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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Corradine Grimaldi Sáb Mar 23, 2013 5:14 pm


Simple Pleasures by Greg Maroney on Grooveshark

Despertó apenas el sol despuntaba, una punzada  a la altura de la espalda baja,  la había sobresaltado, se movió con suavidad y lentitud, Ruggero  dormía a su lado, acarició su  abultado vientre  - cuanto has crecido bebé, en estas ultimas semanas – pensó mientras se incorporaba en el lecho quedando sentada, se giró levemente y  contempló con adoración a su esposo  dormir, tranquilo, con el semblante sereno, y el pecho que bajaba y subía suavemente al ritmo de la respiración. Tuvo deseos de tocarlo, acariciar ese pecho en el cual sentía tanta paz cuando él la abrazaba, quiso besar esos labios que entreabiertos eran el paraíso que ella añoraba siempre aunque se encontraran en la misma habitación y el mismos lecho.

Se contuvo, no deseaba que él se levantara y saliera en visita de negocios o en busca de nuevas tierras que le dieran a la pequeña familia Rosso un mejor pasar económico – no necesito más nada, que sus besos señor Rosso, tal vez le pediría más tiempo juntos pero sé que todo lo que hace es para que a nuestros pequeños Ruggeros no les falte nada – susurró, estaba segura de que sus bebés – si eran dos - serían  niños y había decidido llamarlo como su amado, esperaba que él no se opusiera.

Simplemente se sonrió  por sus cavilaciones y en un susurro le dijo – te amo – antes de levantarse con  dificultad, hacía varios días que el moverse se estaba volviendo un poco complicado. Al descender del lecho,  una nueva oleada de dolor la traspasó, estuvo a punto de gritar, pero se mordió los labios, eso provocó que el sudor le cubriera la frente, - llamaré a Estella – pensó mientras, estiraba su brazo y jalaba del cordón que servía para dicho propósito.

Luego de respirar profundamente varias veces y de soltar el aire por la boca, el dolor cedió, terminó de calzarse y abrigada con un salto de cama grueso y suave,  se acercó al balcón, abrió la puerta que daba a exterior y salió  a tomar el aire frio del amanecer, el cielo se estaba tiñendo de rosado y celeste, volvió a pasar su mano por el vientre que se movió – si fuerais dos como vuestro  padre y su hermano, os enseñaría muchas cosa, que mi padre y vuestro tío Giro me enseñaron – les habló en vos baja, como arrullándolos – deberán ser unidos, y nunca estar enfrentados, amarse a pesar de todo y todos – una idea angustiante pasó por su mente, - ¿y si muero en el parto? – no era tan descabellado pensar eso, muchas mujeres morían por ello y hacía muy poco,  una de sus vecinas había dejado a su marido solo con una pequeña, tuvo miedo, no quería dejarlos, - Dios, permite que pueda ver crecer a mis niños – dijo en un suspiro mientras las lágrimas bañaban su rostro.

Sintió unos pasos que se acercaban, la puerta al abrirse y los brazos fuertes de Ruggero que la rodearon dándole calor, secó torpemente sus lágrimas y sonrió mientras se daba vuelta y hundía su cabeza en el pecho tibio de su amado.


Última edición por Chiara Di Rosso el Lun Jun 24, 2013 7:28 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ruggero Rosso Lun Mar 25, 2013 3:57 pm

El embarazo había avanzado a su última etapa, como lo llamó Estella. No era una mujer vieja para referirse a ella como vieja loba de mar, pero antes de encontrar a Ruggero fue partera, por lo que en experiencia, no se le podía debatir. En las semanas pasadas Chiara había obedecido al pie de la letra las instrucciones del doctor y las propias que le mencionara su amiga Crystall, así como los consejos y asistencias de Estella. La mujer que se convertiría una vez naciendo sus retoños, en la nodriza.

El doctor como Estella habían mencionado la fuerte posibilidad de ser gemelos, el matrimonio Van Wijs lo habían asegurado. En una platica con su amada le había mencionado de una visión que le proyectó Derek Van Wijs, donde se podía ver a su hijo, por lo que era casi seguro que ambos fueran niños, pero Ruggero, en el fondo de su corazón, deseaba a una niña. El recordaba su niñez, siempre había creído ser hijo único hasta el encuentro con su pedante hermano, y en aquellos años había deseado tener una hermanita. Sí, Ruggero había pedido a Dios una niña.

La cama se movió y Ruggero se despertó, vio caminar a su esposa al balcón. Abrió las puertas, la brisa matutina se introdujo golpeando el pecho de Ruggero que ya se levantaba. Como lo hiciera su esposa también se calzó y abrigado con un salto de cama la siguió, la puerta del balcón se quiso cerrar, pero él no lo permitió, noto que su amada ya se había percatado su presencia, aunque de hecho no era su intención sorprenderla, la abrazó con sus fuertes brazos. Antes de girar, él se percató de que sus ojos habían llorado y se secaba para que no la viera así. Cuando se giró se acomodó en el pecho de Ruggero, éste le acarició la cabeza, inundando sus dedos entre los cabellos, peinandola con ellos. Besó su coronilla y con eso ella buscó sus ojos.

- Te amo - le dijo cuando ella le miraba, le tomó de la barbilla sonriendo, con ternura, con amor y después, la besó en la boca, fue un beso prolongado y cuando terminó ella volvió a descansar en el pecho de su esposo.

- Tienes dolores ¿verdad? - susurró en sus oídos, no lo podía engañar, últimamente presentaba dolores, Estella se los había explicado y pese a todo, él deseaba que esos dolores mejor los sufriera él, no su bella y amada esposa.

