Pactum daemonum [Privado]

Después de existir por 495 años creía haber aprendido a lidiar con las perdidas, desechar los nexos emocionales y continuar caminando sobre los muertos que iba dejando atrás. Tenía años suficientes para haber enterrado más mascotas de las que podía llegar a recordar, sin embargo muy pocas habían llegado a ser tan vitales para mi como para que los considerara más que una herramienta necesaria, e incluso entre aquellos a los que llame “familia” nunca había tenido dos hermanos tan magníficos como lo eran mis leales Hades y Ares. Los nexos que nos unían eran mucho más fuertes de lo que yo hubiese creído, se tejieron silenciosamente desde que sólo eran unos pequeños cachorros que cabían perfectamente en mis manos, ni siquiera me hubiese dado cuenta de su existencia de no ser porque desde que llegue a Paris en más de una ocasión estuve al borde de perderlos.

Oler su sangre y saber que estaban heridos resulto ser más doloroso que tener enterrada una bala de plata en el cuerpo, mis actos irreflexivos nos ganaron enemigos poderosos en un tiempo relativamente corto, cosa que habitualmente me divertía y mantenía entretenido, por lo que no me preocupe de ello hasta que tuve que cuidar de mis perros, gastando enormes sumas de dinero en veterinarios y velando por ellos mientras se recuperaban de combates de los cuales pese a salir igualmente herido yo había sanado en un par de noches sólo con beber suficiente sangre.

Me enfrentaba a una realidad que desdeñe hasta ese instante, ellos eran mortales, tan mortales como los hombres y mujeres de los que me alimentaba, igual de frágiles y efímeros. Hades parecía adivinar los tétricos pensamientos que ensombrecían mi humor, posando su enorme cabeza en mi muslo como si desease hacerme saber que se encontraba a mi lado para lo que necesitara consiguiendo sacarme una ligera sonrisa.

Acaricie su cabeza para tranquilizarlo, era imposible convertirlos, lo intente en el pasado con otros perros sin lograr los resultados esperados, pero una nueva posibilidad se abría ante nosotros, una que no pensaba desperdiciar.

Casi se trataba de una leyenda urbana que murmuraban en voz baja por el mundo paranormal, tan fantástica que pocos le daban crédito, no obstante tras días de incesantes amenazas, sobornos y uno que otro interrogatorio poco amistoso, finalmente tenía algo tangible. Una bruja bastante anciana, se comprometió a hacer llegar cualquier mensaje mío al legendario Benjamin D'Chagny si a cambio yo no le retorcía su demacrado pescuezo, así aunque hubiese preferido que me guiara directo a él, comprendí que lo mejor sería concertar una cita antes que visitarlo de forma inesperada dando pie a violentos malos entendidos.

Le di a la mujer instrucciones específicas, por tres noches, desde la medianoche hasta cerca del alba, esperaría en aquella taberna a que se presentará para que charlásemos de negocios, si al termino de aquel plazo no tenía noticias del brujo, entonces ella y cualquiera cercano a su patética existencias, aprenderían a no engañar a un vampiro, incluso si intentaba algo tan estúpido como escapar de la ciudad seria avisado por los sujetos que contrate para vigilarla dando fin a nuestro acuerdo.

Hice girar el vino en el vaso a medio llenar, aquel líquido llevaba ya un rato humedeciendo mis labios mientras pretendía beber, era una mímica ideada para darme un aspecto más humano, posibilitando que me confundiera con el decadente entorno, evitando llamar innecesariamente la atención. Casi deseaba ser capaz de embriagarme, eso haría más llevaderas las horas de espera que tenía por delante.

Benjamin D'Chagny… inmortal, brujo o demonio, se decían cosas tan absurdas sobre él que incluso me sentía un poco estúpido por confiar en que tenía la capacidad de realizar lo que anhelaba, sino la inmortalidad para mis canes, al menos el poder de convertirlos en bestias formidables, similares en fuerza y resistencia a los licántropos, de modo que asesinarlos resultase una tarea casi imposible.

Escuché detenidamente las razones que llevaron al joven eterno para entrar en contacto conmigo. Cuando escuchaba la palabra "negocios" comprendía que lo que las personas tenían entre manos era, por lo menos, algo turbio y lo más seguro es que estaba relacionado con la muerte. No podía negar que dichos negocios eran uno de mis favoritos.
Acepté la petición del joven y me senté a su lado a pesar de que los canes que le acompañaban no compartían su decisión. Los observé curioso. Los animales eran seres francamente admirables, me fascinaba la capacidad que tenían al detectar el peligro o predecir alguna catástrofe y huir de ella... esperaba que hoy no pasaría nada parecido.

