Animal [Darren Ralph] +18

por **Éline Rimbaud** Miér Abr 20, 2011 5:21 am

Frío. Los adoquines de París decorados con una fina película de hielo. Viento. Las ramas de los árboles del bosque de Vincennes se movían salvajemente a su compás. Noche. Podía atrapar a cualquiera con sus enormes fauces y no dejarlo escapar jamás.

Todos los parisinos de alta cuna dormían plácidamente en sus colchones mullidos, entre sábanas doradas, sin ser conscientes de que los pobres diablos de la calle luchaban por buscar un refugio donde pasar la noche. Unos, debajo de los puentes; otros, en los bancos de los parques y los menos afortunados, aquellos a los que Dios había olvidado, aquellos que ya no tenían nada que perder porque ya les habían arrebatado todo hasta su propia alma, hasta quedar secos de cualquier sentimiento, ésos...ésos dormían agazapados en las callejuelas de París.

Triste panorama.

Todo era gris, oscuro, penoso, sobrecogedor...Pero, ¡esperad! Algo está brillando en medio de tanta desolación. ¿Qué es? Tiene el cálido color del fuego del hogar. Sí, es el rojizo cabello de la demente. Éline se encuentra arrodillada en uno de los más sombríos rincones de la callejuela.

La demente estaba hambrienta. No sentía nada, ni tan si quiera frío. Sólo hambre. Rebuscaba en el suelo, en la basura, en cualquier parte con tal de conseguir algo que llevarse a la boca. Era una estampa desoladora; Una muchacha tan bella, con un cabello tan brillante, abandonada en la inmundicia.

De pronto, Éline sintió algo peludo deslizándose por sus pies. La demente bajó la vista al suelo; una rata. Antes de que esta se escondiera, Éline la atrapó.

El señor Maspero, su ruiseñor, trató de disuadir a la pelirroja de lo que estaba a punto de hacer. Pero ella no lo escuchó. Hacía mucho que no escuchaba lo que el señor Maspero tenía que decirle. Y un día de éstos, el ruiseñor volaría lejos, para no volver jamás. Dejando a Éline sola y sin guía.

La rata se movía inquieta en las manos de Éline. Ella golpeó la cabeza del animal en el suelo adoquinado, una vez. "Animal" susurraba una voz en la cabeza de la pelirroja.
Otra vez. "Animal" volvió a susurrar.
Y otra. "Animal"
Y otra más."Animal"

Así hasta que la cabeza de la rata se convirtió en un amasijo de sangre y carne estampado contra el suelo. Entonces, la demente arrancó de un bocado la carne que rodeaba las vísceras de la rata y lo escupió. Luego, empezó a devorar las entrañas del animal.
"Los hijos del Demonio jamás probarán los manjares del Cielo porque son demasiado sucios"

Ciertamente, era una triste estampa. Una joven que antaño fue tan inocente y pura...El Diablo que le hizo esto debe estar ahora mismo riéndose a carcajadas, disfrutando con tan corrompida escena. Y mientras, los ángeles lloran.

por **Darren Ralph** Miér Abr 20, 2011 8:25 pm

El primer revés fue tan placentero como abrirse paso a la fuerza entre las piernas de una ramera. - No seas marica y golpéame de nuevo. Su boca era una burla para el borracho que buscaba asestarle otro golpe. Darren yacía tirado sobre el pavimento, su cabeza estaba en una posición poco menos que ventajosa, usando la pared tras el como almohada. - La puta de mi madre me jodía mejor que esto. Escupió la sangre que se había acumulado en su garganta junto con algo de su saliva. Sí. Sus modales eran tan iguales a las de un perro. Quien dijera que los vampiros eran unos oportunistas por la fuerza sobrehumana que poseían era porque no le habían conocido. Algunas veces le valía un pito con quien luchaba, pero hoy el diablo buscaba arrastrar otra alma hasta las puertas del Infierno sin estar muy interesado en obtenerla por el modo “sencillo”. Atrapó el pie del humano cuando éste intentó golpear sus testículos. Darren hizo sonar su lengua contra el paladar ante esa jodida falta. – ¿Te gustaría que te arrancara las bolas y te las hiciera tragar? No lo creo. Su obra de caridad se fue por la alcantarilla cuando le hizo caer a su lado. Oh, ese crujir de huesos fue... El tobillo del humano había sido girado hacia el otro lado, el aullido que reverenció a la Luna no provenía de ningún lobo, sino de la garganta del malnacido que intentó aplastar su juguete preferido.

