AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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You're mine ( Privado)
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You're mine ( Privado)
" Toda mente es creativa a la hora de imponer castigos. Acerca tus bigotes, Maurice. Te enseñaré el porqué la curiosidad no es buena"
Había dejado a Maurice con su descendiente Ruslana. Sabía que ella era una muchacha inocente y con un corazón puro, lo cuidaría como si de un hermano se tratase. Y, quizás, en cierta forma lo eran. Después de la muerte de su tía, él había respondido como el siguiente varón en la línea de descendencia. De esa forma, toda la fortuna Del Mar, volvía a estar en las manos del fundador de la familia. Por primera vez en mil años, él volvía a ser el cabeza de familia. Bajo su protección estaban sus dos hijos: Ruslana y Brodrick. Aunque todos sabían que Brodrick era adoptado y su protegido era el incontrolable Maurice. Legalmente, era suyo. Tanto como Brodrick, salvo que no lo había inscrito como a su hijo. No podías meter a tu hijo en la cama, ¿cierto?.
Pero al llegar a la Mansión, se había encontrado a un lacayo nervioso y balbuceante. Fue necesario llamar a sus criados de siempre, para no hacer llorar a los sirvientes de Ruslana. Todos estaban acostumbrados a la mano dulce y firme de ella. Tener a un hombre con ojos fríos y sonrisa cruel, exigiendo saber el paradero de su esclavo....Era algo para lo que no estaban preparados. Contuvo un gemido de furia cuando sus hombres le informaron de la fuga de Maurice. Una vena comenzó a hincharse cerca de su cuello, cuando los hombres prosiguieron enumerando una lista de escapadas y fechorías. ¡El maldito muchacho había esperado a que Ruslana se marchase a dormir para escapar!. Sin decir una palabra, movió una mano para expulsar a todos los sirvientes de su presencia.
Pasó una hora entera, caminando por el despacho que le habían asignado, intentando ocupar su mente en cualquier cosa que no tuviera que ver con retorcer el pescuezo de un gato. Media hora después, estaba sentado, revisando un montón de papeles ante su rostro. Algunos tenían que ver con las nuevas tierras que estaban bajo su poder, otros con su trabajo en la marina. Pero media hora después, cuando ya habían transcurrido dos horas de su llegada a la Mansión, supo que no podía aguantar más. Explotó con una furia impensable, destrozando el escritorio de noble al estrellarlo contra la pared. Una lluvia de documentos llenó la habitación, mientras él tiraba libros y figuras delicadas de su lugar. Cuando terminó, su despacho era un desastre. Había quedado inservible. Afortunadamente, los documentos eran meras copias, por lo que podría revisarlos más tarde.
Abandonó su despacho y recorrió la mansión, analizando por qué ventana entraría el maldito gato. Revisó cada rincón, hasta que encontró, en el fondo del ala oeste, una ventana semiabierta, con una muda de ropa bajo ella. Ahora que sabía por dónde iba a entrar, se sentó en un cómodo diván que quedaba oculto en las sombras. Al estar al lado contrario de la ventana, podría ver con total claridad cómo entraría su víctima. Iba a dedicar cada segundo de su espera, a pensar un castigo apropiado. Sus dedos se entretuvieron con un conjunto de cuerdas. Ven, ven, gatito, pensó con fiereza.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: You're mine ( Privado)
La Mansión del Mar sin duda se estaba convirtiendo en uno de mis lugares favoritos, no sólo porque abundaban los sitios que escalar, por la brisa marina o el arrullo constante de las olas, sino por el bosque que ofrecía mil escondites que me permitían desaparecer de la vista de todos, también las pequeñas presas que podía cazar evitando aburrirme a la vez que estiraba las patas y gastaba mi energía. Eran formas muy buenas de no sentirme recluido en aquel sitio tan distante de todo, un autentico paraíso protegido de la corrupción que abundaba en las calles Parisinas.
Pero hoy había encontrado algo que prometía hacer más llevadera mi estadía en las largas ausencias de mi amo, Nepeta, había un sitio donde crecían abundantes ejemplares de aquella singular hierba cuyo aroma me resultaba tan agradable que me había dormido por varias horas rodeado de estas, sus flores tenían un sabor mentolado que no sólo era refrescante, sino que me hacía sentir indescriptiblemente feliz, como si el mundo fuese simplemente perfecto y nada me pudiese hacer daño. Hubiera podido quedarme en aquel lugar indefinidamente si no fuera porque las flores de Nepeta a pesar de deliciosas no eran precisamente nutritivas, eso y que si desaparecía por demasiado tiempo acabaría por preocupar a la Señorita Ruslana, quien me empezaba a agradar aunque al inicio me había preocupado que mi amo pudiese estar interesado en ella al nivel de un hombre por una mujer que es en si misma una representación carnal de todas las virtudes femeninas.
Con cuidado me deslice a través de la ventana que deje abierta con este mismo propósito, tenía hojas y tierra en mi pelaje y unos tallos de Nepeta en el hocico que traje para más tarde. Desde hace un rato que no podía parar de ronronear y no deje de hacerlo incluso cuando note unos brillantes ojos observándome en la obscuridad. Lo observe largamente y cuando en el fondo de mi mente había un pensamiento que decía que lo mejor era salir corriendo por la misma ventana que había entrado, hice lo opuesto y me acerque trotando para luego saltar encima de su regazo. Frote mi cabeza contra su torso pidiendo sus caricias, cambiando a mi forma humana cuando no las obtuve.
- Finalmente regreso Amo - le dije con una amplia sonrisa, apenas conteniéndome de reír de dicha - Parece algo tenso - observe mientras le acariciaba la mandíbula, colocando tras una de sus orejas las ramitas de Nepeta que traje - ¿Mejor? - le pregunte al tiempo que me recostaba contra el ronroneando y tomaba su fría mano poniéndola contra mi mejilla para hacerle saber que quería caricias.
Pero hoy había encontrado algo que prometía hacer más llevadera mi estadía en las largas ausencias de mi amo, Nepeta, había un sitio donde crecían abundantes ejemplares de aquella singular hierba cuyo aroma me resultaba tan agradable que me había dormido por varias horas rodeado de estas, sus flores tenían un sabor mentolado que no sólo era refrescante, sino que me hacía sentir indescriptiblemente feliz, como si el mundo fuese simplemente perfecto y nada me pudiese hacer daño. Hubiera podido quedarme en aquel lugar indefinidamente si no fuera porque las flores de Nepeta a pesar de deliciosas no eran precisamente nutritivas, eso y que si desaparecía por demasiado tiempo acabaría por preocupar a la Señorita Ruslana, quien me empezaba a agradar aunque al inicio me había preocupado que mi amo pudiese estar interesado en ella al nivel de un hombre por una mujer que es en si misma una representación carnal de todas las virtudes femeninas.
Con cuidado me deslice a través de la ventana que deje abierta con este mismo propósito, tenía hojas y tierra en mi pelaje y unos tallos de Nepeta en el hocico que traje para más tarde. Desde hace un rato que no podía parar de ronronear y no deje de hacerlo incluso cuando note unos brillantes ojos observándome en la obscuridad. Lo observe largamente y cuando en el fondo de mi mente había un pensamiento que decía que lo mejor era salir corriendo por la misma ventana que había entrado, hice lo opuesto y me acerque trotando para luego saltar encima de su regazo. Frote mi cabeza contra su torso pidiendo sus caricias, cambiando a mi forma humana cuando no las obtuve.
- Finalmente regreso Amo - le dije con una amplia sonrisa, apenas conteniéndome de reír de dicha - Parece algo tenso - observe mientras le acariciaba la mandíbula, colocando tras una de sus orejas las ramitas de Nepeta que traje - ¿Mejor? - le pregunte al tiempo que me recostaba contra el ronroneando y tomaba su fría mano poniéndola contra mi mejilla para hacerle saber que quería caricias.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: You're mine ( Privado)
El sonido de su ronroneo era algo que había deseado escuchar por mucho tiempo. Después de verlo casi muerto, con su cuerpo desgarrado y lleno de marcas a medio cicatrizar, cualquier momento en que sonriese o se moviese con total libertad, era maravilloso para él. Incluso ahora, a pesar de su enfado, contenía el pulsante miedo que lo atormentaba. Uno que tenia que ver con la bestia que estaba atenta, acechando en las sombras de París, para atraparlo. Colin jamás se rendiría, mientras estuviese vivo, ambos sabían que se cazarían mutuamente. Era sólo cuestión de tiempo que se encontrasen en algún callejón. La pregunta que lo atormentaba, era quién golpearía primero.
- ¿Dónde has estado, Maurice?- Le preguntó con voz fría y enfadada. El que estuviese pensando en Colin, mientras sabía de sus escapadas, no facilitaba a que mejorase su estado de ánimo. Quería romper algo, si no se quitaba a Maurice de encima, iba a ser su gato quien recibiese el golpe. Así que agarró la cuerda y la enrolló tranquilamente alrededor de la mano que tenía sobre sus piernas, para después moverse con rapidez vampírica y levar sus manos a la espalda para atarla junto a la otra mano. Cuando terminó, se encargó de atarle los pies, antes de que el efecto de la sorpresa se le pasase.
