AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Colin Cumhaige
2 participantes
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Colin Cumhaige
DATOS BÁSICOS
-Edad: Real 495 aparento 20 años.
-Especie: Vampiro.
-Facción a la que pertenece: ---
-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase Alta.
-Orientación Sexual: Bisexual.
-Lugar de Origen: Escocia.
-Habilidad/Poder:
→ Sanación acelerada.
→ Percepción del aura.
→ Persuasión.
→ Confusión.
→ Infringir dolor por medio de la mente.
DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA
En sociedad puedo ser un perfecto caballero, hablar de música, elogiar con candidos cumplidos a una debutante, jugar a las cartas en un Club de Caballeros y fumar amigablemente con mis compañeros de partida mientras lo disuado de apostar sus propiedades más valiosas, no obstante esto es apenas una mascara para ocultar mi verdadera naturaleza.
Soy un depredador nocturno, habido de dolor. Nunca mato rápidamente a mis presas, me gusta jugar con ellas, oír en sus voces la desesperación y el terror que no puedo ver reflejado en sus ojos. A veces incluso, me tomo la molestia de conocerlas íntimamente, convertirme en un invitado en sus hogares para luego asesinarlos dentro de sus propios refugios.
Soy un depredador nocturno, habido de dolor. Nunca mato rápidamente a mis presas, me gusta jugar con ellas, oír en sus voces la desesperación y el terror que no puedo ver reflejado en sus ojos. A veces incluso, me tomo la molestia de conocerlas íntimamente, convertirme en un invitado en sus hogares para luego asesinarlos dentro de sus propios refugios.
DESCRIPCIÓN FÍSICA
- Spoiler:
HISTORIA
Si me preguntan, podría decir que mis orígenes carecen de importancia, sin embargo es una curiosidad común que con frecuencia me veo obligado a responder, por lo que tratare de resumirlo para quien este interesando en conocerlo.
Mi padre era un Laird menor de las montañas, el clan MacCumhaige nunca fue demasiado numeroso o prospero, pero él le dio un contexto completamente nuevo a las penurias sufridas por su gente. Su afición a la bebida no sólo trajo vergüenza al clan, sino que grandes perdidas a su precaria economía de subsistencia, en un desesperado intento por resolver su situación contrajo nupcias con una noble inglesa, bella como una ninfa según quienes aseguran haber sido agraciados por el placer de conocerla, y sin embargo irremediablemente “manchada” al haber huido con un chico de las cuadras de su padre cuando apenas florecía como mujer. No hace falta explicar que las cosas no resultaron bien para su juvenil romance, y que sus sueños de amor se rompieron cuando le impusieron aquel matrimonio con un hombre de tierras lejanas al que siquiera conocía. Si alguna vez tuvo esperanzas de felicidad estoy inclinado a creer que las perdió junto con algunos dientes en su primera golpiza.
Mi padre no era un hombre tierno, gentil o justo, era apenas un hombre con demasiados instintos, un perro de la pradera que vive bajo la única ley que realmente cuenta en la desolación del valle, la fuerza, en estos términos resulta natural que mi nacimiento lo ofendiera tanto.
De la muerte se elevo mi llanto una fría mañana en las highlands, ciego de nacimiento, débil y enfermizo, le faltaron palabras a mi padre para maldecirme. Nadie esperaba que viviera más de unos días y sin embargo viví los suficientes para conocer a mi primera mujer y saborear la adrenalina del asesinato, pero eso es adelantarme demasiado a los hechos.
Algunos atribuían mis deficiencias a las golpizas dadas a mi madre durante el embarazo, otros decían que ella detestaba tanto la idea de dar a luz a un cachorro MacCumhaige que intento abortarme con brebajes de hierbas, sea cual sea la verdad, la única que acepto es la verdad de esta obscuridad perpetua en la que vivo y la cual parece el reflejo exacto de mi corazón, tinieblas profundas y inacabables…
Despreciado por mi padre, debí aguzar mi ingenio desde temprano para moverme sin ayuda, usaba un bastón para detectar obstáculos en el suelo y me valía de mi audición para determinar la distancia y la dirección en que se encontraban las personas a mi alrededor, fue un aprendizaje difícil, aunque absolutamente necesario.
