AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Falling of the Dark Kaiser
Recuerdo del primer mensaje :
Esta noche anuncia la tormenta. Una tormenta que solo está en el interior de las personas, pues el cielo fuera de estas habitaciones, más allá de estas nubes que convierten esta área en una noche eterna, está despejado, en todo el esplendor que el cálido sol puede otorgarlo.
Yudea... Para mi siempre ha sido un ser caprichoso, como un niño... pero con la fuerza que los años, que no han sido pocos, le han dado. Con un poder que yo no soy capaz de derrocar. Incluso he venido aqui hace no tanto tiempo, buscando las piezas de un pasado que olvidé y hoy quiero de vuelta; un vampiro como él, que no solo es astuto sino que tiene esa mente retorcida que le ha llevado hasta donde esta. Alguien a quien no le importan muchas cosas, pero debo admitir que he notado que incluso él es capaz de sentir apego a algo.
Kendal ha sido el encargado de devolverme las piezas de mi pasado. No creo en cosas como esa, pero él lo hace y eso es suficiente. Dicen que los vampiros no poseemos ya un alma. Así que su estrategia para hacer que lo que está oculto en mi mente salga a flote es devolverme eso que llaman justamente "alma". Existen los riesgos, según entiendo, pero ha decidido esto por lo que ha sucedido con Kazu cuando se la han devuelto, cree que esta vez, en mí, no tendrán los efectos que se mostraron en él con su personalidad dividida. Si me preguntan tengo mis dudas.
Pero confío en Kendal, no solo ya era un hombre comprometido y habilidoso con las artes mágicas, Yudea le ha dado incluso un poder más inmenso. Puedo callarlo, pero al verle esa noche cuando bajé a verle en su celda para pedirle esto con el consentimiento de Yudea he visto lo que ha hecho. Le ha otorgado el conocimiento que ha recolectado durante todo este tiempo. Kendal por mucho debe haber sido como un regalo de los dioses para él. Durante siglos, ha capturado y mantenido a brujos como él. Al primero le hizo escribir en un libro todo lo que sabía, pero siendo que él no podría utilizarlo directamente, les mantenía con él para que cumplieran sus caprichos... Aquello que como vampiros no podríamos lograr. Por eso tiene todas esas pociones y otras cosas a su disposición. Bastante útiles en ocasiones, debo agregar. Después, cuando ese hombre murió, ha terminado por encontrar a otro y le ha hecho aprender lo que sabía el anterior, para conseguir que este pudiese aportar algo más a ese mismo libro. No tengo idea durante cuántas generaciones lo ha hecho, pero sé que no han sido pocas, ese libro en la celda de Kendal, estoy seguro que ha sido transcrito muchas veces. Quien me ha contado todo eso ha sido el que debía ser mi mayordomo pero que ha terminado sirviéndole a él por órdenes mías.
Y es que cuando le veo me doy cuenta que a pesar de que Kendal no lo ha notado, el jamás podrá salir de esa celda. Este lugar es el más seguro para él y para las personas que pudiesen estar cerca de su persona. Lo que ha obtenido, fuera de este lugar, es demasiado para que pueda existir. Cuando obtienes demasiado poder, dejas de pertenecer a ese mundo en el que él estaba antes junto con los humanos. Justo como nosotros, la desventaja es que él ya no podrá moverse entre ellos.
Por ahora, en mi mente está el recuperar los recuerdos que perdí. Porque en ellos está oculto algo sobre la persona con la que estoy ahora. ¿Es que en tiempos que no recuerdo, he estado yo en contacto con él? Suena tan irreal, pero quiero saberlo... Eso, inclusive si eso significa recordar lo que siendo humano me llevó a la locura, la suficiente para atraer a la muerte. Sé que entre todo ello, están los recuerdos de la primera vez que vi a Yudea, siendo mortal y el un ser de la noche y lo que sea que él me haya hecho entonces. No tengo miedo de recordar cosas como esa, pero temo que al despertar, todo haya cambiado y me encuentre en un lugar desconocido.
Esta noche anuncia la tormenta. Una tormenta que solo está en el interior de las personas, pues el cielo fuera de estas habitaciones, más allá de estas nubes que convierten esta área en una noche eterna, está despejado, en todo el esplendor que el cálido sol puede otorgarlo.
Yudea... Para mi siempre ha sido un ser caprichoso, como un niño... pero con la fuerza que los años, que no han sido pocos, le han dado. Con un poder que yo no soy capaz de derrocar. Incluso he venido aqui hace no tanto tiempo, buscando las piezas de un pasado que olvidé y hoy quiero de vuelta; un vampiro como él, que no solo es astuto sino que tiene esa mente retorcida que le ha llevado hasta donde esta. Alguien a quien no le importan muchas cosas, pero debo admitir que he notado que incluso él es capaz de sentir apego a algo.
Kendal ha sido el encargado de devolverme las piezas de mi pasado. No creo en cosas como esa, pero él lo hace y eso es suficiente. Dicen que los vampiros no poseemos ya un alma. Así que su estrategia para hacer que lo que está oculto en mi mente salga a flote es devolverme eso que llaman justamente "alma". Existen los riesgos, según entiendo, pero ha decidido esto por lo que ha sucedido con Kazu cuando se la han devuelto, cree que esta vez, en mí, no tendrán los efectos que se mostraron en él con su personalidad dividida. Si me preguntan tengo mis dudas.