Cuando hubo terminado con él, su costosa camisa y el pantalón que vestía estaban salpicados de esa sustancia tan rica. Lo mejor estaba sobre su rostro. – Todo lo que tenías que hacer era golpearme hasta el cansancio. Agregó decepcionado, como si realmente lo lamentara. Sus nudillos estaban en carne viva, pero la hermosa visión del cuerpo hecho papilla bien lo valía. Las extremidades del humano se habían despegado de su torso en algún momento, su estómago estaba abierto dejando entrever lo que seguramente eran sus intestinos, pero que habían sido reducidos a lo que parecía ser pintura roja. Limpiando con brusquedad su boca, dio unos pasos hacia atrás, hasta que la otra pared hizo contacto con su espalda. Darren se dejó caer, doblando sus rodillas para descansar sus manos sobre ésta. ¿Cansancio? En absoluto, le gustaba el panorama, eso era todo. Con todo ese olor en el aire, no había captado el efluvio de una tercera acompañante. Una potente brisa fue su emisario. Giró su rostro hacia la izquierda, las farolas dejándole ver su silueta. - Uhm, morboso... Si su sorpresa fue por lo que hacía o por quién era, no lo demostró. Todo lo contrario, ser testigo de ello le excitó.

por **Éline Rimbaud** Lun Abr 25, 2011 2:35 pm

Los ojos de la rata, que habían quedado abiertos tras el último y mortífero golpe, miraban fíjamente a la demente. Éline le devolvía la mirada y la estudiaba; en la expresión del animal había quedado grabada para siempre el temor petrificado de quien sabe con certeza que va a morir.

Éline había quedado prendada de aquella mirada. ¿Por qué? ¿Acaso se parecía a la suya? Ojos vidriosos y carentes de vida. Sí, la demente se había enamorado de aquella mirada afligida y horrorizada.
-Me llevaré uno de recuerdo, señor Maspero.-susurró la pelirroja al aire. Con sus propios dedos, rascó y rascó una y otra vez tratando de arrancar uno de los ojos del animal. Poco a poco, la sangre comenzó a manar de los globos oculares. Pero a la enferma no pareció desagradarle aquello. Su rostro seguía tan pétreo y sereno como el de una estatua; concentrada en su labor. Sin embargo, para aquellos que sean buenos observadores, podrán darse cuenta de que una lágrima se deslizaba por su mejilla.

La sangre se incrustaba en las uñas y dedos de Éline, hasta que quedaron cubiertos por el líquido carmesí y a duras penas se podía distinguir, entre todo esa amalgama de sangre y carne, aquel brillante ojo viscoso y cristalino. Éline se quedó contemplándolo fascinada otros instantes más. La demente arrojó el resto de la rata mutilada-sin ojos ni entrañas-hacia uno de los rincones más oscuros del callejón y se guardó el ojo en su mano.

En ese momento, una esencia malvada, cruel, obscena y atroz la escudriñaba con la mirada. Éline no se percató de ello hasta minutos después. Se puso en pie; con su vestido raído y sucio, cubierto de sangre al igual que las comisuras de sus labios y sus manos. Recorrió con su vista todos los apagados rincones de la zona...Hasta que sus ojos azules dieron con él. Un halo de cordura atravesó sus ojos por un instante. Aquel rostro que Éline nunca podría olvidar aunque viviera cien vidas. Allí estaba; aterrador, bárbaro, implacable, asesino, bestial, feroz...

Cuando sus miradas se cruzaron, el mismo Dios pareció enfurecerse y, de pronto, se levantó un viento violento, un rayó atravesó el cielo y las gotas de lluvia-que yo juraría que eran rojas como la sangre- comenzaron a caer sobre París; sin duda, eran los ángeles que lloraban. LLoraban porque el alma de Éline se había descarriado, lloraban porque la joven pelirroja se abocaba a su perdición, lloraban porque habían perdido la lucha contra su hermano, el rebelde. LLoraban porque Éline se abandonaba al Tártaro.

Una sucesión de imágenes atravesaron la desquiciada mente de la pelirroja al ritmo de los delirantes y estranbóticos compases de El Vals de Mefistófeles.

"Un altar"
"La mirada acongojada de Cristo Rey"
"Sangre sobre el suelo"
"Los ángeles lloran"
"Sangre y oro"
"Colmillos"
"Luz"
"Oscuridad para siempre"
"Sangre y oro otra vez. Sangre y oro es lo que buscan...."

Las piernas de Éline temblaron, toda ella temblaba. Miraba al vampiro fíjamente. Todos los regueros de agua se dirigían hacia la cloaca. El agua era sangre. Éline respiraba entrecortadamente. Pero no desvió la mirada ni un segundo. Quería verlo. Quería verlo bien. Quería matarlo. Quería arrancarle sus colmillos y hacerse un collar con ellos. Quería que aquellos colmillos la mordieran hasta dejarla seca. Quería que él la matase. Quería que acabara con lo que había empezado. Quería que él dijera algo. Lo que fuera.