Completamente desnudo, su cuerpo fue depositado encima de la alfombra persa. La cuerda que unía sus manos a la fuerza, se tensaba para enrollarse alrededor de sus tobillos. De aquella forma, si pataleaba, las ataduras de las muñecas se apretarían. Por el contrario, si lo que agitaban eran las manos, se apretaban las ataduras de sus tobillos. Era una imagen deliciosa. - Te dije que si no me hacías caso te castigaría.- Se agachó para tomar su rostro y obligarle a mirarlo con aquellos ojos verdes. Jamás había deseado dos gemas de un tono tan intenso, como lo hacía con aquellos ojos. Podía perderse en ellos, sobretodo cuando lo miraban con intensidad, como en aquel instante. - Y tú, has osado quebrantar mi orden. Tres veces.- A pesar de la tranquilidad con la que hablaba, sus ojos comenzaron a brillar con mayor intensidad, volviéndose cada vez más claros, casi rozando el blanco de lo que se había enfurecido. ¡¡¡¡¡Tres veces!!!!. Tres malditas veces, se repetía una y otra vez, mientras apretaba los dedos en su mandíbula.
Soltó su rostro, caminando por su lado para llegar hasta el final de la estancia. Se apoyó con las manos en la enorme chimenea, quedando de espaldas al cuerpo de Maurice.- Recibirás tres castigos. Si no me respetas, será mejor que me temas, fallegt.- Susurró mientras avivaba las llamas y luego iba a servirse una copa de licor. Con suma tranquilidad, se acercó hasta el sillón en el que había estado esperándolo, saltando su cuerpo para no pisarlo. Se sentó, abriendo sus piernas para quedar frente a Maurice. Lo miró a los ojos mientras tomaba un sorbo de su licor.- Y bien. ¿qué era más importante que tu señor, Maurice?.- Le preguntó, intentando calmarse. Aunque la idea de lo que podría haber hecho no le agradaba. Su imaginación era demasiado perversa, sabía qué placeres ocultos podía ofrecer la depravada capital parisina.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: You're mine ( Privado)
Probar la resistencia de esos nudos no fue buena idea, las cuerdas se apretaban en torno a mi piel con el más leve tirón, si llegaban a cerrarse más podría volverse bastante doloroso, lo cual al parecer era el propósito mismo de aquello. El efecto de la Nepeta empezaba a disiparse conforme me hacia consciente del problema en que estaba metido.
- No hay nada que sea más importante para un vasallo que su amo - respondí mientras sonreía y agitaba en mi mente mi cola de gato, "¿Me atas e intentas encerrarme? ¿No sabes que soy un gato?" pensé mientras se borraba poco a poco la expresión tontamente feliz que hasta entonces había mantenido, la sonrisa seguía allí, pero era un desafío - ¿Pero que es un esclavo sin su amo? No soy el único que ha descuidado sus obligaciones - le recrimine por su propia ausencia pese a que sabía que sus obligaciones eran las que lo obligaban a apartarse con tanta frecuencia - 3 castigos dijo el amo... los aceptare, que sean castigos justos entonces ... - la intensidad de mi mirada creció y abrí mi mente a él pero apenas para que viese aquello que deseaba - Una melodía en mi mente - empecé pensando en Ruslan y su violín, aquel hombre peculiar, con un buen corazón que era el alma de su música - El beso robado de una doncella - Lauren, ella no resulto ser lo que yo esperaba, pero fuera de que casi acabo como comida de licántropo me había divertido en su compañía - y un vinculo preciado - mi padre, aquello era lo que más me inquietaba, el estaba aquí, en Paris, y aunque deseaba conocerlo, estar en su compañía y recuperar el tiempo perdido, ya no era un niño, tenía una vida, tenía a Löwe, sin embargo no le deje saber de mis inquietudes, si alguna decisión seria tomada lo haría de forma libre, sin que él o alguien más influenciara mi juicio, sólo le deje ver su imagen brumosa en aquel bar donde nos encontramos - He confesado mis crímenes, la sentencia es suya amo.
Löwe se equivocaba al pensar que yo no le temía, pues lo hacía, a cada momento, él tenía mi corazón en sus manos. A pesar de mis esfuerzos, ahí estaba, a su completa merced y el siquiera lo notaba. Al parecer era un excelente farsante cuando se trataba de ocultar mis sentimientos, o él no quería verlo.
- No hay nada que sea más importante para un vasallo que su amo - respondí mientras sonreía y agitaba en mi mente mi cola de gato, "¿Me atas e intentas encerrarme? ¿No sabes que soy un gato?" pensé mientras se borraba poco a poco la expresión tontamente feliz que hasta entonces había mantenido, la sonrisa seguía allí, pero era un desafío - ¿Pero que es un esclavo sin su amo? No soy el único que ha descuidado sus obligaciones - le recrimine por su propia ausencia pese a que sabía que sus obligaciones eran las que lo obligaban a apartarse con tanta frecuencia - 3 castigos dijo el amo... los aceptare, que sean castigos justos entonces ... - la intensidad de mi mirada creció y abrí mi mente a él pero apenas para que viese aquello que deseaba - Una melodía en mi mente - empecé pensando en Ruslan y su violín, aquel hombre peculiar, con un buen corazón que era el alma de su música - El beso robado de una doncella - Lauren, ella no resulto ser lo que yo esperaba, pero fuera de que casi acabo como comida de licántropo me había divertido en su compañía - y un vinculo preciado - mi padre, aquello era lo que más me inquietaba, el estaba aquí, en Paris, y aunque deseaba conocerlo, estar en su compañía y recuperar el tiempo perdido, ya no era un niño, tenía una vida, tenía a Löwe, sin embargo no le deje saber de mis inquietudes, si alguna decisión seria tomada lo haría de forma libre, sin que él o alguien más influenciara mi juicio, sólo le deje ver su imagen brumosa en aquel bar donde nos encontramos - He confesado mis crímenes, la sentencia es suya amo.
Löwe se equivocaba al pensar que yo no le temía, pues lo hacía, a cada momento, él tenía mi corazón en sus manos. A pesar de mis esfuerzos, ahí estaba, a su completa merced y el siquiera lo notaba. Al parecer era un excelente farsante cuando se trataba de ocultar mis sentimientos, o él no quería verlo.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: You're mine ( Privado)
Bebí del fuerte licor, tomando en mi interior el único líquido del mundo humano que toleraba. A pesar de los años que poseía, no había perdido el gusto por el buen hidramiel. De las nuevas bebidas, el whisky y el bourbon eran sus favoritas. Siempre solía tomarlas en su despacho, con los ojos cerrados y disfrutando del aroma único que poseían. Pero ahora, con Maurice desnudo a sus pies, no dudaba de la perfección del momento. La vista de su blanquecina piel, comenzando a sonrojarse en los miembros lacerados por las cuerdas, lo ensalzaban. Aquel hombre lo volvía loco. Volvía su tranquilidad y confianza, en una tempestuosa e irascible tormenta. Sabía que la culpa era de él, había dejado que hiciera lo que deseaba durante mucho tiempo. Adoraba castigarlo, que sus ojos se volviesen rebeldes. Pero ya no era seguro. No quería volver a enfrentar la posibilidad de su muerte.
Sus ojos se pasearon por la habitación, escuchando sus palabras. Era un golpe a su ego que le dijera que no cumplía sus funciones de amo. Le dolía tanto, que con gesto ausente, para no mostrarle el dolor que estaba sintiendo, se acarició el pecho con cuidado. Lo peor que podría ocurrirle, es que él, su fallegt, lo considerase débil. - Así que te he descuidado.- Dijo con voz fría. Su genio se disparó, haciendo que lanzase la copa contra la pared de la sala. El alcohol rodó por la pared de la chimenea, cayendo en gotas sobre las brasas que había en su interior.
- Mi intención es asegurar tu bienestar. Cosa que no puedo conseguir, si insistes en escaparte lejos de mi protección. - Mantuvo su voz estática, manteniendo un tono uniforme con mucho esfuerzo. Su cuerpo se levantó del sillón y llegó hasta él. - Vas a recibir tres castigos justos. Me encargaré de grabar en tu mente el peligro del desafío.- Besó su hombro de nácar. El olor que desprendía su piel era suave y relajante. ¿Cómo había llamado a la planta que le había colocado en su oreja?.Ah, sí. Nepeta. Quizás la naturaleza fuese sabia.
Lo tomó entre sus brazos, llevándolo, aún atado, al sillín con tela de terciopelo rojo. Frente al pequeño asiento, se encontraba el pianoforte de Ruslana. Aquella mujer amaba la música, lo que era una fortuna para él. Dejó a Maurice sobre el sillín, soltándole las manos para permitirse moverse. Con suma tranquilidad, sus pasos se encaminaron hacia la estantería, sacando una carpeta con diferentes melodías. Eligió una, famosa por su dificultad y se la colocó delante. - Tienes que tocarme la melodía completa. Tus dedos no deben fallar una nota. Si lo haces, volverás al principio y continuarás de nuevo.- Acercó sus labios a su oído y lamió su lóbulo.- No te distraigas.- Le susurró con voz ronca. Con tranquilidad, sus manos comenzaron a acariciarle las zonas más sensibles de su cuerpo, pasando sus labios a lo largo de su espina dorsal.- Ya. Maurice. - Gruñó cuando su boca se detuvo en la curva redondeada de su trasero con una sonrisa, para atormentarlo mejor, se colocó de rodillas, mordiendo la carne con fuerza para dejar su marca allí.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: You're mine ( Privado)
Mi amo era creativo, eso no se podía dudar, sin embargo aun estaba tratando de entender si realmente era un castigo o una recompensa, ya que estaba disfrutando de sus frías manos sobre mi cuerpo y el tacto de sus labios descendiendo por mi columna, me estremecí cuando sus dientes pincharon mi trasero al tiempo que empezaba a tocar. Evidentemente estaba oxidado y mis habilidades de pianista eran mediocres no obstante aun suficientes para mantener el ritmo, me animaría incluso a cantar si eso no me hiciese parecer demasiado alegre para estar purgando mis culpas.
