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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adina Meniuc Dom Oct 28, 2012 10:36 am

¿Como había llegado a aquel punto? ¿Donde estaba mi férreo control como jefa de aquel impertinente cochero? Bufe enfadada cuando la mano de Constantin me volvió a apretar la muñeca para que le siguiese hasta que ya no pude aguantar más y me zafe con todas mis fuerzas -Vrei să te oprești acum! Nu am nimic, sunt bine (¡Quieres parar ahora! No tengo nada, estoy bien)- me puse a gritar en Rumano en medio de la planta como si nada me importase. Monique, mi acompañante, espantada por mi tono intento calmarme pero poco me faltaba para darle un empujón. Entendía la preocupación de Constantin ya que antes que mi cochero era mi hermanastro pero no entendía la suya ¿Tenia miedo de que la avergonzara? Sin duda tenia que ser eso pues nunca fui la Baronesa que ella se imagino que iba a ser ¡Malditos Franceses! Tenia inmensas ganas de irme de Francia y no volver nunca, estaba tan harta de las etiqueta, de los decoros, de la moda ¡Como si ellos no fuesen tan exhibicionista como nosotros! La falsedad me cansaba. Estaba hastiada de todo y lo único que me apetecía era tenderme en la cama, cerrar los ojos y dejarme llevar -Ha padecido fiebre durante más de un par de semanas baronesa y hoy por la mañana se desmayo en vuestra habitación de hotel mientras los demás la esperábamos ¿Cree sin dudar que esta bien? Porque yo no y no estoy dispuesto a dejar que le pase algo mientras este a mi lado- en cuanto Constantin pronuncio aquellas palabras mi odio y fijación por Monique se desvaneció. Mi mirada negra como el azabache se poso en la suya como una daga afilada y pude ver a trasvés de sus ojos que no tenia más opciones. Estaba condenada al cuidado de un hombre que no tenia ningún deber conmigo más allá del que él mismo se había impuesto. Se sentía en deuda con mi familia aunque la verdad era que la que estaba en deuda con él era yo pues gracias a su cuidado no me había precipitado en el abismo y la locura tras la muerte de Blaize -Puedo sola Constantin, llévate a Monique al carruaje y espérame ahí mientras yo voy a buscar un medico- Mi hermanastro pudo ver en mi mirada que esta vez no me iba a escaquear de mis deberes pues asintió solo una vez con la cabeza y luego cogió a Monique de la mano con caballerosidad y se marcho del hospital en el cual nos encontrábamos.

Estaba aterrada, ¿Y si tenía algo grave? Sabia a ciencia cierta que Thomas me iba a matar si resultaba ser algo serio pues era uno de los hombres más precavidos que había conocido jamás. Yo al contrario que el aborrecía a aquellos que se hacían llamar Sanadores a si mismos. No podía confiar en que alguien que supiese más cosas que yo sobre mi propio cuerpo pero tampoco podía defraudar a mis seres queridos. En cuanto volví a la realidad desde mi ensoñación sentí el pinchazo de culpabilidad en mi pecho al ver una mujer bajita y canas mirándome con desaprobación
-Siento el escandalo, una a veces no se puede fiar ni de su propia familia- no hubo comprensión en su mirada, tan solo un suspiro me demostró que me estaba escuchando -Mire usted señorita, aquí tenemos enfermos y los alborotos no les hace nada bien así que recuérdelo para la próxima vez que se ponga a gritarle a alguien- su voz parecía cansada. Incluso más que la mía y por ello me abstuve que corregirla ¿Cuando había pasado de ser en apariencia una señora para ser una señorita? Me sonroje al ser consiente de mis propios pensamientos y carraspee antes de pedirle una disculpa -Lo tendré en cuenta la próxima vez. Siento la molestia- incline la cabeza a modo de disculpa y luego volví a hablar otra vez -Vine en busca de un medico, llevo varias semanas padeciendo algunas fiebres y hoy por la mañana desgraciadamente me desplome en el suelo. Mi hermanastro esta preocupado y a decir verdad yo también- Esta vez la mujer se mostro más amable y asintió. Me conto que no había ningún medico disponible por el momento pues todos los que tenían turno estaban atendiendo a domicilio pero que si me apetecía esperar el regreso solo tenia que sentarme en las sillas de la antesala de la consulta. No me quedo más remedio que acceder ya que hacer llamar a un doctor al hotel más tarde no me parecía lo más justo y mientras la señora me dejaba sola con mis pensamientos yo empezaba a recorrer la habitación de un lado a otro. Estaba intranquila pero tenia que afrontar la situación como toda una Meniuc aunque poco tenia de la valentía de mi difunto marido en aquel momento.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Oct 31, 2012 9:51 am

"Cuando eres consciente de la muerte, acabas asumiendo tu propia soledad."
Rosa Regás



Era inicios del año 1800 y los hospitales distaban mucho de lo que son hoy en día, las salas de espera se abarrotaban de gente sentada en sillas de madera o simplemente yacientes en el piso, tanto en las orillas como en el mismo camino, prácticamente había que recorrer el lugar mirando hacia el suelo para no tropezar con algún moribundo. Las paredes tampoco eran blancas, sino más bien de un color ocre, producto de la cal diluida sobre las paredes hechas de barro y paja. Tampoco podía decirse que habían habitaciones particulares, quien no quería compartir un cuarto con otra docena de personas, debía quedarse en su propia casa y pagar por atención particular; grito y dinero para los médicos de la época que eran sumamente solicitados para la atención de aristócratas quienes se jactaban de la exclusividad de su médico de cabecera, mientras eran las enfermeras las que verdaderamente daban el más importante apoyo para la atención pública.

Evidentemente, muchas razones había para que fuese extraña la presencia de un aristócrata en lugar, mucho más si aquel aristócrata pertenecía a la realeza, y juntar a dos de ellos en el mismo lugar ya era tan probable como la caída de un meteorito en medio de la Plaza de Armas de Paris... pero sucedió.

Las enfermeras presentes, corrían de un lugar a otro sin dar abasto a tanta visita, el hospital parecía ser un verdadero caos en el cual sólo había una persona que parecía realmente ajena y distante a la vorágine facultativa. Emerick Boussingaut, Duque de Escocia, se encontraba ya en la sala de espera, leyendo el periódico matutino. Había ido hasta ahí para reunirse con uno de los médicos de planta, del cual había oído que se trataba de un cambiaformas, una información muy llamativa teniendo en cuenta su situación y la necesidad de tener un medico fijo en la Corporación, ya que si bien tenía personal para el cargo, la mayoría se trataba de vampiros y brujos, cuya especialidad era la magia negra. Pero, como bien había anunciado ya la señora de cabellos blanquecinos, todos los médicos habían salido a hacerse su propia fortuna y, como todos, tendría que esperar.

No había interrumpido su lectora en todo lo que llevaba en el lugar, mas sus sentidos más desarrollados se encargaban de mantenerle al tanto de todo, simplemente era que no quería mirar alrededor, pero como no siempre se cumple todo lo que la gente espera, no faltó en su lugar la mujer escandalosa que llamó su atención. Bajó el periódico y le observó en su intercambio de palabras con aquel desconocido y sus palabras posteriores de disculpas a la señora que daba las informaciones; al parecer no estaba muy conforme con su familia y esas situaciones le ponían de nervios ¿Cómo podía seguir existiendo gente tan mal agradecida y con la suerte de seguir manteniendo a sus seres queridos con vida? No lo entendía y bien sabía que tampoco era asunto suyo, pero ese lado salvaje oculto bajo finos ropajes poco conocía realmente del silencio por cortesía.

¿Y cómo pretende, vuestra merced, lograr fiarse de vuestra familia si sois vos misma quienes no le dais la oportunidad de ayudaros? — le preguntó volviendo a bajar su periódico cuando, entre sus paseos, la mujer pasó por su lado, haciendo que por tanto la pregunta finalizase ya a sus espaldas y por ello la mujer se girase para ver quien era aquel que se había atrevido a hablarle de forma tan directa.

Emerick dejó su periódico totalmente de lado y se puso de pie para hacerle frente, posición en la que por fin tuvo la oportunidad de observarle por completo y poder decir que si en verdad no fuera por su carácter de quejica, podría incluso haberle considerado atractiva.

