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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Danna Dianceht Miér Jul 31, 2013 7:24 pm

Recuerdo del primer mensaje :


"Vigilad vuestros actos en el día de hoy, para que vuestra descendencia no deba pagar su parte...
su tributo de culpa."

El anónimo que lo cambio todo:


"Los hijos, nunca debería de ser culpables de los actos de sus padres
ni de la sangre que en ellos corre...
Condenar una linea de sangre, es condenarlos a todos."


La inquietud envolvía la vida de Danna entre las paredes de su castillo. Así era desde que hacía un mes había recibido un anónimo dirigido a su difunto padre hace ya tantos años, desde entonces cada día se levantaba con una extraña sensación , el miedo corroía sus venas y se iba a dormir angustiada, como si la sombra de la muerte la fuera cercando, cada día mas...cada día mas cerca de ella. ¿En que líos podría haberse metido su padre? Esa pregunta rondaba siempre en su cabeza, en un sin vivir, sintiendo por primera vez que se encontrará muerto, si aún estuviera en vida quizás él supiera algo de ese ser “El oscuro” que le buscaba a él y a todos sus descendientes, por consiguiente, también la buscaba a ella. Desde el recibimiento de la misiva desconocida, empezó una búsqueda contra reloj, ya que no se  especificaba en ningún momento el día en que fuera contra ellos quien fuese que buscaba sus sangres. En aquel tiempo limpió de papeles todos los recovecos y escritorios de su padre, leyendo cada documento, buscando algo con que poder relacionarlo. Pero nada, de nada sirvió. A parte de algún que otro negocio oscuro y tratos con brujos, no encontró nada que pudiera servir de ayuda a la hora de identificar la amenaza creciente que cada día sentía más cerca de ella.

Así fueron pasando los días y finalmente semanas, en donde ajetreada por su vida pública como duquesa y su creciente temor, no la dejaban dormir bien y empleaba de nuevo esas horas de desvelos a encontrar alguna información en los libros de la grande biblioteca de la  segunda planta. Ninguna información, aparte de pequeños relatos ficticios de humanos imaginativos, no había nada más que pudiera relacionarse con lo que ella buscaba, ya que si en la carta ponía lo de “ …hasta el momento de su extinción o la mía…” estaba claro que no podía ser un mortal normal, si no que se trataba de una criatura de la noche, y por sus palabras usadas en el escrito se identificaba mas a un vampiro que a un licántropo que buscará  venganza contra su padre y que quisiera la sangre de todo su familia. La sangre familiar que simplemente en estos tiempos se reducía a ella, la ultima descendiente de la familia de su padre, Darius Moxviuw. Pasó el tiempo y no encontró ninguna respuesta. Hasta que una noche soñó con su padre, el que sentado en su cama de niña pequeña, le contaba una historia ancestral de su familia, quien hablaba de un cazador que los cazaba y de los que todos debían huir. De ahí a que ella nunca conociera a sus abuelos, fueron encontrados por el cazador. Ese cuento hasta ahora le había parecido simplemente eso mismo; un cuento para asustar a los niños, más concreto a ella. Pero, ¿Y si fuera verdad?.  Podría ser que un “cazador” les diera caza a toda su familia y al fin hubiera dado con la descendencia de su padre? Cada vez el rompecabezas se iba complicando y sus nervios se disparaban, tras aquellos días de apacible silencio tras la cruel amenaza que colgaba de su cuello. El silencio que parecía ser la calma que anuncia la tempestad desoladora que estaba por venir.

El dolor de cabeza y tensión iba en aumento, como sus papeles reales en Escocia, en que tenía planeado asistir a reuniones importantes y eventos privados, como también, organizar las faenas de su propio castillo. Era en estos momentos donde la soledad lo cegaba todo a su alrededor, haciéndole sentir más que nunca lo sola que se encontraba. Suerte de la gente de su castillo, quien los consideraba su familia, la más real a parte de su difunta madre que nunca llegaría a tener. Por ellos era por los que iba a luchar por su propia vida ante aquella desconocida amenaza, no podía dejarlos solos, muchos de ellos dependían de ella y ella no era de las que no protegían a los suyos, si no, todo lo contrario, los defendería con uñas y garras y todo lo que hiciera falta. Si algo se tomaba muy enserio era su deber para con ellos y la protección de aquellos que acogía en el grande castillo y que hacían que su vida fuera más llevadera.