De pronto se escuchó que tocaron la puerta de su habitación, - Mis señores ¿se encuentran bien? ¡Voy a pasar! - dijo Estella, Ruggero dedujo que Chiara la había llamado y que todo lo dicho por Estella era para su esposa no para él lo que le parecía divertido. Estella quería mucho a Chiara, y cuando Ruggero las veía hablar, o discutir como lo hace madre e hija caprichosa, a él le salían lágrimas de felicidad. Su vida era perfecta y se sentía sumamente satisfecho por vivirla. Estella no esperó a que se le diera autorización y entró viéndolos en el balcón, el matrimonio la miró. Ruggero tomó la mano de su esposa y entraron para encontrarse con Estella. - ¿Mi niña está bien, cómo van esos dolores? - dijo alcanzándolos ignorando incluso a Ruggero que no se molestó por ello, Chiara era más importante que todos para él.
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Mensaje por Corradine Grimaldi Miér Abr 03, 2013 4:31 pm

Era tan suave y protectora la forma en que su marido vigilaba de ella y de los pequeños que dentro de su vientre comenzaban a inquietarse, pronto los podrían mimar, y esa imagen le llenó el alma, suspiró aliviada, sabía que pasara lo que pasara, él velaría por sus hijos. Escuchó esas palabras que tanto bien le hacían, sonrió mientras se hundía feliz en ese mar azul, - pues yo te amo… te adoro – le dijo mientras buscaba hundir su nariz en el cuello masculino y oler esa fragancia a perfume y sudor, recordó la noche en que lo conoció, su entrada altanera al recinto sagrado, su apariencia algo desalineada, sonrió riendo tímidamente, abrazándolo, - Ti amo, ti amo per tutta la vita e dopo la morte – casi fue un susurro, era una frase más para ella que para él, era la concreción en palabras de su miedo más grande, tembló en los fuertes brazos de su amado, no supo si él lo había escuchado por que en ese instante golpeaban a la puerta y la voz de Estella anunciando su llegada la sacó de esos pensamiento negros como la noche que se moría con el nuevo amanecer.

Estella entró a la habitación como un huracán, juntos dejaron el balcón para resguardarse en el calor del dormitorio, - sí, he tenido un poco de dolores, pero han desaparecido – dijo algo avergonzada, pues no quería que Ruggero pensara que ella era una mujer débil, Chiara quería demostrarle que podía ser tan fuerte como otras mujeres, - como Crystall o Giulia - pensó, hizo una mueca de tristeza al darse cuenta que nunca sería como esa mujer, en su interior creía que se merecía una compañera tan valiente como él, pero estaba agradecida que la amara a pesar de todas sus flaquezas.

Estella, literalmente empujó suave y sutilmente a Ruggero para tomarla de un brazo y dirigirla hasta el sillón, donde se sentó con un poco de dificultad, - no me mienta jovencita, ¿que siente ahora? – la escudriñaba con esos ojos dulces pero firmes en sus decisiones, Chiara se ruborizó un poco y miró a su esposo que desde cerca de la cristalera las contemplaba algo preocupado, - pues, en estos momentos… tengo hambre – dijo sonriendo tímidamente, - en verdad no siento dolores ahora, sabéis que cualquier cosa os diré – hablaba pasando su vista de uno a otro de los seres que tanto quería, - Ruggero, amor mío, hoy tienes mucho trabajo y no es mi intención preocuparte, ni que por mi culpa tengas que posponer asuntos importantes - tomó las manos de la mujer y las apretó suavemente, - cualquier cosa, Juan irá por ti - dijo sonriéndole sinceramente, con un brillo de felicidad en su mirada, en verdad que no dejaría que los pensamientos malos le arruinaran ese día.

Estella quiso ayudarla a vestir, pero Chiara le pidió que mejor les preparara un buen desayuno para ellos y que juntos lo tomarían en el jardín, el otoño estaba pintando con sus colores ocres el parque y eso la fascinaba, deseaba disfrutar de los últimos días en que podrían estar en el jardín. Cuando Estella se retiró, Chiara intentó levantarse, Ruggero se acercó para ayudarla, ya de pie dejó que él nuevamente la abrazara y poniéndose en puntas de pie le susurró al oído – tendrás que ayudarme a vestirme -, una risa suave y cristalina salió de su garganta mientas besaba el cuello y la barbilla de su amado.
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Mensaje por Ruggero Rosso Dom Abr 14, 2013 12:36 am

Ruggero se sintió dichoso cuando vio la angustia de Estella para con su amada, ese amor y ese cariño que Chiara dudaba que su asistenta pudiera ofrecerle, y ahora que era incluso superior al del propio Ruggero o al menos, él así lo miraba. Con atención escuchó las palabras de su esposa, sabía que se hacía la fuerte, él ya la conocía pero eso no le molestaba, su delicadeza y fragilidad eran una de las cosas que él amaba de ella.

Él espero a que Chiara despechara a Estella, después la vio acercarse a él y entre jugueteo y seducción le invitó a vestirla. Ruggero le dibujó una sonrisa de confidencialidad, luego, buscó los ansiados labios de ella que rehuyeron en besos al cuello de su esposo y cuando al fin los aprisionó en sus propios labios le brindó un apasionado beso.

- Por supuesto amore - le susurró en los labios, otro beso y después introdujo sus brazos dentro del salto de cama, acariciando la tersa y suave piel de su esposa, la prenda cayó al suelo mostrando la desnudez de ella. - ¡Qué hermosa eres! - le dijo y recordó la noche en la que la hizo su mujer, cuando se avergonzaba de mostrar su bello cuerpo, cuando cubrió sus firmes pechos cuando él le despojó de su ropa interior, ahora en cambio, Chiara se limitaba a sonreír, ya todo era natural, en ella no había rubor cuando su esposo se atrevía a desnudarla o cuando ella lo desnudaba a él.

