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Encuentro o... reencuentro. -Nathan B.- 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por María Magdalena Cebrian Vie Abr 12, 2013 1:56 am


La mañana había despertado algo nublada en París, era pleno otoño y después del hermoso clima del verano que le siguió a una primavera colorida y dulce aun que llena de misterios, la caída de las hojas por los adoquinados de la hermosa ciudad cubrían con una bella alfombra de dorados y ardientes colores, ocres que cesan de crujir al caminar de los habitantes y muchos paseantes de la ciudad luz aun que en mañanas como esta que al pasar de las horas dejaba sentir el aroma de la lluvia otoñal, deja ver que los cementerios comienzan a vivir por aquellos cuyos corazones aun se duelen de los que han partido a un mundo mejor, la neblina se hace presente densa y hospitalaria para aquellos que disfrutan del amiente místico lleno de misterio y sensualidad que rodea las hermosas callejuelas, la niela invisible y envolvente deja un halo seductor al desaparecer cuerpos y sombras como los versos de un poeta atraídos por el viento, un medio día de media bruma en París caminando por las calles más adineradas podía verse a un trió de novicias ataviadas con un habito de lino blanco, sus pasos eran ligeros y gráciles, sus cabezas completamente cubiertas por un velo impecable como la nieve de invierno, dos de ellas no eran jóvenes muy hermosas de hecho eran chicas notablemente comunes sin embargo había una de ellas la más joven cuyo rostro resaltaba por la belleza y la energía que desbordaba, de una mirada dulce y melancólica enmarcada por sus oscuros ojos la joven era una clara evidencia de la gracia de Dios en la tierra, los arboles se desnudaban para recibir al invierno, aquellos que se cruzaban con las jóvenes que caminaban tras una mujer mayor quien era la madre superiora les saludaban, los caballeros se quitaban los altos sombreros de copa y las mujeres aun que algunas a regañadientes inclinaban ligeramente la cabeza ante el camino de las siervas de Dios. Los sacos gruesos de lana estaban a la moda, en las terrazas aprovechaban para tomar el té o una taza de café al ligero calor del sol, en los mercadillos y locales aparecían los faisanes, las liebres, los trozos de jabalí, la hirviente sopa de setas, el aroma del vino y el pan recién horneado, otoño era sin duda la preparación para los crudos inviernos, que no eran aquellos que las jóvenes visitarían quienes los sufrirían, sí no, aquellos a los que ayudaban.

Los parisenses toman su ciudad y la disfrutan o al menos las clases acomodadas ya que los Clochards y aquellos que venden muchos servicios o trabajan de lo que menos se piensa, son quienes viven la verdadera París, la pobreza extrema, el frío y las enfermedades rodea a la pobreza de un halo de muerte, decadencia y dolor, aquellos que llevan la nostalgia en su andar de sonámbulos que retornan día con día a esos barrios terribles y duros a recogerse mientras sus voces acalladas parecen quemaduras del alma. El aroma de la ciudad llega a su apogeo en otoño, pues en invierno se congelan los olores del sudor, se atenúan los aromas de la cocina y se apagan las voces durante las nevadas, los cuerpos y los perfumes se mezclan en una danza que oculta a seres que parecieran salidos de pesadillas, a algunos que detrás de una aparente normalidad, París esconde misterios, dramas y pasados oscuros, sangre, vicios y criaturas infernales que hace las pesadillas realidad, seres que pueden colarse entre los hijos de vecina comunes y corrientes o andar con los miembros de la alta sociedad, la clase y la tradición distingue a aquellos que para describir faltaran palabras, hermosas criaturas llenas de violencia y tortura. Las jóvenes mujeres caminaban paso rápido pues debían llegar a la última mansión que se encontraba al final de la calle, era la más grande cuyo patio trasero era parte del bosque, irónicamente a unos dos kilómetros tras ese bosque se encontraba el convento en el cual las jóvenes se enclaustraban.