Claro... ¿Qué podríais vos saber de la vida si tan sólo sois una niña? — le recriminó con una mueca de desagrado, sin imaginarse siquiera lo equivocado que realmente estaba; por supuesto que la mujer sabía de perdidas, por supuesto que había llorado muertes, pues ambos estaban casi en igualdad de condiciones — Dios quiera que nunca tengáis que aprender a apreciar a los vuestros a golpe de muerte, pues entonces es cuando me gustaría veros — le miró por última vez, y si ella no le detenía para rebatirle nada, él se marcharía a pedir un café.



Lo siento:


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Mensaje por Adina Meniuc Jue Nov 01, 2012 7:08 am

No sabia que había sucedido, no tenia ni idea como había llegado a aquel punto en el que un extraño me daba un sermón con el respeto con el cual un aristócrata gritaría las miserias de una persona a la cara. Estaba acostumbrada a que me juzgasen pero en cuanto me di la vuelta y vi la mirada de aquel hombre que hablaba como si supiese más de mi vida que yo misma me di cuenta de mi gran error. Tenia razón, me había comportado como una absoluta insufrible con aquel que más había estado a mi lado. Monique no entraba en aquel cuadro pero Constantin era diferente. El me había salvado más de una vez espiritualmente y yo a él igual por ser el hermano que nunca había tenido entre los otros y ahora que le llegaba el turno de cuidarme, como yo lo había cuidado, no le dejaba por mi estúpido orgullo y por las inmensas ganas que tenia de acabar con el sufrimiento.

Se me llenaron los ojos de lagrimas mientras el extraño seguía y no supe al final de su sermón si reír con ironía, herirle o hablar desde el corazón. No sabia que decir ¿Que podía decirle? Desde fuera lo había estropeado todo pero desde dentro sabia que Constantin me iba a abrazar y a acariciar el pelo como si de una frágil niña se tratase
-Tiene usted razón en una cosa Monsieur [...]- me tomo más de un minuto volver a hablar pues luchaba con las lagrimas que amargamente querían empañar mi rostro y volver a dejar su huella sobre el -Aunque en la otra por desgracia tengo que disentir- enseguida cuando la imagen de mi rubio muchacho, de mi hijo muerto, una criatura que ni siquiera había llegado a pronunciar mama o a dar su primer paso, llego a mi mente tuve que acercarme a la pared y apoyarme en ella antes de soltar un suspiro lleno de amargura -En primer lugar dejad de llamarme vuestra merced Monsieur porque en vuestros labios suena como un dulce insulto. Por el momento estoy servida de ellos, la sociedad no es que tenga mi comportamiento desvergonzado en muy buen estima- mi voz iba recuperando el tono mientras mi cuerpo se recomponía del golpe que mi propia mente y corazón le propinaban -En segundo lugar es verdad. No les dejo oportunidad a mis seres queridos de ayudarme porque yo soy la que quiere cuidar de ellos y no al revés. No quiero ser un cáncer para todos pero seguramente usted esto no lo entienda- tuve que hacer uno de todas mis fuerzas para dejar de apoyarme en la pared e irme caminando hasta el y bloquearle el paso poniéndome delante.

Mis ojos estaban rojos pero ninguna lagrima asomaba ya por ellos y mi nariz congestionada aunque eso no impidió que le mirase a los ojos con los últimos rastros de dignidad que me quedaban
-Por mucho que me gustaría comportarme como una mujer irracional ahora mismo y volverme loca para luego echar la culpa a mi estado de animo señor, no lo voy a hacer. En lo anterior ha tenido razón pero dígame una cosa ¿Ha tenido alguna vez que enterrar a la persona que más ama en el mundo? ¿Una esposa? o lo que es aun más traumático ¿Ha tenido que abrazar el cuerpo sin vida de su propio hijo antes de que lo enterraran en una fría, honda y oscura tumba?- apreté la mano en un puño pues lo que me apetecía era borrar esos rastros tan relajados de su rostro antes de seguir esperando pero me obligue a mi misma a no hacerlo. Era una mujer adulta y tenia que recordarlo a cada instante ya que en ese momento no me sentía como tal, sino como la niña de dieciocho años que había perdido un hijo y que aun lloraba en todos los rincones de las habitaciones por no poder hacer de madre -Los valoraba a los dos incluso antes de perderlos a golpe de la muerte pero me han quitado todo cuanto tenía ¿Cree que seria tan despreocupada si ellos estarían vivos? Seguramente ahora tendría veinte doctores a mi cama intentando averiguar el diagnóstico de mis fiebres y no estaría aquí sintiéndome miserable y sin derecho a que me cuiden. Fui una mujer débil por no darle fuerzas a mi hijo para sobrevivir [...]- por fin lo había dicho. Lo había soltado. Me sentía débil, me sentía una mujer que no tenia derecho a una vida plena pues por mi culpa mi hijo había muerto. Por mi culpa mi esposo también había caído enfermo hasta morir.

Cuando me di cuenta al final de a quién se lo había dicho me tape la boca con la mano derecha y luego incline la cabeza ante el liberándole el camino y yendo había un cuadro que estaba a su espaldas a “admirarlo”
-No quiero robar más su tiempo Monsieur. Seguramente tendrá cosas mejores que hacer que escuchar las quejas de una tonta mujer sea aristócrata o no- el cuadro era precioso. Simplemente etéreo y mientras admiraba las pinceladas con la que el autor había dado vida a la cigüeña blanca también estaba plenamente consciente de la presencia del hombre al que le había soltado toda mi amargura de golpe -Ha tocado usted las fibras más sensibles de mi pasado con unas cuantas palabras. Aun me resulta difícil asimilar algunas cosas así como no culparme. En mi intento de demostrarle que se equivoca me hice daño a mi misma y eso es lo que me llevo hasta este punto. Lo siento mucho Monsieur. No se merecía toda mi amargura- me disculpe sin darme la vuelta pero sin costarme mucho pues cuando me equivocaba lo reconocía, y esa vez me había equivocado.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Sáb Nov 03, 2012 11:46 am

"Casi todos prefieren la mentira por ellos descubierta a la verdad encontrada por otros."
Jean-Jacques Rousseau



Hablar sin pensar siempre había sido uno de sus mayores defectos, tenía por costumbre llegar y abrir su bocota sin analizar las consecuencias, llegaba y escupía palabras a la gente que muchas veces ni siquiera lograban expresar lo que él en realidad quería decir. Su más grande mérito hasta ahora, había sido aprender a escuchar y escupir al final, con ello muchas de sus palabras a veces se suavizaban un poco antes de ser lanzadas como proyectiles por encima de su objetivo. Definitivamente, el don de la palabra no podía jamás definirse como suyo y lo que acababa de provocar en aquella mujer con quien hablaba lo dejaba en evidencia.

La niña, como él mismo le había llamado, había girado sobre sus talones para darle la cara, seguramente con el objetivo de callarle la boca de alguna manera refinada e iracunda, digna de la altura de la clase a que su apariencia parecía pertenecer. Sin embargo, los ojos femeninos se llenaron de lágrimas inexplicables y al final de sus propias palabras, Emerick no supo que podría esperar; pensó en eludirla e ir en busca de aquel café del cual había tenido ganas, sin importar lo que ella quisiera decir. No quería verla llorar.

Tiene usted razón en una cosa Monsieur... — habló la mujer, en el momento preciso en que el Duque tomaba impulso para voltear y marcharse del lugar, pero hubo un resquicio de todo aquello que intentaron enseñarle sus padres que afloró en el instante oportuno para hacer honor a sus valores aprendidos y se obligó a quedarse en el lugar, y escuchar, pero aún así sin abrir la boca para entregarle su nombre.

La aristócrata, o al menos eso podía deducirse tanto por su atuendo como por su modo de hablar, comenzó a enumerar las situaciones, como quien busca hacer una poco sutil lista aclaratoria, mas sus palabras inevitablemente llamaban su atención al llevar entre ellas, la confesión de un comportamiento desvergonzado que no todas las mujeres se atreverían a exponer. Le escuchó sin interrupciones y aún con los pies ligeramente orientados hacia el dichoso café, pero la mujer que tenía frente a él se le antojaba cada vez más interesante, aunque igual de quejica que todas las que había conocido. Y así tocaron nuevamente el tema de la muerte, el cual —de forma obvia— era un tema bastante sensible para el lugar en donde estaban, ya que un hospital es el principal enemigo de la muerte, cuyo nombre no desean ni siquiera mencionar para evitar el desconsuelo de los pacientes.

