AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En la Mansión del señor Landman (Lohane)
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En la Mansión del señor Landman (Lohane)
Pasé casi toda la noche despierto en el despacho, acompañado con una botella de whisky dibujando y perfeccionando los esbozos que por la mañana pondríamos a la práctica. La mansión por la noche estaba en un frío silencio que llegaba a ser asta inquietante, solo se escuchaba la madera crepitar en el fuego y algún que otro canto de alguna ave nocturna.
A los primeros rayos de sol desperté con la cabeza tumbada entre los brazos encima el papeleo. Me erguí pasándome la mano por el pelo. Me cambie la ropa por una camiseta oscura de tirantes y unos pantalones sucios con manchas de grasa que a pesar de haber lavado unas cuantas veces se resistían a marchar, luego me puse unas botas y me recogí el pelo con una coleta. Victor no tardo en aparecer con el desayuno; tostadas con mantequilla. Enrollé los dibujos y los guarde en un tubo, luego agarré dos tostadas metiéndome una entera en la boca antes de que el mayordomo pudiera dejar el plato encima la mesa y salí hacía fuera.
– Buenos días- Victor entró en la habitación de Levine y dejo el desayuno encima su mesa, luego le abrió la ventana. - El señor le estará esperando fuera dentro de una hora.- Le recordó.
Arrastré el maldito cañón con una cuerda hasta la entrada, luego cogí otro más ligero e hice la misma operación. Debíamos subirlos, junto con los otros cuatro que quedaban guardados en una caseta, hasta los campos para probar la distancia de fogueo, la potencia del cañón y anotarlo. A pesar que el día aún era de un color azulado preví que haría una mañana soleada, el cielo estaba completamente despejado y la temperatura era agradable.
Levine salió por la puerta principal unos minutos antes de la hora acordada. Justamente cuando bajaba las escaleras hasta el replano yo llegaba arrastrando el tercer cañón.
- Vamos Levine, ayúdame a traer los otros cañones no hay tiempo que perder.- ordené alegremente, y es que por las mañas era cuando solía estar de mejor humor a pesar de ser normalmente un cascarrabias. - Tú coge los más ligeros y yo ya arrastrare los más pesados, debemos llevarlos hasta los campos.- dije señalando los campos verdes del frente. Los cañones ligeros estaban pensados para que los pudiera llevar una persona pero aún así seguían pesando y más para un chaval tan flacucho al que la noche anterior había recibido una paliza, no sabía si lograría subirlos pero debía por lo menos intentarlo y de paso conocer sus limitaciones.
A los primeros rayos de sol desperté con la cabeza tumbada entre los brazos encima el papeleo. Me erguí pasándome la mano por el pelo. Me cambie la ropa por una camiseta oscura de tirantes y unos pantalones sucios con manchas de grasa que a pesar de haber lavado unas cuantas veces se resistían a marchar, luego me puse unas botas y me recogí el pelo con una coleta. Victor no tardo en aparecer con el desayuno; tostadas con mantequilla. Enrollé los dibujos y los guarde en un tubo, luego agarré dos tostadas metiéndome una entera en la boca antes de que el mayordomo pudiera dejar el plato encima la mesa y salí hacía fuera.
– Buenos días- Victor entró en la habitación de Levine y dejo el desayuno encima su mesa, luego le abrió la ventana. - El señor le estará esperando fuera dentro de una hora.- Le recordó.
Arrastré el maldito cañón con una cuerda hasta la entrada, luego cogí otro más ligero e hice la misma operación. Debíamos subirlos, junto con los otros cuatro que quedaban guardados en una caseta, hasta los campos para probar la distancia de fogueo, la potencia del cañón y anotarlo. A pesar que el día aún era de un color azulado preví que haría una mañana soleada, el cielo estaba completamente despejado y la temperatura era agradable.
Levine salió por la puerta principal unos minutos antes de la hora acordada. Justamente cuando bajaba las escaleras hasta el replano yo llegaba arrastrando el tercer cañón.
