The nightmare and the mirror [Darren R.]

La fuente de todas las miserias para el hombre no es la muerte, sino el miedo a la muerte.

¨Epicteto de Frigia¨



Mis pasos resonaban a lo largo y ancho del callejón, con cada centímetro que recorría mis botas salpicaban la a causa de la lluvia anterior y el charco de sangre que mi víctima había dejado, otra asquerosa bruja…maldita sea cada que las encontraba me hervía la sangre, les odiaba con la misma intensidad que a los vampiros. Cada que los encontraba el instinto asesino se despertaba en mi, era algo que surgía y simplemente no podía Controlar, cazarlos y torturarlos era una necesidad, incluso más grande que el respirar Y si no lo hacía, sentía que me consumía por dentro, lenta y dolorosamente. Era, en pocas palabras mi dosis personal de opio.

Malnacidos... Mi vida desde un principio estuvo arruinada por la presencia de esas despreciables, inmundas y endemoniadas criaturas, nunca descansaría hasta acabar con cualquiera de ellos que se cruzara en mi camino. Pues simplemente ante a presencia de uno, la ira y el dolor se apoderaban en mi cuerpo, convirtiéndome en el monstro que tanto amaba y odiaba. El frio de aquella noche debía calarme los huesos, sin embargo un fuerte flujo de adrenalina corría por mis venas viéndome satisfecha ante la nueva obra de arte que estaba exhibida a mis pies, haciéndome esbozar una sonrisa ladina al contemplar el irreconocible rostro de la bruja; el cual, antes de ella desfigurarle habría sido quizás uno de los más bellos, uno de esos tantos que seducen a los hombres con familias para embaucarlos y someterlos a sus voluntades, llevándolos a la perdición. Ese motivo era peso suficiente para no sentir remordimiento alguno por cada trabajo que hacía. Nadie tuvo compasión de mi o mi familia. Por que debería yo sentirla? así que no me importaba si la o el infeliz dejaban penando vivos en el mundo.

-Malditos todos! Por culpa de ellos mi vida es una mierda!-Pensé llenándome de furia, y es que toda ella sería muy diferente si la envidia, la ambición, y la voluntad de aquel bastardo hijo de puta no me hubiesen arrebatado a mi amada familia. Me incline en cuclillas recargando todo el peso en mis talones, mirado más cerca el cuerpo; a veces me preguntaba: en qué momento me había vuelto tan sádica y morbosa que mirar cadáveres destazados, desmembrados, y torturados me resultaba tan atractivo y fascinante? Oh si, era el hecho de ser yo quien causaba esas horribles muertes, no había nada mejor que aquello. Me sentía poderosa, complacida pero nunca satisfecha. Desvié mirando por un momento y observe a través de la turbia agua del charco a mi lado, una mancha de sangre en mi cuello y en mis rostro, escupí por el asco que sentí ante ello y pase la manga de mi abrigo limpiando aquel rastro de mi cuerpo, debía tener más cuidado, siempre salía salpicada de su sangre, no debía olvidar que a pesar de ser brujos y tener poderes, también eran unos simples humanos, me levante y con la punta de mi bota removí un poco el cadáver, en realidad había sido muy fácil acabar con ella, se las daba de muy fuerte y al final, al igual que todas las que habían caído. No eran nada, no eran nadie. Sonríe nuevamente con gran satisfacción, energías me sobraban y aquella noche no tenía ni un solo ¨encargo¨ el rebobinar y recordar el hecho de tenerla sometida, con ojos y voz suplicantes, además del miedo reflejándose a través ello. Allí supe que estaba acabada, el miedo fue el detonante ,pues solo sientes miedo cuando tienes algo que perder .y también como la hoja de mi daga cortaba aquel blanco cuello que en segundos se tiño de carmesí me tenía sobreexcitada, tenía que buscar algo más de acción para poder partir tranquila antes del alba.

