AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Encounter? [Privado]
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¿Encounter? [Privado]
Abrir los ojos, encontrarte en la habitación en donde duermes todas las noches, era algo común para muchas personas, era lo cotidiano, lo simple, sencillo, como se quiera llamar. Katiuska no sabía cuántos días había pasado desde la última vez que había dormido tan bien, sabía que Anastasia no había tomado su cuerpo. ¡Lo sabia! ¿Cómo? Este estaba descansado, no se sentía fatigado. No era un pedazo de masa que se mueve con dificultad. Pobre cuerpo, lo que debía soportar, noches, largas noches, despierto por la voluntad de su dueña. ¿Ella era la dueña de aquel cuerpo?... todo para que Anastasia no pudiera volver otra vez a tomarlo a destruir todo lo que Kat había formado con el sudor de su sangre, edificado delicadamente con sus manos, para que ella viniera a destruirla con sus mismos pies.
Pero no, ahora no estaba, había ido hace unos días a un brujo para que la hipnotizara, le había contado sus problemas de pies a cabeza, le había confesado todo como si fuera un padre en medio de una sesión en el confesionario, pero aquel hombre no era un religioso, Katiuska tampoco lo era, pues no podía creer que alguien que estuviera arriba, le hubiera hecho aquello. ¿Lo odiaba? Con todas sus fuerzas, lo maldecía cada segundo de su existencia, al igual que todos aquellos seres que le deseaban hacer mal. Ya había dormido tres días seguidos, eso era un record para ella, esta era la tercera vez, su rostro tomo un brillo extraño, encantador y rejuvenecedor. Había detallado que las bolsas oscuras debajo de sus ojos se habían ido y su mirada amargada y apagada, había tomado una forma tranquila, alegre, relajada. El cuerpo estaba descansado, estaba feliz, los ojos brillosos le decían a Kat que estaba viva y rejuvenecida.
Solo esperaba ser la única que viera todo aquello…
La esperanza era lo último que se perdía, eso era lo último que ella iba a perder, mientras, estaba tranquila, confiada de que aquel remedio iba funcionar. Paso un día tranquilo en aquella gran mansión en donde trabajaba, su jefe era un vampiro, ella estaba consciente de ello, así que por el día se encargaba de todo lo necesario para que él estuviera de noche a gusto, la ropa que se iba a poner, a donde debía ir, otra muda de ropa si se ensuciaba; algo que siempre sucedía. Alimentad a los caballos que empujarían el carruaje, ver que el carruaje fuera del agrado de Antoline. Aunque no fuera su responsabilidad, todo lo vigilaba, si veía que algo estaba bien, sonriera y se aparataba, pero si algo no estaba correcto amablemente pedía que lo cambiara. Pocas personas, empleados, sabía que Antoline era un vampiro, era ella y una anciana, una mujer ya mayor, que parecía ser la niñera de su jefe.
Hoy no iría con él a sus encuentros, en ocasiones ella tranquilamente lo acompañaba, no como una moza, por alguna razón, ninguno de los dos se sentía físicamente atraído por el otro y era mejor así. Se podría pensar que aquella jovencita era asexual, pues nunca se le veía interesada en ningún hombre o mujer. Antoline le había regalado un boleto para el teatro, iban a presentar un ballet, el había olvidado el nombre de la función, pero lo único que sabía era que el lugar donde se sentaría seria un muy buen puesto. Ella no podía rechazar nada, se inclino dándole las gracias, para luego desaparecer de su presencia.
No le gustaba ir a esos lugares con sus trapos normales, la otra empleada le había dado un hermoso vestido azul pastel, no estaba segura de aquello, pero amablemente lo acepto. La falda era pomposa, como de aquellas hermosa mujeres de alta clase, el corsé. ¡Oh! Tenía tantos detalles, que se tuvo que regañar mentalmente para no quedarse atónita dibujando con sus finos dedos cada figura que sentía, tenía varios tonos de azules, uno más claro que parecía blanco, pero no era blanco, era un azul, uno más oscuro y otro aun más oscuro, pero lo impresionante era que todos a la vista eran suave y no molestaban. Su cabello fue recogido para hacer un moño, en donde cayeron algunos mechones, pero rápidamente los volvieron a fijar, su rostro se había despejado e iluminado más, con un poco de maquillaje, se había convertido en una extraña flor.
