AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
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Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Caminaba por las calles parisianas sin prestar mucha atención hacia donde me dirigía. Estaba pensativa, rumiaba en todas las cosas que me habían pasado estos últimos días y probablemente el más agradable de ellos fuese la amistad con Bella. Sonreí al recordarla. Ya había plantado las semillas que tan gentilmente me había regalado, esperaba que todas y acada una de ellas brotaran y dieran flor, como la amistad que había surgido entre las dos.
Me llamó de pronto la atención un edificio bastante grande que desprendía luz por sus ventanas. Me quedé anondada pues, a parte de ser muy grande, era completamente blanco y llamaba bastante la atención... tan blanco y luminoso. Después de pasear mi vista por la fachada me di cuenta que esta poseía un cartel el cual exponia lo siguiente: "Le son de votre âme". Lo cierto es que dicha frase me cautivó como también el hecho de que la puerta de entrada estuviera abierta de par en par.
Decidí entrar, si las puertas estaban abiertas, significaba eso que se podía entrar ¿no? esperaba que no me denunciasen por allanamiento de morada... Al entrar, un largo pasillo me dio la bienvenida por el que avancé sin prisas observando cada pared y cada rincón.
Debía remarcar que estaba muy bien decorado, había cuadros mayoritariamente de tema musical como por ejemplo las musas o Orfeo con Euridice. Eran realmente hermosos y se notaba que el dueño del edificio amaba la música con especial fervor.
Al llegar hasta el fondo del pasillo llegué a una sala, grande, que albergaba un escenario con un piano en él, frente al escenario se podían apreciar sillas muy cómodas de terciopelo. Entendí que probablemente el edificio era una espécie de sala de conciertos. ¡¡Que suerte tenía por haber encontrado un lugar así!! Ahora siempre que pudiese visitaría dicho lugar, necesitaba más música en mi vida.
Me acerqué al piano y sentí unas ganas insaciables de tocar, como siempre me pasaba que veía un teclado. Parecía una especie de manía o bien un auto reflejo que nadie entendía, yo misma no lo entendía. ¿Podía tocarlo? No había nadie en la sala, no molestaría a nadie. Por otra parte, quizás se habían olvidado de cerrar la puerta de entrada y ya era una osadía por mi parte entrar sin permiso prevío, tocar el piano ya sería algo cerca del pecado.
Acomodé la falda de mi vestido granate, con bordados blancos, a juego con mi corsé para poderme sentar en el banquete frente al piano. Pasé el dedo índice por la tapa que tenía la función de esconder las teclas tras de si. Me quedé pensativa mientras eso hacia.
El piano... era probablemente lo único que se me daba realmente bien a parte de meterme en problemas constantemente. Si me dieran a escoger una profesión, probablemente escogería la de dar clases de piano, pero no podía ser posible pues mi estatus no me lo permitiría. Pensandolo con detención, también podría dar clases de ruso...
Me percaté que estaba pensando en cosas totalmente absurdas, zarandeé la cabeza de un lado para otro para dejar que esos pensamientos se escaparan de mi cabeza. Debía irme. No sabía a ciencia cierta por qué me había metido en el edificio, tenía algo cautivador y un piano, pero eso no era excusa por haber irrumpido dentro. Siguiendo la lógica del momento, lo mejor sería irme en cuanto antes para no meterme en más problemas.
Me llamó de pronto la atención un edificio bastante grande que desprendía luz por sus ventanas. Me quedé anondada pues, a parte de ser muy grande, era completamente blanco y llamaba bastante la atención... tan blanco y luminoso. Después de pasear mi vista por la fachada me di cuenta que esta poseía un cartel el cual exponia lo siguiente: "Le son de votre âme". Lo cierto es que dicha frase me cautivó como también el hecho de que la puerta de entrada estuviera abierta de par en par.
Decidí entrar, si las puertas estaban abiertas, significaba eso que se podía entrar ¿no? esperaba que no me denunciasen por allanamiento de morada... Al entrar, un largo pasillo me dio la bienvenida por el que avancé sin prisas observando cada pared y cada rincón.
Debía remarcar que estaba muy bien decorado, había cuadros mayoritariamente de tema musical como por ejemplo las musas o Orfeo con Euridice. Eran realmente hermosos y se notaba que el dueño del edificio amaba la música con especial fervor.
Al llegar hasta el fondo del pasillo llegué a una sala, grande, que albergaba un escenario con un piano en él, frente al escenario se podían apreciar sillas muy cómodas de terciopelo. Entendí que probablemente el edificio era una espécie de sala de conciertos. ¡¡Que suerte tenía por haber encontrado un lugar así!! Ahora siempre que pudiese visitaría dicho lugar, necesitaba más música en mi vida.
Me acerqué al piano y sentí unas ganas insaciables de tocar, como siempre me pasaba que veía un teclado. Parecía una especie de manía o bien un auto reflejo que nadie entendía, yo misma no lo entendía. ¿Podía tocarlo? No había nadie en la sala, no molestaría a nadie. Por otra parte, quizás se habían olvidado de cerrar la puerta de entrada y ya era una osadía por mi parte entrar sin permiso prevío, tocar el piano ya sería algo cerca del pecado.
Acomodé la falda de mi vestido granate, con bordados blancos, a juego con mi corsé para poderme sentar en el banquete frente al piano. Pasé el dedo índice por la tapa que tenía la función de esconder las teclas tras de si. Me quedé pensativa mientras eso hacia.
El piano... era probablemente lo único que se me daba realmente bien a parte de meterme en problemas constantemente. Si me dieran a escoger una profesión, probablemente escogería la de dar clases de piano, pero no podía ser posible pues mi estatus no me lo permitiría. Pensandolo con detención, también podría dar clases de ruso...
Me percaté que estaba pensando en cosas totalmente absurdas, zarandeé la cabeza de un lado para otro para dejar que esos pensamientos se escaparan de mi cabeza. Debía irme. No sabía a ciencia cierta por qué me había metido en el edificio, tenía algo cautivador y un piano, pero eso no era excusa por haber irrumpido dentro. Siguiendo la lógica del momento, lo mejor sería irme en cuanto antes para no meterme en más problemas.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 217
Fecha de inscripción : 05/01/2013
Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
" Los muertos se levantan por la noche. Las brujas realizan pociones bajo la luna llena. ¿Pero en un Conservatorio? Eso nunca."
Este día, había comenzado con un ajetreo superior al normal. Tenía que crear un nuevo horario para su nuevo profesor, Yura, aunque él no lo supiera todavía, sería tomado entre sus brazos, como si de un hijo se tratase. Había tanto dolor dentro de él, que quería ayudarlo como pudiera. No sabía cómo, ya que era demasiado obstinado como para reconocer que necesitaba ayuda. Quizás estuviera acostumbrado a que los demás le pidieran algo a cambio de su ayuda, pero ella no era así. Suspiró, buscando un poco del aire que le arrebataba el corsé. - A este paso, no terminaré nunca...- susurró para sí misma mientras correteaba por los pasillos.
Aunque no entraba dentro de sus obligaciones, le gustaba ayudar a sus profesores, apoyándoles en sus problemas. Solía hacer una reunión por la tarde, para merendar y comentar las cosas relevantes que habían transcurrido a lo largo del día. Era extraño, porque muchos la trataban como una hermana pequeña. Al principio, había tenido que obligarles a que se relajasen en su presencia. El saber que estaban bajo las manos de una joven en edad casadera, los llenaba de angustia. Temían que pudiera abandonar la escuela después de casarme. Comencé a reírme en el pasillo, a pesar de que estaba desierto, no elevó el tono de sus carcajadas. Las normas del decoro jamás eran abandonadas.
Ella no se casaría. Al menos no hasta que se lo pidiera Brett, y para eso se necesitaría un revólver de alto calibre. Sacudió su cabeza, con una mirada soñadora, y abrió una de sus clases para dejar las partituras del día siguiente. No reparó en la mujer que estaba sentada junto al piano, hasta que el pequeño grito de ella hizo que saltara y dejase caer las partituras al suelo. Las hojas volaron entre ambas, como palomas asustadizas. Creando unos remolinos circulares, hojas que danzaban entre los ojos azulados que la miraban.
Tocó su pecho e intentó calmar su corazón. Cuando lanzó un enorme suspiro, volvió a mirarla. Era una joven bastante bella, con una piel nívea y apariencia etérea.- ¡Mon Dieu, Madame!. Cualquiera diría que ha visto... a una bruja.- Le lanzó una sonrisa enorme, con los ojos marrones brillando de la pequeña broma personal.
Alisó las faldas de su vestido, y observó cómo seguía perfecto a sus pies. El tono azulado del vestido, cambiaba cuando se arremolinaba en el suelo, creando un efecto óptico. Podía verse azul claro en la sombra, pero bajo los reflejos de las lámparas que iluminaban la habitación, se volvía una tela de un color verde azulado. Le había costado mucho dinero, pero había conseguido la tela suficiente para hacer diversos vestidos. Algunos más sencillos que otros, para evitar que con el paso del tiempo, quedasen pasados de moda. Aunque con su poder de precognición, podía adelantarse varios años a la moda. Bajando o subiendo el escote o la cintura de sus vestidos. Innovando la moda cuando lo deseaba, aunque nunca solía hacerlo con frecuencia. Todo lo que pudiera llamar la atención, era alejado de ella. Nunca le había gustado ser el centro de atención, y ahora, con esa mujer analizándola. Mucho menos.
Se sonrojó con furia, y bajó la vista a las hojas que estaban en el suelo. Mantuvo una sonrisa educada en su rostro, recogiendo las partituras con rapidez, para levantarse de nuevo y hacer una reverencia elegante. - Espero que disculpe mi intromisión, pero no esperaba que hubiese nadie en esta aula. - Cerró sus ojos mientras reía con inocencia.- Madame Ruslana Del Mar, a su servicio. Si me sigue, la podré llevar al aula en el que se está dando la clase.- No la conocía, pero con frecuencia, sus alumnos se perdían en el centro. Le tendió una mano, con seguridad y educación, pero guardando las distancias para evitar faltarle el respeto.
Este día, había comenzado con un ajetreo superior al normal. Tenía que crear un nuevo horario para su nuevo profesor, Yura, aunque él no lo supiera todavía, sería tomado entre sus brazos, como si de un hijo se tratase. Había tanto dolor dentro de él, que quería ayudarlo como pudiera. No sabía cómo, ya que era demasiado obstinado como para reconocer que necesitaba ayuda. Quizás estuviera acostumbrado a que los demás le pidieran algo a cambio de su ayuda, pero ella no era así. Suspiró, buscando un poco del aire que le arrebataba el corsé. - A este paso, no terminaré nunca...- susurró para sí misma mientras correteaba por los pasillos.
Aunque no entraba dentro de sus obligaciones, le gustaba ayudar a sus profesores, apoyándoles en sus problemas. Solía hacer una reunión por la tarde, para merendar y comentar las cosas relevantes que habían transcurrido a lo largo del día. Era extraño, porque muchos la trataban como una hermana pequeña. Al principio, había tenido que obligarles a que se relajasen en su presencia. El saber que estaban bajo las manos de una joven en edad casadera, los llenaba de angustia. Temían que pudiera abandonar la escuela después de casarme. Comencé a reírme en el pasillo, a pesar de que estaba desierto, no elevó el tono de sus carcajadas. Las normas del decoro jamás eran abandonadas.
Ella no se casaría. Al menos no hasta que se lo pidiera Brett, y para eso se necesitaría un revólver de alto calibre. Sacudió su cabeza, con una mirada soñadora, y abrió una de sus clases para dejar las partituras del día siguiente. No reparó en la mujer que estaba sentada junto al piano, hasta que el pequeño grito de ella hizo que saltara y dejase caer las partituras al suelo. Las hojas volaron entre ambas, como palomas asustadizas. Creando unos remolinos circulares, hojas que danzaban entre los ojos azulados que la miraban.
Tocó su pecho e intentó calmar su corazón. Cuando lanzó un enorme suspiro, volvió a mirarla. Era una joven bastante bella, con una piel nívea y apariencia etérea.- ¡Mon Dieu, Madame!. Cualquiera diría que ha visto... a una bruja.- Le lanzó una sonrisa enorme, con los ojos marrones brillando de la pequeña broma personal.
Alisó las faldas de su vestido, y observó cómo seguía perfecto a sus pies. El tono azulado del vestido, cambiaba cuando se arremolinaba en el suelo, creando un efecto óptico. Podía verse azul claro en la sombra, pero bajo los reflejos de las lámparas que iluminaban la habitación, se volvía una tela de un color verde azulado. Le había costado mucho dinero, pero había conseguido la tela suficiente para hacer diversos vestidos. Algunos más sencillos que otros, para evitar que con el paso del tiempo, quedasen pasados de moda. Aunque con su poder de precognición, podía adelantarse varios años a la moda. Bajando o subiendo el escote o la cintura de sus vestidos. Innovando la moda cuando lo deseaba, aunque nunca solía hacerlo con frecuencia. Todo lo que pudiera llamar la atención, era alejado de ella. Nunca le había gustado ser el centro de atención, y ahora, con esa mujer analizándola. Mucho menos.
