Adiós Bretaña, Hoy París [Alana Ferstein]

El viaje había resultado exitoso, sin demoras, sin distracciones, se trató de un viaje directo y sobre todo veloz. Tan rápido había sido el viaje que al inglés no le quedo ni tiempo para añorar su hogar, su clima brumoso, su insípida comida y su insípida gente, pero fuera como fuese Inglaterra, se trataba de su hogar, aquel lugar en el cual trabajo arduamente, ahora no lo vería nunca más, todo gracias a su condición no humana, que lo obligó a abandonar su tierra.

Malthus maldecía su suerte, maldecía cada instante, cada segundo de su existencia era dedicado para dirigir su odio a aquel ruinoso día, aquel lejano ayer de su infancia, en el cual su carácter de humano fue arrebatado por una criatura despiadada, despojado de su normalidad, arrebatado de los brazos de su familia, le la cálida sonrisa de su madre, y del resguardo de su padre que en paz descanse.

El camino boscoso llegaba a su fin y aquel sendero lodoso, repleto de baches y raíces cambió por un empedrado, y lo que eran troncos de arboles y ramas, fueron sustituidos por un paraje de muros, terrazas, ventanales, chimeneas, faros, gente y carrosas. Ruido, ruido por todas partes, gente hablando, ruedas rebotando en el empedrado, los silbatos de la policía sonando, los pregoneros del periódico voceando las mas importantes novedades del enclave. -Oh mi Inglaterra, cuando veré tus costas de nuevo" -Pensaba Wilhelm que abandonaba el interior del sucio vehículo. Miro a su izquierda, después a su derecha, repitió aquella acción unas tres veces, contempló las grandes edificaciones, echo un vistazo a la ocupada gente que recorría las calles con largas zancadas, entonces Wilhelm que estaba acostumbrado a su cabaña en medio del bosque, se sintió aplastado por el poco espacio que París ofrecía, sentía como si estuviese varios metros bajo tierra, sin ninguna ruta de escape, atascado en una sanja. El inglés trató de despejar su mente, sacudió su cabeza y caminó hacia adelante, sin rumbo fijo, simplemente movió sus pies, paso a paso, un pié delante del otro, un movimiento automatizado que no podía detener, estaba a merced de sus pies hasta que decidieron frenar su andar. Se detuvo en una esquina, a su derecha había un poste de gas que alumbraba delicadamente la calle, se encontró con que estaba solo, había abandonado la avenida principal y sin darse cuenta se dirigió a una calle algo olvidada. Estaba solo si... pero, que era esa sensación, había algo que lo inquietaba, como si algo estuviese tras el, pero ¿quién? o ¿qué? si al voltearse no había nadie, sería su imaginación... o tal vez el cansancio del viaje. Wilhelm inspecciono con la vista cada esquina de aquella calle una vez más, pero no encontró nada.

-Seguramente es efecto del viaje...