Era día primero del mes y como cada día primero, debían ir a recorrer la casa de sus benefactores ya que aun que ellos enviaban ayudas en especie o de manera monetaria ellas debían ir a dar las gracias personalmente, tomar los datos para las misas diarias y las oraciones, sin embargo y por desgracia era para muchos realmente el dinero lo que querían ya que se les daba algo extra. Entraron en una hermosa casa a unos cien metros de la última que visitarían, el cielo comenzaba a derramar las primeras gotas de lluvia en la ciudad y las nubes empezaban a espesarse dejando ver oscuros nubarrones amontonándose, la tarde y la noche serían lluviosas aun que lo más seguro era que alguien se ofreciera a llevarlas en uno de sus carruajes, pero el tiempo apremiaba y debían preparar los alimentos y las ropas que llevarían al día siguiente a los barrios bajos y a una pequeña comunidad gitana a las afueras de la ciudad. –Madre Superiora, si me permite la hermana Francine y yo podemos adelantarnos a casa de Monsieur Bourbon, no está lejos y le serviría para decirle a Madame Florence que esta vez no puede tardarse mucho.- expresó aquella joven cuyas facciones eran cuasi angelicales, sus labios dibujaron una sonrisa al tiempo que por el frío viento sonrojaba sus mejillas, la mujer mayor sonrió asintiendo aun que dudosa –Si tiene razón Sor María, la señora Florence es de larga charla y así puedo decirle que no puedo quedarme tanto tiempo, aun qué… no me gusta mucho la idea, saben lo que se dice del Joven Bourbon, no se vería bien que ustedes…- expresaba la mujer con cansina voz mientras las gotas caían de forma mucho más continua y fugaz, la joven interrumpió –Su señoría, usted sabe que él nunca está en casa y cuando está se encuentra dormido, la buena vida cansa…- expresaba la chiquilla cuando la otra respondió –Si, el pecado, la lujuria y la concupiscencia deben cansar.- dijo sin más opinando como todos opinaban aun que muchos de los que les ayudaban eran de esa condición, había algunos que por no tener un linaje plenamente reconocido y legal, no eran tan aceptados.

La superiora de inmediato mandó acallar a aquella que opinó de más –Tiene razón, hable con Sophie la ama de llaves, ella siempre nos atiende, anden antes de que la lluvia nos alcance, estaremos ahí en unos minutos con el favor de Dios.- expresó la madre dándole permiso a las dos novicias quienes caminaron con el paso más rápido que pudieron, sin embargo la lluvia empezó a azotar la ciudad, pequeños charcos se formaban en los adoquines y a su vez, las jobees novicias terminaron empapadas, unos diez minutos pasaron para que pudieran llegar al zaguán de la hermosa y lujosa casona, el portal estaba abierto y con alevosía ambas chiquillas entraron casi corriendo aun que en realidad los largos hábitos pesados por el agua y algo enlodados no les permitía moverse con mucha agilidad. Tocaron la puerta y el ama de llaves al fin abrió. Las invitó a pasar sin demora viéndolas sorprendida –Pero hermanas, que les ha pasado?.- preguntó tontamente –Y la madre superiora?.- interrogó preocupada de inmediato aquella novicia que opinaba sin más tomó la palabra –Pues se quedó en otra casa, nosotras decidimos adelantarnos para tener algo de tiempo, sin embargo vea como hemos quedado.- expresó preocupada, mientras tanto afuera el cielo parecía caerse a cantaros, la lluvia más parecía un castigo del Todo Poderoso por los pecados de los pobres mortales… e inmortales.

-Acompáñeme, deben secarse intentaré secar con la plancha sus hábitos….- dijo la joven mujer de no más de treinta años guiándolas a la cocina, paso que daban iban dejando un camino de agua –No hagan mucho ruido el Señorito Nathan se encuentra durmiendo arriba.- agregó la sirvienta llevándolas a la cocina –Acompáñeme sor Francine, vamos por unas mantas.- pidió dejando a solas a la otra joven, quien tiritaba de frío, la tela se pegaba a su cuerpo dejando ver las delicadas curvas del núbil cuerpo, el frío le erizaba la piel haciendo más evidente que bajo aquellos hábitos se encontraba una hermosa delicada figura femenina, se acercó al fogón intentando calentarse mientras el agua escurría, decidió quitarse la tela que cubría su cabeza dejando caer el empapado cabello largo de un color castaño oscuro, aun no lo cortaría si no hasta tomar los votos perpetuos, intentaba no hacer ruido para no importunar al dueño del caserón, sin embargo su corazón latía con fuerza, se sentía inquieta, ansiosa por algo que ni ella entendía, era como si la conciencia le avisara de algo, mas intentaba calmarse viendo la lluvia caer por la ventana que daba al bosque, dio un largo suspiro y por alguna razón recordó a aquella bestia de negro pelaje que gracias a Dios no le había arrebatado la vida…