Pero confío en Kendal, no solo ya era un hombre comprometido y habilidoso con las artes mágicas, Yudea le ha dado incluso un poder más inmenso. Puedo callarlo, pero al verle esa noche cuando bajé a verle en su celda para pedirle esto con el consentimiento de Yudea he visto lo que ha hecho. Le ha otorgado el conocimiento que ha recolectado durante todo este tiempo. Kendal por mucho debe haber sido como un regalo de los dioses para él. Durante siglos, ha capturado y mantenido a brujos como él. Al primero le hizo escribir en un libro todo lo que sabía, pero siendo que él no podría utilizarlo directamente, les mantenía con él para que cumplieran sus caprichos... Aquello que como vampiros no podríamos lograr. Por eso tiene todas esas pociones y otras cosas a su disposición. Bastante útiles en ocasiones, debo agregar. Después, cuando ese hombre murió, ha terminado por encontrar a otro y le ha hecho aprender lo que sabía el anterior, para conseguir que este pudiese aportar algo más a ese mismo libro. No tengo idea durante cuántas generaciones lo ha hecho, pero sé que no han sido pocas, ese libro en la celda de Kendal, estoy seguro que ha sido transcrito muchas veces. Quien me ha contado todo eso ha sido el que debía ser mi mayordomo pero que ha terminado sirviéndole a él por órdenes mías.
Y es que cuando le veo me doy cuenta que a pesar de que Kendal no lo ha notado, el jamás podrá salir de esa celda. Este lugar es el más seguro para él y para las personas que pudiesen estar cerca de su persona. Lo que ha obtenido, fuera de este lugar, es demasiado para que pueda existir. Cuando obtienes demasiado poder, dejas de pertenecer a ese mundo en el que él estaba antes junto con los humanos. Justo como nosotros, la desventaja es que él ya no podrá moverse entre ellos.
Por ahora, en mi mente está el recuperar los recuerdos que perdí. Porque en ellos está oculto algo sobre la persona con la que estoy ahora. ¿Es que en tiempos que no recuerdo, he estado yo en contacto con él? Suena tan irreal, pero quiero saberlo... Eso, inclusive si eso significa recordar lo que siendo humano me llevó a la locura, la suficiente para atraer a la muerte. Sé que entre todo ello, están los recuerdos de la primera vez que vi a Yudea, siendo mortal y el un ser de la noche y lo que sea que él me haya hecho entonces. No tengo miedo de recordar cosas como esa, pero temo que al despertar, todo haya cambiado y me encuentre en un lugar desconocido.
Última edición por Kei Koizumi el Lun Nov 30, 2015 1:36 am, editado 1 vez
Kei Koizumi- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/02/2011
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Re: The Falling of the Dark Kaiser
Uno, dos, tres... cuatro, cinco... seis milenios... Pierdes la cuenta del tiempo. ¿Qué sentido tiene vivir tanto? Para un vampiro que ha vivido todo eso, sin embargo, incluso a veces parece un pestañeo. Viviendo sin una amenaza latente de morir, el tiempo pasa lento, no existe, una ilusión de una mortalidad que ella no posee. Y sin embargo, en algún momento hay tedio, ya no quieres seguir un camino que ya no tiene mucho sentido. Cuando eres fuerte, cuando ya no existe casi nada que pueda matarte. Es tan extraño, pero las cosas pierden ese brillo que antes parecían poseer. Casi nada puede sorprendente. ¡Claro! Hay cambios en las épocas que tienen esa magia, incluso las batallas inútiles entre los hombres por supremacía. Siempre hay algo y la diversión ha sido su guía, hacer lo que quería, divertirse con ello. Estar en problemas, salir de ellos y ser una sombra entre la misma oscuridad.
Aburrimiento, ambos, incluso él que es mucho más joven lo ha sentido. Y al regresar ella con las vampiresas tan antiguas como pocos de su propia raza han cruzado palabras con el dueño de aquella casa. Divertido, ese hombre les había parecido entretenido de ver y tal vez, ade ayudar. Eran, juntos, como una fuerza que no podría controlarse. ¿Y qué pasaba? Las cosas se tornaban de un modo poco esperado. Y ante una propuesta, en realidad no hubo razón para negarse a ella.
Desaparecer de la faz de la Tierra, seres cuyas supuestas almas habían sido condenadas, no podrían ir al cielo o infierno si es que existían. Pero eso no provocaba ningún miedo, sobre todo en quien había nacido y vivido en una epoca tan lejana con unas creencias diferentes a las que ahora había.
Y el sello de ese trato fue aquella copa de vino. Podía percibir cualquiera de los dos el ligero olor. Sai pareció pensarlo, pero tras poco timpo su semblante parecía decidido, tanto como la seguridad que mostraban los de los otros.
Una sonrisa en los labios femeninos. Hay cosas que nadie podría entender, salvo ellos. La razón por la cual todo aquello tenía un aire de genialidad. Probablemente nadie lo notaría, quien supiese de ellos olvidarían y sino estaban ya muertos entre esos terrenos o atrapados en una prisión hechas por ellos mismos al convertirse en lo que no querían ser. El ser humano era divertido, pero esto era aún mejor.