Y allí estaban ambos. Pandora y Prometeo. El lestrigón y su hija. La gárgola y su malicia; creador y criatura contemplándose los dos por primera vez en muchos, muchos años.

por **Darren Ralph** Jue Mayo 05, 2011 8:59 pm

La niebla escondía a la puta Luna de todos esos ojos que se aventuraban a echarle un vistazo y eso hacía del momento el escenario perfecto. Su verga estaba dura como una roca, batallando y ganando terreno sobre la prenda que jugaba a aprisionarlo. ¿Y cómo no? La maldita escena era tan buena como masturbarse, incluso a sus testículos les atrajo la idea de sacrificarse y servirle como alimento a la pelirroja que buscaba desesperadamente saciar su hambre. Un agujero se produjo en el silencio que comenzaba a alzarse cuando Darren aplaudió. El eco del primer aplauso rebotaba contra las paredes del callejón y antes de que encontrara su final, el siguiente aplauso se sobreponía; como si el lobo alfa aullara y su manada le acompañara. Los aplausos se cortaron en cuanto el animal fue tirado a un lado y sus miradas se cruzaron. Con esa sonrisa maldita y esos ojos vacíos, elevó una de sus cejas desde la posición en que se encontraba. El vampiro daba la misma apariencia de un borracho que no podía mantenerse en pie, pero era solo eso, una maldita apariencia porque aunque la demencia fuera la ramera que arrastraba como una perra, Darren estaba más que listo para empezar a actuar. Y mira nada más... El cielo celebraba el reencuentro de la pareja, abriendo las rejas, derramando sus gotas cristalinas como cuchillas. Era la fuerza de un mar enfurecido, golpeando el navío para sumergirlo. – ¿No hay nada para mí? ¿Un beso? ¿Un abrazo? El tono de su voz dejaba en claro que no eran más que burlas las que escupían sus labios.

- ¿Te comieron la lengua los ratones, Éline? ¿O es solo la euforia del momento que no te permite correr a mi encuentro? Cada palabra era opacada por el impacto de las gotas sobre el asfalto. La sangre siendo limpiada de su rostro molestó a Darren. Le gustaban los residuos que habían sobre sus labios y definitivamente, dentro de esas uñas. – Esa no es la forma de recibir a tu Señor. Esta era su parte favorita, jugar con la psiquis de sus victimas. Adentrarse en su mente y buscar aquello que mas temían era la mejor arma. Leyó sus pensamientos y el hecho de que ella deseara matarlo no era algo nuevo, después de todo, su vida como sirviente a Dios había llegado a su fin después de que él hubiese entrado a... ¡AH! Ahí estaban. Su verga dio un tirón ante el vívido recuerdo, su virginidad había sido arrebata sin piedad ni miramientos. – Siempre regreso a reclamar lo que me pertenece... Obligando a sus pies soportar su peso, se levantó con agilidad y aunque hacía un segundo estaba sentado, ahora estaba parado ante ella, la distancia aún entre ellos. - Incluso después de tanto tiempo... Un rayo partió el cielo, centelleó e iluminó el rostro fantasmagórico del vampiro en el mismo momento en que sus colmillos se sobrepusieron a su labio, listos para alimentarse de la dulce sangre de la demente que tenía enfrente.

por **Éline Rimbaud** Jue Mayo 12, 2011 1:41 pm

Satán había acudido a por ella. Se presentaba bajo la forma de uno de sus demonios; aquél que la había condenado. Sí, era Satán. Tenía que serlo.

No había más ruído en el callejón mas que el eco de sus crueles y despiadados aplausos, interrumpidos tan sólo por el tintineo de las gotas de lluvia al arremeter contra el suelo.
¿Era posible que estuviese aquel ser ahí, realmente?
¿Y si se trataba de otra de las ilusiones de la mente opacada de la enferma?
Todo aquello no era más que una comedia burlesca que se venía a reír de la mala suerte de la demente. No podía ser de otro modo.
Pero él hablaba, caminaba y se movía con una precisión que la mente de la pelirroja no podría reproducir.

La loca no se movió de su sitio en todo aquel tiempo. La lluvia la calaba hasta los huesos, haciendo que su vestido empapado se le pegase a su cuerpo, exhibiendo así su figura delgaducha pero no por ello exenta de curvas. Ella precisaba, cavilaba y lo observaba. Escuchaba todas las palabras que el demonio tenía que decirle, impregnadas de desprecio y displicencia.
El contacto del agua sobre sus brazos desnudos hacía que su piel se erizase. Toda ella estaba helada, helada como el mármol...