Al cabo de un mes…

Sentada en un sillón de terciopelo, se encontraba leyendo un libro de escritura inglesa de genero romántico, el que tanto le gustaba, distrayendo su cabeza de sus pesares. Por la mañana se había despertado asustada tras un sueño revuelto, y visiblemente sensible a todo, al llegar la tarde se había encerrado en su salón privado, donde permanecía distrayendo su mente, de la sombra permanente de aquella carta y aquel oscuro ser. Parecía increíble como aquel anónimo se había colado en su vida, pegándose como una sombra sin dejarla tranquila bajo la amenaza creciente de su llegada.
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Mensaje por Danna Dianceht Miér Oct 30, 2013 10:37 am

"Todo deseo estancado es un veneno."
André Maurois


Su cuerpo tembloroso solo empeoró al sentir la voz ajena sobre su piel, al sentir sus dedos como leves mariposas acariciándola. Cada sensación, cada movimiento la enviaba a un camino de perdición, donde cuanto mas se adentrase, peor seria al salir. Como negar las palabras del oscuro, cuando ella misma se mordía la lengua para no pedir mas, para no rogar que terminará con la tortura en la que la sometía, y la tomara como quisiera, dejando que probara la oscuridad que él le prometía. Cada vez que le miraba, que sus miradas se cruzaban, el tiempo parecía congelarse al adentrarse en sus oscuros orbes. Cada vez que intentaba adivinar que pasaría por la mente del vampiro, pero aquellos dedos juguetones en su carne, la distraían, volviéndose a sentirse pérdida en su tacto.

¿Por qué debía de ser esas manos, tan suaves? La inducía a calmarse, a abandonarse a él. Y a caso no era él, mas peligroso que el mismismo diablo? Había asesinado a toda su familia, había intentado terminar con su vida y quizás aún lo haría de seguir así. ¿Entonces por que se dejaba? ¿Por qué no se debatía? Danna frunció el ceño unos segundos, intentando contestar a sus pensamientos, cuando de nuevo incapaz de contener los sonidos de sus labios, se escapó un gemido al sentir los colmillos rozarle la delicada piel que atormentaba.

Cada palabra que le decía, se la clavaba en lo mas hondo de su alma. Todas eran ciertas. En sus manos no era más que una muñeca, ahora mandaba él sobre ella, por más que quisiera negarle sus palabras y mirarle desafiante. En la noche, la oscuridad gana la batalla con la luz, como por la mañana, la luz gana a la oscuridad. Estaba a su merced.

Gruñó por dentro aterrada cuando de nuevo se levantó, apoyándose contra ella, rodeándola, encerrándola sin dejar huida alguna. Estaba atrapada de nuevo y sus labios demasiado cerca de los propios, cuando le hablaba. Por alguna extraña razón, el pensar en que alguien mas pudiera encontrarse en su misma situación, la ponía enferma. Podía sentir cada curva de ese frío cuerpo, cada músculo y nada le gustaba que alguna otra jovencita pudiera ser testigo de lo que ella sentía. Tenia ganas de mandarle a los infiernos, de hablarle, de patearle. Adrik la confundía, en él aún ahora todavía, podía ver al joven desconocido que la había consolado. Se mordió el labio provocando que mas sangre saliera de este, negando con la cabeza, cuando entendió que aquel gesto era lo peor que podía haber cometido.

- Agh.. no Déjame! – Dijo al ser tomada por el rostro con fuerza, en un rápido y rudo agarre. Le miró y al ver su mirada hambriento, se le escaparon unas lagrimas al tiempo que Adrik lamía la gota de sangre de sus labios, haciéndola suspirar tras aquel roce. Se quedó allí paralizada, contra su cuerpo, frente con frente, hasta que Adrik abrió sus ojos y empezó a besarle las lágrimas, arrebatándole a la naturaleza el dulzor de estas. Danna también notó el lobo con una cola inquieta que paseaba entre ellos, mostrándose confiado con el oscuro. Rápidamente sus pensamientos volvieron a la deriva cuando Adrik la besó, abrazándola con fuerza, recorriendo con sus manos su esbelta figura, terminando con un mordisco duro en su labio inferior. Suspiró y gimió una ultima vez contra aquellos fríos labios antes de que este se fuera hacia atrás, dejando espacio entre ambos, a lo que el cuerpo de la duquesa se estremeció. Necesitaba sentir de nuevo su contacto. – No quiero que me domines, tampoco marcharme…que caigamos los dos, eso quiero. – Susurró.