Y un pacto había sido hecho, tras el regreso, tras dejar todo en orden, incluso cosas de las cuales el único que saldría de ello no sabría hasta mucho después. No iban a dejar cabos sueltos. Dejando el lugar del cazador que yacía sin ningún afán de vivir en los sótanos, asegurándose de que nadie pudiese oponerse cuando el fuese a aquel imperio a tomar el lugar que ellos querían que tuviese... ¿Por qué? Aquel era alguien que no los querría, pero no podía negarse a estar ahí, ya no... y conocía lo suficiente ese carácter, no abandonaría. Pero pasaría un roceso del que le sería difícil salir por su propia cuenta después de ese día. En el mismo sótano. Un ritual que no debía ser hecho. Aquel brujo le estaba devolviendo todo a su creación vampírica. Esos recuerdos y todo lo que le fue arrebatado, por ella o por otros. Lo que debía hacerse con calma, se hizo de forma apresurada. Sabían que el brujo no fallaría. Era el mejor que todos ellos habían visto en siglos. Pero la mente, vampiro o no, tiene sus límites y estaban forzando a la de aquel a llegar a uno de ellos. Ya había salido una vez y quien le había dado la inmortalidad efímera que les daba su sangre mística creía que podría hacerlo de nuevo.
Así que simplemente esperaron. El fuego, parecía hermoso, con esas tonalidades que tomaba cuando algo quedaba atrapado en él, dependía que fuese y los colores reflejados cambiaban y se volvían diferentes, las llamas moviéndose a un compás desconocido.
Y esa noche... el cielo se despejó... Rose Red operdió esas nubes de tormenta eterna que le cubrían. Ya no eran necesarios todos los hechizos para mantener la oscuridad en la que podían moverse con libertad.
[color:b610=cf63cf]Aburrimiento, ambos, incluso él que es mucho más joven lo ha sentido. Y al regresar ella con las vampiresas tan antiguas como pocos de su propia raza han cruzado palabras con el dueño de aquella casa. Divertido, ese hombre les había parecido entretenido de ver y tal vez, ade ayudar. Eran, juntos, como una fuerza que no podría controlarse. ¿Y qué pasaba? Las cosas se tornaban de un modo poco esperado. Y ante una propuesta, en realidad no hubo razón para negarse a ella.
Desaparecer de la faz de la Tierra, seres cuyas supuestas almas habían sido condenadas, no podrían ir al cielo o infierno si es que existían. Pero eso no provocaba ningún miedo, sobre todo en quien había nacido y vivido en una epoca tan lejana con unas creencias diferentes a las que ahora había.
Y el sello de ese trato fue aquella copa de vino. Podía percibir cualquiera de los dos el ligero olor. Sai pareció pensarlo, pero tras poco timpo su semblante parecía decidido, tanto como la seguridad que mostraban los de los otros.
Una sonrisa en los labios femeninos. Hay cosas que nadie podría entender, salvo ellos. La razón por la cual todo aquello tenía un aire de genialidad. Probablemente nadie lo notaría, quien supiese de ellos olvidarían y sino estaban ya muertos entre esos terrenos o atrapados en una prisión hechas por ellos mismos al convertirse en lo que no querían ser. El ser humano era divertido, pero esto era aún mejor.
Y un pacto había sido hecho, tras el regreso, tras dejar todo en orden, incluso cosas de las cuales el único que saldría de ello no sabría hasta mucho después. No iban a dejar cabos sueltos. Dejando el lugar del cazador que yacía sin ningún afán de vivir en los sótanos, asegurándose de que nadie pudiese oponerse cuando el fuese a aquel imperio a tomar el lugar que ellos querían que tuviese... ¿Por qué? Aquel era alguien que no los querría, pero no podía negarse a estar ahí, ya no... y conocía lo suficiente ese carácter, no abandonaría. Pero pasaría un roceso del que le sería difícil salir por su propia cuenta después de ese día. En el mismo sótano. Un ritual que no debía ser hecho. Aquel brujo le estaba devolviendo todo a su creación vampírica. Esos recuerdos y todo lo que le fue arrebatado, por ella o por otros. Lo que debía hacerse con calma, se hizo de forma apresurada. Sabían que el brujo no fallaría. Era el mejor que todos ellos habían visto en siglos. Pero la mente, vampiro o no, tiene sus límites y estaban forzando a la de aquel a llegar a uno de ellos. Ya había salido una vez y quien le había dado la inmortalidad efímera que les daba su sangre mística creía que podría hacerlo de nuevo.
Así que simplemente esperaron. El fuego, parecía hermoso, con esas tonalidades que tomaba cuando algo quedaba atrapado en él, dependía que fuese y los colores reflejados cambiaban y se volvían diferentes, las llamas moviéndose a un compás desconocido.
Y esa noche... el cielo se despejó... Rose Red operdió esas nubes de tormenta eterna que le cubrían. Ya no eran necesarios todos los hechizos para mantener la oscuridad en la que podían moverse con libertad.
Ethevi & Sai- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/07/2011
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Re: The Falling of the Dark Kaiser
Raza: Humano. Rango: Clase Media
Dueño de la “Taberna de Mala Muerte” siendo esta en realidad un lugar en el que hacía transacciones con cazadores para ver la efectividad de sus venenos en acción / Subordinado de Kei Koizumi – Mayordomo, asesino y creador de venenos. Su trabajo terminó siendo ser el Mayordomo de la Mansión Rose Red, liderada por Yudea / Originario de Japón, su entrenamiento lo llevó más de una vez a tierras extranjeras
Preparativos, incluso los había para momentos como ese. Como cualquier suceso, su existencia y su historia se perdería con el paso del tiempo. Menos mal que no buscaba trascender por medio de un recuerdo. Más que eso, a Junno Kimura le interesaba llegar a un punto en el que pudiese sentirse a gusto consigo mismo. Como muchos, sentirse satisfecho.
