AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nubes de papel {Nathan Beckett}
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Nubes de papel {Nathan Beckett}
Estrés, estrés e impotencia era lo que sentía Bea en esos momentos. Llevaba un año de locos, primero la muerte de su padre, después la traición de Bethlem, el tener que tomar las riendas de un negocio que no había conocido a penas antes, el haber tenido que aprender en un año lo que, usualmente, se tarda cinco, o ese era el tiempo que había decretado su padre que debería tardar, el volver a casa y encontrarse con una madre que no era capaz de hacer nada, sumida como estaba en su propia miseria. Y ella, con a penas veinte años se había encontrado con ese panorama de sopetón.
Las damas usualmente a esas edad ya llevaban casadas un par de años, ella nunca se había interesado en eso, pero tampoco esperaba tener que cargar a sus espaldas con todas esas cosas. En algunos momentos envidiaba a las mujeres acomodadas como amas de casa que solo debían vigilar que sus maridos no se fueran de putas. Tal era su nivel de nerviosismo que, molesta con todo, había pedido a la señora Betsi, la cocinera, que le diera un ojo a su madre, había cogido el caballo y, sin mirar nada más, ni coger, siquiera, capa, había salido en dirección al bosque.
Mientras el viento le golpeaba en la cara y ella llegaba a la linde, para adentrarse sin miedo, buscando paz, las lágrimas le resbalaban por las mejillas, mientras la chica mantenía el paso de su yegua al trote. No era una amazona especialmente buena, nunca lo había sido, pero se sabía defender. Al menos, lo bastante como para salir a dar un paseo sin acabar desnucada. Se detuvo al llegar a un claro cuando las nubes comenzaban a tapar el cielo.
Suspiró y se secó una lágrima que le resbalaba por la mejilla, tal vez estaba exagerando, ahora que se alejaba del centro de la tormenta, y que el viento fresco le azotaba el pelo retirándoselo de la cara, parecía que todo se esfumase y se convirtiera en humo. Sopló un instante y se miró a si misma. Llevaba malas pintas para pasear por el bosque. Vestido, tacones, el pelo revuelto, las mejillas rojas y los ojos encharcados. Debería esperar a volver cuando fuera más oscuro.
Suspiró con calma y comenzó a pasear por el lugar mirando los árboles y al cielo, que pasaba de luz a oscuridad como si fuera una vela que cubrían para hacer sombras en la pared. Mientras avanzaba, cabizbaja, un gruñido se escuchó a su lado y una sombra grande y de hocico lobuno apareció de entre los árboles, poniendo nervioso a su caballo.
Beatrice intentó calmarlo, pero en cuanto el gruñido volvió a oírse y la sombra se volvió un enorme lobo de pelaje gris que aparecía de entre la maleza, hizo que Claire acelerase su paso. "Rápido, más rápido" suplicó levantando las caderas y bajando el torso para pegarse tanto como era posible a su caballo. Mirando, hacia atrás, de vez en cuando, comprobando que el monstruo la seguía persiguiendo.
Una rama se interpuso en su camino enganchándola y dejándola caer al suelo mientras su caballo seguía su camino. Dolorida, notando pinchazos en la tripa, allí donde se había llevado el golpe de la rama, se levantó para seguir corriendo, mirando hacia atrás, pero el hombre lobo no estaba a sus espaldas, estaba frente a ella.
Retrocedió temblando, cayendo al tropezar con una piedra, y se alejó sin desviar la mirada del hombre lobo hasta dar con un árbol. El animal, jugando con ella, se acercaba lenta y peligrosamente. No podía quedarse quieta, la matarían. Tomó una piedra cercana, puntiaguda, si ella se llevaba un mordisco, el lobo acabaría con una puñalada en el corazón. Fue en ese instante cuando el animal se abalanzo a por ella.
Las damas usualmente a esas edad ya llevaban casadas un par de años, ella nunca se había interesado en eso, pero tampoco esperaba tener que cargar a sus espaldas con todas esas cosas. En algunos momentos envidiaba a las mujeres acomodadas como amas de casa que solo debían vigilar que sus maridos no se fueran de putas. Tal era su nivel de nerviosismo que, molesta con todo, había pedido a la señora Betsi, la cocinera, que le diera un ojo a su madre, había cogido el caballo y, sin mirar nada más, ni coger, siquiera, capa, había salido en dirección al bosque.