Su amada lo imitó y ambos quedaron desnudos en la habitación, se abrazaron, ambos hervían en deseos, Ruggero comenzó a besar sus hombros mientras que su mano se apoderaba de toda la espalda de Chiara, recorriendola en caricias. El cuerpo de ambos hicieron contacto, ella de puntillas besaba esos labios que amaba, el miembro de Ruggero crecía entre la entrepierna de ella que lo aprisionó de manera instintiva, él comenzó a besar su cuello, ella tiró su cabeza hacía atrás exponiendo sus pechos que fueron seducidos por los labios de su esposo, pronto, la boca se apoderó de los pezones que se endurecieron al primer contacto.

Pero Ruggero no fue más allá, vio en los ojos de ella su molestia por el repentino abandono de él. Ambos caminaron a donde la ropa ya estaba preparada, y Ruggero comenzó a vestirla, primero la ropa interior. Cubrió su entrepierna con una prenda rosada y besó en en ese proceso las piernas perfectamente torneadas, sus manos tomaron los glúteos de su esposa en caricias, después continuó cubriendo los pechos que tanto le fascinaban y que pronto compartiría con sus hijos o hijas. De la misma forma la besó, no le ayudó con el corsé porque simplemente ella no podía llevar uno, así que le ayudó con el vestido prenatal. Inclusive le ayudó con sus joyas, aquella cruz de rubí que le diera en los jardines y que ella nunca se desprendía de él.

Y cuando ella estaba lista y ambos se miraron en el espejo, él aún desnudo le dijo, - Ojalá que Dios nos brinde una niña -
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Mensaje por Corradine Grimaldi Dom Abr 14, 2013 6:48 pm

Ruggero era el dueño de su cuerpo y de su alma, nada la tranquilizaba mas que aquel contacto con el ser amado, los besos, las caricias, las manos masculinas recorriendo su espalda aprisionándola, acercando esos labios que con el solo hecho de acercarse a su piel, la hacían arder como si fuera una llama que acariciaba una brizna y la incendiaba, los latidos de su corazón se dispararon, y no pudo detener el temblor de su cuerpo ansiando la unión que calmaba su alma y le daba las fuerzas para seguir adelante, - en tus brazos no existe la muerte – pensó mientras se hundía en la pasión de esos ojos que la desnudaban con la mirada, - te amo amore -.


Lo ayudó a desvestirse, a él todavía le quedaba bañarse y prepararse para el día de trabajo, - desearía que no salieras de casa – volvió a cavilar mientras lo estudiaba milímetro a milímetro de ese hombre que tanto amaba. Cuando él la abrazó y al inclinarse se apoderó de sus pezones sintió que la volvería loca de placer, pero luego se frenó, no pudo esconder su pequeño sentimiento de frustración pues hubiera querido que la arrastrara de vuelta al lecho y la uniera a él como siempre lo hacía. Pero comprendía bien que no era el momento y con los dolores que no la dejaban del todo tranquila, era de verdad peligroso dejarse llevar por la pasión devastadora que juntos experimentaban, siempre sus encuentros habían sido como una hoguera que todo lo consumía y hasta que no quedaban exhaustos y al borde del desmayo no encontraban el sosiego a tanta pasión.


Él la ayudó con su ropa interior y con el vestido, un bello traje de color rosado intenso con pequeños bordados de rosas y margaritas en la pechera, era un modelo que la más importante de las diseñadoras Parisinas había confeccionado para Chiara por encargo de Ruggero y ese era el día en que había decidido estrenarlo. Cerró los ojos mientras sentía las manos de su marido que deslizaba las prendas una a una, y cerraba con mucha delicadeza los botones hasta dejarla primorosamente ataviada para bajar juntos a desayunar.


Pero Ruggero aún estaba desnudo y decidió esperarlo hasta que se terminara de bañar y se vistiera, por eso mientras él se dirigía al cuarto de baño, ella se dispuso a elegir el traje que usaría, un elegante traje azul oscuro de tres piezas, pantalón, chaleco y saco, combinado con una camisa blanca, corbata azul de seda y unos zapatos negros de cuero italiano, - ¿le gustará? - se preguntó algo insegura, - tal vez preferiría vestirse con botas, pantalón de cuero y camisa blanca – tembló recordando cómo se vestía cuando aún era un inquisidor, - arrebatadoramente sensual – caviló, mientras una sonrisa se posaba en su boca.


Lo oyó cantar, estaba feliz y eso a ella le alegró el alma, entonces un nuevo dolor la hizo doblarse
sobre si misma, inclinándose sobre el lecho y las ropas que con delicadeza estaba acomodando. Sus puños se cerraron aprisionando las mantas, un grito silencioso se podía ver en su rostro, el sudor perló su frente y las lágrimas asomaron a sus ojos, - por favor Dios bendito, no dejes que muera – era un pedido egoísta, no deseaba dejar a su esposo, no quería perderse cuidar y ver crecer a sus hijos.


De pronto, sintió que sus piernas se humedecían, y en el suelo de madera, donde ella estaba parada un charco de agua se iba creando, la desesperación se apoderó de ella, - Ruggero, Ruggero, ayúdame – gritó entre sollozos con todas sus fuerzas, una nueva contracción, mucho más fuerte que las anteriores la dejó sin aliento, todo se le puso negro, sintió que el piso se desmoronaba y cayó desmadejada e inconsciente.
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Mensaje por Ruggero Rosso Lun Abr 15, 2013 4:03 pm

Ruggero se encaminó a la ducha, el agua ya estaba caliente, desde que se había asentado con Chiara en su mansión, Estella ya tenía perfectamente controlado sus tiempos por lo que no hacía falta pedirle que agregara carbón a la base de la bañera, pues Juan ya lo realizaba estando el agua apunto de caramelo para cuando el matrimonio se bañaba.

Sin embargo, esta vez como las últimas veces Ruggero fue solo, no se trataba por menos amor para con Chiara, no era nada de eso, simplemente el doctor había recomendado cierta temperatura y él prefería el agua caliente. Entró sentándose a una orilla, extendió sus brazos y echó su cabeza para atrás, pronto la exótica habitación estaba cubierta en espeso vapor.

