AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre lodo y plata [Bjørge Ødegård & Maya Doll]
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Entre lodo y plata [Bjørge Ødegård & Maya Doll]
Había llovido y la humedad en el ambiente era omnipresente. Este era un hecho que se notaba en las plantas bajo la fronda, las cuales dejaban escurrir por sus hojas esas gotas de agua que terminaban precipitándose a un suelo de barro, o en el musgo que crecía en los troncos de los árboles, que absorbían la que cargaba el aire. La ropa también la bebía, casi hasta el punto de calarse, ayudándola así a penetrar en la carne en un fructuoso intento de enfriar los huesos. En cierta medida se trataba de una instancia de un clima detestable, pero, desde otro punto de vista, de una maravilla de la naturaleza. La luz de la luna se inmiscuía por entre el manto de copas que servía de techo a aquella irregular construcción que era el bosque para dirigirse a iluminar por zonas lo que quedaba bajo su dominio, creando un aura tan lúgubre como atrayente. Éstas eran dos sensaciones que podían darse fácilmente a la vez en el corazón de cualquier espectador, pero que, generalmente, se mostraban de manera individual -o al menos siendo una opresora y la otra subyugada- escogida la indicada por la propensión del susodicho individuo a demostrar miedo por lo siniestro o su capacidad para admirar la real calma y lo casi inofensivo del panorama. Casi.
Sin embargo, nuestro protagonista no sentía ni la una ni la otra, demasiado ocupado en su tarea o en sus pensamientos -o en ambos a la vez- como para dedicarle la merecida atención a aquel sencillo y cotidiano prodigio del mundo. De poder, seguramente, escogería la segunda opción, si es que su malograda mente no se dedicaba a estropear el disfrute de la impresión al establecer un símil con esa sociedad a la que mostraba tamaña aversión, pero, como no podía, no merece la pena perder más tiempo o palabras en inexistentes supuestos.
Tal labor estaba íntimamente ligada con su presente experimento, ya que el objetivo de éste era hacerse con algunos de los elementos que crecían naturales en buena parte de la superficie boscosa de Europa y el cual tenía como destino los estómagos de sus dos cobayas, las que aun estaba por determinar si eran lobos o corderos. Por supuesto, para dicha misión no le valía encontrar cualquier sustancia y, aunque su mente se mostraba enajenada para algunas cuestiones, se presentaba lúcida para muchas otras. Su objetivo principal era lo que él llamaba motas blancas, que en jerga común se denomina amanita muscaria, un hongo común que se llevaba utilizando siglos por sus propiedades alucinógenas.
Había caminado por dos horas y, por ello, sus botas y el último tercio de sus pantalones se hallaban manchados de fango. Su rostro se hallaba mojado, aunque no se podía saber si era a causa de sudor o, sencillamente, de las ya mencionadas precipitaciones. Su paso era lento y algo pesado, especialmente cuando dejaba de prestar atención lo que sucedía a su rededor para centrarse en los desvaríos de su intelecto, que, generalmente, no le llevaban a ningún puerto. De hecho, hasta resultaban contraproducentes, pues a nadie debía de extrañarle que no hubiera pasado por alto uno o dos ejemplares de la planta que quería llevarse en su bolsillo de vuelta al monasterio en ruinas que ahora se había convertido en su hogar a la par que en su laboratorio. Y, no sólo eso.
El noruego terminó llegando a un profundo desnivel del terreno que aparecía en forma de un barranco prácticamente vertical. La línea de árboles llegaba hasta el mismo borde y a sus pies se extendía un remanso de agua alargado con varias decenas de metros de longitud, rodeado a su vez por la continuación del bosque. Era una visión bella, ya que el astro en el cielo, casi en el cénit de su ciclo, se reflejaba directamente contra el negro espejo desplegado sobre la tierra. Pero Bjørge seguía sin prestarle atención, frunciendo, de hecho, el ceño para volver a su tarea. Se giró de golpe y, quizás como venganza de la naturaleza, su pie derecho quiso resbalar sobre la húmeda tierra y su propio peso le venció para perder el equilibrio. Intentó agarrarse, pero sus falanges no fueron lo suficientemente rápidas como para aferrar raíz o roca y su cuerpo casi quedó suspendido en el aire hasta coger velocidad y abalanzarse por aquella caída de demasiada altura. Pataleó en el aire, pero no había nada que pudiera hacer, y, un par de segundos después, un sordo sonido de chapoteo se propagó por los alrededores. Quizás fuera a causa del golpe sobre la gélida superficie de la laguna o quizás por la sorpresa mezclada al temor, pero lo cierto es que el brujo quedó noqueado en aquel líquido, yaciendo inconsciente sobre aquel impropio lecho que se hubiera convertido en su tumba de no ser por el aire que entraba en sus pulmones y le mantenía a flote.