No se reconocía, no sabía quién era. se toco la parte del busto buscando el movimiento de su corazón, deseaba sentir con sus dedos como su pecho palpitaba, cuando lo sintió suspiro aliviada, la mujer se quedo un poco extrañada, pero rápidamente Kat volteo para sonreírle y decirle que nada había sucedido, ella se alegro y termino de ajustar unos detalles. Tomo el carruaje que le habían provisto, se sintió apenada con Antoline, pero este solamente la regaño y la mando dentro del móvil. Tenía tiempo que no caminaba por las calles de parís, este cuerpo siempre lo hacía, pero ella no. Detuvo al hombre a dos cuadras del teatro –Me quedare aquí- dijo con una voz suave, tranquila y aterciopelada –Búsqueme luego en el teatro cuando la función acabe, como a las 12 más o menos- indico ella y el hombre asintió. Ella se bajo cuando este le abrió la puerta y se quedo en medio de una calle algo oscura, pero iluminada por los faroles y las tiendas que aun seguían abierta, eran aproximadamente las siete de las noche, la oscuridad habría abrazado a parís, hace unas horas y ella no le temía a la noche y lo que viniera con ella.
Pero no, ahora no estaba, había ido hace unos días a un brujo para que la hipnotizara, le había contado sus problemas de pies a cabeza, le había confesado todo como si fuera un padre en medio de una sesión en el confesionario, pero aquel hombre no era un religioso, Katiuska tampoco lo era, pues no podía creer que alguien que estuviera arriba, le hubiera hecho aquello. ¿Lo odiaba? Con todas sus fuerzas, lo maldecía cada segundo de su existencia, al igual que todos aquellos seres que le deseaban hacer mal. Ya había dormido tres días seguidos, eso era un record para ella, esta era la tercera vez, su rostro tomo un brillo extraño, encantador y rejuvenecedor. Había detallado que las bolsas oscuras debajo de sus ojos se habían ido y su mirada amargada y apagada, había tomado una forma tranquila, alegre, relajada. El cuerpo estaba descansado, estaba feliz, los ojos brillosos le decían a Kat que estaba viva y rejuvenecida.
Solo esperaba ser la única que viera todo aquello…
La esperanza era lo último que se perdía, eso era lo último que ella iba a perder, mientras, estaba tranquila, confiada de que aquel remedio iba funcionar. Paso un día tranquilo en aquella gran mansión en donde trabajaba, su jefe era un vampiro, ella estaba consciente de ello, así que por el día se encargaba de todo lo necesario para que él estuviera de noche a gusto, la ropa que se iba a poner, a donde debía ir, otra muda de ropa si se ensuciaba; algo que siempre sucedía. Alimentad a los caballos que empujarían el carruaje, ver que el carruaje fuera del agrado de Antoline. Aunque no fuera su responsabilidad, todo lo vigilaba, si veía que algo estaba bien, sonriera y se aparataba, pero si algo no estaba correcto amablemente pedía que lo cambiara. Pocas personas, empleados, sabía que Antoline era un vampiro, era ella y una anciana, una mujer ya mayor, que parecía ser la niñera de su jefe.
Hoy no iría con él a sus encuentros, en ocasiones ella tranquilamente lo acompañaba, no como una moza, por alguna razón, ninguno de los dos se sentía físicamente atraído por el otro y era mejor así. Se podría pensar que aquella jovencita era asexual, pues nunca se le veía interesada en ningún hombre o mujer. Antoline le había regalado un boleto para el teatro, iban a presentar un ballet, el había olvidado el nombre de la función, pero lo único que sabía era que el lugar donde se sentaría seria un muy buen puesto. Ella no podía rechazar nada, se inclino dándole las gracias, para luego desaparecer de su presencia.
No le gustaba ir a esos lugares con sus trapos normales, la otra empleada le había dado un hermoso vestido azul pastel, no estaba segura de aquello, pero amablemente lo acepto. La falda era pomposa, como de aquellas hermosa mujeres de alta clase, el corsé. ¡Oh! Tenía tantos detalles, que se tuvo que regañar mentalmente para no quedarse atónita dibujando con sus finos dedos cada figura que sentía, tenía varios tonos de azules, uno más claro que parecía blanco, pero no era blanco, era un azul, uno más oscuro y otro aun más oscuro, pero lo impresionante era que todos a la vista eran suave y no molestaban. Su cabello fue recogido para hacer un moño, en donde cayeron algunos mechones, pero rápidamente los volvieron a fijar, su rostro se había despejado e iluminado más, con un poco de maquillaje, se había convertido en una extraña flor.
No se reconocía, no sabía quién era. se toco la parte del busto buscando el movimiento de su corazón, deseaba sentir con sus dedos como su pecho palpitaba, cuando lo sintió suspiro aliviada, la mujer se quedo un poco extrañada, pero rápidamente Kat volteo para sonreírle y decirle que nada había sucedido, ella se alegro y termino de ajustar unos detalles. Tomo el carruaje que le habían provisto, se sintió apenada con Antoline, pero este solamente la regaño y la mando dentro del móvil. Tenía tiempo que no caminaba por las calles de parís, este cuerpo siempre lo hacía, pero ella no. Detuvo al hombre a dos cuadras del teatro –Me quedare aquí- dijo con una voz suave, tranquila y aterciopelada –Búsqueme luego en el teatro cuando la función acabe, como a las 12 más o menos- indico ella y el hombre asintió. Ella se bajo cuando este le abrió la puerta y se quedo en medio de una calle algo oscura, pero iluminada por los faroles y las tiendas que aun seguían abierta, eran aproximadamente las siete de las noche, la oscuridad habría abrazado a parís, hace unas horas y ella no le temía a la noche y lo que viniera con ella.
