Conocida, Desconocida (Privado)

Cecilia había llegado con una invitación, muy emocionada a dejársela a Elene para decirle que esa noche sería la noche de ellas, -''Esta noche olvidaremos las penas''- le dijo con un tono de victoria y airado. Elene últimamente no se sentía de ánimos para aceptar invitaciones pero después de la ostentosa y casi forzada invitación de Cecilia ya no podía negarse. Comenzó el divino tormento por el qué me pondré, Elene era muy selectiva en su vestimenta así que mandó a llamar al modisto más conocido de París, Francceua el modisto homosexual profesional amigo de Elene por ser una de sus clientas preferidas.

-Querida, Elene... Tan hermosa y lúcida como siempre...- haciendo aquel escándalos, Francceua comenzaba a sacar sus cintas métricas y a tallarle un hermoso vestido, de color rojo ajustado a su cuerpo, con una cola algo larga y protuciones salientes. -Cariño... ¿Has bajado de peso? Te veo demacrada, desgastada....- le decía y Elene solo sonreía de medio lado negando con la cabeza y respirando a medias cuando él ajustaba el corsee y le terminaba de hacer los últimos arreglos.-Listo querida.... Estas radiante como una princesa, robarás miradas...- decía con esos mates de característicos y bien afeminados. Ya era de noche y todo estaba listo, el coche de Elene esperaba en las afueras de la mansión, ella salió como un destello flamante y comenzó su recorrido, habían llegado.

-Como siempre es de esperarse de Cecilia, tiene ese arte de emocionarme y después no llega o llega tarde...- se decía Elene y entrecruzaba sus brazos entrando. Tenía esa peculiar suerte de que siempre le dejaban plantada, parecía que esa velada la pasaría sola. Saludaba amablemente a todos los señores de gran nombre y apellido de París, incluso se percató que andaban los condes de España y los conocidos Italianos del norte, amigos de la familia, nadie de interés. Tomó una copa y con ella se quedó toda la noche, miraba como se perdían los minutos en las conversaciones sin sentido que por ratos se oían entre palabras, hablaban de las ropas que compraron en los viajes a Rusia, o de los exquisitos perfumes de China y de los viajes por barco hasta el nuevo mundo que era el auge en esas fechas, se sentía desubicada, solo habían seniles y uno que otro niñato. No soportaba eso cuando de repente escucho una dulce y delicada voz hablarle, ya le había escuchado antes a lo cual asintió con una gran sonrisa e hizo una pequeña reverencia, viéndole a la cara -Señorita Corman, es un placer- le dio un beso en la mejilla a lo que respondió inmediatamente a su pregunta -No se tú, pero no puedo mentirte... este baile es un desastre, se han olvidado de las personas como tú o como yo...- esbozando una pequeña sonrisa y tapándose un poco los labios -Estaba a punto de ir por otra copa... ¿y tú? ¿Qué te parece todo?- le dijo con una gran sonrisa mientras le invitaba a ir por otra copa justo cuando pasa un sirviente con una bandeja -Hace mucho tiempo no tenía la dicha de encontrarme contigo, ¿cómo estás?- Elene no sabía mucho de la pequeña Nerissa Corman, creía que lo único que compartían era una gran fortuna y quizás la edad pero que tal que si no, estaba deseosa de conocerle.

Después de tanto a Elene se le había olvidado lo ameno y agradable que era gozar de una buena compañía y no era la excepción con Nerissa, la naturalidad de ella era única y acertada a sus palabras. Elene volteaba a ver a todo el salón, estaba repleto de gente conocida pero nada de interés y luego había venido ella como caída del cielo y le había salvado - Mira que creo que los plebeyos se divierten más que nosotras aquí eh! Creo que deberíamos de colarnos a alguna de sus fiestas…- diciendo sonriendo le ve -Pero claro, venos en estos vestidos, nos daríamos color de inmediato… - soltó una pequeña sonrisa y le miraba mientras tomaba sorbos cortos del vino tinto que habían servido, definitivamente estaba exquisito, seguramente era italiano, pensaba Elene y acomodaba su cabello y el ajustado vestido.