Sin embargo, nuestro protagonista no sentía ni la una ni la otra, demasiado ocupado en su tarea o en sus pensamientos -o en ambos a la vez- como para dedicarle la merecida atención a aquel sencillo y cotidiano prodigio del mundo. De poder, seguramente, escogería la segunda opción, si es que su malograda mente no se dedicaba a estropear el disfrute de la impresión al establecer un símil con esa sociedad a la que mostraba tamaña aversión, pero, como no podía, no merece la pena perder más tiempo o palabras en inexistentes supuestos.
Tal labor estaba íntimamente ligada con su presente experimento, ya que el objetivo de éste era hacerse con algunos de los elementos que crecían naturales en buena parte de la superficie boscosa de Europa y el cual tenía como destino los estómagos de sus dos cobayas, las que aun estaba por determinar si eran lobos o corderos. Por supuesto, para dicha misión no le valía encontrar cualquier sustancia y, aunque su mente se mostraba enajenada para algunas cuestiones, se presentaba lúcida para muchas otras. Su objetivo principal era lo que él llamaba motas blancas, que en jerga común se denomina amanita muscaria, un hongo común que se llevaba utilizando siglos por sus propiedades alucinógenas.
Había caminado por dos horas y, por ello, sus botas y el último tercio de sus pantalones se hallaban manchados de fango. Su rostro se hallaba mojado, aunque no se podía saber si era a causa de sudor o, sencillamente, de las ya mencionadas precipitaciones. Su paso era lento y algo pesado, especialmente cuando dejaba de prestar atención lo que sucedía a su rededor para centrarse en los desvaríos de su intelecto, que, generalmente, no le llevaban a ningún puerto. De hecho, hasta resultaban contraproducentes, pues a nadie debía de extrañarle que no hubiera pasado por alto uno o dos ejemplares de la planta que quería llevarse en su bolsillo de vuelta al monasterio en ruinas que ahora se había convertido en su hogar a la par que en su laboratorio. Y, no sólo eso.
El noruego terminó llegando a un profundo desnivel del terreno que aparecía en forma de un barranco prácticamente vertical. La línea de árboles llegaba hasta el mismo borde y a sus pies se extendía un remanso de agua alargado con varias decenas de metros de longitud, rodeado a su vez por la continuación del bosque. Era una visión bella, ya que el astro en el cielo, casi en el cénit de su ciclo, se reflejaba directamente contra el negro espejo desplegado sobre la tierra. Pero Bjørge seguía sin prestarle atención, frunciendo, de hecho, el ceño para volver a su tarea. Se giró de golpe y, quizás como venganza de la naturaleza, su pie derecho quiso resbalar sobre la húmeda tierra y su propio peso le venció para perder el equilibrio. Intentó agarrarse, pero sus falanges no fueron lo suficientemente rápidas como para aferrar raíz o roca y su cuerpo casi quedó suspendido en el aire hasta coger velocidad y abalanzarse por aquella caída de demasiada altura. Pataleó en el aire, pero no había nada que pudiera hacer, y, un par de segundos después, un sordo sonido de chapoteo se propagó por los alrededores. Quizás fuera a causa del golpe sobre la gélida superficie de la laguna o quizás por la sorpresa mezclada al temor, pero lo cierto es que el brujo quedó noqueado en aquel líquido, yaciendo inconsciente sobre aquel impropio lecho que se hubiera convertido en su tumba de no ser por el aire que entraba en sus pulmones y le mantenía a flote.
Última edición por Bjørge Ødegård el Jue Mar 13, 2014 8:11 pm, editado 2 veces
Bjørge Ødegård- Hechicero Clase Alta
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Re: Entre lodo y plata [Bjørge Ødegård & Maya Doll]
Vivir con Joao le había llevado la tranquilidad que no creía poder tener, de hecho estaba más feliz que nunca porque ya podía dormir prácticamente toda la noche sin ser asaltada por ninguna clase de sueños que pudieran significar una premonición o algo por el estilo, pero eso quizás podía traducirse como la calma antes de la tormenta. Era eso o solamente que las cosas serían de esa manera desde ese punto y en adelante. No importaba. No mientras todo siguiera con aquella calma y paz, aunque fuera momentánea o falsa, eso daba igual porque calmaba a la bruja y todo lo que antes creyó pensar o que le sucedió.
Esa noche en particular estaría sola, Joao tenía otras cosas que hacer y era bueno de vez en cuando que de esa manera pudiera tener algo de paz. Se había llevado a aquella casa los libros de su abuelo y gracias a ellos es que pasaba las tardes entretenida y practicando algunos hechizos o sus propias habilidades de ilusión.
No era muy tarde cuando se había sentado en un pequeño sofá en la sala para leer unos cuantos hechizos más que deseaba practicar, pero su propia mente y tal vez en parte sus propios poderes le tenían reservada otra sorpresa para ese día.
