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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gerard J. Von Saher Dom Abr 14, 2013 11:31 am

Allá, junto a la tarima de madera, la mujer de negro lloraba desconsolada mientras sus pequeños hijos tiraban de sus faldas en busca de un abrazo reconfortante o, quizás, en busca del refugio suficiente que les impidiera ver aquella trágica escena a la que yo les había condenado tal y como había hecho con aquél por el que sus lágrimas eran derramadas. Así, escondido entre el gentío que iracundos pedían la cabeza de aquél que junto al verdugo se hallaba en aquél escenario de títeres, fui testigo de cómo el cerco se estrechaba en el cuello de Renaud, pudiendo incluso leer de sus labios una pequeña plegaria dirigida a la familia que ahora dejaba huérfana. El verdugo enmascarado tiró de la palanca y la trampilla cayó, dejando al joven colgando. Su cuerpo convulsionó durante unos eternos segundos, adoptando su piel un color violáceo que hizo provocar arcadas a algunos de los allí presentes, pero no a su mujer, quién ahora se tiraba del pelo mientras caía sobre sus rodillas, convertida en un manojo de lágrimas y dolor que llegó incluso a atravesarme el pecho, conmoviéndome.

El espectáculo había culminado. Era hora de volver a casa, me dije.

Escondí mi rostro cuál cobarde ladrón por miedo a ser descubierto y aclamado como el héroe en que aquella tarde no me sentía, rehuyendo las miradas curiosas o los murmuros que me señalaban como el salvador del pueblo, aquél que había sentenciado a la horca a un ladrón. Algunos se persignaron cuando el cadáver fue retirado de la soga. Hipócritas, farfullé en mis adentros, dejando atrás la plaza del pueblo para inmiscuirme en un callejón solitario dónde me refugié, deteniendo mi paso para recuperar el aliento perdido, descansando mi espalda contra la gélida y mugrienta pared de la fachada de alguna casa, retirándome la capucha azabache como mi alma atormentada para así poder contemplar el grisáceo cielo que anunciaba nuevas tormentas.

De pronto, alguien tiró de mi capa, reclamándome atención. Agaché la vista y mi corazón empequeñeció hasta convertirse en nada.

El pequeño niño de semblante hundido debido al hambre que en su casa debían padecer me miró una sola vez antes de entregarme un manojo de telas amarillentas que envolvían algo. Tomé aquella ofrenda y al alzar la vista hacia él, el pequeño ya no se encontraba frente a mí. Suspiré y con delicadeza fui desenvolviendo las vendas, descubriendo horrorizado, su contenido. No pude contener las náuseas que me llevaron a expulsar el desayuno y la comida que había ingerido aquél día, costándome incluso mantener mis respiraciones constantes. Volví a vendar el pan podrido que Renaud había robado hacía un par de días con la esperanza de alimentar a su familia. Y una y otra vez, me pregunté si unas migas de pan podían costar tan caras como la vida de un ser humano...



Arrojé la capa en cuanto crucé el umbral, dejándola sobre el ropero, junto a la chimenea de fuego llameante. Finalmente, había decidido no ir a casa, no cuando la soledad me impulsaría al alcohol y la noche se convertiría en una tortura para mi conciencia. Había preferido ir a la madriguera dónde los documentos, los casos, el trabajo como cazador siempre lograba distraerme. ¿Lo conseguiría también hoy?

Me serví una copa de vino, cruzando los dedos para que eso bastara para quitarme el asqueroso sabor a vómito que aun inundaba mi boca, esperando también, que unas gotas de alcohol me hicieran olvidar el horrible día de hoy. Escondí mi rostro entre las manos y cuando un asfixiante nudo en mi garganta empezó a hacer mella en mí, los pasos de alguien aproximándose a mí me alteraron, poniéndome en guardia con la copa de vino en alto y el ceño fruncido ante lo que esperaba, fuera la visita de un intruso.

- Ah, Daél...- suspiré aliviado, dejándome caer sobre uno de los sillones situados frente a la hoguera.
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Mensaje por Daél de Vries Dom Abr 14, 2013 1:36 pm

Me adentre en el despacho de Gerard ataviada con una gruesa capa con capucha y con una bufanda que me tapaba hasta la nariz pese a que el tiempo había mejorado y el frió invierno ya quedaba atrás.

¡Pero cuanta cordialidad!
Yo también me alegro de verte vaquero.
Indique con cierto sarcasmo ante el desanimo de mi camarada al verme.
Por lo que me dirigí directamente a la ventana del despacho, mirando por ella con el ceño fruncido mientras cerraba un poco las cortinas bajando de ese modo la gruesa bufanda que tapaba mi rostro. Llevando mis dedos a mi rostro para quitarme el bigote falso que llevaba encima. Y es que en aquel momento iba vestida de hombre de pies a cabeza y aquello involucraba ir de camisa, chaleco, pantalón, botas, bigote, barba y un peluquín de color castaños. Sumado a otros “extras” para parecer un macho.

Disculpa que me presente sin avisar, pero estaba de servicio y bueno…digamos que soy esa “clase de hombre” que crea peleas en los bares…
Tarde o temprano te necesitare como abogado créeme...

Comente a la vez que me acercaba a uno de los sillones para dejar allí la pesada capa y la bufanda.
Caminando hacia él mientras le miraba en su despacho, con aspecto cansado y cabizbajo. Habían unas ligeras marcas de ojeras que indicaban que no habría dormido mucho, o al menos no muy bien, y la copa cercana parecía darme la razón. Así que acerque mis dedos hacia la misma para dar un buen trago de ella –asi, robándosela descaradamente-

¿Qué te ocurre? Parece que vinieras de un entierro.
Demonios, ¿vienes de un entierro? Si es asi lo siento tio…¿O es solo un mal día?....


Aprecie su sonrisa cansada e hice una mueca. por lo que rodee el despacho hasta llegar a su lado, donde frote su espalda y me tome la libertad de desordenar sus cabellos.

