AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
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Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
Killer Bee
La orden de Killer Bee era clara, eliminar a Douvrá, un cambiaformas felino, un profano saqueador de importantes Iglesias y además, se había atrevido a tener cópula con una mujer normal, y así la condenó también. Livítico 20:15, y cualquiera que tuviere cópula con bestia, morirá; y mataréis a la bestia. Aquella desdichada mujer había ya muerto por las manos de la inquisidora. Esa noche sería turno de Douvrá. Lo siguió todo el día, a pesar de ser un felino no era muy listo, o al menos, ocultaba su astucia para encarar amenazas inesperadas.
Entrada la noche, aquella abominación se acercó a una mujer, una morena de ojos claros. Coqueteó con ella y luego de que no accediera la empujó a un callejón. Killer Bee sonrió, aquel infortunado hecho para la mujer llevó a Douvrá al campo de batalla y éste, obsesionado por tomar virginidades, no se había dado cuenta. La inquisidora, la astuta y mortal abeja esperó paciente a que él perdiera el control absoluto, esperó a que la mujer luchara y se encomendará a Dios, y cuando la situación por fin se prestó. Killer Bee sacó de su cinturón de utensilios, una bomba de humo, la encendió y la hizo rodar con dirección al cambiaformas.
Killer Bee no esperó a escuchar los tosidos, sino que pegó la carrera para agazaparse sobre Douvrá; éste, sin prevenirlo fue embestido por la inquisidora sacándolo de la cortina de humo. El cambiaformas se sacó la camisa para iniciar su transformación, sin embargo, recibió varios golpes de Killer Bee en el rostro. Él retrocedió y aprovechando la distancia, la inquisidora aprovechó para correr a él, barrerse a escasos metros y una vez pasando entre sus piernas, cogerlo de sus tobillos e impulsarse para levantar su cuerpo verticalmente, entrelazar sus fuertes y definidas piernas en el cuello de éste, ganar impulso y alzarse hasta quedar encima de él. Cuando lo logró sacó una punta envenenada y se la clavó en el cuello.
Douvrá no gritó, rugió. Sus ojos se pusieron blancos y tomándola de las piernas la arrojó a donde estaba la mujer. Ambas cayeron y juntas observaron la transformación de él en un jaguar. La inquisidora se puso de pie y lo miró directamente a sus ojos felinos. La bestia rugió y se puso en una postura amenazante. —¡Qué sucede gatito, ven de una vez por mí!— le espetó y con sus ojos inyectados de sangre Douvrá, como el grande jaguar, se abalanzó hacía Killer Bee. La inquisidora pegó la carrera y en el momento en el que él estuvo por arrojarse con sus fauces sobre el cuello de ella. La mortal abeja se impulsó y saltó por encima de él, el felino se frenó y se quiso dar vuelta para arremeter en contra de Killer Bee, mas no lo consiguió, la inquisidora fue más rápida y con sus cañones preparados disparó dos mortales balas que atravesaron el corazón de la bestia. Douvrá cayó moribundo, su transformación terminó, el veneno por fin lo inhabilitaba, destruyendo sus defensas y dejando que la plata en su corazón se esparciera con mortalidad.
Cuando Killer Bee se reincorporó, él ya estaba muerto. —¡In nomine patris et filii et spiritus sancti!— se santiguó y vio con dirección a la estupefacta y aterrada mujer a quien había salvado. La inquisidora caminó un poco agotada hacía ella y cuando estuvo a punto de sonreírle y brindarle su mano para ayudarle a ponerse en pie, el brillo felino en los ojos de ella la delató. —Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra bestias, contra señores de los siglos, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los cielos— recitó a Efecios por inercia y levantó el cañón contra ella. —Bestia infernal... Yo liberaré tu alma de ese cuerpo maldito— concluyó,; sin embargo, no jaló el gatillo. –Sólo se me ordenó matar a Douvrá– se justificó ya que no quiso aceptar el motivo que la detuvo y la hizo no disparar. —¡Vete, no salgas de noche y mantén un perfil bajo. Soy Killer Bee y la próxima vez que nos veamos será para que yo jale el gatillo— dijo y desapareció del lugar ayudándose del humo que se dispersaba a espaldas de la morena.
Entrada la noche, aquella abominación se acercó a una mujer, una morena de ojos claros. Coqueteó con ella y luego de que no accediera la empujó a un callejón. Killer Bee sonrió, aquel infortunado hecho para la mujer llevó a Douvrá al campo de batalla y éste, obsesionado por tomar virginidades, no se había dado cuenta. La inquisidora, la astuta y mortal abeja esperó paciente a que él perdiera el control absoluto, esperó a que la mujer luchara y se encomendará a Dios, y cuando la situación por fin se prestó. Killer Bee sacó de su cinturón de utensilios, una bomba de humo, la encendió y la hizo rodar con dirección al cambiaformas.
Killer Bee no esperó a escuchar los tosidos, sino que pegó la carrera para agazaparse sobre Douvrá; éste, sin prevenirlo fue embestido por la inquisidora sacándolo de la cortina de humo. El cambiaformas se sacó la camisa para iniciar su transformación, sin embargo, recibió varios golpes de Killer Bee en el rostro. Él retrocedió y aprovechando la distancia, la inquisidora aprovechó para correr a él, barrerse a escasos metros y una vez pasando entre sus piernas, cogerlo de sus tobillos e impulsarse para levantar su cuerpo verticalmente, entrelazar sus fuertes y definidas piernas en el cuello de éste, ganar impulso y alzarse hasta quedar encima de él. Cuando lo logró sacó una punta envenenada y se la clavó en el cuello.
Douvrá no gritó, rugió. Sus ojos se pusieron blancos y tomándola de las piernas la arrojó a donde estaba la mujer. Ambas cayeron y juntas observaron la transformación de él en un jaguar. La inquisidora se puso de pie y lo miró directamente a sus ojos felinos. La bestia rugió y se puso en una postura amenazante. —¡Qué sucede gatito, ven de una vez por mí!— le espetó y con sus ojos inyectados de sangre Douvrá, como el grande jaguar, se abalanzó hacía Killer Bee. La inquisidora pegó la carrera y en el momento en el que él estuvo por arrojarse con sus fauces sobre el cuello de ella. La mortal abeja se impulsó y saltó por encima de él, el felino se frenó y se quiso dar vuelta para arremeter en contra de Killer Bee, mas no lo consiguió, la inquisidora fue más rápida y con sus cañones preparados disparó dos mortales balas que atravesaron el corazón de la bestia. Douvrá cayó moribundo, su transformación terminó, el veneno por fin lo inhabilitaba, destruyendo sus defensas y dejando que la plata en su corazón se esparciera con mortalidad.