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Mensaje por Nathan Bourbon Dom Abr 14, 2013 2:55 am

…Una a una las gotas de aquella tormenta otoñal caían sobre el tejado de aquella típica mansión parisina, causando un molesto y sonoro estruendo, capaz de interrumpir el sueño del joven Bourbon quien intentaba descansar pues la noche había sido larga, la fiesta agotadora y la bebida exagerada, bien sabidos eran sus gustos ante la que el consideraba mediocre sociedad de parís –jhhumm creo que esta vez si me he sobrepasado- expreso para si mismo con el hastió de no haber sido la primera vez que se escuchaba decir eso, mientras con lentitud se alzaba de aquella cómoda cama -Alexandra!!!!.....- se escucho resonar por toda la planta alta de aquella enorme vivienda, logrando que a los pocos segundos de aquella llamada una de las mucamas del lugar abriera la puerta de la habitación del amo del lugar -Dígame señor Bourbon ¿Qué necesita? …lo creíamos dormido, hemos cumplido con no molestarle - expreso con cierta preocupación aquella mujer entrada en edad y que por su vestimenta pareciese ser una de las encargadas de la casa de mayor jerarquía entre los sirvientes - No ha sido tu culpa, ha sido esta tormenta la culpable de interrumpir mi sueño…- respondió llevando su diestra hasta su frente como si intentase recordar por completo la noche anterior - Dime ¿he traído alguna mujer conmigo anoche? – pregunto como si fuese algo que le preocupase, pues la bebida había sido demasiada y parte de la noche anterior se había borrado de sus recuerdos -no señor creo que ayer no le han visto entrar con nadie y nadie ha salido de la casa esta mañana- fueron las palabras de aquella sirvienta, quien tomándose la libertad de entrar a la habitación pareciese comenzar a acomodar sobre la cama el ropaje apropiado para aquel excéntrico joven - te he dicho que no me gusta que elijas mi vestimenta, no soy un niño…- menciono con cierto cariño mientras se acercaba a la ventana de la habitación observando con detenimiento como aquella vigorosa lluvia caía sobre el hermoso bosque que durante toda su vida había amado -lo se señor… pero creí que ya que esta despierto quisiera darle la bienvenida a las enviadas de la madre superiora jamás se da el tiempo de atenderlas recuerde que son enviadas de Dios…además las ropas que trae puestas huelen a vino y tabaco- culmino en el momento que abandono la habitación -pufff Dios…tantas veces me he preguntado si en realidad existe…-dijo al momento que su mirada se desvió hacia aquel atuendo, para así con presteza realizar el cambio de ropaje.

De entre la sociedad, aquellos consagrados a dios eran normalmente hombres y mujeres sencillos que no se veían afectados por la soberbia y elitismo parisino, por ello es que aceptaba ayudarles compartiendo algo de sus riquezas aun cuando sabia que muchos o la mayoría de los cabecillas de la iglesia no eran mas que mentirosos deseosos de poder e influencias al igual que si de un político se tratase -¿Qué es ese olor?- se pregunto mientras sujetaba su largo cabello para acomodarlo simplemente sobre sus hombros sin mayor detalle ni extravagancia, pues aunque era un hombre considerado de clase alta odiaba usar sombreros, peinados y peluquines que el consideraba ridículos y como símbolos de la discriminación de clases, por el mismo motivo su rostro se notaba desafeitado con una ligera sombra de barba que le hacia ver aun mas informal aun sobre aquellas hermosas y lujas vestimentas dignas de cualquier hombre de alcurnia de aquella ciudad -…siento que le conozco…- exclamado aun con duda mientras su nariz hacia un esfuerzo por reconocer aquel olor, notándose un sentido del olfato sobrehumano capaz de oler cada detalle que estuviese dentro de aquella enorme casona