Ruggero suspiró, era un poco tarde para él así que se apresuró, se sumergió en el agua y comenzó a tallarse con la esponja, llenando el agua de bastantes burbujas. Él volvió a suspirar y de forma natural, casi instintiva comenzó a cantar mientras pensaba en su esposa. Pronto daría a luz y podría ver a sus hijos, pues como había mencionado Derek Van Wijs iban a ser dos, aunque Ruggero esperaba que fueran niñas se le había asegurado que eran niños, mas Dios era más grande y poderoso que un brujo, y él había orado, ya le había dado la esposa más maravillosa, hermosa y amorosa del mundo pedirle una niña ¿era encajarse?, no lo creía, no cuando no era para satisfacer un caprichoso pecaminoso.

- Melanie - pronunciaron sus labios, - así te has de llamar hija mía - sus palabras y su entonación eran afirmativas, como si fuera un hecho que tendría una niña, como si la tuviera ya en brazos y es que así era.

Fue entonces que al salir, mientras secaba su cuerpo, escuchó la angustiada voz de su amada. Algo andaba más y él también se angustió, corrió a ella abriendo la puerta de golpe, la azotó y se arrojó hacia ella para cogerla de la cintura y la cabeza, amortiguo el golpe con sus fuertes brazos, al que estaba destinada su esposa, la cargó y la depositó en la cama. Luego tiró del cordón, se vistió rápido para no ser pillado desnudo.

Estella tocó una vez y después entró como un huracán. - ¡Mi niña! gritó y llamó a Juan, - ve a por el doctor Juan y mi señor quedaos con ella mientras regreso que mi niña a roto aguas - salió como alma que lleva el diablo dejando a Ruggero un tanto desconcertado, no sabía que hacer así que sólo se sentó junto a ella y le cogió una de sus manos, estaba preocupado por ella, nunca la había visto así, temía por ella y pronto comenzó a orar, cada vez estaba más nervioso, llevó su otra mano a la frente como si quisiera verificar si tenía fiebre.

- Te amo - le dijo con cariño y beso sus labios.
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Mensaje por Derek Van Wijs Lun Abr 15, 2013 8:57 pm

"Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él"
Paulo Coelho

Se movía con ansiedad en la cama, segregaba sudor sin poder contenerlo. Y su esposa a su lado sólo lo contemplaba angustiada, mas no lo despertaba. Crystall Van Wijs respetaba el sueño de su hermano y siempre que Derek sufría el ataque nocturno se debía a una razón... "premoniciones". Entonces la angustia de su incestuosa hermana no era una preocupación a la persona de su amante esposo, era una curiosidad de saber ¿qué ves? Esa era siempre la pregunta que en la mente de Crystall surgía. Ya en muchas ocasiones ella había deseado el poder de su hermano y había visto por medio de proyecciones las premoniciones que su hermano le introducía, pero no era lo mismo poder gozar por cuenta propia que verlo, así como no es lo mismo ver al actor en el plató desenvolviéndose en una obra de Shakespeare que un espectador contemplando la actuación.

¿Pero que era lo que el mago estaba viendo, qué lo estaba atormentado?

«Inició en una mañana, no era un lugar para nada desconocido. El espacio era la Mansión Rosso, más preciso la alcoba de los Rosso, allí descansaba el matrimonio, sonrientes ambos. De pronto, ocurrió una fisura, la imagen se distorsionó adelantándose el tiempo. La vio levantarse y vestirse con una bata, salió al balcón y le siguió Ruggero, el maldito ex inquisidor. –¿Por qué demonios estoy viendo esto?– se preguntó cuando él se vio inmerso en la premonición, pero no como participe sino como espectador. Escuchó las palabras de ambos, volvieron a entrar. Sin embargo, Derek veía en el embarazo de la señora Rosso fragilidad, algo no andaba bien. Hubo otra fisura, era el parto y frente a él estaba una Chiara débil pujando en un devastador intento de dar a luz a una segunda criatura, mas la vida se le iba, sus mejilla rosadas perdían color conforme un varón veía por primera vez la luz. Derek se distrajo al ver a la criatura, tan pequeña y risueña, lo colocaron justo a lado de lo que era ¿una niña? Ahora Derek estaba más confundido. Escuchó un llanto, no eran de los bebés, era de un hombre. Se giró dándole la espalda a los gemelos para contemplar la desgarradora escena. El autor del llanto era Ruggero, el doctor y Juan intentaban inútilmente apartarlo de su esposa, había perdido la batalla. Estaba destrozado y por primera vez Derek sintió lastima por alguien, el llanto del ex inquisidor lo había conmovido, los pequeños se unieron al llanto y Estella quiso desviar la atención de su amo pidiéndole que viera a sus hijos, mas él no los quería. —Los odio...— fue lo primero que dijo entre sollozos, después vino lo peor; furioso se levantó clavando su vista a los pequeños, —¡ellos me la arrebataron, me quitaron al amor de mi vida, ellos fueron...— los había señalado sin dejar de llorar y Estella corrió a abrazarlo, a sosegar esa furia. Una nueva fisura, Ruggero frente a la tumba de su amada esposa con sus hijos a un lado, también algunos miembros de la alianza y una desconsolada Crystall Van Wijs, con un aura perversa».

Derek despertó.

Crystall limpió su frente y lo besó en los labios, la sonrisa tierna de ella le provocó un estado de tranquilidad, como si tan sólo se tratara de un mal sueño. Pero lamentablemente y aunque él deséase de todo corazón que no fuera así, era una premonición de algo que pasaría, y aunque no hubo una fecha que le especificara, él lo sabía, lo intuía el día de hoy daría a luz Chiara Di Rosso.