Nunca se le enseñó a perseguir solo fama o fortuna, que pueden perderse fácilmente. Pero había que admitir una cosa: había conocido a personas que de haber seguido viviendo no hubiese olvidado incluso si se separaba de ellos. El peor y el mejor de ellos, era sin duda el licano que ahora le sostenía. Sentía sus manos sobre su frente y tuvo que sonreír. Nunca pensó que no ser afectado por los venenos le traería algo como eso. Había usado sus habilidades creando uno especial, ninguno de los que ahí estaban sentiría dolor alguno sin importar que fuese lo que los consumiera. Pero él era una cosa distinta. Podía sentirlo claramente, el fuego a su alrededor, pero no escaparía...
No había una razón para hacerlo, incluso si sentía una agonía que podía ser más un sufrimiento que no quería, ese era su lugar. Y además se sentía bien, incluso si solo estaba ahí junto al que era su mayor pesadilla -y amigo-, junto al cadáver de una mujer que ni siquiera llegó a conocer bien. A decir verdad su misión más importante era solo una. Proteger al que era su Amo. No a Yudea, no a Kazu, sino a quien al crecer, sin conocerle entonces, le había jurado una lealtad absoluta, había prometido su vida al servicio de un vampiro que llegó a ver solo estando en París. Había sido asignado a proteger a su alumno, un vampiro caprichoso, con esa personalidad extravagante pero atrayente como pocas que hubiese visto. Intentó asesinarlos muchas veces y en este momento solo podía reírse en aquel estado febril... lo que había intentado, ahora notaba que jamás era con la intención de dañarlos, diciéndose que lo haría y saboteando sus propios planes.
Kaine decía cosas extrañas incluso en esos momentos, eso le gustaba, incluso con el cadáver de Esther también en sus brazos, como él mismo estaba siendo rodeado por él. El hecho de que se comportara con esa locura que parecía invadirle, le tranquilizaba ahora.
De todos, él probablemente tendría la agonía más larga por el fuego. Pero estaba bien con todo. Al final había cumplido con su deber. El perecería ahí pero la familia Kimura seguiría adelante. Solo era como haber adelantado los relojes de su propio tiempo. Kei seguiría existiendo aún después de su muerte, como siempre se había sabido sucedería, la diferencia es que no había muerto luchando contra otros sobrenaturales o de anciano –que esta era la más improbable, dudaba que llegase a una edad avanzada y morir de forma natural-. De cualquier forma, no se habría imaginado un mundo diferente a aquel, lleno de esos seres, siendo un mayordomo, un asesino... sus venenos, tal vez su único arrepentimiento era no haber podido enseñar a alguien más, su conocimiento sobrepasaba al resto de sus familiares y apenas en ese momento se daba cuenta, que jamás había tomado un aprendiz.
Claro, antes de esos días no pensó que su muerte estaría tan cerca. Cerró los ojos sintiendo el fuego acercarse. Tomó a Kaine tan fuerte como pudo, porque sabía cómo sería esto. No habría un nuevo amanecer en esa mansión de oscuridad eterna. Debía decir, que sin importar como había ido todo, el haber conocido de quien tanto había escuchado, haber llegado hasta ahí, haber conocido a todos aquellos seres, y haber terminado con Yudea no había sido tan malo. Lo cierto es que había sido suficiente para él. Tal como había sido entrenado, no tenía miedo a la muerte o al sufrimiento de esta. El calor del fuego, las llamas a punto de alcanzarlos no hacían mella en lo que ya había decidido de antemano.
Tuvo que sonreír. Sus manos se habían llevado muchas vidas, sus venenos habían alcanzado ser tan mortíferos como pocas veces imaginó. No tenía ningún resentimiento, su sonrisa era genuina y no dejaba tras de sí nada pendiente. Estaba satisfecho de su vida y de lo que había hecho. Fuese como fuese, desde que se dio la orden y él les dio aquel veneno a los habitantes de esa casa, todo estaba decidido. Ese día … Ese día era el último que vivirían bajo ese cielo, ese día era la caída de quien se había hecho llamar Dark Kaiser y los había reunido a base de lo que fuese y estuviese en su mano… Por capricho o por alguna causa que ninguno llegó a comprender del todo...
O eso era lo que creía justo mientras veía al fuego avivarse. Pero había un algo que no le dejaba en paz... una inquietud que no desaparecía a pesar de que él había aceptado ya que ese sería su último día. El sonido y el crepitar de las llamas le hicieron abrir sus ojos oscuros, le parecía haber escuchado algo, pero entre todo aquello, no estaba seguro...
Nunca se le enseñó a perseguir solo fama o fortuna, que pueden perderse fácilmente. Pero había que admitir una cosa: había conocido a personas que de haber seguido viviendo no hubiese olvidado incluso si se separaba de ellos. El peor y el mejor de ellos, era sin duda el licano que ahora le sostenía. Sentía sus manos sobre su frente y tuvo que sonreír. Nunca pensó que no ser afectado por los venenos le traería algo como eso. Había usado sus habilidades creando uno especial, ninguno de los que ahí estaban sentiría dolor alguno sin importar que fuese lo que los consumiera. Pero él era una cosa distinta. Podía sentirlo claramente, el fuego a su alrededor, pero no escaparía...
