostumbrarse a toda esa parafernalia. Así pues bajaron del barco, él tendiéndole el brazo a su compañera, la cual se aferró a este para bajar, llegando a tierra y separándose un par de pasos de la multitud, pues a ellos no les esperaba nadie en especial que pudiera estar entre toda esa gente. Un carro estaría esperando en un lado, donde llevarían sus maletas, así que fueron hacia allí, solo que no llegaron del todo.
Sus ojos lo encontraron, y podría haber jurado que desde Londres, su madre podría estar escuchando el desenfrenado latir de su corazón. Las manos le temblaban, dudaba de sus propias piernas para sostenerlo, y no recordaba como se movía la boca para poder hablar. Por suerte, para eso estaba ella, su resuelta hermanastra. En seguida notó como Vaël se paraba en seco, y siguió la dirección de su mirada, parpadeando un par de veces al ver que, definitivamente, aquel hombre era apuesto, de una forma que escapaba a su entendimiento. Ella misma fue la que tiró del brazo ajeno para llevarlo hacia el boticario, y el inglés se movió por inercia.
Quería abrazarlo, quería besarlo y fundirse con él para el resto de la eternidad. Pero no podía ser, estaban en medio de una multitud, y para su desgracia, las apariencias eran importantes. Si antes lo había sido para Grushenko esconderse, ahora también lo era para él. Ya no podía ir haciendo locuras, sin importar que lo reconocieran como un homosexual. La verdad es que no supo cuantos segundos, minutos u horas habían pasado desde que se pararon frente a él, con el silencio. Se escuchó un carraspeo gracioso y tuvo que volver a la realidad.
— Te hacía mucho más educado, Vaël. Estoy esperando una presentación como se merece una dama. — dijo ella, sonriendo ampliamente. Era evidente que lo único que quería era hacer volver al mundo real al inglés, y lo consiguió. Este evitó sacudir la cabeza de forma descarada, haciendo solo un leve gesto.
— Sí, claro. Perdonad. Catherine, él es Basile Grushenko, mi amigo y maestro. Me dio trabajo cuando estuve en París, como su aprendiz. — sus labios formaron una suave sonrisa, mientras seguía con los ojos clavados en él. Su hermanastra sin embargo se había retirado un guante y extendía su diestra hacia el recién conocido, con el dorso hacia arriba, esperando un evidente beso — Ella es Catherine Sunderland, mi hermana.
— Un placer, monsieur Grushenko. He oído hablar mucho de usted. Pido disculpas si mi francés no es muy bueno, solo he podido practicar con mi hermano. — tras ellos aguardaba uno de sus sirvientes, por si se les ofrecía algo. De ahí tantas formalidades; ¿amigo, maestro? Por el amor del cielo, era el hombre que amaba, y su hermanastra lo sabía, lo sabía más que de sobra. Pero era precavida, como lo había tenido que ser siempre. Sin embargo, la sonrisilla pícara que le dedicó a Basile, dejaba más que evidente que; o bien estaba coqueteando con él, o bien compartían un secreto.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Volver (V&B) +18
Parecía que no iba a bajar nunca. ¿Cuánto se podía tardar en caminar desde cualquier punto de la cubierta hasta la pasarela? ¿Tres minutos? Cinco teniendo en cuenta que todo el mundo se había agolpado en la salida formando un tapón. Diez si consideramos que ahora que Vaël era un hombre importante no podía andar a codazos con la plebe. Basile esbozó un amago de sonrisa al pensar en el chico como un señor hecho y derecho, dueño de una empresa y de la fortuna que se deducía de la misma, teniendo que hacerse cargo de su hermana soltera y de encontrarle un buen partido. Qué diferente era el panorama de aquel cortesano frívolo y descarado que conoció, y qué distinto también era él mismo de aquel boticario que lo miraba al otro lado de la barra y se contenía para no decir ni la mitad de lo que le pasaba por la cabeza. El tiempo había hecho mella en ambos.
No se impacientó aguardando a verlo porque ya lo tenía cerca desde mucho antes, desde que había empezado a olerlo. Aguzó el oído y creyó percibir su voz dando órdenes sobre cómo debía bajarse su equipaje. Ya estaba en casa. Finalmente lo descubrió bajando hacia el muelle casi a trompicones, tal era su ansiedad, y se sorprendió de lo poco que había cambiado su aspecto dejando de lado las ropas más caras. Y también la hermana, por supuesto. De no ser por ella Vaël se habría quedado plantado allí en medio mirándolo sin avanzar. A Basile le pareció tierna su forma nerviosa de comportarse, como si los dos no estuvieran ya más que curtidos en eso de tolerar la distancia. Tenerlo lejos había sido lo más difícil que había tenido que soportar en su vida, más aún que morir, pero la ventaja era que una vez enfrentado ese obstáculo todo lo demás parecía nimio en comparación. Si tenían que demorar media hora en poder saludarse como les gustaría esperarían, no pasaba nada, ya llevaban dos años así.
- Miss Sunderland.
Tomó la mano que Catherine le ofrecía como demandaba el protocolo y se inclinó para rozar el dorso con sus labios. Estarían fríos, como todo su cuerpo, pero nada que llamase mucho la atención en esa noche particularmente fresca. Cuando habló seguramente los presentes percibieron que sus colmillos eran ligeramente más afilados de lo habitual, pero seguro que lo achacarían a una curiosa anomalía genética, una variante de la normalidad.
- Su francés es sin duda mucho mejor que mi inglés. - La disculpó. - ¿Tienen modo de llegar a París? ¿Han alquilado ya una diligencia?
Quizá Vaël se sintiera decepcionado por la aparente falta de interés que Basile le estaba demostrando. Si todavía no sabía lo que era un vampiro - al detalle, con precisión - pensaría que su amor había perdido fuerza con el paso del tiempo. Calma. El boticario dedicó a su antiguo aprendiz una mirada fugaz que prometía una compensación más tarde, cuando estuvieran a solas. Su alma inmortal podía añorar, anhelar y desear con más intensidad si cabe que antes, solo que tales emociones no se traducían del mismo modo en su impertérrita expresión.
No se impacientó aguardando a verlo porque ya lo tenía cerca desde mucho antes, desde que había empezado a olerlo. Aguzó el oído y creyó percibir su voz dando órdenes sobre cómo debía bajarse su equipaje. Ya estaba en casa. Finalmente lo descubrió bajando hacia el muelle casi a trompicones, tal era su ansiedad, y se sorprendió de lo poco que había cambiado su aspecto dejando de lado las ropas más caras. Y también la hermana, por supuesto. De no ser por ella Vaël se habría quedado plantado allí en medio mirándolo sin avanzar. A Basile le pareció tierna su forma nerviosa de comportarse, como si los dos no estuvieran ya más que curtidos en eso de tolerar la distancia. Tenerlo lejos había sido lo más difícil que había tenido que soportar en su vida, más aún que morir, pero la ventaja era que una vez enfrentado ese obstáculo todo lo demás parecía nimio en comparación. Si tenían que demorar media hora en poder saludarse como les gustaría esperarían, no pasaba nada, ya llevaban dos años así.
- Miss Sunderland.
Tomó la mano que Catherine le ofrecía como demandaba el protocolo y se inclinó para rozar el dorso con sus labios. Estarían fríos, como todo su cuerpo, pero nada que llamase mucho la atención en esa noche particularmente fresca. Cuando habló seguramente los presentes percibieron que sus colmillos eran ligeramente más afilados de lo habitual, pero seguro que lo achacarían a una curiosa anomalía genética, una variante de la normalidad.
- Su francés es sin duda mucho mejor que mi inglés. - La disculpó. - ¿Tienen modo de llegar a París? ¿Han alquilado ya una diligencia?
Quizá Vaël se sintiera decepcionado por la aparente falta de interés que Basile le estaba demostrando. Si todavía no sabía lo que era un vampiro - al detalle, con precisión - pensaría que su amor había perdido fuerza con el paso del tiempo. Calma. El boticario dedicó a su antiguo aprendiz una mirada fugaz que prometía una compensación más tarde, cuando estuvieran a solas. Su alma inmortal podía añorar, anhelar y desear con más intensidad si cabe que antes, solo que tales emociones no se traducían del mismo modo en su impertérrita expresión.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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El dolor era inexplicable; como si alguien estuviera metiendo una mano en tu pecho y estrujando tu corazón con fuerza. Moría por lanzarse a los brazos de Basile, por besarlo, abrazarlo y llorarle lo mucho que lo amaba, lo terrible que había sido tenerlo lejos esos dos años. Pero no podía ser. Al menos, debía reconocer que la frialdad con la que el mayor se comportaba ayudaba bastante, después de todo...si uno no quiere, dos no pelean. Cierto que en un primer momento pensó que algo podía ir mal, pero recordaba su último encuentro con él, que ya estaba cambiado. Si eso habían hecho unos meses, no quería imaginar cuánto habría cambiado en dos años.
— Oh sí, mi hermano lo dejó todo arreglado, ese carro nos llevará hasta el hotel donde nos hospedaremos temporalmente. — señaló hacia el susodicho, unos pasos alejado, que estaba siendo terminado de cargar. La chica sonrió ampliamente, volviendo en seguida la vista hacia Basile y dejando escapar un suspiro. Le cortaba un poco que su hermano estuviera tan callado, pero lo podía comprender, a fin de cuentas era la persona que amaba y llevaba tanto sin ver, y ella no conocía a Basile lo suficiente como para saber que era todo un teatro también por su parte — ¿Querría acompañarnos? Seguro que amenizará el paseo. Y me encantaría escuchar cosas sobre la hermosa París.
No esperaba una negativa, y eso quedó más que claro porque simplemente se dio media vuelta para caminar hacia el coche en cuestión. Además, es que tampoco quería aceptar un "no". Vaël sonrió sin poder evitarlo, entendiendo en cierto modo por qué ella había insistido en que pagara por una diligencia que tuviera cortinas para cubrir las ventanas. Echó una mirada al vampiro antes de caminar tras la mujer, a la que uno de los sirvientes ya ayudaba a subir.
— Espero que no tuvieras otros planes, ella realmente es muy cabezota. — le susurró al vampiro, con tono cómplice — Es estupenda, pero está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere. — adoraba a su hermana, la verdad es que de su familia siempre había sido a la que más, pero no podía negar que seguía siendo una muchacha de la nobleza, alguien de clase alta acostumbrada a conseguir siempre todo. Vaël esperó a que el otro subiera al carro antes de hacerlo él, por si acaso quería negarse, por el motivo que fuera. Quizás aun no era capaz de estar en un espacio tan cerrado con dos humanos que debían oler como un buffet libre.
— Oh sí, mi hermano lo dejó todo arreglado, ese carro nos llevará hasta el hotel donde nos hospedaremos temporalmente. — señaló hacia el susodicho, unos pasos alejado, que estaba siendo terminado de cargar. La chica sonrió ampliamente, volviendo en seguida la vista hacia Basile y dejando escapar un suspiro. Le cortaba un poco que su hermano estuviera tan callado, pero lo podía comprender, a fin de cuentas era la persona que amaba y llevaba tanto sin ver, y ella no conocía a Basile lo suficiente como para saber que era todo un teatro también por su parte — ¿Querría acompañarnos? Seguro que amenizará el paseo. Y me encantaría escuchar cosas sobre la hermosa París.
No esperaba una negativa, y eso quedó más que claro porque simplemente se dio media vuelta para caminar hacia el coche en cuestión. Además, es que tampoco quería aceptar un "no". Vaël sonrió sin poder evitarlo, entendiendo en cierto modo por qué ella había insistido en que pagara por una diligencia que tuviera cortinas para cubrir las ventanas. Echó una mirada al vampiro antes de caminar tras la mujer, a la que uno de los sirvientes ya ayudaba a subir.
