AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Noche disoluta [Tania]
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Noche disoluta [Tania]
La suave noche vertía un velo de oscuridad por doquier, los callejones y parques de la hermosa ciudad luz se encontraban engalanados por el misterio que el ocaso había dejado a su paso. Era el escenario perfecto para la depravación, para la perdida y el encuentro. Entes oscuros de rostros variados comenzaban a emerger con pasos lentos y cautelosos, reconociéndose en las sombras pasaban de largo encaminándose en busca de la aventura.
Yo no era muy distinto a ellos, mi alma perdida tan sucia como el barro que manchaba la rueda del carruaje no era mejor que la de los entes de la oscuridad. Sin embargo, a diferencia de aquellos bufones harapientos, mi aspecto era impecable. Un traje oscuro de seda ceñía mi esbelta figura, el cabello oscuro y lacio peinado hacia atrás dejaba caer sobre mi frente un par de mechones rebeldes mientras en mis labios una sonrisa resplandeciente coronaba el conjunto.
No soy mas que un nuevo actor en la gran obra de la creación, reconozco bien mi papel... el papel de un depredador. Sonrió deteniéndome cuando una pareja de adinerados caballero pasa a mi lado, el aroma del alcohol es mas fuerte que el de sus perfumes costosos. Una reverencia, un saludo bien ensayado y la obra continuar en movimiento. Aquella noche no cargo la careta del cazador, no soy aquel que baña de sangre sobrenatural la tierra... soy un depredador en busca de saciar su sed. Una sed sensual y violenta que anima en mi un bochorno desconcertante y delicioso.
Cruel es la sonrisa que en las sombras cubre mi faz y fácilmente es intercambiable por la pasibilidad cuando la vista de un ser ajeno me contempla. Un ángel de Caravaggio a la luz delas velas y un demonio de Goya en la penumbra de un callejón. Mis pasos son suaves, casi tan silenciosos como los de un gato al acecho mientras recorro aquella conocida calle, la luz de las ventanas es del tono de la sangre anunciando que tras sus puertas es el amor y la pasión lo que se oferta. Sonrió pasando e largo, no es en esos pequeños bacanales donde he de encontrar el vino puro que saciará mi sed.
Poco a poco el sonido de la algarabía es mas fuerte, cantos y gritos de asombro se elevaban indistintos. El perfume y el vino son parte de la atmósfera, al fin he llegado a aquel lugar. un edificio se interpone en mi camino, pretencioso y lujoso es la careta perfecta para la perdición. Un par de damas me reciben a la entrada, les sonrió e intercambio con ellas palabras amables y galantes. Un beso velado, una caricia provocadora y en medio de un vendaval de suave aroma me introduzco dentro de aquel lugar buscando abrazar pronto el violento deseo de satisfacción que me azuza con desespero.
Yo no era muy distinto a ellos, mi alma perdida tan sucia como el barro que manchaba la rueda del carruaje no era mejor que la de los entes de la oscuridad. Sin embargo, a diferencia de aquellos bufones harapientos, mi aspecto era impecable. Un traje oscuro de seda ceñía mi esbelta figura, el cabello oscuro y lacio peinado hacia atrás dejaba caer sobre mi frente un par de mechones rebeldes mientras en mis labios una sonrisa resplandeciente coronaba el conjunto.
No soy mas que un nuevo actor en la gran obra de la creación, reconozco bien mi papel... el papel de un depredador. Sonrió deteniéndome cuando una pareja de adinerados caballero pasa a mi lado, el aroma del alcohol es mas fuerte que el de sus perfumes costosos. Una reverencia, un saludo bien ensayado y la obra continuar en movimiento. Aquella noche no cargo la careta del cazador, no soy aquel que baña de sangre sobrenatural la tierra... soy un depredador en busca de saciar su sed. Una sed sensual y violenta que anima en mi un bochorno desconcertante y delicioso.
Cruel es la sonrisa que en las sombras cubre mi faz y fácilmente es intercambiable por la pasibilidad cuando la vista de un ser ajeno me contempla. Un ángel de Caravaggio a la luz delas velas y un demonio de Goya en la penumbra de un callejón. Mis pasos son suaves, casi tan silenciosos como los de un gato al acecho mientras recorro aquella conocida calle, la luz de las ventanas es del tono de la sangre anunciando que tras sus puertas es el amor y la pasión lo que se oferta. Sonrió pasando e largo, no es en esos pequeños bacanales donde he de encontrar el vino puro que saciará mi sed.
