AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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You're Poison || Valentina Zaitseva
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You're Poison || Valentina Zaitseva
And the taste of the poison
on her lips is of a tomb
And love's heart is death
For me and my poison girl
In this poison world
Dicen que cuando la calma llega después de la tormenta no siempre asegura la completa tranquilidad, mucho menos que el caos haya terminado. Era el segundo aniversario luctuoso de la primera de las reinas en el país de las tierras altas, para mi observar desde mi punto de vista el avance de Escocia era todo un logro personal, pues desde hace ya muchos siglos se había dependido de la potencia como lo era Inglaterra ¿Pero que era un escudo sin sus debidas armas para acompañarle? ¿Qué es un caballo sin herradura? ¿Qué es la ley sin reglas? ¿Qué es un rey sin su reina?. Podía reemplazar una, dos o hasta tres veces los nombres de esas mujeres que me habían dedicado más que sus vidas ¿Pero que importaba si no tenía una?...Las concubinas podían cubrir mis expectativas carnales, mis deseos más perversos, hablando por supuesto del sexo. Lentamente la llama volvía a encenderse y mis ojos admiraban por encima del hombro a todas las escocesas que deseaban el trono.
¿Y de que servía tener a otra hermosa mujer de reina, cuando podía tenerlas todas? Estaba cansado de las supersticiones políticas, mi trono no corría ningún peligro, alguno de mis bastardos habría de tomar la corona en su momento ¿Pero qué bastardo? Ni siquiera tenía la dedicación de dejar que alguna semilla se germinara, no porque no pudiese, siempre existía la posibilidad de evaluar las posibilidades de que mi primogénito proviniera de alta cuna, y eso era un problema con el que habitualmente lidiaba sin la conciencia nata de hacerlo.
-Pero todo lo que tiene un principio, también tiene un fin…-
Interrumpí la confesión en la capilla de la Catedral de Edimburgo, el cardenal observo de reojo mi semblante serio y descolocado, no tenía la menor idea de a dónde me dirigía con esa lista que a medida que el tiempo pasaba se volvía más y más extensa. Hacía ya más de dos años que la fe me había abandonado, el único Dios que existía era ese que no me daba la espalda y me perseguía con ahínco noche tras noche, día tras día; la muerte. Mi manos entrelazadas la una con la otra se fueron relajando, mientras mis hombros comenzaron a moverse suavemente para separar los codos de la banquilla de confesiones. Los ojos del sacerdote lucían cansados, aterrados y probablemente me juzgaban con severidad, pero aquel que osase juzgar al Rey injustificadamente le condenaría la pena de muerte se tratase incluso, de un hombre de Dios.
-Soy Rey exijo que se me dé una explicación ¿No es acaso el Rey quien es elegido por Dios? ¡Es acaso ésta un prueba para mí!. Me ofrece la salvación y pretende quitármela de las manos ¿Acaso no soy yo Rey de Escocia, sacerdote? ¡Respóndame!-
Mi tono imperativo hizo reaccionar al anciano engalanado por atavíos sagrados de colores purpuras y escarlatas, sobre sus manos pendía un crucifijo de oro, sus ropas pomposas y nada sencillas le daban la categoría de ser el más indicado para escuchar las revelaciones de un hombre con tanto poder como su majestad, no obstante aún así, las palabras debían ser elegidas con total cuidado, debía ser lo más escrupulosamente posible.
-Su majestad, perdone que no tenga una respuesta exacta a sus preguntas, pues Dios es el único que podrá discernir sus dudas y yo sólo soy un mensajero más de nuestro padre todopoderoso. Pero permítame decirle que, la vida no es impuesta por nuestro Dios, somos nosotros quienes elegimos como vivirla, por ello se nos ha concedido el privilegio del libre albedrio. Usted no sabía que las mujeres que eligió para acompañarle terminarían sus vidas a cortas edades, temo decirle que continuará equivocándose a medida que avance su vida…Es usted muy inteligente Rey Vincent, recuerde no dar todo a cambio de nada…-
Mi rostro cambio de un momento a otro, se volvió menos tosco y despreciativo, estaba seguro que trataba de persuadirme, por lo que evité apartar la mirada de éste y persistí con el contacto visual. ¿No es escogida la vida por Dios? Y si fuera cierto ¿Entonces quienes elegían el camino de fracasar o no hacerlo? ¿Un Rey?. En ese momento, exhale un suspiro sobrecargado de emociones, sentimientos y dudas que no eran resultas por él, los músculos de mis dedos volvieron a tensarse al percatarme de una presencia más en la capilla, el aroma era suave y se dispersaba con el aire fresco de la mañana, no parecía ser una amenaza para mí o para el sacerdote quien no despegó sus ojos de mi persona.
-He ordenado que la capilla se encuentre vacía a mi llegada, St. Stain…-
Alcé la voz a la que le imprimí poco más de autoridad, alertando en ese justo momento a la comitiva real que me acompañaba y la cual inmediatamente se dispersó por toda la habitación buscando el origen de mi molestia.