Cuando Killer Bee se reincorporó, él ya estaba muerto. —¡In nomine patris et filii et spiritus sancti!— se santiguó y vio con dirección a la estupefacta y aterrada mujer a quien había salvado. La inquisidora caminó un poco agotada hacía ella y cuando estuvo a punto de sonreírle y brindarle su mano para ayudarle a ponerse en pie, el brillo felino en los ojos de ella la delató. —Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra bestias, contra señores de los siglos, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los cielos— recitó a Efecios por inercia y levantó el cañón contra ella. —Bestia infernal... Yo liberaré tu alma de ese cuerpo maldito— concluyó,; sin embargo, no jaló el gatillo. –Sólo se me ordenó matar a Douvrá– se justificó ya que no quiso aceptar el motivo que la detuvo y la hizo no disparar. —¡Vete, no salgas de noche y mantén un perfil bajo. Soy Killer Bee y la próxima vez que nos veamos será para que yo jale el gatillo— dijo y desapareció del lugar ayudándose del humo que se dispersaba a espaldas de la morena.
Camile White
La noche hizo aparición el día sábado del mes de abril, aunque para Cammy todos los días eran nuevos desde que Viviana y su transformación revolucionaron su vida. Esa noche las cosas cambiaría para su pequeña y aterrada Viviana. Desde hacía semanas se mantenía encerrada en su habitación por el temor de que le considerasen una monstruo los criados al ser una cambiaformas... ¿cambiaformas? Ni siquiera podía comprenderlo, no lo quería comprender y mucho menos aceptar, y aunque eso podría hacerla cuestionar sobre su verdadera identidad, sobre las diferencias físicas entre ella y su madre y la ausencia de su padre, la pequeña niña no echaba al costal más mortificaciones. Amaba a su madre y no había nadie más para ella.
Cammy salió de su habitación con un vestido rojo, su cabellos en perfectos bucles rubios y portando un precioso diamante en su anular izquierdo. La líder y ama de la casa Londinense caminó por el largo pasillo del rellano que la condujo hasta los escalones principales. Su destino era el vestíbulo, ahí, la esperaba la mujer que cambiaría la vida de Viviana y Cammy esperaba que fuera para bien, apostaba todo en aquella mujer que seis años atrás había salvado y que respondía al nombre de Charlotte Hinault. Había sido sencillo localizarla, pero no hacer que viniera; sin embargo, Audrey era un hombre con mucha labia y consiguió convencerla.
Posiblemente el hecho de que aquella inquisidora solicitara su presencia era la principal razón de que asistiera, al menos eso quería pensar Cammy pese a la advertencia que aquella noche le había soltado con un gajo de discriminación. Cammy finalmente interrumpió en la sala, Charlotte la esperaba de pie y evidentemente lucía sorprendida, si bien era cierto que con ese atuendo, esos rizos dorados y su seductora figura manifestada en el provocativo vestido escarlata, podían hacer creer a cualquiera que la mujer que veían no era la inquisidora, para Charlotte era fácil identificar que el cambio de Camile no radicaba en su imagen, sino en su apariencia como una inmortal, como una vampiro.
—Confieso que no soy de las mujeres que faltan a su palabra, pero como lo vez querida Charlotte, no soy la mujer que aquella noche amenazó tu vida— le dijo y la invitó a tomar asiento, su asistente personal llevó el té y le sirvió a ambas aunque era consciente de que su ama no lo tomaría. Camile le puso dos cucharadas y lo meneó brevemente sin apartar sus ojos del cálido líquido que desprendía un delicioso aroma hecho vapor. —Tengo una hija, una hermosa niña de nombre Viviana que nació como cambiaformas, recurro a usted para que le enseñe a controlar sus transformaciones. Por favor, está aterrada, su padre desapareció y yo... carezco de un conocimiento que me permita ayudarle sin mencionar el hecho de que en la mañana me es imposible vigilarla y sé ya sabe por qué— le dijo sin rogarle, pero si como un llamado desesperado. Después de todo ella era su única alternativa para que su niña pudiera controlarse y superar la crisis de identidad que en esos momentos la sumían en una depresión.
Charlotte era su esperanza, la esperanza de ambas.
Cammy salió de su habitación con un vestido rojo, su cabellos en perfectos bucles rubios y portando un precioso diamante en su anular izquierdo. La líder y ama de la casa Londinense caminó por el largo pasillo del rellano que la condujo hasta los escalones principales. Su destino era el vestíbulo, ahí, la esperaba la mujer que cambiaría la vida de Viviana y Cammy esperaba que fuera para bien, apostaba todo en aquella mujer que seis años atrás había salvado y que respondía al nombre de Charlotte Hinault. Había sido sencillo localizarla, pero no hacer que viniera; sin embargo, Audrey era un hombre con mucha labia y consiguió convencerla.
Posiblemente el hecho de que aquella inquisidora solicitara su presencia era la principal razón de que asistiera, al menos eso quería pensar Cammy pese a la advertencia que aquella noche le había soltado con un gajo de discriminación. Cammy finalmente interrumpió en la sala, Charlotte la esperaba de pie y evidentemente lucía sorprendida, si bien era cierto que con ese atuendo, esos rizos dorados y su seductora figura manifestada en el provocativo vestido escarlata, podían hacer creer a cualquiera que la mujer que veían no era la inquisidora, para Charlotte era fácil identificar que el cambio de Camile no radicaba en su imagen, sino en su apariencia como una inmortal, como una vampiro.
—Confieso que no soy de las mujeres que faltan a su palabra, pero como lo vez querida Charlotte, no soy la mujer que aquella noche amenazó tu vida— le dijo y la invitó a tomar asiento, su asistente personal llevó el té y le sirvió a ambas aunque era consciente de que su ama no lo tomaría. Camile le puso dos cucharadas y lo meneó brevemente sin apartar sus ojos del cálido líquido que desprendía un delicioso aroma hecho vapor. —Tengo una hija, una hermosa niña de nombre Viviana que nació como cambiaformas, recurro a usted para que le enseñe a controlar sus transformaciones. Por favor, está aterrada, su padre desapareció y yo... carezco de un conocimiento que me permita ayudarle sin mencionar el hecho de que en la mañana me es imposible vigilarla y sé ya sabe por qué— le dijo sin rogarle, pero si como un llamado desesperado. Después de todo ella era su única alternativa para que su niña pudiera controlarse y superar la crisis de identidad que en esos momentos la sumían en una depresión.
Charlotte era su esperanza, la esperanza de ambas.
Viviana White
—Señorita White... Es hora de levantarse— le anunció su dama personal desde el otro lado de la puerta, ya había tocado tres veces la puerta y Viviana no respondía. Pero en esta ocasión no se debía a que estuviera dormida. La heredera de los White había madrugado, estaba bañada y arreglada; si bien era cierto que el moño rosa en su cabeza estaba chueco, lucía hermosa. Anne tocó dos veces más antes de llamarle y entonces Viviana caminó hasta la puerta lánguidamente y abrió la puerta.
—Buenos días Anne— le dijo Viviana con un ligero tono de tristeza, —disculpe señorita, no sabía que ya estaba despierta, pero ya la están esperando—. Sí, aquella mujer que esperaba en la sala de estar era la razón por la que Viviana despertó temprano, el por qué estaba tan nerviosa. De hecho, la pequeña había dormido poco. Y no era para menos, su madre le había confesado que la mujer que se convertiría en su institutriz a partir de ese día era una cambiaformas y le ayudaría a superar su crisis. Al haber escuchado esa noticia ella había manifestado una euforia que hizo sonreír a Camile, por fin tendría a alguien con la que podría hablar, alguien que respondería a todas sus preguntas pero así como se disparó el entusiasmo, así le invadió un profundo temor y nerviosismo de no saber como interactuar con ella.
