So Let the fire Begin... | Ainariell ID

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

HISTORIA

La guerra siempre trae consigo recuerdos malditos. Recuerdos llenos de la sangre derramada de toda la gente que se marchó tras las explosiones, el caos y la destrucción propios de la humanidad, que siempre trae dolor y sufrimiento consigo, para su propia gente, desplazándose lenta pero inexorablemente hasta su autodestrucción. Seremos la única raza que se matará a sí misma, yendo contra natura, fingiendo ser más fuertes que cualquier otro ser y demostrando ser los menos inteligentes sobre la faz de la tierra. Animal irracional, que pese a tener raciocinio no lo utiliza en lo que debe. Insensato, como un crío de diez años que apenas si acaba de empezar a vivir. Eso es la humanidad, inmadura; se cree libre para hacer todo cuanto se le antoje, y no constituye más que una ínfima parte de lo que habita en el planeta... Eso es la guerra, dolor, sufrimiento, desilusión, sobre todo para quien no la pidió. ¿Os dicen que es por algo mejor? ¡Mienten! Las guerras nunca han conseguido mejorar la vida de la mayoría, sino de la minoría acomodada... pero en un mundo gobernado por los segundos, quejarse no es una opción. Y esto fue lo primero que aprendió aquella niña de cabellera rubia nada más nacer, cuando perdió los pilares más importantes para un niño: sus padres.

Corría el año 1740. La campiña francesa, ese lugar mágico del mundo donde parece que la paz se asocia al Sol, el vino y la naturaleza. Los olores se entremezclan, al igual que los sabores. El mejor lugar sobre la faz de la tierra para muchos... Incluso para quienes nunca han estado allí. La madrugada del tres de agosto, una mujer, sirviente en un palacete cuyos dueños poseían cientos de hectáreas de viñedos, daba a luz a una bonita niña de pequeño tamaño pero pulmones fuertes, a juzgar por el llanto. La familia, procedente de la aristrocracia francesa, estaba encantada, ya que aquella mujer había sido su sirviente desde hacía años, y nunca había tenido descendencia. El matrimonio dueño de la finca, esperaba el parto porque habían hablado con la madre al respecto: ellos no podían tener hijos y deseaban adoptar al que naciera de su vientre. Ella había aceptado, consciente de que tendría una vida más próspera si se criaba con ellos, y que ella podría ver su crecimiento ya que seguiría trabajando para ellos. Y así fue como la niña conoció a la vez a sus padres adoptivos y a su verdadera madre, a la que nunca llamaría por ese nombre, aunque la quisiera como tal. La cuidó, le contó cuentos y la enseñó cómo se hacía el vino, sin decirle jamás que ella, Hanna, era su madre. Esta niña se llamaría Elisabeth, y podría considerarse afortunada. Poco tiempo después, su familia adoptó a otra niña, a la que llamaron Myrthen, y serían las dos hermanas más unidas del mundo... hasta años después donde sus caminos se separarían dramáticamente. Las dos hermanas aprendieron de la mano de Myth, la verdadera madre de Elisabeth, el arte de la hechicería, y se convirtieron en brujas muy poderosas, llegando a dominar tanto la magia blanca como la negra a la perfección.

Ese mismo año, aunque bastante más lejos de allí, en Moscú, Rusia. Nacía un pequeño niño en el seno de una familia de la aristocracia Rusa, fruto del matrimonio entre el Duque Kolosov y la Duquesa von Nikolaevna. Era el primer y único que tenían, y al igual que en la otra punta de Europa, la familia sonreía felizmente. Aunque este niño, pese a su posición, no correría la misma suerte. Su madre, cansada tras las horas de parto, cayó profundamente enferma y murió a los pocos meses. Y aquel golpe sumió más en la miseria al resto de la familia, que en gran medida se mantenía unida porque ella era capaz de hacerlo. El Duque, profundamente entristecido por la muerte del que era el amor de su vida, ahogaba sus penas con alcohol, y una negra y fría noche, fue asesinado en los callejones más humildes de Moscú, confundido con un simple campesino más, dejando a aquel niño solo en el mundo, con todos aquellos sirvientes que nunca sintió que pudiese controlar.

En el 1760, los padres de las dos hermanas, Elisabeth y Myrthen, murieron en un trágico accidente, cuando volvían de París de cerrar un negocio muy importante con una especie de marqués. Y pese a la feroz oposición de las dos niñas, fueron separadas, quedándose Elisabeth, con casi veinte años, en el viñedo heredado de sus padres, y Myrthen, de sólo quince años, teniendo que partir a Londres como el testamento de sus padres rezaba, para entrar a una institución sólo para mujeres en la que terminaría su educación de la mejor forma posible. De nada sirvió el llanto de la mayor, nadie consideró que pudiera hacerse cargo de una adolescente y le negaron su tutela, recordándole que ella sólo era una mujer y no tenía ni voz ni voto en aquella cuestión. Elisabeth enfureció y quiso acabar con todo, el viñedo, la casa... Incluso pensó en “llamar” a sus padres desde el otro lado para que le dieran una explicación. Pero no fue capaz. Sus padres no la habían educado así, y por respeto a su memoria finalmente se calmó, y le prometió a Myrthen que volvería a buscarla cuando cumpliera la mayoría de edad, y que hasta entonces le escribiría cartas cada día, esperando que estuviera bien. Apenas un mes después, Elisabeth se trasladó a Rusia junto con Myth, su verdadera madre (aunque no lo sabía), y una poderosa bruja que le enseó todo cuanto sabía. Elisabeth mandó construir una casa en aquellas tierras lejanas a su hogar, donde pensó que el recuerdo de sus padres no estaría tan presente, ni el cierto rencor que les guardaba por arrebatarle a su hermana menor.