Hey…¿qué tal si cenamos algo y me cuentas que te tiene tan mustio? Es que tienes una cara horrible, pero horrible…vamos….que parece que se te hubiese muerto tu hámster o algo así.
Cuando se me murió mi tortuga créeme, menuda depresión.
Comente intentando hacerle reír un poco hablándole de insensateces.
No, ahora en serio Gerry, Me muero de hambre, ser un hombre como yo …
Uh, disculpa
, indique metiendo la mano al interior de mis pantalones para sacar la gruesa bola de calcetines atados de mi entrepierna ante la atenta e interrogante mirada de mi colega. No me mires así, ya que iba de hombre, pues… iba de uno muy macho.
Como iba diciendo. Vamos a cenar, yo invito
. Indique mientras miraba en el despacho donde habría dejado el bigote pues o me lo volvía a poner o seria un medio hombre medio mujer muy raro.
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Mensaje por Gerard J. Von Saher Lun Abr 15, 2013 9:44 am

Negué con la cabeza, escapándoseme un profundo suspiro con el que prefería así responder a todo su interrogatorio, pues lo cierto era que lo último que deseaba entdhtdhfgnv aquél instante era rememorar lo sucedido aquella tarde. Sólo quería olvidar el nombre de Renaud, el pan podrido que me había devuelto su primogénito ahora huérfano. Olvidar dóndjkhje estaba, el por qué, el cómo. Solamente quería olvidar incluso mi nombre, mi rostro, mi identidad.

Miré a Daél de abajo arriba y de arriba abajo, alzándome entonces del sillón, ignorando la copa que ella sostenía ahora y que me había robado con aquél descaro que la caracterizaba. Froté mis manos como si quisiera alentarme a mí mismo y esbocé una sonrisa forzada.

- Bueno, dado que hoy eres tú el varón de la casa... me pondré una falda de flores rosáceas y me llevarás a cenar a un restaurante tan caro que los cubiertos serán de oro. ¡Y con velas encendidas! Ya verás qué romántico será, manzanita caramelizada mía.- Acepté al fin, poniéndole morritos y moviendo mis pestañas para afeminar mis ojos, escapándoseme una gran carcajada ante el rostro desencajado de Daél.

Sin tomar abrigo alguno más que la ropa que ya llevaba encima encajé mi brazo con el de Daél, asintiendo con la cabeza antes de salir de allí rumbo a la gran ciudad francesa, abarrotada a esas horas nocturnas de jóvenes mozos y mozas que juntos caminaban, reían o se arrastraban por el suelo, esclavizados todos ellos por el alcohol, la lujuria y el dinero, que eran al fin y al cabo, los mejores amigos de la humanidad desde tiempo inmemorables. Las calles, iluminadas por los faros y sus tenues luces, creaban un ambiente bohemio, sencillamente placentero para mí, pues por muchos codazos que mis costillas padecieras por el tumulto de gentío, yo solamente me imaginaba la calle sola, vacía, sin más compañía que la humedad del rocío de madrugada, los distintos aromas de los transeúntes que ya habían cruzado aquellas sendas, el rumor del agua perteneciente al río Senna, tan próximo a aquél paseo. Miré por el rabillo del ojo a Daél, escondiendo una sonrisa ante el atuendo varonil que lucía antes de llevar mi mirada al cielo estrellado, claro y nítido como aquél con el que solía degustarme durante las hastías noches veraniegas de Venecia...

- ¿Qué te parece si invertimos el orden? -Sugerí de repente, deteniendo el avance de mis pasos para situarme frente a ella y frente a un cartel que con letras poco claras rezaba algo así como Taberna.- ¿Unas copas y luego la cena?

Lo cierto es que la razón por la que no podía esperar era que en realidad no tenía hambre pues, de hecho, el sabor amargo y asqueroso producido por aquellas náuseas aun rondaba mi paladar, por lo que solamente deseaba deshacerme de ése nauseabundo sabor y, sí, tambén hundir mis pensamientos en el líquido de un buen vaso de whisky o ron. Quizás así, mi mundo volvería a tener una gama cromática más rica que los meros grises que ahora parecían acecharme como fantasmagóricas sombras enviadas por el mismísimo Diablo o peor... por mi consciencia.

- Las damas primero.- Me dije entre risas, sin darle siquiera oportunidad a Daél a negarse a mi propuesta, entrando ya al local cuya atmósfera, asfixiante y más gris que aquellos fantasmas que me perseguían, me dieron la bienvenida con los brazos abiertos y nublando ya mi mente, gesto que quise agradecer pidiendo al camarero una ronda de cervezas para todo el pub. Los gritos eufóricos por aquél regalo resonaron en mi cabeza y al fin... una sonrisa sincera asomó en mis labios.

Aquella sería una gran noche.
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Mensaje por Daél de Vries Dom Mayo 12, 2013 3:44 pm

Espera Gerry….Aquí n!...

Le contemple adentrarse en la taberna mientras yo hacia un puchero que nadie salvo yo vio.

…Aquí….no.

Precisamente era esta la taberna de la que venía antes. Una en donde había logrado robarle información a algunos, y cosas materiales a otros. Pruebas que necesitaba para seguir investigando y que a este paso ya habrían recordado y asimilado a mi presencia.
Qué remedio. Era hora de volver a interpretar el papel. O al menos, a intentar camuflarme entre el humo.
Tome aire, saque pecho, me arme de valor y entre dando un manotazo a la puerta para buscar a mi “mujer” en esta noche.

Acepte la jarra de cerveza que me daba el camarero y seguí a la “dama en cuestión” a la mesa que encontró. Después de todo, yo podría arreglármelas con aquellos hombres si me los encontraba, pero Gerry por su lado, parecía entristecido y lo cierto es que verle así me agobiaba. El era risueño, y un hombre realmente vital, pese a todas las cosas que había vivido y que sabía con certeza que pesaban en su alma. Por lo que intentaría animar un poco su noche y pasarme a incordiarle más seguido…No fuera que él siguiera dejando que el trabajo absorbiera todo lo demás.

Gerry….¿Tu me odias. Verdad?
El me miro interrogante y yo negué con la cabeza mientras apuraba un sorbo de mi jarra. De todas las tabernas que existen tenias que escoger esta.

Oye tu!....yo te conozco.
Dijo un hombre a mi espalda, mientras yo alzaba un momento la jarra como si brindara, bebiendo un ultimo sorbo antes de dejar la jarra sobre la mesa, mirando a mi acompañante. Sonriendole, como quien dice; “En tu honor colega."
Sisi. ¡Eres tu! ¡Tu me has quitado el reloj de bolsillo! Me levante ágilmente, dando una patada a mi mismo taburete para alzarlo en el aire y tomarlo entre mis manos, girándome con el estampárselo en la cabeza al que me hablaba, sin darle mas tiempo de decir o pensar cosas.
¿QUE ESTA PASANDO AQUÍ? Dijo el tabernero, saliendo de la barra.
AAAH. ¡Tu! ¡me has dejado inconsciente antes!