Poco a poco el sonido de la algarabía es mas fuerte, cantos y gritos de asombro se elevaban indistintos. El perfume y el vino son parte de la atmósfera, al fin he llegado a aquel lugar. un edificio se interpone en mi camino, pretencioso y lujoso es la careta perfecta para la perdición. Un par de damas me reciben a la entrada, les sonrió e intercambio con ellas palabras amables y galantes. Un beso velado, una caricia provocadora y en medio de un vendaval de suave aroma me introduzco dentro de aquel lugar buscando abrazar pronto el violento deseo de satisfacción que me azuza con desespero.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Noche disoluta [Tania]
{....Voy a tu lado para hacerte volar como aquella gran nube pasajera....}
Dulce noche para hacer travesuras en las sabanas blancas que los burdeles proporcionaban a sus mujeres, pero este no era un burdel cualquiera, que se conformaba con que sus chicas vendieran su cuerpo por unos cuantos francos, era uno de los más resaltantes y elegantes de toda parís, en donde sus hermosas mujeres se pavoneaban con orgullo, pero una más que otras, una de ellas era aquella latina que había llegado unos años antes de que este cambiara de dueño y este la había convertido en su mano derecha. Tenía ya 28 años, pero su sangre indígena parecía mantenerla joven, luciendo del mismo modo, las otras mujeres estarían preocupadas por su estado y que pronto las arrugas llegarían, pero el cuerpo firme de aquella mujer venezolana parecía haber quedado congelado en el tiempo.
Eso era lo que atraía a los hombres a su cama, que tenía experiencia y aun así parecía que su juventud seria eterna, pero ella sabía que no sería así, pronto los hombres perderían el interés en su persona y quedaría sin trabajos y sin francos. Su cabello castaño parecía bailar mientras su cuerpo se movía entre la gente, entre las mujeres, que al verla parecía sujetar con fuerza a su cliente pues sabían que podían pedirla a ella, a la latina, pero ella era exigente, así que los hombres no se atrevían a ser rechazados, pues su “orgullo” era demasiado como para que una simple puta, lo hiriera. Su vestido era rojo, un rojo que se extendía por su torso, con manga corta, dejando sus brazos desnudos, al igual que sus pechos que parecían tranquilos, moviéndose lentamente con la respiración del cuerpo. Al llevar al monte de Venus el vestido se abría en una V para dejar ver una falda blanca, no muy pomposa; para poder moverse con tranquilidad. Pero si lo suficiente como para hacer que se viera estilizada y con clase.
Se dirigía a la puerta, mandaba a las chicas con los jóvenes que veía solos, algunos borrachos debían ser consolados, debían sacar el mayor de ganancias posibles, aunque no había mucho, mantenía todo en orden y las cuentas bien, aunque claro, el contador se encargaba de ello, para que ella pudiera también crear su ganancia en las sabanas de alguna habitación. Era selectiva, pero al parecer ninguno de sus clientes ya tachados en su lista de favoritos había llegado, se sintió abandonada. ¿Tal vez ya había comenzado?. Bajo la mirada, sintiendo que todo iba a un ritmo que ella no entendía, pero rápidamente levanto la mirada, había llegado un nuevo cliente, las cortesanas comenzaban a alborotarse como abejas buscando polinizar una nueva flor, comenzaba el alboroto, frunció el ceño levemente mientras se acercaba al joven bien vestido.
-Buenas noches Monsieur – dijo en su francés perfeccionado –Bienvenido…- una leve sonrisa de aquellos labios carmín, mientras lo detallaba un poco, parecía buen partido, pero bueno, no se buscaría un desconocido, había aprendido la lección, prefería a los conocidos y a los que no le harían daño, pero si este la elegía, ese era otro cuento, no se podía negar a la petición de un cliente, aunque casi siempre sabia como meter una cortesana por los ojos a un hombre, el olor masculino que desprendía aquel ser, le parecía conocido, excitante, como si su cuerpo le dijera que ya conocía aquella esencia, un atributo peligroso. Aclaro su garganta levemente antes de que sus palabras salieran –Tenemos hermosas mujeres, Me llamo Tania Fernández, soy la encargada de las niñas… dígame ¿Qué tipo de mujer busca?- termino su protocolo con otra amplia sonrisa en sus labios.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
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Re: Noche disoluta [Tania]
Bellas flores inundaban el salón abotagado de humo de cigarro, esencia de alcohol y perfumes varios. Danzaban de aquii allá con paso ligero y sonrisas frívolas, las platicas de los invitados a aquel antro de placer y perdición se mezclaban indistintamente con el suave sonido de una sonata alegre y delicada. Era aquella una perfecta representación de los placeres mundanos que al hombre han de perder.
