AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
La muerte también se vive {Rikkert} {Flash Back}
2 participantes
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La muerte también se vive {Rikkert} {Flash Back}
Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.
(Robert Louis Stevenson)
(Robert Louis Stevenson)
Otoño de 1705
21:36
21:36
Un día extenuante le había colmado las fuerzas, agotando hasta el punto máximo su paciencia, no tenía ganas de nada, el rostro se le cubría de hollín haciendo que su piel no reluciera blanca, sus dedos no podían brindar una suave caricia pues estaban llenos de asperezas, de cortadas, era tosco en apariencia y con su forma de ser, su cabello estaba enredado en una mal hecha cola de caballo para sostenerse inútilmente en su nuca. Aventó la maleta al sofá raído y negruzco que aparentaba ser su sala mientras se sacaba la playera dejándola caer al piso, sus brazos se estiraron muy por encima de su cabeza haciendo que sus músculos en la espalda crujieran adoloridos soltando algunas quejas por la labor tan ardua que habían llevado a cabo. El camino al baño se había cubierto de las sucias prendas que llevaban consigo el sudor que demostraba los tiempos de lucha que le habían llevado a tener lo poco o mucho que ahora podía llamar "suyo".
Cuando se logró sumergir en la tina sintió el dolor recorrerle el cuerpo, el cansancio le vencía de a poco, apoyó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos, no estaba muy caliente el agua, pero lo suficiente como para darle la tranquilidad que necesitaba, deslizó el cuerpo hasta hundirse completo, saliendo después de unos segundos dejando que unos mechones rebeldes cayeran por su frente mojando sus labios con algunas gotas de agua que escapaban de su cuerpo, pasó la mano por su rostro despejándolo y comenzó a lavarse lento, con la paciencia suficiente como para darse esos escasos minutos para él. Salió y se secó el rostro, después el cuerpo mientras observaba su reflejo en un espejo de medio cuerpo, ya no parecía el chico que hacía unos minutos había entrado por aquella puerta, se veían sus ojos, aunque cansados podían reflejar el color esmeralda que poseían, su piel se veía pálida pero quería tomar un poco de color, los mechones húmedos de cabello se pegaban a su piel pero dejaban ver algunos tonos dorados con el efecto de la luz.
Con la toalla enredada en la cintura salió hacia su cuarto, observó su cama y se dejó caer en esta, colocó las manos en su nuca mirando el techo por varios segundos, sentía como la humedad que aún quedaba en su cuerpo se iba disipando a causa de una suave ventisca que se colaba por las rendijas de la ventana, no había ganas de nada, cerró los ojos y su corazón dio un vuelco, había sido como si le hubieran sacudido la cama, se enderezó moviendo la cabeza de un lado a otro logrando que sus cabellos se alborotaran secándose y dejando que las gotas de agua que de estos emanaban intentaran, en vano, refrescarle la memoria, hacer que sus pensamientos se calmaran, ¿Por qué había estado "Él" justamente cuando cerró los ojos? Observó por la ventana notando el reloj e una de las iglesias, era la hora exacta, aquella donde iba a la taberna y podía tomar un par de alcoholes en compañía de "su amigo", sonrió de lado, el cansancio había salido cuando lo hizo la última corriente de viento que escapaba por la ventana.
Se paró de prisa dejando que la toalla quedara a la mitad en la cama y la otra mitad rozando en el suelo mientras tomaba unos pantalones de vestir, una camisa, sus zapatos (El único par decente con el que contaba) y una chaqueta, se veía a la distancia que no era el hombre más adinerado del planeta, pero eso ¿Qué importaba? Alborotó más los cabellos en su cabeza dejando que formaran algunos enredijos extraños a modo de peinado mientras bajaba las escaleras de aquél viejo edificio, el crujir bajo sus pies era constante hasta que terminó de descender, sintió el golpe de viento que le helaba las mejillas al grado de hacerlo subir los hombros. Levantó el cuello de la chaqueta cubriendo parte de su pálido rostro y un tanto de sus orejas, se había encogido un poco en aquella prenda para resguardarse del mal tiempo, sus manos encontraron el perfecto acomodo en los bolsillos de la chaqueta y comenzó a caminar, ¿Estaría ahí? Nunca tenían cita, sólo aprovechaban los momentos que se podían ¿Haría lo mismo con otros? Eso le hizo tensar la mandíbula hasta que casi se tronara, sus pasos se apresuraron haciendo que sonaran con fuerza en la acera mientras la gente le miraba con algo de duda pero le dejaban pasar.