No había una razón para hacerlo, incluso si sentía una agonía que podía ser más un sufrimiento que no quería, ese era su lugar. Y además se sentía bien, incluso si solo estaba ahí junto al que era su mayor pesadilla -y amigo-, junto al cadáver de una mujer que ni siquiera llegó a conocer bien. A decir verdad su misión más importante era solo una. Proteger al que era su Amo. No a Yudea, no a Kazu, sino a quien al crecer, sin conocerle entonces, le había jurado una lealtad absoluta, había prometido su vida al servicio de un vampiro que llegó a ver solo estando en París. Había sido asignado a proteger a su alumno, un vampiro caprichoso, con esa personalidad extravagante pero atrayente como pocas que hubiese visto. Intentó asesinarlos muchas veces y en este momento solo podía reírse en aquel estado febril... lo que había intentado, ahora notaba que jamás era con la intención de dañarlos, diciéndose que lo haría y saboteando sus propios planes.
Kaine decía cosas extrañas incluso en esos momentos, eso le gustaba, incluso con el cadáver de Esther también en sus brazos, como él mismo estaba siendo rodeado por él. El hecho de que se comportara con esa locura que parecía invadirle, le tranquilizaba ahora.
De todos, él probablemente tendría la agonía más larga por el fuego. Pero estaba bien con todo. Al final había cumplido con su deber. El perecería ahí pero la familia Kimura seguiría adelante. Solo era como haber adelantado los relojes de su propio tiempo. Kei seguiría existiendo aún después de su muerte, como siempre se había sabido sucedería, la diferencia es que no había muerto luchando contra otros sobrenaturales o de anciano –que esta era la más improbable, dudaba que llegase a una edad avanzada y morir de forma natural-. De cualquier forma, no se habría imaginado un mundo diferente a aquel, lleno de esos seres, siendo un mayordomo, un asesino... sus venenos, tal vez su único arrepentimiento era no haber podido enseñar a alguien más, su conocimiento sobrepasaba al resto de sus familiares y apenas en ese momento se daba cuenta, que jamás había tomado un aprendiz.
Claro, antes de esos días no pensó que su muerte estaría tan cerca. Cerró los ojos sintiendo el fuego acercarse. Tomó a Kaine tan fuerte como pudo, porque sabía cómo sería esto. No habría un nuevo amanecer en esa mansión de oscuridad eterna. Debía decir, que sin importar como había ido todo, el haber conocido de quien tanto había escuchado, haber llegado hasta ahí, haber conocido a todos aquellos seres, y haber terminado con Yudea no había sido tan malo. Lo cierto es que había sido suficiente para él. Tal como había sido entrenado, no tenía miedo a la muerte o al sufrimiento de esta. El calor del fuego, las llamas a punto de alcanzarlos no hacían mella en lo que ya había decidido de antemano.
Tuvo que sonreír. Sus manos se habían llevado muchas vidas, sus venenos habían alcanzado ser tan mortíferos como pocas veces imaginó. No tenía ningún resentimiento, su sonrisa era genuina y no dejaba tras de sí nada pendiente. Estaba satisfecho de su vida y de lo que había hecho. Fuese como fuese, desde que se dio la orden y él les dio aquel veneno a los habitantes de esa casa, todo estaba decidido. Ese día … Ese día era el último que vivirían bajo ese cielo, ese día era la caída de quien se había hecho llamar Dark Kaiser y los había reunido a base de lo que fuese y estuviese en su mano… Por capricho o por alguna causa que ninguno llegó a comprender del todo...
O eso era lo que creía justo mientras veía al fuego avivarse. Pero había un algo que no le dejaba en paz... una inquietud que no desaparecía a pesar de que él había aceptado ya que ese sería su último día. El sonido y el crepitar de las llamas le hicieron abrir sus ojos oscuros, le parecía haber escuchado algo, pero entre todo aquello, no estaba seguro...
No hay fuego que destruya el veneno
Es mejor caer cuando aún estás en la cima, que esperar una larga agonía
Última edición por Junno Kimura el Mar Dic 01, 2015 3:16 am, editado 2 veces
Junno Kimura- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 542
Fecha de inscripción : 22/03/2011
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Re: The Falling of the Dark Kaiser
Los recuerdos, los sucesos tras todo aquello se volvieron algo aún más borroso si eso era posible, sin forma o sentido. Y por un tiempo, uno que pareció largo, tras partir a Inglaterra, tras verse sin memoria, olvidando por un breve periodo quién era, en quién debía convertirse y a donde debía ir. El imperio, ahora le debía a aquel hombre de la realeza, tomar su lugar. Era lo único que podía hacer y debía ser ingenioso, pensar con claridad, porque quienes estuviesen esperando por aquel rey feroz que conocían, al verle llegar con noticias de su muerte, no estarían muy convencidos, seguramente dudarían, sería su trabajo, mantener un cierto orden al menos para no volverse el blanco de todos ellos. Probablemente tendría que encontrar a alguien. Alguien que pudiese realmente llevar un título como aquel, que pudiese nombrar incluso si él tenia que permanecer en la cabeza para que aquella historia no pareciese irreal y un chiste sin gracia. Era una nación entera, no podía dejarlo simplemente a la suerte después de todo lo que había sucedido, era su responsabilidad.