Katiuska Roslyakova- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/06/2012
Localización : Por donde Anastasia quiera estar
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Re: ¿Encounter? [Privado]
¡¿Un ballet!? ¿Él teniendo que ir a ver una obra de ballet? ¿Qué clase de ridículo juego era este? De hecho, y por primera vez en mucho tiempo, deseaba no tener responsabilidad alguna, solo ser Eiji, el segundo, el que no tenía todo el peso bajo sus hombros. Incluso, aunque fuese difícil para él admitirlo, también extrañaba al desgraciado de Sousuke. No entendía muy bien los motivos que le habían llevado a… desaparecer de aquel modo, todos sabían que a pesar de los celos de Eiji, Sou era el indicado para llevar los negocios de la familia no él, que jamás había metido sus narices en esos asuntos hasta que ahora se le estrellaban en la cara. ¿Por qué todo tenía que ser tan complejo, maldición?
Iracundo, y prácticamente humillado, le dio un par de golpes al escritorio que le había sido legado, aunque aquello no fuese a solucionar su problema era como si le diera el impulso para tomar una decisión. Se llevó una mano a la nuca para acariciar esos músculos adoloridos de tanto estar con la nariz metida en números y papeleo, como queriendo consolarse a sí mismo dado que no parecía no tener otra opción.
Aquellas dos entradas que sobresalían ligeramente de ese esmerado sobre que contenía la invitación completa. Ya había decidido sacrificarse, pero aun faltaba algo ¿A quién demonios iba a llevar? Tenía “amigas” pero ninguna con la clase como para ir a un evento como ese, las mujeres del servicio mucho menos, Alessa ni pensarlo porque le cobraría cada segundo que tuviese que pasar tomada de su brazo. Bueno, quizás no habría demasiado deshonor si llegaba solo, o si le caía a alguna mujer en el mismo lugar, convenciéndola de acompañarlo, el asunto era llegar.
Fuera de todo lo habitual, no escogió ropas occidentales ¿Por qué? La verdad es que no tenía ni la más mínima idea, quizás era porque hubiese sido lo que su hermano habría hecho, ir con todo su orgullo sin importar en absoluto lo que la gente pensara de él, incluso, esperando señales de admiración y cabezas que se voltearan a verlo. Sí, en estos momentos de transición lo que necesitaba era parecerse a él.
Con ayuda de una de las doncellas, una que no había visto antes y que por cierto resultaba algo torpe a la hora de ayudarle con los ropajes japoneses, terminó de vestirse, tras lo cual le ordenó que se retirara. Necesitaba privacidad para verse en el espejo, para encontrarse en él, para asumir que era él quien ahora lideraba el clan Asakura.
Alzó la cabeza y juntó la seguridad que le faltaba. Justo a tiempo porque de inmediato el mayordomo golpeó la puerta de su habitación para hacerle saber que el carruaje ya se encontraba preparado. Suspiró y alisó unas inexistentes arrugas del kimono y se dispuso a salir de su residencia con casi una hora de anticipación, cuando el sol aun era relativamente dañino, pero era necesario debido a lo lejos que se encontraba del centro de París.
En lo que llevaba de viaje calculó que ya no debiesen de quedar vestigios de luz en el exterior, por lo que se aventuró a correr una de las cortinas del carruaje para contemplar el activo ambiente parisino, encontrándose con la sorpresa de que había transcurrido más tiempo del que había calculado, dado que ya se encontraba a apenas unos minutos del gran teatro.
Solo entonces su mente comenzó a elucubrar alguna excusa por haber llegado sin compañía, lo que a la larga daría menos inconvenientes que abordar a alguna mujer de la nada, o al menos ese era el plan cuando por fin se baja del carruaje y daba ordenes de que volvieran por él a la media noche. Miró su reloj de bolsillo y aun faltaban quince minutos para que abrieran las puertas al público asistente y por lo tanto para encontrarse con los sujetos con que debía cerrar aquel trato de negocios, cuya condición era que asistiera a la obra.
Pasados otros cuantos minutos su impaciencia comenzaba a desesperarlo, sobretodo porque había demasiada gente alrededor, por eso mientras descuidadamente daba varios pasos atrás, entretenido observando su reloj de bolsillo, acabó estrellándose suavemente contra alguien. Masculló entre dientes antes de voltearse para pedir disculpas, pero nada pudo salir de su garganta frente a aquella increíble imagen.