Mientras el viento le golpeaba en la cara y ella llegaba a la linde, para adentrarse sin miedo, buscando paz, las lágrimas le resbalaban por las mejillas, mientras la chica mantenía el paso de su yegua al trote. No era una amazona especialmente buena, nunca lo había sido, pero se sabía defender. Al menos, lo bastante como para salir a dar un paseo sin acabar desnucada. Se detuvo al llegar a un claro cuando las nubes comenzaban a tapar el cielo.
Suspiró y se secó una lágrima que le resbalaba por la mejilla, tal vez estaba exagerando, ahora que se alejaba del centro de la tormenta, y que el viento fresco le azotaba el pelo retirándoselo de la cara, parecía que todo se esfumase y se convirtiera en humo. Sopló un instante y se miró a si misma. Llevaba malas pintas para pasear por el bosque. Vestido, tacones, el pelo revuelto, las mejillas rojas y los ojos encharcados. Debería esperar a volver cuando fuera más oscuro.
Suspiró con calma y comenzó a pasear por el lugar mirando los árboles y al cielo, que pasaba de luz a oscuridad como si fuera una vela que cubrían para hacer sombras en la pared. Mientras avanzaba, cabizbaja, un gruñido se escuchó a su lado y una sombra grande y de hocico lobuno apareció de entre los árboles, poniendo nervioso a su caballo.
Beatrice intentó calmarlo, pero en cuanto el gruñido volvió a oírse y la sombra se volvió un enorme lobo de pelaje gris que aparecía de entre la maleza, hizo que Claire acelerase su paso. "Rápido, más rápido" suplicó levantando las caderas y bajando el torso para pegarse tanto como era posible a su caballo. Mirando, hacia atrás, de vez en cuando, comprobando que el monstruo la seguía persiguiendo.
Una rama se interpuso en su camino enganchándola y dejándola caer al suelo mientras su caballo seguía su camino. Dolorida, notando pinchazos en la tripa, allí donde se había llevado el golpe de la rama, se levantó para seguir corriendo, mirando hacia atrás, pero el hombre lobo no estaba a sus espaldas, estaba frente a ella.
Retrocedió temblando, cayendo al tropezar con una piedra, y se alejó sin desviar la mirada del hombre lobo hasta dar con un árbol. El animal, jugando con ella, se acercaba lenta y peligrosamente. No podía quedarse quieta, la matarían. Tomó una piedra cercana, puntiaguda, si ella se llevaba un mordisco, el lobo acabaría con una puñalada en el corazón. Fue en ese instante cuando el animal se abalanzo a por ella.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
El cazador había decidido pasar la tarde en el bosque, incluso la noche si fuera necesario. Se había propuesto cazar algo antes de que el día llegase a su fin. Necesitaba hacerlo. Se había levantado de mal humor, incluso con dolor de cabeza, y cazar le aliviaba siempre. Es más, le producía un placer indescriptible el simple hecho de matar. Un vampiro, hombre lobo, brujo... ¿qué más le daba? La cuestión era que necesitaba sentir esa adrenalina que únicamente sentía dando caza.
Estaba preparado. Unos calzones cómodos y adecuados para moverse con agilidad, las botas que siempre llevaba, y una camisola todavía impecable. El rifle, los cuchillos, las balas de plata y el arco a su espalda, por su puesto, no faltaban.
Llevaba ya un buen rato caminando sin seguir ningún tipo de patrón, simplemente dejándose llevar por los sonidos. Fue entonces, cuando comenzaba a sentirse molesto al no encontrar nada, cuando escuchó el sonido de un caballo galopando. En silencio, siguió escuchando.
Pronto el sonido cambió. Escuchó rugidos e, incluso, algún que otro grito. Frunció el ceño, alerta, y desenfundó el arma de fuego, cargada con balas de plata, preparado. No tardó mucho más en correr hacia donde él creía que provenían los ruidos.
Corrió lo más rápido que pudo, notando cómo las pulsaciones iban a mil y cómo la adrenalina recorría sus venas. A pesar del peligro, sin siquiera saber de qué se trataba, sonrió para sí mismo. Al fin. Estaba ansioso por llegar hasta la "zona de peligro".
Y llegó. Tal vez tarde, tal vez pronto, pero llegó. Justo a tiempo como para ver a un lobo enorme abalanzándose sobre el cuerpo de una mujer. No podía perder ni un segundo más, estaba claro. Y por eso mismo apuntó lo más rápido que pudo hacia la bestia, apretando el gatillo casi al instante.
La bala de plata impactó de lleno en el animal, probablemente en una zona vital. La bestia cayó sobre el cuerpo de la mujer, sí... pero completamente inerte. O eso creyó Beckett, al menos.