"Tu eres algo inesperado"


¿Desde cuando la inocente caperucita no caía en la trampa del lobo feroz? Sus piernas temblaban, su desmesurado corazón palpitaba veloz en su pecho, mientras de sus entreabiertos labios se oía un corto gemido. Era imposible no mirarle a él y no ceder ante su oscura demanda. El diablo en persona la llamaba. Su mano ardía por posarse en la ajena, y entrelazarse en aquel fuego que lentamente la hacia agonizar. Del que solo el diablo podría salvarla. ¿Qué le pasaba? Su cuerpo parecía entender lo que su mente pasaba por alto. Era como el canto de una sirena, pero más letal, más oscuro, más fiero. El canto fúnebre del maestro de la muerte. La tentación de lo prohibido. La magia de la oscuridad penetrando en cada rincón de su cuerpo. Y él con su pelo despeinado, la paciente sonrisa que curvaba sus pecaminosos labios, el lobo echado como un silencioso amante a sus pies y aquella mano alzada, la que se moría por tomar, no eran mas que el diseño de un cuadro ensoñador.

Desde su posición, recostada en el tronco de uno de los miles árboles milenarios de Escocia, tierra de duendes y magia, le miraba y a sus ojos, parecía un titán, el rey de todos los reyes. Con aquella oscura y decidida mirada, el mundo podía ser suyo, con solo que lo pidiera. ¿Y quien era ella para negarle nada? “Una victima más de lo inalcanzable.” Pensó e irremediablemente su cuerpo tomó la decisión por ella. Lentamente caminó hacia él. Sintiendo como en cada paso las posibilidades de redención por probar lo que le era vetado, desaparecían como lo hacían los pasos que los separaban. Un paso más y más cerca de la trampa se encontraba. Iba a caer, irremediablemente a los brazos del vampiro. La iba a dominar, a romper y aún así no vencería. La luz y la oscuridad siempre habían luchado por la eternidad de los mundos, sin un claro vencedor.

A cinco pasos de llegar a rozar con los dedos aquella mano, a entregarse, su cuerpo temblaba de expectación.

Y ahí fue, como el rayo dorado de la luna que rompe la oscuridad del claro del bosque, que de cada rincón salieron los lobos de nuevo. En un ancestral baile de caza, coordinados con sus fauces y garras listas a arremeter contra la presa. La hembra alfa directa a la yugular del lobo se tiró, instándolo a moverse a reaccionar, a despertar del encantamiento de Adrik, mientras los demás miembros de la manada rodeaban al oscuro apartándolo de Danna. La confusión hizo detener el cuerpo de Danna, a apenas unos suspiros de ser atrapada por los voraces labios ajenos.  El amor de esas bestias, la protección que le otorgaban, la hicieron despertar. Miró un largo instante a Adrik a los ojos. No le dijo nada, solo parecía querer tocar, acariciar cada parte de aquella tentadora oscuridad. Y como el lobo alfa que gimoteaba ante el duro avance de su pareja, ella retrocedió, sin darle tiempo a Adrik de detenerla, de hacerla cambiar de opinión y corrió. Huía hacia el castillo, al tiempo que los lobos se abalanzaban sobre el oscuro, en su afán de proteger a la duquesa, de darle tiempo a esconderse de la oscura magia que él tejía alrededor de ella.


Nadie puede huir de lo que le ha de venir.
Nadie se esconde del destino.


No tardó la noche en llenarse de la furia y los lamentos de los lobos. El aullido de su manada, la hizo apresurarse. Podía sentir la rabia del oscuro latente en el aire que golpeaba con dureza su rostro. A cada paso, a cada ataque de las criaturas, rogó por que no les hiciera daño. Ellos no se lo merecían, no después de querer protegerla con sus propias vidas. Lobos salvajes dando su existencia por una simple humana. Demasiado pronto los aullidos cesaron. El corazón de Danna dio un vuelco y las lágrimas acudieron a sus ojos, siendo estas recogidas por el viento que se las llevaba.