Quedó literalmente con la boca abierta, de hecho, de haber podido moverse se hubiese frotado los ojos o pellizcado para saber si era real o una simple fantasía. Porque si bien el jamás soñaba, esto debía ser lo más cercano a un sueño – Tú – fue la única y forzada palabra que consiguió decir, una que de cierto modo también demostraba un poco de desdén, porque después de todo aquel lío de la última vez, verla de este modo le llevaba a la conclusión de que aquello de la muchacha loca no había sido más que un juego suyo, juego en que él había caído sin darse cuenta.
Iracundo, y prácticamente humillado, le dio un par de golpes al escritorio que le había sido legado, aunque aquello no fuese a solucionar su problema era como si le diera el impulso para tomar una decisión. Se llevó una mano a la nuca para acariciar esos músculos adoloridos de tanto estar con la nariz metida en números y papeleo, como queriendo consolarse a sí mismo dado que no parecía no tener otra opción.
Aquellas dos entradas que sobresalían ligeramente de ese esmerado sobre que contenía la invitación completa. Ya había decidido sacrificarse, pero aun faltaba algo ¿A quién demonios iba a llevar? Tenía “amigas” pero ninguna con la clase como para ir a un evento como ese, las mujeres del servicio mucho menos, Alessa ni pensarlo porque le cobraría cada segundo que tuviese que pasar tomada de su brazo. Bueno, quizás no habría demasiado deshonor si llegaba solo, o si le caía a alguna mujer en el mismo lugar, convenciéndola de acompañarlo, el asunto era llegar.
Fuera de todo lo habitual, no escogió ropas occidentales ¿Por qué? La verdad es que no tenía ni la más mínima idea, quizás era porque hubiese sido lo que su hermano habría hecho, ir con todo su orgullo sin importar en absoluto lo que la gente pensara de él, incluso, esperando señales de admiración y cabezas que se voltearan a verlo. Sí, en estos momentos de transición lo que necesitaba era parecerse a él.
Con ayuda de una de las doncellas, una que no había visto antes y que por cierto resultaba algo torpe a la hora de ayudarle con los ropajes japoneses, terminó de vestirse, tras lo cual le ordenó que se retirara. Necesitaba privacidad para verse en el espejo, para encontrarse en él, para asumir que era él quien ahora lideraba el clan Asakura.
Alzó la cabeza y juntó la seguridad que le faltaba. Justo a tiempo porque de inmediato el mayordomo golpeó la puerta de su habitación para hacerle saber que el carruaje ya se encontraba preparado. Suspiró y alisó unas inexistentes arrugas del kimono y se dispuso a salir de su residencia con casi una hora de anticipación, cuando el sol aun era relativamente dañino, pero era necesario debido a lo lejos que se encontraba del centro de París.
En lo que llevaba de viaje calculó que ya no debiesen de quedar vestigios de luz en el exterior, por lo que se aventuró a correr una de las cortinas del carruaje para contemplar el activo ambiente parisino, encontrándose con la sorpresa de que había transcurrido más tiempo del que había calculado, dado que ya se encontraba a apenas unos minutos del gran teatro.
Solo entonces su mente comenzó a elucubrar alguna excusa por haber llegado sin compañía, lo que a la larga daría menos inconvenientes que abordar a alguna mujer de la nada, o al menos ese era el plan cuando por fin se baja del carruaje y daba ordenes de que volvieran por él a la media noche. Miró su reloj de bolsillo y aun faltaban quince minutos para que abrieran las puertas al público asistente y por lo tanto para encontrarse con los sujetos con que debía cerrar aquel trato de negocios, cuya condición era que asistiera a la obra.
Pasados otros cuantos minutos su impaciencia comenzaba a desesperarlo, sobretodo porque había demasiada gente alrededor, por eso mientras descuidadamente daba varios pasos atrás, entretenido observando su reloj de bolsillo, acabó estrellándose suavemente contra alguien. Masculló entre dientes antes de voltearse para pedir disculpas, pero nada pudo salir de su garganta frente a aquella increíble imagen.
Quedó literalmente con la boca abierta, de hecho, de haber podido moverse se hubiese frotado los ojos o pellizcado para saber si era real o una simple fantasía. Porque si bien el jamás soñaba, esto debía ser lo más cercano a un sueño – Tú – fue la única y forzada palabra que consiguió decir, una que de cierto modo también demostraba un poco de desdén, porque después de todo aquel lío de la última vez, verla de este modo le llevaba a la conclusión de que aquello de la muchacha loca no había sido más que un juego suyo, juego en que él había caído sin darse cuenta.