- Vamos Levine, ayúdame a traer los otros cañones no hay tiempo que perder.- ordené alegremente, y es que por las mañas era cuando solía estar de mejor humor a pesar de ser normalmente un cascarrabias. - Tú coge los más ligeros y yo ya arrastrare los más pesados, debemos llevarlos hasta los campos.- dije señalando los campos verdes del frente. Los cañones ligeros estaban pensados para que los pudiera llevar una persona pero aún así seguían pesando y más para un chaval tan flacucho al que la noche anterior había recibido una paliza, no sabía si lograría subirlos pero debía por lo menos intentarlo y de paso conocer sus limitaciones.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2012
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Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
No supe en qué momento me quede profundamente dormida entre divagaciones y pensamientos que se dispersaban por toda la habitación, saturaban las ideas que podría encontrar sostenidas en el aire, las suplían y dejaban más dudas e incertidumbre ¿Qué ocurría si me descubría? Me quede dormida con aquel cuestionamiento, con ese latente temor de llegar a ser arrojada a la cruel verdad, y aunque de cruel no tenía nada los trabajos me serian vetados nuevamente. La suavidad de la cama y las tersas sabanas me arropo con delicadeza apartando aquellos temores hasta dejarme sobre los brazos de Morfeo, no era extraño que disfrutara tanto aquella sensación porque solía dormir en un viejo colchón irregular con uno de mis hermanos entre los brazos ¿Había dormido solo esta noche?
Me desperté con la voz del anciano resonando en la diminuta habitación, asome el rostro por debajo de las sabanas, con el cabello revuelto en una maraña sin pies ni cabeza y casi sin ganas, casi arrastrándome, llegue al baño para despojarme de la ropa del día anterior y darme un rápido baño que dejo mis cabellos nuevamente en su lugar. Lo más difícil en un principio había sido aprender a colocarme las vendas porque si bien era cierto que Dios no me había bendecido con grandes atributos prefería no correr el riesgo de ser descubierta por tremenda estupidez además conocía la manera de pensar de los cerdos como el capataz, ni siquiera lo dudaría antes de ponerme una mano encima.
Devoré el desayuno después de ponerme la ropa para trabajar, la tela era gruesa y de un color deprimente, de esos uniformes que obligan a los empleados a moverse pesadamente. Salí de la habitación intentando recordar el camino que había hecho para llegar a ella, era fácil perderse en este sitio lleno de vueltas y portezuelas que no daban a ningún lugar, había abierto algunas cuantas por equivocación. Agradecí de mi buena memoria, al no saber escribir ni leer era lo único que me quedaba para recordar, una calle, un lugar, agradecí a todos los cielos cuando di por fin con la puerta principal –Claro- murmure observando dichos objetos.
Avance la distancia correspondiente para encontrarme con los de menor tamaño, y aun así resultaban ser bastante grandes y robustos. Le di algunas vueltas para encontrar la mejor manera de transportarlos, arrastrarlos claro no había forma humana de cargarlos a menos que no fuera Sansón. Contuve el aire plantando los pies sobre el suelo apoyando las manos sobre el cañón para empujarlo con todas mis fuerzas, seguramente la cara se me puso roja del esfuerzo pero las ruedas hicieron lo suyo y el objeto avanzo algunos centímetros. El vendaje ayudaba a contener el dolor de la paliza del día anterior -¿Para qué los va a ocupar?- cuestione indiscretamente permitiendo que mi curiosidad aflorara mientras empujaba con todo mi peso el cañon.
Me desperté con la voz del anciano resonando en la diminuta habitación, asome el rostro por debajo de las sabanas, con el cabello revuelto en una maraña sin pies ni cabeza y casi sin ganas, casi arrastrándome, llegue al baño para despojarme de la ropa del día anterior y darme un rápido baño que dejo mis cabellos nuevamente en su lugar. Lo más difícil en un principio había sido aprender a colocarme las vendas porque si bien era cierto que Dios no me había bendecido con grandes atributos prefería no correr el riesgo de ser descubierta por tremenda estupidez además conocía la manera de pensar de los cerdos como el capataz, ni siquiera lo dudaría antes de ponerme una mano encima.
Devoré el desayuno después de ponerme la ropa para trabajar, la tela era gruesa y de un color deprimente, de esos uniformes que obligan a los empleados a moverse pesadamente. Salí de la habitación intentando recordar el camino que había hecho para llegar a ella, era fácil perderse en este sitio lleno de vueltas y portezuelas que no daban a ningún lugar, había abierto algunas cuantas por equivocación. Agradecí de mi buena memoria, al no saber escribir ni leer era lo único que me quedaba para recordar, una calle, un lugar, agradecí a todos los cielos cuando di por fin con la puerta principal –Claro- murmure observando dichos objetos.
Avance la distancia correspondiente para encontrarme con los de menor tamaño, y aun así resultaban ser bastante grandes y robustos. Le di algunas vueltas para encontrar la mejor manera de transportarlos, arrastrarlos claro no había forma humana de cargarlos a menos que no fuera Sansón. Contuve el aire plantando los pies sobre el suelo apoyando las manos sobre el cañón para empujarlo con todas mis fuerzas, seguramente la cara se me puso roja del esfuerzo pero las ruedas hicieron lo suyo y el objeto avanzo algunos centímetros. El vendaje ayudaba a contener el dolor de la paliza del día anterior -¿Para qué los va a ocupar?- cuestione indiscretamente permitiendo que mi curiosidad aflorara mientras empujaba con todo mi peso el cañon.