Conforme las notas se volvían más complejas trataba de recordar las lecciones que había recibido, pero por mucho que pensaba solo lograba traer a mi mente el recuerdo el rostro enrojecido de mi profesor gritándome tan cerca que algunas gotitas de saliva me caían en el rostro, curiosamente no lograba recordar que fue exactamente lo que hice en aquella ocasión para provocar su ira. Aun era un niño en el reloj biológico de los cambiaformas cuando insistí tanto en aprender a tocar aquel instrumento que al final el amo consiguió un profesor que me enseñara, pero mi entusiasmo se esfumo cuando me percate del esfuerzo y las muchas horas de prácticas que requería, tampoco disfrutaba de los regaños ni las criticas de mi instructor... y... oh! sí, había intentado cerrar la tapa del piano sobre sus dedos mientras tocaba para mostrarme los cambios en la escala. El hombre se había puesto tan colérico que parecía a punto de golpearme, afortunadamente su temor hacía mi amo le devolvió el buen juicio y se limito apenas a causarme una sordera temporal con sus indignados berridos. Fue el fin de las lecciones.
Apenas iba por el segundo pentagrama cuando mis dedos parecieron enredarse entre si y sacarle varios sonidos discordantes al piano, observe con rencor el papel salpicado de notas obscuras que subían y bajaban danzando sobre las líneas en completa armonía, "¿No podía haber elegido algo más sencillo? ¿Algo como Humpty Dumpty, tal vez?", reservarme la queja fue aun más difícil que tratar de tocar mientras me distraía, no obstante dije que aceptaría los castigos que me impusiera y pensaba cumplir con lo dicho.
Empecé una vez más, consolándome con saber que no era el único que estaría despierto a esas horas y que probablemente los agotados sirvientes que procuraban el justo descanso tras sus larga jornada de labores encontrarían difícil pegar los ojos cuando el sonido del piano navegaba por la mansión repitiéndose monótonamente en sucesivos e interminables intentos. Por la mañana odiarían esa composición. Toque con más energía a pesar de que ello no mejora mi habilidad, me equivoque nuevamente y empecé sin demora, nadie iba a dormir, si debía pasar toda la noche tocando desnudo a pesar de que el invierno estaba comenzando, una y otra vez hasta que mis dedos se acalambrarán, al menos iba a disfrutar saber que no era el único atormentado.
Conforme las notas se volvían más complejas trataba de recordar las lecciones que había recibido, pero por mucho que pensaba solo lograba traer a mi mente el recuerdo el rostro enrojecido de mi profesor gritándome tan cerca que algunas gotitas de saliva me caían en el rostro, curiosamente no lograba recordar que fue exactamente lo que hice en aquella ocasión para provocar su ira. Aun era un niño en el reloj biológico de los cambiaformas cuando insistí tanto en aprender a tocar aquel instrumento que al final el amo consiguió un profesor que me enseñara, pero mi entusiasmo se esfumo cuando me percate del esfuerzo y las muchas horas de prácticas que requería, tampoco disfrutaba de los regaños ni las criticas de mi instructor... y... oh! sí, había intentado cerrar la tapa del piano sobre sus dedos mientras tocaba para mostrarme los cambios en la escala. El hombre se había puesto tan colérico que parecía a punto de golpearme, afortunadamente su temor hacía mi amo le devolvió el buen juicio y se limito apenas a causarme una sordera temporal con sus indignados berridos. Fue el fin de las lecciones.
Apenas iba por el segundo pentagrama cuando mis dedos parecieron enredarse entre si y sacarle varios sonidos discordantes al piano, observe con rencor el papel salpicado de notas obscuras que subían y bajaban danzando sobre las líneas en completa armonía, "¿No podía haber elegido algo más sencillo? ¿Algo como Humpty Dumpty, tal vez?", reservarme la queja fue aun más difícil que tratar de tocar mientras me distraía, no obstante dije que aceptaría los castigos que me impusiera y pensaba cumplir con lo dicho.
Empecé una vez más, consolándome con saber que no era el único que estaría despierto a esas horas y que probablemente los agotados sirvientes que procuraban el justo descanso tras sus larga jornada de labores encontrarían difícil pegar los ojos cuando el sonido del piano navegaba por la mansión repitiéndose monótonamente en sucesivos e interminables intentos. Por la mañana odiarían esa composición. Toque con más energía a pesar de que ello no mejora mi habilidad, me equivoque nuevamente y empecé sin demora, nadie iba a dormir, si debía pasar toda la noche tocando desnudo a pesar de que el invierno estaba comenzando, una y otra vez hasta que mis dedos se acalambrarán, al menos iba a disfrutar saber que no era el único atormentado.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: You're mine ( Privado)
Escuché las primeras notas y supe que estaríamos mucho tiempo allí sentados. Sería un tiempo de deliciosa tortura para Maurice. ÉL había dicho que lo había descuidado. Hoy obtendría las atenciones correspondientes a una semana. Esperaría sus ruegos, una y otra vez. Su cara llorosa y sonrojada, tan cercana al éxtasis, era una de sus expresiones favoritas. No pararía hasta conseguirla.
Vagabundeó con un dedo, a lo largo de la superficie de su espalda. Una y otra vez, subía y bajaba su dedo. Con sus labios besó la curvatura de su trasero, riéndose con cada equivocación.- Vamos, fallegt, concéntrate.- Le susurró sobre la piel de su espalda, mientras sus manos fueron veloces hasta el miembro de Maurice. Con agilidad, ató una cinta de cuero al rededor del músculo erecto, apretándolo para evitar que él llegase a culminar sin su permiso. - Nada es para mi, más delicioso que saberte excitado. Pero esto es un castigo. No podemos dejarte acabar ¿verdad?- Le susurró en la oreja, mientras soltaba su miembro para atender los músculos elegantes de su estómago. A pesar de no tenerlos tan desarrollados como él, su piel era tan tersa y blanquecina, que siempre conseguía marcar los fibrosos y elásticos cuadrados de su perfección. Sin avergonzarse, gimió sobre la oreja del gato, aprovechándose de su fino oído para su propósito. - ¿Puedes sentirlo, fallegt?- Le dijo con voz ronca, mientras sus manos aferraban los huesos de su cadera para acercar ,su recta espalda, al torso del vampiro. Meció su cadera contra él haciéndole sentir lo contento que estaba del espectáculo que le estaba proporcionando. Subió sus manos lentamente por los costados de su desnudo cuerpo y se paralizó al llegar a los pezones. Sin más, se separó de él, escuchando cómo volvía a fallar.
- Empieza de nuevo.- Le dijo mientras se alejaba e iba a servirse otra copa. Sus pies pisaron los trozos de cristal que había sobre el suelo de la chimenea. El crujiente sonido reverberó por la estancia, antes de que la melodía empezase de nuevo. El líquido ámbar, se derramó sobre la copa que sostenía entre sus manos, mientras se daba la vuelta, capturando la mirada verdosa de Maurice. Sus ojos brillaban con mayor fuerza gracias a las llamas de la chimenea. Debía plantearse el darle clases de piano de nuevo. Salvo que éstas serían privadas y él estaría así, desnudo y perfecto frente al instrumento musical.
Sabiendo que sus ojos estaban aún fijos en los suyos, se limitó a darle una mirada caliente y sucia. Quería que se imaginase los pensamientos oscuros que le estaban pasando por la cabeza. Sonrió, curvando sus labios en una mueca posesiva, y bebió el licor, dejando que la nuez de su garganta bailase con cada trago. - Dime Maurice- Le dijo mientras se deshacía de su chaqueta, dejándola caer al suelo con abandono- ¿Por qué te estoy castigando?- Su voz era una pregunta genuina, pero esperaba que adivinase que su malhumor no había desaparecido, sólo había hecho que su hambre aumentase. Y él era una bestia cuando estaba hambrienta. Quizás era hora de comer.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: You're mine ( Privado)
"¿Era acaso el momento para esa clase de preguntas? evidentemente la razón de aquel castigo es que los sirvientes de esa casa tenían la boca demasiado grande ¿cómo si no hubiese podido enterarse de aquellos tres escapes cuando ocurrieron en su ausencia?", tome un hondo respiro mientras trataba de no equivocarme otra vez, no podía responderle eso, aun si era la verdad existían una diferencia entre la verdad y las respuestas correctas, él, por supuesto quería oír una respuesta correcta.
- Es porque soy un esclavo desobediente - dije sin poder evitar el tono irónico al decirlo, hubiese sido la respuesta correcta si hubiese sido capaz de decirlo con humildad y arrepentimiento.