No fue extraño, que justo cuando el licántropo fuese a abrir la boca para hacer valido su turno de hablar, aquella señora de aspecto canoso se les acercara una vez más para pedirles sutilmente que salieran a conversar afuera o cambiasen el tema. Emerick le miró un poco consternado y tras intercambiar un par de miradas con su anterior interlocutora, accedió salir al pasillo y esperó a que la mujer le siguiera. Abrió la puerta y la mantuvo abierta hasta que su acompañante salió, mas no pudo evitar echar una mirada furtiva hacia el interior a través de la mampara y reírse brevemente por aquella situación; expulsados al exterior como niños de colegio. Entonces recordó el motivo y como si lo siguiente fuese lo obvio, miró una vez más a la pelinegra y meneó la cabeza con aire reprobatorio.

He vivido mucho más de lo que vos suponéis, Misses, por eso imagino que estamos en igualdad de condiciones, pero aún así no os hacéis merecedora de mi entendimiento. También he tenido que enterrar a mi esposa y a mi propio hijo no nato, pero os aseguro que no sois digna siquiera de mis relatos si no sois capaz de valorar vuestra propia vida a causa de la pérdida — le dijo a ella, mirándole directamente a los ojos y ya sin ningún reparo en el resto de los presentes, que sólo del otro lado de la mampara les observaban sin la capacidad de escucharles.

¿Qué clase de madre y esposa es capaz de poner en riesgo su propia vida luego de lo que hubiesen hecho los vuestros por vos? Decidme ¿Acaso creéis que ellos no son dignos de que vos honréis su memoria? ¿Creéis un par de oratorias y unas velas encendidas os dará todo su perdón? Decidme, mujer, si tuvieseis un mínimo de respeto por ellos ¿por qué no sois capaz de poneros en su lugar y decid si en verdad os gusta lo que veis? Si vos fueseis la muerta y vuestro hijo el vivo ¿Os gustaría verlo haciéndose lo que vos hacéis con vos misma? ¿De verdad juráis que le llenaríais de orgullo? — le preguntó sin tregua y finalmente le tomó de la barbilla para acercarla y obligarle a mirarle directo a sus ojos — ¿De verdad creéis que echándoos la culpa y haciéndoos daño a vuestra propia salud los tenéis a ellos descansando en paz?




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Mensaje por Adina Meniuc Sáb Nov 03, 2012 5:41 pm

Acaricie el lienzo del cuadro sin ser capaz de volver a abrir la boca hasta que la señora de antes volvió a la habitación para indicarnos la salida. Quería que tuviésemos nuestra charla en un ambiente mucho más ruidoso, alejados de aquellos a los que con nuestras simples palabras podíamos dejar en un estado peor. Sin saber que hacer mire al desconocido que no tardo en ir hacia la puerta y sujetármela para que saliese con el ¿De verdad quería seguir con aquella conversación destructiva? Vacile antes de seguirle y cuando salí le agradecí con la cabeza su caballerosidad. Estaba segura que en aquel momento iban a venir sus duras palabras y no andaba del todo mal encaminada. Me negaba a volver a llorar así que lo enfrente con la cabeza bien alta como solo mi marido me había enseñado a lo largo de los años.

“He vivido mucho más de lo que vos suponéis” no supe como interpretar aquellas palabras pues a mis ojos el seguía siendo un niño así como suponía que para el yo también lo era. En cuanto escuche su breve pero no satisfactorio relato baje la cabeza en cierto modo avergonzada. Él también había perdido a personas queridas, todos al fin y al cabo tenían sus demonios del pasado y yo me quejaba por los míos llorando por los rincones como una mujer rota sin futuro cuando tenia dos hijos de los cuales cuidar y encargarme
–Lo siento mucho– atine a decir antes de tragar en seco. Tenía razón, no era digna de escuchar el relato de su pasado aunque este había despertado mi interés más que ninguno. Quise por todos los medios encontrar las palabras adecuadas para dedicarle y que me lo contase pero me di cuenta de lo hipócrita que era y calle miserablemente mis pensamientos mientras esta vez enfrentaba su azulada mirada.

Por primera vez me fije en el desde un punto critico. Era aristócrata sin duda pues su ropa era demasiado cara como para ser la de un simple empleado y sus rasgos sin duda eran uno de los más suaves que había visto a la larga. Parecía desenfadado pero había algo salvaje y primitivo en su mirada, no parecía del todo humano aunque en Francia todos parecían salidos de un cuento de terror del cual yo no hacia parte
–Mi curiosidad me empuja a interrogarle señor pero sé que si lo hago poniéndole ojitos dulces y halagándole al final seré tan hipócrita como aquellas señoras y señoritas de sociedad como las que evito ser. Si usted no me considera digna para contármelo es que verdaderamente no lo soy– ¿Dónde estaba mi dignidad? Por alguna razón había bajo la guardia con ese hombre pero no tenia sentido preguntar por una dignidad que había perdido con la primera lagrima derramada ante el. Saque entonces un pañuelo de los bolsillos de mis faldas y me lo lleve a los ojos para limpiar el rastro de las lágrimas húmedas que aun seguían ahí. Me había comportado como una cría y necesitaba borrar todo aquello que me lo recordase.

Mi acción quedo en el olvido en cuanto las preguntas del aristócrata que tenia en frente me azotaron con el látigo de la verdad. Me mordí el labio y deje que hablase incluso cuando se cogió y acercó por la barbilla con sus finas manos. Aguante la compostura sin derramar ninguna lagrima esta vez hasta que su ultima pregunta taladro del todo mi corazón.
–¿Es usted mi conciencia señor? Porque para serle totalmente franca lo parece– no abandone su salvaje mirada ya que no quería que me tomase por una cobarde así que trague en seco y al final me rendí ante la verdad –Soy una estúpida Monsieur pero eso créame que intento remediarlo. Estoy aquí, en Paris y no allí en mi país donde tengo muchas personas que quiero. He envenenado el alma de mi amante con mi pesimismo sin pensar siquiera en sus sentimientos pues no soy la única que echa de menos a mi marido– me resultaba muy fácil hablar de Thomas aunque fuese delante de un extraño pues no solo había sido mi amante sino que había sido el amante de los dos. De mi marido y el mio ¡Habíamos compartido hasta eso en la cama! Sonreí ante el recuerdo dándome cuenta que había abandonado la mirada del señor –Llevo mucho tiempo viajando intentando encontrar el perdón y gran parte de mis pecados me los he perdonado pero me queda otra parte importante– me solté de su mano con suavidad y mire hacia todas partes menos a sus ojos pues lo que estaba a punto de confesar era duro para mi –Tengo miedo. Tengo miedo con cada oleada de fiebres y tengo miedo con cada desmayo o mala cara por las mañanas ¿Y si no me recupero? No hay brujos y brujería posible que me salve de esto a mi parecer– Los poderes de Thomas y el conocer a May me habían abierto algo los ojos pero sabia que ante una enfermedad terminal poco se podía hacer –No quiero morir– empecé a alisar los pliegues de mi vestido mientras miraba hacia dentro. Ningún medico aun. Nada para ayudarme –¿Quiere usted dar una vuelta? Parece que los médicos se van a tomar su tiempo y quiero agradecerle haberme escuchado y haber echo que me arrepienta de como he tratado a mi pobre hermanastro. Es usted más sabio de lo que aparenta milord–

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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Nov 07, 2012 3:34 pm

"Toda ciencia viene del dolor y el dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás."
Stefan Zweig



La mujer se disculpó y adoptó una posición que podría haber catalogado como sumisa, tenía la misma expresión de resignación que poseen los niños luego de que se les ha negado algo y han tenido que aceptar el motivo al no poderlo rebatir. Por la otra parte, Emerick jamás se esperó que fuese a aceptar sus palabras sin preámbulo y sin querer rebatir nada en absoluto. Conocía muy bien a los de la clase aristócrata y sabía que las mujeres por muy bien educadas, muy rara vez se quedaban calladas, aun cuando su educación muchas veces limitase sus conocimientos para discutir con un hombre.