Finalmente llegó a su destino, abrió la puerta de la taberna dando un par de pasos hacia delante, sus ojos estaban inspeccionando el sitio mientras iba hacia la barra, no quería beber, pero debía disimular.
Cuando se logró sumergir en la tina sintió el dolor recorrerle el cuerpo, el cansancio le vencía de a poco, apoyó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos, no estaba muy caliente el agua, pero lo suficiente como para darle la tranquilidad que necesitaba, deslizó el cuerpo hasta hundirse completo, saliendo después de unos segundos dejando que unos mechones rebeldes cayeran por su frente mojando sus labios con algunas gotas de agua que escapaban de su cuerpo, pasó la mano por su rostro despejándolo y comenzó a lavarse lento, con la paciencia suficiente como para darse esos escasos minutos para él. Salió y se secó el rostro, después el cuerpo mientras observaba su reflejo en un espejo de medio cuerpo, ya no parecía el chico que hacía unos minutos había entrado por aquella puerta, se veían sus ojos, aunque cansados podían reflejar el color esmeralda que poseían, su piel se veía pálida pero quería tomar un poco de color, los mechones húmedos de cabello se pegaban a su piel pero dejaban ver algunos tonos dorados con el efecto de la luz.
Con la toalla enredada en la cintura salió hacia su cuarto, observó su cama y se dejó caer en esta, colocó las manos en su nuca mirando el techo por varios segundos, sentía como la humedad que aún quedaba en su cuerpo se iba disipando a causa de una suave ventisca que se colaba por las rendijas de la ventana, no había ganas de nada, cerró los ojos y su corazón dio un vuelco, había sido como si le hubieran sacudido la cama, se enderezó moviendo la cabeza de un lado a otro logrando que sus cabellos se alborotaran secándose y dejando que las gotas de agua que de estos emanaban intentaran, en vano, refrescarle la memoria, hacer que sus pensamientos se calmaran, ¿Por qué había estado "Él" justamente cuando cerró los ojos? Observó por la ventana notando el reloj e una de las iglesias, era la hora exacta, aquella donde iba a la taberna y podía tomar un par de alcoholes en compañía de "su amigo", sonrió de lado, el cansancio había salido cuando lo hizo la última corriente de viento que escapaba por la ventana.
Se paró de prisa dejando que la toalla quedara a la mitad en la cama y la otra mitad rozando en el suelo mientras tomaba unos pantalones de vestir, una camisa, sus zapatos (El único par decente con el que contaba) y una chaqueta, se veía a la distancia que no era el hombre más adinerado del planeta, pero eso ¿Qué importaba? Alborotó más los cabellos en su cabeza dejando que formaran algunos enredijos extraños a modo de peinado mientras bajaba las escaleras de aquél viejo edificio, el crujir bajo sus pies era constante hasta que terminó de descender, sintió el golpe de viento que le helaba las mejillas al grado de hacerlo subir los hombros. Levantó el cuello de la chaqueta cubriendo parte de su pálido rostro y un tanto de sus orejas, se había encogido un poco en aquella prenda para resguardarse del mal tiempo, sus manos encontraron el perfecto acomodo en los bolsillos de la chaqueta y comenzó a caminar, ¿Estaría ahí? Nunca tenían cita, sólo aprovechaban los momentos que se podían ¿Haría lo mismo con otros? Eso le hizo tensar la mandíbula hasta que casi se tronara, sus pasos se apresuraron haciendo que sonaran con fuerza en la acera mientras la gente le miraba con algo de duda pero le dejaban pasar.
Finalmente llegó a su destino, abrió la puerta de la taberna dando un par de pasos hacia delante, sus ojos estaban inspeccionando el sitio mientras iba hacia la barra, no quería beber, pero debía disimular.
Sean Moos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: La muerte también se vive {Rikkert} {Flash Back}
Dispuse todo lo necesario para llegar saciado ésta noche. Las ganas de querer alimentarme con su sangre cada vez son más imposibles de contener. Ansias infinitas por hundir mis colmillos en ésa vena palpitante que me nubla la razón y me convierte en un completo salvaje sin modales. Así ha sido desde siempre, desde que lo conocí meses atrás, en un callejón de mala muerte en el cuál dos sujetos le estaban golpeando al punto casi de dejarle inconsciente.