-Tiene unos compañeros muy precavidos – Le comenté mientras tomaba un trago del vino que me había ofrecido el joven.

Observé al joven con atención. A simple vista no parecía ser el tipo de persona que me había descrito aquella estúpida anciana pues básicamente no parecía alguien que se deleitase con el sufrimiento de una vieja cualquiera. Sin embargo, las apariencias engañan y yo no soy quien para juzgar las de los demás.
El joven me anunció que estaba interesado en mis servicios en lo que a poderes se refiere y que está dispuesto a pagarme el dinero que yo le pida al respecto. Le escuché más interesado incluso que antes. A juzgar por sus palabras parecía bastante desesperado, aunque físicamente no lo mostrase, por lo que, a parte de pensar cual podría ser mi recompensa, quería saber que era lo que buscaba de mi el eterno joven... ¿qué más se puede querer que la eterna joventud?
Vaya vaya vaya... al parecer los vampiros, los seres eternos y maravillosos que tanta gente admira o teme, a veces forman lazos con seres de posibilidades inferiores a ellos. Por otra parte, me hacian gracia los comentarios que hacian las personas que el joven había "investigado" si hoy podía alargar la vida de los animales... ¿será posible que mañana sea capaz de revivir o controlar muertos? Me temo que me conocen demasiado ya por aquí y debería mudarme a otro lugar pues parece ser que este ya no era el más seguro.

-Me temo que soy la persona que busca – Le comenté con una media sonrisa – Sin embargo existen algunos inconvenientes que pueden no ser de su agrado – Le comenté observando a los sabuesos que seguían mirandome con cierta preocupación, podía notarlo en su aura - ¿Como se llama? Pues me siento en cierta desventaja al no saber su nombre mientras que usted sabe el mío.

En ningún momento pensé que conseguir lo que deseaba fuese sencillo o de otro modo este mundo estaría lleno de abominaciones creadas por el deseo egoísta de cada maldito capaz de sentir y pensar, sean cuales fueses las dificultades de las que el brujo hablaba, encontraría el modo de superarlas, toda mi fuerza, todas mis habilidades y años sobre la tierra serían inútiles sino.

- Disculpe mi falta de modales – me excuse – mi nombre es Colin Cumhaige, ultimo engendro de su estirpe – eso podía firmarlo y jurarlo ante el diablo mismo, mi clan, mis parientes y vecinos sólo existían como un recuerdo nuboso en lo profundo de mi memoria, allí los puse cuando asesine a cada hombre, mujer y niño que pertenecía a los McCumhaige – Por favor señor D'Chagny, hábleme de esos “inconvenientes” y perdone que no le pregunte por su día u otras gentilezas de rigor pero sinceramente poco me importa enterarme de esas nimiedades – me estaba portando tan civilizado como mi paciencia lo permitía, sin embargo estaba acostumbrado a tomar por la fuerza aquello que quisiera, no era normal, ni mucho menos fácil estar allí pidiéndole educadamente algo a un desconocido.

En tanto aguardaba su respuesta mi mente generaba posibles dificultades, quizás el conjuro, hechizo o pócima necesitaría de ingredientes demasiado exóticos, quizás incluso tan fabulosos como aquellos que en los cuentos de mi nana utilizaban las brujas para sus maleficios, ojos de dragón, escama de sirena, cabello de un gigante, ingredientes cuya búsqueda no sólo podía arrastrarme a los confines del mundo sino ponerme cara a cara con criaturas que sólo deberían existir en las pesadillas.

La teoría que en cambio se fortalecía es que Benjamin D'Chagny no era tan fabuloso ni poderoso como decían, sino un simple farsante que se alimentaba de rumores y me enviaría tras una búsqueda inútil e imposible apenas para librarse de mi, así como de mis posibles represarías.

Apreté los puños manteniendo en mi rostro tanta serenidad como era posible, el podía engañarme esta noche, tenía ese poder desde que lo llame para solicitarle usara sus poderes en mis canes, pero los vampiros vivíamos eternamente, al final siempre acabamos ajustando cuentas y la venganza mientras más se espera para realizarla más cruel y doloroso es su impacto sobre quien está enfocada.

