AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
(...)
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
(...)
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Dos años. Basile se llenó la boca con aquellas palabras mientras oteaba el horizonte, cuajado de mar. La noche se había convertido en todo ese tiempo en una vieja amiga, y el vampiro ya apenas recordaba cómo era la luz del sol. Era asombroso la capacidad de adaptación que tenía el alma humana, aun cuando él no fuera ya un humano y quizá tampoco tuviera un alma a la que apelar. Y sin embargo... sí, debía de tener un espíritu sensible, porque cualquier soplo de brisa lo hacía estremecerse ante la promesa de traerle nuevos olores. Las fosas nasales del boticario se dilataban cada breve lapso de tiempo, buscando reconocer un aroma que llevaba demasiado tiempo anhelando en la distancia. Dos años, con todos sus días y sus horas interminables. Grushenko ya no era el mismo que vio partir a su amante hacia Londres. Giselle le había ayudado a llevar a cabo ese cambio, sí, pero la verdadera fuente de alimentación de su evolución había germinado de su interior. La fuerza más poderosa era la voluntad nacida de una mente preclara y de un corazón voluntarioso, y gracias a Vaël él tenía ambas cosas.
Se subió el cuello de la chaqueta de paño para cubrirse el cuello, porque aunque ya no sabía lo que era el frío conservaba el reflejo de abrigarse cuando veía a los demás hacerlo. Tenía prácticamente su misma apariencia, solo que no era como ellos. Ya no. Y tampoco lo pretendía ahora que se había aceptado en gran medida, acogido al nuevo Basile entre los brazos del antiguo, permitiendo esa reconciliación que le había abierto las puertas hacia un nuevo mañana. La carta de Sunderland no podría haber llegado en mejor momento. Estaba preparado para tomar las riendas de su nueva vida, si se podía llamar así dado el hecho de que estaba muerto. Miró a su alrededor y descubrió el movimiento de los humanos que se congregaban en el puerto para recibir a sus parientes o embarcarse en dirección desconocida, pues ¿cómo podía alguien suponer que sabía perfectamente dónde terminaría su viaje? La luna echaba una mano a los franceses que, como él, escrutaban con sus ojos las aguas oscuras buscando la señal que esperaban para dar rienda suelta a su emoción. Las pupilas del vampiro eran mucho más precisas que las de los mortales, y fue por eso que notó el punto negro que se acercaba bastante antes que los demás. Las manos comenzaron a sacudírsele con un fino temblor de excitación, así que se las metió en los bolsillos del abrigo fino y largo que llevaba echado sobre el resto de la ropa. Vaël iba en ese buque, lo sabía.
Todavía hubo de acercarse más el navío antes de que Basile percibiera su olor sobre todos los demás, tan nítido y puro como si hubiera pasado aquellos dos años conservado en un frasco de perfume. Sabía que su hermana llegaba con él, ¿pero iba a poder contener sus ansias de abrazarlo, de estrecharlo contra sí? Se dio cuenta, asombrosamente, de que sí podría. Con su nueva condición de criatura había adquirido ciertas habilidades, o mejor dicho características diferentes: era más frío, más calculador, y los planes que trazaba su intelecto no se veían tan enturbiados como antes por los impulsos irracionales de los sentimientos. El barco atracó por fin y desde su cubierta extendieron una pasarela. Los presentes se agregaron en torno al muelle, todos comprimidos en unos pocos metros cuadrados, pero Grushenko se quedó donde estaba. No quería que su reencuentro tuviera lugar en medio de toda esa maraña de cuerpos exaltados y sudorosos, no, porque se sentía por encima de todo eso. Su amor era mejor que las felicidades que creían sentir aquellos humanos que no entendían nada. Él, teniendo el corazón paralizado, era capaz de albergar en el interior de su pecho una emoción cientos de veces más intensa.
