AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿La última crisis?
2 participantes
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¿La última crisis?
por Gabriella de Beaucaire Lun Mar 18, 2013 11:08 pm
Buenas noches a mis compañeros de la noche, como era de esperar, solo podía aparecerme por aquí de noche para dejarles un… -La user la empuja- Bueno, si dejo que Gabriella exponga esto, sonará tedioso ¬¬ Hubiese preferido publicarlo como Maia, pero ya que esto no tiene mucho que ver con el rol o historias ficticias, no importa demasiado.
Bien, dejo que ustedes hagan sus propias conexiones, sé que sacarán conclusiones que posiblemente estén acertadas, pero no quiero decir más porque, de todos modos, ya todo está dicho dentro del spoiler. Pido una disculpa de antemano si les parece que el texto es un poco fuerte, pero así resulta ser la vida y pues… sé que muchos lo entenderán.
Sin más, dejo que me dejen sus opiniones a base de lo que leerán a partir de ahora.
¿La última crisis?
Bien, dejo que ustedes hagan sus propias conexiones, sé que sacarán conclusiones que posiblemente estén acertadas, pero no quiero decir más porque, de todos modos, ya todo está dicho dentro del spoiler. Pido una disculpa de antemano si les parece que el texto es un poco fuerte, pero así resulta ser la vida y pues… sé que muchos lo entenderán.
Sin más, dejo que me dejen sus opiniones a base de lo que leerán a partir de ahora.
¿La última crisis?
- Spoiler:
- ¿Hola? Uhm... Si está encendido, ¿no? Lo siento, nunca he hablado frente a una cámara y menos aun por una webcam. Seguro que esto en youtube no tendrá muchas visitas pero me di cuenta que escribiéndolo no iba a poder explicarlo como debe ser. ¿Debería decir mi nombre? No creo, siempre puede ser anonimo. Bueno, da igual, de cualquier forma habrá quien ya me conozca.
Me llamo Adalid, sí, un poco extraño, ¿no? Creo que en Europa es un nombre de hombre, pero aquí en América sería poco varonil apodar a un muchacho Ada. En fin, me estoy desviando del tema. ¿Nunca les ha pasado que mantienen una discusión con alguien que, francamente, no utiliza la lógica? Es de esas discusiones que te arrebatan la paciencia porque no tienen bases ni fundamentos. Bueno, ese malestar de frustración y angustia que se siente durante tal discusión, así es como se siente vivir con una persona que padece de esquizofrenia.
Claro, así pero multiplicado por diez y mucho más duradero.
No sería conveniente relatar cada detalle de mi vida, pero si tendrán que saber un poco de mi para entender mejor la conducta de un paciente esquizofrénico. Verán, mi madre padece esquizofrenia desde que yo tenía un año y algunos meses de edad, de manera que viví con sus crisis desde que tengo memoria. Al principio cada crisis me confundía a niveles peligrosos, haciéndome dudar de lo que era real o no; esto se debía especialmente a que mi madre y yo siempre tuvimos una relación fuerte y estrecha, siendo nosotras las más unidas de la familia.
Oh, no debo olvidar mencionar que mis padres se separaron poco después de que yo nací y quizás por eso se detonó la primera crisis.
En fin, siguiendo sobre mi infancia, era complicado ser criada por una mujer que sufría crisis de identidad, cuando afirmaba estar embarazada a pesar de que no tenía una vida sexual muy activa que digamos. O que aseguraba que sus hermanos deseaban matarla y corromper mi alma y, la única forma de impedirlo, era asesinándome a base de fármacos a los que tenía acceso por la farmacia en la que trabajaba. Bien, tal vez empecé con los datos más fuertes que puedo recordar, pero es para que se hagan una idea de mi confusión infantil. Sus crisis, según recuerdo, eran casi durante la misma época cada año, así que conforme yo iba creciendo, esperaba cada nueva explosión. Cada cambio de su personalidad que se alteraba y la convertía en una mujer totalmente diferente a la que yo conocía.