El nombre de mi cliente resultó ser Colin y, a juzgar por su apellido, compartíamos patría probablemente. Sin embargo, su presentación me pareció como menos curiosa. Afirmaba ser el último de su estirpe. Ni siquiera yo podía afirmar algo así... de todos modos no es algo que me importara en gran medida. Hace tiempo que perdí interés en mi familia.
El joven me confesó que los inconvenientes le importaban más bien poco, aunque no sabría decir si compartiría la misma opinión después de descubrir el cambio que sifrirían su sabuesos y que estos no serían físicos precisamente.

-No se disculpe, tampoco le iba a hablar de mi vida a un desconocido - Confesé más bien extrañado por su disculpa. Quizás era el primer negocio al cual acodia el joven Colin por lo que no sabía bien como comportarse, pero nadie jamás se ha interesado por mis quehacerse y yo menos de los demás apenas que tengan algo que ver con el negocio.

Eché una última ojeada a los sabuesos que seguían observandome alerta, como sabiendo que no podían esperar nada bueno de mi y en cierto modo estaban en lo cierto, puesto que si el joven accedía a las consecuencias de mis hechizos la vida de esos perros cambiaría parcialmente. Sería incluso gracioso.

-Supongo que explicarle que los perros son leales a sus amos sería una tonteria teniendo en cuenta su pasión hacia los canes - Dije apoyando mi cabeza sobre la mano que estaba encima de la barra en donde estábamos ambos sentados - Sin embargo, la lealtad a veces no es la mejor virtud que uno puede tener... Lamento deciros que después del hechizo sus sabuesos no lo verán como su dueño propiamente dicho, más bien me verán a mi como tal y no descarto la posibilidad de que le ataquen teniendo en cuenta la personalidad que tienen sus canes.

Observé al joven a la espera de una reacción y así de paso descubrir cuan aprecio les tenía en verdad a esos chuchos. Quizás incluso los seres eternos albergaban sentimientos de verdad e incluso aquel detalle le parecería una tontería... Al principio pensé que esta tarea sería ciertamente aburrida y tonta, pero incluso podría divertirme con ella.
A la espera de su respuesta, me paseé por mi mente recordando cuantos incontables negocios había hecho para las personas que venían en busca de mi socorro y a mi me parecían mínimamente interesantes. Habían sido innumerables e incluso había estafado a algún que otro cliente con el fin de divertirme y ver hasta donde llegaba el deseo de ver cumplirse el sueño de uno... pero algo me decía que no tendría que recurrir a ese tipo de alimañas para divertirme de todos modos.

Cuando el joven eterno decidió experimentar sus poderes de vampiro en mi me pregunté cuantos años llevaba convertido llegando a la conclusión que tendría que ser un neófito puesto que la mentalidad de crío que tenía era, por lo menos, curiosa.
Viene, me pide ayuda y ahora me amenaza me preguntaba como iba a conseguir su proposito si me daba de comer a sus sabuesos. A pesar de que uno de sus perros optó por ladrarme a escasos centimetros de la cara, no me inmuté. Me habían amenazado con fuego, veneno, degollamiento, desollamiento, con arrojarme a los tigres, con partirme por la mitad incluso... al principio siempre temía y me esperaba lo peor. Ahora, con la larga experiencia que tenía de la gente que se dedicaba a amenazarme con sus objetos u animales peligrosos frente a mi cara no podíap or menos de suspirar con resignación al ver la misma escena una y otra vez.
Me resultó más ameno este espectáculo el hecho de que muchos de los integrantes del bar se levantaran horrorizados y maldecieran a los pobres perros, que poca culpa tenían de tener un dueño con los modales dignos de un paleta puesto que solo una persona de una clase social realmente baja reaccionaba de esa manera cuando le proporcionaban ayuda. El horror de las personas a mi alrededor me hicieron cuestionarme si realmente seguía siendo humano puesto que la solemnidad que mostraba era como mínimo anormal.
Al parecer a parte de la escacez de su estirpe, la escacez en modales también era un tema común para los Cumhaige, con razón no había oído hablar jamás de ellos... aunque a decir verdad tampoco me interesaba por las familias importantes ni de París ni de mi país natal puesto que hacia años que no pisaba aquellas tierras. Creo incluso que tenía un par de negocios sin concluir... aunque a decir verdad creo que ya no restaban con vida aquellos clientes.
En resumen, el joven no tuvo suficiente con intentar impresionarme con sus canes, sino que me sujetó del cuello de la camisa para acercarme más a él, probablemente para impresionarme o infundirme temor barato.
Sus siguientes palabras no hicieron más que causarme gracia, incluso algún que otro estúpida se lo agradeceria, uno de esos que me encomandaba un negocio altamente aburrido y le había enviado casi a Costa Rica para conseguir unos ingredientes que ni siquiera sabía si existían, de otro modo mi oficio sería demasiado aburrido y me existencia demasiado deprimente.