Anne la sacó de sus cavilaciones, le había dicho que la señorita era muy amable, que le encantaría y aunque Viviana sonrió al escucharlo no podía evitar demostrar su nerviosismo. —Bajaré— dijo hecha un manojo de nervios, caminó lentamente, a veces se detenía y volteaba a ver a Anne para rearmarse de valor y continuar su camino. Tardó diez minutos para llegar a la sala de estar y la vio, una mujer de cabello castaño le dio la espalda.
—Señorita Charlotte, la señorita White está aquí... con su permiso me paso a retirar— dijo pero antes de que saliera Viviana se aferró a ella, Anne le sonrió inyectándole de valor y dándole la confianza para voltear a ver a la mujer que ya la observaba. —Buenos días señorita, es un placer conocerla— saludó flexionando sus piernas al tiempo en el que tomaba su falda con ambas manos y hacía una caravana. —Mi nombre es Viviana— concluyó.
—Buenos días Anne— le dijo Viviana con un ligero tono de tristeza, —disculpe señorita, no sabía que ya estaba despierta, pero ya la están esperando—. Sí, aquella mujer que esperaba en la sala de estar era la razón por la que Viviana despertó temprano, el por qué estaba tan nerviosa. De hecho, la pequeña había dormido poco. Y no era para menos, su madre le había confesado que la mujer que se convertiría en su institutriz a partir de ese día era una cambiaformas y le ayudaría a superar su crisis. Al haber escuchado esa noticia ella había manifestado una euforia que hizo sonreír a Camile, por fin tendría a alguien con la que podría hablar, alguien que respondería a todas sus preguntas pero así como se disparó el entusiasmo, así le invadió un profundo temor y nerviosismo de no saber como interactuar con ella.
Anne la sacó de sus cavilaciones, le había dicho que la señorita era muy amable, que le encantaría y aunque Viviana sonrió al escucharlo no podía evitar demostrar su nerviosismo. —Bajaré— dijo hecha un manojo de nervios, caminó lentamente, a veces se detenía y volteaba a ver a Anne para rearmarse de valor y continuar su camino. Tardó diez minutos para llegar a la sala de estar y la vio, una mujer de cabello castaño le dio la espalda.
—Señorita Charlotte, la señorita White está aquí... con su permiso me paso a retirar— dijo pero antes de que saliera Viviana se aferró a ella, Anne le sonrió inyectándole de valor y dándole la confianza para voltear a ver a la mujer que ya la observaba. —Buenos días señorita, es un placer conocerla— saludó flexionando sus piernas al tiempo en el que tomaba su falda con ambas manos y hacía una caravana. —Mi nombre es Viviana— concluyó.
Viviana White- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/03/2014
Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
París, Francia - 1800
Le habían dicho que no saliera sola y que el mundo del exterior era un peligro. Charlotte estaba harta de eso, sabía gracias a sus padres adoptivos que sus verdaderos progenitores estaban muertos y que murieron por ella, por proteger a su amada hija de aquellos que en nombre de un Dios mataban a todos los que fueran sobrenaturales. Era consciente de eso pero tampoco planeaba vivir una vida escondida tras cuatro paredes, en la seguridad que le brindaba aquella mansión y mucho menos tras sus padres humanos. La pareja la amaba en gran medida pero por sus venas aún corría sangre cambiaformas y eso le impulsaba a buscar la libertad, la naturaleza y los nuevos descubrimientos.Aquella tarde fingió ir a dormir temprano por un dolor de cabeza, aprovechando que nadie la molestaría en su cuarto hasta la mañana siguiente. Si de algo le gustaba aquella condición de cambiaformas era que de esa manera podía escapar y regresar sin que se diesen cuenta; la joven avanzó hasta la ventana y después de abrirla salto desde un piso de altura, cayendo perfectamente de pie. Sacudió cuidadosamente su vestido y entonces salió de aquella mansión, de su prisión personal.
Logró llegar a las calles más céntricas cuando la noche ya había caído, se sentía finalmente libre y contenta consigo misma por haberlo hecho todo por su cuenta. Se encontraba recargada en una pared, observando a las personas caminar cuando un hombre se acerco hasta ella, presumió de saber la naturaleza de ella y claro, Charlotte noto la suya, pero existía algo en aquel desconocido que no le agradaba. El hombre se presento como Douvrá quien trato de convencerla de ir a un lugar mucho más “divertido” con él; Charlotte se negó, pero de igual manera fue arrastrada por aquel sujeto. Era la primera vez que se veía en aquella situación y que debería defenderse de aquel susodicho, por lo que dejó que creyera que llevara el control y espero a que se alejaran cada vez más de la seguridad de las calles céntricas para poder hacer su movimiento.
En un instante Douvrá se le lanzó encima y todo cambio.
El humo apareció tan rápido que no supo que fue lo que sucedía, tosió y se alejo hacía atrás unos pasos. Hasta sus oídos llego un golpe seco, solo para que cuando el humo comenzara a esfumarse apareciera además del cambiaformas una mujer; la mera visión de la desconocida provoco en ella un escalofrío y se mantuvo inmóvil, observando como la batalla se desarrollaba y siendo testigo de la manera en que actuaban los denominados inquisidores. Lo que la saco de su estado de sopor fue el caer al lado de aquella mujer, alguien como ella debió ser el asesino de sus padres y no hubo duda de eso al respecto cuando finalmente la inquisidora termino con Douvrá y una terrible tristeza la embargo. Su cuerpo temblaba y sus ojos fueron a la mujer aquella que se acercaba, resplandeciendo con el brillo de una sobrenatural que pensaba en huir, pero que su cuerpo no daba respuesta alguna.
Aquel cañón apunto a ella y cerro los ojos, por primera vez pensó que salir aquella noche había sido el peor error de su vida y espero la muerte, solo que la muerte nunca llego. No existió palabra alguna de su parte, se levanto a trompicones y antes de desaparecer entre la oscuridad de un callejón se volvió a aquella mujer de los cabellos oscuros.
– Charlotte… Hinault – no estuvo segura de porque dio su nombre, quizás era una manera burda de demostrarle algo de agradecimiento.
Desde ese momento y en adelante, cuando sus padres supieron todo lo que vivió estuvo esperando el momento en que aquella inquisidora fuera a cumplir su palabra.
Londres, Inglaterra - 1806
La despedida con su familia fue rápida, no quería arrepentirse de ultimo momento y antes de haberse dado cuenta se encontraba en un lugar muy alejado de casa.
Apenas había llegado a la que era la mansión White, fue llevada al lugar donde se vería con Camile, la inquisidora. La sorpresa en la cara de Charlotte no pudo ocultarse, aquella mujer distaba mucho de ser la inquisidora que permanecía grabada en su mente. Los oscuros cabellos no existían más y su humanidad era solo un recuerdo, pero lo que más le sorprendió fue el motivo por el cual estaba ahí. Realmente no le interesaba saber demasiado de los White, estaba para cumplir con una deuda aunque en el proceso terminaría inevitablemente por enterarse de más de lo que deseara saber.
