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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Vie Ago 30, 2013 6:58 pm



¿ME CONCEDES ESTE BAILE?
HERO & NÓI RUNA ф 8.45PM ф LAGUNA


I have lost my origin and I don’t want to find it again. Whether sailing into nature’s laws and be held by ocean’s paws. Lust for comfort suffocates the soul relentless restlessness liberates me, sets me free. I feel at home whenever the unknown surrounds me.



Caía la noche sobre los tejados blancos de París, colmados de nieve reluciente que parecía querer devolver al cielo los tonos dorados y malvas del atardecer, espejo helado. El azul profundo de la noche amenazaba con engullir al resto de colores cuando salí de casa, en mi paseo rutinario en busca de alguna nueva melodía que aplacara los nervios o, al menos, algo de inspiración. Mas las musas parecían haber volado al son de aquel viento gélido que cortaba la piel y helaba el ánimo; desde hacía varios días, mi mente parecía el interior de un témpano, hermético, frío, silencioso. No había ritmo, no había acordes, no había nada. Si me sentaba frente al arpa, mis dedos parecían haberse vuelto increíblemente torpes de repente; el clavicordio resultaba distante y sus teclas sonaban disonantes en mi oído; incluso mi voz comenzaba a quebrarse con facilidad. Al principio pensé que se trataba de algo pasajero, quizás estaba enfermando, aunque no mostrara síntomas visibles de ello. ¿Culpa del cambio de temperatura? Lo dudaba, no recordaba haberme puesto mala nunca a causa de un resfriado, gripe o similares. Al poco empecé a pensar que se trataba de algo distinto. La apatía se agravaba, sentía que me marchitaba, quizás había permanecido en la misma situación, en el mismo lugar, demasiado tiempo, todo se me antojaba monótono, nómada yo. Necesitaba hacer algo drástico.

Así me enfundé un vestido sencillo, sin corset, no demasiado largo para que no entorpeciera la caminata y un poco desgastado. Era de manga larga y eso era suficiente. En mi armario, los abrigos brillaban por su ausencia, nunca los había necesitado, pues, a no ser que se tratase de una helada considerable, era incapaz de pasar apenas frío. Lo sentía como algo lejano, ajeno a mí. Podía notarlo en la piel, pero nunca calaba. De pequeña lo asociaba a que en Islandia estamos acostumbrados a temperaturas mucho más bajas que la mayoría de ciudades europeas, sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que se debía a mi particular condición mágica. No estaba tan mal después de todo, ese dinero que me ahorraba en ropa y leña. Aunque sí es cierto que, a pesar de ello, debía mantener las apariencias y no levantar ningún tipo de sospecha; sin duda, la gente puede llegar a ser especialmente cotilla y tampoco quiero que me quemen por bruja, el calor sí que lo siento.

Pese a todo, no hubiese sido estrictamente necesaria toda aquella parafernalia, dado que, a esas horas y a tan baja temperatura, por la calle no circulaban nada más que sombras escurridizas que desaparecían y reaparecían en cada esquina. Aún podía notar las hojas de otoño crujir bajo la nieve con cada pisada. Ante mis ojos, los copos temblorosos danzaban hasta desvanecerse en el suelo o con el simple contacto de la piel. Adoraba la sensación que provocaban al caer sobre mi rostro e, inconscientemente, me incitaba a sonreír de forma casi pueril. Si cerraba los ojos podía sentir que me encontraba en mi tierra natal, jugando en el eterno jardín de una casa en la que apenas viví. Podía ver a mis hermanos, más allá del umbral, lanzándose bolas de nieve, corriendo por las infinitas llanuras, tratando de alcanzar el horizonte. Un géiser, una aurora boreal. Y, bajo el cielo estrellado, mis padres sonreían conmigo. Por un instante parecieron tan reales que no pude evitar abrir los ojos, sobresaltada. Y con cada despertar, muere un río en el mar. Hacía años desde la última vez que tuve una visión similar y el recuerdo dejó tras de sí una sensación extraña, atemporal, mas no dejé que me invadiera la nostalgia, eso no hubiera hecho más que empeorar las cosas, aunque para entonces, mi semblante ya había cambiado por completo. La sonrisa se desdibujó de mis labios, dejando paso a una determinación inusual. Pisaba el suelo con rabia.