Después descubrí que la segunda actividad de Sean, era meterse en líos por cualquier estupidez - al igual que yo siendo un humano rebelde – sin embargo y siendo honestos, su aire despreocupado y su lema tatuado en la frente: Aléjate de mi camino o te patearé el trasero, fue lo que llamó mi atención. Sean no se anda con rodeos ni aparenta ser algo que no es. Es simplemente él, en las buenas y en las malas. Si hay algo que sepa apreciar en ésta vida llena de hipocresía y caretas, es la gente honesta en cualquier aspecto. Puntos a favor que fue ganando paulatinamente mientras nos fuimos conociendo casi sin querer, como comento, aquella noche en el callejón donde le salvé la vida.
No sé por qué lo hice, simplemente pasaba por ahí, buscando víctimas potenciales para saciarme mi sed, que en aquel entonces, estaba desbordada. Cualquier humano o humana deambulando por cualquier sitio, era candidata si me placía. Todavía no me daba el lujo de poder escoger “la mejor sangre” ni me limitaba a nada. Sangre era sangre. Tomaba la suficiente mientras le encontraba algún sentido a mi nueva vida, en la muerte. Sonrío al recordar – mientras espero su llegada – que lo primero que obtuve de el – antes que nada – fue un puñetazo en la mandíbula, que solo hizo crujir sus propios dedos. Su instinto de supervivencia dando las últimas brazadas antes de ahogarse en el remolino de la inconciencia.
–Sean, humano idiota – digo entre dientes, bebiendo una copa de ron, que el cantinero se ha prestado a servirme, llenándola al ras. La quinta de la noche, que lastimosamente no produce el efecto acostumbrado en mi organismo. Fingir ya es casi innato en mí. Se me da muy bien, he aprendido con el tiempo que vivir entre los humanos no es tan difícil después de todo.
Saco el reloj de bolsillo, mismo que marca diez minutos antes de las once de la noche. Me pregunto si vendrá, si he de verle aunque sea un momento. A últimas fechas me ha sido imperioso verle, y maldita sea mi suerte que no sé el por qué. Está demás decir que me agrada su compañía, su sentido del humor bastante peculiar, su rebeldía, su desfachatez… ¡Argh! lo odio al muy maldito. A veces me pregunto qué hago sentado aquí, si lo único que pienso es en beber de su sangre y no volverle a ver jamás de los jamases. Que su vida me importe un bledo. Dar la media vuelta sin decir adiós y fingir que nunca le conocí. La realidad es otra. Muy diferente. La incertidumbre me mata ¿por qué no me levanto y salgo por esa puerta para no regresar? ¿Por qué? ¿Qué espero encontrar? Cientos de preguntas sin respuestas me vuelven loco, no sé cómo debo enfrentar ésta situación, no sé nada... Desde que fui arrastrado al mundo de las tinieblas, no hago otra cosa más que odiar mi suerte. Odio todo lo que me rodea, me odio a mí mismo, y odio a mi maldito creador que me arrebató la oportunidad de morir como un héroe.
Dejo la copa vacía una vez más sobre la mesa, depositando el pago de las bebidas. He decidido marcharme, no es mi deseo continuar con ésta clase de estupidez, que parece sacado de un cuento barato. Me levanto con prontitud, pero es entonces que las puertas de la taberna se abren de par en par, rebelando la espigada figura de Sean. Sus mejillas adornadas con un ligero rosado por el frío, su cabello echo una maraña por el viento helado, sus labios tortuosamente provocadores… Toda una visión.
Se encamina a la barra, mientras yo me quedo estático de pie, esperando que su vista se desvíe hacia donde me encuentro. Quiero hablarle sin que me escuche, que sienta mi presencia, que sepa que vine puntual a la cita nunca acordada.
Después descubrí que la segunda actividad de Sean, era meterse en líos por cualquier estupidez - al igual que yo siendo un humano rebelde – sin embargo y siendo honestos, su aire despreocupado y su lema tatuado en la frente: Aléjate de mi camino o te patearé el trasero, fue lo que llamó mi atención. Sean no se anda con rodeos ni aparenta ser algo que no es. Es simplemente él, en las buenas y en las malas. Si hay algo que sepa apreciar en ésta vida llena de hipocresía y caretas, es la gente honesta en cualquier aspecto. Puntos a favor que fue ganando paulatinamente mientras nos fuimos conociendo casi sin querer, como comento, aquella noche en el callejón donde le salvé la vida.