Les diré que como madre fue excesivamente buena conmigo. Era dulce, comprensiva y amorosa, pero a veces muy sobreprotectora y adoraba consentirme y cumplir cada pequeño capricho que yo le pidiera. Con los años, eso causó que mi dependencia hacia ella aumentara más y más. Supongo que la creencia de que si un hijo es demasiado consentido con el paso del tiempo se arrepiente de haber sido criado así es cierta, o al menos conmigo lo fue. Quizás, de haber sido más disciplinada, organizada y responsable, no me habría dolido tanto el como resultaron las cosas.
Ya sé que se preguntaran como una madre así podía cuidar de una niña, y bueno, debo decirles que yo no soy hija única. Tengo una hermana seis años mayor que yo. Pero eso dificultaría más el asunto, ¿no? Pues si que lo hacía, mi hermana era especialmente rebelde e independiente, pero creo que ese fue su salvavidas para tener una vida normal. Mi madre había sido internada una infinidad de veces en un hospital psiquiátrico donde le habían recetado ciertos medicamentos para controlar las crisis. Los primeros años resultó realmente duro pues aquel medicamento causaba unos efectos secundarios terribles, provocando asfixias y perdidas de la concentración importantes. Cuando cumplí los 10 u 11 años, encontraron un medicamento que le sentó de maravilla, siendo el aumento de peso el único efecto secundario.
Creo que estoy comenzando a aburrirlos, ¿no? Es decir, ya saben un poco más de mí, pero no les he contado lo que realmente es la esquizofrenia.
Después de seis o siete años sin más crisis (a excepción de una no muy potente en el 2011), creí que al fin tenía una oportunidad de vivir sin esa enfermedad. Claramente mi mamá había sufrido daños colaterales como obesidad, depresión y desempleo, pero aunque esas cosas suenan terribles dichas con tanta ligereza, les aseguro que una crisis de esquizofrenia aguda es peor que cualquiera de las tres. Aun así, yo finalmente vi la luz verde para avanzar en mi vida. Inicié la educación media superior, o la preparatoria, finalmente tuve el gozo de aprender y sentir que estaba siendo más de lo que nunca soñé poder ser. Había encontrado que tenía un gran don para escribir y me había enamorado de una persona maravillosa.
Sin embargo, es posible que yo haya hecho algo tan terrible e imperdonable en mi vida pasada, que la felicidad no pudiera durarme lo suficiente.
El medicamento que había funcionado tan bien en mi madre dejó de surtirse en todo el país, y resultaba casi imposible traerlo del extranjero por estrictas leyes sobre fármacos controlados. Aun recuerdo como cerré los ojos, con el alma hasta lo pies, y me escuché a mi misma susurrar: ― ‘No otra vez’.
Presumo que la sensación que tuve aquel día debía ser similar al de una persona que mira, justo frente a sus ojos, la primer ola de un tsunami de 20 metros de alto.
No sé como explicarlo en palabras, tal vez mis expresiones faciales expliquen mejor lo que siento… lo que sentí. Disculpen, debería aprender a controlar mejor las lágrimas pero al parecer nunca puedo conseguir que se sequen. Qué ridículo, ¿no? Uno pensaría que tras llorar tanto, ya no es capaz de hacerlo con el mismo sentimiento. Pero supongo que ese tipo de emociones nunca cesan del todo.