Estaba preparado. Unos calzones cómodos y adecuados para moverse con agilidad, las botas que siempre llevaba, y una camisola todavía impecable. El rifle, los cuchillos, las balas de plata y el arco a su espalda, por su puesto, no faltaban.
Llevaba ya un buen rato caminando sin seguir ningún tipo de patrón, simplemente dejándose llevar por los sonidos. Fue entonces, cuando comenzaba a sentirse molesto al no encontrar nada, cuando escuchó el sonido de un caballo galopando. En silencio, siguió escuchando.
Pronto el sonido cambió. Escuchó rugidos e, incluso, algún que otro grito. Frunció el ceño, alerta, y desenfundó el arma de fuego, cargada con balas de plata, preparado. No tardó mucho más en correr hacia donde él creía que provenían los ruidos.
Corrió lo más rápido que pudo, notando cómo las pulsaciones iban a mil y cómo la adrenalina recorría sus venas. A pesar del peligro, sin siquiera saber de qué se trataba, sonrió para sí mismo. Al fin. Estaba ansioso por llegar hasta la "zona de peligro".
Y llegó. Tal vez tarde, tal vez pronto, pero llegó. Justo a tiempo como para ver a un lobo enorme abalanzándose sobre el cuerpo de una mujer. No podía perder ni un segundo más, estaba claro. Y por eso mismo apuntó lo más rápido que pudo hacia la bestia, apretando el gatillo casi al instante.
La bala de plata impactó de lleno en el animal, probablemente en una zona vital. La bestia cayó sobre el cuerpo de la mujer, sí... pero completamente inerte. O eso creyó Beckett, al menos.
Nathan Beckett- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
Escuchó el sonido de una bala retumbar entre las copas de los árboles mientras alzaba la roca dispuesta a, al menos, intentar apuñalar a esa cosa. Aunque sabía, por experiencia, que los hombres lobo eran de piel gruesa y que, si uno te perseguía, la única escapatoria era esperar a que su ira se acabase, o saliera el sol, era de día, por lo que no podía contar con la segunda solución y la primera solo se daba cuando conseguían una presa, por lo que, si un lobo furioso te perseguía, era mejor, simple y llanamente, evitar que te persiguiera.
La bala atravesó al lobo cerca del corazón, la bala se quedó incrustada en el pecho del animal que, herido, calló sobre ella. Era realmente pesado y no olía bien precisamente, sus colmillos aun temblaban con gruñidos bajos, pero parecía inmóvil, debían haberle disparado con una bala de plata. Como pudo, se arrastró hasta salir de debajo del animal, y, tras echarle un vistazo y asegurarse de que no se movería, miró hacia arriba en busca de quien la había salvado, dudaba que fuera casualidad que una bala hubiera impactado directamente sobre la bestia.
Suspiró y miró, nuevamente, al lobo, por suerte no era de pelaje rojizo y sus ojos no habían sido azules, si ese hubiera sido el caso, podría haberse tratado de Bethlem, pero era imposible, el seguía en Italia, viviendo su idilio con quien fuera la mujer de pelo negro. Tal vez, por primera vez, se alegró de que Beth no estuviera cerca. Cierto que la había herido, cierto que se sentía dolida, y que quería seguir llorando por lo sucedido, pero no quería que a él le sucediera nada malo, era una idiota, una idiota que seguía enamorada.
Miró, nuevamente hacia el lugar desde el que, suponía, había llegado la flecha, y, tras fijarse, logró distinguir a alguien con una escopeta. Se acercó recogiendo el bajo de su vestido para que no le molestase al correr, daba gracias a no haberse manchado y a que el olor del lobo no hubiera llegado a pegar se a ella, si no, no habría modo de volver a casa y dar explicaciones, y se detuvo cerca de donde le había parecido ver la figura de un hombre.
- ¿Hola?- preguntó aun sin soltar la piedra, desconfiando, tal vez no quería matarla, si no, habría dejado que el lobo acabase con ella, pero nunca se sabía a que atenerse.
La bala atravesó al lobo cerca del corazón, la bala se quedó incrustada en el pecho del animal que, herido, calló sobre ella. Era realmente pesado y no olía bien precisamente, sus colmillos aun temblaban con gruñidos bajos, pero parecía inmóvil, debían haberle disparado con una bala de plata. Como pudo, se arrastró hasta salir de debajo del animal, y, tras echarle un vistazo y asegurarse de que no se movería, miró hacia arriba en busca de quien la había salvado, dudaba que fuera casualidad que una bala hubiera impactado directamente sobre la bestia.