Maya no pudo estar segura del momento en que la inconsciencia hizo efecto en ella; al menos no hasta que un frío que le calo en los huesos y sus ojos se abrieron de golpe solo para encontrarse a si misma rodeada de humedad y arboles.
– ¿Qué? – La bruja intento mover los pies, pero le costaba trabajo con la capa de lodo que se acumulaba, sin mencionar que su vestido estaba húmedo de la parte de abajo y lleno de suciedad. No era eso en realidad lo que le preocupaba a ella, de hecho, lo que en esos momentos volvía su respiración irregular y llevaba su mirada de un sitio a otro es que nunca antes le paso algo así. Sus sueños antes le indicaban los lugares a los cuales debía ir, o lo que le sugerían hacer… en otras ocasiones eran solo pesadillas, así les llamaba y consideraba; pero nunca en todos sus años de vida había actuado como sonámbula, ese detalle fue el que le disparo el terror en el cuerpo y la mente.
La humedad le dificultaba la ya superficial respiración y el temor le inundaba el cuerpo al igual que el frío, lo que hacía complicado que pudiera moverse de aquel lugar.
– Relajate… respira y busca la salida… vas a estar bien… todo esta bien – hablaba para si misma, buscando en sus propias palabras la tranquilidad que le era imposible encontrar en el exterior. Poco a poco y mientras sus respiraciones se volvían más profundas avanzo en aquel lugar, buscando la manera de regresar a un sitio que pudiese reconocer para de ahí regresar a su hogar.
Su atención estaba en todo y a la vez en nada, no se veía o sentía en paz en aquel sitio el cual, reconoció poco después. Se encontraba en la laguna, un sitio al que fue muy pocas veces en su vida pero que ahora le llamaba por algo que aún no sabía.
Ignorando la posible llamada de aquel lugar, caminaba con desesperación y dificultad hasta que una risita le saco de su idea principal solo para volverse sobre si misma y suspirar. Reconocía esa risa porque era una que solía escuchar en sueños y en otras ocasiones ver. Era ella misma.
– ¿Qué quieres ahora? – Su ilusión de si misma en aquella figura era una a la que ya estaba acostumbrada a enfrentarse, esa ilusión en particular siempre le guiaba a algún sitio que “debiera” ir. Antes de cualquier cosa la imagen de la pequeña bruja de cabellos negros y vestido color morado salió corriendo y el eco de su voz infantil resonó solo en la mente de Maya. “Vamos”.
Una vez que ella misma hacía acto de presencia no quedaba más opción que seguirse. Iba lo más rápido que sus piernas y el vestido aquel le permitía pero aún así era mucho más lenta que ella misma, que continuaba diciendo de manera insistente que siguiera.
Los pasos de su propia ilusión le llevaron a la orilla de las aguas, donde observo como la infantil ilusión corría hasta llegar a un punto en las aguas y desde ese lugar solo miro en dirección a ella.
– Estoy volviéndome loca, no hay forma de que vaya para allá ahora – Ignorarse; eso era lo que debía hacer pero no, ahí seguía, contemplando a una Maya mucho más joven sobre las aguas. Sonámbula y loca; nada bueno saldría de aquello. “Sacalo” Esa orden de ella misma fue la que le llevo a prestar atención real sobre las aguas y ver aquel cuerpo en ellas. – Sacarle, si… – pensó apenas unos instantes para poder recordar un hechizo de los cuales estuvo leyendo en días anteriores y poco a poco el cuerpo de aquel que se encontraba en las aguas fue movido a la orilla; donde una vez que llegó y Maya termino de sacarle su ilusión, desapareció.
– ¡Hey! – el hombre que saco a la orilla estaba inconsciente pero respiraba, así que no debía estar tan mal o al menos no lo estaba de esa manera. Debía asegurarse de que al despertar estuviese bien y entonces podría irse – Oye, despierta… – sujeto al hombre de uno de sus hombros y le sacudió suave, no quería que despertaba de una manera violenta, pero ¿Qué otra forma tenía de despertarlo si el agua no lo hizo antes?
Esa noche en particular estaría sola, Joao tenía otras cosas que hacer y era bueno de vez en cuando que de esa manera pudiera tener algo de paz. Se había llevado a aquella casa los libros de su abuelo y gracias a ellos es que pasaba las tardes entretenida y practicando algunos hechizos o sus propias habilidades de ilusión.
No era muy tarde cuando se había sentado en un pequeño sofá en la sala para leer unos cuantos hechizos más que deseaba practicar, pero su propia mente y tal vez en parte sus propios poderes le tenían reservada otra sorpresa para ese día.
Maya no pudo estar segura del momento en que la inconsciencia hizo efecto en ella; al menos no hasta que un frío que le calo en los huesos y sus ojos se abrieron de golpe solo para encontrarse a si misma rodeada de humedad y arboles.