Mis ojos profundos e inteligentes contemplaron en su extensión aquella obra. Los cuerpos entrelazados, las miradas soñadoras y lujuriosas, las sonrisas falsas y de complacencia que perdían no solo el corazón del caballero si no también los francos de su bolsillo. Solo el engaño equiparaba a la Lujuria en aquel lugar, aquel demonio sensual de lengua viperina se envolvía contra los amantes, azuzaba su sed y provocaba un estado tal de perdición que el escapar era casi imposible.
En derredor de mi persona revoloteaban bellas jóvenes de miradas astutas. Su pechos redondos e insinuantes se presionaban contra mis brazos cuando buscaban decirme algo al oído, cuando jugueteaban con sus labios en mi piel. Les contemplaba con suavidad y sin emoción alguna, haciendo un suave inventario de sus atributos y considerando si lo que ofrecían era aquello que buscaba. Contestaba a sus palabras, acariciaba sus mejillas más no iba mucho más lejos. Era peligroso el perderse en aquella miel intoxicante.
Una voz hermosa y acostumbrada al mando resonó en mis oídos, rompiendo el ponzoñoso encanto en que aquellas musas buscaban encerrarme. Los rostros de las damas se ensombreció con miradas cautelosas mientras se alejaban de mi en un extrañó fenómeno magnético. Por mi parte me complací en mirar a aquella belleza exótica. Sus hermosos rasgos parecían no pertenecer a aquel lugar, fácilmente resaltaba entre sus compañeras que se habían congregado a su alrededor formando ante mi un semicírculo de apetitoso aspecto.
-Bonsoir Madame... -comenté con una suave y gentil reverencia admirando su figura privilegiada. Tuve que apartar la mirada de sus curvas o me perdería en ellas. -Realmente no tengo un gusto especial esta noche, solo deseo la compañía de una dama que ilumine mi noche con una sonrisa encantadora. -Me había desplazado hacia el extremo derecho del semicírculo y con paso parsimonioso estudiaba a las presas. Ellas me sonreían, guiñaban el ojo o lanzaban miradas capaces de derretir la nieve. No era más que un general haciendo el pase de lista de las tropas.
Pase de largo junto a aquella bella mujer, dirigiéndole una mirada inquisitiva y velada por un segundo para seguir mi recorrido. Nada entre aquellas pequeñas diosas parecía ser lo que necesitaba, en el extremo izquierdo me detuve con un suave suspiro. -Debo admitir que hay tal belleza aquí que me deslumbra. -Una risilla divertida se escapó de mas de una de aquellas bocas lujuriosas. -Sin embargo usted ha dicho bien, son unas niñas. Tan pequeñas y frágiles que no me atrevería a aspirar a sus encantos. -Algunas comenzaban ya a sospechar a donde me dirigía y miraban con recelo a la dama de origen extranjero. Ignorando aquel doble filo en las flores de aquel jardín me acerque a la dama que irradiaba una aura de belleza casi divina.
-Me pregunto Madame si me haría el honor de pasar la noche a mi lado. Debo admitir que me ha hechizado. -No mentía al tomar su mano delicada y posar en ella mis labios en un gesto galante. Estaba seguro que una decena más había usado aquella frase, aquella sonrisa galante. Pero mis ojos le contemplaban de una manera especial, con un apetito oscuro y sensual. -Entenderé si no soy de su agrado, pero haría mi alma gozosa si me regalase unas horas de su tiempo. -Culmine apretando apenas su mano delicada en mis dedos, devorando con mi piel aquel calor que irradiaba contra mi piel.
Mis ojos profundos e inteligentes contemplaron en su extensión aquella obra. Los cuerpos entrelazados, las miradas soñadoras y lujuriosas, las sonrisas falsas y de complacencia que perdían no solo el corazón del caballero si no también los francos de su bolsillo. Solo el engaño equiparaba a la Lujuria en aquel lugar, aquel demonio sensual de lengua viperina se envolvía contra los amantes, azuzaba su sed y provocaba un estado tal de perdición que el escapar era casi imposible.
En derredor de mi persona revoloteaban bellas jóvenes de miradas astutas. Su pechos redondos e insinuantes se presionaban contra mis brazos cuando buscaban decirme algo al oído, cuando jugueteaban con sus labios en mi piel. Les contemplaba con suavidad y sin emoción alguna, haciendo un suave inventario de sus atributos y considerando si lo que ofrecían era aquello que buscaba. Contestaba a sus palabras, acariciaba sus mejillas más no iba mucho más lejos. Era peligroso el perderse en aquella miel intoxicante.