Lohane- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
Aguanté la risa ante semejante tomate ensanchado que ahora arrastraba el cañón con todas sus fuerzas a una velocidad de caracol. Quizá lo mejor sería que los arrastrara yo y que él cargara con los proyectiles ya que dudaba que lograra traerlos antes del anochecer. Me fije otra vez en su rostro afeminado intentando ponerle una edad ya que era obvio que no tenía 19 años, cuando de golpe me preguntó interrumpiendo mi chequeo. "¿Para que los va a ocupar?"
- Debo hacer pruebas de fogueo para ver cuál es el cañón más indicado para montar uno ligero de largo alcance.- Me gustaba que me preguntaran, me iba bien explicar lo que teníamos que hacer por así ir recordándomelo a mí mismo. Aquel trabajo me fascinaba y las preguntas siempre eran bien venidas. - Tendremos que dispararlos todos utilizando diferentes tipos de proyectiles y anotar el comportamiento de bala en cada uno de ellos. Luego multiplicar el peso del proyectil por la… - empecé a irme por las ramas explicando los cálculos necesarios cuando me di cuenta que ya habíamos avanzado un buen trozo de camino hacía los campos. Levine parecía tener molestias. - Creo que lo más indicado seria que cargaras tú con los proyectiles y la pólvora y yo ya me encargare de los cañones, nos vemos allí arriba.- ordené.
Al fin nos encontrábamos en lo alto de los campos con el armamento. El sol ya había salido tal y como predije acariciando cálidamente nuestra piel. Me senté en la hierba echando la cabeza hacia atrás inspirando aire, aire que necesitaba recuperar después de haber subido los cinco cañones que habían dejado un delgado caminito de hierba aplastada. Mi cuerpo magullado estaba lleno de cicatrices que podrían haberme causado la muerte en otra condición económica. Cada día era un poco más viejo y eso lo notaba por cada cacería y sobreesfuerzo que realizaba. Trabajaba diariamente para mantenerme en forma, pero tarde o temprano sabía que acabaría pagando las consecuencias de tanto castigarme
- Ven chico, siéntate a mi lado y descansa un poco.- Le dije a Levine que también parecía necesitarlo. - Cuéntame sobre ti, sobre tu vida, tu familia, que sabes hacer…- Era una pregunta que solía hacer poco, solo a la gente que encontraba interesante. Levine parecía no tener ni una vida fácil ni mucho menos acomodada pero a su edad ya afrontaba los problemas con un par de cojones y seguía adelante como fuera, yo en cambio viví bajo la capa de mi padre que me dio prácticamente la vida regalada… me intrigaba saber cómo aquel saco de huesos lograba sobrevir día a día en las calles llenas de depravados y egoístas.
- Debo hacer pruebas de fogueo para ver cuál es el cañón más indicado para montar uno ligero de largo alcance.- Me gustaba que me preguntaran, me iba bien explicar lo que teníamos que hacer por así ir recordándomelo a mí mismo. Aquel trabajo me fascinaba y las preguntas siempre eran bien venidas. - Tendremos que dispararlos todos utilizando diferentes tipos de proyectiles y anotar el comportamiento de bala en cada uno de ellos. Luego multiplicar el peso del proyectil por la… - empecé a irme por las ramas explicando los cálculos necesarios cuando me di cuenta que ya habíamos avanzado un buen trozo de camino hacía los campos. Levine parecía tener molestias. - Creo que lo más indicado seria que cargaras tú con los proyectiles y la pólvora y yo ya me encargare de los cañones, nos vemos allí arriba.- ordené.