Y fue allí donde se conocieron. Elisabeth, como buena aristócrata, disfrutaba de los hobbies que otras familias no podían permitirse. No por mostrarse más altiva, sino porque amaba disfrutar de las cosas que la vida le brindaba. Se había vuelto toda una mujer, optimista y con los pies en el suelo, sabía que la vida era corta, breve e intensa, y por eso debía exprimirla al máximo. Desde que se mudó a Rusia, la vida no había hecho más que mejorar. Su negocio había crecido y sus visión del mundo se había diversificado. Una tarde galopaba en su caballo favorito, blanco como la nieve y con cabellos dorados, por los terrenos de su finca, cuando una visión un tanto extraña la hizo detenerse bruscamente. Dos niñas yacían tiradas entre dos hileras de viñas, a pleno Sol, y no se movían. Se acercó a ambas y justo cuando estaba a menos de un metro de ellas, algo la golpeó por la espalda y perdió el conocimiento. Irónico, ¿eh? Que te roben en tus propias tierras como si fueras tú en atracador. Al despertar, observó unos bonitos ojos verdes que la escrutaban con interés, y el semblante de un muchacho pálido como la nieve.

Emmanuel... Hasta el tacto de su nombre se le hacía aterciopelado. Se había pasado las últimas horas disculpándose con ella, porque al parecer, aquellas tres niñas estaban a su cuidado (eran sus parientes) y les había llevado a pasear por aquellas tierras que creía abandonadas. Claro que él no les había dicho exactamente que aquellas tierras tuvieran propietarios. Le había golpeado una niña regordeta a la que se le encendió el semblante cuando hubo de pedir disculpas. Elisabeth no pudo más que negar con la cabeza y echarse a reír, aún un poco aturdida. Y tras invitarlos a cenar cena, salió a charlar con el muchacho, que la tenía tan fascinada como ella a él... Y ambos conocieron el amor al mismo tiempo. Él quedó fascinado por el extraño poder que ella poseía, y ella por la fuerza que irradiaba él.

Tres años después, se casaron. Y de esta unión, en 1782 nació Ainariell, el Rayo de Sol, el huracán, el torbellino, la niña de los ojos de Zafiro, que conoció el dolor de la pérdida antes de cumplir un año. La familia se había mudado a Estados Unidos antes de su nacimiento, en una época marcada por la guerra de la Independencia de aquella lejana nación. Todos por aquel entonces creían que no sería para tanto, pero la muerte empezó a llenar las calles, por la agresividad propia de los conflictos de aquel calibre, y por las hambrunas que poco a poco fueron acabando con la población más humilde. En esa misma guerra, y cuando apenas tenía siete meses, sus padres fueron brutalmente asesinados en su presencia, pero los malechores decidieron dejarla por ser tan sólo un bebé. La guerra acabó pronto, y ella fue trasladada a su palacio, en Rusia, donde viviría como lo hizo su padre: sin ningún familiar cercano y rodeada de sirvientes. Pero eso no impidió su felicidad ni su vivacidad. Fue una niña feliz, con una infancia tranquila en la que descubrió su pasión por las letras, la naturaleza y su deseo de ser como su madre. Valiente, decidida y luchadora. Y así sería, desde luego. Su pérdida no había hecho más que alimentar el deseo de parecerse a ella.

Myth, al saber que su hija había muerto, pidió trabajo en palacio y así fue como conoció a su nieta. La única a la que tuvo valor de contarle la verdad, y sería de aquella cansada mujer de quien aprendería el poder de los hechizos... Y nuevamente, el alumno superaría a la maestra. Con sólo cuatro años, Ainariell desarrolló la capacidad que aún hoy la acompaña, de tratar de hacer ver a otros que no hay nada que no se pueda solucionar, aunque esto no tuviese nada que ver con la magia. Consciente más que nadie del dolor de la guerra, del fulgor de la muerte, nunca se rindió. No comprendía los motivos que llevaban a la gente a asesinar inocentes. No quería comprender los motivos, porque no consideraba que hubiese ninguno lo bastante bueno para que aquello sucediese. Aún así, aquella sonrisa brillante y aquella forma de hacer reír a todos con cualquier ocurrencia, hacía que la vida se hiciera más llevadera dentro de la tristeza que, evidentemente, también poblaba su corazón. En 1798, tras la muerte de su abuela y antes de cumplir la mayoría de edad, se mudó a París, Francia, de donde procedía su difunta madre, y se enamoró de la ciudad por completo. Podría decirse que con todo lo que ha pasado durante su vida, su perspectiva vital ha cambiado considerablemente. Se siente afortunada por seguir viva y por ser una mujer libre, independiente, que trata de esforzarse a diario por mejorar el (su) mundo y por lograr una felicidad que piensa que se ha ganado a pulso.

DATOS EXTRA

Tiene un “gato” de peluche, de aproximadamente medio metro, que siempre va con ella. Su primera demostración de poder, a los diez años, fue introducir el alma de una mujer que un día se manifestó ante ella en su peluche favorito. Cree que se trata de Myth, su verdadera abuela.
Su poder es bastante inestable y depende totalmente de sus emociones. Enfadada puede ser bastante peligrosa, aunque no es sencillo ponerla de mal humor.

gracias a αgusτınα• de sourcecode