Respiró hondo antes de alertar a su hermana, después le sonrió de la misma forma que lo hizo ella; sin embargo, la respuesta de ella difirió a la que Derek esperaba y es que cuando algo andaba mal la sonrisa de hermano siempre aparecía en el rostro de él, era la advertencia de malos augurios para Crystall. Suspiró y se levantó, sentándose, acarició el cabello de su esposa y luego besó sus manos para dedicarle estas palabras —el día de hoy tu amiga Chiara Di Rosso dará a luz, según mi visión ella... No lo conseguirá— así le dijo con voz trémula. —Lo siento Crystall, si quieres ir date prisa pero no tengo nada para darte— desvió su mirada, estaba triste, porque el brillo de los ojos de su amada se había apagado. La escuchó suspirar y se levantó de la cama con prisa.

Pasaron quince minutos para que desde el balcón, Derek Van Wijs viera partir a su hermana, a un destino que la llevaría a la presencia de la muerte.
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Mensaje por Corradine Grimaldi Mar Abr 16, 2013 10:11 pm

Chiara despertó cuando el médico acercó a su nariz un frasco de un líquido de fuerte olor, hizo un gesto de desagrado he intentó alejarlo con su mano, unas nauseas la asaltaron y trató de incorporarse. El médico no se lo permitió, - cálmese, todo estará bien – ella miró a su alrededor buscando a su querido esposo, - ¿Ruggero? – preguntó algo angustiada al no encontrarlo en la habitación. El hombre sonrió como un hombre que ya ha pasado por situaciones parecidas infinidades de veces, - no se preocupe, su esposo se encuentra en el pasillo, esperando que la revise – la miró a los ojos y se acercó para tomarle el pulso, la temperatura y tocar con delicadeza el abultado vientre, - si pequeña, en poco comenzarás a sentir unas contracciones mas fuertes y seguidas, quiero que cuando ese momento llegue no se tensione, sino que trate de respirar rápido y corto, cuando le venga la contracción pujará como si quisiera… - se frenó al ver el rostro de asombro y rubor en las mejillas de la joven, le provocaba mucha ternura ese pudor que experimentaba la madre primeriza cuando intentaba explicarle como debía hacer fuerza para pujar.

Más calmada, continuó revisándola, le había pedido a la mujer que cuidaba de la señora de la casa que la cambiara, la vistiera con un camisón holgado y que no llevara ropa interior. No fue necesario que le explicara nada, pues se notaba que Estella era toda una matrona, con su ayuda pronto pudo revisarla y darle la seguridad necesaria a la paciente para hacer tacto, - pronto estaremos listos – dijo sonriéndole. Chiara lo miró y no pudo dejar de preguntarle a Estella, - ¿que estará listo? Habla como si fuera un pollo que ha puesto en el fuego y que un poco más de tiempo estaría listo para trinchar – Estella no pudo contener la carcajada, ¿de dónde había salido esa chispa de humor de su pequeña? Se secó las lágrimas, eso no importaba mientras pudiera encontrar las fuerzas para superar un parto que se podía apreciar sería largo y agotador.

Luego de ocultarla y de cavilar en los pasos a seguir, el facultativo abrió la puerta de la habitación para permitirle a un Ruggero que los nervios lo consumían entrar y pasar un tiempo con su esposo, les dio lugar y se alejó, acompañando a Estella a buscar los elementos necesarios para el parto.

Ruggero se mantenía a su lado, ella lo contempló, no le gustaba el rostro de preocupación que mostraba su amado – estaré bien, amor mío – le dijo apretando la mano de su amado – nada me alejará de ti, de mis pequeños – sonrió, y se inclinó para besar la mejilla masculina. En el periodo que había estado inconsciente había tenido un sueño, se había presentado nuevamente su tátara tía abuela y tras calmarla le había asegurado que todo estaría bien, que ella la protegería, y que podría ver crecer a sus hijos junto con su esposo. Giulia Di Moncalieri, la gran bruja del Renacimiento no dejaría que su sobrina perdiera la oportunidad de ser feliz que la vida ya le había arrebatado a ella. El espíritu de esa mujer estaba dispuesto a hacer un trato con la muerte, un alma por otra alma, ella estaba ya cansada de vagar por los siglos como un fantasma descarnado.

La mujer se colocó al borde de la cama y casi en un susurro y con la voz más dulce que jamás le había escuchado le preguntó cómo estaban los dolores, - constantes – dijo Chiara, - por momento siento que me desgarro-, dijo angustiada y apenas en un leve susurro que su querida Estella tubo que acercara su oído a los labios de ella, no deseaba que Ruggero escuchara aquello que le estaba contando, no quería que se preocupara más.

El médico le sonrió, - no te preocupes pequeña, en menos de lo que crees tendrás a tu hijo en los brazos, ya falta poco – Ella aunque algo asustada devolvió la sonrisa. Estella, la tomaba de la mano mientras el hombre le explicaba que iba a sentir y cuando debía hacer fuerza. - ¿Puede mi esposo estar presente? – preguntó ingenuamente, los dos, tanto el medico como el ama de llave se miraron, sabían que sería muy difícil mantener al ex inquisidor lejos de su amada, pero no era muy ortodoxo que un marido estuviera presente en el momento del parto, - nada es común en mi querido Señor Ruggero – se dijo Estella, seguramente él querría estar al lado de su joven esposa.