Al fin nos encontrábamos en lo alto de los campos con el armamento. El sol ya había salido tal y como predije acariciando cálidamente nuestra piel. Me senté en la hierba echando la cabeza hacia atrás inspirando aire, aire que necesitaba recuperar después de haber subido los cinco cañones que habían dejado un delgado caminito de hierba aplastada. Mi cuerpo magullado estaba lleno de cicatrices que podrían haberme causado la muerte en otra condición económica. Cada día era un poco más viejo y eso lo notaba por cada cacería y sobreesfuerzo que realizaba. Trabajaba diariamente para mantenerme en forma, pero tarde o temprano sabía que acabaría pagando las consecuencias de tanto castigarme
- Ven chico, siéntate a mi lado y descansa un poco.- Le dije a Levine que también parecía necesitarlo. - Cuéntame sobre ti, sobre tu vida, tu familia, que sabes hacer…- Era una pregunta que solía hacer poco, solo a la gente que encontraba interesante. Levine parecía no tener ni una vida fácil ni mucho menos acomodada pero a su edad ya afrontaba los problemas con un par de cojones y seguía adelante como fuera, yo en cambio viví bajo la capa de mi padre que me dio prácticamente la vida regalada… me intrigaba saber cómo aquel saco de huesos lograba sobrevir día a día en las calles llenas de depravados y egoístas.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2012
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Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
Asentí como si entendiera perfectamente de lo que estaba hablando, en realidad no tenía la más mínima idea pero con el esfuerzo que hacía para arrastrar el cañón no me quedaba aire para formular ninguna otra pregunta. Íbamos a tener problemas, me mordí el labio disimuladamente cuando menciono lo de multiplicar y anotar los comportamientos de las balas en cada cañón, sabia contar tanto cuanto mi memoria me daba a razonar pero las sumas, las restas y las matemáticas en general nos conocimientos vetados para los pobres. Ningún maestro se ofrecía a enseñar por amor a la vocación, la caridad era algo en peligro de extinción.
-No, no- intente seguir arrastrando el cañón, no podía arriesgarme a que decidiera correrme o no pagarme por no hacer bien mi labor, pero Landman fue más rápido y pronto se encontró varios pasos por delante con el cañón andando frente a el. Bufe inaudiblemente, por lo menos eso creí, y regrese los pasos andados para llevar entre mis brazos los proyectiles y la pólvora que antes había mencionado. Eran mucho menos pesados pero el saber que no había podido llevar un solo cañón hasta los campos me dejo un mal sabor de boca que se asemejaba al desazón del caldo de una semana.
Escuche que me llamaba, los primeros días que había salido en busca de un trabajo con el cabello corto y las prendas de mi hermano remendadas no había reaccionado cuando se referían a mí con otro género. Ahora me era normal, dejaba de ser Lohane y me convertía en Levine, como si hubiera muerto yo y no el, a veces pensaba que habría sido mejor, mi madre necesitaba un hombro fornido en cual sostenerse y mi padre un varón a quien enseñarle su vocación. Lo mejor que podría haber hecho por ellos era convertirme en prostituta pero el miedo y el poco honor que podía asegurar poseía nos condenaba a mí y a ellos a esta vida.
Me senté a un lado de el observando la salida del sol y la manera en sus primeros vestigios pintaban el firmamento como el arrebol, me gustaba la calidez de esos colores, las mariposas que despertaban en mi interior. Arranque distraídamente un manojo de césped antes de disponerme a contestar su cuestión, era extraño que la gente de alta sociedad se molestara en saber nada sobre nosotros, lo mire por el rabillo del ojo intentando encontrar el motivo oculto en sus ojos –Se hacer algunas cosas, e trabajado como costurero, como cargador, como mensajero, e trabajado con barro y soldando piezas de metal- comencé por lo más fácil, lo que no implicaba nada de mi vida personal -He sido jardinero, trabajado en caballerizas y como cocinero, se limpiar pero nunca e trabajado en una casa de eso- me encogí de hombros –Vivo con mis padres y mis hermanos – lance los trozos de césped a un lado –Tenia una hermana gemela pero falleció hace ya casi un año- creía que merecía saber parte de la verdad.
Decidí que no me iba a dejar auto lamentarme de mi vida -¿Usted? ¿No tiene familia?-.
-No, no- intente seguir arrastrando el cañón, no podía arriesgarme a que decidiera correrme o no pagarme por no hacer bien mi labor, pero Landman fue más rápido y pronto se encontró varios pasos por delante con el cañón andando frente a el. Bufe inaudiblemente, por lo menos eso creí, y regrese los pasos andados para llevar entre mis brazos los proyectiles y la pólvora que antes había mencionado. Eran mucho menos pesados pero el saber que no había podido llevar un solo cañón hasta los campos me dejo un mal sabor de boca que se asemejaba al desazón del caldo de una semana.
Escuche que me llamaba, los primeros días que había salido en busca de un trabajo con el cabello corto y las prendas de mi hermano remendadas no había reaccionado cuando se referían a mí con otro género. Ahora me era normal, dejaba de ser Lohane y me convertía en Levine, como si hubiera muerto yo y no el, a veces pensaba que habría sido mejor, mi madre necesitaba un hombro fornido en cual sostenerse y mi padre un varón a quien enseñarle su vocación. Lo mejor que podría haber hecho por ellos era convertirme en prostituta pero el miedo y el poco honor que podía asegurar poseía nos condenaba a mí y a ellos a esta vida.