-¿Sabes? Debemos de encontrarnos en nuestras casas algún día de estos para conversar, con lo tanto que hago en casa creeme que estaré encantada, Nerissa… - sonriendo - O quizás a tomar el té! Me parecería una excelente idea ¿no crees? - le ve fijamente cuando le invitaba ella a salir del salón para la terraza, Elene aceptando inmediatamente con la cabeza y sonriendo -Vale, te sigo, en medio de esta multitud espero no perderte… -colocando la copa en una de las mesas aledañas le seguía con el ojos el hermoso vestido que Nerissa llevaba puesto, se habían cruzado en medio de la pista de baile y Nerissa muy cortésmente se había camino entre la marejada de gente, cuando Elene sintió por detrás que le halaban de la mano, era uno de los hijos del Conde de países bajos, explicándole que su hermana necesitaba hablar con ella, a lo que Elene respondía con preguntas cerradas y asentía con la cabeza más distraída por irse a reencontrar con Nerissa que otra cosa, suspirando aquella forzada conversación se había dado y Elene tanto como pudo salió corriendo para llegar hacia donde estaba Nerissa.

-Lo siento, es un caos ahí dentro, me sentía como pez nadando contra la corriente, Nerissa… - sonriéndole -Veo que a ti no se te dificulta abrirte paso, deberías practicar algún deporte… - le decía en son de broma mientras le pedía a no de los meseros un plato de postre, tenía hambre. -Si no te molesta, ¿Qué haces para pasar tu tiempo libre? Espero no seas igual que yo, estando en casa no sé qué hacer, doy vueltas por toda la mansión sin saber qué hacer leyendo revistas traídas de mi país - suspiró -Ser millonarios es una maldición o una bendición… depende del lado de donde lo veas, estoy esperando a cumplir los veinte para poder asociarme con alguna empresa de París y poder financiarla… - sonríe cuando es interrumpida por el postre que el mesero le había llevado -¿No vas a pedir algo? - le decía levantando la pequeña cucharilla de postre y cortando un pedazo de tarta.

Asentía a todas sus palabras era como una niña entretenida y desviviéndose por su maestra, la miraba con asombro y le escuchaba negando y afirmando ciertas cosas y es que Elene no era muy comunicativa solo cuando la confianza se lo permitía así que esperaba que aquella joven y dulce dama le permitiera romper esa coraza que a veces colocaba. Suspiraba por ratos y comía a cucharadas pequeñas aquel delicioso postre y es que se le daba muy bien comer cosas dulces, en especial el pie de limón, era su favorito.

La noche que daba paso al danzar de la música y al susurrar de las pláticas de los vegetes de la alta sociedad parisina continuaba y aquellas dos niñas jugaban a la casita de té con diferencia que su comida no eran plantas cortadas e inventadas a que estaban cocidas y de beber no era agua, era alcohol, un tanto bizarra la comparación pero así es como la vida a veces les sonreía a las pequeñas de la clase alta. Elene asentía delicadamente con sus ojos puestos en la joven y pensaba en decirle para salir corriendo de ahí, irse lejos donde no las reconocieran, aún la idea de inmiscuirse en la sociedad que todos los días trabajaba. Con anterioridad Elene dudaba si la plática duraría mucho pero es que Nerissa tenía algo que alejaba la desconfianza de Elene y le hacia sentir más cómoda aparte de que ella tan amable había contestado a todas sus interrogantes sin algún rechistar. -No digas eso... Por favor, solo necesito mantenerme ocupada en algo, la verdad es que vivir como una muñeca de porcelana todo el tiempo cansa...- haciendo una mueca parecida a una sonrisa y es que esa noche parecía que era una velada de quejas, ambas mostraban su realidad con ojos desnudo -Aún estamos jóvenes un día podemos querer algo y otro día no...- afirmó con una sonrisa mientras cortaba de nuevo otro pedazo de la tarta -Al menos somos afortunadas de no tener un aburrido matrimonio arregaldo, ¿te imaginas? Por suerte no tengo padres para sentir eso...- le dijo limpiándose con la servilleta delicadamente su boca -¿Otra persona dices? Por supuesto que sí! O acaso no has sentido mi propuesta de colarnos de aquí sería o como un grito desesperado por correr lejos de todo esto?- sonriendo y dándole un pequeño sorbo al vaso con agua que le habían llegado a entregar -Por favor, tómala muy en serio, solo es que digas que sí y con un chasquido nos vamos a cambiar de ropa... Y seremos libres- y es que viéndolo desde ese punto de vista nunca habían sido libres, al menos Elene, siempre condicionada a saber qué vestir, cómo hablar, como comportarse, a ser toda una Mademoiselle que con el cabo de los años ya se le había olvidado quizás realmente quien era.