Eso venía con los recuerdos, y ahora veía que entre aquel ensueño en el que había estado, había aceptado una tarea realmente difícil. Las personas no ofrecen su lealtad a un desconocido, así que tendría que encontrar una forma. No había lugar a debilidades, pero tampoco renunciaría a lo que quería, no abandonaría aquello que tanto le había provocado. Su amante tenía obligaciones también, así que tendrían ahora que arregárselas con ambos en una situación similar en ese sentido.
No mentiría, estaba asustado. Hacía tanto que había decidido alejarse de todo. De una vida que pudiese atraer la atención de otros a su persona, y justamente había aceptado, firmado y se había puesto a sí mismo en aquella situación. Así que lo afrontaría. No estaba solo, y aunque lo estuviese no era opcional. El clan Kimura aún ofrecía su respaldo, así que tomaría todo aquello a lo que había renunciado siglos atrás. Una responsabilidad y un poder sobre otros que no quería tener, porque sabía lo que significaba.
Esa noche, viendo por la ventana en aquella mansión en París, tuvo que sonreír. La diversión nunca se acababa ¿no decían eso? Pero solo aplicaba a los vivos. Pero ¿qué era él sino alguien que fingía aún permanecer en ese mundo que ya no era el suyo? Así que tocaba de nuevo inmiscuirse en sus asuntos y hacer lo posible para hacer al menos algún bien posible o un mal necesario, fuese cual fuese el caso.
La hora de partir se acercaba, no había pisado aquella tierra extranjera desde aquella vez que obligaron a aquel ex-cazador a hacer aquel nombramiento que lo había dejado en ese puesto ahora. Tomó el abrigo, dejando que las telas hicieran aquel ruido al romper el silencio de la habitación, cortando el aire en un movimiento rápido. Era hora de enfrentarse al mundo, de regresar a él, con toda la fuerza que pudiese tener...
Eso venía con los recuerdos, y ahora veía que entre aquel ensueño en el que había estado, había aceptado una tarea realmente difícil. Las personas no ofrecen su lealtad a un desconocido, así que tendría que encontrar una forma. No había lugar a debilidades, pero tampoco renunciaría a lo que quería, no abandonaría aquello que tanto le había provocado. Su amante tenía obligaciones también, así que tendrían ahora que arregárselas con ambos en una situación similar en ese sentido.
No mentiría, estaba asustado. Hacía tanto que había decidido alejarse de todo. De una vida que pudiese atraer la atención de otros a su persona, y justamente había aceptado, firmado y se había puesto a sí mismo en aquella situación. Así que lo afrontaría. No estaba solo, y aunque lo estuviese no era opcional. El clan Kimura aún ofrecía su respaldo, así que tomaría todo aquello a lo que había renunciado siglos atrás. Una responsabilidad y un poder sobre otros que no quería tener, porque sabía lo que significaba.
Esa noche, viendo por la ventana en aquella mansión en París, tuvo que sonreír. La diversión nunca se acababa ¿no decían eso? Pero solo aplicaba a los vivos. Pero ¿qué era él sino alguien que fingía aún permanecer en ese mundo que ya no era el suyo? Así que tocaba de nuevo inmiscuirse en sus asuntos y hacer lo posible para hacer al menos algún bien posible o un mal necesario, fuese cual fuese el caso.
La hora de partir se acercaba, no había pisado aquella tierra extranjera desde aquella vez que obligaron a aquel ex-cazador a hacer aquel nombramiento que lo había dejado en ese puesto ahora. Tomó el abrigo, dejando que las telas hicieran aquel ruido al romper el silencio de la habitación, cortando el aire en un movimiento rápido. Era hora de enfrentarse al mundo, de regresar a él, con toda la fuerza que pudiese tener...
Última edición por Kei Koizumi el Lun Nov 30, 2015 2:28 am, editado 1 vez
Kei Koizumi- Vampiro Clase Alta
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Re: The Falling of the Dark Kaiser
How to Say Goodbye
Aquel día había podido decirle que estaba agradecido con ella. No sabía qué tan lejos habían ido sus palabras. Y no pudo imaginar cuánto causaría aquella convicción que había sentido ese justo día, el decir palabras como aquellas en voz alta, le habían llevado más lejos de lo que hubiese esperado. Y ahora, que entraba de nuevo en aquella habitación vacía, el mismo vacío que sentía en su interior empezaba a parecerle cada vez más profundo e inmenso. Era tonto ¿no es cierto? Pensar después de que empezaban a correr los días ella iba a estar ahí. Desde que había empezado a vivir con ella, sabía que algo estaba mal, pero era difícil de aceptar de pronto. Todo aquello que le habían enseñado sobre la muerte, en ese instante parecía haber perdido sentido.
Tuvo que reírse mientras se recargaba en la puerta cerrada. -Eres estúpido... -Se dijo a sí mismo tomando aire -¿De qué sirve aferrarte a una vana esperanza? -Su voz era un murmullo, después de todo no había alguien que pudiese escucharle.
Cerró los ojos, era tonto como algo como aquello podía hacerte sentir sin fuerzas. Dejó escapar pesadamente un suspiro. Cerró los ojos dejando su cuerpo deslizarse sobre la superficie plana hasta sentarse en el suelo, por un momento nadie le estaba mirando y pensó que estaba bien incluso si perdía aquella buena postura, que estaba bien si dejaba que aquello le dominara.