-Si tan importantes son estos canes para vos como dice, entonces descartaría la posibilidad de matarme y aceptaría mis condiciones, no por compasión para mi por supuesto vistos sus modales, si no por el amor del que tanto alardea hacia sus sabuesos porque dudo vivdamente que encuentre a alguien dispuesto a ayudarle con su tarea, básicamente porque todos lo tachan de imposible. Si me mata, me gustaría calcular el tiempo que les quedaría a sus canes para que se reunan conmigo y acaben siendo de todos modos de mi propiedad puesto que no le veo predispuesto a morir pronto ¿me equivoco? - Le comenté con una media sonrisa - Por otra parte, me temo que no será vos el único que se alegré de mi muerte. Podríais hacer una gran fiesta tu, tus perros terminales y unos cuantos idiotas más... aunque incluso encontraras de esos que llorarían mi muerte... acude gente realmente desesperada a mi... no como vos por lo que veo - Le comenté.

- ¡No son unos malditos sabuesos! – Espete molesto devolviéndolo a su posición de un súbito empujón – no puedes ni siquiera diferenciar una maldita raza de otra ¿y pretendes ser su amo? – aquellos canes eran una de las más bellas obra de la naturaleza, casi 100 kilos de poderosos músculos que los dotaban de velocidad gracia y porte, unas mandíbulas capaces de arrancarle el brazo a un hombre, aquel brujo no era capaz ni siquiera de empezar a apreciar la maravilla que tenía ante si – son mi bien más preciado – admití, no era ningún secreto pues incluso había arreglado esta reunión cuando sería más censillo adoptar un par de cachorros en cuanto Hades y Ares ya no me fuesen de utilidad – Te daría este brazo si ese fuera tu precio – dije levantando mi diestra para apretar en un puño mis dedos hasta que mis uñas provocaron el estallido de mi piel bajo su presión – o desafiaría al propio Satanas si eso es lo que hiciera falta, pero me pides que renuncie a ellos? ¿Cómo puedo dártelos cuando apenas soporto separarme unos minutos de su compañía?!

Golpee la mesa provocando que la madera se partiera y las astillas volaran, quería aplastarlo a él, hundir su cráneo y hacer sus secos salir por sus orejas, arrancar su lengua para que se la tragara y acallar su sosegada voz.

- ¿De que modo salgo ganando con este trato? Ellos vivirán pero ya no serán mis compañeros, sabre que su lealtad ya no me pertenece y su traición me hará desear destruirlos – Mi cariño no era desinteresado, yo los necesitaba para mantenerme cuerdo y no sucumbir a la sangre de mi maestro, su bienestar era el mío, pero en cuanto dejasen de obsequiarme su inquebrantable compañía empezaría a odiarlos, destruirlos sería una obsesión, una necesidad que me carcomería desde dentro – ¿Es esto lo que ofreces?

Sólo necesitaba ordenarlo, un gesto sería suficiente para que Hades y Ares se encargarán de destrozarlo, pero en el fondo no podía renunciar a esa pequeña esperanza.

- Tiene que existir otro modo – termine diciendo.

-Jamás dije que quería ser el amo de tus perros. No me interesan los animales a penas que los pueda usar como armas, y para eso tengo sus cadáveres que son más útiles que los vivos puesto que mueren rápido - Le comenté a su comentario de que supuestamente yo quería ser su amo.