– ¿Qué? – La bruja intento mover los pies, pero le costaba trabajo con la capa de lodo que se acumulaba, sin mencionar que su vestido estaba húmedo de la parte de abajo y lleno de suciedad. No era eso en realidad lo que le preocupaba a ella, de hecho, lo que en esos momentos volvía su respiración irregular y llevaba su mirada de un sitio a otro es que nunca antes le paso algo así. Sus sueños antes le indicaban los lugares a los cuales debía ir, o lo que le sugerían hacer… en otras ocasiones eran solo pesadillas, así les llamaba y consideraba; pero nunca en todos sus años de vida había actuado como sonámbula, ese detalle fue el que le disparo el terror en el cuerpo y la mente.
La humedad le dificultaba la ya superficial respiración y el temor le inundaba el cuerpo al igual que el frío, lo que hacía complicado que pudiera moverse de aquel lugar.
– Relajate… respira y busca la salida… vas a estar bien… todo esta bien – hablaba para si misma, buscando en sus propias palabras la tranquilidad que le era imposible encontrar en el exterior. Poco a poco y mientras sus respiraciones se volvían más profundas avanzo en aquel lugar, buscando la manera de regresar a un sitio que pudiese reconocer para de ahí regresar a su hogar.
Su atención estaba en todo y a la vez en nada, no se veía o sentía en paz en aquel sitio el cual, reconoció poco después. Se encontraba en la laguna, un sitio al que fue muy pocas veces en su vida pero que ahora le llamaba por algo que aún no sabía.
Ignorando la posible llamada de aquel lugar, caminaba con desesperación y dificultad hasta que una risita le saco de su idea principal solo para volverse sobre si misma y suspirar. Reconocía esa risa porque era una que solía escuchar en sueños y en otras ocasiones ver. Era ella misma.
– ¿Qué quieres ahora? – Su ilusión de si misma en aquella figura era una a la que ya estaba acostumbrada a enfrentarse, esa ilusión en particular siempre le guiaba a algún sitio que “debiera” ir. Antes de cualquier cosa la imagen de la pequeña bruja de cabellos negros y vestido color morado salió corriendo y el eco de su voz infantil resonó solo en la mente de Maya. “Vamos”.
Una vez que ella misma hacía acto de presencia no quedaba más opción que seguirse. Iba lo más rápido que sus piernas y el vestido aquel le permitía pero aún así era mucho más lenta que ella misma, que continuaba diciendo de manera insistente que siguiera.
Los pasos de su propia ilusión le llevaron a la orilla de las aguas, donde observo como la infantil ilusión corría hasta llegar a un punto en las aguas y desde ese lugar solo miro en dirección a ella.
– Estoy volviéndome loca, no hay forma de que vaya para allá ahora – Ignorarse; eso era lo que debía hacer pero no, ahí seguía, contemplando a una Maya mucho más joven sobre las aguas. Sonámbula y loca; nada bueno saldría de aquello. “Sacalo” Esa orden de ella misma fue la que le llevo a prestar atención real sobre las aguas y ver aquel cuerpo en ellas. – Sacarle, si… – pensó apenas unos instantes para poder recordar un hechizo de los cuales estuvo leyendo en días anteriores y poco a poco el cuerpo de aquel que se encontraba en las aguas fue movido a la orilla; donde una vez que llegó y Maya termino de sacarle su ilusión, desapareció.
– ¡Hey! – el hombre que saco a la orilla estaba inconsciente pero respiraba, así que no debía estar tan mal o al menos no lo estaba de esa manera. Debía asegurarse de que al despertar estuviese bien y entonces podría irse – Oye, despierta… – sujeto al hombre de uno de sus hombros y le sacudió suave, no quería que despertaba de una manera violenta, pero ¿Qué otra forma tenía de despertarlo si el agua no lo hizo antes?
Virgile- Humano Clase Baja
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Re: Entre lodo y plata [Bjørge Ødegård & Maya Doll]
En su inconsciencia, Bjørge se hallaba sumido en una omnipresente calma; pero lo que era calma para él, sería pesadilla para muchos otros. La utopía se hacía dueña del sueño para configurar las entrañas del mundo a su gusto y acorde, en su mayor medida, a su propio idealismo. Aquella era una existencia teñida de pureza, pero la pureza en la mente del noruego era de un sucio carmesí, ya que los ríos se veían anegados por la sangre derramada y éstos fertilizaban la tierra a su paso con más violencia y destrucción. Pero, sí, era puro, puro de una trágica manera. Nadie, absolutamente nadie, pensaba en los demás, no si no sentían un irremediablemente deseo de hacerlo, lo cual, en cualquier caso, venía motivado por un beneficio que sacarían de dicho falso altruismo. Por eso era que sólo los más hábiles sobrevivían, por su fuerza, suerte o, más bien, por tener unas mandíbulas más fuertes y ágiles que las de los demás, dado que la metáfora lograba desarrollar las piezas dentales de cada individuo hasta convertirlas en armas mortales que buscaban con sed insaciable las gargantas de cualquier otro ser que osara acercarse a ellos. Era una realidad con similitud a la real, dado que se trataba, al igual que ésta, de un juego de subyugación, pero la presente resultaba mucho más visceral, por lo que, así, se tornaba irremediablemente más cruel.