Ya era un muchacho cuando mi padre se dispuso a volver a prestarme su atención. Educado más como un criado que como un Laird apenas si sabía alguna cosa sobre gobernar un clan, repeler invasiones y robar mujeres de otros pueblos, pero mi padre mostró gran disposición para instruirme en todas aquellas complicadas artes, incentivándome con la solidez de sus enormes puños cada vez que fallaba en lo aprendido. Pese a ello hubo algo que le agradeceré eternamente, el momento en que puso en mis manos un cachorro para que lo adiestrara.
Conforme mi cachorro crecía descubrí que podía enseñarle mucho más que sólo rastrear, perseguir y recoger la presa, le enseñe a ser mis ojos. Aquella noble bestia se convirtió en una prolongación de mi mismo, pude prescindir del incomodo bastón y fiarme de sus sentidos más agudos a través de una comunicación de tacto y ladridos que vinieron a ser tan claros para mi como lo era el idioma que hablaba la gente.
Pese a no ser tan fuerte ni hábil esgrimiendo las gigantescas claymores como otros jóvenes, gane mi propio espacio entre los guerreros del clan, mi can se convirtió en mi espada, brutal y despiadada. Por primera vez experimentaba la dicha, no era ya el niño ciego sin propósito, sino un guerrero forjando sus primeras conquistas, me sentía lleno de confianza, el mundo era un cáliz dulce del que pensaba beber hasta la ultima gota.
Fui un tonto y estuve más ciego que nunca por causa de mi soberbia. Mientras hacia alarde de mi fuerza, alrededor mío se entretejía la traición.
Mi padre lanzo una condena de muerte sobre mí, el jamás deseo a mi madre o al hijo con rasgos extranjeros que ella le dio, un niño que se había negado a morir y ahora era un hombre que podía reclamar sus derechos por encima de los bastardos que el seguía fabricando en todo el valle. Cinco de sus hombres más diestros me emboscaron en el bosque cuando volvía de una cacería. Luche con toda la habilidad que poseía pero cuando mi perro fue abatido me encontré nuevamente perdido en la obscuridad.
De algún modo logre huir y esconderme en la espesura, gravemente herido comprendí que no viviría más que una noche, eso si las bestias no me hallaban antes guiados por el aroma de mi sangre.
Prometí que no descansaría hasta vengarme por esa traición, el diablo debería esperar por mi alma hasta que cada MacCumhaige pagase, una fantasía inútil que sin embargo me daba consuelo mientras las fuerzas me abandonaban. Casi había pasado al otro lado cuando el diablo en persona se presento a bailar conmigo.
Mi maestro era una criatura peculiar, no era especialmente amenazador, era todo huesos bajo una piel aterciopelada que se estiraba flexiblemente por toda su menuda anatomía, lo cual era todo lo que sabía de su aspecto, sin embargo era monstruosamente fuerte y peligrosamente inestable, tenía repentinos accesos de ira y parloteaba en diversos idiomas que entonces desconocía, a veces se sumía en silencio y quedaba así por noches enteras, otras adoptaba el comportamiento de las bestias y se movía a cuatro patas cazando animales u hombres, pero en ocasiones también era lucido, entonces se mostraba avergonzado e insistía en instruirme en el dominio de mis nuevas habilidades.
Me tomo algunos meses conocer el alcance de mi nuevo yo, aprender a cerrarme a la sobrecarga de sonidos y aromas, dominar mi fuerza, calcular mi velocidad, todo aguardando el momento de tomar mi revancha contra los MacCumhaige.
Finalmente llego el día que había estado esperando, caí sobre ellos en la obscuridad con la que tan familiarizado estaba, no deje escapar ningún hombre, mujer o niño. Me tome el tiempo al ocuparme de mi padre, lo oí suplicar e incluso elevar oraciones a todos los dioses que conocía, nada me conmovió… Antes de los primeros rayos del alba, el castillo y la aldea se habían convertido en una enorme pira funeraria, ya no quedaban más hijos de los perros de la pradera por lo que modifique mi apellido a sólo Cumhaige.