Debía detenerse e ir a ver que había sucedido, pero el sacrificio que habían hecho, no podía ser en vano. Debía llegar al castillo y resguardarse de su asesino, de aquel diablo que destruía todo a su alrededor y que amenazaba con destruir lo poco que quedaba de su mundo, de su vida. Lo que no sabían los lobos era que unas paredes ancestrales, no detendrían al vampiro. Ella seria siempre encontrada en cada escondite. Cada latido de su corazón, cada señal inequívoca de su aroma, le haría llegar a ella y encontrarla. Eran como gato y ratón. Ella huyendo por su vida y él dispuesto a arrebatarle todo, por que simplemente en esta noche él era el cazador.

La sombra del gran castillo llegó al fin a cernirse sobre ella, en una ilusión de salvación. Abrió la puerta de madera y entró acelerada, tras ella la puerta se cerró sola en un fuerte estruendo. Sin mirar en ningún momento detrás de si misma, subió las escaleras. Cada respiración de ella eran tres gigantescos pasos que la llevaban más cerca de su destino. Esta vez pero no se quedó en la segunda planta, subió dos pisos más llegando a la sala secreta de su padre. Su sala de entrenamiento, donde anteriormente, en sus años de esplendor, allí se habían adiestrado los jóvenes caballeros que habían servido a sus ancestros. El amplio salón, no era más que unas grises paredes, revestidas por doquier por miles de armas y unos polvorientos sillones, abandonados a los tiempos en aquella lúgubre y solitaria sala.

Al entrar gruñó al percibir aún tras tantos años, el leve rastro del aroma de su padre. No obstante no se detuvo, Adrik podría estar ya en el castillo tras ella. No había tiempo para cambiar de estrategia. Aquí habían armas con las que protegerse si el vampiro se le acercaba de nuevo, y el olor de su padre haría efecto en él, confundiéndolo o haciéndolo rabiar. Ambas emociones podía ser tanto letales como más fáciles de prever. En la locura, la mente de las personas, como en las criaturas sobrenaturales, se ciegan, son puro instinto, nada racionales. Y allí tenía ella su carta o la definitiva perdición de su alma. Pero si algo les había hecho a sus lobos, lo pagaría caro. No dejaría que destruyese lo poco que le quedaba, lo poco que no le había arrebatado todavía.

Cruzó rápidamente la sala, hasta llegar a tomar unas ligeras dagas, extrayéndolas de donde reposaban en la vitrina junto a la pared, tomándolas con cuidado. Las puntas permanecían afiladas, siempre lo estaban. Suspiró calmando los latidos de su corazón, temiendo de pronto que lo que había hecho fuera aún peor de lo que temía y que el oscuro enloqueciera. “Madre dame fuerzas…no quiero que se me acerque. Pero a la vez deseo verlo, acercarme a él, que me consuele… ¿Qué me pasa madre?” Sus pensamientos quedaron callados, cuando al fin sintió el aroma del vampiro acercándose hacia aquel salón.

Sus manos temblaron unos segundos, tomando en ellas las afiladas dagas, que pensaba usar si se descontrolaba la situación y debía pararle los pies. – Te juro que como les hayas hecho daño a mis lobos, me las vas a pagar. No tienes ningún derecho en arrebatarme lo poco que me queda de mi familia…Maldito diablo, déjame en paz! Yo no te he hecho nada. Ya has demostrado suficiente en el bosque- Su voz era firme, todo y que sus manos volvían a temblar al agarrar mas fuerte las dagas.

No era buena en la lucha, ni en hacer daño a nadie. Alguien como ella sinceramente no podía ni tener el simple pensamiento de hacer daño, infringir dolor a alguien. Así fue como se mortificó durante semanas el haberse despertado tras una noche de luna llena, llena de sangre procedente de alguien, de quien no sabía su final, si habría terminado con la vida del pobre mortal o por el contrario tras la agonía de su bestia, la había dejado condenada para el resto de su vida. Y ella no quería ser como su padre, ella no era él. Estaba acabada, había convocado a la bestia en un lugar donde el olor de su padre era fuerte, para que esta terminara con su vida. ¿Podía ser más tonta? No, por que por mas fuerte que agarrara sus armas, no podría matar, ni a quien venia a ser el asesino de la familia de su padre.