No sé por qué lo hice, simplemente pasaba por ahí, buscando víctimas potenciales para saciarme mi sed, que en aquel entonces, estaba desbordada. Cualquier humano o humana deambulando por cualquier sitio, era candidata si me placía. Todavía no me daba el lujo de poder escoger “la mejor sangre” ni me limitaba a nada. Sangre era sangre. Tomaba la suficiente mientras le encontraba algún sentido a mi nueva vida, en la muerte. Sonrío al recordar – mientras espero su llegada – que lo primero que obtuve de el – antes que nada – fue un puñetazo en la mandíbula, que solo hizo crujir sus propios dedos. Su instinto de supervivencia dando las últimas brazadas antes de ahogarse en el remolino de la inconciencia.
–Sean, humano idiota – digo entre dientes, bebiendo una copa de ron, que el cantinero se ha prestado a servirme, llenándola al ras. La quinta de la noche, que lastimosamente no produce el efecto acostumbrado en mi organismo. Fingir ya es casi innato en mí. Se me da muy bien, he aprendido con el tiempo que vivir entre los humanos no es tan difícil después de todo.
Saco el reloj de bolsillo, mismo que marca diez minutos antes de las once de la noche. Me pregunto si vendrá, si he de verle aunque sea un momento. A últimas fechas me ha sido imperioso verle, y maldita sea mi suerte que no sé el por qué. Está demás decir que me agrada su compañía, su sentido del humor bastante peculiar, su rebeldía, su desfachatez… ¡Argh! lo odio al muy maldito. A veces me pregunto qué hago sentado aquí, si lo único que pienso es en beber de su sangre y no volverle a ver jamás de los jamases. Que su vida me importe un bledo. Dar la media vuelta sin decir adiós y fingir que nunca le conocí. La realidad es otra. Muy diferente. La incertidumbre me mata ¿por qué no me levanto y salgo por esa puerta para no regresar? ¿Por qué? ¿Qué espero encontrar? Cientos de preguntas sin respuestas me vuelven loco, no sé cómo debo enfrentar ésta situación, no sé nada... Desde que fui arrastrado al mundo de las tinieblas, no hago otra cosa más que odiar mi suerte. Odio todo lo que me rodea, me odio a mí mismo, y odio a mi maldito creador que me arrebató la oportunidad de morir como un héroe.
Dejo la copa vacía una vez más sobre la mesa, depositando el pago de las bebidas. He decidido marcharme, no es mi deseo continuar con ésta clase de estupidez, que parece sacado de un cuento barato. Me levanto con prontitud, pero es entonces que las puertas de la taberna se abren de par en par, rebelando la espigada figura de Sean. Sus mejillas adornadas con un ligero rosado por el frío, su cabello echo una maraña por el viento helado, sus labios tortuosamente provocadores… Toda una visión.
Se encamina a la barra, mientras yo me quedo estático de pie, esperando que su vista se desvíe hacia donde me encuentro. Quiero hablarle sin que me escuche, que sienta mi presencia, que sepa que vine puntual a la cita nunca acordada.
Benneth Mozes-Kor- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 198
Fecha de inscripción : 11/09/2012
Localización : El mar
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Re: La muerte también se vive {Rikkert} {Flash Back}
Sus pies avanzaban como si conocieran el sitio a la perfección, no podía decir que era un ambiente agradable, a pesar de ser gente de dinero se podía sentir el hedor a alcohol corriendo por las venas hasta hacerlos caer, así había terminado él un par de veces, no podía negarlo, pero sabía que se veía sumamente ridículo aquello.
Estaba nervioso ¿Por qué? No lo sabía era como si su mente quisiera decirle algo pero no lo encontraba, se desesperaba al mismo tiempo que buscaba calmarse, entre más intentos hiciera peor resultaba.
Había visto a aquél vampiro en ese lugar hacía algún tiempo atrás ¿Cómo se había metido en su vida? Todavía era una incógnita, pero había sucedido, ahora estaba ahí sólo para verlo, sus ojos se habían fijado en aquél asiento en donde solía estar pero se encontraba vacío, sus esperanzas se fueron a los pies, los mismos que tambalearon por un momento, era como si el cansancio hubiera vuelto en menos de dos segundos, no podía salir corriendo de ahí aunque era lo que quería hacer, no tenía ningún sentido estar en ese sitio, tal vez se había ido.
