AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tan cruel y oscura.... Me encanta (Valentina Záitseva)
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Tan cruel y oscura.... Me encanta (Valentina Záitseva)
" La oscuridad de mi alma, un mero reflejo de las sombras de tus ojos. ¿Cuánto tenemos en común, pequeña adoradora de Odín?. Muéstrame tu verdadera esencia, y quizás, yo te deje acariciar la maldad que habita en mi "
Se había alzado hacía varias horas, la ausencia de su creador lo había puesto de mal humor. Odiaba el silencio en el que se había sumido hacía unos días, y sabía cual era el motivo, Leónidas tenía celos. Quería castigarlo, hacer que su ausencia le atormentase, haciendo que, por primera vez, sintiera la soledad que acarreaba la inmortalidad. Sólo habían pasado tres días, tres oscuros y horribles días de ausencia y silencio. Ni siquiera había tocado su mente, y en el fondo sentía un sentimiento extraño. Algo que jamás había pensado sentir. Miedo. No quería reconocerlo, pero era cierto, temía que su creador hubiera perdido el interés por él. Llevaban 1000 años juntos, atormentando a la humanidad con sus asesinatos y secuestros, tomando todo lo que deseaban y arrancando de su camino, todos los estúpidos "valientes" que iban a darles caza. Habían formado una pareja inquebrantable. Al menos hasta ahora.
El enfado se había convertido en ira, haciendo que se volviera más animal que humano. Buscó por todo París, se movió con rapidez entre los tejados, estudiando todo lo que ocurría en las calles, y encontró lo que buscaba. Un hombre luchaba con una vampiresa, sus cuerpos chocaban en fuerte estruendos, creando una melodía ancestral, una sinfonía que se adueñaba de su cuerpo. Sus piernas se flexionaron y sus dedos apretaron el borde del tejado en el que se encontraba. Tuvo cuidado de moverse en silencio, acercándose a la esquina puntiaguda para adoptar una mejor postura y ángulo. Buscaba el momento propicio para atacar.
Sus ojos seguían los movimientos rápidos y desesperados de la mujer, la cual intentaba huir del cazador sin suerte. Estaba demasiado asustada como para pensar, y el cazador lo sabía, se aprovechaba de su miedo, susurrándole las cosas que pensaba hacerle cuando la atrapase. El hedor del miedo llegaba a él, excitándolo, atrayéndole como la melodía de una sirena. Sus colmillos se alargaron, deslizándose dentro de su boca, y sus ojos comenzaron a brillar con el peligroso brillo azulado que le caracterizaba. Era lo que más asustaba de él. Ojos fríos y azules, ojos de otro mundo. Un susurro atemporal, tan viejo como el mismo tiempo, llegó hasta sus oídos, evocando un recuerdo. Un antiguo rey que había susurrado el nombre de la criatura maldita que era, la única que podía tener esa mirada.... Berseker....
En el momento en que la estaca silbó en el aire, saltó y cayó sobre el cazador. Su víctima no tuvo tiempo de gritar, pues con un movimiento calculado, desgarró su garganta con las uñas afiladas. El cuerpo del hombre cayó al suelo, soltando abundante sangre por la herida. Un sonido ahogado salió por su garganta, creando un burbujeo en la gruesa herida que surcaba su garganta y hombro. Como un animal, cogió el pelo del hombre para poder separar la cabeza del cuerpo, chupando toda la sangre que podía tomar. Su rostro se manchó se sangre, y la vampiresa que estaba junto a él, emitía un sonido estridente por su boca. Tiró el cadáver lejos de él, y le dedicó una sonrisa cruel a la mujer, mientras con lentitud, lamía sus manos ensangrentadas.
- Lo mataste- Le dijo la mujer con admiración. Su cuerpo se acercó y lamió el rostro de Löwe, emitiendo gemidos de placer. Estaba tan frenético, que sería capaz de tomarla, de hundirse en su interior, con el cuerpo semi caliente por la sangre de su víctima dentro de él. Pero no podía. Cerró los ojos e intentó calmarse. Alejó a la vampiresa y señaló con la cabeza el cuerpo inerte del hombre. - Líbrate de eso.- Después de darle la orden se marchó. No dijo nada más, no había nada que decir. Sabía que ella haría lo que le había ordenado, si no lo hacía, el problema sería suyo no de él.
