La noche del fugitivo [Priv. Ruslan Dominkovich]

Era una de esas noches particularmente frías que el otoño nos regala como un adelanto del invierno por venir. Mi nariz estaba muy roja por causa del frío pues no había previsto un clima tan desfarovable y me había escapado contando apenas con el abrigo de una raída capa y una bufanda que se enroscaba alrededor de mi cuello. Tenía el aspecto de un mendigo con la capucha cayendo sobre mi rostro ocultando el dorado de mis cabellos y los rasgos juveniles de mi rostro. Las personas me evitaban y nadie me dirigía la palabra, cosa extraña para mi que siempre procuraba destacar y convertirme en el centro de las atenciones, sin embargo se trataba de un sacrificio necesario, en lo que durara mi pequeña fuga debía mantenerme fuera de la mira de los bandidos que infectaban las calles de Paris pues aunque tenía garras y colmillos con los que defenderme no era más rápido que las balas.

Lejos del confort y la seguridad del castillo pude percatarme de lo consentido que estaba, aunque había sido un gato callejero acostumbrado a dormir en el suelo y a comer cualquier cosa que encontrara, ahora extrañaba la comodidad de una cama suave y mis entrañas vacías suplicaban por un poco de caldo de carne recién hecho, no había pensado en aquellas necesidades mientras me divertía explorando la ciudad, convencido de mi gran ingenio al elegir un disfraz tan eficaz, apenas cuando el hambre y el cansancio llegaron me percate de que no había tenido la precaución de conseguir algo de dinero y ya era demasiado tarde para encontrar a algún caballero distraído de cuya cartera pudiese apoderarme.

Suspire resignado a mi mala suerte mientras me internaba en los callejones, buscando una esquina más o menos limpia donde acurrucarme para esperar la llegada del día justo cuando divise algo brillante en el suelo, resulte ser una moneda que recogí con la idea de conseguir algo comestible por la mañana, al parecer la fortuna no me había abandonado del todo aunque hubiese sido mejor si en lugar de la moneda me hubiese dejado algo de comer. Alguien debía estar escuchando mis pensamientos y burlándose de mi, porque entonces apareció cruzando la calle una gorda rata, enarque una ceja mientras admiraba el sentido del humor divino.

Ágil, rápido y preciso, salte sobre la rata que chillo al momento que quedaba atrapada entre mis dedos, sonreí mientras admiraba a mi presa, estaba algo sucia y bastante inquieta pero la inmovilice lo mejor que pude.

- No eres precisamente lo que tenía en mente pero ¿quien soy yo para quejarme? – reí mientras trataba de decidir como se suponía que me comería esa cosa. La cabeza parecía un buen lugar por donde comenzar asíque abrí la boca pero un cosquilleo en mis bigotes (los cuales sentía a pesar de no vestir mi piel de gato) hizo que me detuviera. Sentía la presencia de “algo” cerca, pero aunque la piel empezaba a erizárseme no veía aun la fuente que causaba esa sensación de alerta.

“Algo” estaba allí, lo sentía claramente en mis bigotes, escudriñe la obscuridad forzando mis ojos a su máxima capacidad sin conseguir ver a nadie, el corazón empezó a acelerárseme ante la posibilidad de estar enfrentando una amenaza invisible, los músculos se me pusieron tensos en respuesta a la alerta general que agitaba mis ánimos por lo que cuando sentí un doloroso pinchazo di un salto muy alto y me pegue a una de las paredes bufando como un loco.

La maldita rata me había mordido en aquel momento de mayor tensión proporcionándome el susto de mi vida, consiguiendo que la soltara cosa que aprovecho corriendo sin miramientos al primer hueco disponible por el cual desapareció su gordo y peludo culo. Estaba sólo… bueno, técnicamente no, ya que la “cosa” seguía ahí, lo sabía aunque no comprendía el porque, lo normal sería confiar en lo que mis ojos me mostraban, como lo haría cualquier hombre racional pero yo no era con exactitud “cualquiera” y mi racionalidad podía cuestionarse.