En un instante un dolor profundo se apodero de su cabeza como si algo reprimido volviese a ella causándole la repentina visión de lo que pareciese ser un recuerdo reprimido, logrando observar la silueta de una joven, perdida en lo oscuro de la noche dentro del bosque, mientras el la observaba atreves de los ojos de una bestia, misma que parecía verse reflejada en las aguas de aquel lago cercano, aquel recuerdo ya había venido a su mente muchas veces anteriores, pero esta vez pareciese verse mas palpable casi completamente real, atraído por aquel olor singular que pareciese ser el de la joven que aquella noche logro observar a la lejanía y que misteriosamente no había sido atacada por culpa de la maldición que corría por sus venas –no puede ser…- dijo mientras rápidamente salió de aquella habitación, para dirigirse a la planta baja de la casa, comenzando a recorrerla con cautela, como si algo le preocupase pero siguiendo aquel rastro conocido ya por su nariz, llegando así a la entrada de la cocina, acercándose silenciosamente mientras lograba observar la silueta de una hermosa mujer, mojada de pies a cabeza y que le daba la espalda mientras perdía su mirada en la inmensidad del bosque, logrando así captar su atención ante tan grácil y suculenta figura que pareciese irradiar una inocencia que ciertamente le era desconocida

-Hermoso no crees…- fueron las palabras utilizadas por aquel hombre para romper el silencio que invadía el lugar y que solo era momentáneamente interrumpido por el sonido del fogón avivado para calentar el lugar , entrando así en la habitación mas manteniendo su distancia, como si acechara a aquella dama, analizándola aunque aun sin verle el rostro tan solo esperando la respuesta de quien pareciese ser la joven de su tan intermitente recuerdo –….el bosque sin duda es una de las mas bellas manifestaciones de la naturaleza…pero es tan bello como peligroso- culmina esperando el accionar y respuesta de aquella joven que había sido capaz de llamar su atención.
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Mensaje por María Magdalena Cebrian Dom Abr 14, 2013 7:58 pm

El tiempo pasaba lentamente, de pronto parecía que cada gota cristalina que caía del cielo era un alma condenada a sufrir y estrellarse violentamente contra la hojarasca a la cual alimentaría para darle paso a la vida vegetal, con una sonrisa sincera y dulce aquella joven se perdía en los pensamientos, estaba agradecida con Dios y la vida por darle una segunda oportunidad, por no haber sido devorada por aquella fiera de la cual se escuchaban cientos de historias, los elegidos por Dios sabían de la existencia de seres sobrenaturales, seres cuyo apetito y violencia eran de tal grado que no importaba derramar litros de sangre con tal de alimentarse o saciar sus bestiales instintos mas no todos los elegidos de la iglesia piensan en ellos como monstruos, la joven cuya vida pendió de un hilo una vez, creía fervientemente que ellos como los humanos como ella misma eran criaturas de Dios, seres que solo tenían la desdicha de atravesarse con una maldición, pero cuya alma era igual a la de un humano corriente.

Dio un largo suspiro apegándose un poco más al fogón intentando calentarse, su cuerpo tiritaba de frío más aquello era quizás una liberación para la joven, las cicatrices del cilicio en la piel de sus piernas y brazos ardían menos con el frío, hacía días que no mortificaba su piel en el acto de purificación y sacrificio, sabía que la oscuridad estaba en su mente y no quería que se apoderara de su corazón, los deseos impuros del cuerpo y los pensamientos libertinos del alma no debían nublar su fe, no quería que la locura rompiera la brújula haciéndola perder el camino y la locura la pervirtiese, intentaba encontrar un poco de paz en sí misma, el destino de dedicarse a Dios no fue de ella, por el contrario fue entregada a eso y simplemente la resignación llegó.

Se pronto algo la sacó de sus pensamientos, el sentir una presencia en la cocina, pensó de pronto que eran su compañera y la mucama, sonrió ampliamente mas una varonil y profunda voz la congeló, el temblor de su cuerpo fue más intenso y sin más se giró con nerviosismo –Eh… bue… buen día.- respondió nerviosa sus mejillas se encontraban completamente sonrojada bajó la mirada sin atreverse a ver al caballero a los ojos, intentó ocultar su rostro bajo los mechones castaños de cabello empapado –Dis…culpe soy Sor María y… espero a que la señora Francine venga, no queríamos molestarle.- respondió a sus palabras de manera trémula –No hay sendero tan peligroso y oscuro que Dios no ilumine.- espetó ante las últimas palabras, luego sintió aquella tela pegada a su piel que la hacía dejar mucho y poco a la imaginación, de inmediato y llena de temor tomó una servilleta que apenas cubría su pecho para luego ponerse tras una silla intentando ocultarse lo más posible. Volteaba con nerviosismo a la puerta donde habían salido su compañera y la mucama, el tiempo se le hacía eterno y justo en ese instante un fuerte rayo iluminó el cielo cayendo sobre un árbol a unos metros, este solo se partió en dos, la joven dio un salto luego del rugido del cielo.

