Un libro entre las sombras [Sol]

Hacia poco que Clarice había llegado a Paris y aquella noche se le había hecho terriblemente soporífera tras haber aceptado la invitación para cenar de sus nuevos vecinos los Dupond y soportar los incesantes cotilleos de la señora de la casa durante toda la noche (de los que sospechaba que acabaría formando parte gracias a la diminuta porción de comida que había ingerido y a sus educadas negativas a las ofertas de formar parte de las reuniones matutinas con las demás mujeres del vecindario).Tras aquella interminable velada necesitaba relajarse, pensó en volver a su casa y tocar el piano o leer algún libro, pero todas las canciones que se le venían a la mente se le antojaban monótonas y había leído todos los libros de su colección, finalmente decidió ir a la biblioteca.

Tras cambiar sus ropas con olor a comidas humanas por otras más cómodas y con un ligero olor a su perfume favorito de jazmín recorrió las calles apenas transitadas hacia la biblioteca dando gracias que la mantuvieran abierta a esas horas de la noche. Clarice entro en el edificio sin reparar en un par de estudiantes universitarios que salían tras una larga sesión de estudio; dentro todo estaba en silencio y oscuridad, apenas quedaba gente a aquellas horas pero reparó en una silueta solitaria que leía apartada y a oscuras, "que forma de llamar la atención, por lo menos enciende un lámpara para aparentar" pensó mientras una pequeña sonrisa que desapareció tan rápido como había llegado se asomaba en sus labios ya que sin duda aquel lector no podía ser humano.

Clarice se tomo su tiempo paseando y pasando los dedos por encima de los lomos de los libros mientras buscaba un titulo que le resultase interesante, finalmente se decanto por un tomo de la Eneida que sin duda estaría terriblemente mal traducida pero que tenia unas ilustraciones interesantes y por un curioso bestiario medieval. Se hizo con los libros y una lámpara de mano y se dirigió hacia el curioso lector que había visto antes, al acercase pudo verlo con más detalle.

Era un hombre atractivo y esbelto, con un cabello oscuro que contrataba con su piel pálida , advirtió que era un vampiro pero también que llevaba un bastón y leía un libro tenia relieves, Clarice lo miro sorprendida y algo avergonzada por sus pensamientos anteriores, nunca había conocido a ningún invidente de su especie. Tras un instante de sorpresa carraspeo suavemente aunque sabia que lo mas probable era que ya la hubiera oído acercarse y hablo en un tono cordial y bajo:
-Perdone Monsieur me llamo Clarice Briand, me preguntaba si le importaría que tomara asiento aquí- El vampiro la miro sin verla, se desenvolvía con tanta soltura que si no hubiera reparado en el libro y el bastón guía no se hubiera percatado de que era invidente.

Aquella lectura resultaba de lo más entretenida. Mikael pasaba las yemas de sus dedos con mucho cuidado por cada una de las letras en relieve del ejemplar que mantenía en la mesa, mientras que su bastón continuaba a su lado. El vampiro había perdido aquella habilidad para leer que poseía en el pasado; aquella que, utilizando sus ojos, le ayudase a terminar volúmenes en muy poco tiempo.

Aquella nueva forma de lectura, al menos para él, le parecía un poco difícil todavía, mas su afán por no darse por vencido le ayudaban a mejorar. El vampiro ahora, envuelto en penumbras, se distraía en su lectura hasta percatarse de la presencia de alguien en particular. Manteniendo su frente en alto, entrecerró levemente los ojos prestando atención a cada uno de los movimientos de la joven.

―"Otra más..." ―pensó el vampiro para sí. Realmente el encontrar con seres de su misma especie se tornaba muy frecuente últimamente a diferencia de cuando residía aún en su país natal. Aquello bien podría ser una fortuna, mas existían ocasiones en las cuales las situaciones se complicaban en la presencia de los mismos.

Los pasos de la joven avisaron a Mikael del acercamiento de la misma, éste dejó de leer y sin retirar su mano de las páginas del libro, se dispuso a prestar atención a cada uno de los movimientos de los cuales era capaz de darse cuenta. Su semblante inexpresivo no se modificó cuando ésta se presentara educadamente y sin levantar la voz.

―Un placer señorita ―respondió el vampiro cerrando el libro con cuidado para prestar atención ―Mikael Boulanger ―mencionó al tiempo que se ponía de pie, se inclinó en una reverencia frente a donde él escuchaba la voz de la joven ―puedes sentarte por supuesto, adelante ―continuó extendiendo su brazo para buscar la silla con el tacto y separarla, de modo que la joven ocupara su lugar.