- ¡Muéstrate! – exigí aunque me arrepentí rápidamente de hacerlo ¿qué si se trataba de alguna especie de deidad protectora de las ratas? Una cosa enorme y sin pelos con ojitos diminutos y brillantes que me miraran como si fuese el peor gato del mundo, ¿o si se trataba de un demonio surgido de las profundidades infernales? Un enorme perro con tres cabezas babeantes y colmillos tan largos como mis dedos.

El corazón volvió a acelerárseme mientras imaginaba toda clase de monstruosidades potencialmente letales, tenía que detener mi mente o sólo de seguir indagando me daría un infarto y caería muerto sin que el “ente misterioso” tuviera que poner uno de sus monstruosos dedos invisibles sobre mi.

- ¡Te lo advierto! – dije mientras mis garras crecían, esa porquería dolía como el infierno, pero necesitaba mi tamaño y necesitaba algo con que defenderme, así que sólo hice un cambio parcial en mis dedos - ¡Seas lo que seas vas a irte a casa convertido en un montón de tiras si te acercas! – trague saliva esperando poder mantener mis amenazas, mis palabras eran mucho más valientes de lo que me sentía en ese momento, sin embargo si la “cosa” buscaba pelea o me arrinconaba, la tendría.

No se cuan normal sea que un hombre se materialice de la nada, pero personalmente lo encontraba “muuuy extraño”. Cuando extendió su mano hacia mi la prudencia me gritaba que no la tomase y saliese corriendo de allí, pero la curiosidad era muy fuerte y tome su mano más para saber si era realmente sólida que por cualquier otro motivo, a pesar de los escalofríos que subieron y bajaron por mi espalda, en efecto se sentía como una mano normal.

Retire mi mano con cierta brusquedad y me envolví en la capa pues la temperatura parecía haber descendido aun más desde que se presento ante mí.

- Estoy bien – respondí casi cortante. ¿Qué se suponía que hiciera en aquella situación? ¿Correr como si el mismísimo diablo me persiguiera? ¿Pedir ayuda a gritos? ¿Luchar? bufe mentalmente hacia lo ultimo, aunque era perfectamente capaz de defenderme, luchar no era algo que hiciera mientras tuviese otras opciones, detestaba ver mi belleza afectada por la hinchazón, cortes y la fea coloración morado-verdosa que dejaban los moratones. Sin embargo ahora que la “cosa” había tomado forma y además tenía un nombre ya no me daba miedo, luego de convertirme en el sirviente de mi amo Löwe había visto cosas igual de extrañas, si lo pensaba yo mismo era extraño, los humanos no se convertían en animales y era así como sabia que no era uno.

Me aproxime levantándole el labio superior con mis índices, comprobando que no tuviese colmillos como el amo, de cerca tampoco se veía igual de pálido ni tenía esa cosa del hambre reflejándose en los ojos. Camine a su alrededor comprobando que no tuviese cuernos, ni cola o alguna otra cosa extraña a la que debiese prestarle atención.

- ¿Qué eres? – tuve que preguntar, la curiosidad me estaba carcomiendo.

Deje de andar a su alrededor y me sonroje levemente al percatarme de que lo estaba examinando de un modo “poco discreto”. Sinceramente mi curiosidad era lo suficientemente grande como para que incluso considerara hacerle sangrar para comprobar si la sangre en sus venas era tan roja como la mía, pero eso no era “civilizado” ni mucho menos normal.

- Me conformo con que me asegures que no te van a salir cuernos o colmillos – dije volviendo a pararme frente a él – eso de aparecer de la nada es nuevo para mi, sin embargo …- había una cierta amabilidad en su mirada, un vestigio inconfundible de un alma caritativa y por lo mismo alguien de quien quizás pudiese sacar alguna ventaja – estoy muerto de hambre y tu has hecho que perdiera mi única cena, ¿como piensas hacerte responsable? Porque tienes que hacerlo o cargaras con tu conciencia el saber que has hecho que un chico deba dormir acurrucado en una de estas sucias esquinas con sus entrañas devorándolo por dentro – no estaba al borde de la inanición, sin embargo ciertamente no quería irme a dormir con el estomago vacío.