No sabía que decir, ni cómo reaccionar el frío volvía a hacerla presa, el temblor se volvía más notorio y buscaba a toda costa no cruzar la mirada con el joven dueño de la casa, se mordía el labio inferior sin dejar de cubrirse pudorosamente, dio un largo respiro intentando calmarse –Eh… como ha estado?, las veces que venimos nunca habíamos logrado verle.- expresa en una tonta acción procurando no se notase su emoción, procuraba mantenerse “tranquila” si resultado alguna, eran pocas las ocasiones en las cuales se encontraba con un hombre y era la primera vez que se encontraba con un caballero a solas. –Se están tardando mucho.- finalizo dejando de manera inconsciente, posar la mirada en aquel joven apenas sonriéndole, volviendo a desviarla apenas se dio cuenta de lo que había hecho…


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Mensaje por Nathan Bourbon Dom Abr 14, 2013 9:32 pm

El destino parecía curioso y obstinado en encontrarlos, sin duda el momento en que aquella joven giraba su cuerpo para darle la cara al dueño de la mansión logro causar impacto en el, pues sin duda sus sospechas eran reales, aquella hermosa joven no era otra que la misma que invadía sus nebulosos recuerdos, la única persona tanto hombre como mujer que había logrado sobrevivir a un encuentro con el lado maldito del joven Bourbon, situación que capaz de causar una increíble satisfacción y curiosidad en el, "alguna señal", alguna muestra de que su alma no se encontraba del todo maldita tal vez, una esperanza de mayor humanidad era lo que invadía la mente de Nathan, dándole así un motivo para mostrar una exquisita sonrisa en sus labios, como si verla allí dentro de su caza frente a el, le causase una satisfacción emocional que llevase tiempo sin conocer que es a la vez alimentada por la belleza de la dama -Maria ehh...hermoso nombre como aquella que le porta, mi nombre es Nathan Borboun y es un placer recibirle en mi humilde morada- responde con un tono si no encantador, si un poco coqueto -no sabia que las acompañantes de la Madre superiora eran tan bellas, sin duda el pecado esta en privarnos de verle- menciono en forma burlesca, pero a la vez realista mientras con su sonrisa parecía evidenciarse aun mas al notar el gesto de su acompañante al verlo por tan corto tiempo.

Lentamente sus pasos comenzaron a acercarle a la joven enviada de la madre superiora, notándose como su mirada no podía evitar estudiarle, reconocer aquella hermosa silueta y observar el privilegio dado por aquella intensa lluvia al mojarle por completo los ropajes -le pido una sincera disculpa, normalmente mis ocupaciones me tienen agotado para recibirles- comento con tranquilidad mientras su diestra tomaba la de Maria para con una gran sutileza depositar un ligero beso en ella - me propondré resivirle mas a menudo, en cuanto a Francine no se preocupe suele ser algo lenta, ademas esta casa es algo grande para recorrerla en poco tiempo- respondio mientras el tiempo parecia pasar cada vez mas lento, la ausencia de aquellas dos personas se volvía mas notoria y evidente su retraso, mas no era raro, Francine jamas sospecharía que su amo bajaría para encontrar a Maria, normalmente Nathan dormida todo el día cuando regresaba de alguna noche de fiesta, por tanto no tenia intención de apresurarse demasiado.

El constante tamborileo de aquellas gotas de lluvia cayendo sobre el suelo traia una atmosfera hermosa y misteriosa al lugar, que solo era apañada por la intermitente presencia de aquellos truenos que parecian caer por todas las cercanias de aquel bosque, produciendo un hermoso destello de color que engalanban la vista del lugar - Disculpe mi falta de educación señorita Maria - expresa con la cordialidad habitualmente mostrada a aquellas damas que se acercan a el, retirándose con rapidez el saco de fina tela negra y botones de oro que le cubrían para así colocarlo sobre los hombros de la joven intentado confortarla pues sus temblores causados por el aparente frió causado por la lluvia era cada vez mas evidente -así estará mejor en lo que regresa Francine ¿no lo cree?- pregunto permitiendo que su mirada se alzara lentamente siguiendo el borde de sus largos y bellos cabellos para así buscar que sus miradas se encontraran por primera vez
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Mensaje por Maria Candelaria De La Ve Dom Abr 14, 2013 11:51 pm