Eiji Asakura- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/12/2011
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Re: ¿Encounter? [Privado]
Había llegado a su destino, nerviosa, eso era lo que estaba, pues aunque tuviera los mejores vestidos cubriendo su desnudez, no era más que una simple sirvienta, la esclava de un inmortal. Pero ya las personas no podían creer en lo que veían, el ser humano siempre había sido así, se confiaba en sus ojos y perdida las razones. Perdiera era ella, que caminaba entre las personas sin ser notaba, claro no le molestaba para nada, sabía que Anastasia estuviera sonriendo y buscando algún hombre para poder seducir con el cuerpo ruso que tenía en su poder, pero no era Anastasia, en los zapatos estaba más que nadie, la reina de la noche era aquella joven leal, que no buscaría escapar por nada del mundo a la que le gustaba ser esclava de alguien porque se sentía útil en la vida.
Katiuska, recuerda ese nombre, no lo olvides, en esta noche nadie se interpondrá en mi felicidad. ¿Cuál felicidad tienes? Eres un objeto que se mueve de un lado a otro cuando se lo ordenan. Tu rostro, Kat, mira tu rostro. Giro sin querer hacia la vitrina en donde el rostro de ella se reflejaba con claridad, en ese lugar vio un rostro apático, lleno de aburrimiento y tal vez más tristeza de la que en verdad tenía en el interior. También lo vez, no eres ciega, no lo somos, aunque busques decir que en un evento entretenido, estas aburrida. Entrecerró sus ojos, no la quería escuchar, no la dejaría salir. Dejo salir un leve jadeo mientras sutilmente se llevaba la mano a su cabeza, mientras con sus ojos entrecerrados retrocedía de aquel reflejo. Un empujón la llevo hacia adelante, por unos momentos se asusto, tal vez era una señal, pero giro su cuerpo y se dio cuenta que solamente era otro distraído.
Abrió sus ojos, con deseos de pedir disculpas por su torpeza, pero comenzaba a sentir ansiedad, unos pequeños mareos la azotaban, que no dejaban que formulara algo. Noto que los ojos del contrario tenían rasgos diferentes, eran más finos y parecía asombrado. ¿Tenía algo malo ella? se cuestiono, retrocediendo levemente mientras bajaba la mirada apenada, sus manos se entrelazaron suavemente hasta que tuvo la sensación de que aquel hombre la conocía, pero ella no lo había visto. ¿Lo conoces?, no lo conozco. ¿De dónde es? Sus ojos son interesantes… tal vez yo pueda, no quiero oírte…
Suspiro suavemente mientras sus cabellos se movían dulcemente, haciendo que cierto aroma quedara impregnado en el aire –Lo siento, señor- dijo en su perfecto francés mientras se inclinaba, siempre con la mirada baja – Espero no haber molestado demasiado…- alzo su mirada para volver a verlo, pero rápidamente la bajo, ya tenía grabado su rostro, estaba segura que nunca lo olvidaría, pues era la primera vez que veía a alguien así y menos vestido así, sonrió levemente para dar sus pasos hacia donde estaba la muchedumbre completa, pues comenzaba a sentir la necesidad de perderse entre ellas y así tal vez sentirse libre y sin ataduras, pero ella amaba las ataduras. Eres muy contradictoria Kat, mas que yo… el ruido la opacaba, por eso se iba hacia donde había gente hablando, riendo y bebiendo elegantemente, porque la muchedumbre ahuyentaba a los demonios era como la pureza para ellos…
Katiuska, recuerda ese nombre, no lo olvides, en esta noche nadie se interpondrá en mi felicidad. ¿Cuál felicidad tienes? Eres un objeto que se mueve de un lado a otro cuando se lo ordenan. Tu rostro, Kat, mira tu rostro. Giro sin querer hacia la vitrina en donde el rostro de ella se reflejaba con claridad, en ese lugar vio un rostro apático, lleno de aburrimiento y tal vez más tristeza de la que en verdad tenía en el interior. También lo vez, no eres ciega, no lo somos, aunque busques decir que en un evento entretenido, estas aburrida. Entrecerró sus ojos, no la quería escuchar, no la dejaría salir. Dejo salir un leve jadeo mientras sutilmente se llevaba la mano a su cabeza, mientras con sus ojos entrecerrados retrocedía de aquel reflejo. Un empujón la llevo hacia adelante, por unos momentos se asusto, tal vez era una señal, pero giro su cuerpo y se dio cuenta que solamente era otro distraído.