-Dime tu, Nerissa.... ¿Qué es lo que más extrañas de niña?- le vio con intriga y se aferro a los grandes ojos ajenos que tenía al frente sin ánimo de asustarle -¿Sabes qué es lo que más extraño? A mi maestro.... En el convento en donde estuve por quince años fue el único que no me hablaba del ''creador'' - sonando un poco despectiva en esa frase dejando evidenciado su no creencia y es que sentía un repudio porque si realmente existía porqué había creado a esos seres tan repudiables roba almas, quizás solo era por el momento emocional que estaba pasando -Y lo que más odio..... La soledad en la que me encuentro ahora, vivir rodeada de riqueza, conocer a tanta gente, poder tener lo que quiera y aún así sentirme de esta manera... ¿acaso es legal?- riendo para darle un poco de sabor a esas amargas palabras.

Colocando la cucharilla en el platillo en donde estaba servido el postre y con una pequeña sonrisa dibujada -Bien, he terminado... ¿Qué haremos ahora? ¿Quieres quedarte aquí o quieres volver adentro? ¿Quieres irte o quieres tomar otra copa?- le miraba con intriga, Nerissa tendría pensado algo mejor de lo que a Elene se le cruzaba por la mente.

Sonreía y le veía entretenida, estaba encantada con la forma de pensar de Nerissa, al parecer no se había equivocado en toparse con ella y tenerse como compañía. Por lo general las niñas de la alta sociedad eran más vanales que otra cosa, acomodadas consentidas y mimadas, cosa que a Elene no le molestaba pero sí que fuesen tan huecas como para dejarse manipular la vida por el resto de su vida. Nacer en cuna de oro no era más que un regalo que, si lo sabías aprovechar bien podrías tenerlo todo aún a así desaprovechándolo, por eso es que las cosas materiales jamás le habían causado algún asombro, en la vida que le habían impuesto vivir, educada por monjas casi toda su vida había aprendido muchas cosas una de ellos era el amor hacia los demás, por eso se había interesado en invertir en el rubro de la salud y el apoyo a las pequeñas empresas para así retribuir un poco de lo que tenía y viviendo más ‘’cómodamente`` con lo que tenía. Ella, ni Nerissa ni nadie de los que estaban ahí habían elegido esa vida, simplemente habían nacido para vivirla y ya dependía de ella si la gozaban o vivían por siempre amargadas por no contar con lo que realmente vale y quizás ninguna de las dos lo tenía. -Somos jóvenes y bellas… - asintió con una sonrisa y relajándose un poco después de haber terminado siempre sin quitarle la vista de encima a la compañera de mesa -¿Así que odias los compromisos? - soltando una pequeña sonrisa cubriendo su boca con la servilleta que tenía al frente viéndole como se había quedado como perdida unos instantes - No te preocupes, que en estas charlas por lo general tendemos a reflexionar qué vida es peor no? - sonriendo - Comparando la vida de la una con la otra, de verdad que esto es bastante cómico…- acomodándose el cabello.