No se si cabe explicar, que en aquel momento todos se alzaron, todos comenzaron a pelear entre ellos y se armó … con todos mis respetos. ¡LA DE DIOS!
Alcohol, mas excitación, mas hombres cabreados y con los sentidos aturdidos era igual al hecho de un montón de gente, de humo, de mobiliario y de madera rota volando por doquier.

De pronto, mientras esquivaba los puñetazos de un hombre-armario de dos metros de altura, choque contra alguien que me agarro del pelo, quitándome la peluca y dejando que mi larga y ondulada melena rubia saltara alborotada mientras le devolvía al gorila el mismo puñetazo que me quería dar. Lo cierto es que estaba demasiado ocupada en evitar que la gente de mi alrededor me rompiera cosas como para pensar en que mi tapadera se habia ido al garete. Cuando entonces, aquel quien me había arrancado la peluca de mi disfraz, -aprovechando mi distracción con el hombre-armario.- Logro inmiscuirse en medio para sujetarme por el hombro, girarme, y soltarme semejante puñetazo que me hizo desestabilizarme cual frágil bailarina de ballet, antes de caer aparatosamente -viendo estrellas- sobre otro hombre, apreciando entre la humareda del lugar y los escombros que volaban como había caído sobre Gerry y a su ves los dos sobre una mesa, que rompimos casi en su totalidad antes de rodar ….y rodar… Hasta que llegamos tras la barra de la taberna sin saber realmente como.

…Pobre de mi…

Yo, que quería distraer la noche de mi buen amigo…Y en ves de eso le había metido en una pelea de taberna.
...
Supongo que a esas alturas, ya no debía preguntar si la cena seguía en pie.
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Mensaje por Gerard J. Von Saher Dom Mayo 12, 2013 5:47 pm

Lo que había empezado como una noche de copas, risas y pensamientos ahogados en licores varios, pronto tomó un giro alocado propio de los suburbios a los que ya me había alejado desde mi juventud, viéndome enredado en varios altercados cuyo origen desconocía.

Así, contemplé cómo el mobiliario de la taberna saltaba por los aires, cómo las copas se hacían añicos en las cabezas de los rebeldes, cómo los insultos y humillaciones verbales era la única melodía que allí sonaba, cómo la sangre manchaba mis ropajes, cómo los puñetazos pasaban por mi lado sin tocarme...

Analicé la situación sin moverme de mi asiento, tomando tranquilamente mi copa, alzando la vista de vez en cuando o desplazando mi copa de cristal para evitar que la rompieran aquellos brutos, dedicándome a mirar de reojo el reloj de la pared justo antes de que éste cayera sobre una ramera en paños menores que parecía huir de un hombre que tiraba de sus faldas. Y de hecho, pensaba seguir ahí sentado como mero espectador del alboroto hasta terminar mi consumición, pero la cosa cambió cuando uno de aquellos hombres la tomó con Daél.

Me alcé sosegadamente tras apurar el contenido del vaso, subiendo mis pantalones que se habían bajado un poco al sentarme, levantando el mentón hacia Daél y aquél que le acababa de pegar para dirigirme hacia ellos y poner paz al fin, aunque... no fue necesario ir a por ellos, pues ellos fueron hacia mí cuando el peso de Daél cayó sobre mí y sobre la mesa dónde había transcurrido los últimos minutos, haciéndola añicos y sintiendo las maderas clavándose en mi espalda, sabiendo que me había herido, sobretodo en el costado, dónde a través de la camisa pude vislumbrar la sangre correr libremente. Farfullé algo y sin delicadeza alguna aparté a mi compañera de encima mío para poder erguirme dolorido una vez rodamos hasta tras la barra. Miré un momento a mi alrededor y tomé una guitarra que uno cercano a mí sostenía protegiéndola casi con su vida, arrebatándosela para estampársela en la cabeza de aquél orangután, que cayó a mis pies. Desenfundé entonces la pistola que llevaba encima y disparé al techo, logrando así captar la atención de todo el personal, cuyos ojos se centraron en mi figura totalmente seria e imponente mientras aun sostenía el arma.

- ¡Y ahora...!

Ni siquiera pude acabar de abrir la boca cuando algo en el techo se quebró, precisamente el lugar dónde se encontraba la gran araña de cristales y velas que alumbraba la taberna.

Tragué saliva, pasé un brazo por la cintura de Daél y ante la desorbitada mirada que la gente me fulminó, salí corriendo de allí cuál alma que el diablo persigue, escuchando tras mis presurosos pasos cómo la araña caía sobre la gente y se hacía añicos... quedando la taberna en sumida en un absoluto caos, oscuridad y silencio.

Luego... explotó.
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Mensaje por Daél de Vries Lun Jul 08, 2013 1:41 pm

Ambos corrimos como quien pierde el tren que te lleva al amor de tu vida...Es decir, ¡como si nos fueran a quemar vivos!
Mis pies apenas tocaban el suelo, casi corría de puntillas, pues Gerard me llevaba tan sujeta a el, que al correr y con su altura, prácticamente parecía que me llevaba en volandas. Hasta que ya a largos metros y descansando literalmente en el borde del rio sena, que observamos como la humareda y la atención de la gente se centraba en la taberna en la que habíamos salido y en su particular caos, uno que ahora reinaba allí.

Gerry se sentó sobre una roca mientras que yo apoyaba mis manos sobre las rodillas, tomando aire a la vez que contemplaba la humareda, torciendo una mueca que me hizo dar un ligero respingo.

Auch...

Me erguí para llevarme una mano a la mejilla acariciándola con cuidado ante el semejante puñetazo que me habían dado.
Parpadee un tanto consternada y es que…¡Dios santo! ¿Cuánto hacia que no me daban semejante guantazo? Empecé a hacer cuentas mentales, dándome cuenta que empezaba a retroceder en semanas, meses, años…mas años…
Camine hacia Gerry a la vez que seguía haciendo cuentas de años mientras le miraba sin mirarle de veras, absorta en mis cuentas mentales. El abogado me miro arqueando una ceja y yo parpadee. Hacia ya muchos años que nadie me cruzaba la cara, lo que me hizo pensar en que hacia ya muchos años que habia acabado mi entrenamiento como cazadora…que habia salido de Canada….que vivía en Paris…que me dedicaba a ser sicaria…
"Como siga asi…Se me va a pasar el arroz."
Pense, empezando a reirme mientras miraba a Gerry, quien seguramente ni imaginaria que pasaba por mi ingeniosa y delirante mente, por lo que termine bajando la cabeza, negando.

