Inesperado sueño, mi Rey blanco (Kenner Pos. +18)

"Rey blanco, rey blanco, rey blanco"

En mi mente desde aquel baile solo existía aquello. Ahora que tenía la certeza de que aquel joven era quien aparentaba: El de mis libros, el antiguo vampiro que andaba buscando, el rey blanco. Y sus palabras pesaban en mí “volveré por él, cuidarlo” Aún podía jurar sentir su tono de voz susurrándome aquello mientras me tiraba la figura del rey blanco del ajedrez, su símbolo. La única forma de reconocerlo.

Me volví a leer el diario de aquel joven que relataba las aventuras del general, a quien ahora podía ponerle rostro, el señor Kenner Clapton. Suspiré al aire al acordarme de su rostro, era indudablemente bello, solo recordar aquel baile que tuvimos me hacia acelerar los pálpitos de mi corazón, anhelantes de la cercanía de Kenner.

-Kenner...Kenner- susurré para mi misma cayendo en uno de los sillones, donde me senté placidamente reecostandome quedando semi tumbada en aquel comodo sillon.

Últimamente las pesadillas me acechaban y dormía poco, con lo que mis parpados en  la lectura que intentaba realizar se me iban cerrando lentamente. A la que me dormía volvía a despertarme, no quería tener ya mas pesadillas, no quería revivir aquello otra vez; no más. Las pesadillas eran siempre la misma escena, la muerte de mi familia. Mi mente hacia su propio montaje de cómo pudo haber ido aquella noche de haber estado yo junto a ellos, como debía haber pasado. Escuchando los gritos de toda mi familia, me despertaba entre horrores y asustada. ¿No acabaría esto nunca?

Hacia unos días tras residir en un hotel, me vine a la segunda residencia de mi familia. Por las mañanas estaban los pocos criados que había mandado a llamar, pero en la noche no se quedaban, solo quedaba yo en aquel gran lugar. Bostezando me recosté mas en el sillón, quería descansar, solo un poco. Sin darme cuenta mis ojos se cerraron, cayendo el libro al suelo.
Antes de dormirme solo vislumbré la figura del rey blanco en una de las mesitas al lado de la cama y un pensamiento fugaz pasó por mi mente, no había asegurado las ventanas ni el balcón de la habitación. Pero daba igual ya todo aquello, el sueño me llamaba y sin mucha resistencia dejé que se me llevara a la deriva de Morfeo y sus lunas.

Solo esperaba que esta noche, las pesadillas no volvieran a mí.

Me encontraba entre las casas de las personas ricas de esta ciudad salia de tratar negocios con una familia de brujos que me habían despertado un cierto interés en un objeto, cuando al andar por aquellas calles vacías solo el ruido de mi bastón mientras pensaba en como conseguir, aquel objeto tan preciado era algo que había sido mio hacia milenios y lo quería recuperar tenia algo dentro que me seria útil en poco tiempo. Mi bastón guiaba mis pasos cuando me detuve delante de una bella casa el olor me invadió el olor mortal era aquella chica que había querido saber tanto de mi y le había dejado mi precioso juego de ajedrez, sonreí de lado y mis ojos destellaron.

En segundos salte por el muro y estaba en la entrada sin demorarme comprobé todas las puertas y encontré una de las ventanas para entrar, entre tranquilamente observando la oscuridad de las salas, no se veía nada pero a mi no me molestaba las sombras y la oscuridad eran conmigo uno solo así que seguí caminando observando como era todo mis pasos no se oían al llegar a la zona de donde provenía el olor a mujer pude verla dormida, estaba perdida sobre la mesa mi pieza de ajedrez que le había regalado sonreí de lado mostrando los colmillos cuando note el libro que ya hacia en el suelo, hablaba sobre la oscuridad de roma, eso realmente despertó mi curiosidad ella que tendría que ver con mi pasado como romano, aquel pasado que no me gusta recordar, por ella retrocedí y me hice uno con las sombras para observarla un momento.

La respiración se me aceleraba, los latidos de mi corazón enloquecían en mi pecho. Ahí estaba de nuevo, en mi pesadilla. Aquel día que llegué tarde a mi muerte.

En mi pesadilla, volvía a revivir de nuevo aquellos momentos anteriores a entrar en la casa. La brisa mecía mi cabello, jugando con los bordes de mi vestido, mientras sonreía tontamente acordándome de los fugaces besos de un joven con el que había intimado hacia pocas horas. Había resultado ser una noche alegre y divertida, no como desde un buen principio había temido que fuera. Que inconsciente era en esos momentos anteriores a que el horror se mostrara ante mis ojos como nunca lo hubiera hecho. Al entrar, entré en silencio pensando que si no me escucharían. Que equivocada estaba…ellos ya nunca más me escucharían. Y de nuevo caminé por el grande comedor…hasta que llegué a donde empezaban los gritos en cada uno de mis sueños, siempre lo mismo. Y otra vez, en mi cabeza retumbaron los gritos moribundos de mis padres y mis hermanos y yo estática en el suelo me encontraba incapaz de hacer nada. Como aquel día, en que llegue tarde para salvarles.

Me removí inquieta en el sillón. No era consciente de nada más que no fuera aquella sensación de pesar y miedo, de saber que si algún día lograba llegar al final de mis pesadillas, los vería de nuevo... sus cadáveres, la sangre por doquier.

-¡No! ¡No! – Musité en voz baja entre los entreabiertos labios – no pude hacer nada…lo siento...Lo siento. Los atraparé, os lo juro.- Intentaba despertarme del sueño pero parecía no querer abandonarme la pesadilla y ahí seguía, estatica, inmóvil en el sitio, escuchando los gritos. Quería taparme los oídos, no oír nunca más sus voces... no, si aquello significaba recordar aquel horrible dia. Y como si tras pensarlo alguien me hubiese escuchado, me moví, dirigiéndome directa hacia donde se encontraban sus cuerpos. La sangre empezó a cubrir mis pies…- ¡NOOOO!- Grité y esta vez pude despertarme. Con los ojos abiertos me incorporé en el sillón, me encogí en él y mis manos se pusieron en mi pecho, donde latía mi corazón, el que galopaba aterrado como un ratón cuando se descubre acechado por un gato feroz.

Respiré hondo calmándome, siempre la misma pesadilla, los mismos sueños, ya debería de andar acostumbrada pero no era así. Nunca podría acostumbrarme a aquello. Sacudí mi cabeza, intentando despertar del todo y observé mi habitación. Todo estaba en orden, como lo había dejado. Suspiré al ver el libro al suelo, y aún en el sillón, lo recogí llevándolo a mi regazo. Miré la tapa y sonreí, aquel libro me recordaba tanto a mi padre… Lo abracé contra mí, cuando una inquietud me alarmó. Fijé mi mirada en un rincón oscuro de la habitación, que no se encontraba bañado por la luz de las velas y fijé la mirada allí. - ¿Hay alguien ahí?- Pregunté en voz alta. Podría estar loca, pero algo me decía que había alguien en las sombras, mirándome.