Apretó el puño con demasiada fuerza sintiendo como se le marcaban los dedos “Joder” su mente había ido y venido tan rápido que podía sentirse mareado, todas aquellas ideas que se le habían ocurrido ocasionaron que en su rostro se hiciera una mueca de desagrado, Sean se sentía extraño, era algo que no había experimentado antes, quizá “él” hacía aquello con cualquiera.
La sangre le estaba llegando a la cabeza con rapidez mientras que terminaba de aproximarse a la barra –Lo que sea- contestó antes de que la mujer terminara de acercarse, recargó el codo y se giró de nuevo hacia la multitud, eran patéticos, aunque quizá él mismo no se había dado cuenta que se veía igual o peor, si alguien supiera el motivo de su llegada a ese sitio, se le burlarían en la cara, ahora habría que fingir, cosa que se le daba bien, por algo nunca dejaba su orgullo de lado, era lo que le quedaba al final del día.
Uno a uno los iba analizando, “Engaña a la mujer”, “Este no tiene perro que le ladre”, “Despilfarra el dinero”… Muchos pensamientos amontonados que sólo se encargaban de callar a uno solo que le causaba arcadas y enojo, también se sentía frustrado, al punto de culparse por haberse quedado a descansar, pudo haber dormido, pues no había faltado a nada, tal vez aquellos jodidos pensamientos no le estarían taladrando la cabeza como lo hacían justo ahora, pero no, el muy idiota tenía que salir, se estaba volviendo loco, debía aceptarlo, pero no era eso lo que le preocupaba, sino que se estaba haciendo vulnerable y eso no lo podía permitir, mucho menos que alguien se pudiera dar cuenta.
Sus ojos iban y venían sobre uno, sobre otra, no había nada interesante, siempre lo mismo, algunos guiños insinuantes que no le llamaban la atención, tomó una pose más relajada dejando ambos codos apoyados en la barra, dándole la espalda a la barra, su cabeza se había ladeado y sus piernas se estiraron lo suficiente hasta cruzarse por los tobillos.
Su mirada estaba ahí, pero en un segundo se había ido al infinito, ya no pensaba, tampoco es que quisiera hacerlo, estaba formando su propia zona de confort, el chico ya no estaba presente hasta que en su recorrido visual se topó con las orbes verdes, aquellas que le volvieron a dejar petrificado como si hubiera sido la primer vez que las veían. Sus pies le impulsaron hacia delante separándose de la barra pero hizo un esfuerzo sobre humano por quedarse justo donde estaba, no podía flaquear, se mantuvo serio, al menos todo el tiempo que pudo.
Se giró muy a su pesar –Mi…- no terminó de hablar cuando la muchacha ya le había puesto el vaso delante –Gracias…- se giró de nuevo con toda la parsimonia del mundo, avanzó con paso firme y lento hasta donde se encontraba su “cita” –Buenas…- mencionó mostrándole el vaso -¿Ya no tomas?- decía cosas que no estaba pensando, pero generalmente eso era lo que siempre hacía Sean -¿Te ibas?- al final una pregunta que realmente le interesaba a él mientras que la puerta de la taberna no dejaba de sonar una y otra vez al ser abierta irremediablemente.
Estaba nervioso ¿Por qué? No lo sabía era como si su mente quisiera decirle algo pero no lo encontraba, se desesperaba al mismo tiempo que buscaba calmarse, entre más intentos hiciera peor resultaba.
Había visto a aquél vampiro en ese lugar hacía algún tiempo atrás ¿Cómo se había metido en su vida? Todavía era una incógnita, pero había sucedido, ahora estaba ahí sólo para verlo, sus ojos se habían fijado en aquél asiento en donde solía estar pero se encontraba vacío, sus esperanzas se fueron a los pies, los mismos que tambalearon por un momento, era como si el cansancio hubiera vuelto en menos de dos segundos, no podía salir corriendo de ahí aunque era lo que quería hacer, no tenía ningún sentido estar en ese sitio, tal vez se había ido.
Apretó el puño con demasiada fuerza sintiendo como se le marcaban los dedos “Joder” su mente había ido y venido tan rápido que podía sentirse mareado, todas aquellas ideas que se le habían ocurrido ocasionaron que en su rostro se hiciera una mueca de desagrado, Sean se sentía extraño, era algo que no había experimentado antes, quizá “él” hacía aquello con cualquiera.