Me senté a un lado de el observando la salida del sol y la manera en sus primeros vestigios pintaban el firmamento como el arrebol, me gustaba la calidez de esos colores, las mariposas que despertaban en mi interior. Arranque distraídamente un manojo de césped antes de disponerme a contestar su cuestión, era extraño que la gente de alta sociedad se molestara en saber nada sobre nosotros, lo mire por el rabillo del ojo intentando encontrar el motivo oculto en sus ojos –Se hacer algunas cosas, e trabajado como costurero, como cargador, como mensajero, e trabajado con barro y soldando piezas de metal- comencé por lo más fácil, lo que no implicaba nada de mi vida personal -He sido jardinero, trabajado en caballerizas y como cocinero, se limpiar pero nunca e trabajado en una casa de eso- me encogí de hombros –Vivo con mis padres y mis hermanos – lance los trozos de césped a un lado –Tenia una hermana gemela pero falleció hace ya casi un año- creía que merecía saber parte de la verdad.
Decidí que no me iba a dejar auto lamentarme de mi vida -¿Usted? ¿No tiene familia?-.
Lohane- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
- No - conteste fríamente, mis padres habían muerto hacía unos años, y mi mujer e hijo habían sido asesinados en manos de un vampiro. Había preguntado algo delicado que no tenía ganas ni ninguna voluntad de recordar ni contarle a un chaval entrometido que además era mi trabajador ahora. - Aquí quien hace las preguntas soy yo señorito, a ver si aprendes.- le regañe.
- Solo me has respondido que sabes hacer, pero te he preguntado más cosas que debo saber si quieres trabajar conmigo.- dije intentándome encontrar con su mirada. Realmente había trabajado de bastantes cosas, algo que me pareció positivo así podría encargarle de hacer muchos más trabajos, eran trabajos simples que no se necesitaba ninguna carrera para poderlos realizar, pero trabajos duros y mal pagados para un niño y que yo a mi edad no hacía ni la mitad de ellos. - A ver ¿de dónde vienes?.- pregunté intentando de nuevo que se abriera un poco y que dejase de patrocinarse como si fuera una mula de carga.
- Solo me has respondido que sabes hacer, pero te he preguntado más cosas que debo saber si quieres trabajar conmigo.- dije intentándome encontrar con su mirada. Realmente había trabajado de bastantes cosas, algo que me pareció positivo así podría encargarle de hacer muchos más trabajos, eran trabajos simples que no se necesitaba ninguna carrera para poderlos realizar, pero trabajos duros y mal pagados para un niño y que yo a mi edad no hacía ni la mitad de ellos. - A ver ¿de dónde vienes?.- pregunté intentando de nuevo que se abriera un poco y que dejase de patrocinarse como si fuera una mula de carga.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2012
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Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
Le mire por el rabillo del ojo sin inmutarme por su cerrazón, parecía que iba a atormentarme con una lluvia densa de preguntas y cuestionamientos que el mismo no planeaba responder y al final del día seria mi vida la que quedase expuesta con las visibles heridas y enmendaduras que como torpes hechuras arropaban lo más valioso en su interior – Lo lamento- no lo sentía en realidad, era una manera educada de dejar el imprevisto detrás, olvidado entre las conversación y las esporádicas preguntas que pronunciaba sin mayor pesar. Lo comprendía, hasta cierto punto, ahora vivía en sus dominios y necesitaba saber qué clase de persona era su nuevo empleado además, la primera impresión con el capataz no había sido del todo benéfica.
Acababa de confesarle la verdad más atroz de mi vida, no existía oración alguna que pudiese resumir mejor mi dolor, Levine había fallecido y con su muerte se había llevado parte de la vida de mis padres quienes a una, relativa, corta edad llevaban sobre sus hombros demasiados años sufridos. Era en torno a su muerte que giraba mí día a día, entregándome a los trabajos con el ánimo de sacarlos adelante, sin la ilusión de recuperar mi vida pasada pero con la esperanza de encontrar algo mejor. Me alegraba que decidiera dirigirse a unos temas más mundanos y menos pedregosos y espinados, yo sabía que mis ojos amenazaban con desbordarse cuando hablaba de Levine enmascarado bajo mi nombre.