Si algo preocupaba a esa mujer, era el hecho de que en todo el tiempo que había conocido a la Señora Di Rosso, era una mujer sensible, muy frágil, como una de esas bellas figurillas de porcelana que debían manipularse con sumo cuidado para no deteriorarla. La mujer frunció el entrecejo, - como no será sensible después de lo vivido en Turín – se dijo recordando lo que, en una tarde del pasado verano, Chiara le había confesado, aquella noche de terror, los demonios que mataron a su familia y su huida despavorida, - pero eso solo demuestra lo fuerte que es, en realidad, de espíritu – pensó esperanzada.
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Mensaje por Ruggero Rosso Vie Jun 14, 2013 6:32 pm

Ruggero comenzaba a impacientarse, caminaba por el rellano de un lado a otro. Estaba nervioso y deseaba lo más pronto posible saber de su amada. El tiempo pasaba y la incertidumbre casi le hizo que derribara la puerta de una patada, pero si algo había aprendido de su esposa era ser paciente ante este tipo de circunstancias que él no creyó nunca vivir si no era con su amada Jade. -Jade...- pronunciaron sus labios después de tanto tiempo de no haberlo hecho.

Al ex-inquisidor le llegaron los recuerdos de aquella última vez que estuvo en la cabaña que compartiera con Jade, aquella choza de recuerdos que él por Chiara hizo arder. Se sacudió la cabeza y tuvo miedo, de pronto creyó ver a Jade del otro lado del rellano, justo en las escaleras. Ruggero se sobresaltó pero no dijo nada, sólo cerró sus ojos -estoy nervioso, no es más que una ilusión- trató de persuadirse pero cuando volvió a abrir los ojos ella seguía allí. Ruggero temió, temió que la muerte se presentara bajó la máscara de Jade y quiso gritarle, el hecho de perder a su esposa casi lo desquició por lo que corrió hasta la puerta y tomó el picaporte sin embargo, antes de girarlo escuchó una voz familiar. -Todo saldrá bien Ruggero, no tienes porque preocuparte tanto- era Crystall que mantenía una deslumbrante sonrisa y tenía posados sus ojos a la figura de Jade.

-No es una ilusión ¿cierto? Puedes verla- le dijo Ruggero al ver que no dejaba de contemplar a Jade que le correspondía la mirada. Crystall negó con la cabeza y al mismo tiempo afirmando las sospechas de Ruggero, pero antes de que pudiera decir otra cosa Estella abrió la puerta. -Mi señor Ruggero puede entrar, su esposa quiere verlo- el ex-inquisidor como todo un manojo de nervios se sobresaltó, ¿qué estaba haciendo Jade ahí?

Ruggero le sonrió a Estella e ingresó, inmediatamente fue hasta donde su esposa, el doctor le decía que tenía que dejarla reposar pero eso no hizo que el señor de la casa le tomara sus manos y las besara. -Hermosa mía hay alguien que os ha venido a ver... una amiga vuestra[/color]- le dijo y por la puerta se asomó primero Jade y después Crystall. Y Rosso se preguntó, ¿podrá Chiara ver a Jade o solo Crystall que posee la nigromancia y yo lo hacemos?
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Mensaje por Corradine Grimaldi Lun Jun 24, 2013 7:22 pm

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Chiara, se trató de incorporar en cuanto su marido se acercó al lecho, y apenas éste se sentó a su lado, se aferró al torso de su marido, quería perderse en la esencia de ese hombre que tanto amaba, su mejilla se posaron en el pecho que acompasado y cálido subía y bajaba, el sonido dulce y rítmico de aquel corazón fuerte y valiente le producía una calma que la envolvía – como desearía que me des un poco de ese valor amor – le susurró acurrucada en el pecho de su amante. No le importaba que el médico estuviera presente o que la puerta de la recamara estuviera entreabierta, para ella en ese momento solo existían ellos y aquel instante era eterno, solo ellos cuatro en un abrazo colmado de ternura y amor.

Estella mantenía entretenido al medico para darles un poco de privacidad, sabía que la joven lo necesitaba. Chiara suspiró dejando que sus manos recorrieran suaves la espalda de su amante. Pero él deseaba decirle algo que para ella en ese instante no tenía la mas mínima importancia, solo el  calor de su marido, la paz que le infundían era lo único que necesitaba. Pero él necesitaba decirle algo, lo notaba distante, extraño,  una sensación le recorrió la espalda, - ¿acaso él sabia algo que ignoro? - pensó mirándolo a los ojos.  

Sentado en el lecho junto a ella, él le acariciando la barbilla, el filo de su mandibula, sonriendole dulcemente, intentando infundir una tranquilidad de la que carecía, en ese instante él tambien carecía, ella se daba cuenta pero sabía que lo hacía para darle valor, le contó que en el umbral de la puerta del dormitorio se encontraba una persona que ella quería mucho y que  venía a visitarla. No tuvo que pensar en muchas personas para saber de quien se trataba, solo existían tres seres a los que amaba tanto para quererlos en ese momento allí con ella, su hermana Giulia, su adorado esposo y su amiga Crystall.

Aquella mujer quien se había presentado en su hogar con el firme propósito de asesinar a su amado y que luego los misterios de la vida las había unido de una manera misteriosa y magica, convirtiendo a esa enemiga en uno de los seres mas entrañables y amados. El amor y el cariño que se tenían lograba doblegar todos los inconvenientes y por eso se habían convertido en las inseparables amigas que hoy por hoy eran. Una angustia en el pecho la invadió, solo ella, su Crystall, sabía cuanto miedo tenia en ese momento. Ademas se sentía extraña, extremadamente  sensible, los olores, las luces y los ruidos eran mucho mas vividos y sobrenaturales.