Se subió el cuello de la chaqueta de paño para cubrirse el cuello, porque aunque ya no sabía lo que era el frío conservaba el reflejo de abrigarse cuando veía a los demás hacerlo. Tenía prácticamente su misma apariencia, solo que no era como ellos. Ya no. Y tampoco lo pretendía ahora que se había aceptado en gran medida, acogido al nuevo Basile entre los brazos del antiguo, permitiendo esa reconciliación que le había abierto las puertas hacia un nuevo mañana. La carta de Sunderland no podría haber llegado en mejor momento. Estaba preparado para tomar las riendas de su nueva vida, si se podía llamar así dado el hecho de que estaba muerto. Miró a su alrededor y descubrió el movimiento de los humanos que se congregaban en el puerto para recibir a sus parientes o embarcarse en dirección desconocida, pues ¿cómo podía alguien suponer que sabía perfectamente dónde terminaría su viaje? La luna echaba una mano a los franceses que, como él, escrutaban con sus ojos las aguas oscuras buscando la señal que esperaban para dar rienda suelta a su emoción. Las pupilas del vampiro eran mucho más precisas que las de los mortales, y fue por eso que notó el punto negro que se acercaba bastante antes que los demás. Las manos comenzaron a sacudírsele con un fino temblor de excitación, así que se las metió en los bolsillos del abrigo fino y largo que llevaba echado sobre el resto de la ropa. Vaël iba en ese buque, lo sabía.
Todavía hubo de acercarse más el navío antes de que Basile percibiera su olor sobre todos los demás, tan nítido y puro como si hubiera pasado aquellos dos años conservado en un frasco de perfume. Sabía que su hermana llegaba con él, ¿pero iba a poder contener sus ansias de abrazarlo, de estrecharlo contra sí? Se dio cuenta, asombrosamente, de que sí podría. Con su nueva condición de criatura había adquirido ciertas habilidades, o mejor dicho características diferentes: era más frío, más calculador, y los planes que trazaba su intelecto no se veían tan enturbiados como antes por los impulsos irracionales de los sentimientos. El barco atracó por fin y desde su cubierta extendieron una pasarela. Los presentes se agregaron en torno al muelle, todos comprimidos en unos pocos metros cuadrados, pero Grushenko se quedó donde estaba. No quería que su reencuentro tuviera lugar en medio de toda esa maraña de cuerpos exaltados y sudorosos, no, porque se sentía por encima de todo eso. Su amor era mejor que las felicidades que creían sentir aquellos humanos que no entendían nada. Él, teniendo el corazón paralizado, era capaz de albergar en el interior de su pecho una emoción cientos de veces más intensa.
Última edición por Basile Grushenko el Mar Oct 15, 2013 2:39 pm, editado 1 vez
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Volver (V&B) +18
Hasta ese momento había tenido momentos mejores y peores, algunos más agradables y llevaderos que otros, pero ninguno en el que pudiera decir que se alegrara de haber sido convertido contra su voluntad en un monstruo sediento de sexo y de sangre que había pasado un año sembrando estragos a su alrededor como un agujero negro de destrucción. Había estado a punto de tragarse la vida del hombre al que amaba y la suya propia, e incluso pensó que sería mejor si todo terminase y de haber encontrado un modo fácil de poner punto final a su existencia habría estado tentado. Después, gracias a que el tiempo todo lo cura, comenzó a acostumbrarse y a sobrellevar su condición como un dolor constante y sordo, siempre presente pero apagado, que cargaba en su alma como un fardo pesado e incómodo. Ahora, por primera vez, se asombraba ante la magnificencia de la criatura en la que se había convertido y los poderes que habían germinado en él hasta florecer y dar sus frutos. ¿Cómo describir lo que sintió en ese instante? Era imposible porque el lenguaje lo habían inventado humanos que nada sabían de la verdadera comunión de dos espíritus. Comunión. Curioso que se le ocurriera esa palabra para describir algo que incluía a un vampiro, supuestamente una bestia con las emociones degradadas a simples recuerdos de un corazón congelado. Pero Vaël hacía que todo en él ardiera con más fuerza y se desbordara de mil maneras diferentes, tanto que no podía olvidarlo incluso cuando hacía dos años que no lo veía y a pesar de eso seguía soñando con él a cada instante. Jamás podría olvidarlo aunque muriese, aunque pasaran mil siglos, y no cesaba de asombrarse de que dos seres tan perfectos para estar juntos hubieran tenido la fortuna de encontrarse en la misma época y el mismo lugar del mundo.