Caminó por las calles, se coló en una casa y se limpió el rostro y las manos. Odiaba ir manchado de sangre. Era una bestia despiadada, no un ser hediondo. La higiene y la belleza primero. Sonrió al pequeño y viejo espejo, admirando la imagen bella y cruel que le devolvía. Sin hacer silencio, salió de la casa, dejando unas monedas por la camisa que había robado al hombre. Paseó con tranquilidad por París, sin otra cosa en su mente que su creador. Justo cuando pensaba que no podía ocurrir nada que lo sorprendiera, vio una imagen increíble. Una mujer arrastraba un cuerpo con esfuerzo. Resoplaba con cuidado, casi temerosa de ser escuchada. Era algo tan divertido que se acercó con sigilo. El sonido de su corazón acelerado hizo que la mirase de forma diferente. Una humana, pensó con diversión y asombro.
Salió de las sombras que lo ocultaban, y realizó una reverencia elegante y perfecta. Había tenido mucho tiempo para ensayarla. - Frau, permítame ayudarla.- Se enderezó con una mirada de asombro e inocencia. - ¿Eso...es un cuerpo, frau?- Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no reírse. Bastante hacía con mantener el acento alemán y ocultar el vikingo. Lo único que revelaba lo que era, estaba en el brillo de sus ojos, el mismo brillo que asustaba a los demás y que no se había extinguido después de la caza.
Se había alzado hacía varias horas, la ausencia de su creador lo había puesto de mal humor. Odiaba el silencio en el que se había sumido hacía unos días, y sabía cual era el motivo, Leónidas tenía celos. Quería castigarlo, hacer que su ausencia le atormentase, haciendo que, por primera vez, sintiera la soledad que acarreaba la inmortalidad. Sólo habían pasado tres días, tres oscuros y horribles días de ausencia y silencio. Ni siquiera había tocado su mente, y en el fondo sentía un sentimiento extraño. Algo que jamás había pensado sentir. Miedo. No quería reconocerlo, pero era cierto, temía que su creador hubiera perdido el interés por él. Llevaban 1000 años juntos, atormentando a la humanidad con sus asesinatos y secuestros, tomando todo lo que deseaban y arrancando de su camino, todos los estúpidos "valientes" que iban a darles caza. Habían formado una pareja inquebrantable. Al menos hasta ahora.
El enfado se había convertido en ira, haciendo que se volviera más animal que humano. Buscó por todo París, se movió con rapidez entre los tejados, estudiando todo lo que ocurría en las calles, y encontró lo que buscaba. Un hombre luchaba con una vampiresa, sus cuerpos chocaban en fuerte estruendos, creando una melodía ancestral, una sinfonía que se adueñaba de su cuerpo. Sus piernas se flexionaron y sus dedos apretaron el borde del tejado en el que se encontraba. Tuvo cuidado de moverse en silencio, acercándose a la esquina puntiaguda para adoptar una mejor postura y ángulo. Buscaba el momento propicio para atacar.
Sus ojos seguían los movimientos rápidos y desesperados de la mujer, la cual intentaba huir del cazador sin suerte. Estaba demasiado asustada como para pensar, y el cazador lo sabía, se aprovechaba de su miedo, susurrándole las cosas que pensaba hacerle cuando la atrapase. El hedor del miedo llegaba a él, excitándolo, atrayéndole como la melodía de una sirena. Sus colmillos se alargaron, deslizándose dentro de su boca, y sus ojos comenzaron a brillar con el peligroso brillo azulado que le caracterizaba. Era lo que más asustaba de él. Ojos fríos y azules, ojos de otro mundo. Un susurro atemporal, tan viejo como el mismo tiempo, llegó hasta sus oídos, evocando un recuerdo. Un antiguo rey que había susurrado el nombre de la criatura maldita que era, la única que podía tener esa mirada.... Berseker....