Suspiró y miró, nuevamente, al lobo, por suerte no era de pelaje rojizo y sus ojos no habían sido azules, si ese hubiera sido el caso, podría haberse tratado de Bethlem, pero era imposible, el seguía en Italia, viviendo su idilio con quien fuera la mujer de pelo negro. Tal vez, por primera vez, se alegró de que Beth no estuviera cerca. Cierto que la había herido, cierto que se sentía dolida, y que quería seguir llorando por lo sucedido, pero no quería que a él le sucediera nada malo, era una idiota, una idiota que seguía enamorada.
Miró, nuevamente hacia el lugar desde el que, suponía, había llegado la flecha, y, tras fijarse, logró distinguir a alguien con una escopeta. Se acercó recogiendo el bajo de su vestido para que no le molestase al correr, daba gracias a no haberse manchado y a que el olor del lobo no hubiera llegado a pegar se a ella, si no, no habría modo de volver a casa y dar explicaciones, y se detuvo cerca de donde le había parecido ver la figura de un hombre.
- ¿Hola?- preguntó aun sin soltar la piedra, desconfiando, tal vez no quería matarla, si no, habría dejado que el lobo acabase con ella, pero nunca se sabía a que atenerse.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
El cazador seguía con la escopeta en mano, aún apuntado al cuerpo inerte del licántropo. Por experiencia propia sabía que no debía fiarse de las apariencias. Muchos animales fingían estar muertos a modo de estrategia, hasta que el depredador desapareciera. Dudaba que aquel lobo estuviera haciendo uso de aquella estrategia, pero igualmente no bajó el arma, alerta. Tenía intenciones de ayudar a la mujer que se encontraba debajo del animal muerto pero, antes incluso de que pudiera acercarse, ella se levantó sin ayuda alguna.
Y fue entonces, cuando la mujer habló, cuando el cazador salió de detrás de un grueso y enorme tronco. Aún seguía con la escopeta en alto, alerta, llegando incluso a apuntar a la mujer durante un par de segundos. Necesitaba asegurarse de que no se trataba de ninguna otra criatura extraña.
La analizó con la mirada y, tras no encontrar señales sobrenaturales en el cuerpo de la mujer ni en el rostro, bajó el arma. Y fue a partir de este punto cuando la actitud de Nathan cambió por completo, llegando incluso a sonreír a modo de saludo, como si no hubiera ocurrido nada minutos antes.
- No quiero pecar de fantasma, ni quiero decirlo, pero... Vaya, os acabo de salvar la vida - bromeó, colgando la escopeta en su espalda, como si realmente esperase algo a cambio - - Nathan Beckett, por cierto se presentó, haciendo una ligera reverencia. Sabía ser educado cuando quería serlo. Cuando quería y cuando le interesaba serlo.
Y fue entonces, cuando la mujer habló, cuando el cazador salió de detrás de un grueso y enorme tronco. Aún seguía con la escopeta en alto, alerta, llegando incluso a apuntar a la mujer durante un par de segundos. Necesitaba asegurarse de que no se trataba de ninguna otra criatura extraña.
La analizó con la mirada y, tras no encontrar señales sobrenaturales en el cuerpo de la mujer ni en el rostro, bajó el arma. Y fue a partir de este punto cuando la actitud de Nathan cambió por completo, llegando incluso a sonreír a modo de saludo, como si no hubiera ocurrido nada minutos antes.
- No quiero pecar de fantasma, ni quiero decirlo, pero... Vaya, os acabo de salvar la vida - bromeó, colgando la escopeta en su espalda, como si realmente esperase algo a cambio - - Nathan Beckett, por cierto se presentó, haciendo una ligera reverencia. Sabía ser educado cuando quería serlo. Cuando quería y cuando le interesaba serlo.
Nathan Beckett- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
Mantuvo la compostura al ver salir al hombre de detrás del tronco, aun cuando la apuntó con su arma, no iba a agachar la cabeza, ella era como su padre, si tenía que morir, lo haría luchando, y con la cabeza en alto, era una dama, una dama inglesa, ni más ni menos, y nunca, jamás, bajaría la mirada ante nadie, excepto ante su reina.
Sin embargo, cuando el hombre sonrió y bajó su arma, suspiró aliviada, la había salvado, y además, se lo tomaba a broma. Incredula, sonrió y rió sin sonido alguno negando con la cabeza, había gente que no sabía lo que significaba una vida, era algo que llegaba a parecerle incluso divertido. Suspiró de nuevo y volvió a mirar al lobo recuperando su semblante serio, ¿estaría bien Bethlem sin ella?