Ya quedaban atrás las últimas casas bajas de las afueras y, con ellas, las mortecinas llamas de las farolas. Lo último que pude ver a la luz artificial fue la torre del reloj. Eran poco más de las ocho de la tarde y la noche se abría ante mí como las fauces de un lobo hambriento a punto de devorarme. El terreno se volvía más angosto a cada paso, helado en algunos tramos, debía tener cuidado de no resbalar. Me interné en la arbolada que cada vez se hacía más espesa y un fuerte viento me golpeó de pronto, haciendo que me llevara los brazos a la cara y entrecerrara los ojos instintivamente, como advirtiéndome de que no siguiera ese camino. Hice caso omiso y anduve, esquivando alguna que otra rama impertinente, hasta encontrarme frente a frente con la vasta explanada de hielo: fin de trayecto. El bosque se abría en un claro inmenso a varios niveles. Las lagunas y las cascadas habían quedado sepultadas bajo una densa capa de hielo que hacía posible cruzarlas con total seguridad. Me senté en la orilla y me quité las botas, dejándolas a un lado. Quería notar mis pies deslizándose por lo que hace no mucho había sido agua en estado liquido. El contacto directo con el hielo hizo que un escalofrío cruzara de abajo arriba mi médula espinal. Había encontrado lo que buscaba.

Desabroché botón a botón el vestido y me deshice de él, colgándolo en el árbol más cercano, junto a la camisola y la ropa interior. Completamente desnuda, me interné en el lago helado, mientras que la nieve seguía cayendo sobre mi cabeza, atrapada en mi pelo, jugando con él.

Caminé hasta el centro del lago, concentrada en la peculiar sensación de ardor que producía la superficie en las plantas de los pies, como si el hielo quemara, aunque de modo sutil. Respiré hondo el aire puro del exterior. Estaba como en trance, perdida en mis sensaciones y aquella naturaleza abrupta.

Una vez lejos de la orilla, me acucliyé, cogiendo, distraída, un poco de nieve que yacía sobre la superficie helada, y lentamente fui dejando que mi cuerpo cayera con suavidad, primero de rodillas, después el torso, hasta apoyar la oreja sobre el hielo. Podía escuchar el flujo del agua bajo mi cuerpo. Estiré los brazos sobre mi cabeza, apoyando las manos y devolviendo la nieve a su legítimo hogar. Entonces pronuncié, en apenas un susurro —Ís sprengja þinn— al tiempo que trazaba un gran círculo con la yema de los dedos. Una pequeña brecha se dibujó en el hielo y sus bordes empezaron a derretirse, desprendiendo densas columnas de vapor que se elevaban hacia el cielo nocturno. Me incorporé de nuevo sobre mis rodillas, contemplando el proceso. Era el viejo truco que antaño usaba para impresionar a mis hermanos a la hora de pescar. Estiré las piernas y las introduje en las oscuras aguas, sin pensarlo dos veces. Me deslicé cuan larga era en el lago hasta que sentí el frío inundar cada poro de mi piel. Tomé una gran bocanada de aire y buceé por debajo de la placa de hielo el tiempo que mis pulmones me permitían.

Todo era oscuridad allí abajo, no había nada más que yo y el gélido aliento de lo desconocido. Me preguntaba cuánta profundidad tendría aquello, ¿cuántos metros descendería mi cuerpo si me ahogara? ¿Lo encontrarían algún día? Quizás algún pez gigante me comiera antes de llegar al fondo, capaz era de imaginar dragones y bestias gigantes surcando aquellas aguas. Una mezcla de risa y pánico luchaba por abrirse paso en mi mente. Si abría los ojos no era capaz de ver mis brazos en la penumbra y el único sonido que podía percibir era el de mis burbujas y un leve tintineo constante, como dos cubos de hielo al chocar. Era rítmico, incesable, no tardó en penetrar en mi imaginación. Cuando quise darme cuenta, el ritmo ya tenía melodía y armonía, era pausado, tenue, como un susurro. Y entonces se volvía tenso, impulsivo, impredecible. Empezaba a faltarme el aire.