Disculpa, es que con el puñetazo me han tocado algunas neuronas. Indique señalándome las sienes para indicar mi demencia y excusarme. Y es ¿cómo se podía ocurrir semejante tontería.? ¡Como si yo fuera a tener hijos alguna vez! Pobre criaturas…¿cómo saldrían de tener una madre sacaría?...Sería mejor no pensar en ello o tendría pesadillas hasta yo misma. Sin embargo entre tanto desvarío, algo llamo mi atención y no fue ni el lugar donde nos hallábamos, ni la humareda de la taberna de fondo, ni las luciérnagas que se amontonaban por ahí, ni el rostro consternado de mi colega. Sino la oscura mancha que ensuciaba su ropa siempre pulcra.

Lleve una mano al costado de Gerry apreciando como se sobresaltaba mientras yo fruncía el ceño y levantaba un poco su camisa arrugada y aun llena de algunos pequeños escombros, mirando la herida que sangraba en su costado.

Oh…demonios…
Quítatela.
Indique señalando su camisa mientras miraba su ceño fruncido, seguramente queriendo decir que no o algo similar, -algo típico de el para que nadie se preocupara por su estado-No...no pienso invitarte a una copa antes. jajaja. Bromee con él mientras que yo miraba a todos lados pensando en algo y mirando mi propia indumentaria. Ignorando las posibles quejas por su parte mientras palpando por un momento mis muslos, para luego subir mis manos y palpar mi pecho, lo recordé. Me palpe ante la mirada de mi camarada recordando que traia una venda en el torso, -era aquella que disimulaba mi pecho ante la indumentaria de hombre que habia traido al salir.- por lo que rodeándole me puse a su espalda mientras deslizaba mis manos bajo mi camisa para desenredar la venda que me aprisionaba, sintiendo un gran descanso cuando aquello dejo de apretarme tanto. Ahora no podría aparentar ser un hombre con mi larga melena rubia y con la delantera. Asi que seria mejor hacerme a la idea.

Gerry ladeo el rostro y yo le hurgue en el costado sano, haciéndole unas ligeras cosquillas para distraerle.

-Vamos, no me seas quisquilloso ahora con que te vea, y déjame que te ponga esto. Que después dices que no cuido y ¡claro! Esa mala imagen me persigue después. Comente mientras subía un poco su camisa y comenzaba a envolverle con mi venda aun cálida sin aceptar sus quejas de que estaba bien.
Hasta que al acabar, se hizo el silencio una vez más, quedando yo a su espalda mientras el parecía algo disperso en el rio.  

Ahm…
Gerry. No quería estropearte la noche, no me lo tengas en cuenta anda, que te compensare, ya vere como.

¿La cena sigue en pie. O quieres perderme de vista ya? Porque lo comprendería.

Torcí una sonrisa, y es que la vida a mi lado no era precisamente sencilla porque por algun extraño motivo parecía atraer problemas y caos a mi alrededor. Como si fuera una herencia genética o algo así de absurdo.

Solte un resoplido y seguí a la espalda de mi acompañante, esperando su respuesta…Lo cierto es que me moria de hambre. El estruendoso rugido de mi estomago me dejo en evidencia.
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Mensaje por Gerard J. Von Saher Dom Sep 08, 2013 11:20 am

Cuando iba a responder al farfullo de su estómago hambriento, la música, las palmas y la jauría de una fiesta cercana llamó mi atención, alzándome de aquella roca para localizar el punto del que procedía aquella música tan alegre y vital. Imaginé que se encontraría a unos pocos metros de nosotros, siguiendo el sendero del río Senna dónde nos encontrábamos en aquél momento. Una idea cruzó mi semblante y me giré hacia ella, indicándole con mi dedo pulgar la dirección por la que deseaba seguir caminando.
 
- Parece que tus deseos se han cumplido. Por ahí debe haber un banquete esperándote, ¿qué te parece si nos colamos en una fiesta en la que no hemos sido invitados?
 
Lo cierto es que al verla así, medio disfrazada de hombre pero sin poder pasar desapercibida como mujer, no me pareció una buena idea llevarla, pues aquella sociedad en la que intentaba inmiscuirme, esas cosas no eran bien vistas, y si lo que deseábamos era colarnos sin levantar sospechas, su atuendo dejaba mucho que desear, igual que el mío, ahora manchado de sangre.
 
Cuando estuve a punto de abandonar mi gran idea para aquella nefasta noche, mi suerte volvió a cambiar cuando, en la parte superior de dónde nos hallábamos, en plena calle parisina, una pareja visiblemente ebria se quedaba acurrucada contra la baranda que separaba la calle del camino que bordeaba el río. Así que, sin dudarlo, escalé la diferencia terrenal que nos separaba y cuidadosamente, desvestí al par de borrachos, llevándome conmigo el traje del hombre y el vestido pomposo de la mujer, a la que, por cierto, sería probablemente una prostituta.
 
Le di la ropa a Daél y me di media vuelta para darle intimidad para que se vistiera sin miradas entrometidas mientras yo hacía lo propio, refunfuñando cuando me di cuenta que los pantalones me iban muy estrechos y cortos, pareciendo un completo idiota. Al menos, iba pulcro y con un sombrero de copa negro que escondía mi rostro. Cuando alisté mi corbata gris, le pregunté a mi acompañante si estaba lista y tras un abanico rosáceo de plumas, apareció la sonrisa de Daél, divertida con aquella quizás alocada situación.
 
- Estás muy... hmmmm... atractiva.- musité carraspeando, agachando la mirada y ofreciéndole mi brazo para que lo encajara con el suyo y así dirigirnos hacia el lugar.
 
Resultó ser una fiesta gitana, con sus guitarras españolas, sus panderetas, sus castañuelas, sus cajas y tambores, esos bailes en los que el movimiento pélvico parece fuera de lo normal... Sí, era una fiesta multitudinaria, dónde corría el alcohol y las risas, la música invadía la costa del río, así como las distintas tiendas de lonas de mil colores dónde se servían comida, bebida y otros servicios, como los de la lectura de manos o el tarot.
 