Abrió sus ojos, con deseos de pedir disculpas por su torpeza, pero comenzaba a sentir ansiedad, unos pequeños mareos la azotaban, que no dejaban que formulara algo. Noto que los ojos del contrario tenían rasgos diferentes, eran más finos y parecía asombrado. ¿Tenía algo malo ella? se cuestiono, retrocediendo levemente mientras bajaba la mirada apenada, sus manos se entrelazaron suavemente hasta que tuvo la sensación de que aquel hombre la conocía, pero ella no lo había visto. ¿Lo conoces?, no lo conozco. ¿De dónde es? Sus ojos son interesantes… tal vez yo pueda, no quiero oírte…
Suspiro suavemente mientras sus cabellos se movían dulcemente, haciendo que cierto aroma quedara impregnado en el aire –Lo siento, señor- dijo en su perfecto francés mientras se inclinaba, siempre con la mirada baja – Espero no haber molestado demasiado…- alzo su mirada para volver a verlo, pero rápidamente la bajo, ya tenía grabado su rostro, estaba segura que nunca lo olvidaría, pues era la primera vez que veía a alguien así y menos vestido así, sonrió levemente para dar sus pasos hacia donde estaba la muchedumbre completa, pues comenzaba a sentir la necesidad de perderse entre ellas y así tal vez sentirse libre y sin ataduras, pero ella amaba las ataduras. Eres muy contradictoria Kat, mas que yo… el ruido la opacaba, por eso se iba hacia donde había gente hablando, riendo y bebiendo elegantemente, porque la muchedumbre ahuyentaba a los demonios era como la pureza para ellos…
Katiuska Roslyakova- Humano Clase Baja
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Re: ¿Encounter? [Privado]
De todas las palabras que pudieron haber sido dichas, de todas las combinaciones posibles ¿Solo eso? ¿No diría algo más que hiciera que los recuerdos anteriores cuadraran con este momento? La muchacha perdida y arrogante de la ocasión anterior no se hubiese disculpado de esa forma tan dolorosamente honesta, y seguro jamás le hubiese tratado de forma tan correcta. ¿Será que no lo recordaba? Fue lo primero que Eiji pensó, pero luego la opción de creer en aquel extraño rasgo suyo, que no sabía si llamar desdoblamiento o esquizofrenia, comenzó a tomarse su pecho.
No acostumbraba a confiar en las personas, mucho menos a creerles, pero aun en los ojos de aquella mujer tan turbia que otrora había estado implorando su muerte podía ver atisbos de verdad, pero que eran diferentes a los que habían en la joven del vestido azul.
De un tiempo a esta parte había adquirido la manía de hacer que todo cuadrara, que todo tuviese una causa identificable y un efecto anticipado, porque la sensación de que las cosas salían de su control era aterrador… sentir que el esfuerzo de todos los que estuvieron en su lugar antes de él fuese a desmoronarse por un error suyo… No. Pero esta era una especie de desconcierto diferente, que podía aventurarse incluso a catalogarlo de agradable.
Cuando la muchacha alzó la mirada pudo ver fugazmente aquella sonrisa que acabó por paralizarlo. Olvidó la muchedumbre que había alrededor, olvidó por qué demonios estaba en un lugar como este y por un momento, casi se olvidó de sí mismo. Solo consiguió reaccionar cuando aquella visión comenzó a perderse entre la gente, haciéndolo alarmarse, cómo si no fuese más que un endeble humano. Respiró profundo un par de veces con la mente en blanco de excusas y se abrió paso entre vestidos y levitas hasta que consiguió poner con suavidad una mano en su hombro.
¿¡Y qué mierda iba a decir ahora!? ¡Era un vampiro, un maldito vampiro, no un adolescente con poco control sobre sus hormonas! No sabía dónde había dejado toda esa seguridad e indiferencia tan propia de él, estaba aterrado, aunque no lo fuese a reconocer ni ahora ni nunca, por eso dejó que un leve esbozo de sonrisa se dibujara en sus labios – La última vez... – ¿Acaso hubo una última vez? Esa muchacha, o al menos en ese estado, ni siquiera lo había mirado a los ojos, había sido la otra, la arrogante, con quien había discutido y pese a que no le apetecía mencionarla en absoluto, de no hacerlo seguramente parecería un loco de remate más – No tuve la oportunidad de hablar contigo - ¿En serio? ¿Eso es todo lo que se le ocurría decir?
Había seducido a incontables mujeres, aun antes de convertirse en el ser detestable que era ahora, y siempre había sido elocuente en ello, pero en esta ocasión ninguna de esas tretas se le venían a la mente, de hecho, ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo ni qué era lo que esperaba obtener.
La vocecilla en su cabeza retumbaba diciéndole una y otra vez que se evitara problemas, que se diera la media vuelta y se largara porque no había motivos para relacionarse más con una mujer tan complicada, pero pese a la advertencia las palabras volvieron a brotar de sus labios – Aun tengo curiosidad por saber lo que Kat quiere – dijo de modo algo infantil, como si no fuese a ella a quien le estuviese hablando – Así que espero que nadie esté aguardando por ti – agregó con un poco de su carácter de siempre. Era un alivio encontrar la forma de volver a comportarse como él mismo, pero no era suficiente aun. Por eso sacó del dobladillo de sus ropas las dos entradas para el palco, se las enseñó esperando ilusamente que alcanzara a leerlas y de forma algo brusca, muy a su estilo, la tomó del brazo, pensando que después de todo venir a un tonto ballet no había sido tan mala idea.