Mientras él era feliz, su cuerpo se entumecía, flotando con suavidad sobre la superficie del remanso de agua. Su rostro expresaba la tranquilidad que sentía internamente, una paz que casi pudiera sugerir una no real muerte. Y él no se percataba de ello, pero la verdad era que su piel, sus músculos , incluso, sus huesos, se estaban viendo resentidos por el exceso contacto con esa fía agua. Posiblemente hubiese muerto de hipotermia en aquel preciso lugar de no ser porque alguien -o algo- quiso cambiar su destino. Él llegaría a creer que los responsables de su rescate habían sido esas fuerzas del mundo que le habían otorgado sus dones para un fin mayor, pero la verdad bien podría ser muy diferente.
Lentamente y como si no fuera la voluntad de una persona, sino el natural movimiento de un sutil oleaje, su cuerpo fue aproximándose a la orilla. Allí, en aquella húmeda y fangosa tierra, unas consideradas manos le agarraron y le sacudieron por los hombros intentando depertarle de su ilusión. Y, en donde antes había perfección, sólo quedó una total masacre. En su sueño, los lobos aullaron y todo rastro de vida quedó aniquilado por la mano de un ajeno apocalipsis que hubo de exterminar tal perfecta sociedad. Y, a causa de ello, las pupilas de Bjørge volvieron a ver el mundo cargadas de una inmensa tristeza. Fue cuando sus párpados se replegaron el momento en el que transmitió inconscientemente la pesadumbre que le invadía a aquella muchacha que le había salvado, haciendo uso de uno de esos lazos o canales que unían a todas las personas y que él había aprendido a dominar en parte. Se dejó zarandear, sin embargo, hasta que ella se cansara de hacerlo, demasiado decaído a la par que aturdido para reaccionar aun. Respiraba lento y su vuelta a la vigilia fue paulatina, y hubiera seguido siendo gradual si no hubiera recordado lo que había sucedido.
El detonante de su verdadero despertar fue el dolor que sintió en sus rótulas por el exceso de humedad, lo cual le llevó a rememorar la caída y esto, a su vez, le hizo inquietarse. Dicha preocupación era por su hermano -o la rata en la que él creía que habitaba- por lo que, raudo, se separó de la fémina y comenzó a buscar desesperado en el interior de su ahora pesada chaqueta hasta encontrar el pequeño cuerpo del roedor. Se lo acercó al rostro, lo analizó y lo zamarreó por, al menos, un minuto, negándose a prestar atención a nada que no fuese el inerte cadáver hasta que, al fin, aceptó que a éste se le había terminado la vida. Resopló, pero se mostró sereno.
– Lo siento, Morten – enunció serio en su idioma natal antes de coger fuerzas y lanzar a la rata hacia la laguna, en la cual se sumergió con un sordo chapoteo.
Después de ”enterrar” a su querido hermano en su tumba de agua, se giró hacia su salvadora. Su mirada ya no expresaba ningún ánimo decaído, sino que lo único que se podía hallar en ellos era curiosidad. Intentaba analizarla y encontrar algún rasgo peculiar, pero la luz era excasa bajo la sombra de los árboles y su misión no resultó fructífera.
– ¿Quién eres? – preguntó entonces en francés con un tosco acento – ¿Y qué haces aquí? – añadió también, como si, en vez de hacerle un favor, estuviera cometiendo un allanamiento de algún tipo.
Mientras él era feliz, su cuerpo se entumecía, flotando con suavidad sobre la superficie del remanso de agua. Su rostro expresaba la tranquilidad que sentía internamente, una paz que casi pudiera sugerir una no real muerte. Y él no se percataba de ello, pero la verdad era que su piel, sus músculos , incluso, sus huesos, se estaban viendo resentidos por el exceso contacto con esa fía agua. Posiblemente hubiese muerto de hipotermia en aquel preciso lugar de no ser porque alguien -o algo- quiso cambiar su destino. Él llegaría a creer que los responsables de su rescate habían sido esas fuerzas del mundo que le habían otorgado sus dones para un fin mayor, pero la verdad bien podría ser muy diferente.