— Espero que no tuvieras otros planes, ella realmente es muy cabezota. — le susurró al vampiro, con tono cómplice — Es estupenda, pero está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere. — adoraba a su hermana, la verdad es que de su familia siempre había sido a la que más, pero no podía negar que seguía siendo una muchacha de la nobleza, alguien de clase alta acostumbrada a conseguir siempre todo. Vaël esperó a que el otro subiera al carro antes de hacerlo él, por si acaso quería negarse, por el motivo que fuera. Quizás aun no era capaz de estar en un espacio tan cerrado con dos humanos que debían oler como un buffet libre.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Catherine Sunderland era sin duda una mujer agradable y de buena presencia, pero en esos momentos Basile habría preferido que contase con una vía de transporte alternativa. Si fueran en carromatos separados él podría subir a la diligencia de Vaël, y aunque media hora de trayecto no bastaría para saciarse de todo el dolor de su ausencia sí podrían poner algo de remedio a ese ansia por reencontrarse que les quemaba. De momento no podría ser. El vampiro sonrió cortesmente a la hermana de su amante y se resignó a ser formal y solícito con ella hasta que pudieran dejarla sana y salva en la habitación donde se hospedaría, y que Grushenko confiaba en que no fuera la misma que la de Vaël.
- Acompañarles será un honor.
Pretendía dar alcance a la apresurada muchacha y ayudarla a subir al coche como correspondía a alguien de su posición, pero su hermano fue quien requirió sus atenciones momentáneamente. Le hizo gracia que pensara que podía tener otros planes. Había estado esperándolo dos largos años y se moría por abrazarlo aunque fuese una sola vez. ¿A qué otro lugar podía querer irse, por todos los cielos? El inglés seguía manteniendo esa frescura y ese tono de inocencia que en su día había atraído tanto a Basile y que seguía bastando para mantenerlo a su lado, fiel y monógamo pese a sus escarceos ocasionales en la época de neófito en la que no podía contenerse. Ahora eso había quedado atrás. Llevaba tanto tiempo sin yacer con chicas que ni recordaba cómo era el tacto de otra piel.
- ¿Cabezota? No sé a quién me recuerda.
Le sonrió con ligereza antes de deslizarse en el interior de la diligencia con esa elegancia innata que caracterizaba a todos los de su especie. Basile había integrado ya completamente las maneras y gestos de su nueva raza y se movía cómodo con ellos, se le notaba seguro. El aire torturado de su mirada había desaparecido. Ahora volvía a ser dueño de sus actos.
- ¿Qué es lo que quiere saber sobre París, Miss Sunderland? No podría resumirle casi nada, tiene que verlo usted misma, confío en que lo que descubra le agradará. Si no les invito a hospedarse en mi casa es porque temo que el barrio no haría justicia a una dama como usted.
No le había contado a Vaël que había vuelto a ocupar su antigua vivienda. Había muchas cosas que tendrían que conversar cuando estuvieran a solas.
- Acompañarles será un honor.
Pretendía dar alcance a la apresurada muchacha y ayudarla a subir al coche como correspondía a alguien de su posición, pero su hermano fue quien requirió sus atenciones momentáneamente. Le hizo gracia que pensara que podía tener otros planes. Había estado esperándolo dos largos años y se moría por abrazarlo aunque fuese una sola vez. ¿A qué otro lugar podía querer irse, por todos los cielos? El inglés seguía manteniendo esa frescura y ese tono de inocencia que en su día había atraído tanto a Basile y que seguía bastando para mantenerlo a su lado, fiel y monógamo pese a sus escarceos ocasionales en la época de neófito en la que no podía contenerse. Ahora eso había quedado atrás. Llevaba tanto tiempo sin yacer con chicas que ni recordaba cómo era el tacto de otra piel.
- ¿Cabezota? No sé a quién me recuerda.
Le sonrió con ligereza antes de deslizarse en el interior de la diligencia con esa elegancia innata que caracterizaba a todos los de su especie. Basile había integrado ya completamente las maneras y gestos de su nueva raza y se movía cómodo con ellos, se le notaba seguro. El aire torturado de su mirada había desaparecido. Ahora volvía a ser dueño de sus actos.
- ¿Qué es lo que quiere saber sobre París, Miss Sunderland? No podría resumirle casi nada, tiene que verlo usted misma, confío en que lo que descubra le agradará. Si no les invito a hospedarse en mi casa es porque temo que el barrio no haría justicia a una dama como usted.
No le había contado a Vaël que había vuelto a ocupar su antigua vivienda. Había muchas cosas que tendrían que conversar cuando estuvieran a solas.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Al fin estaban los tres subidos al carro, y en cuanto este se puso en marcha, la propia Catherine se encargó de pasar las cortinitas para cubrir todas las ventanas que dejaban el paso a la vista ajena, de cualquiera que mirase escrutando en el interior. Sin embargo, mientras hacía esto se mantenía sonriente, sentada frente a ambos hombres, ocupando un solo lado, mientras que Vaël había ocupado el lugar junto al vampiro, mirando lo que su hermana hacía y escuchando la conversación. Le habían comenzado a temblar las manos y es que estaba completamente ansioso por tenerlo tan cerca.
— Oh por favor, hay muchísimas cosas que me encantaría conocer de París. Y no querría causar problemas en su casa, monsieur. Al menos en un hotel nos tendrán todo preparado y no incordiaremos. — aseguró ella, sonriendo con suavidad — Aunque Vaël me ha prometido enseñarme el lugar en el que vivía cuando vaya a hablar con su antigua casera, así como el lugar en el que trabajaba con usted.
El moreno asintió, mirando a su hermana y luego al vampiro, dedicándole una suave sonrisa. Ella se echó un poco hacia atrás, dejando escapar un suspiro y jugueteando con sus joyas, haciendo un leve tintineo. La mano del inglés se deslizó despacio sobre el asiento de la carreta, en busca de encontrar la fría contraria del vampiro, porque necesitaba tocarlo, necesitaba sentirlo de alguna manera. El movimiento no fue sutil ni mucho menos parecía que lo hiciera a escondidas. Catherine lo sabía, es más, ella lo apoyaba sobre cualquier cosa, lo primero era la felicidad de su hermanastro, así que hizo como si no hubiera visto nada, para que no se sintieran incómodos.
— Ay sí, me encantaría ir a ver el circo gitano. — dijo entonces, con evidente emoción en la voz — Quizás no es uno de los lugares más elegantes, pero mi hermano siempre dice que es uno de los lugares que siempre recordará de París. ¿Se lo contó alguna vez? — preguntó, ni siquiera dio tiempo suficiente al francés para que respondiera antes de seguir hablando, pero es que tampoco pretendía mantener una conversación, solo mantenerse ocupada por si ellos querían...bueno, mirarse o cualquier cosa — Al parecer cuando era un infante regordete y caprichoso viajó con su madre y su primer marido. El niño no tuvo otra idea que salir a pasear. Mi madrastra dice que se perdió durante toda la noche, y que luego un muchacho adolescente lo trajo sano y salvo a casa. — ella soltó una risita, mientras Vaël no podía evitar sonreír ante aquel recuerdo, asintiendo despacio.
— Aquel muchacho me cuidó durante todo el rato. La verdad es que no puedo recordar mucho su rostro, era demasiado pequeño. Pero me llevó al circo gitano, aunque no nos entendíamos prácticamente nada. Allí lo pasé realmente bien...Ojalá pudiera tener recuerdos más nítidos.
— Tú lo que quieres es poder recordar a tu héroe francés. — dijo ella con cierta malicia, haciéndole formar una leve mueca avergonzada en el rostro — El primer amor de mi hermanito fue un francés que le sacaba unos cuantos años. Si es que ya iba apuntando lo que sería su futuro, ¿no?
— Catherine no seas descarada...— susurró él, sabiendo que se dirigía claramente a Basile, haciéndole entender que era plenamente consciente de lo que había entre ellos, de la diferencia de edad y de la profunda relación — Pero bueno, yo era un niño, todos tienen un amor platónico a esa edad. — se disculpó él, alzándose de hombros.
— ¡No me llames descarada, ingrato! Encima que...— hizo un pequeño puchero, cruzándose de brazos — Yo solo quiero verlo. Un...besito o algo. — Vaël se tuvo que llevar una mano a la cara para cubrir su rostro azorado. No podía creer que tuviera que pasar sus primeros minutos de reencuentro con Basile frente a una hermanastra voyeurista que tenía ganas de ver como se besaban dos hombres, realmente era...demasiado raro. Y mira que él había vivido cosas extrañas durante su trabajo en el burdel, pero nada que ver.
— Oh por favor, hay muchísimas cosas que me encantaría conocer de París. Y no querría causar problemas en su casa, monsieur. Al menos en un hotel nos tendrán todo preparado y no incordiaremos. — aseguró ella, sonriendo con suavidad — Aunque Vaël me ha prometido enseñarme el lugar en el que vivía cuando vaya a hablar con su antigua casera, así como el lugar en el que trabajaba con usted.
El moreno asintió, mirando a su hermana y luego al vampiro, dedicándole una suave sonrisa. Ella se echó un poco hacia atrás, dejando escapar un suspiro y jugueteando con sus joyas, haciendo un leve tintineo. La mano del inglés se deslizó despacio sobre el asiento de la carreta, en busca de encontrar la fría contraria del vampiro, porque necesitaba tocarlo, necesitaba sentirlo de alguna manera. El movimiento no fue sutil ni mucho menos parecía que lo hiciera a escondidas. Catherine lo sabía, es más, ella lo apoyaba sobre cualquier cosa, lo primero era la felicidad de su hermanastro, así que hizo como si no hubiera visto nada, para que no se sintieran incómodos.
— Ay sí, me encantaría ir a ver el circo gitano. — dijo entonces, con evidente emoción en la voz — Quizás no es uno de los lugares más elegantes, pero mi hermano siempre dice que es uno de los lugares que siempre recordará de París. ¿Se lo contó alguna vez? — preguntó, ni siquiera dio tiempo suficiente al francés para que respondiera antes de seguir hablando, pero es que tampoco pretendía mantener una conversación, solo mantenerse ocupada por si ellos querían...bueno, mirarse o cualquier cosa — Al parecer cuando era un infante regordete y caprichoso viajó con su madre y su primer marido. El niño no tuvo otra idea que salir a pasear. Mi madrastra dice que se perdió durante toda la noche, y que luego un muchacho adolescente lo trajo sano y salvo a casa. — ella soltó una risita, mientras Vaël no podía evitar sonreír ante aquel recuerdo, asintiendo despacio.
— Aquel muchacho me cuidó durante todo el rato. La verdad es que no puedo recordar mucho su rostro, era demasiado pequeño. Pero me llevó al circo gitano, aunque no nos entendíamos prácticamente nada. Allí lo pasé realmente bien...Ojalá pudiera tener recuerdos más nítidos.
— Tú lo que quieres es poder recordar a tu héroe francés. — dijo ella con cierta malicia, haciéndole formar una leve mueca avergonzada en el rostro — El primer amor de mi hermanito fue un francés que le sacaba unos cuantos años. Si es que ya iba apuntando lo que sería su futuro, ¿no?
— Catherine no seas descarada...— susurró él, sabiendo que se dirigía claramente a Basile, haciéndole entender que era plenamente consciente de lo que había entre ellos, de la diferencia de edad y de la profunda relación — Pero bueno, yo era un niño, todos tienen un amor platónico a esa edad. — se disculpó él, alzándose de hombros.