El joven me dio un discuros ciertamente conmovedor anunciando que incluso daría su vida para ver como sus perros prosperaban con una vida eterna a su lado. Era curioso que un vampiro no se diera cuenta que nada era eterno... aunque quizás el truco residía en que era precisamente vampiro y se creía inmortal... pero hasta los inmortales mueren... bueno todos menos yo.
La rabia del joven era tal, que estaba destrozando parcialmente el local del pobre cantinero, aunque a decir verdad era un espectáculo gracioso. Sin embargo, lo más probable es que debería esperar que él mismo se resignara a la verdad y dejara que hiciera el hechizo que tenía pensado... a menos que...
El recuerdo de la bestia que llevaba buscando toda mi vida se cruzó por mi cabeza. Me acordé aquel día, en un sinfín de años atrás, ni siquiera recordaba el siglo, como había creado mi bestia favorita. La que aquellos estúpidos cambiarfoma decidieron recluir en una jaula. Era una obra maestra sin una igual más era inmortal y tenía el aspecto de un perro-lobo... quizás con aquello podría ayudar a Colin con la inmortalidad de sus canes... más eso le quitaba diversión al asunto.
En aquel momento el joven me preguntó si existía otro modo de ayudarle. Sospesé los pros y los contras de informarle de que probablemente sí, pero tenía que sacar alguna ventaja de ello...

-Espero que no tenga muchos amigos cambiaformas o magos sir Cumhaige - Le expliqué - Puesto que si quiere otro metodo, se necesita la muerte de muchos cambiaforma y magos, quizás millares. Ya no se cuantos buscan mi muerte por envidia, obviamente - Comenté - Una pandilla de inutiles me han arrebatado lo que es mio por derecho porque es mi creación y la tienen presa por París y probablemente tenga la solución de la vida eterna para sus canes... Han vivido mil años, quizás más. He perdido la cuenta.

Hablar de matar cambiaformas y brujos era más fácil que hacerlo, los primeros solían ser un autentico cajón de sorpresas y problemas dependiendo de los animales en que pudieran convertirse, mientras los segundos no eran más fáciles con sus ilusiones, hechizos y premoniciones. Si bien no me importaba extinguirlos de la faz de la tierra con mis propias manos, cada uno sería un desafío en si mismo, un riesgo con consecuencias imposibles de cuantificar con anticipación.

- Considéralos muertos… todos ellos – respondí.

Comparado con la otra opción prefería tomar esta tarea, matar era algo que conocía, algo que disfrutaba y en lo que era muy versado. Le di un leve toque en el muslo a Hades y este se bajo de la mesa por fin, tomando su sitio sentándose a un lado de mi silla, misma acción que imito su hermano pese a su genio belicoso.

- Recuperare aquello que tomaron de Ud. Señor D´Chagny, sin embargo necesitare algo más de información, como que es exactamente lo que debo recuperar y de quienes debo arrebatarla – acariciaba tranquilamente la cabeza de Ares, un momento atrás realmente falto muy poco para que perdiese del todo los estribos, ahora en cambio mi animo volvía a aplacarse y con el la claridad de mis pensamientos regresaba, si bien podía rastrear a cada brujo y cambiaforma de Paris para asesinarlos uno a uno, proliferaban como ratas en toda la ciudad, exterminarlos de aquel modo consumiría un tiempo que no estaba dispuesto a desperdiciar – Al menos algunos nombres.

Los hombres del bar seguían vigilándome con recelo, les di un espectáculo innecesario al destrozar una parte de la mesa, eso generaría rumores y los rumores probablemente atraerían inquisidores o cazadores, lo cual era un plus de dificultades que no necesitaba. “Demasiados riesgos” decía alguna parte racional de mi cerebro, un pensamiento del que normalmente hubiese hecho caso, esta noche sin embargo estaba dispuesto a apostar, poner en la mesa todo cuanto poseía y apreciaba en un juego de todo o nada.

La respuesta del joven fue más que gratificante para mi. Pensaba que me iba a encontrar pegas incluso allí... pero al parecer, las amenazas que me propinó hacia un momento, y las cosas terribles que aquella anciana juraba que le haría si yo no llegaba a su encuentro, eran ciertas. Bueno, no sabía realmente si eran tan terribles como las exageraciones de aquella vieja, pero si existía alguien como yo, ¿por qué no podían existir semejantes?

-Lo que se tiene que recuperar es una bestia, la bestia eterna como la llamo yo - Expliqué - La cree hace... unos años. Muchos la creyeron peligrosa y la encerraron mientras que a mi me maldicieron, tonterías. Intentaron matarla, pero obviamente fallaron todas las veces, ¿conoce a los licános? Se dice que es el padre de ellos... aunque no estoy seguro de ello, pero no lo descarto - Le expliqué - Los nombres... los nombres son lo complicado - Admití - ¿Recordáis a la anciana que me amenazó de muerte? Se supone que está encargada de buscarme esos nombres. Los brujos pertenecen al clan "Societatis Lilium", lo se porque así se llamaban por la época en que me maldecieron y tengo entendido que no lo han cambiado para bien. Mientras que del bando de los cambiantes está el del clan del oso y el felino. Estaría bien incluso secuestrar a uno de los últimos podría contarnos cosas... de eso ya me encargaría yo - Dije - Si consigue manipular a alguno de los brujos de esa sociedad y exprimirle toda la información como a un limón, sería suficiente para abarcar con la bestia. Lo siguiente será más fácil: matarles a todos y llegar a la bestia.