Apoyé las manos en el reverso de la placa de hielo, rememorando de nuevo el mismo conjuro. Repetía este proceso cada vez que necesitaba respirar y he de reconocer que en más de una ocasión me asusté, pues, a pesar de ser un hechizo presumiblemente sencillo, tardaba en hacer efecto más tiempo del esperado. A su vez, la obra iba cobrando forma en mi cabeza, marcada por los ritmos de mi propia fisiología. No cabía en mí de gozo. Cada vez que sacaba la cabeza, aprovechaba para buscar con la mirada el punto de partida. Regresaba. Abrí el último hueco y tomando impulso torpemente en el suelo resbaladizo, salí del agua. Tenía la piel colorada, tensa, pero la euforia de haber alcanzado el propósito de aquella escapada nocturna impedía que pensara en nada más. Me rodeé a mí misma con los brazos y silbé leventemente. Mi piel empezó a humear del mismo modo que lo había hecho el hielo bajo mis manos y, en cuestión de segundos, estaba prácticamente seca. Me acerqué al árbol y tomé la ropa interior mientras tarareaba aún la melodía, grabándola en la memoria. La coloqué sobre mi cuerpo, y después la camisola. Miraba distraída hacia el lago, mi mente aún permanecía bajo el hielo.

Estaba tan ensimismada en mis cavilaciones que no vi a los tres bandidos que se me echaban encima, no escuché sus pisadas en la dura nieve ni sentí su presencia cerca hasta que uno de ellos me hubo aprisionado las muñecas y tapado la boca con la otra mano. No abrí los ojos de asombro a causa del repentino ataque sino de incertidumbre. Debía haber previsto su movimiento, mis premoniciones nunca habían fallado, menos aún ante el peligro. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Traté de liberarme de aquel hombre robusto revolviéndome entre sus grasientos brazos, pero sólo conseguí hacerme más daño debido a la presión. La figura de otro de ellos se perfilaba a la luz de la luna, alzándose ante mis ojos.

Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Una damisela extraviada? ¿Nunca te han dicho que los bosques de noche son peligrosos, pequeña? —Otro hombre, entre las sombras, reía socarronamente. Éste le miró, haciendo que prestara atención y con la cabeza señaló el lugar donde tenía colgada mi ropa. Obedeció y procedió a buscar entre mis cosas algo que fuera de su agrado. Aprovechando la distracción, mordí la mano que tapaba mi boca e intenté liberarme nuevamente, sin éxito. Entonces me concentré en un hechizo de dominación que le obligara a soltarme. Giré las manos en su dirección como me fue posible, esperando que surtiera efecto, pero todo lo que conseguí fue recibir un puñetazo en la mejilla por parte del individuo que tenía enfrente. El sabor de la sangre invadió mis sentidos, no podía asegurar que no me hubiese partido algún diente. Cuando quise darme cuenta, volvía a tener la boca tapada, con tanta brutalidad, que tuve que echar la cabeza hacia atrás; apenas podía respirar.

Aquí no hay nada —anunció el otro desde el árbol.

El hombre que tenía enfrente resopló, notablemente molesto. Me dirigió una mirada sesgada, cargada de alguna clase de odio irracional.

Bueno, ya que hemos llegado hasta aquí algo tendremos que llevarnos, aunque sea un poco de diversión. Tú —se dirigió al bigardo que me estaba destrozando las muñecas y el cuello.— Déjala en el suelo.

Él obedeció tirándome a la nieve de un empujón. Tan pronto toqué el suelo, cogí impulso para erguirme y poder hacerles frente, pero el que daba las órdenes, aquel hombre que olía a alcohol, tabaco y podredumbre, me propinó una patada en la boca del estómago que me dejo sin aire e hizo retorcerme del dolor.

Cógela de las muñecas.

Otra vez no…

Y el hombre volvió a atraparme, tumbada boca arriba, con los brazos en alto, incapaz de moverme. Giré la cabeza y escupí la sangre que no podía tragar sin ahogarme, dejando una mancha roja en la nieve. Podía notar el fétido aliento de aquel hombre sobre mi rostro al inclinarse sobre mí. En su rostro desfigurado se intuía una mueca divertida de lo más grotesca.

Es patético que tengáis que venir tres para poder con una simple muchacha —mascullé, sin pensar, y al instante me arrepentí de haber pronunciado esas palabras. Su enorme mano me agarró de la barbilla y me hizo girar la cabeza hacia él en un movimiento brusco.

¡¿Qué has dicho?! —inquirió aquel desgraciado, con aire amenazador. No abrí la boca. Aparte la mirada a cualquier otro punto, procurando evadir la pregunta. A su lado, el hombre encorvado que había estado rebuscando entre mis cosas, sacaba a relucir el filo de su navaja. Las cosas pintaban mal y por alguna estúpida razón mi magia no hacía más que fallar. A pesar de todo, decidí intentarlo una vez más. Cerré los ojos con fuerza y me concentré en las runas antiguas, en el lenguaje de mis antepasados que tanto había estudiado a lo largo de mi vida.