En el momento en que la estaca silbó en el aire, saltó y cayó sobre el cazador. Su víctima no tuvo tiempo de gritar, pues con un movimiento calculado, desgarró su garganta con las uñas afiladas. El cuerpo del hombre cayó al suelo, soltando abundante sangre por la herida. Un sonido ahogado salió por su garganta, creando un burbujeo en la gruesa herida que surcaba su garganta y hombro. Como un animal, cogió el pelo del hombre para poder separar la cabeza del cuerpo, chupando toda la sangre que podía tomar. Su rostro se manchó se sangre, y la vampiresa que estaba junto a él, emitía un sonido estridente por su boca. Tiró el cadáver lejos de él, y le dedicó una sonrisa cruel a la mujer, mientras con lentitud, lamía sus manos ensangrentadas.
- Lo mataste- Le dijo la mujer con admiración. Su cuerpo se acercó y lamió el rostro de Löwe, emitiendo gemidos de placer. Estaba tan frenético, que sería capaz de tomarla, de hundirse en su interior, con el cuerpo semi caliente por la sangre de su víctima dentro de él. Pero no podía. Cerró los ojos e intentó calmarse. Alejó a la vampiresa y señaló con la cabeza el cuerpo inerte del hombre. - Líbrate de eso.- Después de darle la orden se marchó. No dijo nada más, no había nada que decir. Sabía que ella haría lo que le había ordenado, si no lo hacía, el problema sería suyo no de él.
Caminó por las calles, se coló en una casa y se limpió el rostro y las manos. Odiaba ir manchado de sangre. Era una bestia despiadada, no un ser hediondo. La higiene y la belleza primero. Sonrió al pequeño y viejo espejo, admirando la imagen bella y cruel que le devolvía. Sin hacer silencio, salió de la casa, dejando unas monedas por la camisa que había robado al hombre. Paseó con tranquilidad por París, sin otra cosa en su mente que su creador. Justo cuando pensaba que no podía ocurrir nada que lo sorprendiera, vio una imagen increíble. Una mujer arrastraba un cuerpo con esfuerzo. Resoplaba con cuidado, casi temerosa de ser escuchada. Era algo tan divertido que se acercó con sigilo. El sonido de su corazón acelerado hizo que la mirase de forma diferente. Una humana, pensó con diversión y asombro.
Salió de las sombras que lo ocultaban, y realizó una reverencia elegante y perfecta. Había tenido mucho tiempo para ensayarla. - Frau, permítame ayudarla.- Se enderezó con una mirada de asombro e inocencia. - ¿Eso...es un cuerpo, frau?- Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no reírse. Bastante hacía con mantener el acento alemán y ocultar el vikingo. Lo único que revelaba lo que era, estaba en el brillo de sus ojos, el mismo brillo que asustaba a los demás y que no se había extinguido después de la caza.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: Tan cruel y oscura.... Me encanta (Valentina Záitseva)
"Jamás dejes que las dudas paralicen tus acciones.
Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar,
incluso sin tener la seguridad o certeza de que estás decidiendo correctamente. ".
Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar,
incluso sin tener la seguridad o certeza de que estás decidiendo correctamente. ".
Para Valentina, la caza era un arte, tal como el crear una escultura sobre el granito o un hermoso paisaje sobre un lienzo en blanco. Una tarea delicada, en la que su ejecutor demostraba su visión, única y diferente del resto. La precisión, la forma de llevar cada avance era lo que demarcaba distinción, originalidad y por sobre todo, éxito en el cometido final.
La rusa había optado esa noche por cenar en un restaurante del centro parisino. Si bien la comida del lugar no era del todo complaciente para ella, sabía que en el aquel refinado y oneroso sitio encontraría a la persona que estaba necesitando; un hombre soltero, bien parecido y de alta alcurnia. Quizás algún que otro comensal en el establecimiento creyese que la castaña se trataba de una adinerada damisela soltera, que sumergida en la pena de su soledad gustaba de cenar bajo la luz de los candelabros en espera que algún prometedor caballero se le acercase para invitarle educadamente una copa y posteriormente al dialogo. Pero la Condesa, de identidad encubierta para esos momentos tenía un plan completamente diferente para esa noche, preludio del mañana, jornada de Luna llena para realizar un sacrificio del que solamente ella, su hermano mellizo y los milenarios pueblos nórdicos estaban enterados; el ritual sagrado de Odín con el Águila de Sangre.