Quien fuera a pensar que ella fuese a tener nombre…
on her lips is of a tomb
And love's heart is death
For me and my poison girl
In this poison world
Dicen que cuando la calma llega después de la tormenta no siempre asegura la completa tranquilidad, mucho menos que el caos haya terminado. Era el segundo aniversario luctuoso de la primera de las reinas en el país de las tierras altas, para mi observar desde mi punto de vista el avance de Escocia era todo un logro personal, pues desde hace ya muchos siglos se había dependido de la potencia como lo era Inglaterra ¿Pero que era un escudo sin sus debidas armas para acompañarle? ¿Qué es un caballo sin herradura? ¿Qué es la ley sin reglas? ¿Qué es un rey sin su reina?. Podía reemplazar una, dos o hasta tres veces los nombres de esas mujeres que me habían dedicado más que sus vidas ¿Pero que importaba si no tenía una?...Las concubinas podían cubrir mis expectativas carnales, mis deseos más perversos, hablando por supuesto del sexo. Lentamente la llama volvía a encenderse y mis ojos admiraban por encima del hombro a todas las escocesas que deseaban el trono.
¿Y de que servía tener a otra hermosa mujer de reina, cuando podía tenerlas todas? Estaba cansado de las supersticiones políticas, mi trono no corría ningún peligro, alguno de mis bastardos habría de tomar la corona en su momento ¿Pero qué bastardo? Ni siquiera tenía la dedicación de dejar que alguna semilla se germinara, no porque no pudiese, siempre existía la posibilidad de evaluar las posibilidades de que mi primogénito proviniera de alta cuna, y eso era un problema con el que habitualmente lidiaba sin la conciencia nata de hacerlo.
-Pero todo lo que tiene un principio, también tiene un fin…-
Interrumpí la confesión en la capilla de la Catedral de Edimburgo, el cardenal observo de reojo mi semblante serio y descolocado, no tenía la menor idea de a dónde me dirigía con esa lista que a medida que el tiempo pasaba se volvía más y más extensa. Hacía ya más de dos años que la fe me había abandonado, el único Dios que existía era ese que no me daba la espalda y me perseguía con ahínco noche tras noche, día tras día; la muerte. Mi manos entrelazadas la una con la otra se fueron relajando, mientras mis hombros comenzaron a moverse suavemente para separar los codos de la banquilla de confesiones. Los ojos del sacerdote lucían cansados, aterrados y probablemente me juzgaban con severidad, pero aquel que osase juzgar al Rey injustificadamente le condenaría la pena de muerte se tratase incluso, de un hombre de Dios.
-Soy Rey exijo que se me dé una explicación ¿No es acaso el Rey quien es elegido por Dios? ¡Es acaso ésta un prueba para mí!. Me ofrece la salvación y pretende quitármela de las manos ¿Acaso no soy yo Rey de Escocia, sacerdote? ¡Respóndame!-
Mi tono imperativo hizo reaccionar al anciano engalanado por atavíos sagrados de colores purpuras y escarlatas, sobre sus manos pendía un crucifijo de oro, sus ropas pomposas y nada sencillas le daban la categoría de ser el más indicado para escuchar las revelaciones de un hombre con tanto poder como su majestad, no obstante aún así, las palabras debían ser elegidas con total cuidado, debía ser lo más escrupulosamente posible.
-Su majestad, perdone que no tenga una respuesta exacta a sus preguntas, pues Dios es el único que podrá discernir sus dudas y yo sólo soy un mensajero más de nuestro padre todopoderoso. Pero permítame decirle que, la vida no es impuesta por nuestro Dios, somos nosotros quienes elegimos como vivirla, por ello se nos ha concedido el privilegio del libre albedrio. Usted no sabía que las mujeres que eligió para acompañarle terminarían sus vidas a cortas edades, temo decirle que continuará equivocándose a medida que avance su vida…Es usted muy inteligente Rey Vincent, recuerde no dar todo a cambio de nada…-
Mi rostro cambio de un momento a otro, se volvió menos tosco y despreciativo, estaba seguro que trataba de persuadirme, por lo que evité apartar la mirada de éste y persistí con el contacto visual. ¿No es escogida la vida por Dios? Y si fuera cierto ¿Entonces quienes elegían el camino de fracasar o no hacerlo? ¿Un Rey?. En ese momento, exhale un suspiro sobrecargado de emociones, sentimientos y dudas que no eran resultas por él, los músculos de mis dedos volvieron a tensarse al percatarme de una presencia más en la capilla, el aroma era suave y se dispersaba con el aire fresco de la mañana, no parecía ser una amenaza para mí o para el sacerdote quien no despegó sus ojos de mi persona.
-He ordenado que la capilla se encuentre vacía a mi llegada, St. Stain…-
Alcé la voz a la que le imprimí poco más de autoridad, alertando en ese justo momento a la comitiva real que me acompañaba y la cual inmediatamente se dispersó por toda la habitación buscando el origen de mi molestia.
Quien fuera a pensar que ella fuese a tener nombre…
Vincent Cromwell- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 23/04/2012
Localización : Escocia
DATOS DEL PERSONAJE
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