Incluso la oscuridad se acaba para dar paso a un nuevo día.



En la espera el silencio era sepulcral. Solo sus latidos rompían la calma. Tomó aire profundamente, girándose hacia la entrada a la espera de que el vampiro irrumpiera en la antigua sala. Era una incauta, pero tras que su madre mandase a la ultima planta todas las armas del castillo, solo en ese lugar podía encontrar con que defenderse, todo y que no seria mas que una sutil defensa a la espera de que el amanecer irrumpiera a través los amplios ventanales, alejando la oscuridad, y a él de ella por el momento.  Sin saber cuanto tiempo podría aguantar un vampiro la luz del sol o la proximidad de este, esperaba que fuera suficiente para hacerlo desistir de cualquier plan que tuviera para ella.

- Deberías irte. El sol esta próximo – Se dirigió a él por última vez antes de que diera presencia en aquella sala y tras un recorrido de sus oscuros ojos, diera con ella. Con cierto temor le miró. Su mirada empañada, con ciertos toques de melancolía al recordar lo que su padre causó en su vida, y rasgada por la tristeza pero terriblemente decidida le encaró, olvidando por un momento de que desde un buen principio, había sido la presa. -Voy armada. No te me acerques – Avisó – Por favor… - Añadió susurrando mirándole fijamente, consciente de que no había palabra que pudiera decir que le hiciera desistir de su avance, si él quería acercarse a ella y llevársela lejos de allí.
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La ultima descendiente [Adrik Ivanović] - Página 2 Empty Re: La ultima descendiente [Adrik Ivanović]

Mensaje por Adrik Ivanović Jue Nov 14, 2013 11:18 pm

“Hay diez centímetros de silencio entre tus manos y las mías”
Con la mano extendida, observó el avance de la mujer. Vivió cada paso hacia él como una pequeña victoria que declaraba cada vez una posible gloria final. Sus ojos lo absorbieron todo, desde el movimiento de su pelo al moverse, ondulándose con el viento y golpeando su espalda a cada paso. El tenue temblor de la mano que se levantaba, casi hipnotizada a tocar la suya. Manos que debían unirse para poder obtener la caricia de unos dedos que lo habían separado antes. Aquellos dedos que lo habían aferrado contra su cuerpo femenino, intentando buscar un mejor acercamiento para un beso que no era nada más que una lucha de voluntades.

Podía sentir cómo su sonrisa amenazaba con salir, alzándose ante la inminente victoria. Pero después de que los labios de Danna se separaran, expulsando un suspiro que quizás fuera el inicio de una frase de rendición, los lobos regresaron. La fiereza de la loba no le pasó inadvertido, era tan similar a la mujer que lo miraba mientras retrocedía. Quizás eso se debiera al tiempo que debían pasar juntos, lo que lo hacía curioso. Una duquesa que tenía como amigos a una manada de lobos. No debía sorprenderse tanto, al fin y al cabo, ella sólo era una licántropa. Nunca entendería a aquella raza, vivían lamentándose de su naturaleza, ¿pero después formaban lazos amigables con una manada de animales?.

Una suave risita se escapó de sus labios, viendo cómo la duquesa huía de nuevo al Castillo. Al final, había reaccionado como debía hacer. Había estado preocupándose de que ella no tuviera bien desarrollado el sentido de autoconservación. Cualquier otro licántropo hubiera reaccionado a su cercanía con una actitud mucho más salvaje, acorde al odio mutuo de sus razas. Sus diferencias los hacían completamente incompatibles, sin mencionar que su actitud en las noches de luna llena eran absolutamente divertidas. Luchar con un licántropo enfadado era una cosa, pero tener a una mujer lloriqueando porque sabe que va a caer en las garras del malvado vampiro, era algo muchísimo mejor. ¿Quién le iba a decir que el bastardo del padre iba a crear algo tan perfecto para él?.