Se sonrojó con furia, y bajó la vista a las hojas que estaban en el suelo. Mantuvo una sonrisa educada en su rostro, recogiendo las partituras con rapidez, para levantarse de nuevo y hacer una reverencia elegante. - Espero que disculpe mi intromisión, pero no esperaba que hubiese nadie en esta aula. - Cerró sus ojos mientras reía con inocencia.- Madame Ruslana Del Mar, a su servicio. Si me sigue, la podré llevar al aula en el que se está dando la clase.- No la conocía, pero con frecuencia, sus alumnos se perdían en el centro. Le tendió una mano, con seguridad y educación, pero guardando las distancias para evitar faltarle el respeto.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
Localización : Mansión del Mar
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Un fantasma fue lo primero que pensé al verla aunque la contraria, después de calmarnos del susto que nos habíamos llevado las dos, afirmaba que mi reacción fue tal como si hubiese visto una bruja. No, la joven era demasiado buena y amable para ser una bruja. Desde pequeña me habían contado cuentos en las que si salian brujas estan eran muy feas y malvadas que secuestraban niños o que tenían una pierna de madera e mataban seres inocentes. La joven era lo contrario de todos estos cuentos.
Me di cuenta demasiado tarde que lo que había volado entre nosotras no eran efectos opticos que surgian al ver un fantasma, sino simples hojas que la joven empezó a recoger. Me culpaba por haber sido tan despistada y no haber ido a ayudar a la pobre chica pues las había tirado por culpa mía, por mi grito básicamente.
Le sonreí de forma complice a modo de disculpa cuando la joven hubo recogido todas las hogas y hecho una reverencia. No entendí su disculpa, pues la culpa había sido mía: la había asustado y, por ende, había dejado caer las hojas al suelo, la que se debería de disculpar debería de ser yo... ¿¿donde estaban mis modales??
Sin embargo, cuando iba a pedir disculpas por mi mala educación tanto por allanar su vivienda a la par que la había asustado y no haberme disculpado por ello la joven me adelantó y se presentó a la par que me ofrecía seguirla para llegar a un aula donde estaban impartiendo clase... ¿clase? ¿era esto una escuela de música? ¡¡No sabía que existían este tipo de lugares!!
Le extendí la mano por inercia ya que ella me la había extendido y sería de mala educación hacerla esperar. Me bajé del escenario con su ayuda y cuando estube a su altura pude comprobar, una vez más, que era demasiado bella para ser una bruja. También me acordé de que debía remediar mis malos modales.
-No, tiene de que disculparse – Le comenté algo avergonzada – La que debería de disculparse era yo. He entrado en su casa y la he asustado sobremanera. Debería de denunciarme o a las autoridades. Lo lamento mucho.
Me acordé de su mención respecto a las aulas, ¿en serio que un edificio tan lujoso digno de certamenes musicales era una simple escuela? Que precioso lugar. Era increible, estaba tan bien decorado que parecía el interior de una mansión adinerada, pero no. Era una escuela.
De pronto me di cuenta que la joven me llevaba a un aula para que me impartieran clase, ¿a caso había venido para eso aquí?
-Disculpe – Me dije parandome en seco – En realidad no he venido aquí por las clases – Le confesé pensando una explicación por mi presencia aquí – He entrado solo por curiosidad, parecía un salón dedicado a la música, por eso entré.
Me di cuenta demasiado tarde que lo que había volado entre nosotras no eran efectos opticos que surgian al ver un fantasma, sino simples hojas que la joven empezó a recoger. Me culpaba por haber sido tan despistada y no haber ido a ayudar a la pobre chica pues las había tirado por culpa mía, por mi grito básicamente.
Le sonreí de forma complice a modo de disculpa cuando la joven hubo recogido todas las hogas y hecho una reverencia. No entendí su disculpa, pues la culpa había sido mía: la había asustado y, por ende, había dejado caer las hojas al suelo, la que se debería de disculpar debería de ser yo... ¿¿donde estaban mis modales??
Sin embargo, cuando iba a pedir disculpas por mi mala educación tanto por allanar su vivienda a la par que la había asustado y no haberme disculpado por ello la joven me adelantó y se presentó a la par que me ofrecía seguirla para llegar a un aula donde estaban impartiendo clase... ¿clase? ¿era esto una escuela de música? ¡¡No sabía que existían este tipo de lugares!!
Le extendí la mano por inercia ya que ella me la había extendido y sería de mala educación hacerla esperar. Me bajé del escenario con su ayuda y cuando estube a su altura pude comprobar, una vez más, que era demasiado bella para ser una bruja. También me acordé de que debía remediar mis malos modales.
-No, tiene de que disculparse – Le comenté algo avergonzada – La que debería de disculparse era yo. He entrado en su casa y la he asustado sobremanera. Debería de denunciarme o a las autoridades. Lo lamento mucho.
Me acordé de su mención respecto a las aulas, ¿en serio que un edificio tan lujoso digno de certamenes musicales era una simple escuela? Que precioso lugar. Era increible, estaba tan bien decorado que parecía el interior de una mansión adinerada, pero no. Era una escuela.
De pronto me di cuenta que la joven me llevaba a un aula para que me impartieran clase, ¿a caso había venido para eso aquí?
-Disculpe – Me dije parandome en seco – En realidad no he venido aquí por las clases – Le confesé pensando una explicación por mi presencia aquí – He entrado solo por curiosidad, parecía un salón dedicado a la música, por eso entré.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 217
Fecha de inscripción : 05/01/2013
Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
" Sígueme, hay una deliciosa propuesta al final del pasillo"
Parpadeé varias veces, presa de la sorpresa. ¿No era una alumna?. Había pensado que era uno de los jóvenes que solía perderse dentro el recinto. Todos habían sentido en algún momento, la sensación de perderse entre los pasillos, descubrir las salas que se ocultaban a su alrededor, y tocar los instrumentos que los rodeaban. Que tonta era, había dado por su puesto que lo era, y ahora tendría que disculparse.- Lo siento madame, pensaba que era una de mis alumnas.- Reí un poco avergonzada, sintiendo cómo mis mejillas se sonrojaban.- No tiene que disculparse, yo jamás denunciaría a alguien por entrar aquí. - Le dijo en un tono cada vez más serio, pero mantuvo la sonrisa en sus labios. La misma sonrisa ingenua y orgullosa que tenía siempre que hablaba de su escuela. Era su mayor logro, su pequeño hijo y fuente de sus máximas preocupaciones. Al menos, una de las preocupaciones que rondaban en su cabeza cuando no pensaba en su novio licántropo, en el brujo asesino que interrumpía en su vida como un ciclón y en su tía recientemente fallecida.
Un sentimiento de dolor y tristeza la embargó, aunque sabía que su tía había provocado su muerte, no podía evitar sufrir por ella. La había cuidado, o al menos había pagado los internados en los que había estado. Le debía su cultura y educación. - Esta escuela es un centro abierto para los amantes de la música.- Se esforzó por sonreírle con educación. Alejar todos los pensamientos lúgubres de su cabeza y reír como si nada ocurriese. Ése era uno de sus talentos, seguido de la capacidad de baile que poseía, y la rapidez con la que aprendía conceptos nuevos. Siempre había sido una alumna aventajada, ávida de conocimiento.- Si lo desea, puedo invitarla a un té con pastas. - Le dedicó una sonrisa completamente abierta, habiendo alejado todas las preocupaciones de su mente. Sabía que había transcurrido unos días de la muerte de su tía, pero tenia la necesidad de trabajar, hacer cualquier cosa antes que estar en su casa sola. Una mansión era demasiado grande para alguien como ella, era la última descendiente de una larga familia de piratas, navegantes y comerciantes. La última....
- Me alegro de que le guste el centro, he puesto todo lo que tenía en él.- La miró con picardía y comenzó a caminar hacia la salida de la sala. Cuando llegó a la puerta, la animó a seguirla.- Bueno, no todo, sólo una pequeña parte de mi fortuna.- Comenzó a reír. Sabía que a ella podía parecerle extraño, pero lo cierto era que tenía suficiente dinero como para comprar un país entero, y vivir sin trabajar durante toda su vida. - Le prometo el mejor pastel de chocolate del mundo.- Sonrió cerrando los ojos y después los abrió, dejando que la alegría brillase en ellos.
Parpadeé varias veces, presa de la sorpresa. ¿No era una alumna?. Había pensado que era uno de los jóvenes que solía perderse dentro el recinto. Todos habían sentido en algún momento, la sensación de perderse entre los pasillos, descubrir las salas que se ocultaban a su alrededor, y tocar los instrumentos que los rodeaban. Que tonta era, había dado por su puesto que lo era, y ahora tendría que disculparse.- Lo siento madame, pensaba que era una de mis alumnas.- Reí un poco avergonzada, sintiendo cómo mis mejillas se sonrojaban.- No tiene que disculparse, yo jamás denunciaría a alguien por entrar aquí. - Le dijo en un tono cada vez más serio, pero mantuvo la sonrisa en sus labios. La misma sonrisa ingenua y orgullosa que tenía siempre que hablaba de su escuela. Era su mayor logro, su pequeño hijo y fuente de sus máximas preocupaciones. Al menos, una de las preocupaciones que rondaban en su cabeza cuando no pensaba en su novio licántropo, en el brujo asesino que interrumpía en su vida como un ciclón y en su tía recientemente fallecida.
Un sentimiento de dolor y tristeza la embargó, aunque sabía que su tía había provocado su muerte, no podía evitar sufrir por ella. La había cuidado, o al menos había pagado los internados en los que había estado. Le debía su cultura y educación. - Esta escuela es un centro abierto para los amantes de la música.- Se esforzó por sonreírle con educación. Alejar todos los pensamientos lúgubres de su cabeza y reír como si nada ocurriese. Ése era uno de sus talentos, seguido de la capacidad de baile que poseía, y la rapidez con la que aprendía conceptos nuevos. Siempre había sido una alumna aventajada, ávida de conocimiento.- Si lo desea, puedo invitarla a un té con pastas. - Le dedicó una sonrisa completamente abierta, habiendo alejado todas las preocupaciones de su mente. Sabía que había transcurrido unos días de la muerte de su tía, pero tenia la necesidad de trabajar, hacer cualquier cosa antes que estar en su casa sola. Una mansión era demasiado grande para alguien como ella, era la última descendiente de una larga familia de piratas, navegantes y comerciantes. La última....
- Me alegro de que le guste el centro, he puesto todo lo que tenía en él.- La miró con picardía y comenzó a caminar hacia la salida de la sala. Cuando llegó a la puerta, la animó a seguirla.- Bueno, no todo, sólo una pequeña parte de mi fortuna.- Comenzó a reír. Sabía que a ella podía parecerle extraño, pero lo cierto era que tenía suficiente dinero como para comprar un país entero, y vivir sin trabajar durante toda su vida. - Le prometo el mejor pastel de chocolate del mundo.- Sonrió cerrando los ojos y después los abrió, dejando que la alegría brillase en ellos.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Al descubrir que no era una alumna propiamente dicha se disculpó mientras se reía algo nerviosa y se sonrojaba. Me sentí muy mal pues había incomodado a la jove sin una razón aparente, además parecía formar parte de este lugar sería profesora o, peor aún, la encargada de la escuela... ¿por qué siempre metía la pata de una forma tan exagerad? ¿no podía comportarme como una persona normal y digna sin incomodar a las personas de mi alrededor?
Cuando me disculpe por haberme metido en su morada esta me comentó que no debería de hacerlo pues, según pude entender por sus palabras, este lugar era completamente público y que no pasaba nada si las personas entrasen sin previo aviso... ¿no tenía miedo de que pudieran robarle algún cuadro?
La chica que me atendía parecía muy risueña y jovial. Era muy agradable estar a su lado. Podría afirmar que nos parecíamos un poco... no quería decir que la joven fuera tan ingenua como yo, pero sentía como si con ella podría lograr compartir mis risas más sinceras, cosa que hasta ahora no podía compartir con nadie... aunque quizás podría equivocarme... solo nos conocíamos como máximo cinco minutos... ni que tuviera premoniciones del futuro... Aunque a decir verdad, ya no era la primera vez que me surgían pensamientos de esa índole. Me había dado cuenta que dichos pensamientos habían venido junto con mi transformación a vampiro... cualquiera diría que ahora poseía la habilidad de la clarividencia pensé irónicamente.