"A la segunda embestida, la joven se quería morir. Las fuertes manos de la Bestia la agarraban por los brazos, tan fuerte, que hasta le produjeron magulladuras. Ella ya había dejado de forcejear. Lo único que podía hacer ahora era llorar en silencio mientras aquel demonio la violaba. Cerró los ojos y se encomendó a Dios.
Frío. Saliva. Sangre. Dolor. Ruidos.
Las monjas del convento habían llegado justo a tiempo. El vampiro salió de ella y la arrojó contra el suelo como un despojo. Su rostro rozó el mármol frío de la iglesia. Frío..."

Y ahora, ahí estaba. Exactamente igual a como lo recordaba. Él había pronunciado su nombre.
Éline
¿Cuánto hacía que la demente no escuchaba aquel nombre? Incluso ella misma lo había olvidado hasta ese momento.

En medio de una turbulenta niebla de ideas. En medio de toda aquella maraña de imágenes inconexas que era la mente de Éline, ella también recordó el nombre de la Bestia. El Diablo tenía un nombre y ése era Darren Ralph.

Él se había autoproclamado su Señor. Él era el único que había vuelto a por ella. El único que la reclamaba. Ni su congregación, ni su familia, ni su Dios. Sólo el Diablo la quería.
-La hidra sale de su escondrijo para reclamar lo que es suyo, ¿no es así?.-Su voz era fría y metálica como el hielo.-Me robaste el alma y se la vendiste al Diablo.-La voz de Éline reflejaba rabia y amargura. Sentía pena, sentía cólera, sentía frío, hambre, desesperanza. Se sentía sucia y maltrecha. Pero sobre todo, sentía resignación.-Dime, ¿qué más puedes hacerme ya? ¿Por qué has venido hoy aquí? ¿Qué más quieres de mí?

por **Darren Ralph** Mar Mayo 31, 2011 8:38 pm

¡Puta que la parió! Si las cuchilladas con las que la fuerte lluvia les golpeaba no formaran parte de una simulación y desgarrara la piel que tocaban, Darren ya tendría a la humana bajo su boca para usar su lengua y lamer hasta dejarle vacía, no solo de sangre sino de la excitación que, si aún no había aparecido, se encargaría de hacer acto de aparición entre sus piernas. O sí. Esa estrechez sería exprimida por todo lo que pudiera ser usado como mete y saca. No solo su miembro entraba en la categoría, ¿sus dedos? ¿Por qué ser un cabrón egoísta cuando su mano podía sacar mas provecho? La cabeza que había inclinado para recibir las lanzas formadas de agua bajó lentamente para encontrarse con su mirada. Las palabras de Éline levitaban en el aire mientras que Darren dejaba que el perro atrajera a su dueño. ¿No era así cómo se sentían todopoderoso los rabiosos? Una vez que clavaban los colmillos la infección salía de su carril para ganar en una carrera donde no existía competencia, solo él y el letrero que marcaba su meta. Se acercó, el vaho que se formaba de su boca caía sobre los labios fruncidos de ella, el frío que desprendía abrigaba a la hembra que usaría para abrir el portal al Infierno y arder en una batalla campal entre sus desnudos y pútridos cuerpos.

La mano de Darren cayó sobre su cuello, los mechones rojizos cayendo sobre sus dedos y esa sonrisa que esgrimía fue gradualmente desapareciendo. En su lugar, su boca se abrió por completo, revelando el par de filosos colmillos. Con la fuerza con que le agarraba, el vampiro bien pudo haber quebrado sus huesos. ¿Pero porqué romper uno de sus juguetes predilectos? Uno no encontraba su juguete perdido después de años para no darle el uso correcto. Su lengua salió de sus fauces, deslizándose sobre la punta de esos malnacidos. Tan rápido como los rayos que bajaban del cielo, su boca se cerró sobre su cuello. No. No estaba tomando su sangre, solo desgarrado la piel para apreciar el rojo sangre cayendo sobre su vestimenta. – No me gusta que mis putas den rienda suelta al interrogatorio. Había desgarrado sin poner en peligro su vida, todavía era demasiado pronto. Esta vez, cuando alzó su rostro, los ríos carmín se unían en su barbilla. ¿Desperdiciar sangre? Y un cuerno. Su mano se cernió sobre su cabello conforme su lengua se abría a empujones entre los labios de Éline. Nada como probar de su veneno. – Voy a cogerte y jadearás como una perra en celo. Eso es lo que quiero. Al final había respondido. Buscaba infundir miedo pero si eso no funcionaba, ya lo haría lo que estaba por llevar a cabo.