Lo cierto es que debido a nuestros atuendos refinados, íbamos a levantar más sospechas de las deseadas, aunque, cuanto más nos perdíamos entre el gentío, menos ojos nos miraban a nosotros. Aun así, me deshice de la corbata y sólo me quedé con la camisa blanca y los pantalones, alborotando mis cabellos y lanzando a un lado el sombrero de copa. A Daél, le dije que se desabrochara el vestido y mediante nudos, se lo levantara hasta la altura de las rodillas, robando para ella una corona de flores que le coloqué sobre sus cabellos dorados que tan poco común era en aquella fiesta, pues la mayoría eran de tez morena y cabellos oscuros.
 
Mientras por un momento, Daél fue arrastrada a la pista de baile improvisada en la que le invitaron a descalzarse y bailar en el agua del río Senna, yo me escabullí un poco del gentío y me escondí en una de aquellas tiendas, sentándome en un taburete sin apartar la vista de ella, sin prestarle atención a nada más.
 
- Muchacho, tengo el remedio que necesitas para tus males.- escuché balbucear a una mujer, seguramente la tabernera. Como dije, no le presté atención, suponiendo que me daría algo de alcohol, quizás un whisky, un ron, un vodka, cualquier cosa era bienvenida en aquella noche de locos. Cualquier cosa, menos lo que me sirvió.
 
- ¿Qué es?- le pregunté tras olisquearlo y comprender que no me recordaba a ningún brebaje que ya hubiera testado. La mujer me guiñó el ojo y me invitó a probarlo, así que me encogí de hombros y de un trago apuré todo su contenido.
 
¿Quién iba a decirme que aquello era un filtro de amor...?
 

Después de eso, lo último que recuerdo fue la mirada de Daél clavada en mí, corriendo hacia mí, quizás alarmada de mi tambaleo, quizás... bueno, nunca sabré lo que pensó en aquél instante, justo antes de que yo cayera del taburete y perdiera la conciencia.
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Ahoga mis penas [Daél] Empty Re: Ahoga mis penas [Daél]

Mensaje por Daél de Vries Mar Sep 17, 2013 9:26 pm

Con un vestido rojo, cual fulana, una desmelenada yo bailaba al son de las guitarras y cajas, con el vestido arremangado y un desenfado impropio de la época. Atrás había quedado el gracioso mini sombrero de copa a adornado con plumas y flores rojas que al principio había llevado, ahora mis cabellos eran adornados por la corona que Gerard me había puesto, haciéndome sentir cual reina en medio de la naturaleza. Simplemente disfrutando del ambiente festivo, del ritmo que nos movía a todos y de las sonrisas de toda aquella gente, quien de forma desinhibida bailaba y se divertía sin que importara la ropa, el dinero ni nada más que el sonido que ahora nos inundaba y nos unía.

¡Qué momento tan divertido! Hacia muchísimo que no disfrutaba tanto en la compañía de otros. Pues si bien era cierto que poseía pocas amistades, yo solía sentirme como un bicho extraño al lado de otros, debido a mi carácter fuerte, a mis palabrotas, a mis actos poco delicados, a mi forma de ser tan…poco femenina. No había otra forma de describirme, me gustaban las armas, la lucha y no tenia reparos en defender lo que era mío, como si fuera un hombre mas, tan valiente como cualquiera, tan tozudo y orgulloso como el que más.
Definitivamente no era una mujer de mi época y la vida de señorita casada que se dispone a bordar mientras espera que un buen hombre le ofrezca matrimonio, como que no iba conmigo. –aunque supiese que Erik me hubiese querido así, mas tranquila y menos expuesta y arriesgada a lo que era mi vida actual como cazadora y sicario.- Así que bueno…que podía decir, Al menos ahora en esta alocada noche ya no continuaba disfrazada y llevaba vestido, uno pomposo por cierto, escotado, que exageraba aun mas mi generosas curvas y encima.... ¡enseñando pierna! ¿Que mas se podía pedir para una noche?

Abrí el rosáceo abanico de plumas que Gerry me había dado, abanicándome y escondiendo parte de mi rostro mientras le guiñaba un ojo con picardía, queriendo hacerle reir, pues tal coqueto gesto no me pegaba, mientras él desde la lejanía controlaba mis pasos, apoyado en aquella barra, siempre tan protector y caballero conmigo, pese a que yo fuera su amiga mas “bestia”. Y es que no lo podía evitar, mientras bailaba también le contemplaba, admirando aquel porte elegante y esa mirada tan chispeante y a la vez tan profunda. Me avergüenza decir que no, no lo pude evitar. Esa mirada tan fija en mi…. Desvié la mirada un tanto avergonzada de que se mantuviera tan atento a mi posición. Quise suponer a que sería por lo mismo, por su ímpetu protector, o quizás por temor a que yo la liase una vez más. –Cosa que me era tan sencilla como respirar- Asi que le reste importancia. No podía tratarse nada más que eso, mera vigilancia, eso debía creer.

Pero entonces, cuando volvi la vista hacia Gerry le vi soltando la copa que le acababan de dar, a la vez que el miraba al suelo palideciendo, su cuerpo se tambaleo y el tiempo se congelo, la música dejo de sonar para mi, la gente no me importo, ni tampoco el lugar. Corrí, corrí hacia él, apartando a la gente de mi lado mientras agarraba mi pomposo vestido, subiéndolo para poder correr más rápidamente hacia él, sujetándole antes de que su cuerpo cayera al suelo.

¡¡¡GERARD!!! ¡Oh dios mío Gerry! ¿¡Qué demonios!? ¿¡QUE LE HA HECHO!? Indique a la mujer que momentos antes sonreía al darle la copa, pero cuando eleve la mirada para decirle eso ella ya no estaba, no estaba en ningún lugar. Gire la cabeza hacia todos lados, buscándole entre algunas de las personas que ahora empezaban a rodearnos. Donde estaba, ¿¡DONDE!?

Ya buscaría a la mala pécora que le había hecho esto a mi…colega.
Le sujete como pude, posando uno de sus brazos sobre mi hombro, sujetando su torso para alzarme con el, con gran esfuerzo.