Sin saber el motivo por el que lo hacía, termino aceptando todo aquello. Permanecer en la masón White y enseñar a Viviana a controlar sus poderes.
Un suspiro salió de sus labios al recordar precisamente esa reunión de hacía dos días atrás. Los White le dieron ese tiempo para instalarse y asegurarse de que todo estuviera en orden, pero ahora era el momento de conocer a la pequeña Viviana y se encontraba un tanto nerviosa. Aún pensaba que en algún momento sería asesinada, pero eso no evitaba que deseara ver a la hija de Camile y mucho menos porque sentía que de una manera inexplicable tenía más en común con esa niña que con alguien más.
Se encontraba sentada en la sala de estar. El sonido de los pasos llegó a ella antes que las personas y no se volvió en dirección a Anne hasta que habló e instintivamente se levanto.
– Gracias... – dijo mirando a la mujer y después sus ojos fueron a la pequeña Viviana. La niña tenía los cabellos castaños y una mirada hermosa, tenía el moño ligeramente chueco pero eso le daba un aire tan tierno que Charlotte no pudo más que sonreír. Los modales de la pequeña eran sorprendentes, pero normales para alguien que ha sido criada por personas de alta tal como los White. Avanzó hasta estar cerca de Viviana y se inclino para quedar más a su altura – Buenos días, Viviana. Mi nombre es Charlotte y seré tu institutriz a partir de este momento – viendo a la niña fue que supo que sería imposible no abrirle su corazón y que una vez que lo hiciera, no importaría si su madre era o no una inquisidora, ni si intentaría matarla, igual ella no dejaría a Viviana.
– Vamos a tomar asiento unos momentos, ¿si? – camino de vuelta hasta el sillón y aguardo porque la niña llegara y también se sentara – Viviana, me ha dicho tu madre que tu y yo somos muy parecidas ¿Sabes por qué? – primero que nada, buscaba conocer que tanto es que sabía aquella niña de su naturaleza y de ahí podrían partir.
Ackley Hinault- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 07/01/2013
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Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
La observó con tímidez, le parecía una mujer muy imponente pero a la vez comprensiva y alguien a la que podía confiarle lo que fuera, cuando vio sus ojos sobre ella supo que no le haría daño, ya la veía con cariño y ella no sabía porqué y eso le hacía tener miedo. Con la cabeza en el suelo siguió a Charlotte como sí Viviana fuera la invitada y no la anfitriona. De pronto se sintió como la desconocida, sin saber quién era y quiso ponerse a llorar por no poder tener a su mamá junto a ella. Se sentó frente a la bella dama y mantuvo su mirada en el suelo hasta que la cuestionó, entonces alzó la mirada con tímidez mirándola atentamente; la pequeña no alcanzaba el suelo por lo que jugo con sus pies moviéndolos de un lado a otro sin hablar, era como si no pudiese hacerlo y sólo se encogió de hombros.
Los gestos cambiaron y se entristeció desviando la mirada a la derecha y nuevamente al suelo, quiso volver a llorar y sus ojos se le humedecieron. —¿Qué es lo que soy?— dijo sin más mientras espesas lágrimas brotaban por sus inocentes ojos. Recordó entonces la primera vez que se transformó, en contra de su voluntad, frente a su madre en la noche en que cumplía sus 5 años, había sido una pesadilla pero a pesar de todo, su madre no la veía como el monstruo que se creía que era, parecía que ya había tenido contacto con ese tipo de seres, esos monstruos que se transformaban en animales. Viviana pensó en muchas cosas, le rogaba a Dios cuando le llevaba su tío Audrey o Scott a la Iglesia, le deceia que porque le sucedíá eso, si ella no se portaba mal, bueno lo hacía antes y le había prometido al Señor que sería una niña buena y trataría bien a la servidumbre, pero rogaba que le quitara esa maldición, lo imploraba y siempre lloraba en la Iglesia.
Por supuesto, sus tíos, especialmente Scott, buscaban saber a que se debía el llanto de la niña, el porqué había cambiado su temperamento, ¿quién le había robado la felicidad? Discutía Scott con Camile diciéndole que era mejor que la niña se fuera con él, después de todo Camile se justificaba que tenía una enfermedad y no podía salir de día por eso no dormía en la noche. «Ella necesita a una madre o un padre que la cuide a todas horas... Compréndelo Camile» le recriminaba y Viviana, del otro lado de la puerta sólo escuchaba aterrada de que volviera a cambiar en ese animal.
Salió de sus pensamientos y se limpió las lágrimas con sus pequeñas manos. —¿Soy un monstruo?— dijo con tristeza sabiendo que su madre le había explicado que no era así, que tenía una naturaleza diferente pero no debería de sentirse mal ni odiarse, por ese motivo estaba Charlotte con ella, no solamente para enseñarle a controlar sus poderes, sino para transmitirle la confianza y aceptación, además claro de una educación en la Ilustración y el idioma francés.
Viviana alzó el rostro hacia Charlotte y suspiró. —Mi mami me dijo que hay personas como yo y tenemos muchos nombres, ella los llama cambiantes. Me dijo que eras como yo, pero tu eres muy linda y no sé en que te puedes parecer a mí. ¿Tu tienes las respuestas... me puedes ayudar para que ya no sea lo que soy?— le rogó con un brillo de esperanza en sus tiernos ojos.
Los gestos cambiaron y se entristeció desviando la mirada a la derecha y nuevamente al suelo, quiso volver a llorar y sus ojos se le humedecieron. —¿Qué es lo que soy?— dijo sin más mientras espesas lágrimas brotaban por sus inocentes ojos. Recordó entonces la primera vez que se transformó, en contra de su voluntad, frente a su madre en la noche en que cumplía sus 5 años, había sido una pesadilla pero a pesar de todo, su madre no la veía como el monstruo que se creía que era, parecía que ya había tenido contacto con ese tipo de seres, esos monstruos que se transformaban en animales. Viviana pensó en muchas cosas, le rogaba a Dios cuando le llevaba su tío Audrey o Scott a la Iglesia, le deceia que porque le sucedíá eso, si ella no se portaba mal, bueno lo hacía antes y le había prometido al Señor que sería una niña buena y trataría bien a la servidumbre, pero rogaba que le quitara esa maldición, lo imploraba y siempre lloraba en la Iglesia.
Por supuesto, sus tíos, especialmente Scott, buscaban saber a que se debía el llanto de la niña, el porqué había cambiado su temperamento, ¿quién le había robado la felicidad? Discutía Scott con Camile diciéndole que era mejor que la niña se fuera con él, después de todo Camile se justificaba que tenía una enfermedad y no podía salir de día por eso no dormía en la noche. «Ella necesita a una madre o un padre que la cuide a todas horas... Compréndelo Camile» le recriminaba y Viviana, del otro lado de la puerta sólo escuchaba aterrada de que volviera a cambiar en ese animal.
Salió de sus pensamientos y se limpió las lágrimas con sus pequeñas manos. —¿Soy un monstruo?— dijo con tristeza sabiendo que su madre le había explicado que no era así, que tenía una naturaleza diferente pero no debería de sentirse mal ni odiarse, por ese motivo estaba Charlotte con ella, no solamente para enseñarle a controlar sus poderes, sino para transmitirle la confianza y aceptación, además claro de una educación en la Ilustración y el idioma francés.