- He vivido toda mi vida aquí, en París- en una modesta casa en los barrios mas deplorables, podría haberle dicho que tenia ahora hay un hogar pero la verdad era que por muy hospitalaria que mi familia pudiese ser y a pesar de que mis palabras hubiesen estado cargadas de buena intención Landerman no podría jamás poner un pie en ese lugar, no podía descubrir la verdad que se acunaba en mis mentiras y me recordaba lo mala persona que era, intentaba consolarme recordarme que solo así podría ayudarlos mejor, intentaba convencerme de lo que ya sabía con claridad, no era una mala persona pero si lo era lo era por un bien mayor y entonces, sabiendo eso, me dejaba de importar mentir o por lo menos intentaba que así fuese.
Acababa de confesarle la verdad más atroz de mi vida, no existía oración alguna que pudiese resumir mejor mi dolor, Levine había fallecido y con su muerte se había llevado parte de la vida de mis padres quienes a una, relativa, corta edad llevaban sobre sus hombros demasiados años sufridos. Era en torno a su muerte que giraba mí día a día, entregándome a los trabajos con el ánimo de sacarlos adelante, sin la ilusión de recuperar mi vida pasada pero con la esperanza de encontrar algo mejor. Me alegraba que decidiera dirigirse a unos temas más mundanos y menos pedregosos y espinados, yo sabía que mis ojos amenazaban con desbordarse cuando hablaba de Levine enmascarado bajo mi nombre.
- He vivido toda mi vida aquí, en París- en una modesta casa en los barrios mas deplorables, podría haberle dicho que tenia ahora hay un hogar pero la verdad era que por muy hospitalaria que mi familia pudiese ser y a pesar de que mis palabras hubiesen estado cargadas de buena intención Landerman no podría jamás poner un pie en ese lugar, no podía descubrir la verdad que se acunaba en mis mentiras y me recordaba lo mala persona que era, intentaba consolarme recordarme que solo así podría ayudarlos mejor, intentaba convencerme de lo que ya sabía con claridad, no era una mala persona pero si lo era lo era por un bien mayor y entonces, sabiendo eso, me dejaba de importar mentir o por lo menos intentaba que así fuese.
Lohane- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
Supongo que la historia de Levine a otra persona le habría roto el corazón o se habría puesto a llorar o a decirle que a partir de ahora todo iría bien, pero no sentí ningún tipo de empatía hacía él. No consideraba mi vida mucho más alegre que la suya por el simple hecho de tener dinero a montones, el destino tuvo la misma mala ostia conmigo como la que tiene para muchos otros aunque de formas distintas. Aún así admiraba su valentía y fuerza de voluntad para seguir adelante y tirar de su familia a pesar de ser un saco de huesos. Quizá fuera aquel hecho el que me convenció de dejarlo trabajar para mí porque su fuerza física desde luego no.
- Bien.- Dije poniéndome en pie.- Se acabo el descanso, vamos a poner estos chismes en marcha.- Me dirigí hacía uno de los cañones encendiendo una mecha.- Ven, voy a enseñarte lo que hay que hacer.
Pasamos el resto de la mañana probando los cañones, el trabajo de Levine consistía en disparar y contar los pasos del cañón hasta la bala, ya que no tardé en descubrir que no tenía ni idea de escribir ni mucho menos de matemáticas. Al principió lo ayude para garantizar que no habría ningún error por parte suya, pero rápidamente aprendió lo que tenía que hacer, hecho que me dio a pensar que más adelante si todo iba bien podría pagarle un profesor o enseñarle yo mismo a escribir y así podría ayudarme en otras tareas. A medida que se acercaba el mediodía el sol picaba con más fuerza. En medio de aquel campo no había ni un maldito árbol que hiciera sombra. Empecé a sudar y esto que me limitaba a estar de pie y apuntar en una hoja, Levine parecía estar a las últimas, cada vez iba más lento, pero seguía con su trabajo sin decir nada.
- ¡Levine! - chille des del otro lado del campo después de que disparara el ultimo cañón. Me resultaba divertida la cara que ponía cada vez que disparaba, apretando los ojos y los labios a causa del estruendo. - ¡Vamos!- le hice un gesto con el brazo en señal de que nos íbamos.
- La comida esta lista para cuando a usted guste.- Victor nos recibió con una jarra de agua y unos vasos.
- Yo comeré arriba, a las cuatro te quiero listo en mi despacho.- Le dije a Levine mientras desaparecía otra vez en mi despacho dejándole junto a Victor.
