No se puede volver atras... solo queda avanzar [Libre]

La pelirroja caminaba con cadencia sosteniendo el cuerpo de la otra mujer por la cintura mientras uno de los brazos reposaba sobre sus hombros. Las formas podrían haber pasado fácilmente por solo un par de intimas amigas que salían a hablar en una fría noche de otoño. No obstante, algunos detalles no encajaban en la escena como, por ejemplo, la forma errática en que se movía el brazo libre de la figura de cabellos dorados, o el hecho de que, cuando el vestido de esta se elevaba casualmente, evidenciaba que en realidad sus pies no estaban tocando el suelo… como ya se dijo, solo detalles. También estaba el hecho de encontrarse a tan altas horas de la noche en ese apartado lugar, o la enorme y clara diferencia en los ropajes y ornamentos de las dos. La rubia llevaba puesto un vestido bastante gastado y remendado en algunos puntos poco visibles. Asimismo, tenía un escote tan pronunciado que resultaba todo un misterio el cómo sus voluptuosas formas no saltaban, literalmente, por el. La otra, en contraste, llevaba un elegante vestido color azul oscuro cubierto, en su gran mayoría, por una costosa capa del mismo color.

Sin embargo las conjeturas carecían de valor en ese punto apartado y solitario de Paris. No se habían topado con un alma desde hacía por lo menos 20 minutos y la pelirroja dudaba mucho de que eso cambiara en un futuro próximo. En realidad no tenía idea de la naturaleza de tal peregrinaje. Tal vez solo se debiera a lo irrelevante que era para ella cargar con el peso del cuerpo inanimado. Una razón tan poco plausible como cualquier otra.  A veces ni ella misma conocía el porqué de algunos de sus comportamientos, simplemente pensaba en algo y, por extraño que pudiese ser, lo hacía. Un comportamiento insólito y chocante que había existido desde que fuese humana y se había potenciado considerablemente después de su transformación. Depositó el cuerpo con delicadeza sobre la fría hierba. La mujer respira aunque con mucha dificultad.

Se había despertado de muy buen humor esa noche. Un par de victimas al iniciar la noche le había puesto exultante y con ganas de pasar el tiempo de una manera un poco distinta, así que había ubicado una cortesana en un burdel de mala muerte que pareciera mínimamente interesante y la había engatusado hasta alejarla de la “seguridad” de su cubil. A la mujer le había parecido bastante extraño al principio que la otra le fuese a pagar solo por charlar, pero los francos eran francos y no estaba dispuesta desperdiciar una forma tan fácil de ganarlos. Habían hablado animadamente durante cerca de media hora. La pelirroja, al parecer, estaba complacida con las historias bizarras y vergonzosas que ella le narraba, todas verídicas, todas vividas en carne propia. Reían y criticaban a los hombres e, incluso, a algunas mujeres también. Entonces la cortesana había cambiado de tema, sumergiéndose sin querer en la parte oscura que su trabajo llevaba implícito. Sus tristezas y angustias. Relató parte de su vida, sus dolores y los horrores vividos en el burdel. Eso había reducido gradualmente el ánimo de la pelirroja quien, en un momento de exasperación ante tanto parloteo deprimente, había chocado la cabeza de la otra contra una de las paredes que rodeaban el lugar donde se encontraban.

Fiona dudaba de que la cortesana recuperara el sentido. En realidad solo había pretendido noquearla momentáneamente, lo suficiente como para que su cerebro se sintonizara nuevamente con el júbilo que había compartido minutos atrás, pero se había excedido un poquito y como resultado había aplasto parcialmente el débil cráneo. No tardaría en morir y ella perdería así el origen de las historias mórbidas y divertidas con el que se había topado esa noche. Mala suerte, habría de encontrar otra fuente de diversión. Se encogió de hombros como restando importancia al asunto, después de todo la noche era joven.

Soltó el broche que sujetaba su capa y la acomodó por el revés en el suelo, junto al cuerpo de la cortesana. Luego se sentó sobre la misma evitando así manchar su precioso vestido con las suciedades que la hierba pudiese ocultar. “Que triste manera de terminar una vida” pensó sin un ápice de remordimiento mientras observaba el cuerpo inerte. Entonces algo llamó su atención. Al acostarla la cabellera ensangrentada se había reorganizado, descubriendo parte del careno aplastado. Fiona acercó su rostro al punto por el que se escapaba una minúscula fracción de lo que debería ser el cerebro de la mujer. No tenía la más mínima idea de cómo podía estar viva aún y tampoco le dio muchas vueltas al asunto. En su lugar insertó una de sus uñas por la hendidura y tiró arrancando el pedazo de cráneo y generando, en el proceso, un sonoro crujido. El cuerpo se agitó ligeramente pero la mujer no abrió los ojos.

Curiosa levando el fragmento para poder verlo mejor cuando un nuevo sonido interrumpió su ensoñación. En ese momento prestó más atención a sus sentidos que a su indagación logrando percibir la presencia de un animal pequeño. Pero no se trataba de un olor natural, había algo más. Arrojó el pedacito de cráneo en dirección a los matorrales para luego tumbarse, cual larga era, sobre la cómoda capa.

- Viens, mon beau chat, sur mon coeur amoureux;
Retiens les griffes de ta patte,
Et laisse-moi plonger dans tes beaux yeux,
Mêlés de métal et d'agate. –

Canturreó con los ojos cerrados esperando que él o la cambiaformas que se encontraba oculto u oculta saliera de su escondite o intentara abandonar la escena. Estaba ansiando cualquiera de las dos alternativas. Tal vez no tuviese que ir muy lejos para encontrar una nueva entretención.