Finalmente lo dijo; la declaración expresa de su rendición y sin ningún rastro de ironía en la mirada, ni tampoco en la entonación de sus palabras. Mas sus primeras palabras, inevitablemente, le robaron una sonrisa de los labios, pero aún así se mantuvo firme en su posición, e incluso se permitió el asentir una vez con la cabeza luego de que ella admitiera no ser realmente digna de sus palabras.

La mujer, sin discutirle nada, sacó un pañuelo de su bolsillo y comenzó a limpiar el camino de lágrimas que, contra su voluntad, se había trazado sobre sus mejillas. Fue entonces que el Duque comenzó con sus palabras y la limpieza de su rostro se detuvo a medio camino por el desconcierto de las palabras recibidas; eran preguntas directas que pretendían sacar mentiras por verdades, descubrirle y que ella misma también lo hiciera.

¿Es usted mi conciencia señor? Porque para serle totalmente franca lo parece — fue lo primero que dijo la pelinegra, luego de que el hombre terminara de hablar, y sus palabras, literalmente, le dejaron sin saber que responder, mas no tuvo tiempo a darle más vueltas al asunto cuando un nuevo relato llegó hasta sus oídos con la sinceridad de un médico apresurado, aquella que era muy difícil de encontrar en la alta aristocracia parisina.

Estoy aquí, en Paris y no allí en mi país donde tengo muchas personas que quiero. He envenenado el alma de mi amante con mi pesimismo sin pensar siquiera en sus sentimientos pues no soy la única que echa de menos a mi marido — confesó la mujer.

La cabeza del escocés voló rápidamente a su propio país, dándose cuenta de que no era él el único extranjero lejos de casa que echaba de menos sus tierras, mas aquello del amante le hizo regresar a Francia a una velocidad más allá de la luz y mirarle con ojos inescrutables ¿Acababa de decir que tenía un amante y que además ese amante extrañaba a su difunto marido? ¿Había dicho eso? Se preguntaba en el interior de su cabeza, pero la curiosidad ocasionada le hizo abrir la boca para exteriorizar sus interrogantes, mas la mujer continuó con sus confesiones que continuaban tan desgarradoras como las anteriores ¿Iba a morir? ¿Frecuentaba con brujos y hechiceros?

Miró hacia dentro al mismo tiempo que ella lo hizo, como si ambos hubiesen deseado un médico para ayudarla, pero aún no había ninguno a la vista y quiso proponer el llevarle a la casa, más la aristócrata parecía tener otros planes para despejar la mente, y le invitó a dar una vuelta, diciéndole de paso, lo sabio que parecía ser a pesar de no demostrarlo.

Muchas gracias — le dijo principalmente al no saber que más decir. Aquel había sido un cumplido que muy pocas veces se escuchaba en medio de la sociedad, y escucharlo dirigido hacia él precisamente era mucho más apabullador que al escucharlo para otra persona.

Claro — aceptó su paseo, pero no sin antes hacer él mismo su propia propuesta — Sería un placer, pero... poseo yo una organización no gubernamental y sin fines de lucro, que se encarga de velar por la salud y buena alimentación de los mas desprotegidos. No estoy diciendo que tengáis que mezclaos con ellos, podríais quedaros dentro de mis propios aposentos para que os atendáis, mas si necesitáis algún examen, ahí estarán los equipamientos necesarios — le miró a los ojos, esperando por percibir alguna señal de aceptación en su mirada — Sé que aún sois una desconocida, y yo también lo soy para vos, pero si algo que no me gusta ver en los ojos del resto es una mirada sin luz, con el fulgor de vuestras pupilas menguados por el temor de la muerte... duele tanto como la decepción — le confesó con verdadera y repentina preocupación.

Una enfermera abrió la puerta, haciendo que se tuviese que mover de su lugar para permitirle la salida, y fue en ese momento en que se percato de que ni siquiera sabía el nombre de quien ahora estaba invitada a su propia casa. Entonces estiró su mano, con aquella mala costumbre suya de saludar a las mujeres del mismo modo en el que se le estrechaba la mano a los hombres.

Emerick Boussingaut, Duque de Escocia y buscador de un medico de planta para turnos nocturnos — le sonrió señalando hacia el interior del hospital con un breve movimiento de cabeza.




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Mensaje por Adina Meniuc Vie Nov 09, 2012 6:40 pm

Mientras me desfogaba con aquel hombre el pasado empezó a correar ante mis ojos como un cuchillo afilado. La abuela materna a la que yo tanto cariño le había tenido de niña había muerto por una enfermedad desconocida que los médicos Rumanos habían catalogado como no contagiosa. Pocos años después haberme casado con mi marido, mi madre, la mujer que me había dado la vida tuvo el mismo destino que mi abuela y una de mis hermanas no había llegado a sus veinticinco años intacta. Frustrada me obligue a rememorar los pocos síntomas que mis ancestras habían dicho que tenían antes de abandonar este mundo pero no fui capaz de ello, y menos aun al ver la cara de aquel hombre que fruncía el ceño como si quisiera preguntarme miles de cosas pero de sus labios no salía ninguna. Espere paciente estando segura que su curiosidad iba a tener como objetivo abrirme los ojos o criticar mi comportamiento pero cuando un “Muchas gracias” casi cantó su voz no pude ser capaz de reprimir la sorpresa. Parpadee unas cuantas veces como perdida y luego tuve el placer de darme cuenta que lo decía por mi cumplido así que incline la cabeza en signo de respeto y le regale una sonrisa tímida con todo el amor de mi corazón.

Sonrisa que murió en cuanto las palabras siguieron brotando de sus tan perfectos labios. Mi corazón se encogió de ternura y dolor al mismo tiempo ¿De verdad existían personas así? El era demasiado bueno conmigo para haberme en un principio criticado con tanta dureza. No sabia que decir ni como reaccionar hasta que un gemido parecido a uno de dolor broto de mis labios. Sentí las lagrimas calientes danzar pos mis mejillas y esa vez no pude detenerlas ni pensando que estaba haciendo el ridículo
–¿Es usted humano Monsieur? ¿O es un ángel caído? Créame que no creo en Dios ni en toda su gracia a pesar de los tiempos que corren pero usted parece haber llegado para acariciar las heridas que aparentemente tengo impregnadas hasta en la mirada– me lleve las manos a las mejillas para intentar detener las lagrimas pero no tuve suerte así que seguí hablando a pesar de la voz entrecortada y rota en algunos momentos –Su amabilidad es infinita pero no sabe lo que me esta ofreciendo. Si esto que tengo es lo mismo que tenia mi propia madre, mi propia abuela o mi hermana me iré marchitando como las hojas de los arboles en otoño. Mis fuerzas menguaran, mi belleza se desvanecerá e incluso mi consciencia me abandonara. No sabe lo duro que es ver una persona así y las atenciones que necesita. Usted es demasiado empático y bueno como para merecerse verme así de mal dentro de unos meses. No, sin duda no puedo aceptar su amabilidad pero ciertamente se lo agradezco de corazón– cogí su mano la lleve a los labios y la bese en signo de respeto antes de que la enfermera saliese apurada para hacernos mover. Nos movimos y entonces fue cuando tras la pequeña interrupción el extraño que ya no era tan extraño se presento ante mí. Un Duque […] un duque siendo tan amable cuando no tenía ni razones ni probablemente tiempo para serlo ¿Dónde habían quedado aquellos caballeros de la alta sociedad que frecuentaban bares y casas del placer olvidándose de las responsabilidades e ignorando a los más necesitados? Sin duda parecía que en Escocia ese no era un deporte nacional o tal vez no era el deporte del hombre que tenia delante siendo así la excepción a lo inimaginable.