La chica, Ruslana, de pronto, me había propuesto tomar un té con pastas. Dios mío... aquello probablemente era mi debilidad. Me encantaban los dulces y los dulces con té aún más. Muchos me comentaban que con aquel amor por el té parecía más bien inglesa y no rusa, pero pocos conocían que el té es una bebida muy amada en mi país o por lo menos en mi familia pues mis nodrizas me contaban que a parte de tanto mi padre como mi madre, mis abuelos también bebían té... desconocía si los maternos también o no pues después del matrimonio de mis padres estos cortaron todo contacto con nosotros... Escribían alguna que otra carta al parecer, pero no les visitaban... ya no escribieron más... No les culpaba pues yo había sido la causa de la muerte de su pobre hija.
Mientras la joven me explicaba que había puesto todo su esfuerzo en el lugar y parte de su desmesurada fortuna, dandome a entender que era la propietaria del local, me di cuenta que no me había presentado ante la joven cuando esta me había proporcionado su nombre desde el principio, ¿donde estaban mis modales?
-Lamento mi descortesía – Dije haciendole una reverencia – No me he presentado cuando vos me ha proporcionado su nombre desde nuestro encuentro. Me llamo Melanya Boyarskaya. Sé que es un nombre algo difícil... por lo que si desea encontrar un diminutivo la entenderé – Le dije con una amplia sonrisa.
La chica me confesó que si aceptaba ir a tomar el té con ella, me ofrecería el mejor pastel de chocolate del mundo... ¿por qué me tentaba de esa manera? Los dulces siempre podrían conmigo... si querían ganarme mi confianza solo hacia falta que me dieran dulces y ya me tendrían metida en su bolsillo... no tenía remedio alguno.
-¡Acepto! - Exclamé quizás demasiado fuerte sin poder contenerme. Me di cuenta que quizás había molestado a alguna clase en donde estaban impartiendo clase de noche, algo curioso también, por lo que mis manos, por instincto, taparon mi boca – Lo lamento – Dije a través de las mismas.
Cuando me disculpe por haberme metido en su morada esta me comentó que no debería de hacerlo pues, según pude entender por sus palabras, este lugar era completamente público y que no pasaba nada si las personas entrasen sin previo aviso... ¿no tenía miedo de que pudieran robarle algún cuadro?
La chica que me atendía parecía muy risueña y jovial. Era muy agradable estar a su lado. Podría afirmar que nos parecíamos un poco... no quería decir que la joven fuera tan ingenua como yo, pero sentía como si con ella podría lograr compartir mis risas más sinceras, cosa que hasta ahora no podía compartir con nadie... aunque quizás podría equivocarme... solo nos conocíamos como máximo cinco minutos... ni que tuviera premoniciones del futuro... Aunque a decir verdad, ya no era la primera vez que me surgían pensamientos de esa índole. Me había dado cuenta que dichos pensamientos habían venido junto con mi transformación a vampiro... cualquiera diría que ahora poseía la habilidad de la clarividencia pensé irónicamente.
La chica, Ruslana, de pronto, me había propuesto tomar un té con pastas. Dios mío... aquello probablemente era mi debilidad. Me encantaban los dulces y los dulces con té aún más. Muchos me comentaban que con aquel amor por el té parecía más bien inglesa y no rusa, pero pocos conocían que el té es una bebida muy amada en mi país o por lo menos en mi familia pues mis nodrizas me contaban que a parte de tanto mi padre como mi madre, mis abuelos también bebían té... desconocía si los maternos también o no pues después del matrimonio de mis padres estos cortaron todo contacto con nosotros... Escribían alguna que otra carta al parecer, pero no les visitaban... ya no escribieron más... No les culpaba pues yo había sido la causa de la muerte de su pobre hija.
Mientras la joven me explicaba que había puesto todo su esfuerzo en el lugar y parte de su desmesurada fortuna, dandome a entender que era la propietaria del local, me di cuenta que no me había presentado ante la joven cuando esta me había proporcionado su nombre desde el principio, ¿donde estaban mis modales?
-Lamento mi descortesía – Dije haciendole una reverencia – No me he presentado cuando vos me ha proporcionado su nombre desde nuestro encuentro. Me llamo Melanya Boyarskaya. Sé que es un nombre algo difícil... por lo que si desea encontrar un diminutivo la entenderé – Le dije con una amplia sonrisa.
La chica me confesó que si aceptaba ir a tomar el té con ella, me ofrecería el mejor pastel de chocolate del mundo... ¿por qué me tentaba de esa manera? Los dulces siempre podrían conmigo... si querían ganarme mi confianza solo hacia falta que me dieran dulces y ya me tendrían metida en su bolsillo... no tenía remedio alguno.
-¡Acepto! - Exclamé quizás demasiado fuerte sin poder contenerme. Me di cuenta que quizás había molestado a alguna clase en donde estaban impartiendo clase de noche, algo curioso también, por lo que mis manos, por instincto, taparon mi boca – Lo lamento – Dije a través de las mismas.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Reí con suavidad, tapándome la boca con la mano para evitar provocar un escándalo indecoroso. Era una joven de lo más inusual, su aspecto angelical se correspondía con sus sentimientos, puros y siempre angustiados, casi como si intentase culparse de todo lo que ocurría a su alrededor.- No se preocupe, madame Boyarskaya, las aulas ocupadas están lejos, puede hacer todo el ruido que desee.- Le dedicó una sonrisa amable y comenzó a caminar con lentitud a su lado.
Observó los cuadros que ella temía que le robasen. No era la primera que había pensado lo mismo cuando ella dijo al servicio que debían dejar las puertas las veinticuatro horas del día abiertas. Muchos la miraron con sorpresa, otros pocos como si estuviera loca, y sólo una minoría, rió satisfecha de su decisión. Suspiró mientras se centraba en la imagen del cuadro que estaba al final del pasillo; un ángel le entregaba a un artista callejero, un violín con el que tocar, en una esquina, un demonio tiraba de la chaqueta del joven, intentándolo llevar a un lugar lúgubre. Era otra de las cosas que le habían cuestionado, el utilizar obras controvertidas en un conservatorio. Suspiró con frustración, ¿tanto costaba intentar abrir las mentes de los demás?.- No es la primera que me advierte de ello, madame. Pero los hombres y mujeres que trabajan aquí, tienen la orden de agasajar a todos los que entren a esta escuela. Si viniesen por el día, a tiempo del desayuno, se les ofrecería, como uno más. ¿Por qué robar, si puedes recibir lo que necesitas gratis?.- La miró con cariño, no había censura en sus ojos, ni un regaño. Siempre pensaba bien de los demás, le costaba ver la maldad en los seres humanos. Además, ¿qué perro mordía la mano que le daba de comer?.
- Sé que soy muy ingenua, algunos miembros de la alta sociedad, suelen denominarme "ángel", porque siempre veo la belleza en la fealdad.- Se encogió de hombros con una mueca de angustia.- ¿Se imagina?. Yo, un ángel.- Comenzó a reírse de su propio comentario. Brillaba con alegría, y se acercó a la puerta de su despacho. Lo abrió dejando pasar a Melanya, dejando que viera por ella misma el interior con muebles blancos y dorados, y el gran ventanal que cubría dos de las paredes frontales del despacho. Por la mañana, la luz era perfecta para animar a cualquiera, y la noche, la ayudaba a dejar volar su imaginación. En el fondo, estaba su escritorio, con el tintero con tinta negra y dorada. Los papeles de varios contratos y cartas de alumnos y profesores, estaban allí, esperando que las leyera para admitir su presencia en el Conservatorio.
Pidió a un lacayo que les trajera té y pastas, y un poco de pastel de chocolate para ambas. Se dio la vuelta para mirarla.- Espero que mi despacho sea de su agrado. He considerado que apreciaría la intimidad de la estancia.- Le sonrió y le invitó a tomar asiento. Me acerqué a un arpa dorada, y comencé a tocar algo suave para ayudarla a relajarse, no era un genio musical, pero podía tocarla con habilidad, al igual que el piano y el violín.- Dígame, madame Boyarskaya, ¿de qué desea hablar?.-
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Probablemente la joven no sabía el peso que me había quitado de encima afirmandome que las aulas en donde impartían las clases estaban lejos de allí por lo que podría tocar un tambor en aquel pasillo que nadie se daría cuenta de mi presencia. Habiendo irrumpido así en su escuela, al menos debía no molestar a sus alumnos aunque lo cierto es que me apetecería observar, aunque sea muy poquito, a los alumnos sin molestarlos pues quería comparar la manera en la que me enseñaron a mi con la manera en la que impartían las clases aquí.
La joven me explicó que no podrían robarla ya que los maestros del establecimiento tenían la orden de ayudar a los que entren en el recinto con sumo cariño, por lo que dudaba con gran fervor de que a gente deseara robar pues se le podría ofrecer lo que deseasen gratuitamente. La observé con admiración. Probablemente la que tenía delante era la mujer más bondadosa del planeta que había conocido. Era un ejemplo a seguir, era capaz de valerse por si misma y aquello se notaba... yo en cambio probablemente a la que intentase hacer algo por mi misma, acabaría por molestar a las personas de mi alrededor.
La joven me afirmó que era consciente de que era muy ingenua pues hasta las personas de alta sociedad la solían llamar "ángel" debido a su, a lo que ella llamaba, ingenuidad. Yo no lo veía así. Más con lo único que estaba de acuerdo era con el mote pues le quedaba como anillo al dedo. Ojala en un futuro pudiese llegar a ser al menos un cuarto de lo que ella era, más la joven no parecía concordar con la petición popular de llamarla ángel.
-Yo no creo que sea ingenua – Le dije con una sonrisa – Creo que es alguien digno de admiración a los que todos deben tomar por ejemplo. No sé si le será de agrado, pero debo admitir que concuerdo con su mote, con lo de ángel – Dije tímidamente bajando la cabeza – Creo que es algo que le queda como anillo al dedo.
Me di cuenta entonces que la joven Ruslana me había abierto la puerta de una habitación dandome el privilegio de pasar primero. Lo malo es que no me di cuenta hasta ahora de aquello pues tenía la cabeza gacha, más cuando me percaté de que la joven me hacia tales honores apresuré mi marcha para entrar en el cuarto sin hacerla esperar.
Al entrar comprendí que a parte de tener una alma digna de un ángel, la joven tenía un gusto muy refinado todo era blanco y dorado más lo que más destacaba en el despacho, pues pude apreciar que donde me había invitado a entrar era un despacho, era el ventanal. Si fuera de día, la luz probablemente llenaba todo el despacho de luz... echaba tanto de menos el día y el sol... prefería no pensar en ello. Cuando la chica comentó que esperaba que el despacho sea de mi agrado no pude más que asentir vividamente.
-Es un despacho precioso – Le dije con una amplia sonrisa – Probablemente el más bello que he visto jamás. El ventanal es envidiable.
Me senté donde la joven me indicó. Seguí observando mis alrededores. Aquí tambiñen había cuadros. Probablemente a parte de amor por la música la joven sentía amor por el arte en general. La música de un arpa invadió mis pensamientos. En búsqueda del sonido pude ver que procedía del instrumento que la propia Ruslana manipulaba entre sus manos. Estaba absorta en la melodía cuando la joven me preguntó de qué deseaba hablar.
La pregunta me cogió desprevenida. Había aceptado beber el té con la joven cuando era consciente de que no era una buena conversadora. No había tenido amigos desde hace poco, por lo que la socialidad no era mi fuerte...
-¿Sabe tocar algún otro instrumento a parte del arpa? - Pregunté a la joven ya que la melodía que ella tocaba nos envolvía a ambas – Yo sé tocar el piano únicamente... también canto un poco, pero soy mejor tocando el piano. Por desgracia no domino ningún otro instrumento.
La joven me explicó que no podrían robarla ya que los maestros del establecimiento tenían la orden de ayudar a los que entren en el recinto con sumo cariño, por lo que dudaba con gran fervor de que a gente deseara robar pues se le podría ofrecer lo que deseasen gratuitamente. La observé con admiración. Probablemente la que tenía delante era la mujer más bondadosa del planeta que había conocido. Era un ejemplo a seguir, era capaz de valerse por si misma y aquello se notaba... yo en cambio probablemente a la que intentase hacer algo por mi misma, acabaría por molestar a las personas de mi alrededor.
La joven me afirmó que era consciente de que era muy ingenua pues hasta las personas de alta sociedad la solían llamar "ángel" debido a su, a lo que ella llamaba, ingenuidad. Yo no lo veía así. Más con lo único que estaba de acuerdo era con el mote pues le quedaba como anillo al dedo. Ojala en un futuro pudiese llegar a ser al menos un cuarto de lo que ella era, más la joven no parecía concordar con la petición popular de llamarla ángel.
-Yo no creo que sea ingenua – Le dije con una sonrisa – Creo que es alguien digno de admiración a los que todos deben tomar por ejemplo. No sé si le será de agrado, pero debo admitir que concuerdo con su mote, con lo de ángel – Dije tímidamente bajando la cabeza – Creo que es algo que le queda como anillo al dedo.