Una voz hermosa y acostumbrada al mando resonó en mis oídos, rompiendo el ponzoñoso encanto en que aquellas musas buscaban encerrarme. Los rostros de las damas se ensombreció con miradas cautelosas mientras se alejaban de mi en un extrañó fenómeno magnético. Por mi parte me complací en mirar a aquella belleza exótica. Sus hermosos rasgos parecían no pertenecer a aquel lugar, fácilmente resaltaba entre sus compañeras que se habían congregado a su alrededor formando ante mi un semicírculo de apetitoso aspecto.
-Bonsoir Madame... -comenté con una suave y gentil reverencia admirando su figura privilegiada. Tuve que apartar la mirada de sus curvas o me perdería en ellas. -Realmente no tengo un gusto especial esta noche, solo deseo la compañía de una dama que ilumine mi noche con una sonrisa encantadora. -Me había desplazado hacia el extremo derecho del semicírculo y con paso parsimonioso estudiaba a las presas. Ellas me sonreían, guiñaban el ojo o lanzaban miradas capaces de derretir la nieve. No era más que un general haciendo el pase de lista de las tropas.
Pase de largo junto a aquella bella mujer, dirigiéndole una mirada inquisitiva y velada por un segundo para seguir mi recorrido. Nada entre aquellas pequeñas diosas parecía ser lo que necesitaba, en el extremo izquierdo me detuve con un suave suspiro. -Debo admitir que hay tal belleza aquí que me deslumbra. -Una risilla divertida se escapó de mas de una de aquellas bocas lujuriosas. -Sin embargo usted ha dicho bien, son unas niñas. Tan pequeñas y frágiles que no me atrevería a aspirar a sus encantos. -Algunas comenzaban ya a sospechar a donde me dirigía y miraban con recelo a la dama de origen extranjero. Ignorando aquel doble filo en las flores de aquel jardín me acerque a la dama que irradiaba una aura de belleza casi divina.
-Me pregunto Madame si me haría el honor de pasar la noche a mi lado. Debo admitir que me ha hechizado. -No mentía al tomar su mano delicada y posar en ella mis labios en un gesto galante. Estaba seguro que una decena más había usado aquella frase, aquella sonrisa galante. Pero mis ojos le contemplaban de una manera especial, con un apetito oscuro y sensual. -Entenderé si no soy de su agrado, pero haría mi alma gozosa si me regalase unas horas de su tiempo. -Culmine apretando apenas su mano delicada en mis dedos, devorando con mi piel aquel calor que irradiaba contra mi piel.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Noche disoluta [Tania]
(….lléname con tus mieles, con la música de tu amor
añorado, sube la tempestad, la calentura malvada
de placeres, de besos, de sueños deseados y
pasiones encendidas.….)
añorado, sube la tempestad, la calentura malvada
de placeres, de besos, de sueños deseados y
pasiones encendidas.….)
Como siempre la obra de teatro había comenzado sin demora, una leve sonrisa, nada forzada, pues Tania podía reconocer a los hombres que no era fácil engañar. Debía admitir que sentía un doble sentimiento por ese tipo de hombres, cierto rencor y odio por ser difíciles –algunos más que otros- pero también mucha atracción, física, sexual y erótica, que hacía que el cuerpo de aquella cortesana vibrara con entusiasmo, pues sabía que sería un reto que no todos los días tiene la oportunidad de aparecer. Todo su cuerpo era sensual y erótico, cada movimiento que hacía, podría hacerla ver jodidamente sexy, por suerte no debía esforzarse mucho para lograr aquello, pues le salía naturalmente.
Damas… damas… tal vez ellas eran más damas que las propias de la aristocracia, pues sus maridos se mantenían mucho mas en aquel lugar de lujuria y perdición, que en sus propias y aburridas casas, pero la sociedad tenía otro significado de aquella palabra, asi que ellas se debían conformar con otra palabra que no llegaba a describir bien lo que estas realmente eran. Su cuerpo se movió levemente, parecía estar buscando equilibrio, su mano se puso en su cadera mientras sus piernas jugaban con el peso de todo su cuerpo. No se movió mucho, solamente su cabeza giro levemente mientras, como una leona cuidando a sus crías vigilaba recelosamente aquel hombre que buscaba poner su entrepierna entre una de las cavidades de aquellas jovencitas, por el simple y mero hecho de “desahogarse” y relajarse como dios no mando.