En fin… esta ha sido la última crisis hasta ahora. No puedo decir con exactitud cuando comenzó, pero me di cuenta que algo iba mal a mediados de Enero, y todo ha ido empeorando conforme pasan los días. Tal vez sea mi edad o el hecho de que ahora yo administro el dinero que me da mi padre, sea cual sea la razón, el comportamiento de mi madre es mucho más agresivo conmigo ahora que cuando yo era una niña. En aquel entonces, yo era su cómplice dentro de su pequeño país de las maravillas; ahora me he convertido en la reina roja, en aquella mujer que existe solo para atormentarla. He recibido una cantidad impresionante de insultos de su parte, aunque desde el 2011 me he vuelto mucho más fría y distante de su opinión sobre mí. Que dato tan curioso, ¿no creen? Siempre me he considerado dulce, abierta, amorosa, compasiva, solidaria y sobre todo tolerante; de un tiempo acá, sin embargo, reacciono de manera defensiva, aprendo a fingir tranquilidad aunque por dentro solo desee gritar, coger un cuchillo y abrirme las venas de las muñecas.
Esta es una de las consecuencias de vivir con alguien que padece esta enfermedad, supongo. Tan solo me pregunto si esto tiene marcha atrás… si aun tengo una posibilidad de salir de esta ola, de romper la superficie de agua en medio de todo este caos. Quizás un soy lo suficientemente fuerte para forjar mi propio destino, y destruir cada obstáculo que me haga dudar de mi cordura.
Por que, después de todo, sigo viva.
Gabriella de Beaucaire- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿La última crisis?
por Bluebelle T. Plum Miér Mar 20, 2013 4:16 am
He empezado a leer y la curiosidad me ha empujado a seguir hasta terminar de leer la última palabra, te doy la enhorabuena por la historia has echo que alguien a quién le aburre leer se quede pegada a la pantalla con tu historia :3
Saludos
Saludos
Bluebelle T. Plum- Vampiro Clase Baja
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Re: ¿La última crisis?
por Gabriella de Beaucaire Jue Abr 04, 2013 1:19 am
Muchas gracias por tu comentario. Es de las cosas que más trabajo me ha costado escribir, y sin embargo, lo hice con mucha fluidez. Creo que no muchos se sienten cómodos leyendo este tipo de historias, que suceden día a día. No planeaba continuarlo realmente, pero por como están las cosas, lo veo posible y necesario.
Culpable.
Culpable.
- Spoiler:
- ― ¡PERRA!
Sí, aun recuerdo su grito desesperado y sus ojos lacrimosos.
Sé lo que se están preguntando, ¿no es demasiado dos vídeos sobre un tema tan delicado? Bueno, he descubierto que me gusta bastante expresar los sentimientos que no demuestro en su momento, en vídeos que serán visto por unas pocas personas aburridas en Youtube. Sin embargo, es posible que este vídeo les resulte un poco más impactante que el anterior, pues mi realidad sobre la esquizofrenia había sido, hasta ahora, más bien indirecta. Vivir con una madre enferma de psicosis es complicado, pero no fue hasta hoy por la mañana que descubrí que todo puede empeorar.
Mientras dormía, una voz me llamaba entre sueños. Era dulce y severa a la vez, un melodioso sonido cargado de nostalgia y muchos recuerdos de felicidad. Con los ojos cerrados, creía que mi madre me llamaba detrás de la puerta, como lo hacía siempre cuando todavía estudiaba la educación media. Y entonces llegó ese asqueroso momento donde tu consciencia sale a flote, y te das cuenta de que tu sueño, tierno y conciliador, no era más que una forma endulzada de la realidad. Afuera de mi puerta no estaba mi madre, sino su hermano mayor, Roberto, mi tío menos preferido. Él es un hombre de piel clara (como toda mi familia), de poco cabello canoso, rostro joven y alto, tremendamente alto. Es el tipo de hombre que, con una mirada, te deja bien claro que no saldrás bien librado de una pelea. En fin, su voz serena y casi fría me despertó, y me ordenó vestirme y bajar al recibidor.
Ignoré el sueño que me invadía, mis ojos cansados y mi desesperado deseo de evadir lo que, sabía, estaría a punto de ocurrir. No había muchos motivos por lo que mi tío, que vivía a 40 minutos de mi casa, me despertara tan temprano. Sin dudarlo, me vestí y bajé al primer piso, donde encontré a mi otro tío, Alejandro, y su novia Mireya. Alejandro siempre había sido apuesto, de buena pinta, sencillo, presentable y con un feo pero permanente bigote negro sobre los labios. Mi madre estaba con ellos también, notablemente exasperada.