Al mismo tiempo que le transfería sus sentimientos recibió los del inglés, y el torrente se fundió hasta tal punto que ya no habría sabido distinguir una mente de la otra, un amor del otro. Lo besó en los labios y se besó a sí mismo. Sonrió y en un segundo él fue el humano y Vaël la criatura, en una vorágine que puso todo del revés y le sacudió hasta las entrañas. Casi lamentó tener que terminar con aquello cuando temió estar a punto de perder la razón, y así del mismo modo que la puerta se había abierto quedó sellada y sus sentimientos recogidos de nuevo en sus respectivos cuerpos. Pero ya nada sería lo mismo porque ambos habían visto lo que el otro guardaba en lo más profundo, sus anhelos y sus miedos, sus fantasías y pesares. Basile sintió ante todo un alivio supremo por tener la certeza de que todo lo que había hecho había logrado cautivar hasta los huesos de aquel hombre por el que daría todo lo que tenía, incluso la vida si estuviera en su mano. Las palabras de Sunderland conmovieron su alma fría de sobrenatural como si de un niño se tratase y cerró los ojos un instante para hacerlas ciertas. Era suyo para siempre. Se pertenecían.
- Nunca podré querer a nadie ni la mitad de lo que te quiero a ti. - Confesó, con una sencillez que dotaba de más solemnidad esa verdad absoluta. Lo abrazó, sintió los labios del menor en su cuello, respiró el aroma de su piel y sonrió. - Vaël, yo era ese chico. El francés del que habló tu hermana, el que te encontró de niño y te devolvió con tus padres. - Después de todo lo que había tenido que vivir y eso se le antojaba aún más milagroso que la existencia de licántropos o chupasangres. - La gitana que me leyó el futuro me dijo... me dijo cosas que entonces no entendí. - Le rodeó la cintura con las manos y lo miró a los ojos, no pudiendo contener por más tiempo la diversión que eso le producía. - Me diste un beso. - Recordó.
Sin duda los años le habían sentado bien. El que fuera un crío perdido y entusiasmado por los gitanos era ahora un hombre hecho y derecho que yacía desnudo sobre las sábanas de un hotel desde donde se olía el mar. Un contexto totalmente distinto, la misma persona, un deseo nuevo. No le costó nada meterse entre sus piernas después de haberlo preparado antes, y así después de toda la espera, la larga ausencia y las confidencias, el boticario volvió a sentirse en casa. Esperaba que los dueños del establecimiento tuvieran un buen seguro de muebles, porque poco después la cama comenzó a crujir de forma muy poco discreta, y cuando Basile quiso cambiar de posición se asió con demasiada fuerza al cabezal y arrancó una de las maderas que lo conformaban. Pequeños inconvenientes de su nueva situación, no funcionaba del todo bien sin el férreo control de su voluntad. Solo deseaba no estar haciendo daño a su compañero cada vez que lo embestía como si se fuera a acabar el mundo. Ya no obtenía placer de ninguna otra forma, su naturaleza demandaba un poco más de intensidad de la que seguramente Vaël tenía acostumbrado.
Al mismo tiempo que le transfería sus sentimientos recibió los del inglés, y el torrente se fundió hasta tal punto que ya no habría sabido distinguir una mente de la otra, un amor del otro. Lo besó en los labios y se besó a sí mismo. Sonrió y en un segundo él fue el humano y Vaël la criatura, en una vorágine que puso todo del revés y le sacudió hasta las entrañas. Casi lamentó tener que terminar con aquello cuando temió estar a punto de perder la razón, y así del mismo modo que la puerta se había abierto quedó sellada y sus sentimientos recogidos de nuevo en sus respectivos cuerpos. Pero ya nada sería lo mismo porque ambos habían visto lo que el otro guardaba en lo más profundo, sus anhelos y sus miedos, sus fantasías y pesares. Basile sintió ante todo un alivio supremo por tener la certeza de que todo lo que había hecho había logrado cautivar hasta los huesos de aquel hombre por el que daría todo lo que tenía, incluso la vida si estuviera en su mano. Las palabras de Sunderland conmovieron su alma fría de sobrenatural como si de un niño se tratase y cerró los ojos un instante para hacerlas ciertas. Era suyo para siempre. Se pertenecían.