Una vez más mis dedos fallaron las notas y esta vez desparrame las partituras de un manotazo, las hojas salieron volando en desorden por todas partes, atrape algunas arrugándolas antes de intentar hacer blanco con ellas en el fuego de la chimenea. Luego del exabrupto me recompuse, tratando de conseguir una expresión serena que no delatase que estaba deseando sacar las garras y arañar aquel piano hasta que mi erección bajara y la presión se aliviara.
- Al parecer ha ocurrido un accidente, me temo que deberá elegir otra partitura - las palabras salieron más serenas de lo que esperaba, pero mi respiración se había hecho pesada y sentía como mi problema empeoraba sólo con mirar la tentadora imagen que ofrecía sin su chaqueta dejando que la fina camisa apenas ocultase los contornos de su cuerpo, sus ojos eran lo peor, aquella forma en que me estaba mirando no hacía más que poner toda clase de ideas en mi mente.
- Es porque soy un esclavo desobediente - dije sin poder evitar el tono irónico al decirlo, hubiese sido la respuesta correcta si hubiese sido capaz de decirlo con humildad y arrepentimiento.
Una vez más mis dedos fallaron las notas y esta vez desparrame las partituras de un manotazo, las hojas salieron volando en desorden por todas partes, atrape algunas arrugándolas antes de intentar hacer blanco con ellas en el fuego de la chimenea. Luego del exabrupto me recompuse, tratando de conseguir una expresión serena que no delatase que estaba deseando sacar las garras y arañar aquel piano hasta que mi erección bajara y la presión se aliviara.
- Al parecer ha ocurrido un accidente, me temo que deberá elegir otra partitura - las palabras salieron más serenas de lo que esperaba, pero mi respiración se había hecho pesada y sentía como mi problema empeoraba sólo con mirar la tentadora imagen que ofrecía sin su chaqueta dejando que la fina camisa apenas ocultase los contornos de su cuerpo, sus ojos eran lo peor, aquella forma en que me estaba mirando no hacía más que poner toda clase de ideas en mi mente.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: You're mine ( Privado)
Una sonrisa lenta cruzó su rostro mientras una vena en su cuello amenazaba con explotar si seguía apretando sus músculos. De forma inconsciente, su cuerpo se tensó, presa de la furia explosiva que intentaba disipar antes de que hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse. Pero precisamente fue eso, el movimiento de sus músculos contra la tela que ejercía presión sobre estos al tensarse, lo que le daba un aspecto más sensual de lo que debería tener cualquier castigador. Porque eso era lo que iba a hacer en aquel instante, castigar el dulce, dulce hombre que lo miraba con atención.
- Maurice..- Susurró su nombre con voz rota de deseo oscuro. Sus ojos brillaron en la parcialmente oscura habitación, mientras sus manos se apoyaron en el piano con lentitud, deslizándolas por la llana superficie, como si fuera la misma piel del hombre que miraba.- ¿Tienes idea de lo que voy a hacerte?- Le preguntó con una sonrisa, mientras sus ojos se deslizaban por aquella escasa visión de piel desnuda que le permitía ver el piano que los separaba.
Algo de lo que disfrutaba en su relación, eran los juegos mentales a los que siempre jugaban entre ellos. Su pasatiempo favorito era torturarlo, llevarlo hasta el extremo del dolor, sólo para después domarlo con el doble de placer. Al principio había pensado que se estaba excediendo, al fin y al cabo, no hacía mucho que estaban juntos y no podía comprender cuánto deseaba él meterse en su piel. Quería que cada gota de sudor, llanto y sangre, llevasen grabados su nombre en ellas.
Se separó del piano, caminando hacia él con la paciencia de los ancianos. Cada movimiento era una danza calculada, un balanceo seductor destinado a atrapar la visión de su víctima. Adoraba la forma en la que los ojos de Maurice brillaban cuando ocurría ése momento mágico. Ése instante en el que sabía que toda su atención estaba puesta en él.- Tu castigo tiene lugar por incumplir mi orden- Le susurró cuando se detuvo delante de él. Con un movimiento rápido, empujó con fuerza el piano, dejando que éste chocase contra la pared, destruyéndose en trozos de madera, cuerda y piezas de marfil. Sin embargo, antes de que éste llegase a impactar contra la pared, apretó su cuerpo contra el de Maurice, protegiéndolo de los trozos más diminutos del objeto. A veces, el más ínfimo material de plata, podía dejar ciego a un cambiaformas si el fragmento quedaba incrustado en la superficie acuosa del ojo. Deseaba demasiado a aquel testarudo gato, como para mutilarlo por sus ataques estúpidos de ira.
Disfrutó de la sensación que le recorrió la columna vertebral, cuando varias astillas de madera se hundieron en su carne. Al proteger a Maurice, había recibido los fragmentos que le eran destinados por la cercanía al piano. - Mis disculpas. A veces no controlo la fuerza de mis manos- Le dijo con ironía, mientras su cuerpo se separaba del cambiaformas y bajaba su rostro hasta dejar los ojos azules al nivel de los verdes. Aquellas indescriptibles esferas color jade que lo capturaban en un mundo en lo que todo era celos, pasión e ira. ¿Siempre era así el amor entre hombres?.- Voy a hacerte llorar, fallegt. Lameré tus lágrimas y tu esencia vivirá en mi interior.- LA posesividad de sus palabras quedó manifiesta, cuando sus manos se cernieron sobre su cabello rubio y tiraron de éste en un doloroso ángulo. Sus labios descendieron en un cruel asalto a su cuello, besando y mordiendo con cuidado su piel. Una y otra vez, dejó que sus colmillos arañasen su piel sin hundirse en ella. Y mientras una mano lo inclinaba aún más en la silla, la otra exploraba con la punta de sus dedos la espalda del hombre, aquel arco que descendía hasta la mismísima fuente de su deseo.
Su cuerpo volvió a moverse con la rapidez del vampiro, tomando la cuerda que yacía abandonada en el suelo y colocándose, en cuestión de segundos, detrás de la espalda de Maurice. Su mano izquierda aferró su cuello, apresándolo con la fuerza suficiente para que a penas pudiera respirar, mientras la otra ataba sus manos con rapidez y eficacia.- ¿Sabes cuánto me duele el ver cómo te escapas de mi, una y otra y otra vez?- Le gruñó en el oído mientras se aseguraba de que la cuerda asegurase las manos del hombre cruelmente contra la espalda, para después unirlas a la silla en la que estaba sentado. No quería que saliera huyendo cuando todo tuviera lugar.- Tal vez deba demostrártelo.- Apretó un poco más su cuello, mientras le obligaba a mirarlo en la incómoda situación. - Quizás así recuerdes el dolor antes de volver a desobedecerme.- Descendió su boca hasta su rostro, encontrando primero su frente. Tuvo que inclinar la silla para poder besarle en los labios con profundidad, jamás había realizado un beso de forma que su amante tuviera los ojos cerca de su garganta, pero el enfado no le permitía dar la vuelta para besarlo cómodamente.
Con un chasqueo de dedos, la puerta se abrió para volverse a cerrar. Una mujer de avanzada edad se adentró en camisón. La sencilla tela la envolvía, convirtiéndola en una imagen de sensualidad inocente. Con la cabeza agachada en todo momento, se detuvo ante Maurice, mientras Löwe soltaba su rostro, para que pudiera ver con tranquilidad a la mujer. - Puedo escuchar su corazón desbocado, al igual que el tuyo.- Le susurró a Maurice antes de alejarse de su espalda para acercarse a la mujer. Con un lento movimiento, apartó su cabello mientras ella inclinaba dócilmente su cuello. En uno de sus lados, se podía ver la marca de unos colmillos ahí. Le había costado mucho convencer a la mujer de que se perforase el cuello ella misma, dejando una herida similar a la de un vampiro. Quería herir a Maurice, pero no podía morder a otra persona que no fuese él, de forma sensual. Él se lo había arrebatado cuando noches atrás había visto su alegría al ser su fuente de alimento. - Dime Maurice, ¿escuchas el sonido de tu corazón rompiéndose, o debo destrozarlo yo mismo usándola de alimento?.- Su voz fría, hizo que la mujer temblase contra él de miedo. Sin embargo, nada le importaba más que su fallegt. Sus ojos jamás se habían apartado de él.
- Maurice..- Susurró su nombre con voz rota de deseo oscuro. Sus ojos brillaron en la parcialmente oscura habitación, mientras sus manos se apoyaron en el piano con lentitud, deslizándolas por la llana superficie, como si fuera la misma piel del hombre que miraba.- ¿Tienes idea de lo que voy a hacerte?- Le preguntó con una sonrisa, mientras sus ojos se deslizaban por aquella escasa visión de piel desnuda que le permitía ver el piano que los separaba.
Algo de lo que disfrutaba en su relación, eran los juegos mentales a los que siempre jugaban entre ellos. Su pasatiempo favorito era torturarlo, llevarlo hasta el extremo del dolor, sólo para después domarlo con el doble de placer. Al principio había pensado que se estaba excediendo, al fin y al cabo, no hacía mucho que estaban juntos y no podía comprender cuánto deseaba él meterse en su piel. Quería que cada gota de sudor, llanto y sangre, llevasen grabados su nombre en ellas.