Solo esta vez, se dijo. Solo esta vez, y luego tendría que levantarse, incluso si no tenía ganas de hacerlo. Sintió el temblor en los labios mientras trataba en un último intento contenerse. Le sorprendió la calidez de las lágrimas deslizándose por sus mejillas, nunca le había parecido que pudiesen tener ese calor que resultó extraño para él, pero tenía sentido, rara vez había derramado lágrimas antes, incluso en la muerte de su abuelo, que tanto le había enseñado, no había llorado, porque poco antes aquel anciano le había sonreído. Y había sido justo él quien le había hecho estar preparado para situaciones como aquella.
Estaba bien, se repitió mentalmente pero dejo salir las palabras por no poder tranquilizar su propio corazón -¿Por qué me haces esto, Layla? ¿Por qué no dejarme morir antes? Estaba preparado para ello... - Lo estaba, pero ahora ya no podía decir lo mismo. Dejó su cuerpo encorbarse, deslizando sus brazos ocultando su rostro, una vez que dejas correr las lágrimas detenerlas resulta algo complicado. No tenía opciones más que aceptarlo, incluso si había ido ahí cada día con la simple esperanza de encontrarla. Y se maldijo, porque si le había sucedido algo ¿de qué servía todo lo que era si no podía protegerla?
Y le dolía porque por una vez, había pensado que podía intentarlo, que podía ser alguien diferente a quien había sido hasta entonces. Había tenido un sueño, y pensó que tendría la oportunidad de acercarse a él y volverlo una realidad.
Decían muchos de su clan que cuando algo malo pasase debía confiar en que todo sucedía por una razón. Pero eso no significaba que fuese a comprenderlo. Esta vez era demasiado. Después del incendio, se había quedado en un estado que no creyó superar, lo había hecho, pero había cometido un error. Se había acercado demasiado al que era su propio fuego, todo lo que había evitado antes, lo había hecho tras ello. Había permitido que una persona estuviese a su lado, incluso había llegado a depender en cierto grado de su presencia pues le hacía sentir bien. Había dejado que esa persona tomara su mano y lo sacara de aquella decepción de sí mismo. Y aunque no había llegado a decirlo de forma correcta, se había permitido enamorarse de ella. Se había permitido confiar, creer en un mundo que se le había dicho no existiría para él. Creyó que si era ella, sería posible.
Y ahora estaba ahí, hundiéndose en lo que le parecía un abismo. Pero era consciente. Y dejó que todo aquello que estaba atormentándole saliera. No le importó desquitarse de la manera que pudo, llorar hasta que las lágrimas no quisieron salir más.
No supo cuantas horas habían pasado cuando abrió los ojos pesadamente, no se colaba ni un rayo de luz por las ventanas que había dejado cerradas. Se incorporó y su cuerpo se sentía pesado y cansado. Se levantó y tomó un sombrero, él rara vez los usaba, pero necesitaba algo que le ofreciera una especie de escondite del mundo al que tendría que salir de nuevo. Subió el cuello del abrigo y aguantó la respiración por el tiempo que pudo hacerlo.
Dar el primer paso le costó más de lo que nunca hubiese creído. Cuando hizo el ademán para abrir la puerta, se quedó de pie incapaz de hacerlo, porque ya había decidido, pero necesitaba un momento más para sentir esa convicción que necesitaba. Suspiró con pesar y echó una ultima mirada. Porque ya no podría volver la vista atrás una vez que abriese esa puerta. Porque había sido la última vez que dejaría a la pena apoderarse de él. Una vez que diese un paso fuera de ahí, iría a buscar a quien era su 'amo'. Recobrar aquella compostura, el porte elegante y las palabras corteses. Eso debía ser. Seguir las ordenes que le llegasen. Regresar a ese mundo que era en realidad el suyo, uno de lleno de muerte y peleas, pero sin algo que pudiese llevarte a un sufrimiento como aquel. Su especialidad eran los venenos, el mismo era como un veneno, así que al abrir la puerta al fin y sentir el aire sobre su rostro, no dejaría que ningún sentimiento lo dominase de aquel modo de nuevo. Ya no estaba permitido ser vulnerable o fallar. No estaba permitido ni el sufrimiento pero tampoco creer en ilusiones que desaparecerían con una brisa del viento.
Pero no dejaría de sentir, y no quería olvidarla... Estaba vivo por ella... así que viviría... de la única forma en la que se le había instruido. El maestro de los venenos había desaparecido demasiado tiempo. Tenía que olvidar la culpabilidad. Era el momento de ir y dejar de huir del asesino que era en realidad...
Junno Kimura- Hechicero Clase Media
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Re: The Falling of the Dark Kaiser
El tiempo había pasado. Y el tiempo no perdona nada. Estaba allí, de pie frente a las ruinas de la mansión Rose Red, aquella en la que había intentado infiltrarse para 'rescatar' a su maestro Kendal, había deseado con todas sus fuerzas serle de ayuda y había fallado miserablemente. Incluso en ese momento aquel hombre le había salvado. No habían sido ni Arthur ni Egyed, él no era el brujo que había creído ser y por lo tanto había perdido una batalla que había dejado sus ánimos por los suelos. Esta se dijo sería la última vez que visitaría ese lugar. Quería saber, su corazón no estaba tranquilo. Quería por todos los medios saber lo que había sucedido, pero había algo que no había intentado y no quería intentar y probablemente la única cosa que podía hacer que le diera el porcentaje de éxito mayor. El espíritu de Kendal, podría invocarlo o intentarlo acaso, pero por otro lado, no quería traerlo de regreso solo porque él no podía vivir con aquel pesar en su pecho.