Vio entrar a su amiga y le sonrió con todo su rostro, aunque denotaba ya el sudor y el cansancio del próximo trabajo de parto, pronto las contracciones se harían mas seguidas y sus niños no se demorarían es llegar, pues según lo dicho por el medico parecían que serían dos criaturas. - Querida amiga, ven que te he estado esperando – le dijo mientras la veía acercarse lentamente, pero  algo la extrañó y sorprendió, Crystall no había venido sola, detrás de ella una mujer a la que nunca había visto, una dama tan  hermosa, que ella se sintió como un pequeño monstruo del lago, se aproximo. Aquella mujer la miraba por momentos pero los ojos  se centraban en especial en el rostro de su marido, ella la miró y luego se giró para verlo, las miradas de ambos se buscaban, ella no comprendía nada, pero una patada de su bebé le hizo doblarse de dolor, un grito salió de su boca, cerrando con fuerza los parpados, intentó tomar aire mientras se re acomodaba luego de doblarse sobre si misma por el dolor. Cuando volvió su rostro al de la mujer que había acompañado a Crystall ésta se había esfumado.
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Mensaje por Crystall Van Wijs Lun Jul 29, 2013 5:57 pm

Así como le había dicho Derek sobre el parto de Chiara, así ella había hecho preparar el coche y partió tan rápido como pudo. Estaba nerviosa pues sabía que las predicciones de su esposo muchas veces eran ciertas. Crystall llevaba un rosario con ella, a pesar de todo el sufrimiento que vivió, de la persecución de la inquisición y luego las masacres que ella hacía, seguía creyendo en Dios, seguía siendo católica.

Atravesó los portones y de inmediato su cochero corrió a abrirle la puerta y ayudarla a bajar. No ver a Juan o Estella le provocó a Crystall cierto temor de que estuviera sucediendo algo mal, así que se alzo un poco el vestido verde jade y pegó la carrera al interior.

Había un gran silencio en la mansión por lo que los tacones de la joven bruja resonaron con eco. Antes de subir todos los tacones se encontró un fantasma, era una mujer bella que Crystall creyó haber visto en alguna ocasión aunque no recordaba en donde. De pronto la fantasma comenzó a hablarle. Le dijo que su nombre era Jade y fue la esposa de Ruggero. Crystall quedó paralizada... «¿qué querrá... vendrá en venganza a llevarse la vida de Chiara?» era lo que pensaba y es que de Ruggero no sabía mucho, de hecho nunca se imaginó que ya hubiera estado casado una vez y fuera viudo para cuando conoció a Chiara, su amiga tampoco le hablaba mucho de su esposo, lo respetaba y cuando Crystall los veía sentía mucha alegría y deseos de que su matrimonio fuera igual, envidiaba a Chiara pero también representaba para Crystall una admiración enorme.

La fantasma quería conversar con Ruggero y como si leyera el pensamiento de Crystall aseguró no hacerle nada a la esposa de su amado ex-esposo. La bruja asintió confiando en la palabra de Jade y abrió ambos planos espirituales para que Jade pudiera salir. —Una vez en nuestro mundo no podrás descansar, podrás entrar a ambos planos a tu antojo pero ya no podrás regresar a tu plano espiritual por siempre, vivirás consciente de lo que sucede alrededor— le dijo un poco tarde pues ya la había traído al plano de los vivos. La fantasma asintió con la cabeza y volando se fue a donde Ruggero. Crystall decidió dejarles unos momentos y tras cinco minutos terminó por subir las escaleras para contemplar el rostro de un Ruggero atónito, totalmente confundido de lo que miraba.

Jade miró a Crystall y ella a la fantasma, Ruggero se dio cuenta de ese juego de miradas e involucró a Crystall para que le afirmase que ella también veía a Jade, la bruja sólo pudo decir si con un movimiento de cabeza, no se ánimo a más.

Salió Estella anunciando a Ruggero los deseos de Chiara de verlo, entonces entró y Crystall se quedó a solas con Jade, —¿acaso no le dijiste nada?— habló por debajo en un tono reprendedor, Jade se entristeció y con un -no- lúgubre comenzó a llorar y fue a donde Crystall como si quisiera un abrazo pero no pudo dárselo, sino que atravesó el cuerpo de la bruja.

Crystall comprendió entonces que Jade no controlaba sus poderes y estaba aterrada en este nuevo mundo. «Pero que podía hacer Crystall en esos momentos... si tan sólo estuviera Dalma» pensaba cuando escuchó que la llamaban.

Ingresó en compañía de Jade y con una tierna sonrisa vio el cansado rostro de Chiara que pese a todo seguía atractivo. —Amiga— dijo Crystall y se acercó a ella besando la frente de su querida amiga, —ya estoy aquí— y entonces se percató de que Chiara también veía a Jade y que Ruggero y la fantasma estaban en un juego de miradas, -soy una estupida, ¿cómo fui que la traje a este mundo en un momento como este... acaso seré yo la responsable si le sucede algo a Chiara?- se lamentó pero entonces Jade desapareció y Crystall suspiró. —Chiara querida... ¿estás lista?— le dijo con una sonrisa.
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Mensaje por Ruggero Rosso Vie Sep 27, 2013 11:20 pm

Ruggero palideció luego de ver que Chiara miraba en la misma dirección donde estaba Jade, -¡Maldita sea!- pensó y cuando creyó que las cosas se complicarían escuchó -Ruggero amor mío- era claramente la voz de Jade y se estremeció, fue entonces que desapareció. El ex-inquisidor se sumió en una meditación y salió de la habitación sin decir nada.

Afuera Jade lo esperaba, su bella ex-esposa estaba tan deslumbrante que un derroche de recuerdos invadieron al amo de la casa, -lo siento Jade, te fallé... por mí culpa moriste- pronunció casi en balbuceos, eran las misma palabras que siempre decía cuando la visitaba en el panteón, sólo que ahora no las decía a un mausoleo sino a una imagen. Jade dulcificó su rostro como lo hacía en vida, cuando estaban juntos y vivos. -No te culpo amor y no estoy aquí para entrometerte en vuestra relación, estoy contenta de que hayas formado una familia, de que hayas abandonado al fin esa vida que tarde o temprano terminaría matándote. Gracias por haberme dado un año de verdadera felicidad, no le falles a ella- dijo en voz suave como la de un ángel debiera ser.