Viviana alzó el rostro hacia Charlotte y suspiró. —Mi mami me dijo que hay personas como yo y tenemos muchos nombres, ella los llama cambiantes. Me dijo que eras como yo, pero tu eres muy linda y no sé en que te puedes parecer a mí. ¿Tu tienes las respuestas... me puedes ayudar para que ya no sea lo que soy?— le rogó con un brillo de esperanza en sus tiernos ojos.
Viviana White- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 11/03/2014
Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
De haber sido ella no instruida desde su infancia seguramente habría sido igual que Viviana, luciendo temerosa y mirando en dirección al suelo, como si mirar a las demás personas fuera a transmitirles una maldición que cargaba dentro y que poco a poco consumía a la infante. Charlotte la veía y ante sus ojos, era una niña encantadora que en cuanto aprendiera lo que había ido a enseñarle sonreiría como todos los pequeños solían hacerlo a esa edad, deseosos de salir y explorar el mundo, deseosos de crecer y de ser grandes personas.
La cambiante se cuestiono a si misma. ¿Sabría la pequeña que hacía su madre? Lo más sensato era que no supiera nada, mucho menos considerando que antiguamente se dedicaba a asesinar seres como ellas.
Frente a frente, espero que Viviana comenzara a hablar y dijese que conocía. Gruesas lágrimas brotaron de aquellos ojos llenos de sinceridad y carentes de malicia alguna, que solo provocaron que el corazón se le oprimiera en el pecho.
– Eres Viviana White, alguien que va a aprender a controlar su naturaleza para que de esa manera todo te sea mucho más sencillo – le sonrió con cariño y sinceridad, no esperaba ver aquellas lágrimas, pero más que eso, no esperaba ver el dolor existente en alguien como Viviana. Para Charlotte, su naturaleza siempre había sido una manera más de divertirse y al mismo tiempo de aprender más de si misma, pero no para todos era tan sencillo aceptar esa clase de aspectos de su vida.
Empuño las manos y las coloco sobre la falda de su vestido, el deseo de acercarse y retirar las lágrimas en las mejillas de la pequeña eran grandes, pero se contenía porque era su primer encuentro y no buscaba asustar a Viviana con sus actuares imprudentes. Para llegar a la confianza que ella esperaba formar entre ambas, faltaba un largo camino.
Se mantuvo observando en dirección a la inocente cambiante y movió la cabeza en negativa ante su siguiente pregunta.
– No somos monstruos, solo somos personas diferentes Viviana. Tu y yo tenemos una habilidad que otras personas no tienen pero que es necesario que aprendamos a controlar – suspiro – no todos en el mundo son capaces de aceptar esta habilidad y por eso tu mamá quiere que te ayude – se levanto entonces y fue a sentarse en un espacio disponible al lado de la pequeña – Yo creo que eres muy bonita y no me pareces un monstruo, eres muy linda.
El silencio surgió entre ellas unos instantes mientras que la joven cambiaformas dudaba aparentemente en responder a la duda que Charlotte había expresado, pero después de un suave suspiro, la voz de Viviana fluyó.
– Pero si te he dicho que también eres muy linda y tu madre tiene razón; nos llaman cambiantes porque somos personas que pueden volverse animales – se sintió levemente apenada de las palabras de la niña y luego busco con la mirada la de Viviana, la sonrisa que llevaba antes en los labios se volvió una mueca de completa seriedad – Nosotros no podemos dejar de ser lo que somos Viviana, pero puedes aprender a controlarlo, cuando yo era pequeña no podía controlar mis cambios, pero ahora puedo hacerlo si es que deseo. Puedo enseñarte a hacerlo y si es que no quieres transformarte más entonces sabrás como evitarlo ¿Te parece la idea?
La cambiante se cuestiono a si misma. ¿Sabría la pequeña que hacía su madre? Lo más sensato era que no supiera nada, mucho menos considerando que antiguamente se dedicaba a asesinar seres como ellas.
Frente a frente, espero que Viviana comenzara a hablar y dijese que conocía. Gruesas lágrimas brotaron de aquellos ojos llenos de sinceridad y carentes de malicia alguna, que solo provocaron que el corazón se le oprimiera en el pecho.
– Eres Viviana White, alguien que va a aprender a controlar su naturaleza para que de esa manera todo te sea mucho más sencillo – le sonrió con cariño y sinceridad, no esperaba ver aquellas lágrimas, pero más que eso, no esperaba ver el dolor existente en alguien como Viviana. Para Charlotte, su naturaleza siempre había sido una manera más de divertirse y al mismo tiempo de aprender más de si misma, pero no para todos era tan sencillo aceptar esa clase de aspectos de su vida.
Empuño las manos y las coloco sobre la falda de su vestido, el deseo de acercarse y retirar las lágrimas en las mejillas de la pequeña eran grandes, pero se contenía porque era su primer encuentro y no buscaba asustar a Viviana con sus actuares imprudentes. Para llegar a la confianza que ella esperaba formar entre ambas, faltaba un largo camino.
Se mantuvo observando en dirección a la inocente cambiante y movió la cabeza en negativa ante su siguiente pregunta.
– No somos monstruos, solo somos personas diferentes Viviana. Tu y yo tenemos una habilidad que otras personas no tienen pero que es necesario que aprendamos a controlar – suspiro – no todos en el mundo son capaces de aceptar esta habilidad y por eso tu mamá quiere que te ayude – se levanto entonces y fue a sentarse en un espacio disponible al lado de la pequeña – Yo creo que eres muy bonita y no me pareces un monstruo, eres muy linda.
El silencio surgió entre ellas unos instantes mientras que la joven cambiaformas dudaba aparentemente en responder a la duda que Charlotte había expresado, pero después de un suave suspiro, la voz de Viviana fluyó.
– Pero si te he dicho que también eres muy linda y tu madre tiene razón; nos llaman cambiantes porque somos personas que pueden volverse animales – se sintió levemente apenada de las palabras de la niña y luego busco con la mirada la de Viviana, la sonrisa que llevaba antes en los labios se volvió una mueca de completa seriedad – Nosotros no podemos dejar de ser lo que somos Viviana, pero puedes aprender a controlarlo, cuando yo era pequeña no podía controlar mis cambios, pero ahora puedo hacerlo si es que deseo. Puedo enseñarte a hacerlo y si es que no quieres transformarte más entonces sabrás como evitarlo ¿Te parece la idea?
Ackley Hinault- Cambiante Clase Alta
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Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
Su madre ya se lo había dicho, no era una enfermedad ni una maldición, tan sólo eran personas con habilidades especiales; pero ella debió preguntar, en el fondo quería escuchar que si había una cura pues «¿quién mejor que una cambiante para decirle que existe una mágica poción que le ayudase a curarse?» pero, su sueño se había desplomado. Suspiró cuando su institutriz dejó de hablar, terminando su propuesta. Viviana se encogió de hombros viendo el suelo en todo momento, comenzó a mover sus piernas hacía adelante y hacía atrás dejando que un silencio se apoderara de la habitación.