La copa de vino que acompañaba a Valentina en su mesa siquiera llegó a ser degustada hasta la mitad de su capacidad cuando un caballero de rubios cabellos se acercó hasta donde la silente rusa. La invitación de un trago y la plática innecesaria. Todo se daba tal cual se esperaba. Valentina sonreía para sus adentros, pues aquella seguidilla de sucesos precisos parecía una de esas visiones que se le aparecían repentinamente de vez en cuando. Pero no, todo lo acontecido en el restaurante fue casual, salvo la perspicacia de la bruja en analizar el desenvolvimiento de los caballeros de la sociedad francés. Todos tan predecibles, todos víctimas de los futuros sacrificios que la dama tenía planeado para proyectar devoción hacia su deidad.
Un par de susurros cómplices demarcaban la salida próxima del restaurante ¿Promesas de una aventura inigualable? Valentina tenía por seguro que para el iluso francés así lo sería, no para ella, sumamente acostumbrada a todo lo que pasaría apenas su anatomía se perdiese con la del rubio en las sombras de algún callejón, donde ésta solía comentar que su carruaje le esperaba. Mentiras, una tras otra, enlazadas como el collar de perlas más exquisito jamás antes visto.
Finalmente la presa había caído en la trampa, y tras un brebaje que empapaba secretamente los labios de la rusa, su víctima cayó rendido a los suelos tras un beso que intoxico cada célula de su confiado y patético sistema. El cordero yacía dormido en el suelo, vulnerable e indefenso tal y como Valentina le necesitaba. Cuando éste despertase se encontrara en un lugar desconocido para él, rodeado de ostentosas esculturas, manjares exquisitos que nunca llegara a degustar, pues su anatomía se encontrara atada de espaldas a un altar, donde Stiva, el mellizo de Valentina se ocuparía de desollarle hasta que sus sádicos ojos vislumbrasen la columna vertebral del sacrificado, la cual levantaría delicadamente al igual que cada una de sus costillas, formando así aquellas alas bañadas de sangre templada; el Águila de Sangre que solamente el Dios Odín merece como ofrenda.
Valentina lleno sus pulmones de aire y observando algo paranoica hacia ambos lados, se dispuso a jalar el estático y adormecido cuerpo por las calles de adoquín. A pocos metros se encontraría su carruaje esperándole. Solo debía subir a la víctima en la parte trasera, encapucharse y conducir a los caballos hasta las afueras de la ciudad, allá donde su hermano le estaría esperando ansioso.
A medida que su rostro comenzaba a sentirse más caliente por el esfuerzo ejercido, Valentina pudo notar como las palpitaciones de su corazón comenzaron a aumentar paulatinamente. La rusa nunca se había sentido así, con esa sensación de semi nerviosismo que ahora recorría su espina ¿Qué sucedía? Detuvo su andar para erguir su curvilínea y llamativa figura. Sus orbes esmeraldinos observaron el entorno una vez más. Era imposible que alguien le estuviese viendo, mucho menos que le siguiesen. Jamás le había ocurrido. Se cuestionó de nuevo “¿Qué sucedía?” Y fue allí, como si las palabras de su mente hubiesen brotado involuntariamente de sus finos labios que la respuesta se presentó a unos pasos frente a su persona.
- ¿De dónde habéis salido? - fue lo primero y único que se le ocurrió por preguntar, pues su mente se encontraba ahora sumergida por todo aquel mar de información que había procesado a través de sus oídos y ojos. El desconocido tenía un acento particular, no era francés sin dudas. Alto, llamativo y envuelto en un aura de misterio. Pero eso no era lo relevante en aquel instante ¿Por qué demonios se había ofrecido a auxiliarle? ¿Acaso el vislumbrar a un hombre inconsciente jalado a la fuerza por una mujer le era algo habitual? El brillo en sus ojos explicaba todo. No era un humano ordinario y los acciones que presenciaba si le parecían ordinarios. ночью сын…
Se mostró firme ante el intruso, sin titubeo, incluso cuando era consciente de que el maldito podía oír el constante tamborileo dentro de su pecho cuan melodía. Valentina conocía a los de su raza, les había visto y hasta enfrentado en varias ocasiones, pero jamás sola. Su hermano había estado siempre ahí para auxiliarle, para decapitarles en nombre de Odín. Pocos eran los vástagos que respetaban a los brujos tras descubrir su esencia.