— ¡No me llames descarada, ingrato! Encima que...— hizo un pequeño puchero, cruzándose de brazos — Yo solo quiero verlo. Un...besito o algo. — Vaël se tuvo que llevar una mano a la cara para cubrir su rostro azorado. No podía creer que tuviera que pasar sus primeros minutos de reencuentro con Basile frente a una hermanastra voyeurista que tenía ganas de ver como se besaban dos hombres, realmente era...demasiado raro. Y mira que él había vivido cosas extrañas durante su trabajo en el burdel, pero nada que ver.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Se sintió infinitamente mejor cuando Catherine corrió las cortinas. No es que temiera que el sol pudiera alcanzar su diligencia a aquellas horas - sería que el mundo se había vuelto completamente loco - pero no le agradaba que la gente de fuera pudiera verles. Había tardado dos años en reencontrarse con Vaël y sentía que ese momento les pertenecía solo a ellos y que los curiosos estaban de más, con la salvedad de la hermana de su amante que por supuesto era bien venida. Resultaba una muchacha muy amena y con una conversación dicharachera e inagotable. Si a Basile le molestaba su parloteo no lo dejó entrever, y es que ciertamente prefería que alguien amenizara el trayecto para que la situación no fuera tensa. Si los tres se limitaran a callar y a mirar a un lado sería el propio vampiro el que tendría que verse obligado a comentar el buen tiempo que hacía, lo que a todas luces era un engorro y una pérdida de tiempo.
- Mi botica sigue abierta para todo el que quiera visitarla. - La tranquilizó. - Podéis venir cuando gustéis.
Por motivos obvios ya no era él quien se encargaba de atender al público durante el día, aunque sí le gustaba trajinar en la trastienda cuando caía el sol y cerciorarse de primera mano de que todo seguía en su lugar y funcionando como debería. Tenía contratada una dependienta bastante joven que hacía las veces de cebo para el sector masculino de la población, cosa que realmente a Grushenko le convenía. Desde que Madeleine ocupaba su puesto tras el mostrador sus ingresos habían aumentado cuantiosamente. Como la cosa más natural entrelazó sus dedos con los de Sunderland y sostuvo su mano asida a la suya con una firmeza que antaño se habría cuidado mucho de demostrar en público, aunque su única espectadora fuese de la familia. El antiguo Basile temeroso de la Iglesia había quedado atrás desde que su nueva naturaleza le dotaba de ciertos privilegios en cuanto a fuerza física y poder espiritual. Ahora sabía que podría defender a su pareja en caso de que alguien amenazara con dañarle, y eso le reforzaba el orgullo y su derecho a prodigar sus atenciones a quien le viniera en gana, estuviera bien visto o no.
En cuanto Catherine comenzó a charlar sobre la infancia de Vaël y su experiencia en el circo el vampiro tuvo que contenerse para no abrir los ojos como platos. Le resultó fácil dada su nueva condición, aunque cualquier otro de los suyos se habría dado cuenta pronto de que ocultaba una emoción que se le atragantaba. Comprender que sus destinos se habían entrelazado mucho antes de que ninguno de los dos tuviera conciencia le hacía sentir mejor. ¿Qué eran dos años de ausencia si habían aguantado desde que Sunderland era un niño sin verse, y aun así lo habían conseguido? Miró al inglés con una ternura que no solían demostrar los de su especie y que no pudo pasar desapercibida a nadie, y luego se llevó a los labios la mano que le sostenía y le besó el dorso de los dedos. Le contaría más tarde que ese muchacho era él, pero no ahora, quería que el recuerdo fuera exclusivamente suyo.
- ¡Madame! - Se escandalizó con diversión manifiesta. - ¿Qué dirían vuestras amistades si supieran de esa afición vuestra a contemplar actos impuros?
Pese a lo cual no dudó en darle el gusto, se inclinó y besó los labios del que había sido su ayudante con la ligereza de un pájaro.
- Mi botica sigue abierta para todo el que quiera visitarla. - La tranquilizó. - Podéis venir cuando gustéis.
Por motivos obvios ya no era él quien se encargaba de atender al público durante el día, aunque sí le gustaba trajinar en la trastienda cuando caía el sol y cerciorarse de primera mano de que todo seguía en su lugar y funcionando como debería. Tenía contratada una dependienta bastante joven que hacía las veces de cebo para el sector masculino de la población, cosa que realmente a Grushenko le convenía. Desde que Madeleine ocupaba su puesto tras el mostrador sus ingresos habían aumentado cuantiosamente. Como la cosa más natural entrelazó sus dedos con los de Sunderland y sostuvo su mano asida a la suya con una firmeza que antaño se habría cuidado mucho de demostrar en público, aunque su única espectadora fuese de la familia. El antiguo Basile temeroso de la Iglesia había quedado atrás desde que su nueva naturaleza le dotaba de ciertos privilegios en cuanto a fuerza física y poder espiritual. Ahora sabía que podría defender a su pareja en caso de que alguien amenazara con dañarle, y eso le reforzaba el orgullo y su derecho a prodigar sus atenciones a quien le viniera en gana, estuviera bien visto o no.
En cuanto Catherine comenzó a charlar sobre la infancia de Vaël y su experiencia en el circo el vampiro tuvo que contenerse para no abrir los ojos como platos. Le resultó fácil dada su nueva condición, aunque cualquier otro de los suyos se habría dado cuenta pronto de que ocultaba una emoción que se le atragantaba. Comprender que sus destinos se habían entrelazado mucho antes de que ninguno de los dos tuviera conciencia le hacía sentir mejor. ¿Qué eran dos años de ausencia si habían aguantado desde que Sunderland era un niño sin verse, y aun así lo habían conseguido? Miró al inglés con una ternura que no solían demostrar los de su especie y que no pudo pasar desapercibida a nadie, y luego se llevó a los labios la mano que le sostenía y le besó el dorso de los dedos. Le contaría más tarde que ese muchacho era él, pero no ahora, quería que el recuerdo fuera exclusivamente suyo.
- ¡Madame! - Se escandalizó con diversión manifiesta. - ¿Qué dirían vuestras amistades si supieran de esa afición vuestra a contemplar actos impuros?
Pese a lo cual no dudó en darle el gusto, se inclinó y besó los labios del que había sido su ayudante con la ligereza de un pájaro.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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El inglés no podía quejarse, a pesar de la vergonzosa actitud de su hermana para algunos asuntos, era agradable que hablara para romper un poco la tensión, porque de haber estado ellos solos no habrían hecho falta palabras, pero estando acompañados no era como que se pudiera tirar a devorarlo sin más. De todas formas, el sentir cómo había aferrado su mano era suficiente para ir paliando la necesidad. Sintió su tacto frío y suave, como acariciar porcelana, era delicioso.
— Mi querido Grushenko, tengo amistades con gustos muy perversos, créame, ninguno se atrevería a juzgarme. — dijo ella, con tono divertido a pesar de su pequeño berrinche, que encima había logrado lo que quería, pues el francés se inclinó sobre su amante para robarle un beso. Los ojos de la chica casi brillaron, mientras veía el rostro de su hermanastro encenderse y no por vergüenza, simplemente es que aquello hacía que todo su cuerpo se encendiera como fuego.
No podía darle un beso como aquel, un simple roce de labios; no después de dos años. Alzó la mano que tenía libre para llevarla a su nuca y agarrarlo, mientras ladeaba un poco más la cabeza y se acomodaba a su boca, entreabriendo los labios para que su lengua también pudiera formar parte de aquel delicioso reencuentro. Todo su cuerpo se estremecía como una hoja, todo él deseaba aquel beso más que ninguna otra cosa en el mundo, en ese preciso momento. Lo alargó durante dos...tres minutos, no sabía. Su hermana ya hacía un tiempo que había dejado de mirar, para darles algo de intimidad, estaba revisando sus joyas distraídamente, con una sonrisita satisfecha en el rostro.
— Te amo...— susurró Vaël contra los labios del vampiro, deslizando la mano hacia su peco y dejando escapar un suspiro, clavando sus ojos en los de él, que parecían removerle hasta el alma — Te he extrañado tanto, mi boticario. — sonrió, apartándose solo un poco, recorriéndose los labios con la lengua, para poder disfrutar de cualquier resto del sabor de su amante.
— Mi querido Grushenko, tengo amistades con gustos muy perversos, créame, ninguno se atrevería a juzgarme. — dijo ella, con tono divertido a pesar de su pequeño berrinche, que encima había logrado lo que quería, pues el francés se inclinó sobre su amante para robarle un beso. Los ojos de la chica casi brillaron, mientras veía el rostro de su hermanastro encenderse y no por vergüenza, simplemente es que aquello hacía que todo su cuerpo se encendiera como fuego.
No podía darle un beso como aquel, un simple roce de labios; no después de dos años. Alzó la mano que tenía libre para llevarla a su nuca y agarrarlo, mientras ladeaba un poco más la cabeza y se acomodaba a su boca, entreabriendo los labios para que su lengua también pudiera formar parte de aquel delicioso reencuentro. Todo su cuerpo se estremecía como una hoja, todo él deseaba aquel beso más que ninguna otra cosa en el mundo, en ese preciso momento. Lo alargó durante dos...tres minutos, no sabía. Su hermana ya hacía un tiempo que había dejado de mirar, para darles algo de intimidad, estaba revisando sus joyas distraídamente, con una sonrisita satisfecha en el rostro.
— Te amo...— susurró Vaël contra los labios del vampiro, deslizando la mano hacia su peco y dejando escapar un suspiro, clavando sus ojos en los de él, que parecían removerle hasta el alma — Te he extrañado tanto, mi boticario. — sonrió, apartándose solo un poco, recorriéndose los labios con la lengua, para poder disfrutar de cualquier resto del sabor de su amante.
- Spoiler:
- Off: Perdona si el post es un poco chofflis, estoy en esos días del mes en que el dolor te roba toda la inspiración (?)
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Él no era quién para opinar sobre las aficiones de la misma Catherine o de sus amistades puesto que era un vampiro de sexo masculino enamorado de otro hombre. ¿Cuántos mandamientos estaba quebrando con el mero hecho de existir? Desde que le habían transformado a la fuerza había extrañado muchísimas cosas, pero sobre todas ellas su raciocinio y la capacidad de escoger que ese chupasangres egoísta y vengativo le había arrebatado al convertirlo en uno de su raza y luego desentenderse. Ningún neófito debería quedar condenado a vagar por el mundo sin un maestro que le explicara qué le estaba sucediendo, qué cambios se estaban operando en su mente y su cuerpo y cómo podía hacer para controlar los impulsos tan poderosos que anidaban en su alma. Basile había hecho mucho mal a personas anónimas, algunas de las cuales jamás regresarían a sus hogares porque el antes apacible boticario había tenido que dejarlos exangües para sobrevivir. Si hubiese podido elegir se habría quitado la vida antes de permitirse sembrar semejante caos a los pobres habitantes inocentes de París con los que satisfacía sus demandas aberrantes, tanto de sangre como de sexo, condenándose cada vez más al infierno en el que los monstruos como él deberían arder. ¿Quién era pues, insisto, para juzgar a nadie?
Amaba a Vaël de esa forma en la que se aman las cosas valiosas, con ese rincón del corazón que se reserva para recuerdos especiales que no dejamos que nadie toque jamás. Había pasado dos años temiendo no volverlo a ver nunca, que él comprendiera que su lugar estaba en su Inglaterra natal junto a los demás humanos y que se decidiera por lo que era mejor para él. En el fondo el propio Basile se lamentaba de que no hubiera sido así porque ahora les aguardaba un futuro incierto en el que Sunderland iría envejeciendo y echando de menos muchas cosas que Grushenko no podría darle. Nunca podrían pasear juntos bajo el sol ni ir a cenar, y el ahora rico comerciante tendría que soportar que su amante regresara junto a él todas las noches con los labios manchados de una sangre ajena que sabría a hierro en su boca. Basile lo estaba encadenando a una bestia y lo sabía, pero igual que no había podido negarse a violar muchachas incautas que se perdían antaño en los bosques que habitaba tampoco podía ahora reunir la fuerza de voluntad suficiente para fingir que rechazaba a la única persona a la que había querido de aquella manera. Aunque fuese por su bien. Solo de pensar que lo perdía se le nublaba el juicio y se le encendía en llamas todo el cuerpo, y era mejor para todos que nadie despertara la ira del vampiro.