–Adina Meniuc, Baronesa por matrimonio de Rumania pero indudablemente prefiero que me reconozcan por Adina Salieri, ciudadana orgullosa de Constanta y de su país– susurré aun con las lagrimas en los ojos pero ya un poco más calmada. Estaba concentrada en el hasta que mi vista voló otra vez a la entrada a la sala y vi que ningún medico había ahí donde deberían de haber cuatro o cinco. Estaba empezando a tener miedo mucho más en serio que nunca pues había expresado todo mi pesar en voz alta. Por primera vez se me hacia demasiado real para poder aguantarlo ¿Y si el Duque Emerick era mi ultima oportunidad? ¿Iba a renunciar a ella? ¿Iba a renunciar a volver a sostener mis hijos en brazos por mi maldito orgullo y por las reticencias de verme tan débil ante un hombre? Mi vista con una suplica silenciosa se fijo en la suya y no supe que más decir ni que más hacer hasta que mis labios se movieron solos tal vez por orden divina –Quiero vivir Duque, pero no quiero estar envuelta entre algodones cuando se que esta puede ser mi ultima oportunidad para aprovechar el momento. Sinceramente esta vida de lujo nunca ha sido lo mio y siempre la había compartido por el amor que le procesaba a mi marido pero ahora quiero hacer algo bueno por las personas. Quiero ayudar para que nadie pase por lo que estoy pasando yo. Para que las mujeres, niños e incluso hombres no se sientan tan perdidos por la gracia de los santos así que acepto su oferta siempre y cuando tenga en consideración mis términos. No deseo tener privilegios si le parece bien y tampoco deseo mantenerme de brazos cruzados. Quiero ayudar como me sea posible e incluso con donaciones. El dinero nunca he sido el problema para mi y aun sigo siendo una mujer fuerte a pesar de mis pocos percances como hoy por la mañana. No me importaría nada “ensuciarme” las manos aunque luego la sociedad vaya a criticarme. Nada que otro escandalo o un titulo no pueda curar– susurré mirando a la vez la salida como una salvación. Empezaba a fatigarme y necesitaba aquel paseo más que nunca mientras el decidía si tener en consideración mi oferta o no. Oferta que por otra parte no pensaba dejar correr con tanta facilidad si a él se le ocurría negarse pues a veces podía llegar a ser una de las mujeres más persistentes.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Nov 14, 2012 9:49 am

"Hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas."
Friedrich Nietzsche



La expresión de la mujer parecía preocupada pero a Emerick le resultaba verdaderamente imposible llegar a descifrar el motivo, tanto que por algún momento deseó incluso poder tener las capacidades de Violette y poder leer su mente, por muy irrespetuoso que sabía que era, mas no estaba preparado aún para volver a ver lágrimas salir de sus ojos. La miró una vez más sin saber que hacer, e incluso se le pasó por la cabeza que la mujer estaba embarazada o realmente tenía muchos más problemas de los que dejaba ver.

Yo... — intentó disculparse por lo que sea que hubiera dicho, aun cuando la boca femenina acababa de expresar sus impresiones hacia él, pero su voz salió tan débil que ni siquiera fue capaz de completar aquella frase y es que a veces la sorpresa y la confusión se hacían unas verdaderas y expertas ladronas de palabras.

Continuó escuchándole, tanto como era que sentía, como sus propios vaticinios respecto a la pronta decadencia y extinción de su propia vida ¿Cómo podía ser que aún en aquellos días no pudiera tener una respuesta certera de una enfermedad que había acarreado generaciones en su misma familia? Realmente parecía ser algo sacado de un libro de terror y tragedia, y aquello comenzaba a desesperarle tanto como le desesperaban las negaciones. En verdad odiaba no tener respuestas, y por ello es que estaba tan ensimismado en su propia búsqueda de soluciones, que prácticamente no se dio cuenta cuando ella le cogió la mano para llevarla hasta sus labios en donde le besó.

Por suerte la enfermera que salió en aquellos momentos, les hizo moverse, sirviéndole de coartada para cubrir su ataque de reticencia afectiva que le había echo sacar su mano con suma prisa. Nada en ella le molestaba, ni tampoco le daba desconfianza, pero realmente le era imposible entregarse al contacto físico sin ninguna especie de preparación. Miró hacia el interior del hospital y también notó que aún no llegaba ningún médico, mas su apreciación fue sólo una mera observación y no llegó a los límites de la desesperanza como lo fue para la mujer con la que hablaba, quien se presentaba en ese momento aún con sus ojos vidriosos.

Adina — repitió su nombre con una sonrisa que, mudamente, guardaba las esperanzas de hacerle sentir un poco mejor, mas cuando le dijo “Baronesa”, no pudo evitar el mirarla con cierta sorpresa. Había asuntos de la realeza, de los que muy poca gente hablaba, incluyendo a él mismo, y es que las baronesas solían ser requeridas por sus propios monarcas como sus concubinas de élite, y aquello era algo a lo que a Emerick aún le faltaba poderse acostumbrar.

Escuchó como se retractaba de sus propias palabras y aceptaba su oferta, aunque sin antes poner sus propias exigencias las que, para alguien como ella, alguien como la realeza, podían sonar un tanto extrañas como disparatas, pero de cierto modo le entendía. Después de todo, era su propia casa en la que solía hospedar a toda aquella gente necesitaba que, si bien no dejaba de ser una cubierta para sus verdaderos propósitos, era una cubierta tangible y con cuerpo propio, que ahí estaba y que cumplía con lo que la corporación decía hacer.

Vuestros términos serán respetados, Misses Salieri. Tendréis vuestro trato igualitario, aunque de todos modos os recordaré que sólo bastaría con que lo pidieseis para obtener algo más apropiado a vuestra clase, y no es por discriminar, Adina, es porque a vos os he conocido más que al resto y es a vos a quien estoy ofreciendo mi ayuda personal — mencionó apuntándose a sí mismo.

Vais a vivir... lo suficiente para poder conocerme y daros cuenta que no soy el ángel empático que vos creéis, y lo necesario para daros cuenta que cuando se trata de ayudar, no es mi interés el quedarme mirando como se marchita vuestra belleza — añadió riendo con aquello último, sin poderlo evitar, por muy descortés que pudiera sonar — Mis disculpas, mi Lady, pero debéis de reconocer que aquello que habéis dicho ha sido realmente disparato aún para la más vanidosa de las Baronesas — volvió a sonreír y entonces le ofreció su brazo para, si aceptaba, poder conducirle hasta su carruaje que esperaba a la vuelta de la esquina.



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Mensaje por Adina Meniuc Jue Nov 22, 2012 12:17 pm

Ya no tenia sentido intentar sacar a relucir mi orgullo pues ante aquel hombre había pasado por varios estados emocionales sin ni siquiera buscarlo. Me había comportado como una niña emocionalmente incomprendida pero [...] ¿Acaso no lo era? Sin duda a pesar de mi edad avanzaba yo seguía sin sentirme plenamente una mujer casi entrada en la madurez. Me faltaba algo en todos los aspectos para serlo y solo aquel dios al que mi hermanastro rezaba sabia que probablemente no llegaría al día en el que todos me pudiesen considerar madura. Instintivamente mi pensamiento voló hacia mis dos hijos ¿Que iba a ser de ellos si yo me dejaba llevar pos la muerte? Sabia que Thomas podía cuidar de ellos hasta que fuesen lo suficientemente mayores pero ¿tendrían amor? A pesar de la poca autoestima que decoraba mi interior había una cosa que amaba más que a mi propia desgracia y eso eran ellos. Mis angelitos, carne de mi carne y de la de mi difunto marido. Al pensar en ellos una sonrisa asomo mis labios y pude levantar la mirada hacia el duque con mucha mas chispa de lo que había tenido en toda nuestra conversación.

Tras pronunciar mi nombre con un acento bastante bonito me basto una mirada a sus ojos para saber que había sorpresa en ellos ¿Por que? ¿Acaso había dicho algo anteriormente que le había echo sorprenderse? Tenia la sensación de que el Duque Emerick no era una persona que se sorprendía con inminente facilidad así que antes de poder controlar las palabras, estas ya habían salido con una especie de duda nerviosa
-Dígame una cosa Duque ¿Que es lo que le sorprende? Tiene usted una mirada de sorpresa atormentada que sinceramente aterra- mi voz estaba algo cambiada por el anterior llanto pero aun así pude soltar una virgen carcajada antes de volver a llevar mi paño a los ojos para limpiar por enésima vez los rastros de las lagrimas. Una promesa interior cruzo todos los sentidos mientras lo hacia. Estaba decidida a no volver a dejar que ese hombre me viese llorar aunque para ello me iba a ver en la necesidad de tomar medidas extremas como echarme a correr en dirección contraria. Sonreí ante el pensamiento y la imagen que se cruzo por mi cabeza pues correr era la más descabellada de las ideas. Un hombre tenia que ser realmente lento para no alanzar una mujer corriendo con las enaguas, hilos e hilos colgando de sus vestidos y grandes faldas que parecían trampas mortales.