Todo lo bueno que llegaba a su vida desaparecía sin más. Eso era lo que había creído durante tanto tiempo. Y apenas y ahora estando en ese lugar de nuevo, donde había empleado toda clase de hechizos, olvidándose casi de que tenía un lugar al cual volver, con una mujer que no esperaba estuviese en su vida. Y había vuelto a ese sitio, porque también la había perdido. Nunca se había sentido tan perdido incluso con todo lo que le pasaba. ¿Es que estaría bajo alguna maldición? ¿O simplemente era su mala suerte? Como fuese, ese día sería el último en el que pisaría aquel sitio. Era suficiente. No podía saber la verdad y probablemente no había logrado descubirla por alguna razón, tal vez incluso era su propio deseo el no saberlo. Irónico, contradictorio.
Los fantasmas aparecieron detrás de él, solo mirando aquel sitio. Alexis bajó la mirada. La desesperación, nunca la había sentido tan cerca. Su maestro había sido lo más cercano a un padre tras haber perdido al suyo, había aparecido y le había salvado, le había enseñado todo cuanto le había sido posible. Luego había desaparecido, secuestrado por aquel vampiro y el día que le volvió a ver pudo darse cuenta. Había algo diferente en su aura, no supo qué era. Pero le había dolido en el alma él haberle dejado ese día, el haber tenido que marcharse, pero había tenido que conservar su vida, Kendal no le hubiese perdonado el morir por él.
Suspiró y alzó la vista al cielo. Ya no existía, aquella nube que cubría el terreno de la mansión, aquel hechizo para que los seres sobrenaturales pudiesen ocultarse del sol, ahora ese sitio se veía igual que cualquier otro. No había nada sobrenatural en él. Y aunque le doliese, era hora de dejar atrás esa obsesión por querer la verdad tras el fallecimiento de quien había llegado a admirar.
Estaba desilusionado, estaba herido y triste. Todo había sucedido tan deprisa, todo se había perdido en un instante. Era jóven, Arthur sabía que lo superaría, Egyed pensaba que era demasiado frágil. Ambos fantasmas no se irían de su lado, era un pacto que no se rompería hasta que él lo quisiese. Pero ya no sabía cuáles eran sus objetivos, ya no sabía qué era lo que haría. No se imaginaba que el pasado traería a su futuro a alguien que no le dejaría. Un hermano del que no sabía.
Pero este era el día de las despedidas. Ya no necesitaba aferrarse a ello, no debía, no quería, y sin embargo no tenía nada más que su dolor -Adiós Kendal -sonrió, pero la amargura se dibujo en todas sus facciones.
No esperes nada, no pienses nada,
al final, todo empieza y todo acaba...
Todo lo bueno que llegaba a su vida desaparecía sin más. Eso era lo que había creído durante tanto tiempo. Y apenas y ahora estando en ese lugar de nuevo, donde había empleado toda clase de hechizos, olvidándose casi de que tenía un lugar al cual volver, con una mujer que no esperaba estuviese en su vida. Y había vuelto a ese sitio, porque también la había perdido. Nunca se había sentido tan perdido incluso con todo lo que le pasaba. ¿Es que estaría bajo alguna maldición? ¿O simplemente era su mala suerte? Como fuese, ese día sería el último en el que pisaría aquel sitio. Era suficiente. No podía saber la verdad y probablemente no había logrado descubirla por alguna razón, tal vez incluso era su propio deseo el no saberlo. Irónico, contradictorio.
Los fantasmas aparecieron detrás de él, solo mirando aquel sitio. Alexis bajó la mirada. La desesperación, nunca la había sentido tan cerca. Su maestro había sido lo más cercano a un padre tras haber perdido al suyo, había aparecido y le había salvado, le había enseñado todo cuanto le había sido posible. Luego había desaparecido, secuestrado por aquel vampiro y el día que le volvió a ver pudo darse cuenta. Había algo diferente en su aura, no supo qué era. Pero le había dolido en el alma él haberle dejado ese día, el haber tenido que marcharse, pero había tenido que conservar su vida, Kendal no le hubiese perdonado el morir por él.
Suspiró y alzó la vista al cielo. Ya no existía, aquella nube que cubría el terreno de la mansión, aquel hechizo para que los seres sobrenaturales pudiesen ocultarse del sol, ahora ese sitio se veía igual que cualquier otro. No había nada sobrenatural en él. Y aunque le doliese, era hora de dejar atrás esa obsesión por querer la verdad tras el fallecimiento de quien había llegado a admirar.
Estaba desilusionado, estaba herido y triste. Todo había sucedido tan deprisa, todo se había perdido en un instante. Era jóven, Arthur sabía que lo superaría, Egyed pensaba que era demasiado frágil. Ambos fantasmas no se irían de su lado, era un pacto que no se rompería hasta que él lo quisiese. Pero ya no sabía cuáles eran sus objetivos, ya no sabía qué era lo que haría. No se imaginaba que el pasado traería a su futuro a alguien que no le dejaría. Un hermano del que no sabía.
Pero este era el día de las despedidas. Ya no necesitaba aferrarse a ello, no debía, no quería, y sin embargo no tenía nada más que su dolor -Adiós Kendal -sonrió, pero la amargura se dibujo en todas sus facciones.
No esperes nada, no pienses nada,
al final, todo empieza y todo acaba...
Alexis VanVollehoven- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/10/2011
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