Por culpa de su nueva condición - o tal vez gracias a ella - pudo mantener la sangre fría lo bastante como para no meter las manos bajo la camisa de Vaël tan pronto como éste comenzó a besarle de esa manera tan desesperada. Desde luego Catherine tenía el espectáculo que había deseado, pero todo tenía sus límites y el boticario no creía que fuera plato de buen gusto para nadie comenzar a desnudar a su amante allí en medio, empezando por el propio Sunderland que se sentiría mucho más que violento. Mentiría si afirmara que se controló totalmente porque había soñado con ese instante demasiado tiempo, así que cerró los ojos y durante unos minutos solo existió la boca del contrario y sus propias manos frías en la cálida espalda del otro.
- Y yo a ti. - Le confesó cuando se separó de él.
Le rodeó los hombros con el brazo no dejándole otra opción que apoyar la cabeza junto a su cuello. Lo quería siempre así, tan cerca, con ese olor suyo característico que en otro tiempo había hecho aflorar lo peor de él y que ahora le tentaba de esa manera tan deliciosa a hacer cosas que tendría que reservar para la intimidad. Ningún otro aroma en el mundo le volvía tan loco como ése. Debería haber sabido que era el niño que conoció cuando solo era un adolescente y que devolvió a sus padres con las mejillas regordetas encendidas de vergüenza, pero nunca se lo había planteado.
- Tendréis una agenda apretada llena de actos sociales. - Comentó como si el episodio previo nunca hubiera tenido lugar. - Lady Catherine debe ser presentada como es debido ante los círculos adecuados.
Amaba a Vaël de esa forma en la que se aman las cosas valiosas, con ese rincón del corazón que se reserva para recuerdos especiales que no dejamos que nadie toque jamás. Había pasado dos años temiendo no volverlo a ver nunca, que él comprendiera que su lugar estaba en su Inglaterra natal junto a los demás humanos y que se decidiera por lo que era mejor para él. En el fondo el propio Basile se lamentaba de que no hubiera sido así porque ahora les aguardaba un futuro incierto en el que Sunderland iría envejeciendo y echando de menos muchas cosas que Grushenko no podría darle. Nunca podrían pasear juntos bajo el sol ni ir a cenar, y el ahora rico comerciante tendría que soportar que su amante regresara junto a él todas las noches con los labios manchados de una sangre ajena que sabría a hierro en su boca. Basile lo estaba encadenando a una bestia y lo sabía, pero igual que no había podido negarse a violar muchachas incautas que se perdían antaño en los bosques que habitaba tampoco podía ahora reunir la fuerza de voluntad suficiente para fingir que rechazaba a la única persona a la que había querido de aquella manera. Aunque fuese por su bien. Solo de pensar que lo perdía se le nublaba el juicio y se le encendía en llamas todo el cuerpo, y era mejor para todos que nadie despertara la ira del vampiro.
Por culpa de su nueva condición - o tal vez gracias a ella - pudo mantener la sangre fría lo bastante como para no meter las manos bajo la camisa de Vaël tan pronto como éste comenzó a besarle de esa manera tan desesperada. Desde luego Catherine tenía el espectáculo que había deseado, pero todo tenía sus límites y el boticario no creía que fuera plato de buen gusto para nadie comenzar a desnudar a su amante allí en medio, empezando por el propio Sunderland que se sentiría mucho más que violento. Mentiría si afirmara que se controló totalmente porque había soñado con ese instante demasiado tiempo, así que cerró los ojos y durante unos minutos solo existió la boca del contrario y sus propias manos frías en la cálida espalda del otro.
- Y yo a ti. - Le confesó cuando se separó de él.
Le rodeó los hombros con el brazo no dejándole otra opción que apoyar la cabeza junto a su cuello. Lo quería siempre así, tan cerca, con ese olor suyo característico que en otro tiempo había hecho aflorar lo peor de él y que ahora le tentaba de esa manera tan deliciosa a hacer cosas que tendría que reservar para la intimidad. Ningún otro aroma en el mundo le volvía tan loco como ése. Debería haber sabido que era el niño que conoció cuando solo era un adolescente y que devolvió a sus padres con las mejillas regordetas encendidas de vergüenza, pero nunca se lo había planteado.
- Tendréis una agenda apretada llena de actos sociales. - Comentó como si el episodio previo nunca hubiera tenido lugar. - Lady Catherine debe ser presentada como es debido ante los círculos adecuados.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Quería más, mucho más, aquello le sabía a poco. Apoyó la cabeza contra su cuello, pensando que verdaderamente se moría de ganas por deslizar la lengua sobre aquella pálida y fría piel, atraparla entre sus labios y succionarla para ver si era capaz de dejarle una pequeña marca de propiedad. Su cuerpo gritaba de agonía para poder tenerlo más cerca y solo pudo suspirar, pegando su frente a él y descansando allí por unos segundos, mientras su hermana se seguía haciendo cargo de la situación.
— Por supuesto, Vaël me ha prometido que me llevará a alguna fiesta y me dejará codearme con los más importantes de París, así podré conseguir alguien a mi altura. — aseguró ella, sonriendo complacida, mientras el carro iba poco a poco reduciendo la velocidad de su marcha. Por inercia el inglés se separó de el otro hombre — Parece que ya estamos llegando. — comentó suave, mientras miraba a través de la ventanita, retirando apenas un poco la cortina — Si no os importa yo pasearé un poco por el hotel, al parecer tiene zonas de ocio para los clientes.
Y así podía dejarlos solos. No es como que fueran a compartir habitación, pero así liberaba a ambos de tener que atenderla en todo momento. Apenas unos instantes después la portezuela se abrió, y uno de los botones del hotel estaba esperando para acompañarlos a donde hiciera falta. La mujer fue la primera en bajar, comenzando a hablar de forma resuelta aunque con un francés algo torpe con el muchacho en cuestión, para que le fuera indicando qué lugares del hotel podría visitar a esas horas. Quizás podría conocer a gente interesante y comenzar a hacer vida social.
— Creo que si la dejaran sola en cualquier sitio sería capaz de hacer amigos. — no pudo evitar susurrarle a su compañero, soltando una risita antes de bajar él también del carro, dejando escapar un suspiro cansado y mirando el enorme edificio. Cuando ya ambos estuvieron en el suelo lo miró, sonriendo ya con más calma — Bueno, Basile Grushenko. Boticario. ¿Qué te apetecería hacer hoy, el día de nuestro reencuentro? — más que saber qué le apetecía era saber dónde. Lo necesitaba, creía ciegamente que ambos se necesitaban pero quizás les vendría bien calmarse un poco. Tal vez ir a su antigua casa, pasear hasta la botica o simplemente ir a la habitación del hotel. Como sea, simplemente dejaría que el vampiro eligiera.
— Por supuesto, Vaël me ha prometido que me llevará a alguna fiesta y me dejará codearme con los más importantes de París, así podré conseguir alguien a mi altura. — aseguró ella, sonriendo complacida, mientras el carro iba poco a poco reduciendo la velocidad de su marcha. Por inercia el inglés se separó de el otro hombre — Parece que ya estamos llegando. — comentó suave, mientras miraba a través de la ventanita, retirando apenas un poco la cortina — Si no os importa yo pasearé un poco por el hotel, al parecer tiene zonas de ocio para los clientes.
Y así podía dejarlos solos. No es como que fueran a compartir habitación, pero así liberaba a ambos de tener que atenderla en todo momento. Apenas unos instantes después la portezuela se abrió, y uno de los botones del hotel estaba esperando para acompañarlos a donde hiciera falta. La mujer fue la primera en bajar, comenzando a hablar de forma resuelta aunque con un francés algo torpe con el muchacho en cuestión, para que le fuera indicando qué lugares del hotel podría visitar a esas horas. Quizás podría conocer a gente interesante y comenzar a hacer vida social.
— Creo que si la dejaran sola en cualquier sitio sería capaz de hacer amigos. — no pudo evitar susurrarle a su compañero, soltando una risita antes de bajar él también del carro, dejando escapar un suspiro cansado y mirando el enorme edificio. Cuando ya ambos estuvieron en el suelo lo miró, sonriendo ya con más calma — Bueno, Basile Grushenko. Boticario. ¿Qué te apetecería hacer hoy, el día de nuestro reencuentro? — más que saber qué le apetecía era saber dónde. Lo necesitaba, creía ciegamente que ambos se necesitaban pero quizás les vendría bien calmarse un poco. Tal vez ir a su antigua casa, pasear hasta la botica o simplemente ir a la habitación del hotel. Como sea, simplemente dejaría que el vampiro eligiera.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Lady Catherine Sunderland no era desde luego una doncella a la usanza. A Basile se le antojaba muy adelantada para su tiempo, no solo por la soltura con la que hablaba sobre la relación de su hermano con otro hombre sino también porque se la veía habituada a ser independiente. Ninguna dama de su posición hablaría tan abiertamente sobre sus ganas de "codearse" con extraños con el único propósito de encontrar alguien "a su altura". Generalmente las muchachas fingían ser recatadas y tímidas cuando se les proponía participar en reuniones sociales aunque secretamente adoraran pavonearse dentro de sus vestidos de organza. Al menos la hermana de Vaël era honesta en eso y al boticario le gustaba la gente franca. Encontraba a lady Catherine refrescante.
- Encontraréis que en algunos aspectos París no es una ciudad tan avanzada como Londres. - La aleccionó sin pretender coartar sus ganas de inspeccionar el hotel por su cuenta. - Si vais a pasear por la finca necesitaréis una carabina. Os puede ser útil si queréis hablar con alguien porque primero tendrán que presentaros.
No las tenía todas consigo sobre cómo se tomarían algunos caballeros y damas conservadores la actitud descarada de miss Sunderland, así que para asegurarse de que no tenía que pasar por trances desagradables Basile deslizó unos francos en la mano de uno de los botones que les estaba ayudando a bajar el equipaje y se encargó personalmente de que el chico fuera la sombra de la doncella en aquella expedición. Tampoco parecía que el joven necesitara muchos argumentos para que le convencieran de convertirse en el compañero inseparable de aquella muchacha tan agraciada durante unas horas. Además así consiguió que el empleado desapareciera junto a la chica y les dejara solos. Tomó su pequeña dosis de olor de Vaël dejando que una bocanada minúscula de aire le impregnara por un instante las fosas nasales y le embriagara los sentidos. Sabía perfectamente lo que quería hacer en su reencuentro.
- El amor. - Contestó con una calma que discrepaba enormemente con la urgencia de su cuerpo y de su piel. - Sube a tu habitación y abre la ventana, yo te encontraré.
Nadie les vería entrar juntos al edificio porque él pensaba tomar un atajo. Se dio media vuelta y cargó sin esfuerzo con el equipaje que los botones no habían entrado con ellos en las dependencias, y luego simplemente esperó a que Vaël llegase a su cuarto. Podía seguirlo perfectamente con el olfato, asegurarse de dónde se hospedaba, y una vez que confirmó que nadie le veía se encaramó con un salto ágil y de mucha envergadura para tratarse de un humano al tejadillo que conducía directamente al balcón de la suite donde el ahora importante y acaudalado señor Sunderland le estaría esperando.
- Encontraréis que en algunos aspectos París no es una ciudad tan avanzada como Londres. - La aleccionó sin pretender coartar sus ganas de inspeccionar el hotel por su cuenta. - Si vais a pasear por la finca necesitaréis una carabina. Os puede ser útil si queréis hablar con alguien porque primero tendrán que presentaros.