- Será mejor que os ocupéis de vuestros asuntos Monsieur, o mejor, que expreséis de una vez lo que realmente deseáis aquí - los vocablos de la rusa buscaban proyectar esa rigidez que su interior lentamente comenzaba a asumir a la par que su dueña buscaba dejar su mente en blanco, pues era consciente de que frente a aquel individuo no existiría secreto alguno, él podría hacerse con cualquier dato que se le antojase. Y ella, tenía muchos secretos que proteger.
ночью сын: En ruso "hijo de la noche"
Yulianna Záitseva- Hechicero Clase Alta
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Re: Tan cruel y oscura.... Me encanta (Valentina Záitseva)
" El poder es la magia que fluye de ti, haciendo que los demás hagan lo que desees. Sin saber, que ésa voz que habla en sus cabezas, es tu susurro, y no su conciencia".
" ¿De dónde habéis salido?". Una pregunta muy interesante con la que comenzar la noche. Su respuesta, era una historia, tan espeluznante, que era digna de una noche tan oscura como la que se cernía sobre ambos. Pero tan peligrosa, que no debía ser enunciada. La respuesta sólo conllevaba muerte y destrucción. Una caza eterna, entre el estúpido humano y el malvado ser que era. Quizás el término ser, le fuera grande, según para quién lo mire. Para los más escrupulosos, era una cosa. Pero , ¡ah, sus amados inquisidores!, sus presas favoritas en el mundo, lo habían denominado demonio. Criatura nefasta donde las haya. Algo, asqueroso, un reptil que debe ser torturado por sus pecados, para después atravesar su pecho con una estaca, y decapitarlo. Qué adorables..... Se habían olvidado de algo muy importante. Habían jugado a cazar a criaturas maléficas, convirtiéndose ellos, en los mismos monstruos que cazaban. Y el saberlo, saber que sus actos los habían condenado a ese estúpido fuego eterno del infierno cristiano, lo excitaba y divertía. Era su venganza personal.
- ¿Querer, Madame?.- Le preguntó mientras se acercaba a ella y levantaba al hombre, como si de un vulgar saco se tratara. Lo depositó en su hombro, pareciendo que estaba cargando con un amigo borracho. Alguien que se había pasado con el alcohol, aunque sospechaba que el líquido fermentado no tenía nada que ver con esto. - Quiero muchas cosas.- Se acercó a ella, percibiendo un aroma cítrico, casi desapercibido en el aroma de su piel. Comenzó a reír cuando reconoció el peligroso aroma del veneno. Había asesinado a muchos reyes, había vivido durante centenarios, entre los monarcas y su corte. Sabía reconocer muchos venenos, los actuales, eran meras derivaciones de ellos. Además, le gustaba estudiar todo lo que cayese en sus manos, luchaba contra las nuevas tendencias, con las épocas que se cernían sobre él, cambiando los gustos, las modas e incluso los principios. Así se adaptaba mejor a cada siglo, viviendo y pudiendo descifrar, todos los nuevos códigos que existían.
- Es una pequeña pícara, ¿verdad madame?.- Le susurro cerca de su rostro, mirándola a los ojos con satisfacción. - Quiero saber qué hará con el cuerpo. Quizás se lo devuelva, mientras tanto...- Se encogió de hombros y sacudió el cuerpo del hombre inconsciente sobre uno de ellos. -... lo mantendré a salvo.- Comenzó a reírse de su mentira. No pensaba cargar con un incordio durante la noche, pero deseaba la información. Era excitante encontrar a una cazadora como él. ¿Qué había hecho, lo habría envenenado con sus labios?. Con ése aroma peligroso que tenía sobre su boca, era sencillo pensar el cómo. Pero lo que le daría la diversión de esta noche, sería el por qué una mujer como ella, se había expuesto de esa forma en la noche. Su intriga no se debía al hecho de que fuera una fémina, sino al trasfondo del asunto. ¿Por qué ella? ¿Por qué no usar un salvoconducto? Un estúpido perro de paja, alguien al que pagar para que hiciera el trabajo sucio y después deshacerse de él cuando no sirviera más a la causa. Era más rápido, más eficiente, y lo más importante para ella, más seguro. Por sus ropajes y su forma de enderezar la espalda con orgullo, no era alguien pobre. Tenía el suficiente poder y riqueza como para conseguir ayuda. ¿Sería que disfrutaba de la caza?. ¿De ese instante de poder único, en el que veías cómo la presa caía en la trampa, adentrándose paso a paso, a la boca del lobo?. Ah, sí. Ese instante en el que eres dueño del mundo y el más allá, donde todo está bajo tu poder, en tus manos, y sólo debes sonreír mientras sueltas la cuerda y dejas caer la guillotina sobre el pobre desgraciado.