La sangre le estaba llegando a la cabeza con rapidez mientras que terminaba de aproximarse a la barra –Lo que sea- contestó antes de que la mujer terminara de acercarse, recargó el codo y se giró de nuevo hacia la multitud, eran patéticos, aunque quizá él mismo no se había dado cuenta que se veía igual o peor, si alguien supiera el motivo de su llegada a ese sitio, se le burlarían en la cara, ahora habría que fingir, cosa que se le daba bien, por algo nunca dejaba su orgullo de lado, era lo que le quedaba al final del día.
Uno a uno los iba analizando, “Engaña a la mujer”, “Este no tiene perro que le ladre”, “Despilfarra el dinero”… Muchos pensamientos amontonados que sólo se encargaban de callar a uno solo que le causaba arcadas y enojo, también se sentía frustrado, al punto de culparse por haberse quedado a descansar, pudo haber dormido, pues no había faltado a nada, tal vez aquellos jodidos pensamientos no le estarían taladrando la cabeza como lo hacían justo ahora, pero no, el muy idiota tenía que salir, se estaba volviendo loco, debía aceptarlo, pero no era eso lo que le preocupaba, sino que se estaba haciendo vulnerable y eso no lo podía permitir, mucho menos que alguien se pudiera dar cuenta.
Sus ojos iban y venían sobre uno, sobre otra, no había nada interesante, siempre lo mismo, algunos guiños insinuantes que no le llamaban la atención, tomó una pose más relajada dejando ambos codos apoyados en la barra, dándole la espalda a la barra, su cabeza se había ladeado y sus piernas se estiraron lo suficiente hasta cruzarse por los tobillos.
Su mirada estaba ahí, pero en un segundo se había ido al infinito, ya no pensaba, tampoco es que quisiera hacerlo, estaba formando su propia zona de confort, el chico ya no estaba presente hasta que en su recorrido visual se topó con las orbes verdes, aquellas que le volvieron a dejar petrificado como si hubiera sido la primer vez que las veían. Sus pies le impulsaron hacia delante separándose de la barra pero hizo un esfuerzo sobre humano por quedarse justo donde estaba, no podía flaquear, se mantuvo serio, al menos todo el tiempo que pudo.
Se giró muy a su pesar –Mi…- no terminó de hablar cuando la muchacha ya le había puesto el vaso delante –Gracias…- se giró de nuevo con toda la parsimonia del mundo, avanzó con paso firme y lento hasta donde se encontraba su “cita” –Buenas…- mencionó mostrándole el vaso -¿Ya no tomas?- decía cosas que no estaba pensando, pero generalmente eso era lo que siempre hacía Sean -¿Te ibas?- al final una pregunta que realmente le interesaba a él mientras que la puerta de la taberna no dejaba de sonar una y otra vez al ser abierta irremediablemente.
Sean Moos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: La muerte también se vive {Rikkert} {Flash Back}
Siempre pensé que buscar a Sean, había sido más capricho que otra cosa. Que nuestros encuentros clandestinos eran solamente carnales sin nada más que apoyara la ridícula teoría de la “posibilidad” de no sentir más que deseo. Pero ahora que lo miro ahí, recargado en la barra, con su aire desgarbado despreocupado me revuelve las entrañas. Después de todo no olvidó la cita que nunca planeamos. Está aquí a pocos metros de mí, pidiendo su acostumbrada copa, comportándose de manera irreverente con el cantinero. Ése es Sean, ni más ni menos. ¿Qué le habrá hecho vivir la vida para curtirlo de tal manera? No lo sé, es un tema tabú entre los dos. Yo no le cuento nada de mi vida pasada, y él me responde de la misma maldita manera. Dos almas condenadas – de diferente manera, claro está – que han tenido la fortuna o desgracia de haberse conocido por cosas extrañas de esa cosa llamada: Destino.
Hurgando un poco su mente, me percato de que al ver la mesa vacía – donde habitualmente solemos sentarnos a beber y fumar hasta hartarnos – un cierto deje de molestia aparece sumamente marcado en su rostro, que me produce cierto tipo de placer malsano. El verlo así no hace más que avivar mis ganas de llevarlo a mi cama y hacerlo mío una y otra y otra vez. No puedo saciar mi sed ante la cercanía de su cuerpo, siempre estoy sediento, buscando más, de alguna u otra forma. Por su lado, sé que le gusta estar conmigo a pesar de que nuestras fuertes personalidades chocan casi todo el tiempo, pues ninguno quiere ceder ante el otro por orgullo, por vanidad, por amor propio… qué se yo.