Permanecí junto a mi maestro algunas décadas más mientras su mente se disolvía, al final no era capaz ni de reconocerme por lo que decidí abandonarle en aquellos bosques donde él era apenas un animal más.
Viaje por el mundo aprendiendo otras lenguas, adopte nuevas costumbres e ideas, me convertí en un caballero de sociedad en cada época, siempre aficionado a la cría de canes.
Finalmente acabe en Paris, una ciudad que ya visite quizás unos siglos atrás, deseoso de saborear la sangre de pomposas damas de sociedad, aristocráticos caballeros, huérfanos andrajosos, hombres de trabajo, hacendosas amas de casa y experimentadas cortesanas, mi hambre es siempre constante, cada ciudad un bufé del cual disfrutar hasta hartarme.
Mi padre era un Laird menor de las montañas, el clan MacCumhaige nunca fue demasiado numeroso o prospero, pero él le dio un contexto completamente nuevo a las penurias sufridas por su gente. Su afición a la bebida no sólo trajo vergüenza al clan, sino que grandes perdidas a su precaria economía de subsistencia, en un desesperado intento por resolver su situación contrajo nupcias con una noble inglesa, bella como una ninfa según quienes aseguran haber sido agraciados por el placer de conocerla, y sin embargo irremediablemente “manchada” al haber huido con un chico de las cuadras de su padre cuando apenas florecía como mujer. No hace falta explicar que las cosas no resultaron bien para su juvenil romance, y que sus sueños de amor se rompieron cuando le impusieron aquel matrimonio con un hombre de tierras lejanas al que siquiera conocía. Si alguna vez tuvo esperanzas de felicidad estoy inclinado a creer que las perdió junto con algunos dientes en su primera golpiza.
Mi padre no era un hombre tierno, gentil o justo, era apenas un hombre con demasiados instintos, un perro de la pradera que vive bajo la única ley que realmente cuenta en la desolación del valle, la fuerza, en estos términos resulta natural que mi nacimiento lo ofendiera tanto.
De la muerte se elevo mi llanto una fría mañana en las highlands, ciego de nacimiento, débil y enfermizo, le faltaron palabras a mi padre para maldecirme. Nadie esperaba que viviera más de unos días y sin embargo viví los suficientes para conocer a mi primera mujer y saborear la adrenalina del asesinato, pero eso es adelantarme demasiado a los hechos.
Algunos atribuían mis deficiencias a las golpizas dadas a mi madre durante el embarazo, otros decían que ella detestaba tanto la idea de dar a luz a un cachorro MacCumhaige que intento abortarme con brebajes de hierbas, sea cual sea la verdad, la única que acepto es la verdad de esta obscuridad perpetua en la que vivo y la cual parece el reflejo exacto de mi corazón, tinieblas profundas y inacabables…
Despreciado por mi padre, debí aguzar mi ingenio desde temprano para moverme sin ayuda, usaba un bastón para detectar obstáculos en el suelo y me valía de mi audición para determinar la distancia y la dirección en que se encontraban las personas a mi alrededor, fue un aprendizaje difícil, aunque absolutamente necesario.
Ya era un muchacho cuando mi padre se dispuso a volver a prestarme su atención. Educado más como un criado que como un Laird apenas si sabía alguna cosa sobre gobernar un clan, repeler invasiones y robar mujeres de otros pueblos, pero mi padre mostró gran disposición para instruirme en todas aquellas complicadas artes, incentivándome con la solidez de sus enormes puños cada vez que fallaba en lo aprendido. Pese a ello hubo algo que le agradeceré eternamente, el momento en que puso en mis manos un cachorro para que lo adiestrara.
Conforme mi cachorro crecía descubrí que podía enseñarle mucho más que sólo rastrear, perseguir y recoger la presa, le enseñe a ser mis ojos. Aquella noble bestia se convirtió en una prolongación de mi mismo, pude prescindir del incomodo bastón y fiarme de sus sentidos más agudos a través de una comunicación de tacto y ladridos que vinieron a ser tan claros para mi como lo era el idioma que hablaba la gente.