Me di cuenta entonces que la joven Ruslana me había abierto la puerta de una habitación dandome el privilegio de pasar primero. Lo malo es que no me di cuenta hasta ahora de aquello pues tenía la cabeza gacha, más cuando me percaté de que la joven me hacia tales honores apresuré mi marcha para entrar en el cuarto sin hacerla esperar.
Al entrar comprendí que a parte de tener una alma digna de un ángel, la joven tenía un gusto muy refinado todo era blanco y dorado más lo que más destacaba en el despacho, pues pude apreciar que donde me había invitado a entrar era un despacho, era el ventanal. Si fuera de día, la luz probablemente llenaba todo el despacho de luz... echaba tanto de menos el día y el sol... prefería no pensar en ello. Cuando la chica comentó que esperaba que el despacho sea de mi agrado no pude más que asentir vividamente.
-Es un despacho precioso – Le dije con una amplia sonrisa – Probablemente el más bello que he visto jamás. El ventanal es envidiable.
Me senté donde la joven me indicó. Seguí observando mis alrededores. Aquí tambiñen había cuadros. Probablemente a parte de amor por la música la joven sentía amor por el arte en general. La música de un arpa invadió mis pensamientos. En búsqueda del sonido pude ver que procedía del instrumento que la propia Ruslana manipulaba entre sus manos. Estaba absorta en la melodía cuando la joven me preguntó de qué deseaba hablar.
La pregunta me cogió desprevenida. Había aceptado beber el té con la joven cuando era consciente de que no era una buena conversadora. No había tenido amigos desde hace poco, por lo que la socialidad no era mi fuerte...
-¿Sabe tocar algún otro instrumento a parte del arpa? - Pregunté a la joven ya que la melodía que ella tocaba nos envolvía a ambas – Yo sé tocar el piano únicamente... también canto un poco, pero soy mejor tocando el piano. Por desgracia no domino ningún otro instrumento.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Miró a la joven rusa con una sonrisa encantadora. Le gustaba la paz y sobriedad que emitía, como si la elegancia fuese algo tan natural como la caricia de la brisa en las noches otoñales. Podía percibir la intranquilidad en ella, como si el estar cerca de su presencia la incomodase. Era extraño, normalmente solía hacer que los demás se relajasen a su alrededor, mostrando la esencia que tienen en su interior. A veces podía salir la posesividad de las personas, intentando erguirse como su protector. Oras simplemente era odiada por su amabilidad e ingenuidad, conocía a un brujo que siempre la consideraba un objetivo para cada palabra engreída que salía por su boca. Suspiré con esos pensamientos estúpidos, y continué tocando el arpa.- Así es, sé tocar el piano y el violín. Aunque intento que sea siempre en privado, me avergüenza admitir que no soy alguien sorprendente con los instrumentos.- Me reí ligeramente, sonrojándome con vergüenza.
Unos golpes anunciaron que el té estaba listo. Con una orden, dejé que el lacayo entrase por sí mismo, continuando la melodía con habilidad. El hombre se encargó de preparar dos platos de pastel de chocolate, el té especial que siempre tomaba, y una fuente llena de pequeños dulces franceses. El té comenzaba a extender un delicioso aroma por la habitación. La vainilla y un ligero toque de caramelo y canela, impregnaban la habitación. Todo acompañado del delicioso aroma azucarado de los postres. No era una cena adecuada, pero ella solía comer con bastante apetito. Su cocinero, no opinaba lo mismo dada su delgadez, pero temía que sus habilidades en la cocina y su casa llena de dulces en todas las estancias en las que solía estar, comenzasen a hacer que su cuerpo se redondease en los lugares menos indicados. Aunque quizás sería la tonta alegría de la que siempre suspiraba por intentar adquirir un poco más de carne con la que agradar a Brett.
Terminó de tocar la canción, y se acercó a la mesa que había preparado el lacayo. Se despidió del hombre con dulzura, y miró a Melanya con una sonrisa- Como le he prometido, se encuentra ante la mejor tarta de Chocolate de todo París.- Se empezó a reír divertida- Al menos para mi gusto.- Le sirvió una taza de té, como le habían enseñado en los costosos internados. Pulso firma, codos no demasiado abiertos, y las muñecas ligeras y flexibles, como si estuviese preparándose para tocar el piano. - Es pero que le guste el té. Suelo acompañarlo de vainilla y canela.- Terminó de servirle la taza, y le tendió el plato pequeño con su té.
La observó con una sonrisa, y como siempre, se encargó de influir en su estado de ánimo, dejando que sus sentimientos se calmasen como el mar en primavera. Avivó la felicidad y el sentimiento hogareño de la tranquilidad y seguridad.- ¿Qué instrumentos toca usted, madame Boyarshaya?.-
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
A mi pregunta sobre en que instrumentos era habil la joven me respondió que tenía la suerte de tocar el piano y el violín a parte del arpa que en estos momentos estaba tocando. Me confesó también que prefería hacerlo en privado pues temía que sus conocimientos no fueran los suficientes de los que poder alardear. La miré sorprendida. No conocía a nadie que pudiera tocar el arpa tan bien como hacía la joven Ruslana.
-No debería de avergonzarse por sus dotes – Le dije con una cálida sonrisa, para que no se avergonzara más – Es la única persona que conozco que sepa tocar el arpa. Creo que eso es digno de admiración pues creo que el arpa es un instrumento muy complicado.
Curiosamente, justo después de mencionar aquello, alguien llamó a la puerta del despacho y pensé que quizás estaba molestando y la persona en cuestión que pedía permiso para entrar venía a hablar de algo realmente serio relacionada con la escuela, pero me equivoqué. Simplemente era el humilde lacayo que la señorita Ruslana había envíado a por el té y el pastel de chocolate.
Me sonrojé debido a mi exagerada golosidad. Ya era mayorcita por disfrutar tanto de los dulces, más por mucho que intentara contenerme, siempre acababa cediendo en probar cualquier otro dulce que la gente me ofrecía. Aquello me hizo recordar mi antiguo hogar, el que mi padre poseía en Rusia. Allí no tenía mucha libertad de hacer lo que quería, más mi padre vigilaba de que no sucumbiera en los placeres para no mimarme demasiado. Sin embargo, cuando me mudé a París, con el tiempo, empecé a hacer un poco lo que yo deseaba hacer... Eso me asustaba un poco, pero al fin y al cabo era lo que todos hacian, era lo que yo podía hacer... ¿no? No molestaba a nadie, mi señor esposo me permitía que lo hiciera... entonces, ¿todo estaba bien? Ciertos remordimientos de conciencia me molestaban a veces. Creía que había defraudado mi padre... más jamás se había sentido orgulloso por mi, pero ahora, haciendo lo que el me prohibia, me sentía bien por una parte... pero muy mal por otra.
La canela que el té albergaba me llamó la atención. Me acordé como, de pequeña, mi nodriza antes de dormir me daba leche con canela. Me acuerdo que cuando crecí quise seguir tomando aquello pues no veía nada malo, más mi padre creía que aquello eran chiquilladas de niños y me privaba de ello llenandome de otras obligaciones para que me olvidara de esos placeres menores.
Los postres también llamaron mi atención, más no porque me recordasen hechos de mi vida, sino porque mi amor por el postre, me obligó prácticamente a girarme hacia la fuente que producía dicho aroma.
La joven optó por dejar de tocar el arpa y acompañarme en la velada con té a la que me había invitado a la par que permitía al joven lacayo abandonar la habitación. Mientras se sentaba frente a mi la joven me comentó que frente a mi tenía la mejor tarta de chocolate que podría encontrar en todo París. Le sonreí como si fuera una niña mientras aceptaba el té que me servía mientras me comentaba que esperaba que el té fuese de mi agrado.
-La canela era algo que adoraba de pequeña por lo que estaré encantada con el detalle – Le comenté sin dejar de sonreír, a veces me preguntaba si las personas pensaban que hasta dormía con la sonrisa puesta... aunque pocos sabían que realmente no dormía.
La joven me cuestionó en que instrumentos musicales era habil. Me sonrojé un poco pues comparado con ella, era una música muy deplorable.
-Lamentablemente no soy tan habilidosa como usted, tan solo sé tocar el piano y domino un poco el canto pues la maestra que se encargaba de darme clases era una cantante de opera retirada – Le comenté algo avergonzada por mi mediocridad.
-No debería de avergonzarse por sus dotes – Le dije con una cálida sonrisa, para que no se avergonzara más – Es la única persona que conozco que sepa tocar el arpa. Creo que eso es digno de admiración pues creo que el arpa es un instrumento muy complicado.
Curiosamente, justo después de mencionar aquello, alguien llamó a la puerta del despacho y pensé que quizás estaba molestando y la persona en cuestión que pedía permiso para entrar venía a hablar de algo realmente serio relacionada con la escuela, pero me equivoqué. Simplemente era el humilde lacayo que la señorita Ruslana había envíado a por el té y el pastel de chocolate.
Me sonrojé debido a mi exagerada golosidad. Ya era mayorcita por disfrutar tanto de los dulces, más por mucho que intentara contenerme, siempre acababa cediendo en probar cualquier otro dulce que la gente me ofrecía. Aquello me hizo recordar mi antiguo hogar, el que mi padre poseía en Rusia. Allí no tenía mucha libertad de hacer lo que quería, más mi padre vigilaba de que no sucumbiera en los placeres para no mimarme demasiado. Sin embargo, cuando me mudé a París, con el tiempo, empecé a hacer un poco lo que yo deseaba hacer... Eso me asustaba un poco, pero al fin y al cabo era lo que todos hacian, era lo que yo podía hacer... ¿no? No molestaba a nadie, mi señor esposo me permitía que lo hiciera... entonces, ¿todo estaba bien? Ciertos remordimientos de conciencia me molestaban a veces. Creía que había defraudado mi padre... más jamás se había sentido orgulloso por mi, pero ahora, haciendo lo que el me prohibia, me sentía bien por una parte... pero muy mal por otra.
La canela que el té albergaba me llamó la atención. Me acordé como, de pequeña, mi nodriza antes de dormir me daba leche con canela. Me acuerdo que cuando crecí quise seguir tomando aquello pues no veía nada malo, más mi padre creía que aquello eran chiquilladas de niños y me privaba de ello llenandome de otras obligaciones para que me olvidara de esos placeres menores.
Los postres también llamaron mi atención, más no porque me recordasen hechos de mi vida, sino porque mi amor por el postre, me obligó prácticamente a girarme hacia la fuente que producía dicho aroma.
La joven optó por dejar de tocar el arpa y acompañarme en la velada con té a la que me había invitado a la par que permitía al joven lacayo abandonar la habitación. Mientras se sentaba frente a mi la joven me comentó que frente a mi tenía la mejor tarta de chocolate que podría encontrar en todo París. Le sonreí como si fuera una niña mientras aceptaba el té que me servía mientras me comentaba que esperaba que el té fuese de mi agrado.
-La canela era algo que adoraba de pequeña por lo que estaré encantada con el detalle – Le comenté sin dejar de sonreír, a veces me preguntaba si las personas pensaban que hasta dormía con la sonrisa puesta... aunque pocos sabían que realmente no dormía.
La joven me cuestionó en que instrumentos musicales era habil. Me sonrojé un poco pues comparado con ella, era una música muy deplorable.
-Lamentablemente no soy tan habilidosa como usted, tan solo sé tocar el piano y domino un poco el canto pues la maestra que se encargaba de darme clases era una cantante de opera retirada – Le comenté algo avergonzada por mi mediocridad.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
La miré con simpatía, mientras me alegraba de saber que el té era de su gusto. Siempre solía dejar que sus invitados eligiesen el té, pero no había tenido tiempo de que ella expresase sus deseos. O al menos, no mientras la arrastraba al despacho. - Estoy segura de que es mucho más hábil que yo, mis profesores siempre dijeron que no podían esperar más de mi.- Hizo una mueca con sus labios, intentando mantener la sonrisa, cuando lo que deseaba hacer era fruncir los labios con disgusto. El verdadero motivo por el que le decían que no podían pedir más de ella, era porque su tía se había encargado de decirle a sus profesores del internado, que ella era una bastarda. Así que los castigos y vigilancias, eran mucho más duros en su caso. Pero nunca se quejó, simplemente alzaba la cabeza y los miraba con orgullo, cumpliendo castigos por faltas inexistentes.