No las tenía todas consigo sobre cómo se tomarían algunos caballeros y damas conservadores la actitud descarada de miss Sunderland, así que para asegurarse de que no tenía que pasar por trances desagradables Basile deslizó unos francos en la mano de uno de los botones que les estaba ayudando a bajar el equipaje y se encargó personalmente de que el chico fuera la sombra de la doncella en aquella expedición. Tampoco parecía que el joven necesitara muchos argumentos para que le convencieran de convertirse en el compañero inseparable de aquella muchacha tan agraciada durante unas horas. Además así consiguió que el empleado desapareciera junto a la chica y les dejara solos. Tomó su pequeña dosis de olor de Vaël dejando que una bocanada minúscula de aire le impregnara por un instante las fosas nasales y le embriagara los sentidos. Sabía perfectamente lo que quería hacer en su reencuentro.
- El amor. - Contestó con una calma que discrepaba enormemente con la urgencia de su cuerpo y de su piel. - Sube a tu habitación y abre la ventana, yo te encontraré.
Nadie les vería entrar juntos al edificio porque él pensaba tomar un atajo. Se dio media vuelta y cargó sin esfuerzo con el equipaje que los botones no habían entrado con ellos en las dependencias, y luego simplemente esperó a que Vaël llegase a su cuarto. Podía seguirlo perfectamente con el olfato, asegurarse de dónde se hospedaba, y una vez que confirmó que nadie le veía se encaramó con un salto ágil y de mucha envergadura para tratarse de un humano al tejadillo que conducía directamente al balcón de la suite donde el ahora importante y acaudalado señor Sunderland le estaría esperando.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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La verdad es que lo que menos le preocupaba a Vaël en ese momento, era su hermana. Sabía que sabría defenderse perfectamente a pesar de ser tan extrovertida, a la hora de la verdad sabría cómo comportarse y adaptarse a cada situación, así que dejó que en esa ocasión fuera el "cuñado" quién se encargase de preocuparse por la muchacha. Además, tenía la mente en otras cosas, tenía toda su mente concentrada en él.
Y entonces llegó el momento, llegaron esas dos palabras que tantísimo había deseado escuchar y las piernas le temblaron. Se vendría abajo, se echaría en sus brazos de no estar acostumbrado a tener que contenerse. Se mordió ligeramente el labio inferior y asintió con un gesto lento de cabeza, sin dejar de mirarlo.
— No tardes. — susurró, más bien casi suplicó antes de regalarle una última mirada y caminar hacia el interior del hotel, en busca de su habitación. Nada más entrar ya se sacó los zapatos y los dejó a un lado, así como chaqueta y todo accesorio molesto. Se dio cuenta de que las manos le estaban temblando y se las apretó, sonriendo un poco — Vamos, Vaël...ni que fuera la primera vez. — susurró para si mismo, tomando aire profundamente y acercándose a la ventana para poder abrirla. Retrocedió unos pasos, mirando hacia la oscuridad, expectante. Y cuando al fin lo vio llegar sus labios se entreabrieron para susurrar su nombre. Apenas lo había visto unos minutos antes, pero ahora estaban solos, ahora era su verdadero reencuentro y en cuanto lo tuvo a su alcance, se lanzó a sus brazos, rodeándolo por los hombros con tremenda necesidad de fundirse con él en un fuerte abrazo — Si vuelvo a pasar tanto tiempo lejos de ti terminaré perdiendo la cordura.
Llevó una mano a su nuca, acariciándolo, subiendo hacia su cabello. Estaba frío, no solo su actitud que se veía tan contenida, también su piel. Y sin embargo Vaël no tenía la inseguridad de que hubiera dejado de amarlo, era inexplicable pero de alguna forma confiaba ciegamente en los sentimientos de aquel hombre. El cortesano que había dejado de creer en los demás, que iba de cama en cama porque estaba seguro de que los sentimientos verdaderos eran puro juego, ahora estaba completamente entregado a un vampiro, que ya no era del todo el hombre del que se había enamorado y aun así seguía siendo el mismo, de algún modo.
— Este tiempo que hemos pasado separados me ha hecho cambiar, me ha ayudado a pensar y poner todo en orden. — confesó, sonriendo levemente mientras lo miraba, no podía dejar de mirarlo, tenía ese atractivo tan propio de su raza que enloquecería a cualquiera y sumado a sus sentimientos, eran una mezcla explosiva — Espero que eso solo mejore lo nuestro, mi boticario. — porque temía que sus cambios pudieran desagradar al boticario. Ahora tenía responsabilidades, no podía comportarse de la forma despreocupada que siempre lo había hecho. Aun así, el propio Basile había cambiado, ahora era cuando realmente la relación de ambos se ponía a prueba, cuando sus dos mundos tenían que chocar y ver si eran capaces de fusionarse en uno solo o se repelerían mutuamente. Al inglés aquello le asustaba y le hacía sentir ansiedad, pero también confiaba en que lo que sentían el uno por el otro bastaría para que todo fuera bien.
Y entonces llegó el momento, llegaron esas dos palabras que tantísimo había deseado escuchar y las piernas le temblaron. Se vendría abajo, se echaría en sus brazos de no estar acostumbrado a tener que contenerse. Se mordió ligeramente el labio inferior y asintió con un gesto lento de cabeza, sin dejar de mirarlo.
— No tardes. — susurró, más bien casi suplicó antes de regalarle una última mirada y caminar hacia el interior del hotel, en busca de su habitación. Nada más entrar ya se sacó los zapatos y los dejó a un lado, así como chaqueta y todo accesorio molesto. Se dio cuenta de que las manos le estaban temblando y se las apretó, sonriendo un poco — Vamos, Vaël...ni que fuera la primera vez. — susurró para si mismo, tomando aire profundamente y acercándose a la ventana para poder abrirla. Retrocedió unos pasos, mirando hacia la oscuridad, expectante. Y cuando al fin lo vio llegar sus labios se entreabrieron para susurrar su nombre. Apenas lo había visto unos minutos antes, pero ahora estaban solos, ahora era su verdadero reencuentro y en cuanto lo tuvo a su alcance, se lanzó a sus brazos, rodeándolo por los hombros con tremenda necesidad de fundirse con él en un fuerte abrazo — Si vuelvo a pasar tanto tiempo lejos de ti terminaré perdiendo la cordura.
Llevó una mano a su nuca, acariciándolo, subiendo hacia su cabello. Estaba frío, no solo su actitud que se veía tan contenida, también su piel. Y sin embargo Vaël no tenía la inseguridad de que hubiera dejado de amarlo, era inexplicable pero de alguna forma confiaba ciegamente en los sentimientos de aquel hombre. El cortesano que había dejado de creer en los demás, que iba de cama en cama porque estaba seguro de que los sentimientos verdaderos eran puro juego, ahora estaba completamente entregado a un vampiro, que ya no era del todo el hombre del que se había enamorado y aun así seguía siendo el mismo, de algún modo.
— Este tiempo que hemos pasado separados me ha hecho cambiar, me ha ayudado a pensar y poner todo en orden. — confesó, sonriendo levemente mientras lo miraba, no podía dejar de mirarlo, tenía ese atractivo tan propio de su raza que enloquecería a cualquiera y sumado a sus sentimientos, eran una mezcla explosiva — Espero que eso solo mejore lo nuestro, mi boticario. — porque temía que sus cambios pudieran desagradar al boticario. Ahora tenía responsabilidades, no podía comportarse de la forma despreocupada que siempre lo había hecho. Aun así, el propio Basile había cambiado, ahora era cuando realmente la relación de ambos se ponía a prueba, cuando sus dos mundos tenían que chocar y ver si eran capaces de fusionarse en uno solo o se repelerían mutuamente. Al inglés aquello le asustaba y le hacía sentir ansiedad, pero también confiaba en que lo que sentían el uno por el otro bastaría para que todo fuera bien.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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A pesar del tiempo transcurrido sus brazos no habían olvidado cómo rodear el cuerpo de Vaël y estrecharlo contra su pecho. La última vez que habían estado solos el vampiro recién empezaba a dominarse y tenía que dar cada paso con un esfuerzo mayúsculo y la sombra del miedo a no poder controlarse; el temor a un arrebato que le entrara de pronto y que pusiera en peligro a su enamorado. Ni siquiera habría podido asegurar que su corazón estuviera en condiciones de desear a Sunderland con el afecto que éste merecía, era complicado centrarse en las emociones cuando uno se sentía como si tuviera una fiera encerrada dentro del cuerpo que a la mínima podía salir y armar un desastre. Tenía tantas cosas que decirle que podría pasar horas enteras hablándole de su añoranza, de la pena que le había impulsado al mismo tiempo a cometer barbaridades y a luchar por ser mejor, pero de pronto su discurso ya no fue necesario porque al mirarse a los ojos pudieron ponerse al día sin abrir la boca. Ahora Basile ya no tenía miedo. Había aprendido que su alma se había transmutado en otra cosa diferente que no le quedaba más remedio que aceptar, y con esa resignación por compañía se había adaptado a su nueva condición porque las criaturas tienen siempre ganas de sobreponerse y de vivir, por irónico que emplear esa palabra resultara para él.
- Tú te fuiste. - Le recordó. - Y he pasado dos años deseando que volvieras y a la vez que no lo hicieras. Sabía que esto no era lo mejor para ti. - Le rodeó la cintura y dejó descansar su frente contra la del inglés, su tacto era como reunirse con un viejo amigo y notó que los tensos músculos de su cuello se relajaban en el acto. - Pero tengo la necesidad egoísta de retenerte. No te dejaré marchar. - Sus ojos tenían un brillo acerado que aunaba de forma imposible la ternura con la firmeza de una determinación. - Eres mío.
Buscó su cuello y por un instante pudo parecer que no había aprendido nada, que seguía siendo el neófito sediento de antes, pero entonces fueron sus labios fríos y no sus colmillos los que se encontraron con la piel de la garganta de Vaël depositando un beso largo allí donde tanto tiempo atrás lo había mordido. Ahora podía escoger. La felicidad y la tranquilidad de tener esa certeza lo hacían mucho más dichoso de lo que habría imaginado, y en ese momento se descuidó y otra clase de instintos contra los que no estaba advertido florecieron en él. Sin percatarse de lo que estaba haciendo dejó que sus emociones respecto al empresario - lo que sentía después de su ausencia, toda la pasión y el deseo y la urgencia - le inundaran y fueran más allá, desplegando sin ser consciente esa habilidad propia de los de su raza para atraer y seducir a los otros. Los vampiros tenían un atractivo difícil de resistir, pero algunos de ellos iban más allá y realmente conseguían que sus víctimas hicieran por ellos lo que fuera, cualquier cosa con tal de complacerlos. Igual que Basile había sido bendecido con la capacidad para elevarse del suelo y desplazarse a merced de las corrientes de viento, también la nueva sangre que le corría por las venas lo había dotado con el regalo de una poderosa persuasión.
Grushenko seguía siendo a pesar de todo un vampiro joven, y mientras buscaba la boca de Vaël para fundirse por fin en ese beso tan esperado lo enredó con sus encantos y empezó a envenenarlo lentamente con la llama de la lujuria que lo consumía. Nunca había usado ese poder con los demás conscientemente porque le parecía cruel e innecesario, ya que finalmente iba a alimentarse de ellos igualmente, tentarlos igual que a los conejos con una suculenta zanahoria. Pero en ese momento no pudo contenerse y ejerció toda su influencia sobre el humano que tenía más cerca y que se vería sin previo aviso consumido por una llama mucho más ardiente que ninguna que hubiera experimentado con anterioridad. Sin siquiera saberlo Basile lo estaba atrapando.