No acostumbraba a confiar en las personas, mucho menos a creerles, pero aun en los ojos de aquella mujer tan turbia que otrora había estado implorando su muerte podía ver atisbos de verdad, pero que eran diferentes a los que habían en la joven del vestido azul.
De un tiempo a esta parte había adquirido la manía de hacer que todo cuadrara, que todo tuviese una causa identificable y un efecto anticipado, porque la sensación de que las cosas salían de su control era aterrador… sentir que el esfuerzo de todos los que estuvieron en su lugar antes de él fuese a desmoronarse por un error suyo… No. Pero esta era una especie de desconcierto diferente, que podía aventurarse incluso a catalogarlo de agradable.
Cuando la muchacha alzó la mirada pudo ver fugazmente aquella sonrisa que acabó por paralizarlo. Olvidó la muchedumbre que había alrededor, olvidó por qué demonios estaba en un lugar como este y por un momento, casi se olvidó de sí mismo. Solo consiguió reaccionar cuando aquella visión comenzó a perderse entre la gente, haciéndolo alarmarse, cómo si no fuese más que un endeble humano. Respiró profundo un par de veces con la mente en blanco de excusas y se abrió paso entre vestidos y levitas hasta que consiguió poner con suavidad una mano en su hombro.
¿¡Y qué mierda iba a decir ahora!? ¡Era un vampiro, un maldito vampiro, no un adolescente con poco control sobre sus hormonas! No sabía dónde había dejado toda esa seguridad e indiferencia tan propia de él, estaba aterrado, aunque no lo fuese a reconocer ni ahora ni nunca, por eso dejó que un leve esbozo de sonrisa se dibujara en sus labios – La última vez... – ¿Acaso hubo una última vez? Esa muchacha, o al menos en ese estado, ni siquiera lo había mirado a los ojos, había sido la otra, la arrogante, con quien había discutido y pese a que no le apetecía mencionarla en absoluto, de no hacerlo seguramente parecería un loco de remate más – No tuve la oportunidad de hablar contigo - ¿En serio? ¿Eso es todo lo que se le ocurría decir?
Había seducido a incontables mujeres, aun antes de convertirse en el ser detestable que era ahora, y siempre había sido elocuente en ello, pero en esta ocasión ninguna de esas tretas se le venían a la mente, de hecho, ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo ni qué era lo que esperaba obtener.
La vocecilla en su cabeza retumbaba diciéndole una y otra vez que se evitara problemas, que se diera la media vuelta y se largara porque no había motivos para relacionarse más con una mujer tan complicada, pero pese a la advertencia las palabras volvieron a brotar de sus labios – Aun tengo curiosidad por saber lo que Kat quiere – dijo de modo algo infantil, como si no fuese a ella a quien le estuviese hablando – Así que espero que nadie esté aguardando por ti – agregó con un poco de su carácter de siempre. Era un alivio encontrar la forma de volver a comportarse como él mismo, pero no era suficiente aun. Por eso sacó del dobladillo de sus ropas las dos entradas para el palco, se las enseñó esperando ilusamente que alcanzara a leerlas y de forma algo brusca, muy a su estilo, la tomó del brazo, pensando que después de todo venir a un tonto ballet no había sido tan mala idea.
Eiji Asakura- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Encounter? [Privado]
Siempre encontraba gente extraña, nunca se podría salvar de eso, tal vez porque ella era extraña y los, semejantes llegaban a encontrarse. No encontraba coherencia, pues su mente estaba en otro lugar, tratando de bloquear cualquier cosa que fuera referente con Anastasia, era un bloque momentáneo mientras estaba entre tanta gente. Amaba estar rodeada de caos, de sonidos, risas y movimientos, hacia que su mente se mantuviera ocupada, alejaba a los demonios que en su cabeza pudieran andar y era feliz. Fue como un corte repentino, que la llevo a la realidad, el tener a ese hombre al frente de ella, sujetándole el hombro. Katiuska miro la mano que le tomaba, con cierta firmeza, pero delicadeza a la vez, luego alzo la mirada, con aire de no comprender que era lo que estaba sucediendo en su cabeza, para tomarla de esa forma entre tanta muchedumbre, pero no dijo nada, no reacciono de manera violenta, solamente, se dedico a mirarlo mientras, para ella solamente hablaba incoherencias o eso era lo que ella quería pensar.
