La historia de Gretchen

por Invitado Miér Ago 11, 2010 5:07 pm

Nombre: Gretchen, aunque se la conoce como Savara.
Edad: 26 físicos
Edad real: 92 años.
Nivel social: Bajo.
Raza y tipo: Cambiaformas felino (Pantera Negra y Gato Negro)
Lugar de Origen: Inverness, Escocia.
Ocupación: Espía y Sicaria. Vacíabolsillos en su día a día.

Habilidades:

Gretchen –o Savara, como es conocida públicamente– es una maestra en el arte de la ocultación. Sabe cómo moverse en los lugares más inhóspitos, desde un bosque o un mercado público, hasta en el más oscuro de los cobertizos. Ágil y rápida, sus habilidades le hacen casi imperceptible, y aunque la fuerza física no es su punto fuerte, no podemos despacharla como débil. Debido a su condición de cambiaformas, como todos los felinos es capaz de ver en la oscuridad, escuchar cosas que los demás no podrían, interceptar y seguir el rastro de algo o alguien por su olor. Savara es de goma, flexible, moldeable, silenciosa, discreta. Todo lo que se requiere para ser un espía… o un sicario. Debido a su edad y a que no es precisamente joven, ha conseguido poder convertirse dos veces (una por la noche, y otra durante el día), aunque al hacerlo, al terminar el día estará tremendamente cansada.

Descripción física(Humana):

Gretchen es una mujer no muy alta, contando exactamente con un 1’63. No es físicamente fuerte, pero tampoco una muñequita de cristal. Es curvilínea –se queja de tener las caderas demasiado anchas- y tiene un par de piernas bien esbeltas, ya sea para correr o aguantar. Su tez es nívea, su pelo largo y negro con marcadas ondulaciones. Sus ojos son de un azul-grisáceo muy claro, penetrantes, ya que sus espesas y negras pestañas hacen un gran contraste con el color claro de sus ojos. Tiene los pómulos marcados, y una pequeña cicatriz en el labio inferior, en la derecha.

Descripción física(Animal):

Spoiler:

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Descripción psicológica:

Gretchen es una mujer que no se rige por ninguna regla que no sea suya. No se ata a nada ni a nadie, es un ser completamente libre que hará lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Sabe cómo es el mundo, lo que hay, cómo son las personas –humanos y no humanos– que lo habitan, y lo capaces que son de hacer con tal de conseguir aquello que desean. Gretchen a perdido la fe. No cree en ningún dios benévolo y justiciero que vele por los de aquí abajo. Ella es su propia religión.

“Confía en alguien que no seas tú, y tarde o temprano te arrepentirás”
Y así es. Ya podrá tener amigos, conocidos, y todo lo que tú quieras. Se llevará bien o mal con la gente. Pero tratará de que no se establezcan lazos afectivos en su vida por dos motivos. Uno. Ábrete, y te apuñalarán por la espalda cuando menos te lo esperes. Dos. Aquellos a los que aprecias se convierten en tus puntos débiles, algo que se puede explotar con tal de hacerte daño, chantajearte… y puede resultar absurdo, incluso exagerado. Pero en el mundo de las traiciones, puñaladas traperas y trabajillos sucios donde nació y se crió, el no tener nada que perder, es algo existencial.

El comportamiento general de Gretchen es muy variable y versátil. Mientras no esté trabajando, es alguien que ve la vida como una escuela. Si te caes, te levantas. Si fallas, aprendes de tus errores. Maduras. Creces. Es una mujer campechana, a quien los nobles no le inspiran simpatía alguna, así como a los adinerados, a quienes tratará de una forma educadamente ofensiva. Es una mujer inteligente, perspicaz y calculadora que no se deja llevar por sus impulsos. Pero cuando trabaja es otra cosa. ¿Y de qué trabaja? Os preguntaréis. Gretchen es la persona que, de tener dos dedos de frente, no te gustaría tener de enemiga. Es espía, recopiladora de información, ladrona, sicaria… aunque muy selecta en sus víctimas. Esa clase de mujer que no te gustaría encontrarte una noche en un callejón oscuro. Y mientras necesite acercarse a alguien, su personalidad variará y se amoldará a sus necesidades, para conseguir lo que quiere.

Historia:

Gretchen nació en una aldea pequeña a las afueras de Inverness, Escocia, en la primera década del siglo XVIII. Su madre murió durante el parto, pero su padre nunca mostró ningún indicio de que la culpara por ello. La llamó Gretchen, en memoria de su difunta mujer, a quien amó incondicionalmente. O aquello, fue lo que a ella le hicieron creer mientras creció. Cuando era pequeña, solía preguntarle a Brian –pues así se llamaba su padre– que le enseñara fotos de su madre, quería ver cómo era su rostro. Pero él siempre desviaba el tema con un gesto desdeñoso de mano. Fue cuando cumplió los cinco años que las cosas comenzaron a cambiar. La miraba todos los días con el ceño fruncido, y hacía cálculos con los dedos, una y otra vez, una y otra vez. Casualmente, fue durante aquellos primeros cinco años que comenzó a desarrollar sus habilidades anormales. Podía ver en la oscuridad cuando Brian no podía. Olía cosas que no debería. Oía cosas que no debería oír.
Entonces, su padre comenzó a traer gente a casa, gente que no le gustaban a Gretchen. Él la llamaba, y decían que iban a jugar todos juntos. Se susurraban cosas en la otra esquina de la habitación, y ella decía en voz alta lo que acababan de decir, como si fuera lo más normal del mundo escuchar en aquel tono y aquella distancia. Le hacían oler cosas, y luego seguir su rastro. Fructuosamente. Entonces se despedía de ellos con grandes asentimientos de cabeza, acordando volver otro día. Y así fue durante meses. Un día escuchó una de las conversaciones privadas con uno de aquellos hombres de malas pintas.