Maldita sea Gerry ¿por qué no eres un simple delgaducho sin músculos como todos los demás? Farfulle mientras le agarraba por el torso, apretándole para que no se me escurriera, y es que entonces, cuando estaba empezando a desestabilizarme también, uno de los brazos de Gerry fue movido, aligerando mi carga. Parpadee, contemplando a la joven muchacha de quizás unos veinte años o menos, quien con una sonrisa de oreja a oreja y un cabello corto, liso y negro, cortado a la altura de sus hombros ahora me ayudaba a sujetarle, posando uno de los brazos de Gerard sobre sus hombros, mientras yo le sostenía por el otro.

Llevemosle a esa tienda, allí podremos recostarle. Señaló. No me fie de ella, pero no podía sacarle sola de allí en medio, por lo que hice caso a la chica, llevándole a una de las tantas tiendas, una que estaba iluminada con velas, alfombras y atrapa sueños entre otros abalorios artesanales. Parecía un lugar acogedor, pese al aire místico y el olor a aceites aromáticos quemados.

Los suaves y blandos cojines recibieron al cuerpo de Gerard suavemente mientras yo me arrodillaba a su lado, sujetando su rostro y palpando su cuello con suavidad, sintiendo sus pulsaciones pausadas, como si solo estuviera dormido, pues sus mismos parpados se movían rápidamente, como si estuviera soñando o viendo algo.
Lleve una de mis manos a mi frente para apartar mis cabellos, mientras pensaba en que hacer. Tenía que llevarle a un médico y podía hacerlo llevándole sobre mis hombros, pero me preocupaba no alcanzar a llegar, no poder con su peso yo sola hasta la ciudad.

No se preocupe, el está bien, solo se le empiezan a aclarar las ideas.
Gire mi rostro para mirar a la jovencita, pero su rostro ya no era el de aquella chica, ahora su rostro era el de aquella tabernera, la que había dado algo a Gerry.
Me alce veloz, ¡colérica! acercando mi mano hasta el cuello de la mujer, sujetándole por el mismo cuello mientras ella me miraba con una sonrisa complacida y los ojos desorbitados. Mientras que a mi me hervía la sangre por ver a la causante de aquello.

Bruja…¿¡QUE LE HAZ DADO!?
Si…pasión…¡cuanta pasión! Eso me gusta…Dime Daél, ¿cuánto tiempo llevas amando a este hombre sin saberlo?
Solté el cuello de la mujer, sobrecogida por su tono de voz dulce y por aquella mirada brillante que no parpadeaba. Y le solté no porque supiera mi nombre, eso lo podía haber adivinado cual bruja que era. Sino porque sentí temor de lo que aquella mujer pudiera haberle hecho a Gerard y porque sus palabras no me fueron indiferentes.

Trague saliva y apreté la mandíbula mientras le miraba fijamente.
Hare lo que … Sea…Harás lo que sea por este hombre, ya lo sé. Indico la mujer. su aspecto era el de una mujer con arrugas y pelo canoso, ojos demasiado vivos para ser una anciana, y rostro demasiado ajado para ser una simple mujer adulta.
Me pregunto si harías lo mismo por tus hijos. Indico mientras tomaba una de mis manos, resiguiendo las líneas de ellas, haciendome cosquillas. Que líneas tan largas…Atraviesan una vida y continúan en la otra…Igual que las líneas de él. Le mire un poco angustiada. ¿Estaba tratando con una loca? ¿Con una bruja loca? ¿Porque decía ahora que yo tenía hijos?

¿Qué es lo que quiere?
¿Crees en el destino?... No…no crees en el porqué no te gusta imaginar que algo dicta algunos hilos de tu vida. ¿verdad? Me mantuve en silencio, aguardando. Sin saber si seguir escuchando a la mujer loca o coger a Gerry y llevármelo al hospital. No…Aun no puedes irte. Veras…Yo tengo una deuda que saldar contigo, la contraje contigo antes de que tu nacieras…Eran otros tiempos, aunque tu forma no ha cambiado mucho. Su mano rozo mi mejilla y yo retrocedi instintivamente, pero ella se adelanto aun mas hasta sujetar mi rostro. Y entonces la sala dejo de ser aquella tienda donde Gerard se mantenía descansando, la luz cambio y yo me sentí realmente relajada, mientras la escena oscurecía y luego volvia a iluminarse tenuemente hasta mostrarme el interior de una catedral. Mire mis manos y vi los puños de mi vestido blanco, alzando la vista para ver aquella sonrisa, allí habia un hombre, el tomo mi mano calzando el anillo en mi dedo anular sin que yo supiera lo que estaba pasando, pero no tuve tiempo de pensar, la luz volvió a oscurecerse para mostrarme una nueva escena,una en la que yo miraba al suelo mientras caminaba con alguien que tomaba mi mano. Me sentía tan tranquila y a gusto en aquel lugar…Ambos llegamos a lo alto de la colina que cubierta de hierba nos mostraba un precioso lago de fondo. Yo quería ver los ojos de aquel hombre que me llevaba pero solo podía ver su sonrisa, el gesticulaba como si estuviera hablando conmigo, pero yo no podía oírle, su mano libre se movió hacia mí y por un momento temi que quisiera hacerme daño, pero entonces sentí como la depositaba muy suavemente sobre mi abultado vientre. Mire mi cuerpo llena de asombro y entonces cuando alce la mirada… el ya no estaba allí. Gire sobre mi misma, intentando ver en la oscuridad, apreciando como entre las sombras, casi como si fueran figuras de humo, la imagen de aquel mismo hombre me gritaba sin que le oyera, estirando sus brazos hacia mi. ¿Que ocurria? ¿Porque aquel hombre me acompañaba? No lo sabia, y no me importaba en aquel momento, pues al contemplarle vi que él sufría un gran tormento, mi corazón dio un vuelco al entender que no podía dejarle allí, el me importaba y ¡tenia que alcanzarle! El necesitaba mi ayuda. Corrí hacia él, pero algo me cogió, tiraban de mi hacia atrás mientras yo estiraba mis brazos hacia aquella figura que parecía evaporarse por momentos. No sabía quien era, solo sabía que debía alcanzarle. Su rostro seguía oculto entre las sombras, sin dejarme ver sus ojos, hasta que de pronto logre tocar sus dedos, llegando hasta su mano, una que apreté con miedo a perderla. Solo entonces, solo cuando llegue a él, vislumbre entre las sombras los ojos de aquel hombre, quedándome sin aire al contemplar un rostro que no me era conocido y que aun asi, era el rostro de Gerard. Él me miro tan solo un instante mas antes de que sus ojos se cerraran poco a poco y su mano me fuera arrebatada, siendo tirada hacia atrás.

