New Opportunity [Nastya Vasíliev]

Ni un minuto de bendita calma. Ahora podía entender porque Sousuke parecía siempre tan amargado a los ojos de todo, y es que había que tener una paciencia casi infinita para prestarle a todos los problemas y líos de los negocios familiares. Y si bien ahora no había demasiadas diferencias en cuanto a la cantidad, si las habían respecto a quien debía mover los hilos. Eiji se había convertido en un improvisado titiritero cuyas manos no daban no eran capaces de controlar tantos hilos. Esa mujer, Alessa, era un pequeño alivio, pero no el suficiente. O al menos no como aquel que su hermano encontraba con aquella cambiaformas que solía seguirlo por todos lados. Recordar aquello casi le hacía replantearse la idea de convencer a Alessa de trabajar a tiempo completo en sus asuntos, pero sabía, por intuición, que ella jamás se prestaría para un juego amo-sirvienta.

De hecho, ahora le resultaba gracioso ver como en su cabeza comenzaba a parecerse a ese que tanto parecía odiar en el pasado. Pero bueno, hoy por hoy no quería saber nada de esos asuntos, y una pequeña huida no le haría mal a nadie, ya que de todos modos estaría cerca en aquella enorme residencia casi oculta entre un bosque cercado. Esta vez solo lo acompañaría una pipa y la sinfonía formada por los animalejos nocturnos.

Pero no sería tan fácil. Aun vagando bajo ese oscuro cielo otoñal en su cabeza seguían dando vuelta números, fechas y nombres, que ni siquiera el opio conseguía despejar. Al parecer no había caso. Por eso, dispuesto a desistir de su idea de escapar por esta noche dio una media vuelta para volver. Entonces el ruido ramas quebrándose, que desentonaba completamente con el que podrían a llegar a producir los animales pequeños, le alertó que no era el único que había decidido deleitarse con un paseo en su propiedad.

Las cosas habían estado demasiado calmadas últimamente, por lo que un poco de emoción en las venas le venía de maravilla, y lo demostraba aquella sonrisa ladina que se esbozó en sus labios – Te escuché – dijo secamente a modo de advertencia – No me gusta que irrumpan en mi hogar, sabes – agregó antes de comenzar a correr hacia el lugar del que provenía el aroma del intruso. Como es obvio no tardó demasiado en dar con el rastro dejado por la escurridiza criatura, pero disfrutaba cada segundo de esa especie de cacería, de vuelta a un estado despreocupado que no había tenido desde que había pisado este país.

Era ese mismo estado casi animal el que le impidió distinguir al intruso al que ahora le daba una especie de embestida para derribarlo, y estando de espalda a él solo tuvo como indicio aquella curvatura evidentemente femenina y una figura menuda que a primera vista no parecía suponer una amenaza para él. Pese a ello no se iba a confiar. Sabía cuan peligrosas podían llegar a ser, aunque fuesen completamente humanas, de ello tenía como antecedente sus últimos dos encuentros con especímenes de ese género, y habían resultado ser verdaderos quebraderos de cabeza ¿Cabía esperar que este lo fuera también?