Ests Hvar? Ests Hvar? Ég get ekki fundið þig, ég er ekki. Ég lít meira utan sól og stjörnum.

Soltó mi rostro con desdén y un bufido, golpeándome la cabeza. Mantuve la concentración como pude mientras el engendro que tenía delante revolvía sus ropajes, abriendo sus pantalones. Todo era demasiado evidente. La adrenalina fluía por mis venas como si de ácido se tratase.

Si es que encima me lo pones fácil con tan poca ropa.

Inconscientemente me revolvía en el sitio como malamente podía, tratando de defenderme, a la vez que seguía recitando lo más rápido que me era posible.

Vetur anda, stormur guð…

Sus manos ásperas y brutas subían por mis muslos.

…Fro hljóðhimnu á nóttunni…

La pestilencia de su cuerpo acercándose al mío se hacía cada vez más presente.

…Hreinsar óhreinan vatn ís neðan vængja þinna.

A modo de respuesta, una infinidad de pisadas rápidas, como martillazos, parecían abrirse paso en la maleza, acercándose hacia donde nos encontrábamos a gran velocidad. Sólo esperaba que no fuera otro de ellos.

De pronto, el olor se desvaneció, el brillo de la navaja desapareció y la presión en mis muñecas aminoró. Sólo tenía que apartarse un poco más, si colocaba las manos sobre mi corazón, el hechizo estaría completo.

Entonces, abrí los ojos.






Nói Runa Hauksdóttir
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Mensaje por Invitado Mar Sep 03, 2013 4:12 pm

“Vivir en el extremo más hermoso remarcado por las líneas de sufrimiento que yacen a la perspectiva de que tan solo falles una vez, para llevarle al límite desastroso del dolor y el sufrimiento ¿Qué es lo que esperas entonces? Si quieres ganar, lucha, si te equivocas, patea las líneas, sufre, llora, hasta volver a crear el límite del cero al infinito”


Me encontraba exactamente en mi baño antes de que el sol desaparezca, oculto entre grandes paredes que me protegían arduamente de aquel cosmos que no paraba de amenazarme con quemar hasta la última escama de mi piel. Porque estaba prohibido para mí y para todos los inmortales, ver la luz del día. Aquello era el mayor símbolo de pureza que había contra nosotros, los chupa sangre o llamados mitológicamente, los vampiros, caminantes de la noche y al luna. Ese nombre sonaba mucho mejor a mis oídos, me hacía pensar que éramos personas “interesantes”. Pero en realidad no era así para nada, claro que como seres sobrenaturales éramos algo  curioso en lo general. Pero me parecían mucho más interesantes aquellos humanos que siendo mortales tenían poderes que no eran comunes. Las artes de la magia y la premonición, el sentir y el prevenir. Brujos y gitanos eran los que rodeaban la tierra, temiendo ser quemados en la hoguera al igual que nosotros, pero ellos tenían algo que nosotros no. Ellos podían caminar por el sol y pasarse por humanos de forma completamente normal. No tenían la piel muerta, fría y dura, no tenían las uñas de porcelana y los colmillos de un depredador. Aquellos pensamientos, fluidos como mi mismo acomodamiento en las burbujas de sales, me hicieron tocar mi dentadura, la investigué en tanto terminaba de dar los últimos chapuzones. Dirigiéndome presuntuosamente al otro lado de la bañera, metiéndome del todo allí, para al final salir en tanto me ponía la bata y empezaba a secar mis partes ¿Qué es lo que haría esa noche? Aún no lo tenía decidido, la soledad estaba con fuerzas presente y la curiosidad por investigar el mundo jamás se había ido. Los bosques estaban gritando esa noche, golpeaban los unos con los otros, como aceptando que la llegada del invierno estaba fuertemente presente. La nieve escatimaba en las ramas que llegaba a ver desde allí y el sol se había esfumado como un calvario haciendo sufrir. Mis ánimos se elevaban al saber que las ventanas podían ser abiertas y allí empezaba mi “día”.


