Yo aún tengo fe [Priv. Romaniel]

Hacia tiempo que no entraba en una iglesia cuando en mi estáncia en Rusia, cuando vivía aún con mi padre, acudía cada jueves con mi nodriza y mi padre a la iglesia a escuchar las misas del domingo convirtiendome así en una cristiana ortodoxa bastante debota.
Cuando me mudé a París, temía pasar cerca de las iglesias porque pensaba que debido a mi nueva condición de vampiro debía evitar los lugares santos y puros, pues el folklore siempre mencionaba que los espiritus malignos, donde los vampiros entraban, evitaban dichos lugares y no podían entrar en ellos porque sentían debilidad. Al final todo era mentira y podría acudir de todas formas.
La razon por la que no había entrado aún a la catedral de Notre Dame era porque pensaba que no era digna a ella, era una vampira y a de lo contrario de lo que muchos podían pensar, seguía siendo creyente. Sabía que la inquisicion perseguía a los seres como yo, porque pensaban que eramos seres oscuros que disfrutaban del dolor y muerte ajena, cosa que no les negaba había conocido muchos vampiros que me tentaban a matar a las personas y beberme su sangre, por lo que entendía a que se debía el trato tan hostil hacia mi nueva raza.
Por otra parte, también era consciente de que mi primo tenía que cometer pecados por culpa mía pues debía de matar personas para otorgarme la vida. Jamás me lo recrimino y jamás le pedi que no lo hiciera. Decidió él solo proporcionarme dicho alimento y yo intenté pararlo, pero él no quiso alegando que vampiros como yo existían pocos y que muriera yo cuando había tanto vampiro malvado que se regocijaba del dolor ajeno era para él un pecado. Suspiré mientras entraba por el portal que formaba la entrada de la catedral.
Decir que era hermosa era quedarse corto. No había visto una catedral de tal calibre: tan preciosa y espaciosa con un decorado que jamás vi en ninguna catderal rusa... me había alegrado por mi misma por haber decidido por fin entrar en un lugar tan bello y lleno de paz. Curiosamente no había nadie. Cabía destacar que era bastante tarde y probablemente por esa razón nadie estaba allí. Es más, era extraño que la academia siguiera abierta a esas horas de la noche... quizás era una acta especial aunque no había ninguna festividad religiosa estos días... aunque yo seguía las festividades religiosas ortodoxas, quizás los católicos tenian fiestas un poco diferentes.
Al abanzar por el pasillo que llevaba hasta el misal me di cuenta que no estaba realmente sola, que otra joven de más o menos mi edad estaba también allí. Es más, al fijarme mejor, me di cuenta, gracias a su aura, que... ¡¡tenía la misma condición de vampira que yo!!
No me fije muy bien a que se estaba dedicando la joven, quizás oraba más no lo parecía así que decidí ponerme a su lado para comprobar si la molestaba o no. Me gustaría saber que era lo que siente una persona con mi misma condición, quería saber si estaba allí porque aún guardaba su fe en Dios o porque aborrecia y estaba allí maldiciendo la estancia.

La joven se dio cuenta de mi presencia, titubeó unos segundos y por fin decidió preguntarme si deseaba algo. Lo cierto es que las razones por las que me acerqué a ella eran un poco estúpidos. Simplemente quería estar al lado de alguien que en teória debería de odiar la iglesia, pero sin embargo asiste a ella. La respuesta como un "nada" me parecía demasiado absurda y de mala educación, más no se me ocurría ninguna otra respuesta.

-Simplemente me quise sentar junto a vos – Contesté dandome cuenta de que ahora no sabía bien si era más extraño haberle contestado con un nada o con lo que le acabé diciendo... era un caso perdido, ¿qué pensaría ahora la joven? Supuse que pensar que estaba loca era demasiado poco.