Se separó del piano, caminando hacia él con la paciencia de los ancianos. Cada movimiento era una danza calculada, un balanceo seductor destinado a atrapar la visión de su víctima. Adoraba la forma en la que los ojos de Maurice brillaban cuando ocurría ése momento mágico. Ése instante en el que sabía que toda su atención estaba puesta en él.- Tu castigo tiene lugar por incumplir mi orden- Le susurró cuando se detuvo delante de él. Con un movimiento rápido, empujó con fuerza el piano, dejando que éste chocase contra la pared, destruyéndose en trozos de madera, cuerda y piezas de marfil. Sin embargo, antes de que éste llegase a impactar contra la pared, apretó su cuerpo contra el de Maurice, protegiéndolo de los trozos más diminutos del objeto. A veces, el más ínfimo material de plata, podía dejar ciego a un cambiaformas si el fragmento quedaba incrustado en la superficie acuosa del ojo. Deseaba demasiado a aquel testarudo gato, como para mutilarlo por sus ataques estúpidos de ira.
Disfrutó de la sensación que le recorrió la columna vertebral, cuando varias astillas de madera se hundieron en su carne. Al proteger a Maurice, había recibido los fragmentos que le eran destinados por la cercanía al piano. - Mis disculpas. A veces no controlo la fuerza de mis manos- Le dijo con ironía, mientras su cuerpo se separaba del cambiaformas y bajaba su rostro hasta dejar los ojos azules al nivel de los verdes. Aquellas indescriptibles esferas color jade que lo capturaban en un mundo en lo que todo era celos, pasión e ira. ¿Siempre era así el amor entre hombres?.- Voy a hacerte llorar, fallegt. Lameré tus lágrimas y tu esencia vivirá en mi interior.- LA posesividad de sus palabras quedó manifiesta, cuando sus manos se cernieron sobre su cabello rubio y tiraron de éste en un doloroso ángulo. Sus labios descendieron en un cruel asalto a su cuello, besando y mordiendo con cuidado su piel. Una y otra vez, dejó que sus colmillos arañasen su piel sin hundirse en ella. Y mientras una mano lo inclinaba aún más en la silla, la otra exploraba con la punta de sus dedos la espalda del hombre, aquel arco que descendía hasta la mismísima fuente de su deseo.
Su cuerpo volvió a moverse con la rapidez del vampiro, tomando la cuerda que yacía abandonada en el suelo y colocándose, en cuestión de segundos, detrás de la espalda de Maurice. Su mano izquierda aferró su cuello, apresándolo con la fuerza suficiente para que a penas pudiera respirar, mientras la otra ataba sus manos con rapidez y eficacia.- ¿Sabes cuánto me duele el ver cómo te escapas de mi, una y otra y otra vez?- Le gruñó en el oído mientras se aseguraba de que la cuerda asegurase las manos del hombre cruelmente contra la espalda, para después unirlas a la silla en la que estaba sentado. No quería que saliera huyendo cuando todo tuviera lugar.- Tal vez deba demostrártelo.- Apretó un poco más su cuello, mientras le obligaba a mirarlo en la incómoda situación. - Quizás así recuerdes el dolor antes de volver a desobedecerme.- Descendió su boca hasta su rostro, encontrando primero su frente. Tuvo que inclinar la silla para poder besarle en los labios con profundidad, jamás había realizado un beso de forma que su amante tuviera los ojos cerca de su garganta, pero el enfado no le permitía dar la vuelta para besarlo cómodamente.
Con un chasqueo de dedos, la puerta se abrió para volverse a cerrar. Una mujer de avanzada edad se adentró en camisón. La sencilla tela la envolvía, convirtiéndola en una imagen de sensualidad inocente. Con la cabeza agachada en todo momento, se detuvo ante Maurice, mientras Löwe soltaba su rostro, para que pudiera ver con tranquilidad a la mujer. - Puedo escuchar su corazón desbocado, al igual que el tuyo.- Le susurró a Maurice antes de alejarse de su espalda para acercarse a la mujer. Con un lento movimiento, apartó su cabello mientras ella inclinaba dócilmente su cuello. En uno de sus lados, se podía ver la marca de unos colmillos ahí. Le había costado mucho convencer a la mujer de que se perforase el cuello ella misma, dejando una herida similar a la de un vampiro. Quería herir a Maurice, pero no podía morder a otra persona que no fuese él, de forma sensual. Él se lo había arrebatado cuando noches atrás había visto su alegría al ser su fuente de alimento. - Dime Maurice, ¿escuchas el sonido de tu corazón rompiéndose, o debo destrozarlo yo mismo usándola de alimento?.- Su voz fría, hizo que la mujer temblase contra él de miedo. Sin embargo, nada le importaba más que su fallegt. Sus ojos jamás se habían apartado de él.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: You're mine ( Privado)
Solo eran unas diminutas heridas, tan pequeñas e insignificantes... aun así no podía apartar mis ojos de ella y parecía ser lo único que era capaz de ver. Todo se torno rojo frente a mis ojos, me invadió una rabia inusitada que no había experimentado ni siquiera cuando años atrás fui atrapado en mi forma de gato por una de las mucamas quien me dio un baño en agua fría. Era un sentimiento que no podía comparar con ningún otro ni cuantificar en cualquier unidad de medida existente, quemaba en mi interior, gruñí y sisee sin ser dueño de mis acciones, mostrando mis colmillos de manera amenazante y casi seguramente otros rasgos de mi naturaleza felina que afloraban a la superficie ante mis emociones agitadas.
Si es que mi amo no le había advertido sobre lo que era, sin duda la mujer acababa de hacerse una idea, el miedo se reflejo en su rostro, me pareció bien que así fuera, porque si pensaba que iba a perdonarla tan fácilmente estaba muy equivocada, no solo me habían traicionado, ella y el amo, en ese momento estaban humillándome, regodeándose en mis narices de lo que hicieron a espaldas mías. Ni ella ni él serian perdonados.
- ¿Corazón? ¿Quien tiene una cosa tan inútil? - dije entre gruñidos que convertían mi voz en algo inhumano - Beba de la mujer, si ese es tu deseo... mi señor - escupí las últimas palabras con todo el desprecio que era capaz.
Él tenía el control en ese momento, estaba atado, desnudo, indefenso, a su completa merced, y su deseo era mostrarme aquella horrible prueba de que no era más especial que cualquier otro animal de su pertenecía, aunque mis usos resultaran más íntimos que aquellos que podía darle a un caballo o un perro de caza, pero igualmente una burda mujer, una sirvienta cualquiera podía darle lo mismo, era quizás lo que deseaba decirme al hacer venir a esa mujer.
Desee que realmente bebiera de ella, quería verlo, sin parpadear ni una vez para que cada instante se gravase en mi memoria, no le daría el gusto de derramar lagrimas o desviar la mirada, iba a ver cada una de sus acciones pues en su momento le devolvería en su mismo peso cada una de ellas.
Lo que más me enfadaba era esa burla en su rostro, la manera que sonreía convencido de que me dolía saber que había mordido a otro que no fuera yo, que seguramente le dijo al oído palabras tan dulces como la miel y luego con cuidado, entre besos y caricias hundió sus dientes en el cuello de la sirvienta. Odiaba imaginarlo siquiera, no obstante la imagen en mi cabeza se volvía más nítida mientras más los observaba.
- Termine ya con esto, quiere el resto de mi castigo, estoy cansado y tengo frio - solo la promesa que le hice antes, la de aceptar los tres castigos me mantenía aun allí, de otro modo ni esas cuerdas, ni toda su fuerza podría retenerme por más tiempo, lo sabía tan claramente como que el sol salía por el Este o que esto perduraría en mi memoria mucho más que las marcas de las cuerdas en mi muñeca o la irritante melodía en mi mente.
Si es que mi amo no le había advertido sobre lo que era, sin duda la mujer acababa de hacerse una idea, el miedo se reflejo en su rostro, me pareció bien que así fuera, porque si pensaba que iba a perdonarla tan fácilmente estaba muy equivocada, no solo me habían traicionado, ella y el amo, en ese momento estaban humillándome, regodeándose en mis narices de lo que hicieron a espaldas mías. Ni ella ni él serian perdonados.
- ¿Corazón? ¿Quien tiene una cosa tan inútil? - dije entre gruñidos que convertían mi voz en algo inhumano - Beba de la mujer, si ese es tu deseo... mi señor - escupí las últimas palabras con todo el desprecio que era capaz.
Él tenía el control en ese momento, estaba atado, desnudo, indefenso, a su completa merced, y su deseo era mostrarme aquella horrible prueba de que no era más especial que cualquier otro animal de su pertenecía, aunque mis usos resultaran más íntimos que aquellos que podía darle a un caballo o un perro de caza, pero igualmente una burda mujer, una sirvienta cualquiera podía darle lo mismo, era quizás lo que deseaba decirme al hacer venir a esa mujer.
Desee que realmente bebiera de ella, quería verlo, sin parpadear ni una vez para que cada instante se gravase en mi memoria, no le daría el gusto de derramar lagrimas o desviar la mirada, iba a ver cada una de sus acciones pues en su momento le devolvería en su mismo peso cada una de ellas.
Lo que más me enfadaba era esa burla en su rostro, la manera que sonreía convencido de que me dolía saber que había mordido a otro que no fuera yo, que seguramente le dijo al oído palabras tan dulces como la miel y luego con cuidado, entre besos y caricias hundió sus dientes en el cuello de la sirvienta. Odiaba imaginarlo siquiera, no obstante la imagen en mi cabeza se volvía más nítida mientras más los observaba.