Miro hacia los lados. ¿La ultima vez?. Su mirada que proclamaba que creía en la locura del hombre de ojos exóticos, se desvaneció, mostrando una cara de asombro e incredulidad, ante lo que este le trataba de explicar ¿Hablar con ella? no entendía porque deseaba entablar conversación con ella —No lo entiendo— era cierto, no podía metérsele en la cabeza, como podría Anastasia ser tan imprudente al momento de estar con personas. ¿De qué forma se habían conocido? Estaba segura que había sido esa mujer, la que había provocado todo esta faena. La educación de kat, no le permitía alejarse, insultarlo o decirle lo que pensaba. ¿Por qué no sales anastasia? Arregla tus asuntos, déjame salir de esto. La buscaba en su interior, mientras sentía como era arrastrada por otro demonio más, hacia donde no quería estar, pero ella obediente, sumisa, caminaba, al son brusco del otro.
—No me voy a escapar…— dijo en tono bajo, mientras tonaba como toda la gente se quedaba viendo, claro de reojo, simulando que no fuera tan importante aquel acto escandaloso, a lo mejor estaban pensando que la jovencita se había portado mal, que había hecho algo inadecuado y por eso la trataban de aquella manera. Llegaron a ese palco, aun más elegante y privado del que le había tocado a Katiuska, ella se adentro, caminando despacio, tranquila, pero desesperada en su interior, pues notaba que anastasia no tenía intenciones de salir, es más, estaba en su cabeza, mucho silencio, algo extraño, casi milagroso.
Se sentó en el asiento, pomposo y suave, hundiéndose en el, para elegantemente, posar sus manos en las rodillas — Anastasia no quiere verlo - ¿acaso el seria su remedio para que ella no apareciera más? —Tengo curiosidad de saber que paso entre ustedes dos…— dijo en tono tranquilo. Por unos segundos pensó en algo mas intimo, más sexual y sus mejillas de tonalidad pálida, se volvieron rojizas por la vergüenza, que estaba pasando en esos momentos, de solo pensar, que con el hombre que estaba, en aquel palco solitario, podría ya conocer su cuerpo, cuando ella, ni siquiera sabía su nombre. Eso le recordaba también, que la sabia sobre su existencia, la había llamado “Kat”. Su curiosidad creció más, ahora era como un minino en busca de la muerte. Lo miraba atentamente, con deseos de que se explicara, de que fuera mas especifico.
Miro hacia los lados. ¿La ultima vez?. Su mirada que proclamaba que creía en la locura del hombre de ojos exóticos, se desvaneció, mostrando una cara de asombro e incredulidad, ante lo que este le trataba de explicar ¿Hablar con ella? no entendía porque deseaba entablar conversación con ella —No lo entiendo— era cierto, no podía metérsele en la cabeza, como podría Anastasia ser tan imprudente al momento de estar con personas. ¿De qué forma se habían conocido? Estaba segura que había sido esa mujer, la que había provocado todo esta faena. La educación de kat, no le permitía alejarse, insultarlo o decirle lo que pensaba. ¿Por qué no sales anastasia? Arregla tus asuntos, déjame salir de esto. La buscaba en su interior, mientras sentía como era arrastrada por otro demonio más, hacia donde no quería estar, pero ella obediente, sumisa, caminaba, al son brusco del otro.
—No me voy a escapar…— dijo en tono bajo, mientras tonaba como toda la gente se quedaba viendo, claro de reojo, simulando que no fuera tan importante aquel acto escandaloso, a lo mejor estaban pensando que la jovencita se había portado mal, que había hecho algo inadecuado y por eso la trataban de aquella manera. Llegaron a ese palco, aun más elegante y privado del que le había tocado a Katiuska, ella se adentro, caminando despacio, tranquila, pero desesperada en su interior, pues notaba que anastasia no tenía intenciones de salir, es más, estaba en su cabeza, mucho silencio, algo extraño, casi milagroso.
Se sentó en el asiento, pomposo y suave, hundiéndose en el, para elegantemente, posar sus manos en las rodillas — Anastasia no quiere verlo - ¿acaso el seria su remedio para que ella no apareciera más? —Tengo curiosidad de saber que paso entre ustedes dos…— dijo en tono tranquilo. Por unos segundos pensó en algo mas intimo, más sexual y sus mejillas de tonalidad pálida, se volvieron rojizas por la vergüenza, que estaba pasando en esos momentos, de solo pensar, que con el hombre que estaba, en aquel palco solitario, podría ya conocer su cuerpo, cuando ella, ni siquiera sabía su nombre. Eso le recordaba también, que la sabia sobre su existencia, la había llamado “Kat”. Su curiosidad creció más, ahora era como un minino en busca de la muerte. Lo miraba atentamente, con deseos de que se explicara, de que fuera mas especifico.
Katiuska Roslyakova- Humano Clase Baja
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Localización : Por donde Anastasia quiera estar
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