—Mi mami me dijo que eso harías, me enseñarías a que controle mi transformación— rompió el silencio y con lágrimas en sus ojos la miró a los ojos, a los bellos ojos felinos de Charlotte. —Tengo miedo... tengo miedo de que sepan que soy un mons...— dejó de hablar para que no le reprendiera, como si en ese primer día Charlotte se atreviera. —Que soy una cambiante— volvió a perder su mirada en el suelo y regresar al juego de sus piernas. —Harás más que sólo enseñarme a controlarme, ¿verdad? volvió a romper el silencio sin voltearla a ver. —Mi tío Audrey me dijo que me enseñarás francés entre otras muchas cosas—.
De pronto, y sin esperearlo se giró hacía Charlotte y se abalanzó sobre ella, ocultando su rostro húmedo por el llanto en el vestido de su institutriz abrazándola con cariño. —Gracias por haber venido y aceptar se mi instituttriz— le dijo en tiernas palabras y volvió a reincorporarse limpiándose el llanto. —¿Vas a ser mi amiga?— le sonrió y se puso de pie tomándola de la mano, quiso arrojarse a ella nuevamente pero se controló. —Vamos al jardín de atrás, es un lugar cerrado y nadie nos molestará— propusó y después de que Charlotte se puso de pie Viviana comenzó a correr completamente feliz, justo como lo hacía cuando la visitaba sus tíos Scott y Chelsea.
Llegó al jardín sin saber si Charlotte le había seguido o si sabía como llegar, pero confiaba que conocía ya la casa y sobre todo, los lugares en donde Viviana pasaba el tiempo cuando estaba sola, con la única compañía de sus criados con los que llegó a ser prepotente todavía días después de conocer el horror de su naturaleza. Comenzó a dar vueltas sobre si misma riendo y cayó de espaldas sobre el pasto perfectamente cuidado, el moño se desbarató y ella no dejó de ver las nubes del cielo como si estuviera sola. —Sé que mi mami es diferente a los demás, no es como yo ni como mis tíos, ni como cualquier otra persona; ¿qué es ella?— dijo confiando en que Charlotte estaba ahí y era la única que podía escucharle.
—Mi mami me dijo que eso harías, me enseñarías a que controle mi transformación— rompió el silencio y con lágrimas en sus ojos la miró a los ojos, a los bellos ojos felinos de Charlotte. —Tengo miedo... tengo miedo de que sepan que soy un mons...— dejó de hablar para que no le reprendiera, como si en ese primer día Charlotte se atreviera. —Que soy una cambiante— volvió a perder su mirada en el suelo y regresar al juego de sus piernas. —Harás más que sólo enseñarme a controlarme, ¿verdad? volvió a romper el silencio sin voltearla a ver. —Mi tío Audrey me dijo que me enseñarás francés entre otras muchas cosas—.
De pronto, y sin esperearlo se giró hacía Charlotte y se abalanzó sobre ella, ocultando su rostro húmedo por el llanto en el vestido de su institutriz abrazándola con cariño. —Gracias por haber venido y aceptar se mi instituttriz— le dijo en tiernas palabras y volvió a reincorporarse limpiándose el llanto. —¿Vas a ser mi amiga?— le sonrió y se puso de pie tomándola de la mano, quiso arrojarse a ella nuevamente pero se controló. —Vamos al jardín de atrás, es un lugar cerrado y nadie nos molestará— propusó y después de que Charlotte se puso de pie Viviana comenzó a correr completamente feliz, justo como lo hacía cuando la visitaba sus tíos Scott y Chelsea.
Llegó al jardín sin saber si Charlotte le había seguido o si sabía como llegar, pero confiaba que conocía ya la casa y sobre todo, los lugares en donde Viviana pasaba el tiempo cuando estaba sola, con la única compañía de sus criados con los que llegó a ser prepotente todavía días después de conocer el horror de su naturaleza. Comenzó a dar vueltas sobre si misma riendo y cayó de espaldas sobre el pasto perfectamente cuidado, el moño se desbarató y ella no dejó de ver las nubes del cielo como si estuviera sola. —Sé que mi mami es diferente a los demás, no es como yo ni como mis tíos, ni como cualquier otra persona; ¿qué es ella?— dijo confiando en que Charlotte estaba ahí y era la única que podía escucharle.
Viviana White- Cambiante Clase Alta
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Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
La cara de la pequeña hacía que el corazón de Charlotte se apretujara en su pecho. Nunca creyó poder llegar a ver esa clase de sufrimiento por una condición de cambiante. Cierto era, que todo sobrenatural tenía sus desventajas al estar en aquel mundo, rodeados de la “normalidad” mientras que ellos salían de esas normas y eran tratados como lo peor del mundo; pero no era tan malo una vez que se aprendía a aceptarse y te dabas cuenta de que las cosas, no podían ser mejor de lo que eran. Viviana se mantenía a un lado de ella, silente. La pequeña movía sus piernas y parecía sumida en sus ideas, tal vez, en un mundo donde no compartiera la condición de Charlotte.
Sonrió con pesar. Monstruos; en un sin fin de ocasiones escucho aquella palabra cuando los amigos de sus padres se referían a las criaturas extrañas que existían en el mundo, pero que ninguno aseguraba conocer. Cada vez que se miraba al espejo, trataba de encontrar eso que las personas denominaban monstruoso y por más que buscara, le era imposible encontrarlo.
– Tu madre tiene razón y nadie sabrá lo que eres – los dedos de Charlotte recorrieron las mejillas de la pequeña, en un intento de tranquilizarla – Cuando aprendas lo que voy a enseñarte, nunca nadie que no quieras se enterara de ello – si de esa forma podía mantener aquellos inocentes ojos libres del sufrimiento, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa – ¿Tu tío te ha dicho eso? Vaya que ha querido arruinar la sorpresa – rió – Te enseñare todo lo que yo sé y si, el francés esta entre ello.
En un segundo, la pequeña Viviana estaba abrazada a ella. Si Charlotte pensó en que no podía alejarse de ella antes, ahora, ante ese sincero acto de confianza y agradecimiento se prometio realmente cuidar a Viviana de todo y de todos aquellos que trataran de lastimarla. Olvido completamente que la madre de la niña había sido una inquisidora y que por poco que terminaba con su vida, ignoro que su presencia era parte de una deuda de vida y solo se enfoco en cuidar de la pequeña.
– No hay de que y claro que seremos amigas. Voy a serlo siempre que quieras que lo sea – Rápidamente la joven cambiaformas pareció superar los pesares que agobiaban su corazón, invitando a Charlotte a salir al jardín, lugar donde sin dudas sería apropiado para seguir hablando sobre la naturaleza cambiante de ambas.
Divertida ante la alegría ajena, siguió a Viviana desde una distancia que considero prudente. La niña no se perdería de su sentidos y aunque no corría tras ella, tampoco tardo mucho en llegar al lugar donde la infante se dejaba caer en el suelo. Los enormes jardines de la mansión White eran hermosos y tranquilizadores. Con cuidado avanzo hasta un sitio cercano y la niña, sentándose en el pasto y observando todo a su alrededor.