Me comí rápido el pollo exquisito con verduras, me imagine que a Levine le saldrían los ojos de las orbitas en cuanto viera la comida que le esperaba. Me tumbe en mi sillón echando la cabeza hacia atrás y me quede dormido por el cansancio mientras observaba el retrato de mi difunta mujer situado encima la mesa. No me percate en cuanto Levine entro en el despacho en las 4 en punto ya que seguía dormido.
- Bien.- Dije poniéndome en pie.- Se acabo el descanso, vamos a poner estos chismes en marcha.- Me dirigí hacía uno de los cañones encendiendo una mecha.- Ven, voy a enseñarte lo que hay que hacer.
Pasamos el resto de la mañana probando los cañones, el trabajo de Levine consistía en disparar y contar los pasos del cañón hasta la bala, ya que no tardé en descubrir que no tenía ni idea de escribir ni mucho menos de matemáticas. Al principió lo ayude para garantizar que no habría ningún error por parte suya, pero rápidamente aprendió lo que tenía que hacer, hecho que me dio a pensar que más adelante si todo iba bien podría pagarle un profesor o enseñarle yo mismo a escribir y así podría ayudarme en otras tareas. A medida que se acercaba el mediodía el sol picaba con más fuerza. En medio de aquel campo no había ni un maldito árbol que hiciera sombra. Empecé a sudar y esto que me limitaba a estar de pie y apuntar en una hoja, Levine parecía estar a las últimas, cada vez iba más lento, pero seguía con su trabajo sin decir nada.
- ¡Levine! - chille des del otro lado del campo después de que disparara el ultimo cañón. Me resultaba divertida la cara que ponía cada vez que disparaba, apretando los ojos y los labios a causa del estruendo. - ¡Vamos!- le hice un gesto con el brazo en señal de que nos íbamos.
- La comida esta lista para cuando a usted guste.- Victor nos recibió con una jarra de agua y unos vasos.
- Yo comeré arriba, a las cuatro te quiero listo en mi despacho.- Le dije a Levine mientras desaparecía otra vez en mi despacho dejándole junto a Victor.
Me comí rápido el pollo exquisito con verduras, me imagine que a Levine le saldrían los ojos de las orbitas en cuanto viera la comida que le esperaba. Me tumbe en mi sillón echando la cabeza hacia atrás y me quede dormido por el cansancio mientras observaba el retrato de mi difunta mujer situado encima la mesa. No me percate en cuanto Levine entro en el despacho en las 4 en punto ya que seguía dormido.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: En la Mansión del señor Landman (Lohane)
Mentir seria decir que no me desanimo el saber que iba a tener que seguir empujando aquellos pesados cañones, el truco yacía en hacerlo todo de la mejor manera sin importar las ganas que resguardaba en mi interior. Me puse de pie para prestar atención a las enseñanzas y pasos que el señora Landam pronunciaba con rapidez, disparar y contar. La labor hubiese sido más sencilla si en mi infancia alguien se hubiese molestado en enseñarme a escribir, encontré una manera eficaz y nada compleja de contar los pasos que terminaba por dar antes de toparme con la bala. Una línea por cada paso, empezando con los cañones de derecha a izquierda.
Debería haberme avisado del ensordecedor rugido que emergía de las entrañas de aquellos robustos objetos, el primer cañón me tomo por sorpresa y por ello no era difícil imaginar mi reacción. La segunda vez me había tapado los oídos y como resultado mi cuerpo entero pareció vibrar al unisonó del cañón. Las siguientes ocasiones me limite a encoger el rostro entre los hombros y entrecerrar los parpados, algo que ni siquiera pensaba antes de hacer y realmente una completa estupidez. El ruido no entra por los ojos, y eso hasta yo lo podía asegurar.
Al principio no supe si me hablaba a mi o no, su voz se mezclo con el grito de la pólvora -¡Ya voy!- me sacudí las manos sobre la tela que la camisa que llevaba puesta. Observe mis manos mientras caminaba trabajosamente, el sol me había quemado dejando una coloración rojiza que terminaría por dejarme como el trigo o quizás como las cenizas. Avance detrás de Landam con la libreta entre las manos y el cansancio sobre los hombros, si el trabajo iba a ser así todos los días pronto dejaría de lucir como un escualito enclenque, parecería un hombre de verdad. Suspire, si bien mi intención era ayudar a mi familia nunca había pensado en realmente dejar de lado todos y cada uno de los quehaceres femeninos. Ahora pensaba que mi verdad se sabría hasta el día en que falleciera.