El no lucia como alguien que tuviese mucho dinero, de hecho si lo miraba bien incluso parecía ser alguien que no comía a diario por la manera en que sus rasgos parecían tan melancólicos.

- Mejor sólo olvídalo – desistí con un suspiro – tu pareces más hambriento que yo… o al menos luces como si necesitaras una rodaja de pan fresco con mantequilla fundida encima – no debí haber evocado esa imagen, mis entrañas rugieron en protesta por no recibir los alimentos acostumbrados – Cielos… - necesitaba una distracción o iba a acabar por regresar corriendo a la casa de mi amo, o mejor, a su cocina – dijiste que eras músico,¿no es así? No tengo dinero que ofrecerte, pero me debes una rata, asíque ¿porque no tocas algo?

- Maurice, ese es mi nombre – un nombre que no decía mucho, al igual que mi apellido, el apellido de una anciana sin familiares, muerta hace más de dos décadas, pensar sobre ello hizo que me percatara que no estaba interpretando ningún papel, era exactamente lo que era, un chico sin hogar, sin familia y sin recursos propios, todas las comodidades, la ropa, los alimentos deliciosos que consumía cada día, todo eso pertenecía a mi amo – quiero que toques algo alegre – me atreví a exigir, no iba a empezar a deprimirme por ser una mascota, esos pensamientos negativos era una consecuencia directa de mi estomago vacío.

Busque un lugar donde acomodarme, encontrando un lugar más o menos limpio, sentándome directamente en el suelo, con las piernas flexionadas para permanecer bajo el abrigo de la capa.

- ¿Y tu como te llamas? Si fuese a adivinar diría que… ¿Boris? Tienes ese acento, ¿sabes?, ¿Qué tal Dominic? Es más bonito – aquel sujeto era un desconocido y ni siquiera era humano, pese a ello no me parecía peligroso e incluso empezaba a sentirme agradecido por que hubiese aparecido y tuviese alguien con quien charlar, de otro modo aquel callejón obscuro se hubiese vuelto más y más tétrico con el pasar de las horas.

Luego de oír su nombre recordé que ya se había presentado, pero en ese instante estaba más preocupado por lo que era que por como se llamaba, el no parecía ser conciente de lo mucho que espantaba que luego de sentir escalofríos apareciera de la nada como un fantasma, me estremecí sólo de pensar en ello, pero Ruslan no cargaba con pesadas y tintineantes cadenas, ni gemía con una voz espantosa e incluso tenía pies, cosa que cualquier niño sabía que los fantasmas no tenían, la vieja Eugene siempre me lo decía luego de contarme algún cuento tenebroso sobre niños que no vuelven a ser vistos “se precavido Maurice, siempre miras los pies de los extraños en la noche, los fantasmas carecen de ellos, pues son almas errantes y te llevaran a la muerte si te dejas engañar por ellos”.

Sin embargo tenía un aura extraña, de un tipo que no había visto antes, pero de la cual tomaría nota por si encontraba a más como él.

Cuando le pedí que tocara, esperaba alguna melodía simple y alegre, del tipo que se puede oír en algún bar cuando el vino corre dadivosamente, pero lo que el estaba interpretando era algo tan sublime que uno no esperaba ser capaz de oírlo en un sucio callejón, sino en algún renombrado teatro. Era una melodía que si bien no era lo que yo llamaría “alegre” portaba una belleza pura y trágica, algo que hacía que mi corazón se sintiese calido a la vez que roto.

Cuando finalizo no pude menos que aplaudirlo enérgicamente, poniéndome de pie y tomándolo por los brazos mientras le clavaba mi mirada en la suya, el brillante verde de mis pupilas, fijo e implacable.