Hablaban de ella, para variar. De una cifra. De dinero.
Por aquel entonces, Gretchen ya tenía siete años, cuando en teoría debería tener quince. Su padre la rehuía, ya no la miraba a los ojos, y le decía que era mejor que comiera sola en su cuarto, que tenía cosas en las que pensar. Hasta que llegó el día. Su padre la vendió a aquellos asesinos y ladrones. Fue ese día cuando la arrancaron de los brazos de Brian, vendiéndola al mejor postor, y entre gritos y pataletas, confesándole que su madre nunca había muerto en el parto, porque él no era su padre, y la había encontrado en un bosque a las afueras de la aldea una tarde de invierno.
Nunca volvió a verlo.

Aquellos hombres que la compraron, pertenecían a una asociación secreta en los Barrios Bajos de Edimburgo, la Capital. Era una asociación de asesinos, ladrones, espías… todas esas cosas con las que una persona con dos dedos de frente no le gustaría encontrarse en un callejón una noche oscura. Y la enseñaron cosas. Le dijeron que nunca volvería a ver a su padre, que él la había vendido, y que ella era una niña muy especial que les iba a ayudar mucho. Le enseñaron cosas. Como vaciar un bolsillo en cero coma, en quitar un bolsito sin que nadie se enterase. Como infiltrarse en una habitación sin que nadie la viera ni escuchase… a ser sigilosa, a manejar un arma de fuego, un arma blanca. A pelear. Con el paso de los años, muchos años, Gretchen aprendió a fingir ser sumisa, a obedecer todo lo que le decían para un día, poder ser libre.

Pero el cambio más grande de su vida se dio cuando cumplió físicamente doce años. Se convirtió en pantera. Se moría de ganas por contárselo a los demás, para demostrar que ella era diferente. Pero primero tenía que perfeccionarse, poder manejarlo a su antojo. A raíz de la primera transformación, sus instintos y habilidades se triplicaron. Era más ágil y rápida. Más cuidadosa, sigilosa. Todos estaban impresionados. Sabían que era diferente, porque envejecía mucho más despacio, pero habían acabado por aceptarlo. Y fue aquella noche, la noche en que por segunda vez en su vida, la traicionaron. Tenía ya dieciséis años cuando decidió contarle a Treck en qué podía convertirse. Se meó en los pantalones. Le dijo que se lo contaría a los demás, que era una hija de Satanás. Que la matarían, o la encerrarían para que nadie más supiera de su existencia.

Y comprendió que nunca debería haberlo dicho, ni que nadie podría saberlo.
Pero lo dejó pasar. No creyó que fuera a hacerlo en verdad, porque era su mejor amigo, y el no la traicionaría. Pero lo hizo. La encerraron, y estuvo así durante días. Pensó que se acabarían cansando y la dejarían salir, pero eso no ocurrió. Solo venía y preguntaba por ella la pequeña Selene, la hija de uno de los pobres del lugar. Había sido una especie de hermana pequeña para ella, alguien a quien apreciaba. La única persona que no le había traicionado. Pero siempre le decían que no, que ella se había ido y que no iba a volver.
Comprendiendo que nunca lo harían, empleó el arte que ellos mismos le enseñaron para conseguir su libertad. Se convirtió, y mató a su carcelero, huyendo así en plena noche. Pasó días escondida por la ciudad de Edimburgo. La bucaban, y ella lo sabía. ¿Cómo la harían salir? oh, sí. Sabían como. Mataron a la pequeña Selene. Por aquel entonces, ella no podía hacer más que lamentarse, pues no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a ellos. Se coló como marinero en uno de los barcos que zarpaban en el puerto hacia Francia, y no volvió hasta años después, cuando se vengó. Uno por uno.

Y cuando lo hizo, volvió Francia, y más tarde, a París. Quedarse allí serían demasiados recuerdos, demaisado pesar. Ha pasado ya casi un siglo desde que todo aquello sucedió. Cambió su nombre por Savara al llegar al país, y no solo fue su nombre lo que cambió. Si no ella. Aquellos años con los asesinos y ladrones le habían hecho madurar, crecer, y sus experiencias en Francia también.

Curiosidades:

-Tiene dos dagas escondidas.
-Habla inglés y francés, aunque su acento es marcado.
-No le gusta la nobleza ni la clase alta. A no ser que sea para robar o sacar infomación provechosa.
-Teme encariñarse con la gente por dos motivos.
-Le encantan los días de lluvia y tormenta. Incluso se mueve mejor en ellos.

por **Nigel Quartermane** Jue Ago 12, 2010 12:39 pm

Ficha aceptada.
Bienvenida al foro Gretchen, espero sea de tu agrado y cualquier duda no dudes en preguntar Smile

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Re: La historia de Gretchen