Su voz retumbo por el lugar, las jóvenes comenzaban a estar ansiosas, unas veían de reojo a uno que otro hombre más, pues sabían que podrían no ser elegidas, pronto las miradas llenas de desprecio llegaron a ella, pero ya debían saber que eso solamente realzaba su belleza de una forma extraordinaria. Se alzo de hombros mientras mantenía sus ojos cerrados hasta mantener a aquel hombre de olor peligroso cerca de él. Se mordisqueo su labio inferior, como buscando que un gemido no se le escapara mientras sus fosas nasales de inundaban con su aroma.
-Pudiera decir que no, tranquilamente lo haría…- dijo ella mientras sus ojos se encontraban con el otro y una mediana sonrisa en esos labios carmesí aparecían –pero esta vez aceptare probar una nueva carne que me parece conocida- su susurro mientras su mano, como serpiente venenosa, se deslizaba hasta encontrar la calidez de la contraria y entrelazaba sus dedos en un acto de suma intimidad. Habían perdido, otra vez, como buenas perdedoras buscaron consuelo con otros hombres menos valerosos, pero igual podían sacarle provechos, mientras tanto los labios del joven habían tocado elegantemente el dorso de la morena, esta dejo salir una leve risilla, no era común que hicieran eso, era un caballero, solamente le faltaba armadura, pero bueno, ella decidiría que buen guerrero era.
Ahora eran amantes, dos cuerpos unidos, para convertirse en uno, pero ella era como un hechizo temporal, como una droga que solamente duraría unas horas y luego su efecto desaparecería. Podría volverse adictiva, pero eso dependía del consumidor. Movió sus caderas, jalo al hombre para que viniera con ella, camino ágilmente evitando a la gente borracha e excitada que parecían obstáculos para llegar a su meta. Los escalones de aquella escalera de madera chirriaron cuando su peso toco la vieja y que amenazaba por pudrirse rápidamente, todo pareció quedar en un leve silencio cuando Tania abrió la puerta de su habitación y arrastro al cazador, como si estuviera llevando una presa a su caverna, soltó su mano, sus dedos se pararon para luego ella dar unos pasos hacia adelante, hacia la amplia cama adornada por un tono rojo y escasas almohadas. Se quito la falta de un zarpazo dejando a relucir aquellas hermosas piernas, como de diosa amazónica, el corsé quedo en su mismo sitio, apretando sus senos voluptuosos, solamente tenía una ropa interior negra, que se confundía entre su piel, pues estaba ajustada. Su cabello cayó a su espalda, mientras con una patada dejaba tirado la falda. Sus pies estaban vestidos por unas sandalias de tacón alto, que la hacían ver aun más alta y erótica con aquella semi-desnudez provocando reacciones a su compañero observador.
Giro su cuerpo cuando se sintió ya a gusto, se sentó en el borde de la cama para cruzar sus exquisitas piernas y sonreír ampliamente –Tania Fernandez- saboreo ellas mismas su nombres son sensualidad –Así me puedes llamar…- se alzo levemente los hombros mientras veía como un candelabro iluminaba espléndidamente el lugar que tenía un olor a ella, mezclado son sándalo y rosas. -¿exigirás algo?- pregunto curiosa mientras sus manos declaradamente recorrían su apretado corsé -¿algún fetiche, fantasía sexual que desees cumplir?- comenzaba a deslizar peligrosamente sus manos hacia el cierre de aquel aparato de tortura femenina mientras sus ojos no dejaban escapar la mirada de aquel hombre.
(…. Los deseos encubiertos, las piernas entrecruzadas y
desnudas de ropaje para poder ser admiradas con
pasión y tus bellos ojos que son lumbre encendida,
que aviva el deseo, dejando que la
belleza de tu cuerpo, haga que escurra por el hombro….)
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
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Re: Noche disoluta [Tania]
Le seguí como la presa es atraída hacia la trampa, andando sin prisa a la sombra sus pasos que resonaban en el silencio de los corredores con suavidad. A nuestro paso quedaba el lujo y pretencion del negocio, toda la apariencia era lanzada a un lado dejando al descubierto la verdad oculta bajo la seda, las sonrisas y el enviciante perfume de la seducción. Era como arrancar la mascara de aquella misteriosa amante que había deleitado con sus dones la velada. El aroma del sexo inundaba el lugar, la humedad de aquel antiguo edificio podía distinguirse bajo los miles de perfumes que se mezclaban indistintos en el aire, gritos, jadeos y gemidos habían reemplazado a las platicas y música del salón. Ahí el placer reinaba y la lujuria se placía.