Bebió el resto del té en silencio, y dejó la taza encima de la mesa. - Espero que no haya estudiado en internados, madame Boyarskaya. Es un mundo.... estricto, por decirlo de alguna forma.- Rió con falsa despreocupación y comenzó a comer el pastel con movimientos lentos y elegantes. El sabor dulce, y un tanto amargo, del chocolate, la hizo sentir en paz. Recordándole que siempre había algo dulce tras los sentimientos amargos. El bien siempre se interpondría sobre el mal, porque sino, Dios sería demasiado injusto con sus hijos. Si el sol volvía a salir, día tras día, haciendo retroceder a las sombras, ¿por qué no podría sus actos buenos, convertirse en un rayo de sol y esperanza para los demás?. Su vida era demasiado hermosa para desperdiciarla, y así continuaría siempre. Firme en su ideal de ser la mujer benevolente y pacífica que su familia deseaba. La mujer elegante y cortés, que la sociedad exigía. Y la amorosa y tierna amiga y amante que su marido, cuando lo tuviera, soñaría.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Cuando le especifiqué mis especialidades musicales a la joven, esta me explicó que de seguro yo era más habil en los instrumentos que Ruslana, pues al parecer los profesores que tuvo no le pedían mucho debido a que veían que no era posible enseñarle más de lo que ella ya sabía. La miré extrañada, aunque a decir verdad, mi caso era ciertamente parecida.
Me impartieron clases de piano desde que tenía conciencia, más mi padre siempre me comentó que debería de estudiar más, que no era suficiente los conocemientos que tenía y que era una vaga, por no dar todo de mi cuando en verdad me esforzaba muchisimo en ello. Por otra parte, la profesora que me daba clases también me comentaba que debía esforzarme más, pero desconocía si era francamente porque sentía que no daba todo de mi o porque su padre le ordenaba hacerlo... De todos modos esos comentarios me deprimian día tras día.
Me plantee más de una vez dejar el piano por mi incompeténcia, pero mi padre no me lo permitía y me decía que lo quería dejar por vaga. Toda esa situación me llegaba a afectar tanto, que acababa llorando por las noches cuando nadie me veía, para que a parte de vaga no me llamasen débil.
-Lo cierto es que a lo largo de mi aprendizaje en el piano me decían constantemente que debía esforzarme más – Dije riendo ligeramente para quitarle seriedad al tema – Pero a juzgar por como toca el arpa, puedo decir que es incluso más habil que muchas personas que tienen reconocimiento mundial.
La joven me comentó que esperaba que no hubiese estado en un internado pues ella lo consideraba como un lugar estricto. Conocía de la existencia de internados, es más, tenía entendido que muchas niñas de alta alcurnia asistían a dichos internados femeninos donde estudiaban y aprendían todo lo que una daba debía saber. Mi padre jamás me envió a un lugar así, es más, jamás surgió la conversación de si deseaba acudir allí o de si mi padre quería deshacerse de mi con ese método.
Debo admitir que aquello me sorprendió, desde siempre pensaba que mi padre se quería deshacer de mi debido a que le recordaba constantemente la muerte de su difunta mujer que tanto amaba. Llegué a la conclusión que al ser la única heredera de su baronía prefería tenerme siempre a mano, otorgarme el mismo los profesores que me impartirían mis conocimientos y demás.
Pude apreciar por las palabras de la joven, que parecían llenos de despreocupación, que no era un lugar demasiado bello y agradable. Probablemente te otorgaban muchos conocimientos como el de tocar el arpa, pero parecía ser que no todo era tan perfecto como aparentaba, más yo prefería no preguntarle nada. No quería que la joven recordara su posiblemente triste infancia.
-No – Le expliqué – Mi padre prefirió contratar profesores particulares para mi. Por otra parte, debido a ello, he sido limitada en algunos conocimientos que mi padre creía como inpropios para una dama.
Me di cuenta que no había tomado aún el té pues estaba demasiado absorta en mis pensamientos. Decidí no hacer esperar más a la joven y tomé un sorbo del delicioso té. Era cierto que era delicioso, no me había equivocado. No hice esperar al trozo de tarta, que tenía la pinta de ser la mar de delicioso, y me comí un trozo. ¡¡Era tan buena!! Jamás pensé que una tarta podría ser tan tan buena.
-Es delicioso – Dije a la joven sorprendida – No he comido una tarta así jamás.
Me impartieron clases de piano desde que tenía conciencia, más mi padre siempre me comentó que debería de estudiar más, que no era suficiente los conocemientos que tenía y que era una vaga, por no dar todo de mi cuando en verdad me esforzaba muchisimo en ello. Por otra parte, la profesora que me daba clases también me comentaba que debía esforzarme más, pero desconocía si era francamente porque sentía que no daba todo de mi o porque su padre le ordenaba hacerlo... De todos modos esos comentarios me deprimian día tras día.
Me plantee más de una vez dejar el piano por mi incompeténcia, pero mi padre no me lo permitía y me decía que lo quería dejar por vaga. Toda esa situación me llegaba a afectar tanto, que acababa llorando por las noches cuando nadie me veía, para que a parte de vaga no me llamasen débil.
-Lo cierto es que a lo largo de mi aprendizaje en el piano me decían constantemente que debía esforzarme más – Dije riendo ligeramente para quitarle seriedad al tema – Pero a juzgar por como toca el arpa, puedo decir que es incluso más habil que muchas personas que tienen reconocimiento mundial.
La joven me comentó que esperaba que no hubiese estado en un internado pues ella lo consideraba como un lugar estricto. Conocía de la existencia de internados, es más, tenía entendido que muchas niñas de alta alcurnia asistían a dichos internados femeninos donde estudiaban y aprendían todo lo que una daba debía saber. Mi padre jamás me envió a un lugar así, es más, jamás surgió la conversación de si deseaba acudir allí o de si mi padre quería deshacerse de mi con ese método.
Debo admitir que aquello me sorprendió, desde siempre pensaba que mi padre se quería deshacer de mi debido a que le recordaba constantemente la muerte de su difunta mujer que tanto amaba. Llegué a la conclusión que al ser la única heredera de su baronía prefería tenerme siempre a mano, otorgarme el mismo los profesores que me impartirían mis conocimientos y demás.
Pude apreciar por las palabras de la joven, que parecían llenos de despreocupación, que no era un lugar demasiado bello y agradable. Probablemente te otorgaban muchos conocimientos como el de tocar el arpa, pero parecía ser que no todo era tan perfecto como aparentaba, más yo prefería no preguntarle nada. No quería que la joven recordara su posiblemente triste infancia.
-No – Le expliqué – Mi padre prefirió contratar profesores particulares para mi. Por otra parte, debido a ello, he sido limitada en algunos conocimientos que mi padre creía como inpropios para una dama.
Me di cuenta que no había tomado aún el té pues estaba demasiado absorta en mis pensamientos. Decidí no hacer esperar más a la joven y tomé un sorbo del delicioso té. Era cierto que era delicioso, no me había equivocado. No hice esperar al trozo de tarta, que tenía la pinta de ser la mar de delicioso, y me comí un trozo. ¡¡Era tan buena!! Jamás pensé que una tarta podría ser tan tan buena.
-Es delicioso – Dije a la joven sorprendida – No he comido una tarta así jamás.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Los halagos de la mujer, sólo me hicieron sonrojar, aunque levemente. Poco a poco, estaba comenzando a abandonar la terrible vergüenza y timidez que me embargaba el corazón, cada vez que estaba ante extraños. La dulzura de su voz, hacía que sus palabras fuesen aún más hermosas que su significado, provocando, que su corazón temblase ante la belleza de la dulce Melanya.
- No debería hablar así de usted misma. En nuestro pequeño mundo, la inseguridad es un motivo de repulsión o aislamiento social.- Apretó sus dedos sobre la taza de brillante porcelana. El trabajo de las pinturas realizadas sobre ella, era exquisito, propio de alguien de alto nivel adquisitivo. Pero no se correspondían a las sobrecargadas tazas pintadas de la época, era más ligera, con trazos suaves y calmantes. Debajo de ellas, podías ver el emblema de la familia Del Mar, aunque dudaba que alguien, a parte de sus criados y ella misma, lo supiese. Ningún invvitado solía dar la vuelta a las tazas. Ya fuera por falta de curiosidad, o por ser un comportamiento reprochable.
Suspiró con suavidad, mientras se acomodaba en el diván. Todo en su mundo era reprochable. Desde ser feliz con alguien que no fuera hermoso o rico, hasta utilizar el mismo vestido para dos festejos diferentes. ¿Cuán absurdo podía resultar?- Discúlpeme, no quiero regañarla, sólo advertirla. Algunos la odiaran por ser dulce, otros no la comprenderán si es es amable e inocente. Pero, cuando se trata de alguien tan hermosa como usted, las mujeres no tendrán piedad. - Meneó la cabeza con cierto enfado, dejando que los mechones sueltos de su recogido, golpeasen el aire con cierta gracia infantil.- Todo se debe a la temporada. Las madres buscan posibles maridos para sus hijas, y aunque este casada, una mujer hermosa siempre es competencia.- Le sonrió con tristeza y dejó la taza sobre el platito que esperaba en la mesa.
La miró a los ojos durante unos segundos y le sonrió con sentimiento de comprensión. Ella sabía mejor que nadie, lo que las mujeres parisinas hacían en esta época del año. Se había salvado del ostracismo, sólo porque algunos hombres poderosos la deseaban. Además, todos sabían que ella no deseaba casarse, por lo que, después de descartar varias proposiciones, las madres y debutantes más competitivas, la descartaron como competencia. Pero hasta ése momento, ella fue "suavemente" reprendida, por su excentricidad. Si es que podría considerarse a alguien excéntrico, sólo por mantener amistades con la clase baja, trabajar en un conservatorio y llevar los negocios de su familia. ¡Gracias a Dios que no sabían que solía vestirse de hombre para buscar a su padre!. - Tuvo suerte , entonces. Aunque su padre fuera severo, estoy segura de que el resultado es magnífico. Lástima que a veces, las razones del corazón no se impongan sobre la razón-.
- No debería hablar así de usted misma. En nuestro pequeño mundo, la inseguridad es un motivo de repulsión o aislamiento social.- Apretó sus dedos sobre la taza de brillante porcelana. El trabajo de las pinturas realizadas sobre ella, era exquisito, propio de alguien de alto nivel adquisitivo. Pero no se correspondían a las sobrecargadas tazas pintadas de la época, era más ligera, con trazos suaves y calmantes. Debajo de ellas, podías ver el emblema de la familia Del Mar, aunque dudaba que alguien, a parte de sus criados y ella misma, lo supiese. Ningún invvitado solía dar la vuelta a las tazas. Ya fuera por falta de curiosidad, o por ser un comportamiento reprochable.
Suspiró con suavidad, mientras se acomodaba en el diván. Todo en su mundo era reprochable. Desde ser feliz con alguien que no fuera hermoso o rico, hasta utilizar el mismo vestido para dos festejos diferentes. ¿Cuán absurdo podía resultar?- Discúlpeme, no quiero regañarla, sólo advertirla. Algunos la odiaran por ser dulce, otros no la comprenderán si es es amable e inocente. Pero, cuando se trata de alguien tan hermosa como usted, las mujeres no tendrán piedad. - Meneó la cabeza con cierto enfado, dejando que los mechones sueltos de su recogido, golpeasen el aire con cierta gracia infantil.- Todo se debe a la temporada. Las madres buscan posibles maridos para sus hijas, y aunque este casada, una mujer hermosa siempre es competencia.- Le sonrió con tristeza y dejó la taza sobre el platito que esperaba en la mesa.
La miró a los ojos durante unos segundos y le sonrió con sentimiento de comprensión. Ella sabía mejor que nadie, lo que las mujeres parisinas hacían en esta época del año. Se había salvado del ostracismo, sólo porque algunos hombres poderosos la deseaban. Además, todos sabían que ella no deseaba casarse, por lo que, después de descartar varias proposiciones, las madres y debutantes más competitivas, la descartaron como competencia. Pero hasta ése momento, ella fue "suavemente" reprendida, por su excentricidad. Si es que podría considerarse a alguien excéntrico, sólo por mantener amistades con la clase baja, trabajar en un conservatorio y llevar los negocios de su familia. ¡Gracias a Dios que no sabían que solía vestirse de hombre para buscar a su padre!. - Tuvo suerte , entonces. Aunque su padre fuera severo, estoy segura de que el resultado es magnífico. Lástima que a veces, las razones del corazón no se impongan sobre la razón-.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Después de escuchar atentamente mis palabras, la joven Ruslana me comentó que no debía subestimarme a mi misma pues aquello podría infundir a mi aislamiento social o hasta repulsión por parte de las demás personas. Probablemente la joven no sabía cuan en lo cierto estaba.
La inquisición condenaba a seres como nosotros: despiadados, salvajes, sadicos, sin sentimiento alguno de compasión o de amor al ajeno movidos por una gran sed que nos obliga a matar gran cantidad de personas vivas para mantener en vida nuestro cuerpo muerto que tendría que yacer bajo metros de suelo y descansando en paz.