Y sin embargo…
–Efectivamente ya me iba. No me gusta esperar demasiado, lo sabes. Hoy te retrasaste más de lo acostumbrado y estaba a punto de retirarme.
Acomodo mis guantes – que ya me había colocado para salir – sacándolos lentamente de las manos para guardarlos en la bolsa interna de mi abrigo ruso. Di media vuelta para dirigirme a la misma mesa que segundos antes acababa de abandonar, acomodándome con toda tranquilidad en la silla. Con un ademán sutil le indiqué que se acercara a mi lado. Ya dependía de él hacerlo o no. Alzo mi mano para que el mesero se dé cuenta de que he cambiado de opinión, trayéndome la bebida de la casa, que es la que habitualmente suelo pedir en casos como éste.
Tamborileo los dedos sobre la mesa, jugando un juego mental contra mí mismo: Mi pesimismo y mi optimismo en la lucha. ¿Por qué? No quiero leer la mente de Sean, necesito darle el beneficio de la duda. Si está en la taberna es porque en el fondo desea verme, pero es tan malditamente orgulloso, que lo creo capaz de dejarme abandonado, solo para demostrar que tiene el control de las cosas. Lo creo muy capaz, lo conozco mejor que él mismo, así que ya veremos cuál es su siguiente movimiento, el cual ya espero con infinito interés.
Hurgando un poco su mente, me percato de que al ver la mesa vacía – donde habitualmente solemos sentarnos a beber y fumar hasta hartarnos – un cierto deje de molestia aparece sumamente marcado en su rostro, que me produce cierto tipo de placer malsano. El verlo así no hace más que avivar mis ganas de llevarlo a mi cama y hacerlo mío una y otra y otra vez. No puedo saciar mi sed ante la cercanía de su cuerpo, siempre estoy sediento, buscando más, de alguna u otra forma. Por su lado, sé que le gusta estar conmigo a pesar de que nuestras fuertes personalidades chocan casi todo el tiempo, pues ninguno quiere ceder ante el otro por orgullo, por vanidad, por amor propio… qué se yo.
Y sin embargo…
–Efectivamente ya me iba. No me gusta esperar demasiado, lo sabes. Hoy te retrasaste más de lo acostumbrado y estaba a punto de retirarme.
Acomodo mis guantes – que ya me había colocado para salir – sacándolos lentamente de las manos para guardarlos en la bolsa interna de mi abrigo ruso. Di media vuelta para dirigirme a la misma mesa que segundos antes acababa de abandonar, acomodándome con toda tranquilidad en la silla. Con un ademán sutil le indiqué que se acercara a mi lado. Ya dependía de él hacerlo o no. Alzo mi mano para que el mesero se dé cuenta de que he cambiado de opinión, trayéndome la bebida de la casa, que es la que habitualmente suelo pedir en casos como éste.
Tamborileo los dedos sobre la mesa, jugando un juego mental contra mí mismo: Mi pesimismo y mi optimismo en la lucha. ¿Por qué? No quiero leer la mente de Sean, necesito darle el beneficio de la duda. Si está en la taberna es porque en el fondo desea verme, pero es tan malditamente orgulloso, que lo creo capaz de dejarme abandonado, solo para demostrar que tiene el control de las cosas. Lo creo muy capaz, lo conozco mejor que él mismo, así que ya veremos cuál es su siguiente movimiento, el cual ya espero con infinito interés.
Benneth Mozes-Kor- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 198
Fecha de inscripción : 11/09/2012
Localización : El mar
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Re: La muerte también se vive {Rikkert} {Flash Back}
Su alma, si es que tenía una todavía, había descansado, verle ahí aún había valido la pena, aunque fuera unos pocos segundos, pero con eso para Sean, era más que suficiente, generalmente no se conformaba con poco, pero Rikkert había llegado a su vida a romper toda la clase de reglas que ponía para con los demás, él hacía y deshacía a su antojo, ¿el secreto para que el ego de aquél no se fuera a las nubes? Que el hombre no se diera cuenta, podía perder todo, menos el orgullo, se le había quedado clavado muy bien en la memoria desde que tenía una corta edad y bien dicen, lo que bien se aprende... Nunca se olvida, eso había pasado con el muchacho, permanecía exactamente igual, aunque entraran y salieran de su vida, hasta el momento no había encontrado a nadie que hiciera absolutamente nada dentro de ella, excepto... ¡Joder! Él nunca podía ser "uno más" siempre tenía que estar en algún lugar "especial" o cuando menos... Diferente.