Lentamente y como si no fuera la voluntad de una persona, sino el natural movimiento de un sutil oleaje, su cuerpo fue aproximándose a la orilla. Allí, en aquella húmeda y fangosa tierra, unas consideradas manos le agarraron y le sacudieron por los hombros intentando depertarle de su ilusión. Y, en donde antes había perfección, sólo quedó una total masacre. En su sueño, los lobos aullaron y todo rastro de vida quedó aniquilado por la mano de un ajeno apocalipsis que hubo de exterminar tal perfecta sociedad. Y, a causa de ello, las pupilas de Bjørge volvieron a ver el mundo cargadas de una inmensa tristeza. Fue cuando sus párpados se replegaron el momento en el que transmitió inconscientemente la pesadumbre que le invadía a aquella muchacha que le había salvado, haciendo uso de uno de esos lazos o canales que unían a todas las personas y que él había aprendido a dominar en parte. Se dejó zarandear, sin embargo, hasta que ella se cansara de hacerlo, demasiado decaído a la par que aturdido para reaccionar aun. Respiraba lento y su vuelta a la vigilia fue paulatina, y hubiera seguido siendo gradual si no hubiera recordado lo que había sucedido.
El detonante de su verdadero despertar fue el dolor que sintió en sus rótulas por el exceso de humedad, lo cual le llevó a rememorar la caída y esto, a su vez, le hizo inquietarse. Dicha preocupación era por su hermano -o la rata en la que él creía que habitaba- por lo que, raudo, se separó de la fémina y comenzó a buscar desesperado en el interior de su ahora pesada chaqueta hasta encontrar el pequeño cuerpo del roedor. Se lo acercó al rostro, lo analizó y lo zamarreó por, al menos, un minuto, negándose a prestar atención a nada que no fuese el inerte cadáver hasta que, al fin, aceptó que a éste se le había terminado la vida. Resopló, pero se mostró sereno.
– Lo siento, Morten – enunció serio en su idioma natal antes de coger fuerzas y lanzar a la rata hacia la laguna, en la cual se sumergió con un sordo chapoteo.
Después de ”enterrar” a su querido hermano en su tumba de agua, se giró hacia su salvadora. Su mirada ya no expresaba ningún ánimo decaído, sino que lo único que se podía hallar en ellos era curiosidad. Intentaba analizarla y encontrar algún rasgo peculiar, pero la luz era excasa bajo la sombra de los árboles y su misión no resultó fructífera.
– ¿Quién eres? – preguntó entonces en francés con un tosco acento – ¿Y qué haces aquí? – añadió también, como si, en vez de hacerle un favor, estuviera cometiendo un allanamiento de algún tipo.
Bjørge Ødegård- Hechicero Clase Alta
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Re: Entre lodo y plata [Bjørge Ødegård & Maya Doll]
Los ojos de aquel desconocido se abrieron de manera repentina lo cual provoco que la bruja se espantara un poco. Aquel individuo se quedo unos segundos de esa manera y cuando pensaba preguntarle ¿Cómo demonios había terminado en aquel lugar? pero antes de que pudieran sus labios formular algún cuestionamiento, la figura masculina se movió al parecer buscando algo.
Maya permaneció observando al hombre pero sin decir palabra alguna. Le causaba curiosidad saber que era lo que le llevo a es individuo a terminar sobre las aguas inconsciente aunque gran parte de sus ideas se dirigían a que quizás hubiese intentado suicidarse. La mente de Maya claro, no podía estar más equivocada respecto a eso pero aunque era bruja, no podía adivinar todo lo que sucedía ni los motivos de las sucesiones de eventos.
Su mirada recorrió el cuerpo masculino aún con la carencia de luz que existía, observando solo el contorno de aquel cuerpo. Quien fuera aquel hombre tenía una contextura física que podría ser envidiada por varios y al notar eso era obvio saber que una caída no lo mataría, quizás el frío, que se ahogara o cualquier otra cosa.
Con sorpresa noto como se sacaba una rata, solo para después moverla con brusquedad. En momentos como ese es que precisamente ella se sentía la persona más normal del mundo, después de todo ella solo se perseguía a si misma en aquellas ilusiones, no como ese hombre que zarandeaba a una rata en busca de algo que solo su mente podía comprender pero de la misma forma en que la busco con desesperación segundos antes, ahora la lanzaba hacia la laguna aquella como si fuera nada más que un desperdicio. No existía forma de que eso no le intrigara más. La mirada de la bruja había ido en dirección a donde ahora se encontraba el cadáver de aquella rata, lejos de donde su visión pudiera realmente reconocerla y no fue hasta que se giro nuevamente que se encontró al fin con la mirada del hombre que había salvado.
Ante aquellas preguntas que le resultaron más demandantes que curiosas no hizo más que fruncir el ceño, pero con todo y eso estaba dispuesta a responder a aquellas preguntas.
– Mi nombre es Maya. ¿Tú quién eres? – con facilidad podía notarse la diferencia en las voces de los dos, junto con la notoriedad de que su acento era evidentemente extranjero – Yo solo he venido a jugar conmigo mismo al parecer – pensó una vez más en la figura infantil de ella misma, aquella que le guiaba a aquel hombre por algún motivo desconocido – Pero de no estar aquí creo que hubieras muerto igual que… – señalo en dirección a la laguna para dar a entender que seguramente el desconocido habría terminado como la rata – Y ¿Qué hacías aquí? ¿Tomando un baño mortal de media noche? – hablaba con demasiada familiaridad pero es que la manera en la que él se expreso antes le dio pie a aquello – ¿Qué hacías con aquella rata por cierto? Es que es bastante peculiar que alguien tenga una rata en los bolsillos y me causa curiosidad – mantenía la mirada lo más fija posible en aquello que era el rostro en penumbras del hombre aquel, esperando alguna respuesta que calmara su curiosidad al respecto solo que lo mejor debió ser que ella se fuera sin tratar de saber más de él.