Sus ojos descendieron a los lobos que le rodeaban. Sus fauces se abrían, con aquellos dientes afilados, preparados para hundirlos en su piel si era necesario. Aunque sabía que ellos sólo atacarían si veían una oportunidad de sorprender a su presa, mientras se quedarían a su alrededor, girando a su alrededor, buscando el punto débil del vampiro. La pareja alfa continuaba su pelea, gruñéndose con salvajismo. Se rio, moviéndose con rapidez para situarse sobre la loba que apretaba la garganta del lobo. – Vamos, macho alfa. ¿Dejarás que tu hembra decida lo que es mejor para la manada?. – El lobo pareció comprender lo que el vampiro le decía, porque respondió con un gruñido frustrado. No quería hacer daño a la hembra. Se notaba por la forma en la que se movía, buscando una forma de disminuir el agarre que ella mantenía sobre él. – Entiendo….- Susurró y con una de sus manos, agarró el cuello de la loba, apretándolo para que soltara al lobo.- Suéltalo, terminarás desgarrando su carne.- Los gimoteos de ella llenaron el bosque, mientras soltaba al macho.

Algunos lobos jóvenes se lanzaron al hombre que tenía a su hembra entre sus dedos, llorando por ser regañada de forma cruel. Pero él no se movió, sólo miró al macho alfa, buscando una señal de lo que pensaba hacer ahora que tenía a su pareja. No quería perder la confianza que había ganado, así que con su otra mano acarició el cuello dañado del animal y sonrió. Sus manos se movieron con cuidado, trazando círculos en la peluda superficie. Eran tan similares a perros salvajes, que por un momento se vio en Rusia, aún humano, cuidando de los perros cazadores de su señor. Cuando sus hombres no lo veían, solía colarse en los terrenos en los que vivían, llevando carne de animales que había cazado para aquellos fieros perros. Eran magníficos centinelas, de ahí que su señor los cuidase con mucho esmero.

– Ven- Su voz era un susurro ronco, capaz de atraer a cualquiera que la oyese. Notas dispersas entre los gruñidos de aquellos lobos que comenzaban a arañar su piel, en un intento fallido. La dureza de su cuerpo era demasiado para las garras de aquellos sencillos animales. Sin embargo, él no notaba lo que ocurría con ellos, sólo tenía ojos para la pareja que tenía frente a él. Y respondiendo a su llamada, el lobo se acercó a él, bajando las orejas con cautela. Podía sentir la tensión en aquel animal que lo observaba. Con lentitud, mordió uno de sus dedos y le pasó la sangre en las heridas que la hembra había hecho. Esa caricia fue suficiente para cerrar las magulladuras. – Eso es…- Le dijo con suavidad, acariciando el pelaje del animal. Como pago a su acto, el lobo gruñó a los otros jóvenes atrevidos que mordían la tela de sus pantalones. Haciendo caso del alfa, se retiraron, caminando hacia atrás con la cabeza gacha, lloriqueando por el castigo que consideraban injusto.

Una risita escapó de sus labios cuando el macho alfa lanzó un gruñido a la hembra. Soltó a la loba, mientras sus ojos observaban a aquellos lobos que se habían atrevido a morder sus pantalones, sus ojos brillaron con advertencia. Él no volvería a tolerar ninguna insubordinación. – Hazle saber que tu palabra es ley. Recuérdale lo que ocurre a aquellos que no osan acatar tus gruñidos. – Miró a la loba y tuvo la impresión de que hablaba más consigo mismo que con aquel macho. No se le escapaba la comicidad del momento, pero a pesar de lo estúpido que era hablarle a un animal como si fuera una persona, sus acciones  funcionaban. Iba a comenzar a preocuparse, ¿desde cuándo le importaban las animañas de aquella mujer?.

- Será mejor que busque a la otra loba….- Se murmuró a sí mismo, suspirando por  el duro trabajo que le esperaba aquella semana. Quizás averiguase quién había asesinado al hombre que quería matar. Necesitaba hacer algo antes de volver a Rusia. Escocia era hermosa, pero él terminaría cansado de tanto color verde. Además en su país natal había más horas de oscuridad, lo que lo hacía todo mucho más interesante para su raza.


"Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano”.
Hermann Hesse - Demian


Su cuerpo avanzó por el bosque, siguiendo el aroma de la mujer. Podía sentir qué árboles había tocado en su huida, qué ramas habían rozado su cabello. Todo estaba allí, en un desesperado intento de mantener al vampiro lejos de ella. Pero quizás no había entendido que ya no había posibilidad de huida. Era suya, para hacer con ella lo que deseara. Porque su cuerpo había respondido al dolor y el deseo. Había dejado que sus cuerpos se unieran contra el árbol, ocultando sus ansias de alargar aquellas frías caricias. Así que aunque su boca dijera lo contrario, todo su ser era mucho más sincero que aquella lengua orgullosa.