– Es cierto, ti madre es diferente a nosotros y a tus tíos pero no estoy segura de ser quien deba revelarte esas cosas – miro en dirección a la pequeña. Un secreto tan grande como aquel no era su deber contarlo – ¿Por qué no le preguntas a ella? Seguramente te dirá lo que es – dicho eso, se recostó en el pasto al igual que Viviana – Este sitio es muy lindo, me encantaría correr por aquí – suspiro, diciendo aquello más para si que para su joven aprendiz. En momentos como ese, sus animales internos deseaban probar la libertad – Viviana ¿Cuántas veces has cambiado? – la pregunta no estaba orientada a hacer sufrir a nadie, pero aquello debía conocerlo para darse una idea más acertada de las ocasiones y situaciones donde la infatúe cambio.
Sonrió con pesar. Monstruos; en un sin fin de ocasiones escucho aquella palabra cuando los amigos de sus padres se referían a las criaturas extrañas que existían en el mundo, pero que ninguno aseguraba conocer. Cada vez que se miraba al espejo, trataba de encontrar eso que las personas denominaban monstruoso y por más que buscara, le era imposible encontrarlo.
– Tu madre tiene razón y nadie sabrá lo que eres – los dedos de Charlotte recorrieron las mejillas de la pequeña, en un intento de tranquilizarla – Cuando aprendas lo que voy a enseñarte, nunca nadie que no quieras se enterara de ello – si de esa forma podía mantener aquellos inocentes ojos libres del sufrimiento, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa – ¿Tu tío te ha dicho eso? Vaya que ha querido arruinar la sorpresa – rió – Te enseñare todo lo que yo sé y si, el francés esta entre ello.
En un segundo, la pequeña Viviana estaba abrazada a ella. Si Charlotte pensó en que no podía alejarse de ella antes, ahora, ante ese sincero acto de confianza y agradecimiento se prometio realmente cuidar a Viviana de todo y de todos aquellos que trataran de lastimarla. Olvido completamente que la madre de la niña había sido una inquisidora y que por poco que terminaba con su vida, ignoro que su presencia era parte de una deuda de vida y solo se enfoco en cuidar de la pequeña.
– No hay de que y claro que seremos amigas. Voy a serlo siempre que quieras que lo sea – Rápidamente la joven cambiaformas pareció superar los pesares que agobiaban su corazón, invitando a Charlotte a salir al jardín, lugar donde sin dudas sería apropiado para seguir hablando sobre la naturaleza cambiante de ambas.
Divertida ante la alegría ajena, siguió a Viviana desde una distancia que considero prudente. La niña no se perdería de su sentidos y aunque no corría tras ella, tampoco tardo mucho en llegar al lugar donde la infante se dejaba caer en el suelo. Los enormes jardines de la mansión White eran hermosos y tranquilizadores. Con cuidado avanzo hasta un sitio cercano y la niña, sentándose en el pasto y observando todo a su alrededor.
– Es cierto, ti madre es diferente a nosotros y a tus tíos pero no estoy segura de ser quien deba revelarte esas cosas – miro en dirección a la pequeña. Un secreto tan grande como aquel no era su deber contarlo – ¿Por qué no le preguntas a ella? Seguramente te dirá lo que es – dicho eso, se recostó en el pasto al igual que Viviana – Este sitio es muy lindo, me encantaría correr por aquí – suspiro, diciendo aquello más para si que para su joven aprendiz. En momentos como ese, sus animales internos deseaban probar la libertad – Viviana ¿Cuántas veces has cambiado? – la pregunta no estaba orientada a hacer sufrir a nadie, pero aquello debía conocerlo para darse una idea más acertada de las ocasiones y situaciones donde la infatúe cambio.
Ackley Hinault- Cambiante Clase Alta
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Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
La pequeña volteó a mirar a la que a partir de ese momento era ya su amiga. La miró con una sonrisa poniendo atención a todo lo que decía y como lo decía. Entonces, cuando Charlotte terminó pidiéndole que recordara aquel primer día y cuantas veces había sufrido ese tormento se sumió en un mutismo. Sus facciones tiernas se volvieron serias, pero no por su última pregunta. —Lo sabes— dijo con un gesto de rencor, luego, volteó a ver a su institutriz poniéndose de pie, sus ojos se llenaron de lágrimas y sus labios temblaron. —Dices que quieres ser mi amiga y no me lo dices— quiso echarse a llorar, pero no lo hizo, sólo una lágrima logró escaparse de esos ojos hermosos que le pertenecían a Viviana. —Tu sabes lo que es mi mamá y no me lo quieres decir— le recriminó al fin y sin poder evitarlo más el llanto comenzó a manchar sus mejillas.
Estaba enojada y dio pasos hacia atrás para que no se acercara. —Tu lo sabes y no me lo quieres decir— volvió a decir en un tono lastimero, casi cercano a un berrinche. Intentó secar sus ojos con sus pequeñas manitas y la miró con rencor. —¡Dímelo!— le gritó, como la niña mimada que había sido, la que conseguía lo que quería. —Tienes que decírmelo, no puedes decir que no… porque tu prometiste ser mi amiga— suavizó sus palabras, empleando ahora el chantaje y nuevamente las lágrimas rodaron en su rostro.
Después de un breve tiempo se sintió derrotada y se dejó caer en el suelo, sin decir nada comenzó arrancar el pasto y arrojarlo a los costados. Su mirada se perdió y por un momento pareció que se sentía estar sola. —Siempre me lo pregunto, cuando me llevan al parque y veo a todas esas niñas con sus mamis y papis y yo, sola con mi nana los veo. ¿Por qué mi mami no me puede acompañar al parque por las mañanas?, ¿dónde está mi papi?— a su mente llegaron esos recuerdos. Donde fingía ser fuerte y no importarle nada mientras su nana inventaba una historia para persuadirla de tal modo que no le preguntara lo que ella tampoco sabía.
Aquellas mañanas en las que despertaba y corría a la alcoba de Camile para encontrarla cerrada y con ordenes de no ser molestada, ni siquiera, ella por ser la hija y heredera de los White tenía derecho de interrumpir el sueño de la señora de la casa y líder de los Londinenses. Su madre no la había visto dar sus primeros pasos, o escuchar decir sus primeras palabras. No jugaba con ella por los días ni paseaban por Londres u otras partes de Inglaterra por no mencionar el resto de Europa o el Nuevo Continente.
Viviana no tenía dudas del amor que Camile le tenía, pero era consiente de la línea fría que su madre trazó entre ambas. La pequeña la necesitaba por las mañanas, ¿de qué servía estar con ella 3, 4 horas a lo mucho?, aunque su primera transformación se realizó con ella presente, las dos que le siguieron fue en su ausencia. Recordó que antes de transformarse corrió hasta la alcoba y toco la puerta con desesperación gritando que iba a suceder, los guardias la retiraron y encerrada en su cuarto se transformó. Viviana suspiró.
—Yo sólo quiero saber— susurró.
Estaba enojada y dio pasos hacia atrás para que no se acercara. —Tu lo sabes y no me lo quieres decir— volvió a decir en un tono lastimero, casi cercano a un berrinche. Intentó secar sus ojos con sus pequeñas manitas y la miró con rencor. —¡Dímelo!— le gritó, como la niña mimada que había sido, la que conseguía lo que quería. —Tienes que decírmelo, no puedes decir que no… porque tu prometiste ser mi amiga— suavizó sus palabras, empleando ahora el chantaje y nuevamente las lágrimas rodaron en su rostro.