Me acordé del día en que me arrebataron lo que era mío. Era demasiado joven, demasiado confiado. Pensaba que no lo iban a hacer, pero lo hicieron. Incluso me amenazaron de matarlo y me lo creí, pero fue en vano puesto que mi criatura era más poderosa de lo que yo mismo pensaba. Si por aquel entonces en el "Societatis Lilium" había 50 integrantes, estos se reducieron a 20 o incluso menos. Los restantes optaron por neutralizarme y de paso vengarse de las perdidas que habían sufrido, más la venganza parecía más bien un favor para mi puesto que ¿quien en su sano juicio podía considerar la inmortalidad como una maldición? Nadie, o los débiles y estupidos.
Conseguí huir de los que pretendieron dejarme recluso gracias a mi don de cambio de apariencia. Me marché del país y vagueé por donde pude y me hice de oro con mi negocio que muchos consideraban turbio a la par que empecé a planear mi venganza para recuperar lo que era mío. Me mudé incluso a París para ello y ahora sentía como nunca que pronto recuperaría lo que era mío.

Luego de que termino de hablar deje que el silencio se asentara entre nosotros dos, aquella bestia de la que había hablado era el premio que debía buscar, uno que se hallaba custodiado por siglos de secretismo y clanes de poder nada despreciable. Benjamin tenía razón, necesitábamos capturar a uno de aquellos para conseguir la información, lo cual debía hacerse con minucioso cuidado, tenía que ser un trabajo limpio para evitar que aquello pusiese en sobreaviso a los implicados.

- Empezare a investigar inmediatamente – siempre había criaturas rastreras en el sub mundo de lo sobrenatural que manejaban más información de la que cualquiera creería posible, lo malo es que sabían demasiado de mi y tratarían de mantener sus narices fuera de mi camino - Societatis Lilium, Clan del Oso, Clan de los Felinos, no es mucho pero ya es un inicio – los jóvenes eran siempre los más vulnerables de cualquier grupo, demasiado inexpertos, aun con la inocencia de una vida al margen del peligro, no obstante difícilmente podrían tener conocimiento de sucesos tan antiguos, pero los jóvenes son también la forma más certera de llegar a los ancianos.

Me levante dejando sobre la mesa una suma bastante generosa al cantinero, me sentía de buen humor ahora. La noche pintaba promesas de un porvenir siniestro, sangre, fuego, gritos y sollozos, el terrorífico monstruo de D´Chagny suelto en Paris.

- Tenemos un acuerdo, entonces – dije ofreciéndole mi mano para que la estrechara como símbolo del pacto que estábamos cerrando – Usted en breve tendrá a su bestia… y yo a las mías – hasta entonces seriamos aliados, algo nuevo para un solitario como yo, acostumbrado a asechar en la noche sin más ley que aquellas que dictasen mis instintos, no podía decir que ocurriría cuando ambos tuviésemos lo que queríamos, quizás entonces su sangre se volvería demasiado tentadora o yo un inconveniente para él, sin embargo eran aquello fuera de nuestro control lo que hacía interesante las cosas.

Después de un corto silencio, en el cual no despegué ojo del joven, Colin afirmó que empezaría a investigar de inmediato. Aquella información me alegró y por otra parte podría deshacerme de aquella anciana a la larga. Por ahora se salvaría, porque aún tenía que vigilar a Colin de cerca. Era cierto que amaba a sus canes, pero no sabía si aquello sería suficiente razón para poder confiar en él y estar seguro que no me traicionaria... bueno aunque lo hiciera podría escapar de todos modos, no es nada difícil en mi caso. Más estaba tan cerca de mi creación, que no quería desperdiciar más el tiempo.

-Bien - Dije al escuchar su veredicto - Tengo un ojo puesto en una integrante del clan Felino. A juzgar por las palabras de la anciana era de un clan casi extinto y vió morir a su familia. No me sería muy difícil jugar con ello y sonsacarle información. Del clan de los brujos no e conseguido descubrir nada, tienen unas buenas barreras y solo se relacionan con las personas de confianza. No te puedo ayudar con ello.

