♦ El Estado Superior del Ser: Bjørge Ødegård ♦

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

La vida del niño ricoburgués del frío norte europeo fue cobrando sentido a medida que crecía y que las degeneradas ideas que compartía con su hermano se iban desarrollando. Elegido por Dios o, sencillamente, nacido con la predisposición a descubrir una serie de misterios, lo cierto es que su vida está bien encaminada a la indagación sobre la mente, las reglas sociales y la moralidad, todo centrándose en un aspecto que él denomina como Estado Superior del Ser.

Pero, ¿qué es la moralidad para él? Una cuestión arbitraria, con más sentido restrictivo que beneficioso. Y, pese a eso, él sí tiene una moral, que incita a rechazar precisamente a esa sociedad o, al menos, a sus reglas de juego. Para él, la sociedad es algo negativo, algo que degrada a las personas a meras marionetas.





Esa cuestión diferenciadora de los desviados se torna clave cuando se trata de él, pues tienen un espacio de suma importancia en su trabajo. A él mismo le consideraban loco y, como ya se ha dicho, él sólo se ve superior, comprendiendo, o creyendo, que la supuesta locura sólo son capacidades que nos posibilitan descubrir más. De momento sus investigaciones tienen un mero destino teórico; la utilidad más adelante.

Bjørge es alguien, a ojos de los demás, demente, algo que queda evidenciado por sus cambios de humor, que a veces le duran temporadas o, a veces, se transforman en cuestión de segundos. Además, tiene una rata gris a la que llama como su hermano, Morten, pues cree que el alma del muchacho está contenida en el peludo cuerpo y que le habla, aunque sólo él pueda escuchar sus palabras. Cuando una rata muere, él cree que el espíritu pasa a otro animal, aunque hasta ahora siempre han sido ratas, el cual acude a él.

No sabe si creer en Dios o no, aunque tampoco es que lo considere de suma importancia, pues no supone algo que vaya a cambiar drásticamente su vida. Si Dios existe, su objetivo es descubrir; si no, también. Pero lo que sí rechaza son las normas derivadas de la religión, pues, a sus ojos, para Dios son aberraciones en su nombre, que alejan a las personas de la naturaleza que ellos mismos les ha otorgado. De un modo similar, rechaza el concepto de orientación sexual o, siquiera, de restringirse a un solo género. Los instintos hablarán si tienen que hablar, lo cual no es tan sencillo, pues prefiere dedicar su tiempo a lo que le interesa. No es virgen, sin embargo, aunque no habla del tema.

Sabe tocar el piano con una destreza sólo fruto de las largas horas frente a él, a veces siendo dominado por su propia música sin poder separarse del teclado ni para comer ni para dormir. Le gusta tocar y, si bien sabe piezas de los clásicos, lo que más le gusta es experimentar extraer lo que lleva dentro y refinarlo en una melodía caótica y disonante. También tiene conocimientos diversos, pues acostumbra a leer, pero tiende a ser demasiado discriminatorio con los saberes como para recordar todo, olvidando buena parte de lo que llega a él sencillamente por considerarlo inútil.

HISTORIA

El trece de enero de mil setecientos sesenta y ocho Harald Ødegård aguardaba ansioso en una sala contigua al dormitorio conyugal el nacimiento de su segundo hijo. Las duras condiciones del clima escandinavo, o la deficiente higiene de la época, hicieron que su esposa, Eva, muriese días después. Sin embargo, el pequeño de cabello castaño y mirada oscura sí logró sobreponerse al invierno y se le otorgó el nombre de Bjørge, que, irónicamente, significa salvador.