Ruggero desvió la mirada apenado, entonces Jade se materializó y con su mano acarició el rostro varonil, el ex-inquisidor no se sobre saltó, tan solo cerró sus ojos disfrutando la caricia y rememorando los recuerdos junto a ella. -Te amo Ruggero... siempre te amaré- dijo ella, Ruggero abrió los ojos mirándola con tristeza, -yo ya no puedo decirte esas palabras... ya entregué mi corazón a Chiara y es a ella a la que ahora amo- se expresó con sinceridad, ella le sonrió comprensiva y a espaldas de él se escuchó como una jarra de agua caía rompiéndose al momento de tocar el suelo.

Jade y Ruggero atendieron el motivo, era Estella que miraba a Jade con un terror apabullante y es que aunque nunca la había conocido en persona, si había visto varios retratos que Ruggero tuvo de ella. El amo de la casa levantó la mano para que se tranquilizara y Jade desapareció. Estella trató de decir palabra pero no pudo, Ruggero se adelantó a ella y le aconsejó fuera con Juan para que la ayudara a tranquilizarse pues era claro que sería quien asistiría al doctor cuando llegara el momento.

El ex-inquisidor dio un vistazo al rellano pero no había nadie, suspiró y entró caminando a donde estaba Chiara. -Te amo Chiara y estaré aquí en todo momento para ti... nunca te abandonaré-
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Mensaje por Corradine Grimaldi Sáb Sep 28, 2013 9:16 am

Chiara, vio como la mujer desaparecía, y aunque estaba atenta a lo que su amiga decía o hacía, observaba a su esposo, él también había podido contemplar a la mujer, el rostro pensativo, los silencios, no tenía que ser muy intuitiva para saber que algo mas allá de lo natural estaba pasando. Lo vio acercarse a la puerta y salir de la habitación sin decir palabra. Un nudo en la garganta, hizo que la nariz se enrojeciera y los ojos ardieran.

Las preguntas llegaban a su mente, deseaba que alguien se las contestara, - ¿quien es esa mujer? ¿porque está aquí?- pensó mientras intentaba hacer lo que el medico le pedía, - ¿calmarme? - pensó de forma irónica, nunca lo había sido, pero en ese momento todo la superaba. Su esposo había abandonado la habitación tras de un ser que no sabía que era, pero que si le permitían aventurar una respuesta, para ella era la mujer que Ruggero había amado. Tubo celos, celos de que aún después de la muerte, el amor por él, llevara a esa  alma a visitarlo en un momento así. Hizo un gesto infantil antes de que las lagrimas le bañaran las mejillas. Miró a su amiga con un dejo de reproche aunque en verdad no tenía por qué hacerlo, - ¿o acaso Crystall la había invocado? - estaba por preguntárselo cuando una nueva contracción la dejó casi sin aliento. Abrió la boca como para decir algo pero solo atinó a buscar en los orbes de su amiga un auxilio silencioso, - por favor, no dejes que nada le suceda – logró articular en un susurro.

El medico se acercó, pidiendo permiso, alejando a la mujer recién llegada. - Bueno pequeña creo que ya es hora de que comencemos – dijo mientras miraba hacia la puerta, esperando que la mujer llamada Estella volviera con lo que le había pedido. Mientras tanto, en una mesa auxiliar desplegó un instrumental, utensilios médicos  diseñados por él mismo, esperaba no tener que usarlos, porque la posibilidad de muerte de la madre se volvía casi apabullante, pero de tener que elegir entre ambos, estaba seguro que la parturienta pediría por la vida de su bebé. Suspiró mientras hacía la señal de la cruz, dando la espalda a la mujer que se retorcía en la cama del dolor. Se arremangó las mangas de su camisa, dándose vuelta en ese momento, se había lavado las manos con una pastilla de jabón, ya estaba listo. Se acercó al lecho, corrió las mantas dejando a la mujer destapada, Las delgadas piernas de la mujer quedaron expuestas. Lo miró aterrada, él le sonrió. - Debo revisarla -, le expresó de forma firme pero con cariño. Era un procedimiento algo engorroso y bastante embarazoso para cualquier  medico, siempre se hacía en la intimidad de la relación medico – paciente, a lo sumo con la partera de testigo. Pero ahora el medico tenía otra mujer de mirada fuerte y que parecía, deseaba saber todo lo que le haría a su amiga, - ademas que en cualquier momento entra el esposo, está la señorita “todo lo vigilo” - pensó, -  y yo teniendo que revisarla  - sonrió de costado y comenzó su trabajo.

Chiara se ruborizó al sentir las manos del doctor tocándola, pero en esos momentos un dolor agudo la hizo gritar. Las lagrimas corrían por su rostro mojando su cuello, las contracciones se volvían insoportables, estiró su cuerpo arqueando hacia atrás su espalda, los brazos crispados, al igual que las piernas. El hombre posó su mano en el vientre y presionó, ella volvió a gemir, - debemos comenzar, el niño ya ha coronado – dijo mas para él que para la paciente.

En ese instante un ruido en el pasillo, como de un cristal que se rompe desconcentró al medico, pero solo por un segundo. Inmediatamente, le dijo a la mujer que se encontraba al lado del lecho, - señorita corra a buscar a la señora, no podemos demorar mas el parto, o... - dejó cortada la frase – vaya, búsquela – expresó de forma autoritaria, no había tiempo que perder, si se demoraban el parto podría pasarse y morirían tanto la madre como el niño.

La puerta se abrió y el señor de la casa entró, con paso tranquilo y diciendo palabras de amor a su esposa. El medico se giró, con los ojos encendidos en rabia,  - como viene con eso en este momento – se dijo mentalmente mientras le gritaba – apresúrese, o me ayuda o su esposa se muere – volvió el rostro a la paciente que tenía la palidez de un papel, - vamos señora puje, deje que su bebé nazca -.
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