Después de observarme unos instantes la joven me comentó que parecía ser una princesa, acto seguido, la observé sorprendida. Añadió también que no entendía que hacia alguien como yo en una iglesia, lo que venía a ser una pregunta bastante lógica.
Me dispuse a responder, pero los actos de la joven me habían dejado estupefacta. Repasó con su mano mi cuello y me acarició desplazando su mano hacia abajo, más cuando estaba a punto de llegar a mis pechos, retiró su mano. Estaba tan sorprendida que probablemente tenía tal cara de bomba que se podía hacer cuadros titulados la más tonta de París.
Mientras recobraba mis sentidos, la joven optó por comentó de forma metáforica que era una vampira. ¡¡Ahh!! Ya entendía por qué había tocado mi cuello, quería comprobar si por ellos fluía sangre o bien humana o bien vampirica, quizás la joven era neófita y le costaba percibir bien el aura y comprobar si la que tenía cerca era humana o vampira. Más sus extraños actos no cesaron, la joven acercó su nariz a mi cuello y comentó que estaba nerviosa depositando un ligero beso en la piel... quizás... quizás la joven tenía fiebre.

-¿Se encuentra bien? - Le pregunté alejandome un poco de ella para recuperar mi espacio vital. Desconocía si los vampiros podíamos contraer fiebre... sonaba a algo imposible, pero la chica que tenía en frente parecía tenerlas – Creo que me ha confundido con otra persona – Fue la segunda alternativa que se me cruzó por la mente.

A pesar de que temía y la idea de alejarme de la joven no me abandonaba, mi cuerpo se negaba a alejarse. Me sentía sumamente atraída por la joven... quizás lo que pasaba es que entendía que necesitaba ayuda y no podía abandonarla allí, alguien con mala fe podría aprovecharse de ella... aunque teniendo en cuenta que estabamos en una iglesia esa idea parecía más que descabellada.
La joven volvió a acercarseme a la par que me cuestionaba si era de París negué con la cabeza. A pesar de que la joven se mostraba inocente, como si fuera una niña que hacia todo lo que hacia por su santa inocencia, la joven que tenía en frente mía, me daba miedo. Me había topado con pocos vampiros, pero con los que me había topado no sentí tanto miedo como el que sentía ahora, ¿qué quería hacerme?
Dejé que la joven apoyara su cabeza en mi hombro, porque no tube mas remedio. Sorprendentemene, me pidió perdón alegando que era la primera persona que se le acercaba... ¿como era posible? ¿Es que antes no había salido a la calle? ¿La habían mantenido encerrada... en una torre?
Quise preguntarselo, pero la repentina propuesta de la joven me sacó de mis casillas. Me invitó a salir fuera, sin saber muy bien el por qué. No me dio tiempo a responder pues después de observarme unos instantes me cogió de la mano y me guió fuera de la iglesia. No hace falta comentar que la posibilidad de oponerme se había anulado por alguna razón que desconocía. Simplemente hacia lo que ella quisiera... como un títere.
Cuando la joven me propuso ir tras los arbustos no pude menos que horrorizarme. ¿Qué quería de mi? Probablemente iba a morir, ¿podría al menos pedir clemencia por mi vida o aquella fuerza desconocida más el miedo que sentía iban a prohibirmelo?
La joven se presentó, cosa rara si iba a matarme, como Romaniel, pero alegó que yo podía llamarla como quisiera. No pude más que reirme no sabría si la razón principal era el miedo, o lo similar que era la joven a mi al presentarse pues debido que mi nombre era ciertamente extraño, yo también les decía a los demás que me llamaran como placieran.
Ignorando el extraño comportamiento de la joven, pues se había convertido en algo común para ella al parecer, opté por presentarme también.

-Me llamo Melanya... - Dije algo dudosa – Pero puede llamarme como quiera... - Dije pensativa – Le pido misericordia por mi vida...