Así pues, con la salida de la madre y la entrada del último miembro, se formó el trío de hombres que vendría a configurar a los Ødegård a partir de entonces. El padre, un respetado hombre de negocios, heredero de una de las importantes compañías mercantiles que tenían sede en la vecina ciudad de Trondheim, era alguien serio, de carácter firme, aunque sin faltarle empatía hacia sus dos hijos, quizás porque eran lo único que le quedaba de su antigua mujer. Y, pese al aprecio que sintiera por ellos, debería soportar una pesada carga que había aceptado con el ”sí” frente al altar. Debía de ser una cuestión genética, obviamente procedente de la vertiente materna de la familia, pues ambos infantes desarrollaron una peculiaridad ciertamente peculiar y que muchos miraron con recelo y desconfianza. Ambos escuchaban voces de las que nadie más tenía constancia, ni siquiera el uno era capaz de enterarse de las que el otro estaba seguro de haber oído, pero, al crecer juntos, eso no les extrañaba. Pese a que el resto de personas les dijesen que aquello era un error, un defecto de la mente, el resultado de un maleficio o la posesión del demonio, ellos, aunque fuera en secreto, se aseguraban que sólo resultaba ser así porque los demás eran estúpidos e ignorantes y no eran capaces de darse cuenta de lo que ellos sí. De hecho, Morten, como se llamaba el hermano mayor, llegó a creer que ambos habían sido elegidos por Dios para algo que aún no se les había revelado y que Él les había bendecido con aquel don de percatarse de más cosas que los demás. Sufriera de delirios de grandeza o fuera realmente un santo, lo cierto era que comenzó a levantar el resentimiento de los habitantes del pueblo, que, si no se reían de él, le insultaban por su insolencia cuando él insistía en haber recibido la gracia divina. A ello tampoco contribuía la escasa sociabilidad que habían desarrollado ambos por esa camaradería que sentían, aunque en el menor esto no fuera tan acentuado. Eso fue aprovechado por Morten desde temprana a edad, que acostumbraba a jugar con Bjørge a fingir ser alguien normal y que, así, él pudiera salir de la casa y relacionarse, enterándose de lo que sucedía allí; aunque, obviamente, aquello no funcionaba con todos los vecinos.

Los años pasaban y la maldición que sufrían no parecía tener intenciones de remitir, de hecho, la paranoia sólo hacía que aumentar y afianzarse, volviéndose algo corriente para ambos. Ni el párroco local ni ningún entendido a los que acudió su padre lograron resolver el misterio y los hermanos conservaron felizmente su ”desgraciada” circunstancia. Sin embargo, la verdadera catástrofe comenzó cuando Morten contaba con veintidós años y Bjørge con diecinueve. Era una tarde de primavera, en los pastos que separan Malvik de la ciudad, los dos locos se hallaban paseando sin rumbo por el verde, inmersos en una conversación que trataba temas trascendentales para ellos, un completo sinsentido para otro, cuando varios niños se acercaron con cantos en la mano y comenzaron a apedrear a ambos con tan mala suerte que uno de los proyectiles impactó contra el cráneo de Morten, cuyo cuerpo cayó a un suelo del que no volvió a levantarse.

Aquello supuso un revés para los Ødegård, en especial para el hijo que quedaba con vida, pues había perdido a su compañero, a su único amigo de verdad, incidiendo la tragedia en su malestar mental. Los niños fueron condenados a una pena menor por su pronta edad, algo que no satisfizo al muchacho que ya comenzaba a ser hombre. Bjørge recogió las creencias de su hermano y, aunque no llegara a tener total fe en Dios, sí creía que su característica le situaba en un plano superior y comenzó a elaborar sus propias teorías acerca de toda esa cuestión. A ello ayudó un diario  que encontró entre las posesiones de Morten, secreto que le enfureció en un principio, pero a lo que pronto supo sacar provecho. El hombre había logrado, de alguna manera, desarrollar ciertos poderes que le permitían controlar las emociones y los deseos de otras personas, lo cual le sirvió para él mismo comenzar a obtener las mismas habilidades. Con el paso de los meses, logró tener un control suficiente sobre sus nuevas capacidades y decidió aplicarlas para poder poner a prueba sus teoremas, camino que escogió también incentivado por la reaparición de su hermano, convertido en una rata que le hablaba, o al menos él lo creía así. Por lo tanto, se propuso investigar, algo para lo que necesitaba sujetos de experimentos. El primero de ellos fue su padre, algo que no le costó en sobremanera, pues no había entablado vínculos muy estables con él y la muerte de su hermano había minado la empatía que sintiera, además que aquello era algo para favorecer algo a lo que ahora se consideraba destinado. A las pocas semanas, Harald fue hallado muerto en su lecho, aparentemente por causas naturales.

Bjørge fue el único heredero de una compañía que delegó en manos de un entendido en la materia, pues a él no le interesaban los temas mercantiles, y de una herencia que comenzó a invertir en sí mismo y sus avances pseudocientíficos. Su vida se tornó la de casi un recluso, pues comenzó a sentir desprecio por la vida de aquellos que vivían cerca suyo y sólo consentía la presencia del servicio que se encargaba de la manutención de la mansión. Pero eso era algo que cambiaba, aparentemente, cuando viajaba, pues rememoraba el juego que su hermano le había enseñado con la mera intención de obtener nuevo material con el que experimentar.

Ahora, ha viajado a París con la intención de instalarse en la ciudad para investigar unos sujetos sociales teóricamente distintos a los que hubiera visto hasta entonces.

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