Detallarles cada expresión y cada palabra que fue dicha me quitaría mucho tiempo. ¿Saben que no puedo superar los 15 minutos de vídeo? Bueno, probablemente no tarde tanto. De cualquier modo, la incomodidad, la locura y la prisa eran los protagonistas de aquella "reunión familiar", que mi madre detestaba. Mi estomago no paraba de gruñir, pero no por hambre, sino por nervios. Sabía lo que ocurriría sin ninguna duda, y saberlo no hacía nada para mantenerme relajada. La discusión fue breve y no tardamos en partir al "hospital", donde le dijimos a mi madre que íbamos a ir. Para nuestra buena fortuna, ella no se cuestionó el hecho de que estuviésemos en dirección contraria al Hospital, hasta que ya nos encontrábamos en el verdadero destino... una clínica psiquiátrica.
"Clínica psiquiátrica".
¿Se dan cuenta lo aterrador que suena en la realidad? Imaginen un momento que están ahí, que no se trata de una película religiosa o de terror. No es ni Constantin ni Freddy Kruger. Es la realidad. Están ahí, y uno de ustedes no saldrá. Dentro de mí podía sentir que me ardía el pecho, que el nombre de la clínica me era repugnante y que solo quería sacar a mi amada mami de ahí; pero sabía bien a lo que íbamos, conocía bien las intenciones de mis tíos y mi obligación era apoyarlos en lo que hiciera falta. Mentir, someter, aguantar e ignorar. Todo por el bien de mi madre, quien parecía odiarme.
Claramente no pudimos entrar de inmediato, con ella rehusándose a pasar el portal, más similar al de una cárcel que al de un hospital. Habían hombres ahí que trabajaban en la clínica, y junto con ellos y mi tío Roberto, pudimos ingresarla. La paciencia era una exigencia de la clínica, debido al papeleo, la consulta con el psiquiatra, la espera, la preparación del cuarto, más espera, el ingreso absoluto.
Algo que debo resaltar, es la mala relación que tengo con mis tíos. Si les preguntasen, probablemente tendrían una linda imagen de mí; la niña que siempre cuidó de su madre, la que era más responsable que su hermana mayor, la que era tierna y sumisa. Sin embargo, de eso ya había pasado más de un año, tiempo suficiente para convertirme en una persona nueva y diferente. Ellos ya no podían conocerme, porque el tiempo y las circunstancias habían forjado mi personalidad de manera dura y reservada. No, no soy una persona fría y distante. Aun así, hablar sobre mi madre, enfrentarme a su enfermedad, y sobrevivir con el 99% de mí misma, requería cierto control sobre mis emociones, que ante ojos de personas que me conocieron de niña, significaba encerrar cada uno de mis sentimientos, tragarlos y, más tarde, cuando pudiese estar sola, dejarlos salir a todo pulmón.
Oh, eso me recuerda a una canción. "Que difícil se me hace, mantenerme en este viaje, sin saber a donde voy en realidad. Si es de ida o de vuelta, si el fulgor es la primera... si volver es una forma de llegar. Que difícil se me hace, cargar todo este equipaje, hace dura la subida al caminar. Esta realidad tirana, que se ríe a carcajadas... porque espera que me canse de buscar". Siempre he creído que esta canción es una digna expresión de mis sentimientos. Bueno, aquí tienen mi himno.