Me cambié prudentemente abrigado, no sabía si en ese caso sentiría el frío. Usualmente no lo hacía, pero cuando era mucho lo que pegaba contra mi piel, el escozor llegaba a quemarme un poco. Aparte, pensándolo mejor, debía estar lo suficientemente abrigado como todos los demás humanos. Mi palidez esta vez podría ser confundida con el frío y eso me dejaba más que contento. Me puse mi traje color gris, blanco, con botas marrones, mi gran tapado Montgomery solapado por detrás y un gorrito que cubría amistosamente mis orejas. Me miré al espejo en tanto me sacudía un poco y miré al ama de llaves siempre presente en mi partida con una sonrisa de lado a lado, acercándome para besarle la mejilla y así me interné en las noches parisinas del bosque. Allí donde yacía mi casa, la cual perdí de vista a los no muchos minutos, saltando con calma por las ramas, alzando los brazos, mirando alrededor. Mientras lo hacía, escuchaba extraños crujidos de hielo y me preguntaba que niños estarían jugando con el hielo del lago a estas horas. Seguro se caerían y terminarían muertos. Fruncí el entrecejo y olisqueé el aire. Era extrañamente familiar, pero no recordaba en lo absoluto de quien podría ser, después de todo, yo no conocía a ningún niño o niña. Fui sigiloso por los árboles, mirando a los lados, algo entretenido. Hasta que allí llegué, parecía que se habían metido dentro del agua, pero no terminaba de ver demasiado, estaba lejos y en la parte más arriba de los pinos. Me senté en la ramificación y me quedé expectante. Salía una cantidad de burbujas que no creía que un humano llegara a tener, hubo momentos en los que me asusté y casi me tiraba a agua de cabeza, pero en esos momentos la persona parecía volver a respirar. Fue al cabo de casi media hora cuando una bella muchacha salió del hueco, ojos rasgados, pero no orientales como los míos. Pequeña y extraña… “Nói?” pregunté para mis adentros y me sonrojé al ver su desnudes. Alzándome, empezando a retirarme por los árboles disimuladamente, parecía un pequeño pervertido.


—Ahh yah! No fue mi intención!! —Me dije a mi mismo, sin dar importancia a lo que perdía detrás. Saltando con fiereza al suelo en tanto ponía las manos en los bolsillos, desconcentrado por el perturbante cielo que había sobre mi cabeza ¿Por qué en invierno estaba todo siempre nublado y triste? Pensar en Nói me había hecho recordar las cosas con La Alianza, la cual estaba algo varada, nuestro líder se había prácticamente esfumado. Ella era una bruja, no era así? Mis pensamientos estaban revoloteando en cosas del pasado y el futuro y no me di cuenta de mi presente hasta que un olor a sangre del anterior aroma de la bruja me entraba por las fosas nasales y me apuñalaba la tranquilidad. Mis ojos se abrieron como platos, asustado de que era lo que le podría haber sucedido. Miré al cielo con abundante temor y vi una hermosa luna creciente apuntándome amenazadoramente en señal de “¡No soy la luna llena!” eso por alguna razón me tranquilizó mínimamente y mis pies se apuntaron con gran agilidad hacía el lugar donde antes había estado, corriendo las ramas, utilizando mis sentidos para encontrarla rápidamente. Uno, dos, tres. Ron, tabaco y vino barato; así estaba apodando a aquellas personas que estaban alrededor de la bruja de ojos rasgados y sin inmutarme un segundo saqué a relucir mis colmillos con antipatía. Los rostros algo alarmados y medianamente burlones de los demás me hicieron poner los bellos de la nuca de punta. —¿¡Qué es esto?! Un extranjero viniendo a pro-¡Ahh-!— 


Sus palabras quedaron acalladas por el resonar de su cuello en mi paladar, mientras estrangulaba su yugular y me alimentaba antipáticamente del hombre, terminando de romper su grasiento y enorme cuello. — Esto sabe a puerco… — Murmuré sin una gota de sangre en mis labios, algo que había aprendido desde tiempos lejanos era que siempre tenía que tener cuidado de cómo me alimentaba, para no dar nunca evidencias. Quedaban dos y yo no sabía si matarlos o no. Lamentablemente era la única salida que me quedaba, yo me alimentaba de personas durmiendo o seduciéndolas. Pero jamás a la fuerza y era una persona bastante conocida en París.— Lo siento… — Murmuré más para mí que para los demás y me acerque al que estaba más cercano a la muchacha, mientras el último me apuntaba con su cuchillo y me cortaba el rostro varias veces, desaforado del horror que estaba viendo. No se lo impedí, realmente no lo había visto a tiempo y tampoco me importaba mucho. Seguí con él, que tenía un asqueroso aroma a tabaco, el del ron ya había muerto y teñía la nieve de rojo y whisky empezaba a caminar con miedo hacía atrás. — Monstruo!!! Bruja!! — Me aturdía, pero tomé por el cuello a mi víctima y le miré como quien seduce a un amante, a lo que me concedió una mirada de completa simpatía. Yo me regocijaba en mi poder de seducción y relucía mis colmillos, sintiendo como los pasos del último hombre se hacían presentes hacía la oscuridad del bosque cada vez más rápidamente, fruncí el entrecejo por ello, pero termine con mi labor, incrustando los colmillos en el cuello de “tabaco”, mientras el otro sentía un placer que solo los que eran seducidos podían. Apretándole la nuca, retorciéndola un poco, exprimiéndole hasta que vibró, hizo el temblor que yo tanto conocía y le separé, dejándole en el piso sobre el otro. No tenía tiempo para whisky y de todos modos, nadie le creería. — Nói! Nói! Me escucháis?! Oh! Aquí estas… como os sentís? — 