- Termine ya con esto, quiere el resto de mi castigo, estoy cansado y tengo frio - solo la promesa que le hice antes, la de aceptar los tres castigos me mantenía aun allí, de otro modo ni esas cuerdas, ni toda su fuerza podría retenerme por más tiempo, lo sabía tan claramente como que el sol salía por el Este o que esto perduraría en mi memoria mucho más que las marcas de las cuerdas en mi muñeca o la irritante melodía en mi mente.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Re: You're mine ( Privado)
Era extraño, a pesar de que el rostro de Maurice se había contraído de rabia, transfigurándose en rasgos felinos y humanos, nada le había parecido más excitante. Su odio, fruto de los celos que habían provocado sus gestos, lo hacían feliz. Pagaría cualquier castigo que después quisiera imponerle. Pero era necesario herirlo, no quería volver a pasar por lo mismo de nuevo. No quería imaginarse lo que podría ocurrirle a su cuerpo si se cruzaba con Colin de nuevo. Aquella bestia con forma humana había conseguido lo que muy pocos antes, se había colado dentro de su mente, llenándolo de preocupación cuando Maurice decidía desaparecer de su vista de nuevo. Pero había algo más, algo que lo hería profundamente. Su fallegt se sentía mejor fuera de su hogar, que dentro de éste. Sabía que era callejero, que amaba su libertad, pero nunca imaginó que la prefiriese a él. Eso... lo ponía celoso.
Acarició el cuello de la mujer, cerrando los ojos para apreciar mejor el sonido de su corazón contra la fina capa de piel. La herida era imperfecta y si no fuera porque Maurice estaba atado en una silla, hasta él se habría dado cuenta de que la marca no era idéntica a sus colmillos. Aquella estúpida mujer le había fallado con ello, aunque, ¿qué podría esperarse de una criada que no había visto nada más que el campo francés?. - Mi deseo, fallegt, es que esperes en casa. Que tu cuerpo gatuno se roce contra la tela de mis pantalones a mi regreso, buscando la caricia de tu amo.- Suspiró y abrió los ojos. Volvió a mirarlo y le guiñó un ojo.- No hay prisa, mi querido amante. La muchacha no aguantaría un asalto rápido y duro- Se rió contra el cuello femenino y lamió la superficie de su piel con lentitud. El estremecimiento que recorrió el cuerpo de la doncella, sólo lo irritó. Quizás si fuera adecuado acelerar el momento, de lo contrario, terminaría apagando la necesidad que sentía de poseer a Maurice.
Levantó una de sus piernas y la apoyó en la silla en la que se sentaba Maurice y con un empujón, la tiró al suelo con él en ella. Sus ojos siguieron el movimiento, asegurándose de que no saliera dañado. Cuando vio que él había caido bien, quedando de espaldas contra el suelo, sonrió y besó el cuello de la mujer, apretando sus colmillos contra la herida que se había abierto, la sangre manó de ella y él se apresuró en apartarse de su cuello. Dejó que la sangre se deslizara por el cuello de la mujer, manchando el camisón. - Suficiente- Murmuró a nadie en particular, como si él hubiese terminado de alimentarse. Tomó el rostro de la mujer entre sus manos y la miró a los ojos- Vete y límpiate la herida. Cúbrela con un pañuelo y no dejes que nadie la vea. Mañana, tomarás tus cosas e irás a donde yo te he ordenado antes. - Terminó la frase y la mujer se marchó con rapidez. Quizás había tenido suficientes elementos sobrenaturales, para el resto de toda su vida. Esperaba que la mujer recordase la Mansión en la que le había encontrado un nuevo trabajo, de no ser así, vagaría eternamente entre las calles, buscando un sitio que él, con su compulsión mental, le había ordenado hallar.
Caminó con cuidado hacia Maurice, agachándose en el suelo, a su lado. - Demasiado dulce para mi gusto- Le dijo, mientras se relamía los labios y le brindaba una sonrisa seductora. Tomó el respaldo de su silla y la levantó, dejándolo sentado de nuevo. - Quizás esté acostumbrado a ...- Interrumpió su frase justo a tiempo, quedando atrapado en la mirada que le dirigía.- Tanta rabia...- Acercó su rostro a él, dejando que sus labios rozasen los suyos. Sus ojos azules lo miraban con atención, buscando en él lo que quería hallar. Cuando vio un pequeño brillo de dolor, lo besó. Recorrió su apretada boca, con diminutos besos. Tentándolo, incitándolo a abrir la boca para él.
Sus manos rodearon su cuello, mientras la otra le soltaba las manos. Besó su estómago, cuando se agachó a soltarle las piernas, para después abrírselas con fuerza, quedando de rodillas entre sus piernas. Sabía que se jugaba mucho dejándolo libre, pero le divertía más así, con el riesgo de llevarse varios golpes por su parte.- Golpéame si lo deseas, aguantaré cada uno de tus golpes.- Le sonrió y bajó su rostro hasta sus muslos. Los besó con cuidado, para después morder su carne y succionar su sangre con un gruñido de placer. Tenía demasiada hambre. Tanta que apenas podía pensar. Separó más sus piernas, dejando su miembro delante de su rostro, mientras sus labios mordían la carne más cercana a él. Sangre, placer y dolor, todo era igual y diferente entre ambos. ¿Debería decirle la verdad? ¿Que él, su amo y señor, prefería su sangre a la de cualquier otro? .
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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Re: You're mine ( Privado)
No dude en aceptar su sugerencia golpeando sus hombros y espaldas con mis puños, no obstante quien más sentía esos golpes era yo mismo, su cuerpo de vampiro era diferente al de un hombre corriente, golpearlo era como golpear una pared solida. Mientras mis manos dolían cada vez más probablemente el apenas sintiese mi agresión.
Estaba enfadado... enfadado y excitado, que era lo peor, aunque él estaba bebiendo directo de mi muslo, mi cuerpo encontraba de algún sitio secreto la sangre suficiente para mantener mi miembro completamente erecto y pulsante.
- ¡Te odio! - le grite tratando de desahogar mis frustraciones de alguna manera, la humillación me sobrepasaba en esos instantes, incluso si su mordida seguía siendo placentera para mí, no podía olvidar que esos colmillos que ahora se clavaban en mi sensible carne, solo momentos atrás estuvieron en la piel y la carne de otra persona, que mi sangre no era la única que él probaba esta noche .
Mis garras se desnudaron antes de que pudiese pensar detenidamente lo que hacía, rastrillando salvajemente la carne de su espalda, abriendo surcos profundos en su piel una y otra vez hasta que el aroma metálico de su sangre golpeo mis sentidos teniendo el mismo efecto que una bofetada. Apenas en ese instante contemple conscientemente mi obra, el blanco de sus huesos visible entre los girones de carne y mis dedos bañado en rojo, manchado de la innegable evidencia de mis actos.
- ¡AAAHHHRG! - me rompí, todo mi orgullo, toda mi rabia se deslizo a través de mi piel hasta abandonar mi cuerpo en forma de lagrimas. Me incline sobre el, aun sentado en aquella misma maldita silla, causando que mis cabellos se arrastraran por sus heridas y el carmín tintara mis mejillas cuando me cubrí el rostro con las manos en un último intento por detener las lagrimas que se derramaban por mi rostro. - lo lamento - me disculpe, quizás por mis escapadas, quizás por algo anterior, o por haberlo herido, ni yo mismo sabía exactamente porque me estaba disculpando, pero esas palabras siempre me costaron poder decirlas, se sentían acidas en mi boca - lo siento, por favor amo... perdóneme, por favor ... - sonaba y me sentía patético, solo un momento atrás el mordió a otra persona, a una mujer justo frente a mis ojos, pero era yo quien pedía disculpas, lloraba como un cachorro al que su madre ha rechazado sintiendo un vacio en mi estomago sólo de pensar que el podría preferir el sabor de ella "la dulzura de su sangre" al mío ahora que había transgredido la madre de todas las reglas entre una mascota y su dueño, o un esclavo y su amo, le había hecho daño, heridas mucho más serias que mis ocasionales mordiscos o rasguños .
Estaba enfadado... enfadado y excitado, que era lo peor, aunque él estaba bebiendo directo de mi muslo, mi cuerpo encontraba de algún sitio secreto la sangre suficiente para mantener mi miembro completamente erecto y pulsante.
- ¡Te odio! - le grite tratando de desahogar mis frustraciones de alguna manera, la humillación me sobrepasaba en esos instantes, incluso si su mordida seguía siendo placentera para mí, no podía olvidar que esos colmillos que ahora se clavaban en mi sensible carne, solo momentos atrás estuvieron en la piel y la carne de otra persona, que mi sangre no era la única que él probaba esta noche .
Mis garras se desnudaron antes de que pudiese pensar detenidamente lo que hacía, rastrillando salvajemente la carne de su espalda, abriendo surcos profundos en su piel una y otra vez hasta que el aroma metálico de su sangre golpeo mis sentidos teniendo el mismo efecto que una bofetada. Apenas en ese instante contemple conscientemente mi obra, el blanco de sus huesos visible entre los girones de carne y mis dedos bañado en rojo, manchado de la innegable evidencia de mis actos.