- Nunca podré querer a nadie ni la mitad de lo que te quiero a ti. - Confesó, con una sencillez que dotaba de más solemnidad esa verdad absoluta. Lo abrazó, sintió los labios del menor en su cuello, respiró el aroma de su piel y sonrió. - Vaël, yo era ese chico. El francés del que habló tu hermana, el que te encontró de niño y te devolvió con tus padres. - Después de todo lo que había tenido que vivir y eso se le antojaba aún más milagroso que la existencia de licántropos o chupasangres. - La gitana que me leyó el futuro me dijo... me dijo cosas que entonces no entendí. - Le rodeó la cintura con las manos y lo miró a los ojos, no pudiendo contener por más tiempo la diversión que eso le producía. - Me diste un beso. - Recordó.
Sin duda los años le habían sentado bien. El que fuera un crío perdido y entusiasmado por los gitanos era ahora un hombre hecho y derecho que yacía desnudo sobre las sábanas de un hotel desde donde se olía el mar. Un contexto totalmente distinto, la misma persona, un deseo nuevo. No le costó nada meterse entre sus piernas después de haberlo preparado antes, y así después de toda la espera, la larga ausencia y las confidencias, el boticario volvió a sentirse en casa. Esperaba que los dueños del establecimiento tuvieran un buen seguro de muebles, porque poco después la cama comenzó a crujir de forma muy poco discreta, y cuando Basile quiso cambiar de posición se asió con demasiada fuerza al cabezal y arrancó una de las maderas que lo conformaban. Pequeños inconvenientes de su nueva situación, no funcionaba del todo bien sin el férreo control de su voluntad. Solo deseaba no estar haciendo daño a su compañero cada vez que lo embestía como si se fuera a acabar el mundo. Ya no obtenía placer de ninguna otra forma, su naturaleza demandaba un poco más de intensidad de la que seguramente Vaël tenía acostumbrado.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Volver (V&B) +18
Estaba totalmente extasiado, con el cúmulo de sensaciones y sentimientos, apenas pudo ser consciente de las palabras del vampiro, necesitó digerirlas y dejar que su cabeza las recibiera con más lentitud de la normal. Pero cuando lo hizo, sus ojos se abrieron con sorpresa y lo miró. ¿Era realmente posible algo como aquello? Eso prácticamente convertía a Basile, a aquel boticario, en su primer y último amor. El platónico e inocente de cuando eres niño, que solo ves el sentimiento como algo hermoso e inalcanzable. Y luego el real, el intenso y palpable de un adulto, en el que deseas poseer a la otra persona hasta límites que jamás habías podido imaginar.
— Fuiste mi primer beso. — no pudo evitar decirle, con una ligera diversión. Cuando sus caminos se habían cruzado Vaël estaba ya muy enterado de todo lo que al plano carnal se refería. Había pasado por incontables camas, disfrutado de a saber cuántos cuerpos. Sin embargo, ahora resultaba que su amante había sido el primer contacto físico que había tenido. Era perfecto. Es que no podía ser mejor, tenía casi ganas de volver a llorar como un niño pequeño.
Ya no podía hablar más, porque su cuerpo estaba tomando al propio y requería de toda su atención, o más bien arrebataba su atención de cualquier otra cosa. Las embestidas de Basile eran intensas, muy intensas, hacía años que el empresario no sentía nada como aquello, desde que vampiros y cambiaformas habían estado entre sus sábanas, pero lo recordaba, era doloroso. Pero, para su sorpresa, no llegó a ser, ni de lejos, tan doloroso con él como lo había sido con sus clientes. Tal vez porque con los otros solo le movía el deseo carnal y el dinero, mientras que ahora deseaba complacer al contrario.