FDR: {Disculpa la tardanza! Intento responder más rápido. }

por **Éline Rimbaud** Jue Jun 23, 2011 1:34 pm

Éline lo vio. Vio en los ojos del vampiro la marca indeleble del odio, la rabia, el ardor y la vileza de la serpiente. El Mal en toda y cada una de sus formas. Lo que los pueblerinos llamaban "la sed de sangre". También pudo adivinar lo que estaba por venir. No porque el señor Maspero se lo hubiera dicho, si no porque la pelirroja conocía bien al espíritu que poseía aquel cuerpo humanoide, que se acercaba a ella con pasos firmes pero sinuosos.

Oh, sí. Éline lo vio venir mucho antes de que todo aquello pasara. Delfos y Pitia se lo habían susurrado una y mil veces al oído. "Si no sospechas del fantasma, la oveja será pasto del león"

Y, si sabía lo que iba a ocurrir...¿Por qué no huyó? ¿Era masoca, aparte de loca, nuestra pequeña Éline? ¿Disfrutaba ella también con todo aquello? "Reencuentros...Dulces reencuentros" Alguien le dijo una vez.
Pobre Éline, morando entre vivos y muertos. Brumas y paredes Aquello no podía seguir así. Había que elegir; ¿condenados o bienaventurados?

El hecho es que nuestra pelirroja se quedó, allí plantada, de espaldas a la pared del callejón. ¿Tuvo tiempo de escapar? Eso nunca lo sabremos, porque, en un suspiro, Darren Ralph estaba a escasos centrímetros de ella. La había agarrado por las muñecas con la fuerza sobrehumana propia de los de su calaña.

Al final, Éline tomó su decisión. Trató de zafarse, pero no pudo. Otra vez. Otra vez lo mismo. Era tan vívido el recuerdo....Ah, no. Estaba ocurriendo realmente. De nuevo, en ese momento...Otra vez, otra vez lo mismo.

Los colmillos de Darren se clavaron en el cuello de la demente. Casi lo había olvidado. ¿Cómo era? Ah, sí...Como si 5 flechas se le clavaran en el pecho. Dolor inhumano. Éline apretó los dientes, para no gritar. ¿Por qué tenía que gritar? Los gritos eran para los inocentes. Ella no lo era. Después de todo, no escapó.

La demente sentía cómo el reguero de sangre de su cuello se deslizaba manchando su traje, que antaño fue blanco pero que ahora estaba manchado de hollín. El hollín de las hogueras del mismo Infierno.

La serpiente del demonio quería abrirse paso entre los labios de la pelirroja. Pero ella oponía resistencia. No. No estaba dispuesta otra vez. Otra vez...Igual que aquella noche. Dios, ¿no había tenido suficiente? ¿qué más podía quitarle?

No sé de donde sacó fuerzas la pelirroja, pero aún seguía forcejeando. Las palabras de él se hicieron perfectamente audibles apesar del sonido del viento, que soplaba con fuerza. Ella, por respuesta, le escupió en la cara. Sus ojos brillaban con el ímpetu de los que no tienen nada que perder. Estaban retando a la Bestia que tenía frente a ella. "Mátame" le decía con la mirada. "Si me matas, seré la ramera de un maldito para siempre" La demente ya no tenía miedo. Porque los locos como ella no tenían miedo de nada, ni siquiera de la muerte a la que tanto aclamaba.
-Los malvados son como paja arrastrada por el viento, por eso no se sostendrán en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos.

por **Darren Ralph** Vie Ago 12, 2011 7:13 pm

Sus vestimentas eran la piel que cubría sus cuerpos, no se podía decir donde empezaba una y terminaba otra en medio de la oscuridad en la que se provocaban, brevemente iluminada por los rayos que cruzaban tan excitados como la verga que ardía por ser usada. Su puta se ofrecía descaradamente, sin ser consciente del titán contra el que peleaba inútilmente; sus pezones estaban arrugados, el blusón dejaba ver esos dos pequeños taladros que iba a obligarle a usar como estacas improvisadas entre la que se alzaba rugiente en su pelvis. Darren se apartó de su boca con una amenaza agolpándose en su garganta, un deje de orgullo e ironía se postraba en la sonrisa turbia que curvaba su boca. Sus colmillos habían dejado deliberadamente cortes en sus hinchados labios, gotas carmín que envenenaba su lengua en una vorágine infernal que incluso el diablo ansiaba probar. El vampiro la quería cubierta de sangre bajo la pervertida lluvia que batallaba limpiando un desastre que no era más que el inicio de una prometedora noche. Esa sonrisa irónica pronto se tornó oscura, profunda, macabra. Su mano había golpeado la mejilla de su esclava. ¿Cómo demonios se atrevía a escupirle? El sonido reverberó en la oscuridad que los tragaba, ahogando el contacto de las gotas cristalinas contra el suelo, los techos y cualquier objeto inanimado alrededor de ellos. Al diablo las palabras. Sus manos se cerraron sobre sus senos, encerrándolos en sus garras, apretando, restregando, friccionándolos. El olor de la tierra húmeda perecía bajo el olor de la sangre que se adhería a sus cuerpos. Cuando decidió que era suficiente, rasgó la tela que se interponía entre sus fauces y sus pechos. No existía contrincante ni enemigo para Darren. Cada que ella forcejeaba solo le provocaba.