El joven se levantó y me tendió la mano a modo de sanjar el acuerdo. Parecía que había conseguido un aliado sin necesidad de tortura, eso era nuevo para mí desde luego. Sería incluso interesante observar hasta donde podría llegar nuestra alianza. Le extendí la mano para efectuar el apretón.

-Si descubro algo me las apañaré para ponerme en contacto con vos - Le comenté - Usted por su parte ya sabe a quien amenazar para dar conmigo. Intente no matar al único medio de contácto que tenemos, aunque entiendo que es una tentativa muy fuerte - Comenté entre risas.

- Ella ha cumplido su palabra, yo haré lo mismo – dije encogiéndome de hombros, la vida o la muerte de esa mujer no significaba nada para mi, era demasiado anciana para proporcionarme algún placer, el sabor de su sangre reflejaría lo agotada que estaba su existencia, en mi paladar sería un líquido corrupto dejando una estela amarga que siquiera serviría para satisfacer mi apetito por unas horas. – Hasta otra ocasión – me despedí con un gesto de la mano abandonando la taberna seguido siempre por mis amados perros.

Afuera me recibió la noche con la fresca caricia de una brisa cargada de aromas, olores que me hablaban de una hembra recién lavada en esencia de rosas, algún ebrio vaciando su estómago a una calle de distancia, roñosos pequeños arropados bajo harapientos cobertores en sus camas, Paris olía tan apetitosa como el pan recién hecho, se me aguaba la boca ante la sola idea de darle un mordisco.

Di un largo silbido haciendo que mis canes se soltaran en carrera compitiendo entre si por quien sería el primero en alcanzar el objetivo, aquel ebrio que se ahogaba en su propia inmundicia no tardó en ser atropellado por mis canes. Lo mordieron rabiosamente arrancándole pedazos de piel y carne con sus poderosas mandíbulas, sus berridos desesperados eran una música mucho más hermosa que cualquier sonata compuesta por el hombre, ni el tenor más aclamado conmovía de aquel modo mi espíritu.

Brinde por un futuro prometedor bebiendo de una de las heridas abiertas del hombre, apenas lo justo antes de que su vida lo abandonase por completo, ni siquiera me moleste en desaparecer el cuerpo antes de perderme entre las callejuelas.

El joven aceptó no matar aquella dama de edad avanzada y se despidió probablemente para cumplir su palabra de buscar información sobre la sociedad de magos que le había mencionado. Aún me acordaba como me habían engañado para maldecirme y luego encarcelarme como a mi bestia... pero no contaban con que tenía el poder que me concedía la posibilidad de cambiar de físico, durante poco tiempo cabe destacar, pero era suficiente para simular ser otra persona, salir de ahí y huir dejandole con un palmo de narices...
Me di cuenta que ya no tenía nada más que hacer en aquel zulo de borrachos y después de acabarme la bebida de un trago, me fui de allí sin siquiera despedirme ni disculparme por la barra que los sabuesos habían destrozado... aunque pensandolo no tenía nada de que disculparme, no eran míos. La idea de que el cantinero tendría que cerrar el local por no conseguir reparar aquella tabla se cruzó por mi mente e hizo esbozar una sonrisa burlona...
Me alejé de aquel lugar bastante rápido. No me gustaba estar mucho tiempo en el mismo lugar por el mero hecho de que mis enemigos poblaban París hasta las afueras y destacar entre los demás, como había hecho de forma incondicional hoy, era peligroso. Pero a juzgar por el tumulto que poblaba la taberna y darme cuenta de que nadie me seguía nada más salir de ahí, comprendí que era un simple lugar de borrachos y que no debía de preocuparme de nada.
Me di cuenta de que pronto podría conseguir mi objetivo que en ocasiones me había costado casi la vida. Eso me llenaba de entusiasmo y de adrenalina... pero sabía que tenía que actuar de forma astuta. Odiaba aquellos magos, pero debía admitir que eran prudentes e incluso listos. No conocían probablemente las cosas que conocía yo, pero yo tenía el privilegio de vivir una vida entera, casi como un vampiro pero mejor. Esbocé una sonrisa maliciosa mientras me imaginaba como eliminaba a aquellos que me engañaron y me arrebataron lo que era MÍO.