En ningún momento se le ocurrió detenerlo o pedirle que fuera más despacio o gentil, simplemente lo rodeó con los brazos y acalló sus gemidos y quejas contra su hombro frío, mordiendo su piel, clavándole los dientes. Disfrutaba de aquello, de ser poseído, de ser uno, pero en cuanto Basile llegó al clímax solo le dio unos segundos antes de ser él quién, aprovechando la postura, llevara los dedos entre sus nalgas para buscar su orificio.
Le dedicó una mirada, respirando totalmente agitado, moviendo las piernas para poder cambiar la posición de estas y dejar las suyas en medio, para que el vampiro quedase sentado sobre su pelvis. Volvió a buscar sus labios, necesitado de sus besos, de su boca, mientras esta vez buscaba él su propio placer, poder estar dentro de su amante. Apenas necesitó un par de movimientos para poder alzar las caderas y estar en su interior, dejando escapar un suspiro entre el alivio y la satisfacción. Aun le dolía su parte trasera, pero era algo insignificante en comparación con el placer que experimentaba ale estar en su interior, ahora para buscar poder él mismo llenarlo con su semilla y poder caer rendido en la cama, al menos por un rato, abrazado a su cuerpo.
— Fuiste mi primer beso. — no pudo evitar decirle, con una ligera diversión. Cuando sus caminos se habían cruzado Vaël estaba ya muy enterado de todo lo que al plano carnal se refería. Había pasado por incontables camas, disfrutado de a saber cuántos cuerpos. Sin embargo, ahora resultaba que su amante había sido el primer contacto físico que había tenido. Era perfecto. Es que no podía ser mejor, tenía casi ganas de volver a llorar como un niño pequeño.
Ya no podía hablar más, porque su cuerpo estaba tomando al propio y requería de toda su atención, o más bien arrebataba su atención de cualquier otra cosa. Las embestidas de Basile eran intensas, muy intensas, hacía años que el empresario no sentía nada como aquello, desde que vampiros y cambiaformas habían estado entre sus sábanas, pero lo recordaba, era doloroso. Pero, para su sorpresa, no llegó a ser, ni de lejos, tan doloroso con él como lo había sido con sus clientes. Tal vez porque con los otros solo le movía el deseo carnal y el dinero, mientras que ahora deseaba complacer al contrario.
En ningún momento se le ocurrió detenerlo o pedirle que fuera más despacio o gentil, simplemente lo rodeó con los brazos y acalló sus gemidos y quejas contra su hombro frío, mordiendo su piel, clavándole los dientes. Disfrutaba de aquello, de ser poseído, de ser uno, pero en cuanto Basile llegó al clímax solo le dio unos segundos antes de ser él quién, aprovechando la postura, llevara los dedos entre sus nalgas para buscar su orificio.
Le dedicó una mirada, respirando totalmente agitado, moviendo las piernas para poder cambiar la posición de estas y dejar las suyas en medio, para que el vampiro quedase sentado sobre su pelvis. Volvió a buscar sus labios, necesitado de sus besos, de su boca, mientras esta vez buscaba él su propio placer, poder estar dentro de su amante. Apenas necesitó un par de movimientos para poder alzar las caderas y estar en su interior, dejando escapar un suspiro entre el alivio y la satisfacción. Aun le dolía su parte trasera, pero era algo insignificante en comparación con el placer que experimentaba ale estar en su interior, ahora para buscar poder él mismo llenarlo con su semilla y poder caer rendido en la cama, al menos por un rato, abrazado a su cuerpo.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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Re: Volver (V&B) +18
Había un refrán muy cierto que decía "lo mejor es enemigo de lo bueno". Basile no habría cambiado ni una sola cosa de ese momento, porque aunque una situación siempre pudiera mejorarse hipotéticamente era de necios pretender alcanzar la perfección cuando se era tan feliz que el sentimiento desbordaba los límites que el cuerpo podía contener. Ni siquiera la muerte había podido separar a aquel niño inglés y su inesperado cicerone de dieciséis años de reencontrarse y construir un futuro juntos, contra las normas y consejos de cualquiera con sentido común e incluso de la misma naturaleza, que se empeñaba en acentuar sus diferencias y en alzar entre ellos barreras que siempre podrían saltar. Ahora Grushenko sabía que sería capaz de cualquier cosa, y en eso radicaba su verdadera fuerza más que en el hecho de ser una criatura poderosa con colmillos y la capacidad de leer las mentes. Habían estado separados por dos años, y aunque en su momento la distancia fue dolorosa al boticario le había venido bien para aprender a encontrarse en medio de toda la vorágine de su transformación, y de ese modo poder encarar su nueva existencia con otro talante y mucho más control. Control que por otra parte brillaba por su ausencia en ese momento, pero es que era pedirle demasiado que después de todo ese tiempo se comportara como una niña tímida entre las sábanas. Todo lo que quería estaba allí dispuesto y con las piernas abiertas para que él lo tomara, ¿por qué debería hacerse de rogar? También parecía que Vaël lo estaba disfrutando, y no se trataba de nada más que eso.