Otra sonrisa estaba a punto de asomar por mi rostro pero la reprimí en cuanto las palabras del duque empezaron a brotar de él. Lo escuche con mi total atención y cuando me ofreció su brazo lo cogí no sin antes vacilar pues no quería dejar a Constantin esperando a por mi
-Es usted un hombre muy bueno Duque. Aunque no se considere un ángel empático creo que no se da cuenta de la suerte que tiene de ser como es. Así sin duda muchas personas le deben de amar y respetar porque invita con todos sus sentidos a que las personas se acerquen a usted en parte [...]- susurré estando del todo segura que mis palabras no iban a pasar inadvertidas ante el. Apreté su brazo con sumo cuidando parándonos en seco cuando llegamos cerca de mi carruaje y le hice una señal a Constantin para que siguiese su camino sin mi. Mi hermanastro levanto una ceja y miro al duque con cierta suspicacia antes de proseguir su camino -Es muy protector. Es medio hermano mío, por desgracia bastardo de mi propio padre, pero lo quiero más que a todos mis demás hermanos. Ha venido aquí conmigo incluso cuando tiene una hija de la misma edad que mis dos gemelos que lo necesita en casa- mire como se iba y luego levante la mirada más sincera que tenia hacia el duque -Muchos de mis hermanos me dijeron que estaba loca por acogerlo en mi casa, darle trabajo, una vida mejor a pesar de su condición de medio gitano. También me acusaron de estar loca por permitirnos criar en parte a su hija pero mi marido nunca lo dudo. Desde que vio a su niña se enamoro y creo que tenia la esperanza de tener una niña en el futuro pero parece que de mi solo han salido hasta ahora varones. Ciertamente las niñas me huyen- sonreí mientras retomábamos nuestro camino hacia su carruaje -Debo advertirle Emerick, bueno mejor dicho duque, que no soy una mujer común y corriente. El estatus social para mi significa lo mismo que una hoja de papel garabateada por un niño. No hay nada que me atraiga de esa ostentosa vida que muchos creen que podrían disfrutar y por ello siempre apuesto en contra de mis semejantes e incluso en contra los que son como usted. He hecho muchas cosas dignas de criticar pero es increíble lo que algo de dinero y un titulo tan bajo como el mío pueden hacer- llegamos al carruaje y el cochero del duque se apresuro a venir a abrirnos la puerta para poder entrar.

Fui la primera en coger su mano para subir y para cuando estaba sentada Emerick ya estaba en frente mío mirándome por lo que seguí con lo que estaba diciendo
-Si sobrevivo a esto en cuanto mis hijos tengan la edad necesaria voy a desaparecerme. No voy a quedarme a ver como la vida se me pasa sino que voy a disfrutarla. Siempre quise ir a las indias y tal vez visitar algunos países árabes. Será peligroso sin duda pero es mi deseo. Dejar todo atrás y vivir de la hermosura de la vida. Solo espero que mis gemelos sean capaces de no matarse entre si o gastar el patrimonio familiar en solo un año. A diferencia de mi otro difunto hijo ellos nacieron muy fuertes y sanos ademas de inteligentes pero ¿Que mujer no diría eso de sus hijos? Estoy orgullosa- sentí como el carruaje empezaba a moverse y mire por la ventana el paisaje. Me gustaba quedarme absorta viendo la hermosa de París aunque fuese una rodeado de casas y de ostentosas obras de arte -¿Nunca ha sentido que este no es el momento de la vida adecuado para usted duque?- pregunte sin darme realmente cuenta pero aun así volví con mi vista hacia el. Aunque me había ofrecido su ayuda incondicional y a veces su personalidad invitaba a acercarse a el parecía querer ser una persona muy solitaria. Ese aura le rodeaba de los pies a la cabeza pero tal vez era París, el culpable tal vez podía ser esa maldita ciudad.
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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Dic 06, 2012 1:52 pm

"El orgullo de madre, la alegría de padre."
Walter Scott



Sonrojo.

Esa fue la primera reacción involuntaria de su cuerpo en cuanto la mujer le preguntó por lo que le sorprendía, y un sinnúmero de excusas se le vinieron a la cabeza, haciéndole titubear, pues no quería sonar insolente con aquella mujer. Sentía que no se lo merecía y que si él hablaba con sinceridad le insultaría, pero luego recordó que aquellas no eran sus propias ideas, y que también creía en las excepciones, que siempre podía recurrir a decirle primero aquello para que no sonara a ofensa, pero entre todo lo que dudó y pensó, ella misma ya había comenzado a cambiar el tema.

Adina volvió a defender sus razones para considerarle una buena persona, mas sus palabras sonaban en parte confusas y, de cierto modo, le daban a entender lo mismo que muchos pensaban; que por su posición de Duque y su carácter extrovertido, sin lugar a dudas estaría lleno de amantes y amigos de copas. Suspiró y se detuvo también en seco, cuando ella apretó su brazo para hacerle una señal a otro hombre en un carruaje cercano, quien le dedicó una mirada suspicaz, la que sin duda decía demasiado sin siquiera hablar.

Es muy protector — le explicó la mujer.

Me he dado cuenta — respondió él, con una sonrisa irónica, mientras veía al carruaje alejarse por la misma calle en donde estaba esperándole el suyo y continuó escuchando con gran atención la historia de aquel hermano y su opinión acerca de los títulos de nobleza.

Cuando llegaron a su carruaje, el cochero inmediatamente bajó a recibirlos, ofreciéndole la mano a la señora para ayudarle a subir. Era un coche lujoso, perfectamente sellado, con asientos tapizados en cuero de avestruz, las paredes y el techos hechos de elegante madera de caoba envejecida, con algunos decorados en plata fina alrededor del marco de las ventanas y el piso forrado en una impecable alfombra persa de color azul real, mismo que se encontraba en las cortinas de yakar.

Se sentó frente a ella y le observó, por si acaso había quedado algo en el tintero, y así fue. Adina le contó de sus sueños, de lo que deseaba hacer a futuro si acaso sobrevivía a su misteriosa enfermedad, lo cual le parecía un poco pesimista, pero a decir verdad ya dudaba lograr encontrarse alguna vez con una mujer de la realeza con espíritu optimista.

¿Nunca ha sentido que este no es el momento de la vida adecuado para usted duque? — preguntó ella de pronto, haciéndole parpadear, como si se sorprendiera de que se callara por u momento.

Eeeeh... pues... — frunció el ceño con un aire pensativo — La verdad... — suspiró y miró a través de la ventana — Me gustaría vivir en un tiempo en donde la Iglesia ya no fuera tan importante, donde dejasen de asesinar gente a destajo en las plazas públicas como trofeos a la derrota del Maligno — le miró — Me gustaría que el único carmín que vieran mis ojos fuese el de las rosas y las sonrisas felices de las damas que se me crucen en el camino — rió brevemente y volvió a mirar a través de la ventana — Sólo quiero un poco de paz... — se quedó por un momento retraído en el paisaje y de pronto, como si se hubiera exaltado por algo o lo hubiese recordado en el momento, se giró con rapidez hacia ella y agregó — Y donde no exista la gente que me critique por poseer un título nobiliario — rió nuevamente, dejando ver los hoyuelos de sus mejillas que tan pocas veces se veían cuando estaba en compañía de gente poco conocida — Creo que es una lástima que lo veáis tan mal cuando en realidad fue un regalo de vuestro propio esposo, quien también era Barón. En mi caso es por mis padres, estoy orgullo de portar mi cargo porque es parte de su legado, su herencia y lo que me hace ser ahora lo que alguna vez ellos fueron e intento honrarlos de la mejor forma posible haciendo bien mi trabajo — le miró por un par de segundos y luego esbozó una sonrisa.

Creo que vuestra merced y yo vemos las cosas siempre de una manera muy distinta.




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Mensaje por Adina Meniuc Sáb Ene 05, 2013 8:09 pm

No sabia como habíamos llegado aquel punto donde yo una persona comen y corriente, una baronesa por matrimonio estaba sentada delante de un duque y hablándole de los mas intimos pensamientos como si fuese amigo de toda la vida ¿Era normal? Una mirada a sus aun muy sonrojadas mejillas me dijeron sin lugar a duda que no era normal y que tenia que intentar librarme de aquel lío en el cual me había metido. Tal vez el podía ayudarme con mi problema pero la pregunta más importante de todas era ¿Quería yo librarme de la muerte? Me quede pensando durante un segundo perdida en el paisaje hasta que escuche su respuesta a mi pregunta. Extraña. Solo podía definir aquella respuesta como extraña debido a su magnitud y al tema ¿No eran los católicos muy religiosos y fieles al papa? Quise reír ante el pensamiento pues los ortodoxos también solían ser muy religiosos pero sin lugar a duda algo había salido mal en mi, algo que tenia nombre y apellido y que probablemente yo debía de presentarme con ese apellido en vez con el de soltera.