Esta vez, cuando su boca se desnudó mostrando sus filosas armas fue para encarcelar uno de sus senos. Su piel le dio la bienvenida, la facilidad con que se hundía y la forma tan exquisita en que llenaba su boca hicieron gruñir a la bestia que reconocía a quién desde hacía ya un tiempo llevaba su marca. El sabor de su sangre bombeó y endureció sus testículos. La tormenta lejos de menguar, abría sus puertas para desatar el diluvio sobre ellos. Los humanos estaban resguardados bajo techo. ¡Una puta lástima! Le habría fascinado tener espectadores, mujeres y hombres por igual, envidiosos de lo que ellos estaban por disfrutar. No importaba cuanto lo negara su puta, le haría reconocer que entregarse al mismísimo Satán era la gloria que buscaba en aquél maldito lugar en donde le había cogido, arrebatándole su virginidad. Retrajo sus colmillos unos segundos después. Debilitarla tampoco entraba entre sus planes, no quería una jodida y flácida muñeca, no estaba jugando al titiritero. Los botones de su camisa salieron volando conforme la desgarraba y la tiraba a un lado, su pantalón le encontró de inmediato. – Acuéstate. Ordenó. El tono de su voz dejaba en claro que si ella no hacía lo que le pedía, la forma en que lo obtendría sería igual de satisfactorio y... doloroso.

FDR: Una vez más, disculpa la demora.

por **Éline Rimbaud** Miér Nov 02, 2011 3:25 pm

Éline se llevó una mano allí donde la piel se había desgarrado en dos y comenzaba a fluir la sangre. Cuando la apartó, las yemas de los dedos estaban cubiertas del líquido rojo. Esa sangre la mareaba, la intoxicaba; la apartaba de sí misma. Éline ya no era Éline. Sólo sangre, despojos; escoria.

"Cenizas a las cenizas", alguien murmuró en su oído.
"No. Sangre a la sangre"

Pero, ¿dónde estaba la sangre de su sangre ahora? Ya no existía. Nunca más. Su sangre no era la suya. Estirpe y familia eran palabras remotas para ella. ¿Qué sangre conocía ella ahora? La única que le habían dado de beber. Era él, el que tenía delante; Darren Ralph. "Sangre a la sangre"

"Shh...Calla. No digas más. Ni pienses; corre" le respondió el Señor Maspero.
"Estoy cansada de correr y pedir perdón. No hay paz para los malvados" contestó con voz fatigada.

La demente notaba cómo supuraba y bomboneaba la herida de su mejilla, pero sabía que eso sólo era un vaticinio de algo más doloroso que estaba por venir. La gotas de lluvia la martilleaban como a un clavo. Eran duras y heladas como el aliento del vampiro.

"No quiero esa sangre"
"No es una elección"

El vampiro la aprisionaba cada vez más; su rostro a escasos centímetros del de la demente, su miembro candente acariciaba su pubis con descaro, llevando consigo promesas mórbidas y enfermizas donde la Catástrofe era la protagonista indiscutible. Lo podía leer en el rostro del vampiro; Y, ¿cómo era la faz del Diablo? Una máscara: ¿el drama o la comedia? Éline sólo podía ser tragedia.

"Lo quieres dentro"
"No"
"Lo quieres dentro"
"No"
"Lo quieres dentro"
"¡NO!"

El sonido de la tela desgarrándose le produjo el insomnio de las ninfas. Pesadillas de latón acudían a ella sin descanso. ¿Qué precio tenía que pagar? "El precio es la sangre"
Pero Éline no quería sangre. ¿Para qué servía ese líquido infame? Los fantasmas no lo necesitaban. Y ella no era más que un espectro. "Podrías ser algo más. Sólo reconoce que lo quieres dentro"

Con lágrimas en los ojos, Éline dejó escapar un "sí" gemido y ahogado.
Los colmillos de la víbora se clavaron en sus pechos provocándole el placer de los locos miserables. Echó su rostro hacia atrás, entreabriendo los labios ensangrentados y dejó que la lluvia celebrase la funesta representación, rociando el cuerpo de la enferma.
"No es dolor, ¿lo ves, Fantasma? Te han engañado. La Gorgona es bella, no te ha mentido"

La voz del Diablo se metió en su cabeza; seductora y amenazante. Nunca podría salir de ella, pues la enajenación no sabía bailar con vampiros. Así que, la demente se dejó caer por la pared, laxa y obediente.