Se perdió en sus ojos azules en el último momento, pues oír sus gemidos y mirarlo era todo lo que necesitaba para culminar su parte del acto con un estremecimiento hondo que se siguió de las convulsiones de rigor. Esa paz momentánea bastó para calmar a la fiera lo suficiente como para que Sunderland pudiera manejar su cuerpo a placer y colocarse esta vez él en posición dominante, aunque seguía siendo Basile el que estaba arriba y por tanto el que marcaba la mayor parte del ritmo. Sin querer hacerse más de rogar cabalgó a un ritmo que parecía incansable sobre las caderas de su amante, al que estaba ya tan amoldado que apenas recordaba cómo habían sido las primeras veces, cuando el dolor casi se sobreponía a todo lo demás. Acercó los labios a su cuello temblando con la anticipación y se atrevió, cuando ya parecía que Vaël estaba terminando, a clavarle los colmillos en la piel con toda la gentileza de la que fue capaz y beber apenas unas gotas de esa sangre deliciosa. Sabía que eso era algo que los contentaría a ambos, pues la saliva de los vampiros tenía algo de adictivo que hacía que los humanos la desearan en un mecanismo cruel por la lucha del más fuerte. Era un modo de hacer que no se movieran mientras las bestias los dejaban exangües, aunque en esta ocasión Grushenko fue capaz de decir basta a los pocos tragos, y cuando sintió que la semilla de su amante se extendía en sus entrañas como el colofón final de una danza soberbia le lamió la herida para cerrarla y se dejó caer a su lado. Su nueva naturaleza impedía que se le notaran los signos de un posible cansancio, y únicamente por su cabello ligeramente revuelto se podía adivinar que el boticario no acababa de despertar de un sueño plácido y tranquilo.
Se perdió en sus ojos azules en el último momento, pues oír sus gemidos y mirarlo era todo lo que necesitaba para culminar su parte del acto con un estremecimiento hondo que se siguió de las convulsiones de rigor. Esa paz momentánea bastó para calmar a la fiera lo suficiente como para que Sunderland pudiera manejar su cuerpo a placer y colocarse esta vez él en posición dominante, aunque seguía siendo Basile el que estaba arriba y por tanto el que marcaba la mayor parte del ritmo. Sin querer hacerse más de rogar cabalgó a un ritmo que parecía incansable sobre las caderas de su amante, al que estaba ya tan amoldado que apenas recordaba cómo habían sido las primeras veces, cuando el dolor casi se sobreponía a todo lo demás. Acercó los labios a su cuello temblando con la anticipación y se atrevió, cuando ya parecía que Vaël estaba terminando, a clavarle los colmillos en la piel con toda la gentileza de la que fue capaz y beber apenas unas gotas de esa sangre deliciosa. Sabía que eso era algo que los contentaría a ambos, pues la saliva de los vampiros tenía algo de adictivo que hacía que los humanos la desearan en un mecanismo cruel por la lucha del más fuerte. Era un modo de hacer que no se movieran mientras las bestias los dejaban exangües, aunque en esta ocasión Grushenko fue capaz de decir basta a los pocos tragos, y cuando sintió que la semilla de su amante se extendía en sus entrañas como el colofón final de una danza soberbia le lamió la herida para cerrarla y se dejó caer a su lado. Su nueva naturaleza impedía que se le notaran los signos de un posible cansancio, y únicamente por su cabello ligeramente revuelto se podía adivinar que el boticario no acababa de despertar de un sueño plácido y tranquilo.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: Volver (V&B) +18
Si de por si ya creía estar tocando el cielo, ni qué decir tiene cuando los dientes de Basile atacaron su piel. En su época de cortesano, Vaël había encontrado un gran placer las mordidas de los vampiros, eran un estímulo que agradecía enormemente en sus relaciones. Pero no se asemejaban en lo más mínimo a lo que sintió cuando el vampiro fue su amante. Mientras estaba cabalgándolo, estaba en su interior, se sentía como en casa, y esa mordida no hizo otra cosa que llevarlo al éxtasis.