Regresando al tema del internamiento... ¿Pueden imaginárselo? Es decir, de verdad. ¿Pueden imaginar lo que es abandonar a una persona inteligente ahí? No quiero llamar estúpidos a los demás, pero debo decir que... mi mamá fue especialmente difícil. No en cuanto a que se opusiera, pues en ese lugar la resistencia física no era un gran obstáculo. Me refiero a esa mirada consciente, a sus palabras paranoicas cargadas de verdad. En todo el proceso, ella me miró, me sentenció a su odio y su desprecio, a sus lágrimas que me torturaban y me castigaban con fuertes sentimientos de culpa. Ella era consciente de cuanto me hería de esa forma. Tocó los puntos más sensibles de mi coraza, que tan arduamente había construido; me adjudicó sus problemas al decir que, de no ser por mí y mi egoísmo, mi padre podría transferirle el dinero que, según ella, merecía. No es sino hasta hace unos días que comprendí que, en su subconsciente, yo siempre fui una tarjeta de débito para ella.
Poco antes de llevarla a su habitación en la clínica, se acercó a mí, con lágrimas en los ojos y mirada severa, y me abofeteó con fuerza. Me tomó tan por sorpresa que grité de aquella manera melodramática y ridícula que suelen actuar en las telenovelas. Mis tíos me miraron, alarmados, y se acercaron a mi con la intención de consolarme, como si fuese una niña pequeña que no entendía el comportamiento de su madre loca. Pero yo los detuve, demasiado más molesta con ellos que con mi propia mamá. No quería rebajarme de nuevo al papel de la niña pasiva, pues había tenido que lidiar con tantas responsabilidades de adulta, que me parecía justo exigir el respeto y la distancia emocional que se le presta a cualquier otro adulto.
La habitación.
El momento culminante había llegado, y yo no me sentía preparada. A pesar de eso, fingí estarlo, creí que podría entrar, despedirme de ella, e irme de inmediato. Sin embargo, no me esperaba lo que vi. Realmente era como una prisión, una cárcel bizarra donde no predominaba el terror asesino, sino el delirio y la fragilidad. Las habitaciones tenían ventanas sin cristales, con tubos de hierro cruzándose en cuadrados, con el tamaño suficiente para que la cabeza no cupiera. Espero y no se estén imaginando un bello edificio, pulcro y esterilizado, con habitaciones blancas y aire acondicionado. Oh, no. Aquellas habitaciones casi estaban al aire libre, con un pequeño patio en donde caía la luz del sol. En cada habitación había unas ocho o diez camas, con el mismo número de internos. Todos confundidos y paranoicos.
Habían quienes aseguraban ser un famoso cantante de rock, y otros que pedían unos cuantos pesos para comprar cigarrillos. Era deprimente, pero estaba limpio y parecían tener un firme control sobre sus actividades. El hecho de que la directora de la clínica siguiera andando mientras nos guiaba, me perturbó. No la dejarían con los demás el mismo día, claramente. Pensaban aislarla en una habitación con poca luz; cuando entramos, el olor rancio de la orina me sorprendió y me llenó los ojos de lágrimas. ¡No! No podía dejar a mi hermosa y trastornada madre ahí. Sería tan inhumano que darme un tiro en la cabeza no sería suficiente castigo. Ella también se quejó, y a su vez, la directora reprendió a la muchacha de limpieza. Eso me alivió un poco, saber que esas condiciones no eran en absoluto aceptables.
Tuvieron que dejar a mi mamá con las demás mujeres de una habitación, quienes la recibieron calidamente, aunque con palabras sin sentido. Me despedí de ella como pude, reprimiendo cualquier emoción al oírla quejarse de la cárcel donde la había dejado. Finalmente, volvemos al inicio.
― ¡PERRA!
Mi camino a la salida fue silencioso, frío como el hielo, cansado. Solo quería volver a casa, a pesar de que ahí, mi única compañía serían los dos indiferentes gatos, y la cariñosa cachorra que acababa de adoptar. En realidad, su compañía me hizo mucho bien. Sin golpes bajos, sin palabras hirientes y sin delirios constantes.
Y cuando cayó la noche... pensé en lo bien que me caería desahogarme haciendo este vídeo.
Señoras y señores... sigo aquí, y estoy viva.
Gabriella de Beaucaire- Vampiro Clase Alta
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