Maya permaneció observando al hombre pero sin decir palabra alguna. Le causaba curiosidad saber que era lo que le llevo a es individuo a terminar sobre las aguas inconsciente aunque gran parte de sus ideas se dirigían a que quizás hubiese intentado suicidarse. La mente de Maya claro, no podía estar más equivocada respecto a eso pero aunque era bruja, no podía adivinar todo lo que sucedía ni los motivos de las sucesiones de eventos.
Su mirada recorrió el cuerpo masculino aún con la carencia de luz que existía, observando solo el contorno de aquel cuerpo. Quien fuera aquel hombre tenía una contextura física que podría ser envidiada por varios y al notar eso era obvio saber que una caída no lo mataría, quizás el frío, que se ahogara o cualquier otra cosa.
Con sorpresa noto como se sacaba una rata, solo para después moverla con brusquedad. En momentos como ese es que precisamente ella se sentía la persona más normal del mundo, después de todo ella solo se perseguía a si misma en aquellas ilusiones, no como ese hombre que zarandeaba a una rata en busca de algo que solo su mente podía comprender pero de la misma forma en que la busco con desesperación segundos antes, ahora la lanzaba hacia la laguna aquella como si fuera nada más que un desperdicio. No existía forma de que eso no le intrigara más. La mirada de la bruja había ido en dirección a donde ahora se encontraba el cadáver de aquella rata, lejos de donde su visión pudiera realmente reconocerla y no fue hasta que se giro nuevamente que se encontró al fin con la mirada del hombre que había salvado.
Ante aquellas preguntas que le resultaron más demandantes que curiosas no hizo más que fruncir el ceño, pero con todo y eso estaba dispuesta a responder a aquellas preguntas.
– Mi nombre es Maya. ¿Tú quién eres? – con facilidad podía notarse la diferencia en las voces de los dos, junto con la notoriedad de que su acento era evidentemente extranjero – Yo solo he venido a jugar conmigo mismo al parecer – pensó una vez más en la figura infantil de ella misma, aquella que le guiaba a aquel hombre por algún motivo desconocido – Pero de no estar aquí creo que hubieras muerto igual que… – señalo en dirección a la laguna para dar a entender que seguramente el desconocido habría terminado como la rata – Y ¿Qué hacías aquí? ¿Tomando un baño mortal de media noche? – hablaba con demasiada familiaridad pero es que la manera en la que él se expreso antes le dio pie a aquello – ¿Qué hacías con aquella rata por cierto? Es que es bastante peculiar que alguien tenga una rata en los bolsillos y me causa curiosidad – mantenía la mirada lo más fija posible en aquello que era el rostro en penumbras del hombre aquel, esperando alguna respuesta que calmara su curiosidad al respecto solo que lo mejor debió ser que ella se fuera sin tratar de saber más de él.
Virgile- Humano Clase Baja
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Re: Entre lodo y plata [Bjørge Ødegård & Maya Doll]
Nuestro científico demente, torcido filósofo, o de la manera con la que al lector le resulte oportuna referirse a Bjørge -en mi opinión, cualquiera de éstas son válidas, ya que ambas cupaciones tienen mucha similitud con las actividades del brujo-, sentía cómo la preocupación de la muchacha iba desvaneciéndose para ser ocupado su corazón por un sentimiento, no sé si de intriga, pero de curiosidad al menos. Sus pupilas, clavadas en las que tenían frente a sí o en los movimientos que efectuara el hombre, lo expresaban así. Sin embargo, herr Ødegård ya estaba acostumbrado a ser contemplado así, por lo que no llegó a inmutarse.