Sus gemidos se dejaron oír por toda la habitación mientras le llenaba y arañaba su espalda, clavándole las uñas sin apenas percatarse del detalle. Su cuerpo estaba tembloroso, su respiración no tenía ninguna lógica y estaba a punto de llorar por el placer, no por dolor, ni siquiera por felicidad, llorar porque el placer era tan grande que lo estaba desbordando. Por suerte solo fueron un par de lágrimas traicioneras que limpió rápidamente mientras él se echaba a un lado. Tomó aire profundamente y se giró para quedar de costado y poder mirarlo.
Era como una estatua, perfecto, apenas se notaba que acabara de estar en pleno acto de pasión, ni siquiera su respiración. Siempre había admirado la belleza de su raza, pero ahora parecía ser aun más impresionante. Alzó una mano, que estaba ardiendo, temblaba y hasta le pesaba, para poder acariciar su mejilla con los dedos, admirándolo, adorándolo.
— Preferiría la muerte que separarme de nuevo de ti. — confesó, en un susurro cansado y satisfecho, bajando esa caricia por su pecho y acercándose para poder abrazarse a su cuerpo. Su aroma, su tacto, su mera presencia, se sentía rejuvenecido, como si esos dos años fueran un trozo en blanco de su vida y volviera a estar en su vieja casa, con el inexperto y apasionado boticario que había dado una oportunidad a la falta de ética que tenía esa relación. No necesitó más palabras antes de ir relajándose, hasta caer en un sueño profundo, el mejor de todos los que había tenido en esos dos años. Al fin estaba junto a él, entre sus brazos. Ya podía descansar tranquilo sin miedo a perderlo. Al menos, así quería pensar.
Sus gemidos se dejaron oír por toda la habitación mientras le llenaba y arañaba su espalda, clavándole las uñas sin apenas percatarse del detalle. Su cuerpo estaba tembloroso, su respiración no tenía ninguna lógica y estaba a punto de llorar por el placer, no por dolor, ni siquiera por felicidad, llorar porque el placer era tan grande que lo estaba desbordando. Por suerte solo fueron un par de lágrimas traicioneras que limpió rápidamente mientras él se echaba a un lado. Tomó aire profundamente y se giró para quedar de costado y poder mirarlo.
Era como una estatua, perfecto, apenas se notaba que acabara de estar en pleno acto de pasión, ni siquiera su respiración. Siempre había admirado la belleza de su raza, pero ahora parecía ser aun más impresionante. Alzó una mano, que estaba ardiendo, temblaba y hasta le pesaba, para poder acariciar su mejilla con los dedos, admirándolo, adorándolo.
— Preferiría la muerte que separarme de nuevo de ti. — confesó, en un susurro cansado y satisfecho, bajando esa caricia por su pecho y acercándose para poder abrazarse a su cuerpo. Su aroma, su tacto, su mera presencia, se sentía rejuvenecido, como si esos dos años fueran un trozo en blanco de su vida y volviera a estar en su vieja casa, con el inexperto y apasionado boticario que había dado una oportunidad a la falta de ética que tenía esa relación. No necesitó más palabras antes de ir relajándose, hasta caer en un sueño profundo, el mejor de todos los que había tenido en esos dos años. Al fin estaba junto a él, entre sus brazos. Ya podía descansar tranquilo sin miedo a perderlo. Al menos, así quería pensar.
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Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
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