¡Basile usó seducción! Es muy efectivo (///)
- Tú te fuiste. - Le recordó. - Y he pasado dos años deseando que volvieras y a la vez que no lo hicieras. Sabía que esto no era lo mejor para ti. - Le rodeó la cintura y dejó descansar su frente contra la del inglés, su tacto era como reunirse con un viejo amigo y notó que los tensos músculos de su cuello se relajaban en el acto. - Pero tengo la necesidad egoísta de retenerte. No te dejaré marchar. - Sus ojos tenían un brillo acerado que aunaba de forma imposible la ternura con la firmeza de una determinación. - Eres mío.
Buscó su cuello y por un instante pudo parecer que no había aprendido nada, que seguía siendo el neófito sediento de antes, pero entonces fueron sus labios fríos y no sus colmillos los que se encontraron con la piel de la garganta de Vaël depositando un beso largo allí donde tanto tiempo atrás lo había mordido. Ahora podía escoger. La felicidad y la tranquilidad de tener esa certeza lo hacían mucho más dichoso de lo que habría imaginado, y en ese momento se descuidó y otra clase de instintos contra los que no estaba advertido florecieron en él. Sin percatarse de lo que estaba haciendo dejó que sus emociones respecto al empresario - lo que sentía después de su ausencia, toda la pasión y el deseo y la urgencia - le inundaran y fueran más allá, desplegando sin ser consciente esa habilidad propia de los de su raza para atraer y seducir a los otros. Los vampiros tenían un atractivo difícil de resistir, pero algunos de ellos iban más allá y realmente conseguían que sus víctimas hicieran por ellos lo que fuera, cualquier cosa con tal de complacerlos. Igual que Basile había sido bendecido con la capacidad para elevarse del suelo y desplazarse a merced de las corrientes de viento, también la nueva sangre que le corría por las venas lo había dotado con el regalo de una poderosa persuasión.
Grushenko seguía siendo a pesar de todo un vampiro joven, y mientras buscaba la boca de Vaël para fundirse por fin en ese beso tan esperado lo enredó con sus encantos y empezó a envenenarlo lentamente con la llama de la lujuria que lo consumía. Nunca había usado ese poder con los demás conscientemente porque le parecía cruel e innecesario, ya que finalmente iba a alimentarse de ellos igualmente, tentarlos igual que a los conejos con una suculenta zanahoria. Pero en ese momento no pudo contenerse y ejerció toda su influencia sobre el humano que tenía más cerca y que se vería sin previo aviso consumido por una llama mucho más ardiente que ninguna que hubiera experimentado con anterioridad. Sin siquiera saberlo Basile lo estaba atrapando.
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Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Habían existido hombres y mujeres en su vida con un intenso deseo de posesión sobre él. Las palabras "eres mío" habían llegado muchas veces a sus oídos, pero él solo sonreía con coquetería y las dejaba caer en saco roto, porque no le interesaban en lo más mínimo. Él nunca había sido de nadie más que de su padrastro, y desde entonces se había prometido a si mismo que solo sería para él, para su propia persona y para ningún otro ser. Sin embargo, escucharlo de boca del boticario conseguía que un cosquilleo lo recorriera de pies a cabeza y lo sacudiera con fuerza. Sabía que era suyo, que no podía no serlo, que necesitaba que lo reclamase de aquella manera. Le encantaba.
— Solo tuyo...— susurró con deseo y rendición, echando la cabeza hacia atrás para entregarle espacio en su cuello. Una pequeña punzada de miedo le pinchó el estómago. Los recuerdos se agolpaban en su mente pero él simplemente se negaba a dejar que le estropearan aquel momento, después de todo, confiaba en Basile, y si moría a manos de su amante tampoco era una mala forma de dejar el mundo, ¿no?
Sin embargo, no fueron sus colmillos los que saludaron su piel, si no sus labios, haciendo que toda su piel se erizara. Sonrió, volviendo a inclinar la cabeza para poder encontrarse con su boca, la cual había deseado, pero...¿la había deseado tanto? En cuanto lo sintió, su pecho parecía querer explotar, sus manos de repente no podían estar quietas y su respiración se aceleró a un ritmo vertiginoso. Necesitaba a Basile, quería hacerle todo lo que pudiera pasar por su inmortal mente, deseaba complacerlo, si no lo hacía en ese preciso momento seguramente moriría. Sus dedos se movieron ágiles para buscar todos los puntos de abertura de su ropa y lo empujó con su propio cuerpo hacia la cama, volviendo aquellos besos más rudos, más urgentes.
— Basile...por el amor de todo lo divino...creo que voy a arder en llamas y ni siquiera me has tocado. — casi protestó con un gimoteo, mirándolo como si él pudiera explicarle qué le estaba ocurriendo o simplemente pudiera decirle que no se preocupaba, que era algo recíproco y él también se ahogaría de un momento a otro. Lo único que tenía claro en ese instante es que no podía parar, no iba a hacerlo hasta ver satisfecha su necesidad de complacer a su amante en todo lo que necesitara y deseara.
— Solo tuyo...— susurró con deseo y rendición, echando la cabeza hacia atrás para entregarle espacio en su cuello. Una pequeña punzada de miedo le pinchó el estómago. Los recuerdos se agolpaban en su mente pero él simplemente se negaba a dejar que le estropearan aquel momento, después de todo, confiaba en Basile, y si moría a manos de su amante tampoco era una mala forma de dejar el mundo, ¿no?
Sin embargo, no fueron sus colmillos los que saludaron su piel, si no sus labios, haciendo que toda su piel se erizara. Sonrió, volviendo a inclinar la cabeza para poder encontrarse con su boca, la cual había deseado, pero...¿la había deseado tanto? En cuanto lo sintió, su pecho parecía querer explotar, sus manos de repente no podían estar quietas y su respiración se aceleró a un ritmo vertiginoso. Necesitaba a Basile, quería hacerle todo lo que pudiera pasar por su inmortal mente, deseaba complacerlo, si no lo hacía en ese preciso momento seguramente moriría. Sus dedos se movieron ágiles para buscar todos los puntos de abertura de su ropa y lo empujó con su propio cuerpo hacia la cama, volviendo aquellos besos más rudos, más urgentes.
— Basile...por el amor de todo lo divino...creo que voy a arder en llamas y ni siquiera me has tocado. — casi protestó con un gimoteo, mirándolo como si él pudiera explicarle qué le estaba ocurriendo o simplemente pudiera decirle que no se preocupaba, que era algo recíproco y él también se ahogaría de un momento a otro. Lo único que tenía claro en ese instante es que no podía parar, no iba a hacerlo hasta ver satisfecha su necesidad de complacer a su amante en todo lo que necesitara y deseara.
Última edición por Vaël Sunderland el Jue Oct 03, 2013 2:17 pm, editado 1 vez
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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La piel blanca de su cuello era una tentación demasiado fuerte para dejarla escapar y Basile sabía que había vampiros que podían beber sangre de forma controlada de sus amantes y con ello proporcionarles experiencias deliciosas, pero no creía que fuera el mejor momento para probar si su voluntad era ya lo bastante férrea. No en ese momento que lo deseaba tanto, si acaso con un poco más de tiempo y la paciencia necesaria para tomar las cosas con calma se lo podría plantear. Más que nada porque sabía que no aguantaría el resto de años a su lado sin poder darle ni un mordisco pequeño a esa garganta exquisita, lo cual tenía mucho de macabro si uno lo pensaba bien. Vaël confirmó que le pertenecía y la fiera dentro del boticario sonrió de puro triunfo y se expandió dentro de él fundiéndose con lo que aún le quedaba de humano. En su cabeza el vampiro rogó por un poco más, solo un rato, quería tener a Sunderland entre sus brazos como antes por un instante que no consiguió retener. La urgencia del menor no le facilitaba nada las cosas y sus pupilas se contrajeron hasta volverse apenas dos puntos oscuros en el centro de sus iris color plata.
- Espera, espera... - Le pidió al tiempo que caía sobre la cama. - No vayas tan rápido.
Pero no sabía que él mismo le estaba provocando aquel torbellino de sensaciones, esa presteza en quitarle la ropa con tan poca delicadeza que un par de botones de su camisa se desgarraron y rodaron sobre la colcha. Lo tomó de la cintura y lo sentó sobre él, buscándole también debajo de las prendas algo que parecía haber perdido hacía mucho y estar necesitando como la vida misma. No quería que se le escapara el control de la situación, así que rodó a un lado. No le fue difícil sujetar a Vaël entre su cuerpo y la cama con sus brazos que parecían hechos de acero en lugar de carne. Lo apresó de esa forma tan drástica sin hacerle daño pero tampoco dejándole aflojar ni un centímetro. Le tapó la boca con la suya y se obligó a relajarse un tanto en esa postura.
- Creo que soy yo. - Aventuró cuando se hubo relajado lo suficiente como para volver a dominarse y darse cuenta de lo que ocurría. - Te estoy haciendo esto.
Intentó refrenar su pasión en la medida de lo posible y retirar su influencia animal del interior de Vaël. Acababa de descubrir que tenía esa habilidad y se preguntó en un arrebato de amargura con cuántas armas letales más le habría dotado la naturaleza para lastimar al hombre que amaba. Se tumbó boca arriba a su lado sobre las sábanas y se tapó la cara con las manos un momento, necesitaba sosegar el ambiente.
- ¿Estás mejor? - Le preguntó.
Apartó las manos y vio su propia ropa desparramada por el cuarto. Se colocó sobre un costado y acarició el rostro del inglés, su cuello y su pecho, antes de comenzar con lentitud a desnudarlo también. Se acercó más y olió su pelo y sus hombros, era tan embriagador que se le escapó un gemido. Era magnífico poder sentir de esa forma su aroma sin querer matarlo, al menos iba progresando un poco.
- Espera, espera... - Le pidió al tiempo que caía sobre la cama. - No vayas tan rápido.
Pero no sabía que él mismo le estaba provocando aquel torbellino de sensaciones, esa presteza en quitarle la ropa con tan poca delicadeza que un par de botones de su camisa se desgarraron y rodaron sobre la colcha. Lo tomó de la cintura y lo sentó sobre él, buscándole también debajo de las prendas algo que parecía haber perdido hacía mucho y estar necesitando como la vida misma. No quería que se le escapara el control de la situación, así que rodó a un lado. No le fue difícil sujetar a Vaël entre su cuerpo y la cama con sus brazos que parecían hechos de acero en lugar de carne. Lo apresó de esa forma tan drástica sin hacerle daño pero tampoco dejándole aflojar ni un centímetro. Le tapó la boca con la suya y se obligó a relajarse un tanto en esa postura.
- Creo que soy yo. - Aventuró cuando se hubo relajado lo suficiente como para volver a dominarse y darse cuenta de lo que ocurría. - Te estoy haciendo esto.
Intentó refrenar su pasión en la medida de lo posible y retirar su influencia animal del interior de Vaël. Acababa de descubrir que tenía esa habilidad y se preguntó en un arrebato de amargura con cuántas armas letales más le habría dotado la naturaleza para lastimar al hombre que amaba. Se tumbó boca arriba a su lado sobre las sábanas y se tapó la cara con las manos un momento, necesitaba sosegar el ambiente.
- ¿Estás mejor? - Le preguntó.
Apartó las manos y vio su propia ropa desparramada por el cuarto. Se colocó sobre un costado y acarició el rostro del inglés, su cuello y su pecho, antes de comenzar con lentitud a desnudarlo también. Se acercó más y olió su pelo y sus hombros, era tan embriagador que se le escapó un gemido. Era magnífico poder sentir de esa forma su aroma sin querer matarlo, al menos iba progresando un poco.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Volver (V&B) +18
¿Que esperase? ¿Realmente le pedí que fuera más lento? Era completamente incapaz, su cuerpo era el que mandaba, ni siquiera él mismo podía controlarse, no podía darle a su amante lo que le pedía porque se sentía como si otro moviera su cuerpo en lugar de él mismo. Hasta lo miró con los ojos brillantes, con mirada caprichosa, esa que había tenido tanto tiempo atrás cuando era un cortesano mimado que siempre conseguía lo que quería de los hombres con unas cuantas palabras bien dichas o un par de caricias en el punto exacto.