La habitación en la que fui invitado a ingresar era reconfortante y agradable, insinuante como lo eran las bellas formas de la mujer. Le miré a placer, contemplé cada una de sus acciones y el desalojo de la mascarada que resultaba al despojarse de las prendas que encontraba innecesarias. En aquella semi oscuridad su cuerpo resaltaba con fascinante efecto, la piel perfecta y sin marcas era tan tersa como el mármol pulido, sus cabellos se enredaban en ensortijados como bellas serpientes y su rostro le coronaba todo, la seguridad en sus gestos y acciones era aquel delicioso elixir que pocos sabían saborear en una dama de aquel carácter.
Cuando el silencio se cernió entre nosotros me acerque a la cama, mis pasos crujían sobre la bien cuidada alfombra al tiempo que me detenía a su lado. Le sonreía deslizando mi mano derecha hasta su faz, delineando con un breve y lento tacto el contorno de su rostro hasta detenerme en su mentón. La zurda por su parte viajó hasta aquel brazo inquiero que luchaba por desatar los rudimentarios lazos de su corset. Le tomé la mano con sumo cuidado dirigiéndole a mis labios para besarle como lo había hecho en el salón.
-Hermosa dama, ¿tanta prisa tienes por abandonarme que apresuras el dulce encuentro de nuestros cuerpos? -Un gesto suave de reproche inundó mi faz mientras tomaba aquella mano tan suave y ansiosa por satisfacerme para llevarle para aspirar el perfume de su cuerpo. No aquella fragancia que flotaba en el espacio, si no el casi imperceptible aroma de su celo. -La noche es joven y debo admitir que no permitiré que nadie mas goce de tu favor este día. ¿Acaso no te has dado cuenta que he perdido ante ti? -Deje en libertad aquella mano, mientras mis dedos elevaban un poco su mentón para ver la luz de las candelas danzar en sus ojos de gata.
-Eres tan diferentes a ellas, a cualquier mujer que haya conocido hasta este momento. -Murmuró con un tono casi confidencial inclinándome hasta tu rostro, cerrando los ojos paso de largo a tus labios y me pierdo en el perfume de tu cuello. Un suspiró suave escapa de mis labios, acariciando la piel de aquella zona con cuidado casi temiendo cometer un sacrilegio contra el templo de tu persona. Dejó ir la presión de mi indice en tu mentón y retrocedo un par de pasos tranquilos hasta la butaca que descansa frente a la mesa. El asiento es viejo y un tanto anticuado pero tiene un gusto peculiar y es cómodo cuando me siento en él. Desde aquella postura te observó con total tranquilidad.
-No soy un cliente común mi bella diosa. No solo deseo tomar ese cuerpo que ofreces a mis ojos con tal desgarbo y seducción, hay muchas cosas más de ti que pueden satisfacerme y hacer que el acto de consumar mi pasión en ti sea una experiencia como nunca antes has experimentado. -La resonancia de mi voz tranquila inundó el lugar, no deseaba sonar arrogante... pero era verdad que el tomarla como una bestia no me haría sentir pleno. -Una hermosa mujer como tu merece algo más que la vulgaridad del sexo crudo. Yo deseo todo de ti mi bella mujer, descubrir aquello que te hace perder y perderte en mi como ya me has perdido a mi. -Declaré con simpleza recargando mis brazos en el descanso de la butaca, la sonrisa en mis labios era tan misteriosa como aquel pecad que la mujer me escondía en la desnudez e intimidad de aquel salón.
La habitación en la que fui invitado a ingresar era reconfortante y agradable, insinuante como lo eran las bellas formas de la mujer. Le miré a placer, contemplé cada una de sus acciones y el desalojo de la mascarada que resultaba al despojarse de las prendas que encontraba innecesarias. En aquella semi oscuridad su cuerpo resaltaba con fascinante efecto, la piel perfecta y sin marcas era tan tersa como el mármol pulido, sus cabellos se enredaban en ensortijados como bellas serpientes y su rostro le coronaba todo, la seguridad en sus gestos y acciones era aquel delicioso elixir que pocos sabían saborear en una dama de aquel carácter.