-Ahora mismo estoy pensando duque que es usted un hombre muy extraño pero seguramente usted piense lo mismo de mi. La diferencia de cultura que hay entre nosotros nos hace ser raros y su respuesta con perdón me ha sorprendido un poco. No me considero una persona muy religiosa. No lo soy porque siempre he desafiado lo que se espera del camino de una mujer pero escuchar de un católico lo que usted me dijo me ha chocado tal vez porque ahí donde vivo yo se os pinta de otra manera- con mucho cuidado me pase la mano por los mechones sueltos de pelo mientras paseaba la mirada entre el paisaje y mi anfitrión que no había movido ni un músculo mientras yo hablaba -Mi marido siempre decía que la mejor religión es esa que nunca se practica. Entiendo lo que quiere decir. Se han hecho muchas calamidades en el nombre del señor y la Iglesia solo esta dirigida por tiranos sin una pizca de compasión. Mientras eso perdure el Maligno siempre tendrá forma y tal vez un nombre pero le aseguro que no es ni el mío ni el de usted a pesar de no saber cuales son sus mas oscuros pecados. Nada puede ser peor que lo despiadado. Aquella persona que no llora y no siente compasión no es persona, es el mal- sentencie por ultimo mientras una pequeña sonrisa se asomaba en mi rostro.

Fue solo durante una fracción de segundo que deje de sentir todas emociones, deje de centrarme en mi y me centre en otra persona pero luego la avalancha volvió otra vez así como mis pobres y patéticos sentimientos autodestructivos
-El no quería convertirse en Barón y yo no me he acostado con un titulo vuestra merced sino que lo hice con mi marido y con la persona que mas amaba y sigo amando. El odiaba a su padre y tenia pensado huir pero de repente se vio atrapado con un titulo y sin saber que hacer ademas esto no siempre es bueno pues bien sabrá lo que se debe esperar de una baronesa. Se ha esperado de mi durante mucho tiempo aunque he logrado escaquearme con la ayuda de mi suegra y de todos los rumores que dejo esparcidos allí y allá. Es mas fácil soportar la mirada de las personas sobre ti que las manos de un desconocido tocándote al menos eso es lo que opino y siempre voy a opinar. Soy muy liberal y tal vez descarada pero tengo mis limites y mi conciencia-

Otra vez me había soltado mas de la cuenta. Tal vez todas estas cosas el duque no necesitaba saberlas pero el parecía querer ser tratado como los demás y yo tenia mucho que contar y a pocas personas a las que hacerlas así que ya me había desahogado en su gran mayoría con el espléndido hombre. Le di una sonrisa algo trémula y me pase la mano por las mejillas sintiéndolas arder ¿Cuando había viajado toda mi sangre a las mejillas? Ahora estaba sonrojada y tal vez debía de estar algo abochornada pero eso no era así en un principio.

-Eso es bueno ¿No opina lo mismo? Diversidad. La diversidad siempre es buena y saludable sino la humanidad se puede quedar estancada- vi que habíamos llegado a una zona que no conocía mucho así que se la señale al duque con una mirada interrogadora para que me contase hacia donde mas exactamente se dirigía el carruaje.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Ene 22, 2013 6:38 pm

"Hay momentos en que las tribulaciones se presentan en nuestras vidas y no podemos evitarlas. Pero están allí por algún motivo. Sólo cuando ya las hemos superado entenderemos por qué estaban allí."
Paulo Coelho


Fijó sus ojos en ella, una vez más sacándolos del paisaje en donde brevemente se habían posado tras haber dejado de lado sus opiniones para dar cabida a las de ella. Probablemente tenía razón, probablemente se estaba pasando de confiado al hablar de sus ideales con una mujer católica declarada, quizás debía fingir mucha más devoción para así asegurar que sus máscaras de protección no se cayeran, pero es que ella misma se había liberado ante él y eso indiscutiblemente le hacía sentir en una deuda de confianza que, por lo visto, era peligrosa.

Bajó la mirada y se quedó pensativo en lo siguiente de sus palabras, pues con ellas ya volvía a dudar lo que había pensando segundos antes ¿Quién era realmente Adina? ¿Una mujer de confianza, una mujer diferente o una simple baronesa común y corriente? Se rascó la barbilla y prácticamente se mordió también la lengua para retener su impulsividad y no llegar y responder lo primero que se le viniera a la cabeza y sólo alzó la mirada cuando ella volvió a hacer una pregunta directa, cuando vio que a través de un gesto también inquiría por el lugar al cual se dirigían.

Oh... vamos por el este de la Corte de los Milagros, hacia las afueras de París, a la cede de la N-Corporation para que os revise uno de mis médicos — omitió de lleno la palabra sanador o curandero, pues aún no estaba totalmente seguro de las convicciones de dicha mujer — Ya casi llegamos — agregó para que estuviese tranquila.

Por un segundo más bajó su mirada hasta sus manos que se juntaron por sobre sus piernas para jugar con los pulgares, tal y como lo hacía cuando niño, era como si de cierto modo buscase encontrar en ellos una respuesta, quizás al azar o medio juego, pero finalmente se dio cuenta que lo mejor sería indagar un poco más en sus creencias y finalmente arriesgar un poco de su propia verdad, pues si en verdad necesitaba la ayuda de brujo, él tendría que confiar sí o sí. No había otra alternativa.

Adina — comenzó algo dudoso en si dirigirse hacia sus temas de lleno o entregarle un poco de su opinión al respecto de lo que ella misma había mencionado, finalmente optó por lo segundo — Pues... he de reconocer que en la corte se habla mucho de que, disculpando la expresión, las baronesas son las putas de los reyes... No es lo que yo pienso, no lo mal interpretéis — se excusó de inmediato, llevando sus manos al frente para llamar a la calma — Es lo que se acostumbra decir, siempre podéis haber excepciones y ahora que lo decís tan abiertamente, no dudo que vos seáis una de ellas, así como tampoco dudo que tengáis otros pensamientos ajenos a los da la Iglesia, sólo quiero dejaros en claro que... yo en ningún momento he dicho que sea realmente católico — concluyó alzando una ceja para invitarle a la bendita creación de su propia duda.

Fue en ese momento que el carruaje comenzó a hacer entrada a los terrenos del manor, era un amplio prado con muchas hayas enfiladas, algunas flores y mucho césped a los costados del camino de gravilla amarillenta. Emerick hizo un nuevo gesto para indicarle que mirara hacia afuera, ahí se veía la gran construcción de tres pisos visibles que sin duda parecía más una mansión que un lugar destinado para salud y alimentación de los más necesitados. Sin embargo, era de día y muchos de los acogidos caminaban por el fuera tomando el sol, dejando en claro que definitivamente no era una mansión común y corriente.

El carruaje arribó hasta la cercanía de la puerta principal y ahí se detuvo, bajándose de inmediato el cochero para abrir la puerta de la dama y brindarle su mano en asistencia a su bajada. El Duque bajó tras ella y entonces le ofreció su brazo a la mujer para invitarla a entrar acompañada. Uno de los centinelas de la entrada les recibió con una reverencia y añadió una frase pequeña pero contundentes:

Sin novedades, milord.

Emerick respondió con una sutil reverencia y escoltó a Adina por el vestíbulo principal en donde se encontraba la recepcionista junto a varios arreglos florales y las tres puertas de roble que limitaban las diferentes alas en las que estaba dividida la mansión; dos de ellas tenían el acceso restringido, una sólo para personal autorizado y otra que daba un aviso de cuarentena por ser el área de pacientes terminales y enfermedades contagiosa, cosa que por supuesto no era para nada cierta, sino que era precisamente ahí en donde se daba lugar al desarrollo de la Alianza.

Por acá — le indicó, haciéndole desviar hacia el ala pública, o más bien conocida como el ala médica.