La música continuaba a su son, así las pláticas de los Monsieures y las risas un tanto estridentes de las Mademoiselles de París, Elene como no tenía mucho tiempo de recién haber llegado a París no conocía los rumores de la cuidad aparte que ella no era de las que le gustaba ese tiempo de hábitos por eso escuchaba con detenimiento a Nerissa que si bien la había visto y un par de veces en las reuniones que la crema y nata Parisina organizaba jamás había tenido el honor de entablar una plática como la de ahora, por su énfasis en ese aspecto podía deducir que a ella la habían comprometido varias veces y a juzgar por la situación había salido bien librada, por lo que dejó el tema así y continuó con la conversación. -Mira que interesante! Yo no tengo hermanos, es más ni familia…. Un tío pero no sé nada de él porque vive actualmente en Italia… - haciendo una mueca extraña por aquello que había mencionado -Espero tu y tu hermano se vean más a menudo, las relaciones a distancia lo único para lo que sirven es para quebrar lazos… - decía entre dientes como apesarada.

Miró con detenimiento a Nerissa y luego tomó un poco de agua cuando música para sus oídos fueron sus palabras - De verdad Nerisa? Quieres que vayamos a una fiesta de…- se quedó sin palabras y sus ojos tiraron destellos, asintió con una gran sonrisa y se colocó en pie -Vamos a la obra! No perdamos más tiempo! - afirmando con seguridad las palabras ajenas y haciendo una mueca de preocupación al tener que adentrase nuevamente en esa cuna de lobos no quería toparse de nuevo con nadie pero estaba segura que podría hacerlo, llegaron hasta la puerta y Nerissa se lanzó primero, Elene se quedó pensativa unos minutos diciéndose así misma que por unas gradas detrás del Palacio podían haber salido, cuando menos espero se lanzó en contra de la marejada de personas logrando alcanzar a Nerissa para tomarle de la mano y salir con ella de aquel tumulto de gente.

Respirando las dos del otro extremo del salón, tomaban aire de victoria como si hubieran ganado algún premio -Lo logramos! - le decía Elene guiñándole el ojo -Ahora, ¿A tu casa o a la mía? Porque debemos de cambiarnos de ropa…A menos que…- quedándose pensativa Elene se acomodaba el cabello - Pasemos por alguna tienda antes que vayamos a donde los normales se divierten…- no estaba segura de haber empleado ese término como correcto, al fin y al cabo Nerissa y ella eran normales también con la diferencia que ellas buscaban adentrarse en ese mundo por un poco de diversión.

Bailar, cantar, aprender, vivir, soñar, descubrir meditar, conocer personas, comer un buen postre…. Para mencionar alguna de las cosas que personas como Nerissa y Elene suelen hacer, cosas normales, cosas banales, después viene un matrimonio arreglado probablemente por algún padre, unos dos años de casados viviendo en una estúpida monotonía y luego el nacimiento de algún hijo, porque si esto no sucedía la mujer era devuelta a su respectiva familia como una deshonrra a menos que el esposo, señor de la casa no lo quisiese, cosa que era imposible porque para un hombre dar un heredero a su familia era lo primordial. Sí quizás sonase muy feo, muy cargado o muy exigente pero ese era el precio por tener todo lo que quisiese en el mundo. Para su suerte Elene mandaba su vida, no tenía ese tipo de problemas, aunque si por sí sola se lograba meter en muchos y es ahí cuando deseaba tener el apoyo o consejo de alguien pues su vida podía ser muy solitaria, de vez en cuando extrañaba el consejo de alguien. Nerissa por su parte, por lo que le había podido escuchar y percibir a su hablar, era una persona que sí debía de estar sometida a ese tipo de situaciones por su familia pero ella, lejos de someterse huía de aquello, batía record y era una campeona. ¿Quién era Elene para juzgarla? ¿Quién? Si ella misma había cometido varias fallas y se encontraba enamorada de un vampiro que ya tiempo no veía. —Pero venga que no todo está mal….- queriendo subir el ánimo por aquella extraña conversación, aun así, Nerrisa jamás dejó de sonreír —Nos encanta esta vida de lujo eh! Sabes, comprar es lo mejor…. Siento como si solo soy yo y esas hermosas cosas…. Por eso me encanta París! Porque en cada calle hay una tienda en donde puedo desahogarme! - soltando una sonrisa y viéndole. Éran solo dos niñas jugando a ser grandes.