Murmure sujetándola por la cintura, alzándola aún si fuese contra su voluntad en mis brazos, en tanto la llevaba a sus ropas y la cubría con mi tapado. De algún modo, sabía que ella no sentía frío. Valga la redundancia! Estaba seca! Y recién la había visto salir del agua! — Os duele? Tranquila, quedaos quieta. Que hacíais en el agua fría antes? Me habéis sorprendido por completo, tiempo sin veros señorita. — Inquiría con una suave sonrisa, mientras apretaba algunas partes de su cuerpo, buscando alguna herida exterior, luego apretaba a los otros lados, buscando ruptura interna y al ver el dolor que ocasionaban algunas partes, tomé de mi bolsillo algunos frascos que contenían pociones curativas. — Está hecho por brujas y mi sangre, os curará en menos de lo que podáis creer… Bebedlo, podéis? Necesito ir a tirar a esos bandidos al lago, se me ha escapado uno y quizá vuelva con más personas, bebedlo por favor, tendremos que ser rápidos luego. — Susurré pausadamente mientras ponía el frasco en su mano derecha y empezaba a dar zancadas hacía los dos cadáveres que empezaban a perder color. Pesaban demasiado y tuve que arrastrarlos con ambas manos hacía el hueco que había quedado en el lago helado. Resbalando más de seis veces, fruncía el entrecejo y al final cuando ya estaba al lado empecé a empujar hasta verlos resbalar por allí. — Creéis que los encuentren? Como os sentís? — No me había percatado de las habladurías que la muchacha había tenido antes de aparecer, no sabía que es lo que le había pasado, pero algo me decía que ella había hecho alguna cosa, estaba realmente curioso por saber de todo y por ello, no despegaba los ojos de los ajenos.


“Brujas nunca decaen, la fuerza de la magia provoca más de mil milagros. Incluso la inmortalidad es más cercana a ellos de lo que es a nosotros.”
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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Sáb Sep 14, 2013 6:24 am


Abrí los ojos para contemplar, cual espectadora pasiva, el baile que la sombra inmortal se marcaba ante mis ojos, asesinando a aquellos borrachos a sangre fría con una rapidez pasmódica. El olor que desprendía me resultaba extrañamente familiar, pero era incapaz de averiguar por qué. Aproveché el momento de confusión para tratar de incorporarme, como mis músculos magullados malamente me permitían, mas un pinchazo en el costado me hizo desistir del intento. Limpié torpemente con la muñeca el hilo de sangre que salía de mi boca, sin poder apartar la vista del vampiro que, tras deshacerse de dos de mis atacantes, se dirigía hacia mí con su elegancia característica. Conocía bien a los vampiros y sabía que, una vez salían de caza, difícilmente distinguían entre presas. Sin embargo, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, no tenía miedo, sabía que no iba a hacerme daño.

¡Nói! ¡Nói! —me llamaba por mi nombre, mas me costaba entenderle. Permanecía con la mirada perdida, los ojos abiertos como platos, en trance, o en shock, o todo al mismo tiempo. Todo parecía ralentizarse por momentos, no era capaz de comprender lo que ocurría a mi alrededor. Dejé que me envolviera en sus brazos y me alzara por los aires hasta llevarme al lugar donde había dejado prendida la ropa para cubrirme con ella y reconfortarme.

Poco a poco, volvía en mí, aún aturdida. No sabía si aquella sensación de embotamiento se debía a la patada en el estómago o al golpe en la cabeza, mi cuerpo se sentía como algo casi ajeno. Miré a mi vengador a los ojos, parpadeé y los entrecerré un poco al reconocer aquel rostro. Me acordaba de sus rasgos, especialmente esos ojos rasgados tras una máscara. Un baile. ¿Una fiesta? La reunión. La Alianza. ¡La Alianza! Recordé el momento exacto en el que aquel desconocido con el que había estado bailando se desprendió de su máscara. Era oriental y su olor, que tan familiar me resultaba, correspondía a la misma persona que ahora me cubría con sus brazos.