-Dulces sueños querida…-dije a modo de burla con una sonrisa sarcástica, mientras aquellos ojos carentes de color y vida parecían fijarse en mí. Nuevamente me incline para recoger mi daga del piso, limpiando la hoja con la cara interna de mi abrigo me dispuse a guardarla en el mismo lugar, sin percatarme que hacía mucho no estaba sola.Gire sobre mis talones dando la vuelta, solo para encontrar al final del callejón aquella sombra que permanecía inmóvil, con gesto impasible, y que inexplicablemente el verle hizo que una pequeña corriente se disipara por mi cuerpo poniendo en alerta todos mis sentidos…

El vampiro se detuvo abruptamente al llegar a la esquina. Las dos putas que colgaban de sus brazos soltaron un pequeño gemido de dolor. Aún no les estaba arrancando las jodidas extremidades y ya estaban berreando. Maldijo interna y externamente. ¿Por qué demonios no las había matado ya? Estaba llegando al límite de su paciencia. Quizás hubiese sido mejor que regresara al orfanato a cogerse a la primera huérfana que se cruzara en su camino. Sus colmillos parecían segregar ante la excitación que le causaba ese idílico pensamiento. Mierda. Ya estaba completamente duro, listo para meterse entre las piernas de cualquier fémina. Soltó con brusquedad a las cortesanas que había pagado excesivamente bien, al tiempo que un bestial gruñido vibraba en su pecho y subía hasta su garganta. – Aquí. Os quiero coger aquí. Se sacó la camisa del pantalón con brusquedad. Su verga quería salir y él no era nadie para negarle cualquier mezquina cosa que se le antojase. – Pero milord, alguien podría… Las palabras de la hembra murieron en cuanto sus orbes se clavaron en su rostro. Habría aplaudido con sorna ante el conocimiento de que su puta no era tonta. Solo por eso iba a morir hasta lo último. Vería a su camarada perecer de dolor y placer. Si podía ponerse en pie después de recibir su falo por completo de todas las maneras que se le ocurriera, entonces le permitiría correr para que creyera que iba a salvar su patética vida. Eso sí que sería entretenido de ver. Las niñas del orfanato que dirigía no podían llegar hasta esa parte del juego. Eran tan pequeñas, tan estrechas, ¡tan ignorantes! Además, se corrían tan rápido, como si no pudiesen esperar ni un minuto más por su atención. – Ven. Su monosílabo sonaba fieramente cortante. La cortesana, que había empezado a subirse el vestido, dio un paso y luego otro en su dirección. Darren arrancó con facilidad la parte inferior de sus ropas, la puso de cara contra la pared y sin mucho esfuerzo, separó sus glúteos y le penetró. Al vampiro le importaba un cojón que no pudiese alojar todo su miembro. Desnudaba sus colmillos para alimentarse – antes de que el verdadero juego iniciase – cuando olió la sangre.

Ahora que dejaba de concentrarse en sus putas, podía centrarse en lo que pasaba mas allá del callejón en el que se encontraba follando. La voz de la fémina, llena de furia, captó su atención. Salió del cuerpo que tenía bajo él, sin dar una mierda por la mujer que caía en el suelo con las piernas temblorosas. Se acomodó su verga – aún tiesa – y se subió el pantalón. Tendría que hacer algo con eso. Quizás la dueña de esa voz podría ser un mejor remplazo. Por si las dudas… Agarró del cabello a la mujer y la obligó a ponerse sobre sus pies. No iba a dejarlas en cualquier puto callejón para que otro de los suyos decidiese pasársela bien a sus expensas. Eran sus muñecas. Él y solo él, iba a romperlas. Las arrastró por el camino y las aventó cerca de donde el espectáculo se estaba desarrollando. Sus colmillos se alargaron ante el olor de la sangre. Si bien no era un neófito, a Darren pocas veces le importaba ocultar su naturaleza. No sentía necesidad de hacerlo cuando podía ponerle fin a la vida de quien quisiera. Si quería algo lo tomaba sin preguntar y, en esos momentos, la quería a ella. Ah. Una cazadora. La hoja de la daga centelleó ante los rayos plata que la Luna lanzaba. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se había encontrado con una de ellas? No era común ver a hembras y, menos aún, una que fuese buena. Jah. ¿Existían buenas? Solo las historias en su mente, ¡esa razón que les hacía odiarlos! era la mierda que valía la pena. Quería tenerla cerca cuando penetrara sus barreras y copulara con sus memorias. Aplaudió. Ahora que tenía sus manos lejos de su verga, resultaba fascinante. Ella ya le había visto y, ¿para qué seguir siendo una simple sombra? Su enemigo estaba muerto y, por su expresión, no estaba lista para dejar por esa noche, la cacería. – Pero si es muy temprano para ir a la cama, chérie. Mis putas y yo aún estamos empezando la velada. Debe unírsenos. Sus colmillos retrocedieron. Su lengua se deslizó sobre ellos. No se había alimentado hasta hastiarse. Había llegado el momento de cambiar ese pequeño detalle.