Probablemente la joven notó mi reacción y aquello la llevo a justificar sus palabras. Me explicó que simplemente quería advertirme de que las personas que me rodeaban no todas desearían mi bien, que me odiarían por como era y que me repudiarían aunque fuese amable con ellos, más de seguro que las mujeres serían las primeras en odiarme e intentar eliminarme. Me explicó también el por qué de aquella conclusión pues toda madre buscaba maridos para sus hijas y hasta veía enemiga a aquella que estuviera casada. Me fije, a parte de que la joven tendria toda la razón del mundo a pesar de que no me había topado con aquello por suerte, o quizás aún no me había fijado en ello, de que Ruslana era una maestra innata. Dijera lo que dijera, no quedaban ambigüedades del por qué de sus palabras, lo especificaba todo, la duda de si aquello era debido a su estáncia en un orfanato rondaba por mi cabeza, pero lo que tenía claro era que aquella duda acabaría sin ser resuelta para siempre.
Remarcó además que probablemente el hecho de que mi padre fuera severo conmigo fue bueno para mi pues no me había encontrado con algo tan atroz como el odio incoherente de una dama con la que me había visto unos pocos días. En parte, sabía que la joven Ruslana tenía razón, más desconocía el rechazo que me propinaba a parte de mantenerme alejada de la sociedad, por lo que no sabría muy bien a que se debían las acciones de mi padre, para destuirme como persona o para cuidarme como el más preciado tesoro. Quizás el secret estaba en que era un poco de ambas cosas y que me odiaba por arrebatarle la vida a su ser más preciado a la par que quería sacar una ganancia de mi persona y por eso me cuidaba como podía... ¿qué haría yo en su lugar?...
-Por ahora he tenido la suerte de no toparme con mucha gente que me odiara abiertamente y me quisiera un mal mayor – Le dije a la joven Ruslana – Pero es cierto que mis nodrizas, cuando era pequeña, me repetían una y otra vez que no debía confiar tan fácilmente con las personas desconocidas... más yo no tengo remedio alguno y sigo cayendo en la misma tentación – Dije esbozando una sonrida cómplice – Supongo que no tengo remedio.
La inquisición condenaba a seres como nosotros: despiadados, salvajes, sadicos, sin sentimiento alguno de compasión o de amor al ajeno movidos por una gran sed que nos obliga a matar gran cantidad de personas vivas para mantener en vida nuestro cuerpo muerto que tendría que yacer bajo metros de suelo y descansando en paz.
Probablemente la joven notó mi reacción y aquello la llevo a justificar sus palabras. Me explicó que simplemente quería advertirme de que las personas que me rodeaban no todas desearían mi bien, que me odiarían por como era y que me repudiarían aunque fuese amable con ellos, más de seguro que las mujeres serían las primeras en odiarme e intentar eliminarme. Me explicó también el por qué de aquella conclusión pues toda madre buscaba maridos para sus hijas y hasta veía enemiga a aquella que estuviera casada. Me fije, a parte de que la joven tendria toda la razón del mundo a pesar de que no me había topado con aquello por suerte, o quizás aún no me había fijado en ello, de que Ruslana era una maestra innata. Dijera lo que dijera, no quedaban ambigüedades del por qué de sus palabras, lo especificaba todo, la duda de si aquello era debido a su estáncia en un orfanato rondaba por mi cabeza, pero lo que tenía claro era que aquella duda acabaría sin ser resuelta para siempre.
Remarcó además que probablemente el hecho de que mi padre fuera severo conmigo fue bueno para mi pues no me había encontrado con algo tan atroz como el odio incoherente de una dama con la que me había visto unos pocos días. En parte, sabía que la joven Ruslana tenía razón, más desconocía el rechazo que me propinaba a parte de mantenerme alejada de la sociedad, por lo que no sabría muy bien a que se debían las acciones de mi padre, para destuirme como persona o para cuidarme como el más preciado tesoro. Quizás el secret estaba en que era un poco de ambas cosas y que me odiaba por arrebatarle la vida a su ser más preciado a la par que quería sacar una ganancia de mi persona y por eso me cuidaba como podía... ¿qué haría yo en su lugar?...
-Por ahora he tenido la suerte de no toparme con mucha gente que me odiara abiertamente y me quisiera un mal mayor – Le dije a la joven Ruslana – Pero es cierto que mis nodrizas, cuando era pequeña, me repetían una y otra vez que no debía confiar tan fácilmente con las personas desconocidas... más yo no tengo remedio alguno y sigo cayendo en la misma tentación – Dije esbozando una sonrida cómplice – Supongo que no tengo remedio.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Quizás si ella misma no fuese tan idéntica a ella, compartiendo la misma debilidad, frunciría el ceño y la regañaría como una mujer mayor. Pero no contaba con la edad suficiente como para considerar su ingenuidad o su excesiva confianza en los demás, como un pecado. Se limitó a corresponderle a su sonrisa cómplice, con una traviesa.- Lamento decirle, que soy la única que carece de salvación. Por mucho que la regañe, yo misma peco de ingenuidad.....- Fruncí el ceño con cierto enfado.- O al menos eso siempre me dicen.-Suspiré y me aparté un mechón de pelo del rostro, mirando a madame Boyarskaya con cierta timidez.
Algunos días, su lacayo y su tía, conseguían ensombrecer su estado de ánimo. Mientras que Rembrant intentaba protegerla de posibles estafadores o truanes, su tía sólo se limitaba a regañarla por todo lo que decía, pensaba o hacía. Su amistad con Zafiro, una gitana alegre y extrovertida, le había proporcionado una semana de miradas furibundas y palabras mordaces. La protección que le había otorgado a su músico favorito, Monsieur Van Dort, había sido calificado como " una actitud salvaje y excéntrica". Al parecer crear una institución para el amor de la música, era demasiado.... masculino para ella. Lo único que se le permitía hacer, según su tía, era bailar con hombres asquerosamente ricos, navegar su barco, dedicar su tiempo diario a visitar a las mujeres más bellas o prometedoras a casarse con alguien rico o de la nobleza, coquetear con nobles y perder el tiempo en mejorar su aspecto.
Si su tía se hubiese limitado a criarla, lo más probable es que fuese una copia exacta de su pensamiento. Pero como había sido criada en internados, ajena a la influencia, excesivamente clasista, de su tía, podía desafiarla con la mirada acerada e indiferente de su abuelo. La mirada de los "Del Mar". O algo así solían susurrar Rembrant, cuando le decía a sus abogados que ella era libre de gastar su dinero en los proyectos que desease, fuera o no mujer. - Debería advertirle que para mucha gente soy considerada una excéntrica. A veces, se me ha tachado de "mente excesivamente masculina", algo absolutamente HO-RRI-BLE- Puso una vocecilla aguda, imitando el tono de una de las matronas más mayores de París. Sus opiniones eran consideradas por numerosas familias, si ella decretaba que no eras digna de admiración, simplemente no conseguirías esposo. Al menos, no si el hombre está interesado en pertenecer al grupo más selecto de París. Para su desgracia, la mujer había considerado que ese defecto era sólo causa de mi EXCESIVA fortuna, por su puesto, sólo un hombre con mano dura podría encauzar una mente como la mía. Si no fuera por los cien invitados que escucharon sus palabras, simplemente me habría reído de su comentario. No pensaba casarme. No dejaría que mi dinero fuese dilapidado en las nuevas joyas de la cortesana de turno, de mi futuro marido.
- Si escucha el nombre de Madame Bobary, simplemente huya de la habitación. Es una mujer con mucha influencia en la sociedad parisina, pero excesivamente cruel. Una percepción negativa y..... estás desterrada para siempre.- Le dedicó una mirada funesta, como si hablase de algo maligno. Lo cual, tenía mucha conveniencia en este caso.
Algunos días, su lacayo y su tía, conseguían ensombrecer su estado de ánimo. Mientras que Rembrant intentaba protegerla de posibles estafadores o truanes, su tía sólo se limitaba a regañarla por todo lo que decía, pensaba o hacía. Su amistad con Zafiro, una gitana alegre y extrovertida, le había proporcionado una semana de miradas furibundas y palabras mordaces. La protección que le había otorgado a su músico favorito, Monsieur Van Dort, había sido calificado como " una actitud salvaje y excéntrica". Al parecer crear una institución para el amor de la música, era demasiado.... masculino para ella. Lo único que se le permitía hacer, según su tía, era bailar con hombres asquerosamente ricos, navegar su barco, dedicar su tiempo diario a visitar a las mujeres más bellas o prometedoras a casarse con alguien rico o de la nobleza, coquetear con nobles y perder el tiempo en mejorar su aspecto.
Si su tía se hubiese limitado a criarla, lo más probable es que fuese una copia exacta de su pensamiento. Pero como había sido criada en internados, ajena a la influencia, excesivamente clasista, de su tía, podía desafiarla con la mirada acerada e indiferente de su abuelo. La mirada de los "Del Mar". O algo así solían susurrar Rembrant, cuando le decía a sus abogados que ella era libre de gastar su dinero en los proyectos que desease, fuera o no mujer. - Debería advertirle que para mucha gente soy considerada una excéntrica. A veces, se me ha tachado de "mente excesivamente masculina", algo absolutamente HO-RRI-BLE- Puso una vocecilla aguda, imitando el tono de una de las matronas más mayores de París. Sus opiniones eran consideradas por numerosas familias, si ella decretaba que no eras digna de admiración, simplemente no conseguirías esposo. Al menos, no si el hombre está interesado en pertenecer al grupo más selecto de París. Para su desgracia, la mujer había considerado que ese defecto era sólo causa de mi EXCESIVA fortuna, por su puesto, sólo un hombre con mano dura podría encauzar una mente como la mía. Si no fuera por los cien invitados que escucharon sus palabras, simplemente me habría reído de su comentario. No pensaba casarme. No dejaría que mi dinero fuese dilapidado en las nuevas joyas de la cortesana de turno, de mi futuro marido.
- Si escucha el nombre de Madame Bobary, simplemente huya de la habitación. Es una mujer con mucha influencia en la sociedad parisina, pero excesivamente cruel. Una percepción negativa y..... estás desterrada para siempre.- Le dedicó una mirada funesta, como si hablase de algo maligno. Lo cual, tenía mucha conveniencia en este caso.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
La joven me comunicó que a pesar de intentar que los demás eviten la ingenuidad a toda costa para no salir mal parados por la misma, ella también pecaba de la misma. La miré curiosa puesto que me fascinaba lo cómoda que me encontraba con la joven. Ya no recordaba cuantas veces me había sentido así... quizás tres veces... sí. Tres veces contadas. Primero con mi primo Maks, luego con Bella la grácil pantera y ahora con Ruslana.
Ruslana me advirtió de pronto que muchas personas que ella conocía la llamaban y consideraban excéntrica. La observé curiosa ladeando un poco la cabeza hacia la derecha puesto que no me podía creer que a una persona tan maravillosa como Ruslana la podían tachar de masculina o alguien horrible. Quizás se lo decían en aquel internado que acababa de mencionar hace unos instantes. Un lugar horrible a juzgar por las palabras de la propia Ruslana. Me preguntaba como serían entonces los famosos Orfanatos si los Internados, aquel lugar al que acudían los hijos de las familias más ricas, los pobres niños abandonados de la mano de Dios que correteaban por las calles en busca de comida, o robandola. Luego pasado un tiempo, si las autoridades los veía los capturaba y los llevaba al Orfanato pensando que les estaba haciendo un favor, cuando quizás les estaba condenando a una triste infancia... aunque lo cierto es que no estaba segura de que era mejor: vagar por las calles como un mendigo o vivir al menos bajo un techo sin temer que por la noche te ataque un monstruo y te mate... y te beba toda tu sangre.
De pronto, la voz de la joven me devolvió a la realidad. Me comentó que me alejara de una tal Madame Bobary. Jamás había escuchado ese nombre, pero a juzgar por el malgenio terrible que le profesaba la joven, se podía entender que no era una persona agradable... ¿estaría bien si le preguntara quien era esa mujer?
-¿Quien es esa dama? - Pregunté con timidez, pero con una curiosidad digna de una niña pequeña.
Ruslana me advirtió de pronto que muchas personas que ella conocía la llamaban y consideraban excéntrica. La observé curiosa ladeando un poco la cabeza hacia la derecha puesto que no me podía creer que a una persona tan maravillosa como Ruslana la podían tachar de masculina o alguien horrible. Quizás se lo decían en aquel internado que acababa de mencionar hace unos instantes. Un lugar horrible a juzgar por las palabras de la propia Ruslana. Me preguntaba como serían entonces los famosos Orfanatos si los Internados, aquel lugar al que acudían los hijos de las familias más ricas, los pobres niños abandonados de la mano de Dios que correteaban por las calles en busca de comida, o robandola. Luego pasado un tiempo, si las autoridades los veía los capturaba y los llevaba al Orfanato pensando que les estaba haciendo un favor, cuando quizás les estaba condenando a una triste infancia... aunque lo cierto es que no estaba segura de que era mejor: vagar por las calles como un mendigo o vivir al menos bajo un techo sin temer que por la noche te ataque un monstruo y te mate... y te beba toda tu sangre.
De pronto, la voz de la joven me devolvió a la realidad. Me comentó que me alejara de una tal Madame Bobary. Jamás había escuchado ese nombre, pero a juzgar por el malgenio terrible que le profesaba la joven, se podía entender que no era una persona agradable... ¿estaría bien si le preguntara quien era esa mujer?