"Títere" "Débil"
"Abandónate"
"¡Pero lucha!" la instó en Señor Maspero.
"Los locos no luchamos"

Éline atrajo al vampiro hacia ella, sólo las finas gotas de lluvia podían penetrar en la miníscula franja que había dejando entre ellos dos. Lo miró a los ojos con expresión retadora, insana, feroz, angustiada y ansiosa. Su respiración era agitada.
-No quiero ser un fantasma.-declaró con voz contundente.-Quiero ser sangre. Hazme sangre.
La demente pegó sus labios a los del Demonio. La sangre manaba de ellos y se mezclaba con el desorden de su mente en la boca del vampiro, unida a la vileza de las mantícoras y el fuego de los dragones. La lengua degenerada de Éline se iba haciendo hueco y buscaba los colmillos de Darren, con el ímpetu de un ánima descarriada y con el único fin de hacerse daño. "Daño", Éline lo merecía; lo necesitaba.

Apretó con fuerza los brazos del Diablo, sus uñas querían clavarse en ellos y dejarse arrastrar por toda la piel del vampiro en un festín de sangre.
"Arráncale la piel" "Lo merece. Arráncale la piel. Cúbrete de su sangre"
"Ya estoy cubierta de ella"
"Sangre a la sangre"

OFF: Por fín contesté! xD

por **Darren Ralph** Vie Dic 16, 2011 11:02 pm

Darren estaba desquiciado. La torrencial lluvia le hacía ver como el enfermo que realmente era. Su cuerpo desnudo era golpeado sin piedad, no había centímetro que las lanzas no penetraran, incluso sus carcajadas se veían entrecortadas. Las garras del demonio se clavaron en sus caderas, alzándolas sin abandonar en ningún momento la succión de su seno. El agua y las marcas gemelas que sus colmillos habían dejado sobre ella eran lamidas con obscenidad, cerradas un segundo para volver a ser abiertas en el otro. El gemido de su puta fue premiado con una embestida de sus caderas, acariciándola con morbo con la punta del mástil que se abriría paso sobre sus pliegues sin reparar si le hacía daño. La besó con fuerza, desdén, crueldad. Su puta no era nadie, no tenía porqué hacer sus malditas peticiones. La castigó. Piel y sangre se mezclaron con su aliento, su lengua golpeaba dentro de sus fauces, obligándola a salir a su encuentro, a un contacto con sus afilados colmillos. El vampiro era consciente de cómo sus pulmones luchaba frenéticamente, buscando una grieta en medio de ese abrumador ataque para llevar el aire. La soltó en el último momento, su mano ya moviéndose sobre sus cabellos, enredándose en los mechones, alzando su cabeza con brusquedad. – Ni fantasma ni sangre, eres solo la puta del diablo. Sus rodillas golpearon sus muslos, obligando a sus piernas a que se abrieran. – Tócame. Muérdeme. Aliméntate. Cualquier cosa que hagas servirá para entretenerme. Se burló, habiendo captado su pensamiento. Ella era una víctima de su demencia. No había forma de que la dejara en libertad. La arrastraría a su mansión y la mantendría prisionera. - Escúchate gemir, berreas por un pedazo de mi verga. Su mano en libertad vagó entre sus piernas, tocándola fervientemente, bañándose con las gotas que derramaba. Su cuerpo la traicionaba y el vampiro se jactaba.

- ¿Qué crees que encontraré si meto mis dedos, Éline? Para Darren el sexo significaba imponerse ante su víctima. Obligaría a la humana a aceptar que lo quería enterrado profundamente dentro de su cuerpo. - Apuesto a que chorreas como cualquier otra puta. Dos de sus dedos se introdujeron por completo. La vio arquearse como una ofrenda. Darren se regocijó ante la forma en que sus músculos se cerraban a su alrededor. No esperó a que aceptaran al invasor, antes de darle oportunidad se encontró entrando y saliendo. El chapoteo hacía eco, cantando, agradeciendo al cielo por su diluvio. - ¿Qué quieres? ¿Mi verga? Arrancó su mano de los mechones anaranjados, importándole un pito que le doliera. – Decide ahora. Te la metes o te la meto. Agregó, mas para su diversión que para su confort, un tercer dedo se unió despiadadamente a la cueva que se fundía con su calor. – A partir de esta noche soy todo lo que verás y sentirás. Serás una ninfómana. Te ofreceré a los niños de mi Orfanato y jamás te saciarás. ¿No lo ves? Tu Dios te negó. Embistió, aplastando sus testículos sobre su pelvis, su verga moviéndose como serpiente sobre su estómago, buscando su entrada. - ¿Dónde está ahora? Solo observando como te cojo. Siente su envidia, está llorando porque fuiste primero mía. Apartó su mano con su néctar. - Es tu festín. Declaró, llevándola hasta su boca, exigiendo que la abriera y tomara la esencia que le delataba como mujer, su mujer.