- ¡AAAHHHRG! - me rompí, todo mi orgullo, toda mi rabia se deslizo a través de mi piel hasta abandonar mi cuerpo en forma de lagrimas. Me incline sobre el, aun sentado en aquella misma maldita silla, causando que mis cabellos se arrastraran por sus heridas y el carmín tintara mis mejillas cuando me cubrí el rostro con las manos en un último intento por detener las lagrimas que se derramaban por mi rostro. - lo lamento - me disculpe, quizás por mis escapadas, quizás por algo anterior, o por haberlo herido, ni yo mismo sabía exactamente porque me estaba disculpando, pero esas palabras siempre me costaron poder decirlas, se sentían acidas en mi boca - lo siento, por favor amo... perdóneme, por favor ... - sonaba y me sentía patético, solo un momento atrás el mordió a otra persona, a una mujer justo frente a mis ojos, pero era yo quien pedía disculpas, lloraba como un cachorro al que su madre ha rechazado sintiendo un vacio en mi estomago sólo de pensar que el podría preferir el sabor de ella "la dulzura de su sangre" al mío ahora que había transgredido la madre de todas las reglas entre una mascota y su dueño, o un esclavo y su amo, le había hecho daño, heridas mucho más serias que mis ocasionales mordiscos o rasguños .
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Re: You're mine ( Privado)
Siempre había creído que el dolor era el sentimiento por el cual sólo las personas podían entenderse. Aquellos que te aprecian te llevan a una guerra constante, una en la que no hay treguas ni escondite donde protegerse. Desde que sientas esa absurda necesidad de tocar al otro sólo para asegurarte que aún continúa tendido a tu lado, estás perdido. Le habían enseñado que el dolor jamás se evitaba, sino que se aceptaba. Apretabas la mandíbula y aguantabas lo golpes, porque sabías que cada uno estaba lleno de algo que necesitabas aprender, hundiendo cada sentimiento no dicho, cada deseo inexpresado bajo la piel. Así se forjaban los guerreros, tomando el dolor.
Por eso, cada golpe y rasguño sólo lo hacían sonreír, mientras sus dientes se apretaban, evitando que el más mínimo sonido escapase de sus labios. Se recordaba a sí mismo que debía esperar a que terminase, aceptando aquel horrible berrinche como una confesión no realizada. Siempre era así con Maurice, su pequeño gatito era demasiado orgulloso para romperse. Pero cuando lo hacía, su belleza sólo aumentaba para él. Porque sus lágrimas eran por su amo, su odio y frustración también. Él era el dolor mismo.
- No..- Le gruñó como respuesta, alzando el rostro de entre sus piernas para mirarlo a los ojos llorosos. El profundo dolor que vio allí, sólo hizo que se sintiera orgulloso de su obra. Como si de un vulgar asesino se tratase, volviendo a la escena del crimen para recrearse de sus hechos, tomó sus manos y se las llevó a la boca. Chupó su propia sangre, aquellas manchas rojizas que comenzaban a secarse en su piel, manchándolas del error que ambos habían cometido. El maestro por darle al esclavo el poder de castigar, y el esclavo por realizar el castigo como si tal acto no conllevase un castigo. - No te perdonaré.- Suspiró y reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, lo tomó entre sus brazos, levantándolo de la silla consigo. Se tambaleó un poco, pero su orgullo quedó intacto al no caerse. - Estúpido e impulsivo Maurice..- Le susurró antes de besarlo con verdadera pasión en los labios.
Caminó, tambaleándose por el cuarto, hasta que sus pies rozaron la alfombra que se extendía delante de la chimenea. Sin fuerzas, calló de rodillas al suelo, manteniendo toda su concentración en el beso que aún le continuaba dando. Asaltó su boca de la misma forma en que él atacó sus labios. Arañando su espalda con fuerza, llevado por la absurda pasión del herido que puede perderlo todo.
- Espero que recuerdes el dolor que sientes ahora. Para que nunca vuelvas a marcharte de mi lado sin pensar en cómo me hará eso sentir a mi.- Besó su cuello mientras hablaba, para después morderlo y alimentarse de él con ansiedad. Gruñó al sentir la primeras gotas de sangre en su boca, mientras su cuerpo se despertaba ante la desnudez de Maurice. Sus manos lo apretaron contra él, pegando su pecho al suyo, sintiendo el movimiento de su estómago con cada sollozo. - Eres tan adorable cuando lloras.- Sonrió y le besó el rostro, lamiendo sus lágrimas.- Jamás muestres esta vulnerabilidad ante nadie.- Finalizó sus palabras con otro mordisco encima de su pecho. Tiró de su pelo para morder el otro lado de su cuello, llenándolo de mordiscos en todo espacio de piel sobre el que caían sus labios.- Abre tu mente para mi Maurice, y quizás yo te cuente cuán injustos eran tus golpes.-
Por eso, cada golpe y rasguño sólo lo hacían sonreír, mientras sus dientes se apretaban, evitando que el más mínimo sonido escapase de sus labios. Se recordaba a sí mismo que debía esperar a que terminase, aceptando aquel horrible berrinche como una confesión no realizada. Siempre era así con Maurice, su pequeño gatito era demasiado orgulloso para romperse. Pero cuando lo hacía, su belleza sólo aumentaba para él. Porque sus lágrimas eran por su amo, su odio y frustración también. Él era el dolor mismo.
- No..- Le gruñó como respuesta, alzando el rostro de entre sus piernas para mirarlo a los ojos llorosos. El profundo dolor que vio allí, sólo hizo que se sintiera orgulloso de su obra. Como si de un vulgar asesino se tratase, volviendo a la escena del crimen para recrearse de sus hechos, tomó sus manos y se las llevó a la boca. Chupó su propia sangre, aquellas manchas rojizas que comenzaban a secarse en su piel, manchándolas del error que ambos habían cometido. El maestro por darle al esclavo el poder de castigar, y el esclavo por realizar el castigo como si tal acto no conllevase un castigo. - No te perdonaré.- Suspiró y reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, lo tomó entre sus brazos, levantándolo de la silla consigo. Se tambaleó un poco, pero su orgullo quedó intacto al no caerse. - Estúpido e impulsivo Maurice..- Le susurró antes de besarlo con verdadera pasión en los labios.
Caminó, tambaleándose por el cuarto, hasta que sus pies rozaron la alfombra que se extendía delante de la chimenea. Sin fuerzas, calló de rodillas al suelo, manteniendo toda su concentración en el beso que aún le continuaba dando. Asaltó su boca de la misma forma en que él atacó sus labios. Arañando su espalda con fuerza, llevado por la absurda pasión del herido que puede perderlo todo.
- Espero que recuerdes el dolor que sientes ahora. Para que nunca vuelvas a marcharte de mi lado sin pensar en cómo me hará eso sentir a mi.- Besó su cuello mientras hablaba, para después morderlo y alimentarse de él con ansiedad. Gruñó al sentir la primeras gotas de sangre en su boca, mientras su cuerpo se despertaba ante la desnudez de Maurice. Sus manos lo apretaron contra él, pegando su pecho al suyo, sintiendo el movimiento de su estómago con cada sollozo. - Eres tan adorable cuando lloras.- Sonrió y le besó el rostro, lamiendo sus lágrimas.- Jamás muestres esta vulnerabilidad ante nadie.- Finalizó sus palabras con otro mordisco encima de su pecho. Tiró de su pelo para morder el otro lado de su cuello, llenándolo de mordiscos en todo espacio de piel sobre el que caían sus labios.- Abre tu mente para mi Maurice, y quizás yo te cuente cuán injustos eran tus golpes.-
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Re: You're mine ( Privado)
Estaba demasiado agotado tanto física como mentalmente para resistirme a su petición, abrí mi mente a él quedando desprotegida a su escrutinio, todas mis emociones en ese momento, miedo, pena, inseguridad fluían libremente a través de los hilos de mi mentes, sentimientos que sólo tenían una razón de ser, que nacían de una emoción más grande y eran cadenas mucho más pesadas que cualquiera que el pudiese colocarme para retenerme a su lado.
Le amaba.
Contra todo el buen juicio ese sentimiento estaba instalado allí, a pesar de que sabía que no debía, que no era solo nuestras posiciones sociales las que condenaban cualquier sentimiento que pudiese existir entre nosotros. No me importo que lo viera, estaba cansado de tratar de disimularlo, de pretender que aquello era sólo por el placer o por disfrutar de su protección.
Logre detener mis lagrimas, aunque tal vez simplemente no había más que pudiesen derramarse, no era un hombre que tuviese la costumbre de llorar después de todo, incluso cuando solo era un niño no lloraba con frecuencia.
- Lo lamento - fue todo lo que pude susurrar, deseaba tener las fuerzas para desembarazarme de su abrazo y saltar por la ventana, a la noche y su promesa de libertad, sumergirme en la espesura del bosque que rodeaba la propiedad, abandonar mi humanidad, mis sentimientos y conciencia, ser sólo un gato que desconociera el dolor de tener el corazón roto. Pero era apenas un sueño lejano e imposible de alcanzar, el hombre que era no lo podía borrar, mis sentimientos no se esfumarían al igual que los años no podrían atenuar este momento gravado en mi memoria, el instante en que se volvió imposible seguir jugando a vivir despreocupadamente.
Le amaba.
Contra todo el buen juicio ese sentimiento estaba instalado allí, a pesar de que sabía que no debía, que no era solo nuestras posiciones sociales las que condenaban cualquier sentimiento que pudiese existir entre nosotros. No me importo que lo viera, estaba cansado de tratar de disimularlo, de pretender que aquello era sólo por el placer o por disfrutar de su protección.