Sabía que su presencia era de las pocas cosas que llegaban a calmar al lobo del chico, pero ahora que no estaba... ¿habría pasado algo? Apretó su mano sobre la roca, acabando por cortarse la palma, pero despertando de su ensoñación, no, debía dejar de pensar en el compositor, él ya no la amaba, debía lograr que desapareciera de su cabeza, y aun más difícil, de su corazón. El nombre del hombre, por suerte, logró colarse entre sus pensamientos.
- Beatrice, encantada.- dijo obviando su apellido, cuando salía de la zona de clase alta no le gustaba ser un apellido, le gustaba ser solo ella, por lo que prefirió no decir más y crear ideas equivocadas en la mente de quien la acababa de salvar.- Muchas gracias por la ayuda, Beckett, tienes razón, me has salvado la vida.- sonrió tuteándolo como había hecho él.
Sin embargo, cuando el hombre sonrió y bajó su arma, suspiró aliviada, la había salvado, y además, se lo tomaba a broma. Incredula, sonrió y rió sin sonido alguno negando con la cabeza, había gente que no sabía lo que significaba una vida, era algo que llegaba a parecerle incluso divertido. Suspiró de nuevo y volvió a mirar al lobo recuperando su semblante serio, ¿estaría bien Bethlem sin ella?
Sabía que su presencia era de las pocas cosas que llegaban a calmar al lobo del chico, pero ahora que no estaba... ¿habría pasado algo? Apretó su mano sobre la roca, acabando por cortarse la palma, pero despertando de su ensoñación, no, debía dejar de pensar en el compositor, él ya no la amaba, debía lograr que desapareciera de su cabeza, y aun más difícil, de su corazón. El nombre del hombre, por suerte, logró colarse entre sus pensamientos.
- Beatrice, encantada.- dijo obviando su apellido, cuando salía de la zona de clase alta no le gustaba ser un apellido, le gustaba ser solo ella, por lo que prefirió no decir más y crear ideas equivocadas en la mente de quien la acababa de salvar.- Muchas gracias por la ayuda, Beckett, tienes razón, me has salvado la vida.- sonrió tuteándolo como había hecho él.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
No pasó por alto que ella no se echase atrás mientras seguía apuntando su cuerpo con la escopeta, pero... ¿Qué sentido tenía seguir apuntándole después de no encontrar ningún rasgo sobrenatural en su rostro? Por eso mismo guardó el arma.
"Beatrice." Repitió mentalmente, intentando retener el nombre de la mujer. Tampoco le pasó desapercibido el hecho de que tuviera una herida en la mano por consecuencia de la piedra. Sin embargo, ella no pareció inmutarse al respecto.
- Si me permites... - ya que ninguno hablaba con formalidades, no iba a hacerlo él tampoco. Por esa razón, tras decir aquello, se acercó a ella para quitarle la piedra de la mano - ... creo que ya no te hace falta. Además, mi experiencia me ha enseñado a no fiarme de nadie que tenga una piedra en la mano - bromeó tras tirar la piedra al suelo y sacó un pañuelo, tal vez algo mugriento, pero no tenía nada mejor, para tendérselo por si quería tapar la herida.
- ¿Vives por aquí cerca? - preguntó, con curiosidad, mientras se separaba de ella para acercarse al cuerpo sin vida del lobo.
Le observó en silencio durante unos segundos, analizándolo, para finalmente volver a mirar a Beatrice.
- Por cierto, ¿tienes hambre? - preguntó, señalando con la cabeza el cuerpo del lobo. ¿Bromeaba? Bueno, lo dejó a interpretación de ella.
"Beatrice." Repitió mentalmente, intentando retener el nombre de la mujer. Tampoco le pasó desapercibido el hecho de que tuviera una herida en la mano por consecuencia de la piedra. Sin embargo, ella no pareció inmutarse al respecto.
- Si me permites... - ya que ninguno hablaba con formalidades, no iba a hacerlo él tampoco. Por esa razón, tras decir aquello, se acercó a ella para quitarle la piedra de la mano - ... creo que ya no te hace falta. Además, mi experiencia me ha enseñado a no fiarme de nadie que tenga una piedra en la mano - bromeó tras tirar la piedra al suelo y sacó un pañuelo, tal vez algo mugriento, pero no tenía nada mejor, para tendérselo por si quería tapar la herida.