Cuando se quiso dar cuenta, Basile ya lo estaba atrapando contra la cama, y gruñó. Fue leve, un gruñido como el de un cachorro al que le han quitado su juguete y lo retienen en brazos para que no pueda jugar libremente, pero se entretuvo con su boca, hasta que de nuevo se puso a hablar. Su respiración estaba agitada, su pecho se movía arriba y abajo como si bajo este existiera la peor tormenta conocida. Frunció el ceño, escuchando sus palabras, asumiéndolas a medida que notaba como el gran fuego que explotaba en su interior comenzó a menguar, hasta casi desaparecer, al menos el que era artificial.
Cuando se echó a un lado él se quedó allí unos segundos, mirando al techo, respirando profundamente. Sus labios formaron una media sonrisa y finalmente soltó una carcajada sincera, relajada y suave. Su mente viajó tiempo atrás, a aquellas aventuras que vivía por París cuando todo le daba igual, cuando no tenía un motivo para nada y lo disfrutaba todo, sin miedos.
— Sí...recuerdo eso. — reconoció, girando un poco el rostro para mirarlo, mientras se dejaba hacer — Seducción lo llamó aquel vampiro. Lo usaba cada vez que venía a por mis servicios y una de las veces me lo dijo. Pero puedo jurar que jamás se sintió así. — murmuró, bajando algo más la voz — Pero siento decirte, mi querido boticario, que después de dos años sin verte espero que no pienses ni por un solo segundo que retirar tu influencia de mi mente y mi cuerpo van a conseguir que pueda relajarme. — advirtió, con una voz cargada de cosas tan opuestas como la ternura, la excitación, la nostalgia y la seducción. Vaël había pasado por tantas etapas en tan pocos años que se había convertido en una bola cada vez más grande de facetas. Llevó una mano a la nuca contraria, a su cuello, tirando de él y buscando sus labios una vez más, para beber de ellos, de forma algo más relajada, pero la necesidad estaba totalmente implícita.
Todo su cuerpo pedía tener más, daba igual qué tantas habilidades usara sobre él y luego dejara de usar, ahora lo necesitaba, el don de Basile simplemente había encendido la vela, pero no iba a dejar de arder, ya no. Mientras sus dedos se enredaban en su pelo y su lengua serpenteaba en su boca, esperó estar desnudo para volver a rodar sobre la cama, todas las veces que fuera necesario, hasta sentir que cada centímetro de piel desnuda había vuelto a sentir el cuerpo contrario, entre caricias y roces. Cada vez más húmedo, más sudoroso y más caliente. El frío de Basile se hacía notorio con aquel contraste, pero amaba ese frío como había amado su calor tiempo atrás.
Cuando se quiso dar cuenta, Basile ya lo estaba atrapando contra la cama, y gruñó. Fue leve, un gruñido como el de un cachorro al que le han quitado su juguete y lo retienen en brazos para que no pueda jugar libremente, pero se entretuvo con su boca, hasta que de nuevo se puso a hablar. Su respiración estaba agitada, su pecho se movía arriba y abajo como si bajo este existiera la peor tormenta conocida. Frunció el ceño, escuchando sus palabras, asumiéndolas a medida que notaba como el gran fuego que explotaba en su interior comenzó a menguar, hasta casi desaparecer, al menos el que era artificial.
Cuando se echó a un lado él se quedó allí unos segundos, mirando al techo, respirando profundamente. Sus labios formaron una media sonrisa y finalmente soltó una carcajada sincera, relajada y suave. Su mente viajó tiempo atrás, a aquellas aventuras que vivía por París cuando todo le daba igual, cuando no tenía un motivo para nada y lo disfrutaba todo, sin miedos.
— Sí...recuerdo eso. — reconoció, girando un poco el rostro para mirarlo, mientras se dejaba hacer — Seducción lo llamó aquel vampiro. Lo usaba cada vez que venía a por mis servicios y una de las veces me lo dijo. Pero puedo jurar que jamás se sintió así. — murmuró, bajando algo más la voz — Pero siento decirte, mi querido boticario, que después de dos años sin verte espero que no pienses ni por un solo segundo que retirar tu influencia de mi mente y mi cuerpo van a conseguir que pueda relajarme. — advirtió, con una voz cargada de cosas tan opuestas como la ternura, la excitación, la nostalgia y la seducción. Vaël había pasado por tantas etapas en tan pocos años que se había convertido en una bola cada vez más grande de facetas. Llevó una mano a la nuca contraria, a su cuello, tirando de él y buscando sus labios una vez más, para beber de ellos, de forma algo más relajada, pero la necesidad estaba totalmente implícita.
Todo su cuerpo pedía tener más, daba igual qué tantas habilidades usara sobre él y luego dejara de usar, ahora lo necesitaba, el don de Basile simplemente había encendido la vela, pero no iba a dejar de arder, ya no. Mientras sus dedos se enredaban en su pelo y su lengua serpenteaba en su boca, esperó estar desnudo para volver a rodar sobre la cama, todas las veces que fuera necesario, hasta sentir que cada centímetro de piel desnuda había vuelto a sentir el cuerpo contrario, entre caricias y roces. Cada vez más húmedo, más sudoroso y más caliente. El frío de Basile se hacía notorio con aquel contraste, pero amaba ese frío como había amado su calor tiempo atrás.
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Re: Volver (V&B) +18
Se sintió contento de ver que sus esfuerzos daban sus frutos y que Vaël volvía a ser dueño de sus actos, con su propia pasión incendiándole el cuerpo y no con un deseo impuesto por obligación. No obstante, cuando menos lo esperaba, el aguijón de los celos vino a espolear a la bestia sin previo aviso. Ciertamente el inglés no debió mencionar a aquel otro vampiro porque Basile convivía ahora en precario equilibrio con un nuevo ser mucho más brutal y posesivo que el inocente boticario de antaño. Otra vez el brillo acerado en sus ojos debió alertar a Sunderland de que se las veía con la fiera, pero ésta fue más rápido y lo tomó por un brazo, casi torciéndoselo antes de que la conciencia humana de Grushenko se impusiera y soltara a su amante con la misma presteza con la que lo había asido antes. Ahora su expresión había mutado en otra de arrepentimiento y cierta tortura. Apretó los labios formando una fina línea clara sobre la piel de su rostro y le hizo una petición con voz cansada.
- No me cuentes de otros hombres antes que yo. Me quema por dentro. - Le acarició un costado preguntándose si después de esa exhibición gratuita de brutalidad el otro querría seguir allí. Ciertamente él lo deseaba, había añorado tanto sus besos... - Te amo. - Le confesó mientras le recorría toda la piel del cuerpo desnudo con las manos y se recreaba en recordar cómo eran sus secretos, sus curvas y su suavidad. - Pero ahora amar significa algo diferente y tengo que aprender aún a manejarlo. Me llevará un tiempo. - Se entregó una vez más a su boca. - ¿Me esperarás?
Habían quedado acostados con Vaël boca arriba debajo y Basile sobre él, dócil y tierno como solía ser antes, aunque era innegable que sus ademanes y su propia complexión habían cambiado ligeramente. Besó el torso y el abdomen del inglés en sendero descendente hasta llegar a perderse entre sus piernas, sin dejar que sus colmillos fueran un estorbo en su intención de hacer que el receptor de sus atenciones sintiera el placer que durante dos años se habían estado negando.
- No me cuentes de otros hombres antes que yo. Me quema por dentro. - Le acarició un costado preguntándose si después de esa exhibición gratuita de brutalidad el otro querría seguir allí. Ciertamente él lo deseaba, había añorado tanto sus besos... - Te amo. - Le confesó mientras le recorría toda la piel del cuerpo desnudo con las manos y se recreaba en recordar cómo eran sus secretos, sus curvas y su suavidad. - Pero ahora amar significa algo diferente y tengo que aprender aún a manejarlo. Me llevará un tiempo. - Se entregó una vez más a su boca. - ¿Me esperarás?
Habían quedado acostados con Vaël boca arriba debajo y Basile sobre él, dócil y tierno como solía ser antes, aunque era innegable que sus ademanes y su propia complexión habían cambiado ligeramente. Besó el torso y el abdomen del inglés en sendero descendente hasta llegar a perderse entre sus piernas, sin dejar que sus colmillos fueran un estorbo en su intención de hacer que el receptor de sus atenciones sintiera el placer que durante dos años se habían estado negando.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Volver (V&B) +18
La reacción del vampiro le había pillado por sorpresa, eso era más que obvio. Aunque ante sus palabras no pudo más que relajar su expresión. Tal vez fuera un pensamiento ridículo, pero a su entender los celos mostraban la necesidad de posesión y el amor que la otra persona sentía hacia uno. Solo si estabas seguro de sus sentimientos, claro. Y Vaël estaba seguro de los de su amante.
— Lo siento. Pero deberías pensar en la cantidad de ellos que existieron a causa de mi trabajo. Y que entre todos esos cuerpos, esas mentes vacías y esos corazones necesitados, yo te elegí a ti, solo a ti. — le recordó, cerrando los ojos para así poder disfrutar de cada caricia, como si pudiera sentirla más si se concentraba en ellas. Aunque fueron esas dos palabras las que erizaron su piel y consiguieron que su estómago pareciera querer darse la vuelta, su corazón salirse del pecho y todo su cuerpo temblar — Me da igual cuánto tiempo necesites o de qué forma me ames, para mi es suficiente con que lo hagas.
Puso los ojos en blanco al sentir todas sus atenciones, arqueando ligeramente la espalda, con su excitación más intensa que nunca. Eran dos años de espera, dos largos años de ausencia en muchos sentidos, volver a sentirlo de aquella manera le haría explotar de placer, lo llevaría a la locura. Dejó escapar un intenso gemido, casi como si fuera un suspiro de alivio al volver a tener aquellas sensaciones, llevando una mano a su pelo para enredar con él, acariciarlo y tirar suavemente según necesitase.
— Basile...y-yo también...también te amo. — se mordió los labios, apoyándose sobre sus codos para alzarse ligeramente y poder mirarlo con más facilidad — Más que a mi vida. — a veces temía que los sentimientos hacia aquel hombre lo fueran a desbordar, que su amor lo llevara casi a lo obsesivo. Pero cuando estaban así, cuando lo sentía suyo, se olvidaba de todos esos absurdos pensamientos y solo quería más. Llevó una mano a su nuca, tirando de él para que volviera a su boca — Tenemos mucho tiempo para disfrutar de mil maneras. Pero ahora no puedo esperar más. Hazme tuyo y déjame hacerte mío, boticario. — susurró, casi suplicante, mordiendo sus labios humedecidos y acariciando su nuca. Se encontraba de aquella manera tan entregada, con las piernas abiertas, desnudo, expuesto. Y no podría sentirse mejor.
— Lo siento. Pero deberías pensar en la cantidad de ellos que existieron a causa de mi trabajo. Y que entre todos esos cuerpos, esas mentes vacías y esos corazones necesitados, yo te elegí a ti, solo a ti. — le recordó, cerrando los ojos para así poder disfrutar de cada caricia, como si pudiera sentirla más si se concentraba en ellas. Aunque fueron esas dos palabras las que erizaron su piel y consiguieron que su estómago pareciera querer darse la vuelta, su corazón salirse del pecho y todo su cuerpo temblar — Me da igual cuánto tiempo necesites o de qué forma me ames, para mi es suficiente con que lo hagas.