Inmediatamente una enfermera se acercó a ellos, un tanto sorprendido por las vestimentas de la mujer, pues de inmediato pensó que se trataba de una visita o inversionista, pero jamás de una paciente, así que parecía más dispuesta a entregar informaciones y una visita guiada que una atención propiamente tal.

Buenas tardes — saludó Emerick — Os he traído una paciente especial, quisiera que le atendiera el doctor Dubois, por favor. Yo mismo me haré cargo por ahora, decidme que habitación privada puedo tomar — indicó de manera breve y directa y esperó las indicaciones y que la enfermera rápidamente se pusiera en acción.

Llevó a Adina hasta la habitación indicada. Era amplia y de colores claros, una camilla impecable, todo reluciente y sumamente acogedor, incluso tenía ya unas flores de amplia variedad en un jarrón, mismo al que el Duque señaló con una nueva sonrisa.

Mi madre siempre decía que las flores alegran el alma, que nada hay más hermoso que ellas y la sonrisa de un niño — le miró — Poneros cómoda, estáis en vuestra casa y Eustace, mi médico de confianza, no tardará en llegar — le informó para su propia tranquilidad y le dio un momento para que se acomodase como ella creyese conveniente, sólo entonces volvió a retomar los asuntos pendientes.

Yo... me he quedado pensando en aquello que habéis dicho, en que no estáis de acuerdo tampoco con aquellos asesinos de la Iglesia, imagino que hacíais referencia a la llamada Inquisición ¿Qué pensáis de ella? ¿Creéis que hay seres con mayores poderes a los nuestros y que, como dicen ellos, los usan para nuestro mal?



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Mensaje por Adina Meniuc Sáb Feb 02, 2013 5:36 pm

Y ahí estaba el kit de la cuestión. En cuanto el duque Emerick empezó a hablar de la reputación de las baronesas mi mirada se fue dirigiendo hacia la ventana para escapar de todos los recuerdos que acudían a mi cabeza. Aunque nunca había hecho nada fuera del matrimonio que no experimentase junto a Blaise, había cosas que aun me reconcomían. El recuerdo de un hombre viejo, canoso y algo calenturiento vino a mi mente y no pude evitar estremecerme. Aquel rey extranjero me había llamado en cuanto había hecho una visita a nuestro país, ya que estaba deseos de compañía, pero yo me había negado alegando que tenía derecho a ello. Había utilizado mi fe como arma fundamental a pesar de que dios y yo estábamos en una postura bastante incomoda desde mi nacimiento. Al final mi pobre marido no se había podido librar de la bronca, a tanto fue el asunto que la baronesa vieja, la madre de Blaise, tuvo que tomar mi lugar para apaciguar los calores del rey. Nada más de pensar en ese episodio todo mi estomago se revolvió pero me negaba a hacer un numérito ahí así que aguante con toda la cordura que me quedaba hasta que llego mi turno de pronunciarme -Nunca hice nada Duque y no soy tan tonta como para hacer algo ahora. Fuera del matrimonio he sido una santa y solo he probado cosas cuando mi marido lo ha deseado. En los últimos años tuvimos un amarte es verdad pero fue de los dos juntos y no lo he vuelto a tocar desde su muerte. Las cosas son así, me he entregado a un hombre y por mucho que me gustaría tocar ahora mismo a otro hombre o a otra mujer me lo aguanto hasta decidir que ya he pasado el periodo de luto.

¿De verdad había reconocido eso de la mujer delante del duque? Me sonroje mientras mi vista no se movía del exterior de la carroza. El lugar era bonito e interesante pero no tanto como nuestra conversación -Ha pasado mucho tiempo pero aun necesito el luto al menos hasta que deje de compadecerme de mi misma- reconocí mis errores ante el y luego no pude evitar echarle un vistazo. Una sola mirada y una sonrisa algo triste se asomo en mis labios. Fue breve pues sus gestos indicándome que mirara rompió todo el hilo de mis pensamientos. En cuanto mi vista se poso en la propiedad del duque una especie de emoción me recorrió de los pies a la cabeza. Aquella no era una mansión común y corriente. De hecho era algo bastante extraño, tan extraño como los experimentos de mi querido amante Thomas. El me había advertido sobre muchas cosas parecidas que por el momento me eran imposible recordar mientras mi vista recorría aun los pocos comunes lugares de la propiedad y la gente que integraba aquel paisaje -Precioso- murmuré más para mi misma que para el hombre que tenía delante pero estaba segura de todos modos que me había escuchado ya que no parecía un hombre con graves problemas auditivos.

Poco después el carruaje arribó delante de la puerta principal del edificio y el cochero no tardo en venir a brindarnos su ayuda. Yo la acepte encantada dejándome ayudar un poco más cuando sentí una punzada de dolor en lo más bajo de mi vientre y luego me quede al lado del coche esperando la salida del duque. Mis poderes por hoy parecían mermar con cada paso que daba estando segura en un final que necesitaba alguna medicina para apaciguar los dolores que se me aproximaban pero ¿Por eso estábamos ahí, no? Estaba segura de que alguien del equipo del duque me iba a ayudar y no me equivoque en cuanto entramos en el pasillo. Todo era espléndido, como sacado de un cuento de hadas pero mientras Emerick me guiaba lo que más me llamo la atención fue una enfermera que se cruzo en nuestro camino. Aquella enfermera no tenia punto de comparación con la del antiguo Hospital. Su apariencia mucho más cuidada me inspiraba la confianza que la otra no lo hacía. Por primera vez en aquel sitio me sentí segura de todo el mundo de fuera y de lo que estaba por llegarme encima.

La habitación en la que me asignaron era demasiado bonita incluso para mi. Mientras entraba con pasos temerosos tuve que agarrarme del marco de la puerta en cuanto los colores luminosos y claros me golpearon de lleno. Esa no parecía la habitación de una enferma, incluso era mucho más digna que una habitación de hotel. Era demasiado para mi y quise darme la vuelta para decírselo a Emerick pero espere hasta estar a solas. Delante de las demás personas no debía dirigirme a el sin tanto respeto como lo hacía en privado. En público era un duque mientras que yo tenía un grado mucho más bajo que él mientras que en privado tal vez éramos amigos. Al menos yo lo consideraba eso por lo atento que era conmigo y con mis sufrimientos
-¿Supongo que por eso las pondrán en las tumbas, no? La verdad es que sencillamente a mi me parecen preciosas. Le dan un toque mucho más alegre y menos enfermizo a todas las habitaciones lúgubres de París pero debo reconocer que esta habitación no se parece nada en las que he visto hasta ahora. Es preciosa duque y me hace sentir realmente cómoda. Es usted un hombre de muy buen gusto- me acerque a uno de los jarrones y cogí una de las flores amarillas. La verdad es que mis colores favoritos eran tipo pastelados y aquel color era algo más intenso pero no por ello menos bonito -Si su medico puede hacer que duerma una noche sin los cargos de conciencia que tengo ahora le estaría agradecida de por vida incluso aunque no me la salve- bromee mientras me iba hacía un sillón y me sentaba señalándole el otro vacío que había a mi lado.

Mientras el decidía que hacer, si venir o no la respuesta a sus ultimas palabras se estaba formando en mi cabeza
-No es que lo crea duque, es que estoy casi convencida de que hay seres con mayor poder que el nuestro. Recuerde usted que yo vengo de un país alejado de los placeres del occidente. Aunque muchos intentan integrar a mi país en lo occidental nosotros estamos en la frontera de lo fantástico y lo racional. Hay tantas leyendas en mi país que me es imposible recordarlas todas pero también hay certeza entre toda esa neblina. Me dirá que estoy loca pero mi amante y el de mi marido es un brujo y yo he dejado mi hijo con él- sonreí entre dientes al darme cuenta de lo que decía y luego proseguí -Si habría querido hacerme el mal ya me lo habría hecho y se habría quedado no solo con nuestra fortuna familiar sino con el titulo también pero sigue tan fiel como el primer día que nuestros labios se unieron- me encogí de hombros con suavidad dándole una mirada algo dolorida a Emerick por la repentina oleada de punzadas en el vientre. Pronto vendrían los calores y después el desmayo. Estaba segura que esto no podría durar mucho más tiempo así sin dejarme llevar por los brazos de la muerte -El único mal es el que mata sin justificación alguna.
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