Logre detener mis lagrimas, aunque tal vez simplemente no había más que pudiesen derramarse, no era un hombre que tuviese la costumbre de llorar después de todo, incluso cuando solo era un niño no lloraba con frecuencia.
- Lo lamento - fue todo lo que pude susurrar, deseaba tener las fuerzas para desembarazarme de su abrazo y saltar por la ventana, a la noche y su promesa de libertad, sumergirme en la espesura del bosque que rodeaba la propiedad, abandonar mi humanidad, mis sentimientos y conciencia, ser sólo un gato que desconociera el dolor de tener el corazón roto. Pero era apenas un sueño lejano e imposible de alcanzar, el hombre que era no lo podía borrar, mis sentimientos no se esfumarían al igual que los años no podrían atenuar este momento gravado en mi memoria, el instante en que se volvió imposible seguir jugando a vivir despreocupadamente.
Mauren Morgan- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/04/2013
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Re: You're mine ( Privado)
El viento que sopla por encima del río es tan frío y punzante como una guadaña recién afilada.
Los pensamientos que encontró en su mente no eran nada que pudiera haber esperado de él. No de su orgulloso y frío Maurice. ¿Cuánto se había callado dentro de él?. Se merecían el uno al otro. Ambos habían perdido mucho tiempo gruñendo, arañando y mordiendo. Luchando por ser el último que asestase el golpe que haría caer al otro de rodillas, sin embargo, no se habían dado cuenta de que ambos habían perdido y ganado. Quizás Maurice hubiera perdido mucho más que él, porque el vampiro ahora no lo iba a dejar escapar jamás.
- Estúpido gato orgulloso...- Le susurró con una gran sonrisa. Lo miró en silencio, robando todo lo que podía de su mente. Buscaba con rapidez, antes de que la barrera cayese, finalizando ésa oportunidad única que le brindaba.- ¿Tienes idea de cuán estúpido me haces sentir ahora?.- Desvió sus ojos de los verdes de Maurice, aunque sus brazos lo abrazaron con más fuerza, meciéndolo encima de su cuerpo.
Sus ojos miraron cómo el cabello rubio de su amante se llenaba de matices dorados y anaranjados por las llamas de la chimenea. Las marcas de arañazos que le había dejado en su espalda, hizo que recordara la cicatriz que había dejado detrás de la nuca de Maurice. Sus dedos acudieron a la blanquecina marca sonrojada con la piel dañada. La curvatura de un símbolo vikingo seguía allí, recordando a todo el que la viera que el joven era suyo.
- Jamás mordí a la mujer. Le...pagué para que ella.. se perforase la piel.- Escupió la confesión, sintiéndose estúpido y frustrado. Cerró los ojos con fuerza y olió su cabello, mientras acariciaba su cuerpo como si fuera un niño.- Por alguna razón, no puedo alimentarme de alguien como hago contigo. - Le tiró del pelo, obligándolo a mirarlo.- No me malinterpretes, sigo comiendo inquisidores. Pero la comida es comida. - Sus dedos le acariciaron los labios y le dedicó, por primera vez, una mirada frágil y preocupada. Dejó que sus ojos se llenasen con miedo, ése desconocido sentimiento que atenazaba su corazón al imaginarse su muerte.
- Nunca quise sentir esto. Esa debilidad de la que me reía, ahora hace doler una parte de mi cuerpo que yace muerta y sin latir.- Hizo una mueca de desagrado y suspiró. Volvió a recordar el porqué estaban así, el porqué de su castigo.- Cuando llegué y no estabas, sólo pude pensar en Colin. Te juro que si algo te hubiese pasado, jamás te perdonaría. Gastaría todas mis fuerzas en destruir al bastardo y después iría a buscarte al infierno, Maurice. Los castigos que puedan darte el diablo, sólo serían una caricia comparado con lo que te haría.- Sus palabras salían con rapidez de su boca, mientras su expresión se hacía feroz y violenta. Sus manos apretaron los hombros del cambiaforma y sus ojos juraban una promesa sangrienta.
- Si deseas morir, yo te arrancaré el corazón. Si lo que quieres es sentir dolor, volveré a castigarte. Pero jamás vuelvas a hacerme sentir débil, no a alguien como yo. - Sonrió y le guiñó un ojo.- Hay cosas que jamás te perdonaría, aunque te ame.
Con lentitud, basó sus labios, borrando toda lágrima de sus mejillas, amándolo con cada gesto. Le susurraba palabras de amor con cada caricia que recorría sus cabellos, para después volverse atrevido al recorrer su cuello con las ansias de los amantes que no tienen tiempo. Porque habían cosas que no necesitaban decirse para saberlas, no entre ellos. Ambos se habían tratado con demasiada rudeza, como para no reconocer la diferencia entre cada gesto otorgado.
- Ahora, quédate a mi lado y cura mis heridas, gato estúpido.- Le susurró acostándolo sobre la alfombra. Sus ojos le sonrieron cuando se agachó para besar su pecho, ignorando los murmullos que se escuchaban detrás de la puerta que los ocultaba del mundo. Encerrados en una habitación llena del más punzante sentimiento, rodeados de la madera astillada del viejo violín y las palabras de otros enamorados escritas en los libros de la estantería.
Los pensamientos que encontró en su mente no eran nada que pudiera haber esperado de él. No de su orgulloso y frío Maurice. ¿Cuánto se había callado dentro de él?. Se merecían el uno al otro. Ambos habían perdido mucho tiempo gruñendo, arañando y mordiendo. Luchando por ser el último que asestase el golpe que haría caer al otro de rodillas, sin embargo, no se habían dado cuenta de que ambos habían perdido y ganado. Quizás Maurice hubiera perdido mucho más que él, porque el vampiro ahora no lo iba a dejar escapar jamás.
- Estúpido gato orgulloso...- Le susurró con una gran sonrisa. Lo miró en silencio, robando todo lo que podía de su mente. Buscaba con rapidez, antes de que la barrera cayese, finalizando ésa oportunidad única que le brindaba.- ¿Tienes idea de cuán estúpido me haces sentir ahora?.- Desvió sus ojos de los verdes de Maurice, aunque sus brazos lo abrazaron con más fuerza, meciéndolo encima de su cuerpo.
Sus ojos miraron cómo el cabello rubio de su amante se llenaba de matices dorados y anaranjados por las llamas de la chimenea. Las marcas de arañazos que le había dejado en su espalda, hizo que recordara la cicatriz que había dejado detrás de la nuca de Maurice. Sus dedos acudieron a la blanquecina marca sonrojada con la piel dañada. La curvatura de un símbolo vikingo seguía allí, recordando a todo el que la viera que el joven era suyo.
- Jamás mordí a la mujer. Le...pagué para que ella.. se perforase la piel.- Escupió la confesión, sintiéndose estúpido y frustrado. Cerró los ojos con fuerza y olió su cabello, mientras acariciaba su cuerpo como si fuera un niño.- Por alguna razón, no puedo alimentarme de alguien como hago contigo. - Le tiró del pelo, obligándolo a mirarlo.- No me malinterpretes, sigo comiendo inquisidores. Pero la comida es comida. - Sus dedos le acariciaron los labios y le dedicó, por primera vez, una mirada frágil y preocupada. Dejó que sus ojos se llenasen con miedo, ése desconocido sentimiento que atenazaba su corazón al imaginarse su muerte.
- Nunca quise sentir esto. Esa debilidad de la que me reía, ahora hace doler una parte de mi cuerpo que yace muerta y sin latir.- Hizo una mueca de desagrado y suspiró. Volvió a recordar el porqué estaban así, el porqué de su castigo.- Cuando llegué y no estabas, sólo pude pensar en Colin. Te juro que si algo te hubiese pasado, jamás te perdonaría. Gastaría todas mis fuerzas en destruir al bastardo y después iría a buscarte al infierno, Maurice. Los castigos que puedan darte el diablo, sólo serían una caricia comparado con lo que te haría.- Sus palabras salían con rapidez de su boca, mientras su expresión se hacía feroz y violenta. Sus manos apretaron los hombros del cambiaforma y sus ojos juraban una promesa sangrienta.
- Si deseas morir, yo te arrancaré el corazón. Si lo que quieres es sentir dolor, volveré a castigarte. Pero jamás vuelvas a hacerme sentir débil, no a alguien como yo. - Sonrió y le guiñó un ojo.- Hay cosas que jamás te perdonaría, aunque te ame.
Con lentitud, basó sus labios, borrando toda lágrima de sus mejillas, amándolo con cada gesto. Le susurraba palabras de amor con cada caricia que recorría sus cabellos, para después volverse atrevido al recorrer su cuello con las ansias de los amantes que no tienen tiempo. Porque habían cosas que no necesitaban decirse para saberlas, no entre ellos. Ambos se habían tratado con demasiada rudeza, como para no reconocer la diferencia entre cada gesto otorgado.
- Ahora, quédate a mi lado y cura mis heridas, gato estúpido.- Le susurró acostándolo sobre la alfombra. Sus ojos le sonrieron cuando se agachó para besar su pecho, ignorando los murmullos que se escuchaban detrás de la puerta que los ocultaba del mundo. Encerrados en una habitación llena del más punzante sentimiento, rodeados de la madera astillada del viejo violín y las palabras de otros enamorados escritas en los libros de la estantería.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
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