Llegamos al castillo poco después con el debido recibimiento del mayordomo, ese viejo hombre me caía bien, no preguntaba nada. Asentí cuando se fue y pocos fueron los segundos que tuve que esperar para que trajeran la comida, me pareció que estaba en un banquete y muy a mi pesar, ajena a mi educación, me devore el plato entero. Yo dudaba que alguna vez algunos de esos hombres hubiesen sufrido los estragos del hambre, aquella sensación de vacío y frialdad que invadía el estomago y parecía destruir desde adentro. Quizás lo correcto hubiese sido disculparme por comer como un bárbaro –Estuvo delicioso- busque con la mirada a la mujer petacona que había hablado de mi delgadez el día anterior –Te quedo riquísimo- y pareció que mis palabras la animaron. Eso supuse por la abundante plática que me hizo a continuación.
Lo más relévate fue el hecho de que me preguntara si tenía alguna comida favorita, un platillo que de vez en cuando pudiese colar en la dieta del lugar –Quenelle- le había contestado, y aunque lo había comido solo en una ocasión podía asegurar que no había platico que se le pareciera. Me despedí cuando se avecinaban las cuatro y con ayuda de las indicaciones de la cocinera no tarde en dar con el supuesto despacho. Toque, una, dos, tres veces y al no recibir respuesta decidí entre abrir la puerta para asomar el rostro y asegurarme de que era aquel el lugar en que habíamos acordado vernos, o que el señor había decidido. Me quede unos segundos en la puerta sin saber si entrar y despertarlo o partir, decidí hacer caso a sus últimas palabras –Señor Landam- hable moviéndole el brazo sin demasiada aspereza, la aspereza que puede tener una mujer –Señor- parecía medio muerto.
Debería haberme avisado del ensordecedor rugido que emergía de las entrañas de aquellos robustos objetos, el primer cañón me tomo por sorpresa y por ello no era difícil imaginar mi reacción. La segunda vez me había tapado los oídos y como resultado mi cuerpo entero pareció vibrar al unisonó del cañón. Las siguientes ocasiones me limite a encoger el rostro entre los hombros y entrecerrar los parpados, algo que ni siquiera pensaba antes de hacer y realmente una completa estupidez. El ruido no entra por los ojos, y eso hasta yo lo podía asegurar.
Al principio no supe si me hablaba a mi o no, su voz se mezclo con el grito de la pólvora -¡Ya voy!- me sacudí las manos sobre la tela que la camisa que llevaba puesta. Observe mis manos mientras caminaba trabajosamente, el sol me había quemado dejando una coloración rojiza que terminaría por dejarme como el trigo o quizás como las cenizas. Avance detrás de Landam con la libreta entre las manos y el cansancio sobre los hombros, si el trabajo iba a ser así todos los días pronto dejaría de lucir como un escualito enclenque, parecería un hombre de verdad. Suspire, si bien mi intención era ayudar a mi familia nunca había pensado en realmente dejar de lado todos y cada uno de los quehaceres femeninos. Ahora pensaba que mi verdad se sabría hasta el día en que falleciera.
Llegamos al castillo poco después con el debido recibimiento del mayordomo, ese viejo hombre me caía bien, no preguntaba nada. Asentí cuando se fue y pocos fueron los segundos que tuve que esperar para que trajeran la comida, me pareció que estaba en un banquete y muy a mi pesar, ajena a mi educación, me devore el plato entero. Yo dudaba que alguna vez algunos de esos hombres hubiesen sufrido los estragos del hambre, aquella sensación de vacío y frialdad que invadía el estomago y parecía destruir desde adentro. Quizás lo correcto hubiese sido disculparme por comer como un bárbaro –Estuvo delicioso- busque con la mirada a la mujer petacona que había hablado de mi delgadez el día anterior –Te quedo riquísimo- y pareció que mis palabras la animaron. Eso supuse por la abundante plática que me hizo a continuación.
Lo más relévate fue el hecho de que me preguntara si tenía alguna comida favorita, un platillo que de vez en cuando pudiese colar en la dieta del lugar –Quenelle- le había contestado, y aunque lo había comido solo en una ocasión podía asegurar que no había platico que se le pareciera. Me despedí cuando se avecinaban las cuatro y con ayuda de las indicaciones de la cocinera no tarde en dar con el supuesto despacho. Toque, una, dos, tres veces y al no recibir respuesta decidí entre abrir la puerta para asomar el rostro y asegurarme de que era aquel el lugar en que habíamos acordado vernos, o que el señor había decidido. Me quede unos segundos en la puerta sin saber si entrar y despertarlo o partir, decidí hacer caso a sus últimas palabras –Señor Landam- hable moviéndole el brazo sin demasiada aspereza, la aspereza que puede tener una mujer –Señor- parecía medio muerto.
Lohane- Humano Clase Baja
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