- Me llamo Bjørge – dio su nombre de pila, tanto porque ella hubiera facilitado el mismo tipo de dato como por ser tal su hábito. No tenía por costumbre presentarse por su apellido, pues sólo se le referían por él en su Trodheim natal y en los asuntos que tenían que ver con la compañía mercantil que le pertenecía, pero que de todas formas no administraba. Y justo después de las formalidades, la señorita mentó algo que él no fue capaz de comprender para, a continuación, precipitarse a matar su intriga -. Me hallaba... dando un paseo. Resbalé en aquel desnivel y caí – simplificó lo que había sucedido, ya que en ocasiones él se mostraba así de escueto. No se sinceró respecto al verdadero fin de su caminata bajo la luz de la luna pues, por muy malogrado que se encontrase su intelecto, era consciente de que no muchas personas verían con buenos ojos la tarea de recoger ciertas sustancias. Por lo tanto, se lo guardó para sí. Y, curiosamente, no se vio tan reticente a exponer el otro asunto que pudiera hacer que ella se mordiese las uñas -no literalmente, esperemos-. Al fin y al cabo Morten era un orgullo para el torcido filósofo y eso llegaba a nublar su también torcido raciocinio - ¿Aquella rata? - repitió casi ofendido por el poco respeto de la expresión – Aquella rata es mi hermano; o lo era – agregó con toda la pesadumbre ausente ahora en su grave voz -. Sí, ha muerto, pero no deberías preocuparte, Morten no sería capaz de abandonarme a mí y de abandonar nuestra misión. No debería tardar mucho en volver – si el que sus palabras pudieran causar desconcierto a la joven era algo ajeno al noruego, que sugería tales sacrilegios como si de algo corriente se tratase -posiblemente porque para él sí resultaba algo corriente-.
Entonces apoyó las palmas de sus manos en el fango y se impulsó para ponerse en pie de un golpe. Se reveló así su considerable altura que comenzó a exhibir sin siquiera proponérselo con el reducido devenir que comenzó a describir entre dos robles aledaños a su posición. SU ropa desprendía humedad y las gotas que caían desde su cabello se obcecaban en correr hacia el vértice de su nariz para usarlo de trampolín hacia el ya anegado suelo.
- ¿Cómo es eso de que has venido a jugar contigo misma? - le preguntó al respecto de su anterior declaración, mirándola por no más que dos instantes - ¿Y cómo puedes no estar segura de lo que haces... Maya? - dado el aturdimiento en el momento en el que ella le había facilitado su nombre, era un milagro que, pese al esfuerzo, hubiera logrado rememorarlo - ¿Es que acaso otros te dominan y no eres dueña de tus actos? - y, como era normal, Ødegård ya comenzaba a indagar sobre ella co el fin de catalogarla bien como depredadora, bien como parte del despreciable rebaño.
- Me llamo Bjørge – dio su nombre de pila, tanto porque ella hubiera facilitado el mismo tipo de dato como por ser tal su hábito. No tenía por costumbre presentarse por su apellido, pues sólo se le referían por él en su Trodheim natal y en los asuntos que tenían que ver con la compañía mercantil que le pertenecía, pero que de todas formas no administraba. Y justo después de las formalidades, la señorita mentó algo que él no fue capaz de comprender para, a continuación, precipitarse a matar su intriga -. Me hallaba... dando un paseo. Resbalé en aquel desnivel y caí – simplificó lo que había sucedido, ya que en ocasiones él se mostraba así de escueto. No se sinceró respecto al verdadero fin de su caminata bajo la luz de la luna pues, por muy malogrado que se encontrase su intelecto, era consciente de que no muchas personas verían con buenos ojos la tarea de recoger ciertas sustancias. Por lo tanto, se lo guardó para sí. Y, curiosamente, no se vio tan reticente a exponer el otro asunto que pudiera hacer que ella se mordiese las uñas -no literalmente, esperemos-. Al fin y al cabo Morten era un orgullo para el torcido filósofo y eso llegaba a nublar su también torcido raciocinio - ¿Aquella rata? - repitió casi ofendido por el poco respeto de la expresión – Aquella rata es mi hermano; o lo era – agregó con toda la pesadumbre ausente ahora en su grave voz -. Sí, ha muerto, pero no deberías preocuparte, Morten no sería capaz de abandonarme a mí y de abandonar nuestra misión. No debería tardar mucho en volver – si el que sus palabras pudieran causar desconcierto a la joven era algo ajeno al noruego, que sugería tales sacrilegios como si de algo corriente se tratase -posiblemente porque para él sí resultaba algo corriente-.
Entonces apoyó las palmas de sus manos en el fango y se impulsó para ponerse en pie de un golpe. Se reveló así su considerable altura que comenzó a exhibir sin siquiera proponérselo con el reducido devenir que comenzó a describir entre dos robles aledaños a su posición. SU ropa desprendía humedad y las gotas que caían desde su cabello se obcecaban en correr hacia el vértice de su nariz para usarlo de trampolín hacia el ya anegado suelo.
- ¿Cómo es eso de que has venido a jugar contigo misma? - le preguntó al respecto de su anterior declaración, mirándola por no más que dos instantes - ¿Y cómo puedes no estar segura de lo que haces... Maya? - dado el aturdimiento en el momento en el que ella le había facilitado su nombre, era un milagro que, pese al esfuerzo, hubiera logrado rememorarlo - ¿Es que acaso otros te dominan y no eres dueña de tus actos? - y, como era normal, Ødegård ya comenzaba a indagar sobre ella co el fin de catalogarla bien como depredadora, bien como parte del despreciable rebaño.
Bjørge Ødegård- Hechicero Clase Alta
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