- ¿Vives por aquí cerca? - preguntó, con curiosidad, mientras se separaba de ella para acercarse al cuerpo sin vida del lobo.
Le observó en silencio durante unos segundos, analizándolo, para finalmente volver a mirar a Beatrice.
- Por cierto, ¿tienes hambre? - preguntó, señalando con la cabeza el cuerpo del lobo. ¿Bromeaba? Bueno, lo dejó a interpretación de ella.
Nathan Beckett- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
El chico se acercó con calma tras bajar el arma y presentarse, y estiró el brazo para tomar su mano. Beatrice, nerviosa, lucho consigo misma y logró no apartarse, de todos modos, solo quería quitarle la piedra de la mano, no podía dejar que la adrenalina que aun recorría su cuerpo la hiciera tener una mala reacción.
Suspiró y dejó que el chico tirase al suelo la piedra manchada de sangre. Sonrió y se mordió el labio, asintiendo. Se había acabado por hacer daño. Cogió el pañuelo que el chico le tendía y apretó su herida, ella ni siquiera había llevado su pañuelo por la apresurada salida.
- Gracias.- murmuró con una sonrisa.
Mientras el chico se acercaba a comprobar al animal lo siguió con la mirada, anudándose el pañuelo a la mano herida, no debía ser muy profunda, pero escocía bastante. alzó la cabeza al cielo nublado y sonrió.
- Podría decirse que si, no vivo muy lejos a caballo.- Comentó mirando a a su Yegua pastar con calma. Cuando escuchó la pregunta del hombre y su cara se convirtió en un cuadro. Giró a mirarlo con la boca abierta y pestañeo un par de veces.- am... es... es broma, ¿no?
Suspiró y dejó que el chico tirase al suelo la piedra manchada de sangre. Sonrió y se mordió el labio, asintiendo. Se había acabado por hacer daño. Cogió el pañuelo que el chico le tendía y apretó su herida, ella ni siquiera había llevado su pañuelo por la apresurada salida.
- Gracias.- murmuró con una sonrisa.
Mientras el chico se acercaba a comprobar al animal lo siguió con la mirada, anudándose el pañuelo a la mano herida, no debía ser muy profunda, pero escocía bastante. alzó la cabeza al cielo nublado y sonrió.
- Podría decirse que si, no vivo muy lejos a caballo.- Comentó mirando a a su Yegua pastar con calma. Cuando escuchó la pregunta del hombre y su cara se convirtió en un cuadro. Giró a mirarlo con la boca abierta y pestañeo un par de veces.- am... es... es broma, ¿no?
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
Hizo un gesto con la cabeza, acompañado de una leve sonrisa, cuando Beatrice le dio las gracias, para restarle importancia. ¿Gracias por un pañuelo? No era nada del otro mundo, no al menos después de haberle salvado la vida. Humildad a parte.
- Esperad - recordó, retrocediendo en sus pasos para volver a situarse frente a la chica, antes de que se anudase el pañuelo en la herida - Es mejor desinfectar primero... - murmuró, sacando una petaca del bolsillo de sus calzones, con alcohol puro. Un alcohol que a él le gustaba, pero que para otra persona podría ser demasiado fuerte. Ni siquiera pensó en que pudiera escocerle antes de echar un poco sobre la herida, Nathan no era del todo delicado para esas cosas - Ya puedes anudar la herida.
Una vez dicho aquello, volvió a acercarse al cuerpo del animal. ¿Comérselo? No lo dejó claro, simplemente se acercó. Le resultó graciosa la respuesta de la mujer, es más, le resultaba divertido hacerle creer que se lo quería comer. Por esa razón se puso de cuclillas junto al cuerpo inerte del lobo y sacó un cuchillo para abrirlo, en busca de sus órganos.
Se mantuvo en silencio, dejando que ella se imaginase lo que quisiera, intentando no reírse mientras tanto. Sacó el hígado y el riñón para meterlos en un par de frascos de cristal que guardaba en una mochila.
- ¿Broma? Bueno, digamos que yo no voy a comérmelo... - reveló, al fin - Pero conozco gente que sí. Existen personas que pagan más de lo que podrías imaginarte por los órganos de un licántropo. El por qué no lo sé, pero así es - y eso no se lo estaba inventando, conocía a gente que le pagaba por ello.
- Esperad - recordó, retrocediendo en sus pasos para volver a situarse frente a la chica, antes de que se anudase el pañuelo en la herida - Es mejor desinfectar primero... - murmuró, sacando una petaca del bolsillo de sus calzones, con alcohol puro. Un alcohol que a él le gustaba, pero que para otra persona podría ser demasiado fuerte. Ni siquiera pensó en que pudiera escocerle antes de echar un poco sobre la herida, Nathan no era del todo delicado para esas cosas - Ya puedes anudar la herida.