-¿Quien es esa dama? - Pregunté con timidez, pero con una curiosidad digna de una niña pequeña.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Le respondí a la sonrisa de Melanya, con una propia. Seguía sorprendida por la inocencia de la joven. Era tan tierna, que tenía deseos de protegerla. Siempre le ocurría lo mismo con aquellos que tenían un lado puro en su interior, y aquella joven tenía todo su ser embargado de la más pura blancura. Parecía un ángel, rodeada de toda la maldad que había en París, pero sin haber sido corrompida por ella.- Madame...- Comencé a responder a Melanya, pero mi frase quedó interrumpida por un golpe en la puerta de mi despacho.
Como un torvellino, la misma mujer de la que estaba hablando, apareció en la puerta. Entrando en la habitación, como si fuera su propio despacho. Sus ojos me recorrieron con rapidez, analizando mi vestimenta y peinado. Al parecer le había agradado lo que había visto, porque cabeceó un asentimiento hacia mí, mientras giraba su rostro hasta la pobre Melanya. - ¡Oh, Ruslana querida!. ¿Aún sigues atendiendo a tus obligaciones?. A este paso no encontrarás un marido apropiado, chèrie. - Se movió como un gran bulto de seda rosada, sentándose en un sillón cercano al de Melanya y le ordenó al lacayo un poco del pastel que estábamos tomando.
Mi estómago se revolvió, sólo de pensar lo que podría ocurrir con aquella mujer allí. Miré a Melanya, intentando avisarla con los ojos de que se contuviera.- Señorita Boyarskaya, Madame Bobary. Estoy segura de que recordará, haberla mencionado antes en nuestra conversación- Con ello me giré hacia la mujer más poderosa de París y le dediqué una sonrisa inocente.- Estaba mencionándole a mi compañera, que usted era una eminencia en temas relacionados con el matrimonio, madame Bobary. La señorita Boyarskaya es una recién llegada, comprenderá sus nervios como primeriza en estos asuntos.- Mantuve mi sonrisa, mientras madame Bobary comenzaba a revisar a Melanya y hablar sobre las obligaciones de una mujer en el matrimonio. Pobre Melanya, intentaría ayudarla en lo que le fuera posible, pero el resto estaba en sus manos.
Como un torvellino, la misma mujer de la que estaba hablando, apareció en la puerta. Entrando en la habitación, como si fuera su propio despacho. Sus ojos me recorrieron con rapidez, analizando mi vestimenta y peinado. Al parecer le había agradado lo que había visto, porque cabeceó un asentimiento hacia mí, mientras giraba su rostro hasta la pobre Melanya. - ¡Oh, Ruslana querida!. ¿Aún sigues atendiendo a tus obligaciones?. A este paso no encontrarás un marido apropiado, chèrie. - Se movió como un gran bulto de seda rosada, sentándose en un sillón cercano al de Melanya y le ordenó al lacayo un poco del pastel que estábamos tomando.
Mi estómago se revolvió, sólo de pensar lo que podría ocurrir con aquella mujer allí. Miré a Melanya, intentando avisarla con los ojos de que se contuviera.- Señorita Boyarskaya, Madame Bobary. Estoy segura de que recordará, haberla mencionado antes en nuestra conversación- Con ello me giré hacia la mujer más poderosa de París y le dediqué una sonrisa inocente.- Estaba mencionándole a mi compañera, que usted era una eminencia en temas relacionados con el matrimonio, madame Bobary. La señorita Boyarskaya es una recién llegada, comprenderá sus nervios como primeriza en estos asuntos.- Mantuve mi sonrisa, mientras madame Bobary comenzaba a revisar a Melanya y hablar sobre las obligaciones de una mujer en el matrimonio. Pobre Melanya, intentaría ayudarla en lo que le fuera posible, pero el resto estaba en sus manos.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Justo cuando la joven Ruslana me iba a responder, un tornado de sedas y colores entró en la estancia. Inúndandolo de un olor a perfume que dejaba en claro que la dama se había pasado con la cantidad.
Al principio pareció ni fijarse en mi presencia que a decir verdad agradecía puesto que cuando posó su mirada en mi un escalofrío recorrió mi espalda. No parecía una mujer muy simpática a juzgar por la mirada... ¿o a caso había hecho algo mal? Quizás estaba interrumpiendo el trabajo de la joven Ruslana. Dirigí mi mirada hacia Ruslana para intentar captar si mi presencia aquí era bienvenida.
Al parecer la dama me confundió con un cliente de la academia. Sus palabras indicaban estíma, pero no su entonacion. Parecían más bien palabras que se había aprendido a lo largo de su vida y que usaba para todos por cuestión de educación y clase. Por otra parte, a juzgar por el parecido entre Ruslana y la otra mujer, podía afirmar incluso que eran familia. Sin embargo, la contraria no parecía importarle aquello y trataba a Ruslana como a una persona cualquiera. Al parecer, teníamos más cosas en común de las que pensaba.
Sin permiso siquiera la dama decidió quedarse en el lugar... por otra parte, quizás la academia de música era suya y estaba en su pleno derecho... o por lo menos había proporcionado el dinero a la joven Ruslana para que pudiera construirla. Tomé un sorbo de té sin decir palabra.
Me di cuenta que ni siquiera me había presentado cuando Ruslana me presentó a la contraria y a juzgar por su mirada, no estaba muy contenta con la llegada de Madame Bobary.
-Lamento mis modales - Le dije con una sonrisa a la mujer - No me he presentado porque su aparición ha sido tan inesperada que no he sabido como reaccionar - Le expliqué - Señorita Del Mar me ha explicado muchas cosas de usted. Es un placer conocerla.
Después de introducirme a madame Bobary por parte de Ruslana, la mujer me empezó a explicar que el matrimonio era algo esencial para una mujer y su única obligación puesto que el trabajo de una mujer es estar tras un marido y darle hijos a la par que mantener la armonia en la casa. A juzgar por sus palabras, los ideales de Ruslana y Madame Bobary chocaban tanto que sospechaba que las peleas eran algo común entre ellas. Me di cuenta que madame Bobary me recordaba ligeramente a mis nodrizas y a mi propio padre. Bebí otro sorbo de té.
-Debo disculparme, pero se me olvidó mencionar a la señorita Del Mar que había venido a París por cuestiones de compromiso. Hace poco me he casado y por ello vivo en París, en el hogar de mi señor esposo - Expliqué con la esperanza de que el sermón por parte de madame Bobary acabara prontamente.
Al principio pareció ni fijarse en mi presencia que a decir verdad agradecía puesto que cuando posó su mirada en mi un escalofrío recorrió mi espalda. No parecía una mujer muy simpática a juzgar por la mirada... ¿o a caso había hecho algo mal? Quizás estaba interrumpiendo el trabajo de la joven Ruslana. Dirigí mi mirada hacia Ruslana para intentar captar si mi presencia aquí era bienvenida.
Al parecer la dama me confundió con un cliente de la academia. Sus palabras indicaban estíma, pero no su entonacion. Parecían más bien palabras que se había aprendido a lo largo de su vida y que usaba para todos por cuestión de educación y clase. Por otra parte, a juzgar por el parecido entre Ruslana y la otra mujer, podía afirmar incluso que eran familia. Sin embargo, la contraria no parecía importarle aquello y trataba a Ruslana como a una persona cualquiera. Al parecer, teníamos más cosas en común de las que pensaba.
Sin permiso siquiera la dama decidió quedarse en el lugar... por otra parte, quizás la academia de música era suya y estaba en su pleno derecho... o por lo menos había proporcionado el dinero a la joven Ruslana para que pudiera construirla. Tomé un sorbo de té sin decir palabra.
Me di cuenta que ni siquiera me había presentado cuando Ruslana me presentó a la contraria y a juzgar por su mirada, no estaba muy contenta con la llegada de Madame Bobary.
-Lamento mis modales - Le dije con una sonrisa a la mujer - No me he presentado porque su aparición ha sido tan inesperada que no he sabido como reaccionar - Le expliqué - Señorita Del Mar me ha explicado muchas cosas de usted. Es un placer conocerla.
Después de introducirme a madame Bobary por parte de Ruslana, la mujer me empezó a explicar que el matrimonio era algo esencial para una mujer y su única obligación puesto que el trabajo de una mujer es estar tras un marido y darle hijos a la par que mantener la armonia en la casa. A juzgar por sus palabras, los ideales de Ruslana y Madame Bobary chocaban tanto que sospechaba que las peleas eran algo común entre ellas. Me di cuenta que madame Bobary me recordaba ligeramente a mis nodrizas y a mi propio padre. Bebí otro sorbo de té.
-Debo disculparme, pero se me olvidó mencionar a la señorita Del Mar que había venido a París por cuestiones de compromiso. Hace poco me he casado y por ello vivo en París, en el hogar de mi señor esposo - Expliqué con la esperanza de que el sermón por parte de madame Bobary acabara prontamente.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Sentí cómo las emociones de Madame Bobary iban del recelo a la felicidad. Sabía lo que iba a ocurrir, no porque hubiera visto el futuro, cosa común en mi, sino porque ella era una mujer de ideas muy simples y reiteradas. A pesar de su apariencia de dama feliz y casada, había un fondo de insatisfacción en su interior. Era por ello que se encargaba de casar a los miembros de su familia con rapidez. Todos ellos gozaban de matrimonios arreglados, con posiciones elevadas en la sociedad. Era bastante inteligente. Y eso hacía que la quisiera, a pesar de sus constantes ataques. Sólo intentaba velar por el bien de su familia, aunque la forma no era la correcta.
La mirada de Madame Bobary cayó sobre ella, anunciando un infierno. Sabía lo que esa mirada significaba, aún así, se quedó callada y con una sonrisa modesta en los labios.- Esta casada, Ruslana. Con un hogar familiar que pronto llenará con hijos.- Los labios de la mujer se fruncieron, temblando levemente por la avanzada edad que poseía. - ¿Cuándo vas a aceptar las propuestas que has recibido?. ¡El orgullo de un hombre tiene sus límites, muchacha estúpida!.- Oh, no. Madame Bobary estaba enfadada, pensé con pánico. Mi sonrisa se abrió aún más, mientras mis manos enguantadas iban en busca de la taza de té para poder beber algo. El nudo que se estaba formando en mi garganta era cada vez mayor. La visita era sólo con el pretexto de presionarla, pero esta vez parecía dispuesta a no ceder.
Escuché el sonido de un llanto y levanté la cabeza sorprendida. La mujer estaba comenzando a mirarla con labios temblorosos, dispuesta a llorar si era necesario. - Se lo prometí a tu tía, Ruslana. Encerrarte en este Conservatorio no va a hacer que vuelva. Eres una rica heredera. Pero eres mujer, no puedes avanzar sola. - Las palabras de ella le recordaban las de su abogado. Según la mayoría de los miembros de su sociedad, necesitaba un hombre para que controlase su riqueza. ¿Por qué?. ¿Acaso no había demostrado que era capaz de hacer negocios a pesar de mi sexo?.
- Gracias por su preocupación Madame Bobary, pero si su visita tiene sólo la utilidad de recordarme lo débil que soy, puede volver a su Mansión.- Mi voz era un pozo de frialdad y dureza. Mi tía había muerto hacía muy poco. Sólo yo y otras personas que estuvieron presentes esa noche, saben el porqué no puedo volver a la Mansión a dormir. No quiero volver a cerrar los ojos y ver toda esa sangre en mis manos. No de nuevo. Hacía muchos días que había dejado de hablar con todos los que la querían, incluido Brett. Sentía que no podía mancharlos con su maldad. Sin darse cuenta, sus ojos comenzaron a capturar el brillo azulado y peligroso de su ancestro, haciendo que madame Bobary temblase bajo su mirada. Ahí estaba, la expresión de miedo que había visto antes, esa misma noche. La noche que había entendido cuán peligrosa era su sangre.
La mirada de Madame Bobary cayó sobre ella, anunciando un infierno. Sabía lo que esa mirada significaba, aún así, se quedó callada y con una sonrisa modesta en los labios.- Esta casada, Ruslana. Con un hogar familiar que pronto llenará con hijos.- Los labios de la mujer se fruncieron, temblando levemente por la avanzada edad que poseía. - ¿Cuándo vas a aceptar las propuestas que has recibido?. ¡El orgullo de un hombre tiene sus límites, muchacha estúpida!.- Oh, no. Madame Bobary estaba enfadada, pensé con pánico. Mi sonrisa se abrió aún más, mientras mis manos enguantadas iban en busca de la taza de té para poder beber algo. El nudo que se estaba formando en mi garganta era cada vez mayor. La visita era sólo con el pretexto de presionarla, pero esta vez parecía dispuesta a no ceder.