- ¡Maravilloso! Eres exactamente lo que necesito – porque después de pasar toda una noche fuera sin dar explicaciones, ni pedir permiso, mi amo debía estar ahora mismo haciendo planes para mi pellejo, pero si le llevaba algo que lo distrajera de darme un castigo, quizás incluso se le olvidara y saliese impune de esta travesura – Verás yo realmente no soy un vagabundo – un poco de verdad nunca dañaba a nadie – pero en este momento no puedo regresar a casa porque he hecho enfadar a mi señor y tengo miedo – mis ojos se aguaron inmediatamente, si me dedicara al teatro tendría una gran carrera – estoy desesperado porque no tengo donde dormir o que comer, se que moriré si me quedo mucho tiempo en estas calles – un toque de drama hace milagros – pero tu música es tan hermosa, se que podría conmover el corazón de mi amo y hacer que me perdonara si tocas algo para él – aferre aun más mis dedos mientras trataba de verme vulnerable a sus ojos – si me ayudaras, yo haría cualquier cosa para pagártelo – palabras mágicas que abrían puertas como llaves maestras, pero que realmente no estaba dispuesto a cumplir, sin embargo Ruslan tenía poco que perder, y mucho que ganar, mi amo era un hombre rico, sabía por experiencia que era generosos cuando se sentía complacido, y esa música sin duda valía bastante, mi amo no podía pensar distinto.

No le di tiempo a arrepentirse, aferre mis dedos a la manga de su camisa tirando suavemente de él para guiarlo a donde deseaba que fuera, sólo esperaba que no le diese por desaparecer del mismo modo misterioso en que había aparecido unos minutos atrás.

De día esas mismas calles estaban colmadas de vida, gente que iba y venia de un lugar a otro, algunos simples obreros de andrajosas vestimentas, niños sucios que incordiaban con sus travesuras a los transeúntes, así como aristocráticas damas que paseaban en carruajes o carrozas apenas dignándose a poner sus delicados pies en el suelo para entrar a alguna tienda o encontrarse en algún café con sus amistades. A estas horas en cambio dominaba la desolación y el silencio, la obscuridad alimentaban las sombras que creaban figuras tétricas en las fachadas de los edificios y los callejones.

Si fuese un humano común y corriente, seguramente me sentiría sobrecogido por el intimidante aspecto que adquiría Paris bajo la luz de la luna, en cambio me movía con seguridad por sus estrechas callejuelas, mis ojos penetraban con facilidad las sombras, disipando los temores imaginarios que se formaban en el corazón de los que se ven obligados a soportar la visión de un mundo limitado por los sentidos inferiores de los primates.

El hogar de mi amo estaba más cerca de cada paso, por una parte esperaba con ansias verlo nuevamente, mi estomago hormigueaba ante el recuerdo de su perfil serio perdido en la contemplación de algún documento, leyendo en su despacho con apenas la débil luz de una vela, su ceño levemente fruncido completamente concentrado en asuntos ajenos a mi conocimiento y comprensión, y por otra deseaba dar media vuelta y correr tan lejos como mi cuerpo me lo permitiera, no sólo porque podía ser bastante terrorífico cuando se enfadaba, sino porque odiaba la manera en que me afectaba, sentirme perdido ante la intensidad de sus ojos o devastado cuando se molestaba conmigo.

- Sabes yo también puedo hacer un truco muy interesante – le dije para romper el silencio y distraerme de pensamientos indeseados – es casi tan bueno como eso de aparecer de la nada – me detuve encarándolo con una amplia sonrisa en mis labios, la mayoría encontraba al menos un poco inquietante mi mirada, tan directa, tan verde y principalmente, lo mucho que podía mantenerla sin parpadear, pero para Ruslan tenía un pequeño extra, pupilas verticales, ojos de gato – ¿te gustan? – le interrogue ampliando mis iris hasta que el verde que los rodeaba no fue más que una delgada línea – Es un excelente modo de poner histérica a una mujer – si, a veces me gustaba asustar a las criadas dejándoles ver esos pequeños indicios de lo que era en realidad, pero por lo general luego de salir espantadas, lo tomaban por alguna jugarreta de su imaginación - ¿tu puedes hacer algo más? ¿Era un truco lo de antes? ¿es posible aprender a hacer algo así? – le interrogue mientras reanudaba la marcha un poco más lento que antes.