Cuando el silencio se cernió entre nosotros me acerque a la cama, mis pasos crujían sobre la bien cuidada alfombra al tiempo que me detenía a su lado. Le sonreía deslizando mi mano derecha hasta su faz, delineando con un breve y lento tacto el contorno de su rostro hasta detenerme en su mentón. La zurda por su parte viajó hasta aquel brazo inquiero que luchaba por desatar los rudimentarios lazos de su corset. Le tomé la mano con sumo cuidado dirigiéndole a mis labios para besarle como lo había hecho en el salón.
-Hermosa dama, ¿tanta prisa tienes por abandonarme que apresuras el dulce encuentro de nuestros cuerpos? -Un gesto suave de reproche inundó mi faz mientras tomaba aquella mano tan suave y ansiosa por satisfacerme para llevarle para aspirar el perfume de su cuerpo. No aquella fragancia que flotaba en el espacio, si no el casi imperceptible aroma de su celo. -La noche es joven y debo admitir que no permitiré que nadie mas goce de tu favor este día. ¿Acaso no te has dado cuenta que he perdido ante ti? -Deje en libertad aquella mano, mientras mis dedos elevaban un poco su mentón para ver la luz de las candelas danzar en sus ojos de gata.
-Eres tan diferentes a ellas, a cualquier mujer que haya conocido hasta este momento. -Murmuró con un tono casi confidencial inclinándome hasta tu rostro, cerrando los ojos paso de largo a tus labios y me pierdo en el perfume de tu cuello. Un suspiró suave escapa de mis labios, acariciando la piel de aquella zona con cuidado casi temiendo cometer un sacrilegio contra el templo de tu persona. Dejó ir la presión de mi indice en tu mentón y retrocedo un par de pasos tranquilos hasta la butaca que descansa frente a la mesa. El asiento es viejo y un tanto anticuado pero tiene un gusto peculiar y es cómodo cuando me siento en él. Desde aquella postura te observó con total tranquilidad.
-No soy un cliente común mi bella diosa. No solo deseo tomar ese cuerpo que ofreces a mis ojos con tal desgarbo y seducción, hay muchas cosas más de ti que pueden satisfacerme y hacer que el acto de consumar mi pasión en ti sea una experiencia como nunca antes has experimentado. -La resonancia de mi voz tranquila inundó el lugar, no deseaba sonar arrogante... pero era verdad que el tomarla como una bestia no me haría sentir pleno. -Una hermosa mujer como tu merece algo más que la vulgaridad del sexo crudo. Yo deseo todo de ti mi bella mujer, descubrir aquello que te hace perder y perderte en mi como ya me has perdido a mi. -Declaré con simpleza recargando mis brazos en el descanso de la butaca, la sonrisa en mis labios era tan misteriosa como aquel pecad que la mujer me escondía en la desnudez e intimidad de aquel salón.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Noche disoluta [Tania]
Sus movimientos son perfectos, Tania los ve y busca algo malo en ellos, pero no, todo parece calculado, la distancia entre sus cuerpos era perfecta para que los dos pudieran tener su espacio, pero aun así sentir la delicia del calor corporal del otro, le miraba, lo escuchaba atentamente mientras sus labios entrecerrados estaban, su pecho respiraba cada vez mejor, pues no tenía el peso innecesario de la ropa que antes tenía encima, ahora era libre como un ave para volar. Pareciera que es un observador nato, es hermoso ver como busca encontrar los puntos con sus ojos y retirarse al momento de sentir que aun no ha llegado la hora. Movimientos rápidos, movimientos lentos, en zonas lentas, en lugares tortura… no todo era igual en un momento, se disfrutaba del erotismo que inundaba la atmosfera creada por esos dos, las piernas de la cortesana se movían como si fuera un cachorro de león inquieto que quiere comenzar a jugar, se mantiene delicada, mirando cada uno de sus movimientos, hasta sentirlo lejos, tan lejos que puedo suspirar de alivio, pues la tensión es buena, pero ella no tiene mucha paciencia. Lo ve sentarse en la butaca, como si fuera un espectador de alguna obra de arte, ella tranquilamente sigue desatándose el corsé para dejar libre a sus dos compañeras eternas, que nacieron muy poco antes de llegar a la pubertad. Termina jadeando, la tortura ha terminado, se siente libre, no necesita nada de aquello para poder hacer que las personas se acerquen…
-Se equivoca- dijo ella con cierta sonrisa divertida en sus labios. Esa no era su intención. Sus miradas se encontraban, aun podía sentir, la respiración del contrario chocando con su cuello, aquella sonrisilla, perfectamente delineada no se iba de su lugar. Las acciones de aquel hombre la desconcertaban, pero cada cazador tenía su técnica para matar a la presa, así que se desintereso en sentirse abrumada por la diferencia entre él y sus otros clientes –Mi intención no es apresurar las cosas… ¿No lo ve?- pregunto ladeando su cara, de cierta forma inocente, mientras su cuerpo se acomodaba boca abajo, sus codos en el colchón para que su rostro estuviera sostenido y pudiera mantener la mirada, sus senos aprisionados por aquella posición, entre las sabanas sedosas que le hacían un poco de cosquilla al sentir sus pezones rosando entre los pliegues que ella había provocado por el movimiento. Sus piernas alzadas, jugaban llegando y bajando repentinamente, sin dejar el erotismo y la sensualidad fuera de línea –Solo he quitado lo necesario o… ¿Acaso tiene algún fetiche con la ropa femenina?- su risa fue picara, mientras daba la media vuelta para quedar ahora boca arriba, sus cabellos cayeron por la gravedad, su rostro quedo libre de ello, y sus piernas se alzaron, mientras ella parecía alzar los brazos y dejar que sus senos disfrutaran un poco del aire libre.