Escuché el sonido de un llanto y levanté la cabeza sorprendida. La mujer estaba comenzando a mirarla con labios temblorosos, dispuesta a llorar si era necesario. - Se lo prometí a tu tía, Ruslana. Encerrarte en este Conservatorio no va a hacer que vuelva. Eres una rica heredera. Pero eres mujer, no puedes avanzar sola. - Las palabras de ella le recordaban las de su abogado. Según la mayoría de los miembros de su sociedad, necesitaba un hombre para que controlase su riqueza. ¿Por qué?. ¿Acaso no había demostrado que era capaz de hacer negocios a pesar de mi sexo?.
- Gracias por su preocupación Madame Bobary, pero si su visita tiene sólo la utilidad de recordarme lo débil que soy, puede volver a su Mansión.- Mi voz era un pozo de frialdad y dureza. Mi tía había muerto hacía muy poco. Sólo yo y otras personas que estuvieron presentes esa noche, saben el porqué no puedo volver a la Mansión a dormir. No quiero volver a cerrar los ojos y ver toda esa sangre en mis manos. No de nuevo. Hacía muchos días que había dejado de hablar con todos los que la querían, incluido Brett. Sentía que no podía mancharlos con su maldad. Sin darse cuenta, sus ojos comenzaron a capturar el brillo azulado y peligroso de su ancestro, haciendo que madame Bobary temblase bajo su mirada. Ahí estaba, la expresión de miedo que había visto antes, esa misma noche. La noche que había entendido cuán peligrosa era su sangre.
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Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
Al parecer, como de costumbre debía advertir, había metido la pata. Observé como ambas mujeres se miraban y las palabras que se profesaban. Debí haberme callado con respecto a mi matrimonio, pero realmente pensaba que aquello apaciguaria la mujer, pero al parecer solamente había metido cizaña al asunto. Pensé alguna forma de calmar a Madame Bobary, pero no las encontré.
La mujer le empezó a recalcar a Ruslana de que debía casarse y que quedarse sola sin el apoyo de un hombre era lo pero que podía hacer puesto que era un ser débil con fuertes necesidades de ser vigilada y guiada. Observé la reacción de Ruslana, pero solo podía ver sonrisas e incluso algo de miedo. Sin embargo, la situación empeoraba por segundos.
Madame Bobary estaba al borde de la histeria e imploraba con la mirada a Ruslana. Al parecer su misión esencial era casar a la joven como si le fuera la vida en ello anunciando que además se lo había prometido a su tía que al parecer estaba muerta. La conversación se estaba hiendo a caminos demasiado personales que no creía necesario ser partidaria, por lo que debía actuar o al menos dar acto de presencia y recordarle a Madame Bobary que al lado suyo no estaba una estatua de marfil, sino una persona que puede escuchar e incluso descubrir cosas innecesarias.
El recuerdo de su tía pareció molestar a Ruslana. No sabría decir la razón de ello, pero comprendí en aquel momento que debía intervenir. Sea como sea, incluso aclarandome la garganta. La tensión era palpable y me desagradaba.
-La señorita Del Mar goza de gran joventud, aún tiene muchos años para casarse y dar hijos a su señor esposo - Le dije con una sonrisa a Madame Bobary - Mírela, resuma salut por todas partes. A mi me han tenido que casar porque soy muy enfermiza. Puede notarlo por mi tono de piel. Si no fuese por eso, incluso mi padre esperaría unos años más para buscarme quizás un mejor partido. No se preocupe.
Me di cuenta de pronto que mis palabras eran tan verdaderas que me habían sorprendido hasta a mi. En Rusia pasaba por muchos constipados que mis nodrizas muchas veces daban por terminales, pero por alguna razón conseguía curarme y salir adelante. Quizás... quizás la razón por la que mi padre me había desposado realmente por mi salud. Me limité a esbozar una sonrisa forzada.
La mujer le empezó a recalcar a Ruslana de que debía casarse y que quedarse sola sin el apoyo de un hombre era lo pero que podía hacer puesto que era un ser débil con fuertes necesidades de ser vigilada y guiada. Observé la reacción de Ruslana, pero solo podía ver sonrisas e incluso algo de miedo. Sin embargo, la situación empeoraba por segundos.
Madame Bobary estaba al borde de la histeria e imploraba con la mirada a Ruslana. Al parecer su misión esencial era casar a la joven como si le fuera la vida en ello anunciando que además se lo había prometido a su tía que al parecer estaba muerta. La conversación se estaba hiendo a caminos demasiado personales que no creía necesario ser partidaria, por lo que debía actuar o al menos dar acto de presencia y recordarle a Madame Bobary que al lado suyo no estaba una estatua de marfil, sino una persona que puede escuchar e incluso descubrir cosas innecesarias.
El recuerdo de su tía pareció molestar a Ruslana. No sabría decir la razón de ello, pero comprendí en aquel momento que debía intervenir. Sea como sea, incluso aclarandome la garganta. La tensión era palpable y me desagradaba.
-La señorita Del Mar goza de gran joventud, aún tiene muchos años para casarse y dar hijos a su señor esposo - Le dije con una sonrisa a Madame Bobary - Mírela, resuma salut por todas partes. A mi me han tenido que casar porque soy muy enfermiza. Puede notarlo por mi tono de piel. Si no fuese por eso, incluso mi padre esperaría unos años más para buscarme quizás un mejor partido. No se preocupe.
Me di cuenta de pronto que mis palabras eran tan verdaderas que me habían sorprendido hasta a mi. En Rusia pasaba por muchos constipados que mis nodrizas muchas veces daban por terminales, pero por alguna razón conseguía curarme y salir adelante. Quizás... quizás la razón por la que mi padre me había desposado realmente por mi salud. Me limité a esbozar una sonrisa forzada.
Melanya Boyarskaya- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 217
Fecha de inscripción : 05/01/2013
Re: Le son de votre âme [Priv. Ruslana]
La voz de Melanya me sacó de mi estúpido momento de debilidad mental. Había hecho todo lo posible para contener mis recuerdos. Lo había intentado con todo su corazón, de la misma forma en la que años atrás había intentado hacer todo lo posible para no conocer el futuro de aquellas personas que tocaba. Sólo que esta vez, a deferencia de en su pasado, aún no había explotado. Necesitaba centrarse en algo que no fuera el cuerpo inerte de su tía.
Sus ojos se desviaron a los de Melanya, mirándola de forma desesperada. Completamente llenos de un sentimiento de dolor, tan punzante que hacía que su boca temblase a pesar de su auto - control, usó su habilidad para tomar los sentimientos de madame Bobary y llevarlos a un punto de tranquilidad. La necesitaba dócil y feliz. - Discúlpeme, madame Boyarskaya.- Se levantó del diván, poniendo cuidado en dejar la taza de porcelana sobre la mesa, y se encaminó hacia el ventanal de su despacho. Ignoró el silencio incómodo y pesado que cubría su despacho. Eran sus dominios, así que, incómodo o no, el silencio se mantendría hasta que ella estuviese más calmada. Sabía que si aún tuviese la taza en sus manos, no dudaría en arrojársela a la vieja mujer.
Su tía había muerto. Y su muerte, sólo le recordaba su traición. Había sido una joven dedicada a su familia. Cumplió todas sus órdenes a la perfección, convirtiéndose en la máscara femenina que todos desearían llegar a ser. Pero aún así, no era suficiente. Nunca lo sería para aquella mujer que. llevando su sangre, la quería muerta. Pero eso era sólo pasado. Nunca regresaría a cumplir su intención. - Madame Bobary, como entenderá, debo guardar el luto por la muerte de mi tía. Casarme sería una mancha para su honor.- Me dí la vuelta con una sonrisa afectada en el rostro.- Ambas sabemos que tenemos un carácter fuerte. Yo por necesidad, usted por vocación. No me declare una guerra que perderá antes de que comience.- La miré a los ojos, sabiendo que ella entendía también mis palabras.
La expresión de la mujer cambió, convirtiéndose en un rostro femenino y travieso. Su sonrisa era tan cálida, que no cabía duda de su sinceridad.- Siempre fuiste inteligente, Ruslana. ¿Descubriste el plan, verdad?.- Sus ojos brillaban, expectantes por saber la respuesta a mi comportamiento. Mi tía había intentado casarme con un hombre que era un vulgar delincuente. A pesar de ser el hijo de un bizconde, tenía numerosas deudas y vicios. Uno de esos vicios, era el ser amante de mi tia. Ambas mujeres habían planeado mi matrimonio para quedarse con la herencia de mis ancestros. Por suerte, yo aún conservaba mi vida y mi prometido y tía no. Madame bobary sabía que yo me daría cuenta, es más, ella me había dado una pista, mucho antes. Concretamente, sus labios formularon estas palabras " Tu tía es una mujer hermosa, Ruslana. Pero ambas son diferentes. Tú nunca matarías o engañarías a un familiar.". LA supervivencia en la clase alta, era difícil. Madame Bobary sólo había participado en el engaño para saber quién era más fuerte de ambas. Ahora ya lo sabía.
Sin decir una palabras más, se levantó y sonrió a Melanya.- ¿Irás a la policía?- Me preguntó con suma tranquilidad, mientras sus manos colocaban unas arrugas inexistentes en su falda. - No. Pero no será gratuito. Quiero un informe perfecto sobre mi persona y tu apoyo incondicional en toda acción que realice. - Le dediqué una sonrisa vencedora. Ambas sabíamos que eso implicaba impunidad ante la clase alta. Cualquier problema o travesura que realizase, sería cubierta por ella.- Muy inteligente....- Susurró mientras avanzaba hacia la puerta. Después, como un fantasma, desapareció por la puerta.
Sus ojos se desviaron a los de Melanya, mirándola de forma desesperada. Completamente llenos de un sentimiento de dolor, tan punzante que hacía que su boca temblase a pesar de su auto - control, usó su habilidad para tomar los sentimientos de madame Bobary y llevarlos a un punto de tranquilidad. La necesitaba dócil y feliz. - Discúlpeme, madame Boyarskaya.- Se levantó del diván, poniendo cuidado en dejar la taza de porcelana sobre la mesa, y se encaminó hacia el ventanal de su despacho. Ignoró el silencio incómodo y pesado que cubría su despacho. Eran sus dominios, así que, incómodo o no, el silencio se mantendría hasta que ella estuviese más calmada. Sabía que si aún tuviese la taza en sus manos, no dudaría en arrojársela a la vieja mujer.
Su tía había muerto. Y su muerte, sólo le recordaba su traición. Había sido una joven dedicada a su familia. Cumplió todas sus órdenes a la perfección, convirtiéndose en la máscara femenina que todos desearían llegar a ser. Pero aún así, no era suficiente. Nunca lo sería para aquella mujer que. llevando su sangre, la quería muerta. Pero eso era sólo pasado. Nunca regresaría a cumplir su intención. - Madame Bobary, como entenderá, debo guardar el luto por la muerte de mi tía. Casarme sería una mancha para su honor.- Me dí la vuelta con una sonrisa afectada en el rostro.- Ambas sabemos que tenemos un carácter fuerte. Yo por necesidad, usted por vocación. No me declare una guerra que perderá antes de que comience.- La miré a los ojos, sabiendo que ella entendía también mis palabras.
La expresión de la mujer cambió, convirtiéndose en un rostro femenino y travieso. Su sonrisa era tan cálida, que no cabía duda de su sinceridad.- Siempre fuiste inteligente, Ruslana. ¿Descubriste el plan, verdad?.- Sus ojos brillaban, expectantes por saber la respuesta a mi comportamiento. Mi tía había intentado casarme con un hombre que era un vulgar delincuente. A pesar de ser el hijo de un bizconde, tenía numerosas deudas y vicios. Uno de esos vicios, era el ser amante de mi tia. Ambas mujeres habían planeado mi matrimonio para quedarse con la herencia de mis ancestros. Por suerte, yo aún conservaba mi vida y mi prometido y tía no. Madame bobary sabía que yo me daría cuenta, es más, ella me había dado una pista, mucho antes. Concretamente, sus labios formularon estas palabras " Tu tía es una mujer hermosa, Ruslana. Pero ambas son diferentes. Tú nunca matarías o engañarías a un familiar.". LA supervivencia en la clase alta, era difícil. Madame Bobary sólo había participado en el engaño para saber quién era más fuerte de ambas. Ahora ya lo sabía.
Sin decir una palabras más, se levantó y sonrió a Melanya.- ¿Irás a la policía?- Me preguntó con suma tranquilidad, mientras sus manos colocaban unas arrugas inexistentes en su falda. - No. Pero no será gratuito. Quiero un informe perfecto sobre mi persona y tu apoyo incondicional en toda acción que realice. - Le dediqué una sonrisa vencedora. Ambas sabíamos que eso implicaba impunidad ante la clase alta. Cualquier problema o travesura que realizase, sería cubierta por ella.- Muy inteligente....- Susurró mientras avanzaba hacia la puerta. Después, como un fantasma, desapareció por la puerta.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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