por **Éline Rimbaud** Dom Ene 01, 2012 3:50 pm

Migajas de mediocridad se hilvanaban en el fustigado cerebro de Éline. La demente no podría luchar contra el huracán de malicia que era Darren Ralph; y los pocos retales de orgullo que alguna vez pudo tener, se habían destruido. A la enferma sólo le quedaban algunos residuos de rabia y frenesí que constitían su escudo de alienación, y se apresuró a utilizarlos. La arrogancia de los besos del vampiro sólo podía ser contestada con ira y rencor. La lengua del perverso se introdujo por segunda vez en la boca de Éline con virulencia y desprecio, cortándole toda vía respiratoria.

Cuando Darren la soltó, aún estaban muy juntos y Éline podía oler su propia sangre, que caía como regueros desde todos los orificios creados por los mordaces colmillos del vampiro.
-No soy yo, sino tú el que ha venido a buscarme, como antaño. Tú eres el que quieres tenerme a mí. Hazlo, no me importa. Podrás tomar de mi cuerpo cuanto quieras, pero no de mi alma, porque ya no tengo.-el desprecio arrastraba cada sílaba de sus palabras, corroborado por un obstinado trueno; hasta la naturaleza se había puesto de acuerdo para lamentarse por Éline.

Su impertinencia fue respondida con un golpe seco, que hizo que sus piernas temblaran y se abriesen como dos cataratas vulnerables para ofrecer sin oponer resistencia el tesoro ultrajado.
Los dedos del vampiro estaban helados y atenuaban el ardor que Éline sufría en contra de su propia voluntad. Inconsciente y sin quererlo, la demente se sentía bombear, supurando porque Darren continuase con su inspección.
"No lo hagas. No lo sientas. Serpientes, todos son serpientes"
-Nada vas a encontrar, porque dentro no hay nada. Lo que buscas ya no está, ¿te has olvidado?-Éline apretó los dientes, presa al mismo tiempo de la furia y del delirio. No iba a dejar que el vampiro se vanagloriase de su excitación. Como castigo, el tercer ocupante la asaltó y se le erizó el cuello de la nuca.

El cuerpo de Darren Ralph la aplastó más y más contra el muro rocoso, Éline caminó unos centímetros más hacia atrás, tropezó con un vidrio y de sus dedos empezó a chorrear sangre, que era llevada por el agua hasta las alcantarillas. La figura del vampiro la atrapó contra la pared, hasta el punto de que Éline ya no tenía escapatoria posible; ahora no tenía más remedio que escuchar.

Las palabras de Darren eran rechazadas con insistencia por Éline, que cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza.
-Lo que dices es mentira.-le espetó, intentando convencerse. El miembro del vampiro luchaba por deslizarse por ella, como una víbora que esperaba a clavar los colmillos, y Éline no sabía como negarse. Los ojos de la demente brillaron aguados.
Las verdades se clavaban como puñales. Fluían, indecorosas, por los entramados de su mente y se dejaban acariciar. "Tu Dios te negó", había dicho él, con su lengua viperina y siniestra, mientras la serpiente estaba cada vez más cerca de su entrada.

"Él es todo lo que te queda"
"Él es el único que te ha reclamado"

Éline alzó la vista y apretó los labios. Sus facciones, que hacía unos momentos eran frágiles y trémulas, tornaron con la determinación que sólo un loco se atreve a poseer.
"Si no puedo tener a Dios, entonces tendré al Diablo"

Aceptó la ofrenda de Darren, sin mostrar resistencia ni oposición ninguna. Los dedos untados con su propia esencia reptaron por su boca y fueron lamidos con persistencia, obsequiando al vampiro con la obscenidad de la escena; aceptando que ella ya no podía ser más que de él.
-Adelante.-accedió la demente.-Regálame a esos niños, regálame su sangre. Los quiero a todos, a todos ellos.
La boca de Éline se deslizó por el torso de Darren, marcando cada rincón hasta llegar a su miembro erecto. Sus dientes juguetearon con él, lo mordisquearon con rabia y efervescencia, y luego fue su lengua, tan venenosa y retorcida como su cerebro, la que se recreó en aquella culebra febril hasta que la guió a su gruta. Una vez dentro, las caderas de Éline se contorsionaban al ritmo que Darren marcaba, que era desgarrador, desquiciante y nocivo. La loca gimió de dolor y sus uñas resbalaron por el tórax del violador, abriéndo la piel de éste y dejando que la sangre circulase visible por el cuerpo del endemoniado.
"Daño, daño y más daño. Quiero un banquete de sangre."

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