Puso los ojos en blanco al sentir todas sus atenciones, arqueando ligeramente la espalda, con su excitación más intensa que nunca. Eran dos años de espera, dos largos años de ausencia en muchos sentidos, volver a sentirlo de aquella manera le haría explotar de placer, lo llevaría a la locura. Dejó escapar un intenso gemido, casi como si fuera un suspiro de alivio al volver a tener aquellas sensaciones, llevando una mano a su pelo para enredar con él, acariciarlo y tirar suavemente según necesitase.
— Basile...y-yo también...también te amo. — se mordió los labios, apoyándose sobre sus codos para alzarse ligeramente y poder mirarlo con más facilidad — Más que a mi vida. — a veces temía que los sentimientos hacia aquel hombre lo fueran a desbordar, que su amor lo llevara casi a lo obsesivo. Pero cuando estaban así, cuando lo sentía suyo, se olvidaba de todos esos absurdos pensamientos y solo quería más. Llevó una mano a su nuca, tirando de él para que volviera a su boca — Tenemos mucho tiempo para disfrutar de mil maneras. Pero ahora no puedo esperar más. Hazme tuyo y déjame hacerte mío, boticario. — susurró, casi suplicante, mordiendo sus labios humedecidos y acariciando su nuca. Se encontraba de aquella manera tan entregada, con las piernas abiertas, desnudo, expuesto. Y no podría sentirse mejor.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Volver (V&B) +18
Bien, de momento la bestia se contentaba con saber que el humano era suyo por voluntad propia y que no necesitaría usar sus artimañas para atraerlo, y Basile estaba pletórico de entender que al fin sus dos mitades se daban una tregua. Vaël siempre había sido su mayor tormenta y al mismo tiempo su remanso de paz, una dualidad que podía llevarlo de la mano a muchas dudas y misterios pero que dejaba claro que no podía ni quería vivir separado de él. Lo amaba. «Ya se lo hemos dicho», le recordó el boticario al vampiro mientras se esmeraba con su lengua en complacer a su amante y su propio paladar, que parecía arder de la necesidad de recordar cuál era el sabor del inglés que había estado ausente tanto tiempo. A Grushenko le causó un secreto placer darse cuenta de que su parte más fiera comenzaba a buscar la compañía de Sunderland no solo como víctima sino también por la simple satisfacción de tenerlo a su lado. Como si quisiera premiar a ese niño malo que era el monstruo dejó que tomara control de su voluntad por unos minutos y que fueran sus dedos los que acariciaran, pellizcaran y atrajeran a Vaël hacia su propio cuerpo frío y bello como el mármol. El vampiro encontró muy excitante el olor delicioso que rodeaba al rico empresario como una aureola y que se concentraba especialmente en su garganta y sus muñecas, allí donde latía el pulso. «No es para morder» le recordó el humano a la criatura, «trátalo bien». Él también había dicho que le amaba.
Se acostó sobre él con la intención de disfrutarlo un poco más antes de darle lo que pedía, no porque quisiera alargar su agonía a propósito sino porque ahora poseía - paradójicamente - un mayor control sobre sus emociones y podía postergar unos segundos su ansia y besarlo en los labios. También quiso contemplarlo dirigiendo hacia abajo una mirada traviesa que se acompañó de un gesto de la mano muy apremiante, tomando posesión de la cadera del menor y acercándola a la suya de modo que sus piernas se enredaron y no quedó un centímetro de aire entre ninguna parte de sus dos cuerpos. Fue esa misma mano la que se deslizó al ritmo de sus besos hacia las nalgas del inglés para apretarlas con deseo y abrirse luego camino entre ellas, tanteando. Sabía lo que Vaël le iba a decir: que no se entretuviera con sutilezas y que lo tomara de una vez. Siempre había sido descarado y eso era una de las cosas que al boticario más le gustaban de él. Sin embargo ahora quería prepararlo un poco y no le iban a importar sus quejas, confiaba en que pronto se le pasaran las ganas de protestar cuando sus dedos, cansados de acariciar el límite externo del túnel a las entrañas del menor, se decidieron a entrar en él.
Casi pareció que era él el que estaba debajo y no al contrario, porque al sentir el calor y la humedad que el cuerpo de Vaël le prometía se le erizó el vello de los brazos y se le contrajo el vientre, dejando escapar un gemido grave que ahogó contra el cuello del contrario. No podía explicarle a su amante cómo era transformarse en otro ser y tener que aprender a procesar sus nuevas sensaciones, pero podía hacer algo mejor: mostrárselo. Usó su telepatía para abrirle la mente con cuidado de no resultar violento y transmitirle en un torrente una parte de lo que estar junto a él le hacía sentir.
Se acostó sobre él con la intención de disfrutarlo un poco más antes de darle lo que pedía, no porque quisiera alargar su agonía a propósito sino porque ahora poseía - paradójicamente - un mayor control sobre sus emociones y podía postergar unos segundos su ansia y besarlo en los labios. También quiso contemplarlo dirigiendo hacia abajo una mirada traviesa que se acompañó de un gesto de la mano muy apremiante, tomando posesión de la cadera del menor y acercándola a la suya de modo que sus piernas se enredaron y no quedó un centímetro de aire entre ninguna parte de sus dos cuerpos. Fue esa misma mano la que se deslizó al ritmo de sus besos hacia las nalgas del inglés para apretarlas con deseo y abrirse luego camino entre ellas, tanteando. Sabía lo que Vaël le iba a decir: que no se entretuviera con sutilezas y que lo tomara de una vez. Siempre había sido descarado y eso era una de las cosas que al boticario más le gustaban de él. Sin embargo ahora quería prepararlo un poco y no le iban a importar sus quejas, confiaba en que pronto se le pasaran las ganas de protestar cuando sus dedos, cansados de acariciar el límite externo del túnel a las entrañas del menor, se decidieron a entrar en él.
Casi pareció que era él el que estaba debajo y no al contrario, porque al sentir el calor y la humedad que el cuerpo de Vaël le prometía se le erizó el vello de los brazos y se le contrajo el vientre, dejando escapar un gemido grave que ahogó contra el cuello del contrario. No podía explicarle a su amante cómo era transformarse en otro ser y tener que aprender a procesar sus nuevas sensaciones, pero podía hacer algo mejor: mostrárselo. Usó su telepatía para abrirle la mente con cuidado de no resultar violento y transmitirle en un torrente una parte de lo que estar junto a él le hacía sentir.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Volver (V&B) +18
De nuevo quería quejarse, quería pedirle que no siguiera con aquella tortura. Necesitaba explotar como lo había hecho tantas otras veces, dejar salir su placer para que dejara de ahogarlo, pero Basile parecía empeñado en hacer de aquello un camino largo y placentero a la par que tortuoso. Pero decidió no hablar más, solo concentrarse en disfrutar de aquellos dedos que lo recorrían como si lo conocieran mejor que él mismo, logrando con sus roces hacerle temblar de nuevo.
— Bas...— ni siquiera terminó, dejó escapar un gemido profundo y ronco, sintiendo entonces cosas inimaginables invadirle. Era casi como si alguien hubiera decidido meter un cuento en su cabeza, como si le narraran una historia que no era la suya y al mismo tiempo él era el protagonista. ¿Cómo podría describirse una sensación tal? Amar a una persona y ser consciente de que te ama a ti, pero no serlo por tu confianza, serlo de verdad, porque lo ves y lo sientes, porque puede compartirlo contigo.
Se quedó sin respiración por unos segundos, y cuando la recuperó parpadeó con fuerza. Por sus sienes rodaron sendas lágrimas que no podía controlar, tampoco estaba llorando o sollozando, simplemente todas aquellas emociones habían buscado alguna forma de salir, de desbordarlo, y no habían encontrado una mejor que aquella. Alzó las manos para agarrarlo de las mejillas, olvidando por un breve instante todo lo que ocurría abajo, olvidando cualquier cosa que no fuera mirarlo a los ojos, como si con eso simplemente pudiera hacerle entender lo pleno que se estaba sintiendo.
Buscó sus labios, conteniendo por un momento la pasión y la necesidad para poder regalarle un beso lento y profundo, cargado de sentimiento, cargado de ganas de explicarle que podría morir en ese mismo momento y lo haría con una sonrisa en el rostro, simplemente era feliz. Una pequeñísima parte de si mismo temía que todo aquello acabara mal, que no se mereciera una historia como aquella, pero en ese momento era tan ínfima que no le dio importancia alguna.
— Estaré...a tu lado...— susurró, con la respiración agitada, dejándole de nuevo hacer, pegando su frente a la de él — En la riqueza y la pobreza. — sus labios formaron una suave sonrisa, mientras tomaba aire para poder hablar de una sola tirada, sin dejar que los jadeos interrumpieran lo que quería decirle — En la salud y en la enfermedad. En lo bueno y en lo malo...hasta que mi muerte nos separe. — casi juró, enredando los dedos en su cabello, clavando los dedos de su otra mano en su hombro. Tal vez un Dios cualquiera jamás aceptaría una unión de dos hombres, o simplemente de dos criaturas diferentes, pero en aquella habitación y en aquel instante en que había podido ver a través de su amante, para él ya estaban unidos. Además, habían pasado por la riqueza y la pobreza, por la salud y la enfermedad, por lo bueno y lo malo, por la cercanía y la distancia...no estaba mintiendo — Siempre.[/color]
— Bas...— ni siquiera terminó, dejó escapar un gemido profundo y ronco, sintiendo entonces cosas inimaginables invadirle. Era casi como si alguien hubiera decidido meter un cuento en su cabeza, como si le narraran una historia que no era la suya y al mismo tiempo él era el protagonista. ¿Cómo podría describirse una sensación tal? Amar a una persona y ser consciente de que te ama a ti, pero no serlo por tu confianza, serlo de verdad, porque lo ves y lo sientes, porque puede compartirlo contigo.
Se quedó sin respiración por unos segundos, y cuando la recuperó parpadeó con fuerza. Por sus sienes rodaron sendas lágrimas que no podía controlar, tampoco estaba llorando o sollozando, simplemente todas aquellas emociones habían buscado alguna forma de salir, de desbordarlo, y no habían encontrado una mejor que aquella. Alzó las manos para agarrarlo de las mejillas, olvidando por un breve instante todo lo que ocurría abajo, olvidando cualquier cosa que no fuera mirarlo a los ojos, como si con eso simplemente pudiera hacerle entender lo pleno que se estaba sintiendo.
Buscó sus labios, conteniendo por un momento la pasión y la necesidad para poder regalarle un beso lento y profundo, cargado de sentimiento, cargado de ganas de explicarle que podría morir en ese mismo momento y lo haría con una sonrisa en el rostro, simplemente era feliz. Una pequeñísima parte de si mismo temía que todo aquello acabara mal, que no se mereciera una historia como aquella, pero en ese momento era tan ínfima que no le dio importancia alguna.
— Estaré...a tu lado...— susurró, con la respiración agitada, dejándole de nuevo hacer, pegando su frente a la de él — En la riqueza y la pobreza. — sus labios formaron una suave sonrisa, mientras tomaba aire para poder hablar de una sola tirada, sin dejar que los jadeos interrumpieran lo que quería decirle — En la salud y en la enfermedad. En lo bueno y en lo malo...hasta que mi muerte nos separe. — casi juró, enredando los dedos en su cabello, clavando los dedos de su otra mano en su hombro. Tal vez un Dios cualquiera jamás aceptaría una unión de dos hombres, o simplemente de dos criaturas diferentes, pero en aquella habitación y en aquel instante en que había podido ver a través de su amante, para él ya estaban unidos. Además, habían pasado por la riqueza y la pobreza, por la salud y la enfermedad, por lo bueno y lo malo, por la cercanía y la distancia...no estaba mintiendo — Siempre.[/color]
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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