¿He… Hero? —Y esbocé una débil sonrisa, mezcla de alivio y alegría por volverle a ver. Dejó en mi mano un frasco y, tras explicarme la función de la poción, la abrí y me la bebí con avidez, deseando con todas mis fuerzas que aquellos dolores tan desagradables cesaran. Al menos la sonrisa recuperaba su fuerza.— Sabía que volveríamos a encontrarnos, una pena que haya tenido que ser en estas circunstancias.

Él me devolvió la sonrisa y, tal y como anunció, se acercó a los cadáveres que había dejado a su paso para deshacerse de ellos. Yo permanecí un instante allí, de pie, palpando las partes de mi cuerpo más entumecidas, pudiendo comprobar así que no tenía ninguna herida grave y que, incluso, el dolor desaparecía en el lapso de tiempo que dura un suspiro. Podía sentir cómo mi cuerpo regeneraba los tejidos del mismo modo que tantas veces había visto hacer a los vampiros. La magia fluía por mis venas.

Dejad que os ayude. —Tan pronto me recuperé, agarré por los pies el cuerpo inerte del bandido que Hero intentaba tirar al lago. Entre los dos, aminoraba la carga. Noté en él cierta preocupación por mi estado, pero yo me sentía como nueva.— Tengo que agradeceros lo que habéis hecho por mí esta noche. Si no hubierais llegado, yo… No sé qué habría pasado. Os debo una.

Arrojamos el cuerpo por uno de los agujeros que había hecho para respirar en mi baño en las aguas heladas. Empezaba a cerrarse debido al frío del ambiente.

Éstos de aquí no salen —murmuré. — Sé que tenéis muchas preguntas, pero será mejor que nos apresuremos a buscar al fugitivo, no me gustaría que nada de lo que ha pasado esta noche saliera de aquí. Además, hay algo que quiero comprobar…

Mis poderes, ¿qué pasaba con ellos? Era como si de repente fueran y viniesen, no era capaz de controlarlos como lo había hecho siempre y no lograba averiguar cuál era la razón. Aquello me preocupaba por encima de cualquier otra cosa y debía comprobar una vez más si era capaz de manejarlos o si era peor de lo que cabía esperar. Giré el rostro clavando la vista en el oscuro bosque durante un momento y me volví para dedicarle a Hero una mirada cargada de determinación.

¿Vamos?

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¿Me concedes este baile? [ Hero ] Empty Re: ¿Me concedes este baile? [ Hero ]

Mensaje por Invitado Dom Sep 22, 2013 9:36 pm

“Entiende que aún en los momentos más difíciles puedo distinguir entre una cosa y otra. Matar es mi última valoración, lo que más odio es escuchar el detener de los latidos de un corazón. Pero es inevitable no dejarme llevar cuando la sangre demoníaca penetra en mi piel.”

Sus ojos levemente rasgados se abrían y me mostraban que podía con ella, que aún con aquella violación a su privacidad no se desmayaría totalmente, era fuerte, era una mujer que merecía el respeto de muchos hombres y mujeres de la sociedad, por no decir de todos. Mi sonrisa florecía entre una penumbra, más que alarmada, no por ella, no por el maleante que había escapado, si no por mí mismo. Estaba demasiado excitado, la sangre que había hecho caer me había hervido la piel, sentía la comezón en mi estómago, el hambre me hacía sucumbir ante unos crecidos colmillos e incisos afilados. Tragué algo de saliva y me fui a deshacer de los cuerpos lo antes posible, no quería que nada provocara que mi naturaleza salvaje salga a la intemperie, aunque en realidad, era en ese momento, la hora de cenar. — Así es Mademoiselle Hauksdóttir, vuestro olor es único. Aunque os había visto desde antes, cuando os estabas metiendo al lago… Pero no os quise interrumpir. Parecíais muy centrada en vuestras cosas, además de que estabais desnuda y no quería parecer un espión, hahaha. — Balbuceé algo avergonzado, sonriendo de lado en tanto empezaba a acomodarme mirando hacia el lado donde se había escapado aquel otro ser. Sería posible poder alimentarme de él? Al fin y al cabo había que asesinarlo y aunque no resultaba normal para mí matar a mis alimentos, podía hacer una excepción de vez en cuando. Yo creía, firmemente, que él se merecía la muerte. El hecho de abusar de un cuerpo, lo hacía merecedor de no seguir viviendo, aunque yo sabía de alguien que aun habiendo abusado, nunca podría matarlo, pero esa era una persona especial. Demasiado para mí. Un cuervo negro que podía hacer lo que quería, que era realmente la excepción a toda regla en mi cabeza.