" ¿De dónde habéis salido?". Una pregunta muy interesante con la que comenzar la noche. Su respuesta, era una historia, tan espeluznante, que era digna de una noche tan oscura como la que se cernía sobre ambos. Pero tan peligrosa, que no debía ser enunciada. La respuesta sólo conllevaba muerte y destrucción. Una caza eterna, entre el estúpido humano y el malvado ser que era. Quizás el término ser, le fuera grande, según para quién lo mire. Para los más escrupulosos, era una cosa. Pero , ¡ah, sus amados inquisidores!, sus presas favoritas en el mundo, lo habían denominado demonio. Criatura nefasta donde las haya. Algo, asqueroso, un reptil que debe ser torturado por sus pecados, para después atravesar su pecho con una estaca, y decapitarlo. Qué adorables..... Se habían olvidado de algo muy importante. Habían jugado a cazar a criaturas maléficas, convirtiéndose ellos, en los mismos monstruos que cazaban. Y el saberlo, saber que sus actos los habían condenado a ese estúpido fuego eterno del infierno cristiano, lo excitaba y divertía. Era su venganza personal.
- ¿Querer, Madame?.- Le preguntó mientras se acercaba a ella y levantaba al hombre, como si de un vulgar saco se tratara. Lo depositó en su hombro, pareciendo que estaba cargando con un amigo borracho. Alguien que se había pasado con el alcohol, aunque sospechaba que el líquido fermentado no tenía nada que ver con esto. - Quiero muchas cosas.- Se acercó a ella, percibiendo un aroma cítrico, casi desapercibido en el aroma de su piel. Comenzó a reír cuando reconoció el peligroso aroma del veneno. Había asesinado a muchos reyes, había vivido durante centenarios, entre los monarcas y su corte. Sabía reconocer muchos venenos, los actuales, eran meras derivaciones de ellos. Además, le gustaba estudiar todo lo que cayese en sus manos, luchaba contra las nuevas tendencias, con las épocas que se cernían sobre él, cambiando los gustos, las modas e incluso los principios. Así se adaptaba mejor a cada siglo, viviendo y pudiendo descifrar, todos los nuevos códigos que existían.
- Es una pequeña pícara, ¿verdad madame?.- Le susurro cerca de su rostro, mirándola a los ojos con satisfacción. - Quiero saber qué hará con el cuerpo. Quizás se lo devuelva, mientras tanto...- Se encogió de hombros y sacudió el cuerpo del hombre inconsciente sobre uno de ellos. -... lo mantendré a salvo.- Comenzó a reírse de su mentira. No pensaba cargar con un incordio durante la noche, pero deseaba la información. Era excitante encontrar a una cazadora como él. ¿Qué había hecho, lo habría envenenado con sus labios?. Con ése aroma peligroso que tenía sobre su boca, era sencillo pensar el cómo. Pero lo que le daría la diversión de esta noche, sería el por qué una mujer como ella, se había expuesto de esa forma en la noche. Su intriga no se debía al hecho de que fuera una fémina, sino al trasfondo del asunto. ¿Por qué ella? ¿Por qué no usar un salvoconducto? Un estúpido perro de paja, alguien al que pagar para que hiciera el trabajo sucio y después deshacerse de él cuando no sirviera más a la causa. Era más rápido, más eficiente, y lo más importante para ella, más seguro. Por sus ropajes y su forma de enderezar la espalda con orgullo, no era alguien pobre. Tenía el suficiente poder y riqueza como para conseguir ayuda. ¿Sería que disfrutaba de la caza?. ¿De ese instante de poder único, en el que veías cómo la presa caía en la trampa, adentrándose paso a paso, a la boca del lobo?. Ah, sí. Ese instante en el que eres dueño del mundo y el más allá, donde todo está bajo tu poder, en tus manos, y sólo debes sonreír mientras sueltas la cuerda y dejas caer la guillotina sobre el pobre desgraciado.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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