Después de un breve tiempo se sintió derrotada y se dejó caer en el suelo, sin decir nada comenzó arrancar el pasto y arrojarlo a los costados. Su mirada se perdió y por un momento pareció que se sentía estar sola. —Siempre me lo pregunto, cuando me llevan al parque y veo a todas esas niñas con sus mamis y papis y yo, sola con mi nana los veo. ¿Por qué mi mami no me puede acompañar al parque por las mañanas?, ¿dónde está mi papi?— a su mente llegaron esos recuerdos. Donde fingía ser fuerte y no importarle nada mientras su nana inventaba una historia para persuadirla de tal modo que no le preguntara lo que ella tampoco sabía.
Aquellas mañanas en las que despertaba y corría a la alcoba de Camile para encontrarla cerrada y con ordenes de no ser molestada, ni siquiera, ella por ser la hija y heredera de los White tenía derecho de interrumpir el sueño de la señora de la casa y líder de los Londinenses. Su madre no la había visto dar sus primeros pasos, o escuchar decir sus primeras palabras. No jugaba con ella por los días ni paseaban por Londres u otras partes de Inglaterra por no mencionar el resto de Europa o el Nuevo Continente.
Viviana no tenía dudas del amor que Camile le tenía, pero era consiente de la línea fría que su madre trazó entre ambas. La pequeña la necesitaba por las mañanas, ¿de qué servía estar con ella 3, 4 horas a lo mucho?, aunque su primera transformación se realizó con ella presente, las dos que le siguieron fue en su ausencia. Recordó que antes de transformarse corrió hasta la alcoba y toco la puerta con desesperación gritando que iba a suceder, los guardias la retiraron y encerrada en su cuarto se transformó. Viviana suspiró.
—Yo sólo quiero saber— susurró.
Viviana White- Cambiante Clase Alta
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Re: Crisis de identidad I | Charlotte Hinault | BSTE
Su intención no era para nada herir a la pequeña Viviana, apenas llevaba poco tiempo a su lado y ya sabía que era una cambiante encantadora, que una vez que aprendiera sería el orgullo de su madre y de todos los White, incluso sería orgullo de ella. Un suspiro salió de los labios de Charlotte, trataba de mantenerse serena y no dejarse llevar por los sentimientos que despertara en ella la pequeña; decirle que era su madre no le correspondía a ella y de decirlo, ¿Qué consecuencias le generaría? Pese a que la antes inquisidora luciera completamente diferente, la cambiante recordaba con perfección la facilidad con la que asesino a otro de su misma raza; ella no planeaba correr el mismo destino.
– Viviana, si quiero ser tu amiga y… – las lagrimas de la niña le conmovieron el corazón y trato de alcanzarla con su mano, solo para ver como daba un paso hacía atrás para no dejarse alcanzar por ella. La voz infantil le recriminaba todo aquello y Charlotte no la culpaba por los gritos, la molestía y los berrinches que hiciera; era una niña, estaba consciente de eso. Tampoco era culpa de ninguna que su madre prefiriera mantener en secreto algunas cosas a su niña.
– ¿Cómo quieres que te lo diga si no te calmas? – necesitaba tranquilizarla antes de poder proceder a hacer cualquier otra cosa. También era requerido que sus propios pensamientos se aclamaran y se ayudara a si misma a decidir que era lo mejor en esa situación. Con pesar escucho lo que la niña pensaba al respecto de todo eso y fue finalmente cuando se decidió a ser quien diera a Viviana algunas explicaciones. ¿Camille le culparía o recriminaría? No lo creía, después de todo fue llevada hasta Inglaterra con el propósito de ser institutriz de Viviana y como tal debía contarle no solo sobre los cambiantes, sino sobre las otras razas; esos conocimientos serían básicos para la supervivencia de la niña en el futuro y presente, no se podía aguardar más, pese a lo que otros pensaran.
Suspiro profundo, observo en dirección a la pequeña que se mantenía arrancando pasto para lanzarlo a los costados y sonrió.
– Veras entonces, tu madre es un ser diferente como nosotros. Nosotros cambiamos de forma y ella no puede salir de día. Los rayos del sol terminarían por matarla ¿Has oído historias de esos sobre naturales? – le miro con curiosidad, tratando de que los ojos de la pequeña volvieran a los suyos – También existen otros aparte de los que son como tu madre y nosotros, dime ¿Que tantos sobre naturales conoces? ¿Qué has escuchado de ellos? – se acercó un poco más a la niña – Dime que sabes y en qué tienes dudas. Lo esencial sobre las razas será lo primero que te enseñare – Ahí estaba la primera lección y quizás la que más importante fuera a sentir la pequeña descendiente de los White, después de todo, esa lección le uniría a su madre un poco más, al menos eso esperaba.
– Viviana, si quiero ser tu amiga y… – las lagrimas de la niña le conmovieron el corazón y trato de alcanzarla con su mano, solo para ver como daba un paso hacía atrás para no dejarse alcanzar por ella. La voz infantil le recriminaba todo aquello y Charlotte no la culpaba por los gritos, la molestía y los berrinches que hiciera; era una niña, estaba consciente de eso. Tampoco era culpa de ninguna que su madre prefiriera mantener en secreto algunas cosas a su niña.
– ¿Cómo quieres que te lo diga si no te calmas? – necesitaba tranquilizarla antes de poder proceder a hacer cualquier otra cosa. También era requerido que sus propios pensamientos se aclamaran y se ayudara a si misma a decidir que era lo mejor en esa situación. Con pesar escucho lo que la niña pensaba al respecto de todo eso y fue finalmente cuando se decidió a ser quien diera a Viviana algunas explicaciones. ¿Camille le culparía o recriminaría? No lo creía, después de todo fue llevada hasta Inglaterra con el propósito de ser institutriz de Viviana y como tal debía contarle no solo sobre los cambiantes, sino sobre las otras razas; esos conocimientos serían básicos para la supervivencia de la niña en el futuro y presente, no se podía aguardar más, pese a lo que otros pensaran.
Suspiro profundo, observo en dirección a la pequeña que se mantenía arrancando pasto para lanzarlo a los costados y sonrió.
– Veras entonces, tu madre es un ser diferente como nosotros. Nosotros cambiamos de forma y ella no puede salir de día. Los rayos del sol terminarían por matarla ¿Has oído historias de esos sobre naturales? – le miro con curiosidad, tratando de que los ojos de la pequeña volvieran a los suyos – También existen otros aparte de los que son como tu madre y nosotros, dime ¿Que tantos sobre naturales conoces? ¿Qué has escuchado de ellos? – se acercó un poco más a la niña – Dime que sabes y en qué tienes dudas. Lo esencial sobre las razas será lo primero que te enseñare – Ahí estaba la primera lección y quizás la que más importante fuera a sentir la pequeña descendiente de los White, después de todo, esa lección le uniría a su madre un poco más, al menos eso esperaba.
Ackley Hinault- Cambiante Clase Alta
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