Lo suyo parecía ser, siempre estar corriendo detrás de ella. Tres veces había escapado de él y el amanecer, ya casi inminente, le hacía imposible la posibilidad de continuar perdiendo el tiempo. Con toda seguridad, ya no podría encontrar al hombre que yacía muerto en su tumba. Pero al menos quedaba la última descendiente, aquella que podría responder por los crímenes de sus antecesores. Tiempo al tiempo. Traición por venganza.

“Para soñar o cantar, no me queda ni un rincón”


Sus manos arrancaron la puerta de la habitación en la que se encontraba Danna. Había rastreado su aroma hasta toparse con una puerta con doble fondo. Aquel castillo tenía más rutas secretas, que el del mismísimo Zar Iván. ¿Habrían sido construidas en previsión a su persona?. Quizás no fueran tan estúpidos como él había creído.

- Baja esas dagas antes de que te hagas daño, no estoy de humor- Sus ojos la fulminaron, dedicándole todo el odio que llenaba su cuerpo al captar el aroma del hombre que había venido  a matar. Antes había creído que ella tenía instinto de autoconservación, que el motivo por el que no había tomado su mano era el de salvarse de él. Pero ahora sabía que no era así. Sólo era una mujer tonta, que buscaba protección en la única ala del Castillo que lo hacía querer arrancar su cabeza del cuerpo.

Dio un paso hacia ella, obteniendo como respuesta un movimiento de aquellas dagas hacia él. Al parecer la loba tenía ganas de jugar con él. ¿Quería averiguar quién era más malo?. Estupendo. Iba a tener lo que estaba buscando. Sus ojos conectaron con los verdes de ella, adueñándose de su mente con crueldad. Tiró de los hilos de su cerebro, plantando allí la semilla de su poder vampírico.- Ven a mí. AHORA.- Gruñó cada palabra, sabiendo que jamás podría resistirse a sus órdenes. Dejó que ella se acercara  a él y cuando estuvo a dos pasos de su persona, la agarró del cabello y tiró de su cuerpo hasta el suyo. – Vas a descubrir un secretito, duquesa…- Le susurró quitándole las dagas de las manos.

La arrastró con él, soltando su pelo para tironear de sus caderas, prácticamente llevándola en alto hasta un gran espejo. La obligó a mirarse en él, dejando que su pecho se apretase contra la superficie fría del cristal. - ¿Ves bien tu imagen?.- Le preguntó con sorna, mientras una de sus manos golpeaba el espejo, rompiéndolo en miles de fragmentos que quedaron unidos en el caro material que lo rodeaba. – Voy a romperte en tantos fragmentos, que ni siquiera tú podrás recordar cómo eras antes de que sucediera. Desobedéceme y estás muerta. Escapa y estás muerta. Vuelve a jugar en la habitación de tu padre y me encargaré de grabar en tu cuerpo las palabras, “ te mataré”. – Rio con crueldad. – Ahora, ve a tu cama.- Su penúltima orden salió de sus labios con brusquedad. Se sentía liberado. Como si un gran peso se hubiera quitado de su estómago. Había reprimido su forma de ser durante demasiado tiempo con aquella mujer. Debía recordarse algo, su belleza, toda esa inocencia y pureza, no tenían nada que ver con él. ¿Qué pensó, que algo milagroso ocurriría por el mero hecho de que aún no la hubiera asesinado?. No, Adrik, pensó para sí mismo mientras la seguía y se adentraba en la habitación de la mujer, no hay salvación para ti. Sus turbios pensamientos siguieron engullendo su mente, mientras iba hacia ella y se metía en la cama sin pedir permiso. Sus brazos la rodearon creando una cárcel de piel y miró sus ojos por última vez. – No despertarás hasta que yo no diga que lo hagas. Duerme. – El cuerpo de la mujer se relajó a su lado, cayendo en un sueño protegido de pesadillas. Y después, esperó el amanecer que los dejaría a ambos durmientes, esperando la siguiente batalla. ¿Cómo actuaría la duquesa cuando la despertara de nuevo?.
Adrik Ivanović
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