Las lagrimas brotaron por mis ojos cuando la escena cambio y yo volvi a ver el interior de la tienda. Ahora estaba sola, la bruja habia desaparecido y la música también, Gerard seguía sobre los cojines, aun dormido, mientras que yo en shock le miraba atónita ante aquellas imágenes que me habían mostrado, unas que sentía como si se trataran de recuerdos. Pero no era posible, esas eran imágenes de la vida de una persona, una que había visto a través de sus propios ojos. ¿Cómo era posible? Lo cierto es que no lo sabia, lo único que ahora sabia era lo que sentía, y es que igual que aquellas imágenes. Podia entender el inmenso amor que aquella mujer le tenia a ese hombre que la acompañaba. Uno que le fue arrebatado en un enorme tormento.

Di un par de pasos hacia los cojines y me sente en el suelo, junto a Gerry. Limpiando las lágrimas que aun se derramaban por mi rostro haciendome sentir como una idiota. Pues yo jamás lloraba por nada.
¿Que estaba sucediendo? Quizas solo se trataba de una ilusión, o quizas también me habian embrujado. Si le contaba algo a Gerard, lo que esa mujer me mostro, los recuerdos en los que nos veía a ambos en una vida extraña…él jamás me creería, simplemente pensaría que era una demente mas.

Vamos bello durmiente, despierta…Quiero irme de aquí. Suplique con la voz un tanto grave y rota a Gerry, quien seguía impasible y relajado… Su rostro seguía pareciendo el de una perfecta talla, como si alguien le hubiera esculpido con precisión. Aquello me hizo sonreir a la vez que yo miraba su ojos cerrados, sus largas pestañas, aquella nariz recta, esos labios sosegados. Ni siquiera me di cuenta de cómo recortaba las distancias con él hasta que sentí la frialdad del cojin en mi mejilla al quedar estirada a su lado. No se cuanto tiempo me quede allí, vigilando su sueño.

Deje que mi mano descansara sobre su mejilla, envidiando la vida que me habían mostrado, y que habia visto por obra de una bruja. Pero era un imposible, El ya habia tenido una vida, una familia, una mujer…Yo no era para él, ni para nadie realmente. Y es que en aquel momento comprendí que le amaba, lo había hecho desde el primer momento en que le conocí, sin querer ni poder darme cuenta. Y no importaba, el nunca lo sabría y yo lo aceptaba, porque aunque fuera solo en aquellas imágenes,-fueran inventadas o reales-, había podido tenerle conmigo y tratarle como si él fuera mío.

Acerque mi rostro hacia el suyo, sintiendo el cosquilleo de su aliento sobre mis labios, sin poder reprimir el enorme deseo de robárle un sutil beso, uno en el que pude deleitarme con el cálido contacto de su piel. El roce duro tan solo un instante, el suficiente para saber que estaba perdida. Que acababa de sellar mi condena hacia alguien que jamás me amaría, y entonces, sus ojos se abrieron y el infierno se abrió ante mí en forma de miedo. Por lo que cerré los ojos apretándolos a la espera de que me cruzara la cara o se pusiera en pie y me reclamara mis actos, o el hecho de no haberle llevado a un lugar mejor o marchara o algo mucho peor…

Si cualquier persona me hubiera dicho algo sobre mi conducta o sobre lo que hacia, sencillamente poco me habría importado…Pero el no era cualquier persona para mi. Por lo que espere su mirada hiriente o sus palabras envenenadas sabiendo que muy seguramente las merecía y entonces los segundos transcurrieron y el silencio, desolador y azotador se cernió sobre nosotros… Mientras esperaba por mi tormento…
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Mensaje por Gerard J. Von Saher Lun Oct 07, 2013 2:14 pm

Saliste desde el fondo de la noche y tocaste mi puerta. Tu pálida piel te temblaba como una hoja y susurrabas algo, qué más da. Sólo te dije "maldita suerte" y sujeté tu mano mínima. Te habían hecho mal en toda el alma y venías a mí buscando paz. Te sequé bien entre mis manos y quise lamer tus heridas, frágiles. Te abracé contra mí lo más que pude y te besé los ojos, sin querer. Siempre te vi como una loca que jugaba a ser trapecista sin red, pero el amor ciega, es cruel. Te advertí que no saltaras y ya ves, es ley de vida... saltaste y caíste en el pozo del amor, arrastrándome a mí contigo.
 
Y aquí me tienes ahora, hablándote del amar, ya sabes, aquello especial que sólo te sucede una vez en la vida, aquello que representa ser un único pensamiento, aquello difícil de explicar, tan parecido a un milagro. ¿Recuerdas la vez en la que me declaré por primera vez? Estábamos acurrucados en el desván de tu casa, escondidos entre cajas polvorientas, espejos y sábanas blancas que cubrían todos aquellos cacharros inservibles. Y mientras tú reías ante la idea de hacer algo prohibido que iba en contra de los expresos deseos de tú familia, yo te susurraba cosas como... Te robaría una estrella y te la regalaría, o... Cruzaría los mares sólo por abrazarte... o la mejor de todas, aquella que te hizo abalanzarte a mi cuello. ¿Te acuerdas? Por amarte daría mi vida sólo por un beso tuyo.
 
Aun así, ¡hubieron tantas palabras que quedaron atrapadas en el olvido! ¡Quise decirte tantas cosas! Decirte que sólo necesitaba un poco de ti para sobrevivir en las noches frías y solas, que eras un aire de éxtasis que se colaba por la ventana para vestirme con tu alegría, que cada vez que me hallaba a tu lado yo descubría el infinito, que temblaba el suelo, que la noche se iluminaba nada más verte y que el silencio se tornaba melodía para mí. ¡Quise decirte que resucitaba cada vez que me tocabas! Que me subías al firmamento prendido de tu cuerpo, tal como una experiencia religiosa. Quise decirte cuántas veces necesité la música de tu alegría para callar los demonios que habitaban en mis adentros, decirte que cada vez que te encontrabas a mi lado ya no había sombra ni peligro, que las horas pasaban mejor entre tus brazos, que me sentía nuevo y nada más me importaba, sólo tú, sólo tú eras mi mundo...
 