-Me retrasé...- murmuró mientras seguía a Rikkert, tomó de un trago el contenido de su vaso y lo dejó en la mesa haciendo ruido para que la mesera se acercara a servir un poco más, jaló la silla y la giró, dejando el respaldo delante y así fue como se sentó observando al que ahora era su acompañante -Supongo que se me fue el tiempo, estaba lo suficientemente entretenido como para fijarme en la hora y sin más, las manecillas del reloj han corrido demasiado, eso pasa cuando tienes un buen rato... ¿No te ocurre?- preguntó levantando una ceja, dejando que en los labios se le formara una sonrisa burlona, aquella misma que era tan característica del rubio -Igual ahora es tiempo de un trago y luego a casa, a descansar que ya mucho me he movido hoy...- mencionó con ese mismo tono, ese que le ayudaba a hacer que las mentiras fueran verdades, era capaz de mirar a los ojos sin inmutarse, nunca había entendido por qué joder tanto a Vranken Moos, pero siendo sincero, debía decir que era porque él nunca había parecido que le importaba nada de Sean y eso le enervaba los nervios, ¿En qué maldito momento se habían encontrado? No sabía si había jugado a la ruleta y le había tocado perder, pero ¿En verdad perdía? Lo dudaba.
Los ojos verdes del chico observaron cada detalle del rostro ajeno mientras delineaban con lentitud cada una de las formas que hacían una perfecta armonía, ¡La estúpida naturaleza le había dado de todo! Y lo peor de todo, es que él lo sabía -¿Y tú? ¿Por qué te quedas?- cínico, sí, ese tendría que ser uno de los nombres que tendría que usar Sean, pero no podía negar la felicidad que le daba saber que Rikkert se estaba quedando por él ¿Lo admitiría?, tal vez no pero era parte del encanto de aquél -Deja la botella- mencionó al tiempo que el tabernero llenaba de nueva cuenta los vasos de ambos, si bien Sean no tenía la gran fortuna, al menos delante de él no pasaba como muerto de hambre.
-Me retrasé...- murmuró mientras seguía a Rikkert, tomó de un trago el contenido de su vaso y lo dejó en la mesa haciendo ruido para que la mesera se acercara a servir un poco más, jaló la silla y la giró, dejando el respaldo delante y así fue como se sentó observando al que ahora era su acompañante -Supongo que se me fue el tiempo, estaba lo suficientemente entretenido como para fijarme en la hora y sin más, las manecillas del reloj han corrido demasiado, eso pasa cuando tienes un buen rato... ¿No te ocurre?- preguntó levantando una ceja, dejando que en los labios se le formara una sonrisa burlona, aquella misma que era tan característica del rubio -Igual ahora es tiempo de un trago y luego a casa, a descansar que ya mucho me he movido hoy...- mencionó con ese mismo tono, ese que le ayudaba a hacer que las mentiras fueran verdades, era capaz de mirar a los ojos sin inmutarse, nunca había entendido por qué joder tanto a Vranken Moos, pero siendo sincero, debía decir que era porque él nunca había parecido que le importaba nada de Sean y eso le enervaba los nervios, ¿En qué maldito momento se habían encontrado? No sabía si había jugado a la ruleta y le había tocado perder, pero ¿En verdad perdía? Lo dudaba.
Los ojos verdes del chico observaron cada detalle del rostro ajeno mientras delineaban con lentitud cada una de las formas que hacían una perfecta armonía, ¡La estúpida naturaleza le había dado de todo! Y lo peor de todo, es que él lo sabía -¿Y tú? ¿Por qué te quedas?- cínico, sí, ese tendría que ser uno de los nombres que tendría que usar Sean, pero no podía negar la felicidad que le daba saber que Rikkert se estaba quedando por él ¿Lo admitiría?, tal vez no pero era parte del encanto de aquél -Deja la botella- mencionó al tiempo que el tabernero llenaba de nueva cuenta los vasos de ambos, si bien Sean no tenía la gran fortuna, al menos delante de él no pasaba como muerto de hambre.
Sean Moos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
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