(Perdón u.u contesté con el qué no era y no pude borrar Y.Y)


Última edición por Maria Candelaria De La Ve el Dom Abr 14, 2013 11:56 pm, editado 1 vez


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Mensaje por María Magdalena Cebrian Dom Abr 14, 2013 11:53 pm

La joven se mantenía quieta apenas se veía su cuerpo moverse por el intenso frío que empezaba a sentir, la joven creía fervientemente en que la lluvia era una manera en la que Dios dejaba caer su bondad sobre sus creaciones, el sonido de las gotas era constante y golpeteaba haciendo una curiosa sinfonía en la hojarasca y los cristales, el aroma a frescura, a madera y musgo le traían otros recuerdos que parecían agolparse en su mente especialmente haciendo más vivido aquel recuerdo de la primera vez que encontró a esa enorme bestia de ojos encendidos como brazas y pelaje negro como la más oscura noche, sentía su corazón latir con fuerza y su respiración algo agitada no solo por el frío sí no por el recuerdo que aún la torturaba aun que algo de tiempo había pasado.

Mantenía la vista agachada escuchándole con atención saliendo de aquel recuerdo, apenas sonrió ligeramente evitando cualquier contacto visual con él joven dueño de la casona, pasó saliva asintiendo –Sí sabemos Monsieur que está usted muy ocupado y qué sus tiempos son contados.- expresó temblando al sentir la educada y tersa mano varonil tocar la propia que era más bien algo áspera a pesar de ser delicada, la piel de las manos de aquella joven estaba cortada por la legía con la que debía lavar y por las veces que había tenido que restregar el piso del convento solo con un trapo sucio, sus mejillas se tornaron aun más rojas ante aquella expresión, de inmediato quitó la mano sin verle a los ojos –Señor… nosotros saludamos de distinta manera si la madre superiora me viera…- expresó tímidamente.

-No se preocupe señor… la señora Francine siempre nos da su ayuda de forma amable y puntual, es una gran mujer.- expresó volteando de nuevo a la puerta aun con el nerviosismo y el temblor a flor de piel –Sí nos ha dicho que es muy grande y al parecer el cuarto donde tienen las mantas es de las más alejadas de la cocina.- respondió sonriéndole ligeramente, se sentía más que asustada nerviosa por la situación el solo imaginar que la madre superiora viniese y la encontrara de esa manera la preocupaba, volteó de nuevo a la ventana ante otro rayo que surcaba el cielo. Frunció el ceño al escucharlo sin comprender a bien sus palabras, por algún momento se sintió aliviada pues pensaba que se iría por alguna razón sin embargo por lo contrario, esa amabilidad marcaba un acto sumamente caballeroso que nadie nunca había tenido con ella, notó como se despojaba del fino saco lo cual la hizo dar un paso a atrás, intentó no pensar en lo atractivo que le resultaba aquel joven lleno de misterio con movimientos salvajes y educados a la vez como los de un animal salvaje sabiéndose en su territorio.

Sintió la cercanía de él, el aroma del perfume costoso y el alcohol además del tabaco de la noche anterior, frunció el ceño temblando ligeramente sin voltear a verlo aún –Pero… no no puedo aceptarlo Monsieur.- expresó al fin viéndolo a los ojos, parecía haberse perdido en ellos en la profundidad y la melancolía de ellos la atrapasen, contuvo la respiración y su expresión se volvió seria, era como si lo conociera de antes pero nunca lo había visto fuera de los retratos de la caserona y los chismes que todos comentaban de él, mas recordar su cuerpo con la tela pegada al cuerpo le hizo reaccionar, el pudor le podía aun más –Yo no… no sé qué decir… gracias.- expresó sonriéndole apenas sosteniéndole la mirada apenas un par de segundos para volver a bajarla, dejó la servilleta en el respaldo de la silla y se cubrió con el saco dándose cuenta de los botones de este sus ojos se dilataron –Esto es… no señor esto es demasiado yo solo necesito una manta.- dijo sintiéndose indigna de aquel ropaje ostentoso…


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