¿Qué ocurre? ¿Cielo? ¡¿Amor, por qué estás desapareciendo entre mis manos?! ¿Qué sucede? ¡Daél, vuelve! ¡Daél! ¡DAÉL! ...

 
 
 
Y como una brisa matinal despierta con su azote al más holgazán, un aliento fresco se coló por mis labios y llenó mis pulmones con un sabor familiar, uno dulce pero frío, como el que se respiraba desde las más altas colinas del país, como aquella brisa natural, fresca y viva de las montañas verdes. Tomé aquella bocanada de aire nuevo y agradecí su entrada en mí, sintiéndome un poco más vivo que antes, algo difícil de explicar. Tras dejar escapar el aire por mi boca, abrí somnolientamente mis párpados e instintivamente, busqué algo que pudiera identificar con tal de situarme en aquella inhóspita escena en la que no recordaba haber llegado nunca. ¿Seguiría soñando? ¿A dónde me había llevado el delirio aquella vez? ¿A una extraña tienda llena de inciensos? Con el ceño fruncido y muchas preguntas que se atascaban en mi boca, me sobresalté al ver a Daél ahí, junto a mí, mirándome como si esperara algo de mí, expectante, incluso con cierto atisbo de... ¿miedo? Y entonces sentí pánico. ¿Estaríamos en peligro? ¿Me habría desmayado a causa de un forcejeo con alguien? ¿Por qué no lograba recordar nada? Hice memoria, o lo intenté al menos.
 

- Veamos... Yo estaba en el bar... sí, te estaba mirando bailar mientras yo me tomaba una copa de... ¿qué diablos me dieron? Oh, diablos... ¡no me digas que me emborraché y he acabado aquí, en la alcoba de alguna de esas gitanas..!- balbuceaba deprisa, apenas siendo comprensible, llevándome las manos a la cabeza justo antes de deparar de nuevo en mi acompañante, en Daél. No sé cómo fue, qué sucedió... Pero mi mirada había cambiado por completo. Ahora la veía con otros ojos, de otro modo muy distinto... Y me sentí mareado.- Sácame de aquí, creo que sigo con resaca...- murmuré, intentando alzarme a trompicones, aceptando al fin la ayuda de Daél que, con cuidado, me acompañó hasta salir de ahí, agradeciendo al cielo su brisa nocturna que poco a poco, hizo redimir mi malestar físico. No obstante, mi corazón palpitaba con mucha violencia bajo mi pecho e inexplicablemente, sentía el impulso de no soltar a Daél. ¿Qué pasaba aquella noche conmigo?
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Mensaje por Daél de Vries Mar Nov 19, 2013 6:10 pm

Me sentía como si me hubieran lanzado una jarra de agua fría, temblaba ligeramente, me sentía extraña. Como si estuviera a punto de salirse mi corazón, como si estuviera a punto de caerme.
Respire profundamente, una y otra vez mientras sujetaba con firmeza a Gerry.

Ojala fuera resaca. Voy a llevarte al hospital, aquella gitana te dio algo y caíste sin más, por muy fuerte que eso fuera, si hubiese sido tan solo alcohol no habrías perdido así el conocimiento…
Sujete firmemente a Gerry por la espalda con una mano, agarrando bien su camisa, y por el pecho con la otra, temiendo que pudiera desestabilizarse, ya que no me lo podría si caía.

Fuera de la tienda, parecía como si todo el mundo hubiera desaparecido sin mas. Las velas seguían encendidas, las hogueras crepitando, algunas copas y platos dispersas por ahí, como si las hubieran dejado a medias un momento.
Era un entorno claramente sospechoso, asi que nos conducimos lentamente por el borde del rio, hasta que volvimos a subir por donde habíamos robado aquellos bonitos atuendos.
Sin embargo, mientras caminábamos en silencio, no podía evitar mirarle de reojo, contantemente, percibiendo que el se había dado cuenta de aquel movimiento por mi parte. Fruncí el ceño, aquella bruja había hecho algo en nosotros, lo sabía por esos sueños y porque me sentía diferente, como si una venda hubiera caído de mis ojos.

Comenzamos a subir por la tierra hasta llegar a las calles, por donde ambos paseábamos cual borrachos así de agarrados.

Gerard…¿recuerdas algo, alguna cosa extraña? Pregunte con la vista al frente, inquieta, porque además, jamás le llamaba por su nombre de pila. Sé que sonara extraño, pero se que nos han hecho algo… La mujer aquella era una bruja, me dijo que me conocía y de algún modo, lo creí.
Mire a todos lados cuando llegamos a las calles, no había ni un solo carruaje, ni tampoco gente, salvo los carteles y las luces de las calles que eran lo único vivo.
Nos paramos un instante, y nos apoyamos en una farola. Gerry no me decía nada aun, sin embargo estaba un tanto pálido,  lleve la mano con la que le sujetaba desde el pecho a su mejilla. Palpando por un instante sus mejillas e incluso su frente.

Hey, ¿te encuentras bien? Estas frio cielo…
Note un ligero tic en el ojo, ¿le había llamado cielo? Vale que le quisiera muchísimo, pero no solía tratarle con esas confianzas. Le quite importancia y desvié la mirada de sus ojos, ahora demasiado penetrantes para mi, mientras buscaba algo en el entorno.
Aprecie que entreabría los labios para decir algo, pero me adelante con cierto “temor” a represalias.

Allí….Allí hay un local abierto. Tomemos algo caliente, te sentara bien y en cuanto pase un rato salgo a robar un carruaje, porque si no tardaremos demasiado en llegar a un medico…
Nos movimos, no le deje hablar y empecé a arrastrarle un tanto. Pero entonces, al llegar a la puerta, que parecía ser la puerta trasera de un local, esta se abrió y un elegante guardia vestido de rojo nos sonrió.

Esta es la puerta trasera…Pero siempre está abierta para los clientes que quieren discreción. Indico con un guiño de ojos cómplice.
Mas si viene acompañado por una de nuestras hermosas damas.
¡Bienvenidos  madame y monsieur a la Maison Rouge, la maison que que nunca duerme!


Perfecto, acababan de confundirme con la dueña de mi disfraz...
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Mensaje por Gerard J. Von Saher Sáb Ene 04, 2014 12:20 pm

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