La seguía, no sabía bien el por qué, pero la seguía sin poder evitarlo. Era como si mi cuerpo tuviera vida propia. La joven sonreía mostrandome su raza mediante sus colmillos. Sonreía con tanta inocencia que parecía una niña. Una niña dulce y frágil, pero que realmente yo sabía que era letal.
Romaniel me comentó que mi nombre parecía sacar de un cuento de hadas. No sabría decirle pues no había leído ningún cuento con dicho nombre, más a decir verdad no había podido leer muchos cuentos de pequeños, y los que leía, eran cuentos populares de Rusia y al ser mi nombre tan poco común en Rusia, no había ni una princesa, hada, campecina u otro ser que pudiera llamarse así.
Comentó también que vestía unas ropas muy bonitas y volvió a remarcar que parecía sacada de un cuento. No pude parar de sonrojarme por sus palabras. ¿Por qué la seguía? Me afirmaba que no iba a matarme, pero seguía temiendo sus acciones parecía tan poco coherente... parecía tan peligrosa... ahora quizás le parezcó curiosa... pero quizás después decide atacarme y matarme. Sin embargo, ¿por qué la seguía?
De pronto, Romaniel me abrazó. Aquel abrazo fue tan espontáneo que no pude evitar estremecerme. Pensaba que iba a atacarme... pero simplemente me abrazó. Debía admitir que era un abrazo curioso. Era como si... estaba tan falta de afecto que había recurrido a abrazarme... era tan profundo su abrazo...
La joven comentó que eramos de la misma calaña y que nuestras vidas eran francamente similares pues a pesar de nosotros vivir eternamente, las personas que nos rodean morirían siempre sumiendonos en una gran soledad. Lo cierto es que era consciente de que eso me iba a pasar, más prefería no pensar en aquello... A veces quería conocer gente nueva y poder socializar... pero por otra parte temía perderlos a todos... temía encariñarme con alguien y auq acabe muriendo.
Romaniel me comentó si quería ser amiga mia pues Dios nos había únido en nuestro destino. Probablemente la joven que tenía delante había perdido a alguien que estimaba, desconocía cuanto llevaba siento vampiresa, pero tenía aquella sensación, que detrás de esa extraña inocencia, había una profunda tristeza.
La joven me comentó que me llamaria Melani porque creía que así sonaba más bonito. Nos habíamos ido tras la catedral. No sabía bien por qué me guiaba ahí, si quería hablar simplemente conmigo podríamos sentarnos en un banco y hablar, pero había decidido guiarme... guiarme sabe Dios donde.
Nos paramos en un lugar que desconocía completamente, más al parecer era un lugar muy turbio pues podía perderme fácilmente según las palabras de la propia Romaniel. Sin embargo, aquello no parecía importar mucho a la joven pues me propuso jugar al escondite y procedió a esconderse. Romaniel se me acercó riendo y me volvió a dar un beso en el cuello. Aquello empezaba a ser enfermizo.
Aprovechando aquello como acto de distracción, la joven desapareció. Se movió tan rápidamente entre los árboles de nuestro alrededor, que no pude apreciar bien en donde se había escondido. Me di cuenta de pronto que ya podía moverme donde quería, ahora el cuerpo me escuchaba. Podía marcharme... pero Romaniel parecía tan solo. Suspiré algo resignada, esperaba que aquel juego no durase toda la eternidad.

-Voy a buscarla – Dije dandome cuenta que era la primera vez que hablaba en mucho tiempo a pesar de que creía poder hacerlo, pero temía hacerlo – No se vaya... no quiero perderme... - Dije mirando a mi alrededor.

Me di cuenta que el lugar era muy oscuro, si no fuera vampiro no podría ver con claridad nada a mi alrededor y me sería imposible moverme. Avancé por entre los arbustos que formaban aquel gran laberinto. De seguro que me perdería, la pregunta sería ¿como saldría de aquello? ¿como podía confiar en Romaniel cuando le tenía miedo? Quizás realmente eramos parecidas, quizás realmente debíamos ayudarnos la una a la otra.

-¿Romaniel? - La llamé – No deje que me pierda aquí... - Dije algo desesperada pues por mucho que avanzaba por el laberinto no podía ver ni rastro de Romaniel.

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