Una vez dicho aquello, volvió a acercarse al cuerpo del animal. ¿Comérselo? No lo dejó claro, simplemente se acercó. Le resultó graciosa la respuesta de la mujer, es más, le resultaba divertido hacerle creer que se lo quería comer. Por esa razón se puso de cuclillas junto al cuerpo inerte del lobo y sacó un cuchillo para abrirlo, en busca de sus órganos.
Se mantuvo en silencio, dejando que ella se imaginase lo que quisiera, intentando no reírse mientras tanto. Sacó el hígado y el riñón para meterlos en un par de frascos de cristal que guardaba en una mochila.
- ¿Broma? Bueno, digamos que yo no voy a comérmelo... - reveló, al fin - Pero conozco gente que sí. Existen personas que pagan más de lo que podrías imaginarte por los órganos de un licántropo. El por qué no lo sé, pero así es - y eso no se lo estaba inventando, conocía a gente que le pagaba por ello.
Nathan Beckett- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
Cuando menos se lo esperaba, el hombre volvió a su lado y, tomándole la mano herida, derramó alcohol sin a penas advertírselo. Beatrice guardó un grito en su garganta, quemaba. Encogiéndose, se sostuvo la mano pegada al pecho intentando aliviar el ardor, una lágrima le corrió la mejilla mientras abría la mano para soplar, si el calor al cerrarla no ayudaba, tal vez lo haría el frío del aire.
- Aix...- protestó dolorida mientras él se acercaba, nuevamente, al lobo.
Miró nuevamente su mano, la herida no estaba tan roja, se había vuelto más blanca a pesar del escozor. Con un suspiro secó la lágrima que le había caído por la mejilla y anudó el pañuelo a su mano para, con el vestido embarrado, levantarse nuevamente. Aun picaba, pero poco a poco iría perdiéndose el dolor.
Alzó la mirada hacia el hombre y se movió hacia él, hacia el lobo, curiosa, ¿de verdad había quien se comería esas cosas? ¿Para qué? Era horrible, ya le costaba aceptar que los franceses comieran caracoles y ancas de rana, como para saber que se comían el hígado de los hombre lobo.
Se agachó también y miró el agujero dejado por la bala encontrando un ligero brillo, era plata. Con el ceño fruncido se levantó para dejar espacio al hombre para que hiciese la guarrada que se proponía de sacar las tripas al animal. Poca gente conocía capaz de saber ese tipo de cosas y, además, aplicarlas. Usualmente nadie creía en seres de fantasía, y las balas de plata, las estacas y las cruces quedaban relegadas a leyendas, pero ese hombre si lo creía, estaba claro que, como ella, sabía algo. Seria y curiosa se decidió a preguntar.
- Señor, ¿es usted cazador?- le preguntó sabiendo perfectamente lo que quería decir.
- Aix...- protestó dolorida mientras él se acercaba, nuevamente, al lobo.
Miró nuevamente su mano, la herida no estaba tan roja, se había vuelto más blanca a pesar del escozor. Con un suspiro secó la lágrima que le había caído por la mejilla y anudó el pañuelo a su mano para, con el vestido embarrado, levantarse nuevamente. Aun picaba, pero poco a poco iría perdiéndose el dolor.
Alzó la mirada hacia el hombre y se movió hacia él, hacia el lobo, curiosa, ¿de verdad había quien se comería esas cosas? ¿Para qué? Era horrible, ya le costaba aceptar que los franceses comieran caracoles y ancas de rana, como para saber que se comían el hígado de los hombre lobo.
Se agachó también y miró el agujero dejado por la bala encontrando un ligero brillo, era plata. Con el ceño fruncido se levantó para dejar espacio al hombre para que hiciese la guarrada que se proponía de sacar las tripas al animal. Poca gente conocía capaz de saber ese tipo de cosas y, además, aplicarlas. Usualmente nadie creía en seres de fantasía, y las balas de plata, las estacas y las cruces quedaban relegadas a leyendas, pero ese hombre si lo creía, estaba claro que, como ella, sabía algo. Seria y curiosa se decidió a preguntar.