Podía durar todo lo que quisiera, perderse tanto que deseara, luego ella le daría un mapa para que pudiera regresar a casa. Se levanto de aquella cama, para poder ponerse en la orilla, se levanto sin mucho esfuerzo hasta llegar a donde estaba el contrario y sentarse entre sus piernas, abriéndolas para introducirte entre las de él y dejar que sus manos se aferraran a sus hombros –La desnudez es mi mejor vestido, Monsieur, solamente me estaba arreglando para nuestro encuentro, no apresurándolo – le dijo en un tono suave, como deseando enamorarlo con su tono de niña buena. Llevo su propia mano a su seno y la derecha a su intimidad, levanto un poco su trasero, para sentir la libertad de llegar a aquel botoncito que tanto quería, entre sus dedos atrapo uno de sus pezones, torturándolo con la presión que le daba satisfacción. Sabía que los hombres eran visuales, buscaba hacerlo disfrutar, sin necesitad de llegar al postre final.
-Se equivoca- dijo ella con cierta sonrisa divertida en sus labios. Esa no era su intención. Sus miradas se encontraban, aun podía sentir, la respiración del contrario chocando con su cuello, aquella sonrisilla, perfectamente delineada no se iba de su lugar. Las acciones de aquel hombre la desconcertaban, pero cada cazador tenía su técnica para matar a la presa, así que se desintereso en sentirse abrumada por la diferencia entre él y sus otros clientes –Mi intención no es apresurar las cosas… ¿No lo ve?- pregunto ladeando su cara, de cierta forma inocente, mientras su cuerpo se acomodaba boca abajo, sus codos en el colchón para que su rostro estuviera sostenido y pudiera mantener la mirada, sus senos aprisionados por aquella posición, entre las sabanas sedosas que le hacían un poco de cosquilla al sentir sus pezones rosando entre los pliegues que ella había provocado por el movimiento. Sus piernas alzadas, jugaban llegando y bajando repentinamente, sin dejar el erotismo y la sensualidad fuera de línea –Solo he quitado lo necesario o… ¿Acaso tiene algún fetiche con la ropa femenina?- su risa fue picara, mientras daba la media vuelta para quedar ahora boca arriba, sus cabellos cayeron por la gravedad, su rostro quedo libre de ello, y sus piernas se alzaron, mientras ella parecía alzar los brazos y dejar que sus senos disfrutaran un poco del aire libre.
Podía durar todo lo que quisiera, perderse tanto que deseara, luego ella le daría un mapa para que pudiera regresar a casa. Se levanto de aquella cama, para poder ponerse en la orilla, se levanto sin mucho esfuerzo hasta llegar a donde estaba el contrario y sentarse entre sus piernas, abriéndolas para introducirte entre las de él y dejar que sus manos se aferraran a sus hombros –La desnudez es mi mejor vestido, Monsieur, solamente me estaba arreglando para nuestro encuentro, no apresurándolo – le dijo en un tono suave, como deseando enamorarlo con su tono de niña buena. Llevo su propia mano a su seno y la derecha a su intimidad, levanto un poco su trasero, para sentir la libertad de llegar a aquel botoncito que tanto quería, entre sus dedos atrapo uno de sus pezones, torturándolo con la presión que le daba satisfacción. Sabía que los hombres eran visuales, buscaba hacerlo disfrutar, sin necesitad de llegar al postre final.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
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Localización : En el burdel~
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