Después de aquella solemne plática de familias y conocer más a Nerissa, Elene miraba que no eran tan diferentes, ella con su familia poco estructurada y desunida y Elene sin tenerla, muy parecidas. —Lo único que quiero es que al tener una familia no ser cómo la que algún día tuve Nerissa, no pienso exigirle o abandonarla - diciendo aquello con alguna especie de nostalgia cerrando aquel tema.

Después de haber pasado la enorme marejada de personas, estaba Elene segura que no podía respirar en un lugar así con tantas personas, había sido una decisión acertada la de Nerissa en haber aceptado la propuesta. No podría pasar un minuto más ahí con tanto vejete y pobreza mental. Escuchó a Nerissa y todas sus ideas le parecieron correctas así que debían de finiquitar el plan. —En ese caso Nerissa, me parece bien, incluso vamos sin coche porque seríamos demasiado llamativas! - asintiendo con su cabeza a todo lo que decía —Entonces vámonos… No hay tiempo que perder! - apretando la mano de la chica con valor y entusiasmo pues seguramente ambas se meterían en problemas pero qué? Si no lo hacían ahora, cuándo? Son esas cosas que son para recordar por siempre.

Ya habían salido sin ningún perjuicio del salón, ahora solo quedaba correr como locas hasta su objetivo, la tienda. Nerissa iba al frente dirigiendo el paso de Elene, muy precisado, después de dar unas cuantas vueltas estaban agitadas y poco sudadas frente a una puerta de una tienda poco famosa, jamás la habían visto los ojos de Elene pero era el lugar perfecto para hacer esa fechoría.

Un minuto de silencio por todas esas peticiones que algún día de niñas fueron más allá del lujo, un minuto de silencio para apreciar el mundo que les rodeaba de una manera más diferente a como lo conocían. Eran como dos niñas ricas con una meta nueva, Nerissa y Elene correteaban por aquellas escaleras, disipándose como humo por las paredes, solo querían por una noche ser diferentes, ser como los demás eran, obviamente amando sus vidas, porque sea como sean Elene gozaba tener todo lo que quería, encapricharse con algo y conseguirlo, a pesar que por más berrinche que armase por alguna 'sana' compañía, por un poco de tiempo de calidad no lo conseguiría.

De nuevo tomó la mano de Nerissa corrían despavoridas con una mano tomándose el largo del vestido, era como si hubiesen cometido una fechoría, calladas y en sigilo, solo el resonar de sus tacones se marcaba por las aceras mientras respingaban de saltitos cortos por el empedrado de las calles.

Llegaron justo frente a la puerta del lugar, donde los vestidos y demás cosas eran sencillas, de corte bajo, nada que Elene o siquiera Nerissa en algún momento se les hubiese cruzado comprar pero era una de sus fechorías así que necesitaban hacerlo.

Una mueca de insatisfacción se dibujó en la cara de Elene al ver las puertas cerradas para ambas pero una mujer muy amable llegó y Nerissa explicó la urgencia y necesidad, era obvio pagarían el doble de lo que necesitasen con tal de conseguir algo y la señora muy amablemente accedió.

Entraron sorprendidas pues habían cosas muy bonitas y sencillas, aún así Elene ponía en duda que con algún vestido de esos pudiesen encajar en alguna fiesta pero al menos el intento valdría la pena. Nerissa inmediatamente se enfocó en un vestido azul, Elene miró uno morado lila corto y desmangado, sencillo. Afirmando con la cabeza a Nerissa que ese azul oscuro le quedaría perfecto -Ve  probartelo y yo este- dijo con seguridad tras salir del vestidor con el puesto y sonriendo porque en realidad le quedaba tallado y muy bien. Observó el de Nerissa y estaban listas, ambas se miraban espectacularmente bellas y sencillas. ¿Qué era lo que pasaría? Ninguna de los dos lo sabía pero Elene estaba a averiguarlo, después de todo, eran cómplices de aquella travesura.