- Señor, ¿es usted cazador?- le preguntó sabiendo perfectamente lo que quería decir.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
No se percató en la lágrima de Beatrice tras haberle echado alcohol sobre la herida. Él estaba acostumbrado a ver heridas peores y a curárselas sin miramientos. Nathan tenía la mala costumbre de pensar que todos eran igual que él, más que nada porque a veces pecaba de tener poca empatía. Consecuencias de ser un tipo solitario, suponía.
El caso es que ya había recogido lo que necesitaba del cuerpo del lobo y ya lo había guardado en frascos de cristal, por lo que metió éstos en el interior de la bolsa que llevaba colgada a la espalda antes de volver a mirar a Beatrice, la cual no parecía estar demasiado asqueada ni horrorizada al ver sangre u órganos por ahí esparcidos. Es más, parecía curiosa. Si no fuera por su aspecto aparentemente delicado o por no llevar armas con las que poder defenderse frente a un licántropo, podría haber pensado que estaba junto a una cazadora. Pero... no, definitivamente, no le cuadraba ese oficio con el aspecto físico.
- Supongo que puedes llamarme así - se encogió de hombros, aceptando sin rodeos que era un cazador. Era demasiado obvio que lo era, ¿no? No por nada iba cargado de armas e indumentaria de ese estilo - Imagino que tú no... - no pudo evitar decir, mostrando media sonrisa a modo de broma.
- ¿Has cogido un arma alguna vez? - preguntó. Esta vez, el curioso era él.
El caso es que ya había recogido lo que necesitaba del cuerpo del lobo y ya lo había guardado en frascos de cristal, por lo que metió éstos en el interior de la bolsa que llevaba colgada a la espalda antes de volver a mirar a Beatrice, la cual no parecía estar demasiado asqueada ni horrorizada al ver sangre u órganos por ahí esparcidos. Es más, parecía curiosa. Si no fuera por su aspecto aparentemente delicado o por no llevar armas con las que poder defenderse frente a un licántropo, podría haber pensado que estaba junto a una cazadora. Pero... no, definitivamente, no le cuadraba ese oficio con el aspecto físico.
- Supongo que puedes llamarme así - se encogió de hombros, aceptando sin rodeos que era un cazador. Era demasiado obvio que lo era, ¿no? No por nada iba cargado de armas e indumentaria de ese estilo - Imagino que tú no... - no pudo evitar decir, mostrando media sonrisa a modo de broma.
- ¿Has cogido un arma alguna vez? - preguntó. Esta vez, el curioso era él.
Nathan Beckett- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Nubes de papel {Nathan Beckett}
Alzó la vista para ver la respuesta del hombre, no se había equivocado, era un cazador. Suspiró y se apartó del animal mirando su mano vendada, eso explicaba la puntería, el poco tacto a la hora de tratar heridas, y que no le hiciera ascos a deshollar un cuerpo frente a otra persona. Seguramente le parecía extraño que ella no se asustara, pero tras ver desmembrado el cuerpo de su padre, pocas cosas le provocaban asco.
Notó nublarsele la mirada por el recuerdo del cuerpo de su padre, pero respiró hondo el aroma de tierra humeda para calmarse y volvió a centrarse en el hombre frente a ella, si había usado armas, le preguntaba. Reflexionó, el haber atravesado a un vampiro que la atacaba en plena noche con un atizador de chimenea no podía considerarse un arma, precisamente, pero sabía algo de espadas.
- Solo floretes de práctica, y mi padre me enseñó a disparar, soy inglesa, y... ya sabe, la caza del zorro es tradición, a falta de hijos, estaba yo para aprender.- dijo mirando a su caballo, esperando que no se moviera, después de todo, poco tiempo antes estaba asustado.- No cazo, y no soy demasiado buena en el uso de armas, pero algo se.- explicó mirandolo nuevamente tras asegurarse de que el animal no escaparía.
Notó nublarsele la mirada por el recuerdo del cuerpo de su padre, pero respiró hondo el aroma de tierra humeda para calmarse y volvió a centrarse en el hombre frente a ella, si había usado armas, le preguntaba. Reflexionó, el haber atravesado a un vampiro que la atacaba en plena noche con un atizador de chimenea no podía considerarse un arma, precisamente, pero sabía algo de espadas.
- Solo floretes de práctica, y mi padre me enseñó a disparar, soy inglesa, y... ya sabe, la caza del zorro es tradición, a falta de hijos, estaba yo para aprender.- dijo mirando a su caballo, esperando que no se moviera, después de todo, poco tiempo antes estaba asustado.- No cazo, y no soy demasiado buena en el uso de armas, pero algo se.- explicó mirandolo nuevamente tras asegurarse de que el animal no escaparía.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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