Pese a no ser tan fuerte ni hábil esgrimiendo las gigantescas claymores como otros jóvenes, gane mi propio espacio entre los guerreros del clan, mi can se convirtió en mi espada, brutal y despiadada. Por primera vez experimentaba la dicha, no era ya el niño ciego sin propósito, sino un guerrero forjando sus primeras conquistas, me sentía lleno de confianza, el mundo era un cáliz dulce del que pensaba beber hasta la ultima gota.
Fui un tonto y estuve más ciego que nunca por causa de mi soberbia. Mientras hacia alarde de mi fuerza, alrededor mío se entretejía la traición.
Mi padre lanzo una condena de muerte sobre mí, el jamás deseo a mi madre o al hijo con rasgos extranjeros que ella le dio, un niño que se había negado a morir y ahora era un hombre que podía reclamar sus derechos por encima de los bastardos que el seguía fabricando en todo el valle. Cinco de sus hombres más diestros me emboscaron en el bosque cuando volvía de una cacería. Luche con toda la habilidad que poseía pero cuando mi perro fue abatido me encontré nuevamente perdido en la obscuridad.
De algún modo logre huir y esconderme en la espesura, gravemente herido comprendí que no viviría más que una noche, eso si las bestias no me hallaban antes guiados por el aroma de mi sangre.
Prometí que no descansaría hasta vengarme por esa traición, el diablo debería esperar por mi alma hasta que cada MacCumhaige pagase, una fantasía inútil que sin embargo me daba consuelo mientras las fuerzas me abandonaban. Casi había pasado al otro lado cuando el diablo en persona se presento a bailar conmigo.
Mi maestro era una criatura peculiar, no era especialmente amenazador, era todo huesos bajo una piel aterciopelada que se estiraba flexiblemente por toda su menuda anatomía, lo cual era todo lo que sabía de su aspecto, sin embargo era monstruosamente fuerte y peligrosamente inestable, tenía repentinos accesos de ira y parloteaba en diversos idiomas que entonces desconocía, a veces se sumía en silencio y quedaba así por noches enteras, otras adoptaba el comportamiento de las bestias y se movía a cuatro patas cazando animales u hombres, pero en ocasiones también era lucido, entonces se mostraba avergonzado e insistía en instruirme en el dominio de mis nuevas habilidades.
Me tomo algunos meses conocer el alcance de mi nuevo yo, aprender a cerrarme a la sobrecarga de sonidos y aromas, dominar mi fuerza, calcular mi velocidad, todo aguardando el momento de tomar mi revancha contra los MacCumhaige.
Finalmente llego el día que había estado esperando, caí sobre ellos en la obscuridad con la que tan familiarizado estaba, no deje escapar ningún hombre, mujer o niño. Me tome el tiempo al ocuparme de mi padre, lo oí suplicar e incluso elevar oraciones a todos los dioses que conocía, nada me conmovió… Antes de los primeros rayos del alba, el castillo y la aldea se habían convertido en una enorme pira funeraria, ya no quedaban más hijos de los perros de la pradera por lo que modifique mi apellido a sólo Cumhaige.
Permanecí junto a mi maestro algunas décadas más mientras su mente se disolvía, al final no era capaz ni de reconocerme por lo que decidí abandonarle en aquellos bosques donde él era apenas un animal más.
Viaje por el mundo aprendiendo otras lenguas, adopte nuevas costumbres e ideas, me convertí en un caballero de sociedad en cada época, siempre aficionado a la cría de canes.
Finalmente acabe en Paris, una ciudad que ya visite quizás unos siglos atrás, deseoso de saborear la sangre de pomposas damas de sociedad, aristocráticos caballeros, huérfanos andrajosos, hombres de trabajo, hacendosas amas de casa y experimentadas cortesanas, mi hambre es siempre constante, cada ciudad un bufé del cual disfrutar hasta hartarme.
DATOS EXTRA
Poseo dos magníficos ejemplares de gran danés que me acompañan todo el tiempo, jamás me despego de su compañía. Responden al nombre de Ares y Hades respectivamente, los acostumbre a alimentarse con los restos de mis victimas y están entrenados para el combate.
- Spoiler:
gracias a αgusτınα• de sourcecode
Colin Cumhaige- Vampiro Clase Alta
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Re: Colin Cumhaige
FICHA APROBADA
Bienvenido a Victorian Vampires
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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