—La circunstancias siempre… Son oportunas. Por un momento pensé que no llegaría a tiempo, de verdad es Em… Como deciros, es un poco raro. No pensé que alguien como vos necesitara de mi ayuda, sois una bruja muy profesional por lo que sé. Os ha ocurrido algo? — Era un poco tartamudeante mi pregunta, quizá hasta sonara muy mal. Pero me consumía la curiosidad, según me habían dicho, Nói era una bruja muy buena. Sus poderes eran perfectos tanto para lucha cuerpo a cuerpo como a distancia. Pero no se había podido defender de unos ingratos humanos como ellos.  Quería seguir indagando pero ella parecía muy decidida a acabar con el otro fugitivo que quedaba. Y yo, yo siempre seguía órdenes, por lo que acaparé la decisión sin un segundo de espera, tomando por la cintura a la muchacha, para así inclinarme y salir despegando del suelo. Tenía la capacidad de planear y volar si me lo proponía, muy bueno para distracciones y huidas. Yo era casi siempre, el rastreador y planeador de huidas cuando se trataba de misiones. No era bueno luchando, era no era mi especialidad. Pero podía rastrear a las personas, curarlas y salir huyendo con los lastimados de gravedad cuando era necesario. No era un trabajo de lo más heroico, pero más de uno me debía la vida por ello y para mí, era más que suficiente aquellos sentimientos de agradecimiento. — Mmm, unsegundo… Es por aquí, se ha lastimado, creo que... Ah! Tiene sangre! Ummgh… — Cerré mi ojo derecho al sentir el suculento aroma y casi choco contra un árbol, pero le esquivé a tiempo, parándome sobre una gran rama, sujetando por la cintura a la bruja, mirándola fijamente a los ojos, para luego sonreírle apenas, dejando ver la blancura de mis colmillos flaquear.

— Espero sepáis disculparme, aún no he bebido nada, tengo un poco de hambre. Si me lo permitís, podríais detener al maleante vos y me dejaríais beberle? Creo que si no bebo algo me volveré loco. Ya sabéis que no soy muy antiguo, no puedo sobrevivir sin la maldita sangre. — Dije molesto, y volví a saltar buscando al hombrecillo, a la distancia se podía divisar, iba corriendo, mirando hacia atrás con terror, se podía sentir a gran distancia el miedo que tenía. Eso hacía que mis pulsaciones de hambre crecieran más y más. Entre los dos, parecía que estábamos sufriendo por nuestra sobrenaturalidad. Ella, parecía preocupada por sus poderes o por “algo más” que no podía encontrar y yo, yo estaba sufriendo el hambre de mi vida al haber matado a dos personas y no haber probado siquiera una gota de ellos. Tragaba saliva y volvía a correr, hasta sobrepasarlo. Estaba varios metros por delante de él y fui cayendo en picada, terminando por detenerme a unos tres metros de él. Apoyaba con cuidado, en el suelo a la brujita que estaba cargando y miraba al otro, cruzándome de brazos, esperando las indicaciones de la otra. 

“Ni aunque Dios y los rezos estén de vuestro lado lograréis zafaros de esta. Hombre que viola a una mujer, es hombre muerto a mis ojos. Aunque no haya llegado a hacerlo, el pecado esta en vuestros ojos.” 
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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Jue Oct 24, 2013 12:37 pm


Corríamos por la explanada, dejando el lago helado a nuestra espalda. La luna se perdía en el cielo a medida que nos internábamos en el bosque profundo y la oscuridad, poco a poco, se hacía casi absoluta, las ramas no dejaban pasar la luz. Me limitaba a seguir torpemente los pasos del vampiro que, guiado por el fuerte aroma de la sangre, sabía con precisión cómo llegar hasta nuestro fugitivo. Podía ver en su semblante lo que le costaba controlar la excitación que le producía el simple olor de aquel líquido rojo y, para tratar de calmarse, supuse, me relató cómo había logrado encontrarme. Mientras tanto, yo hacía grandes esfuerzos para no perder el aliento y apenas me era posible articular palabra. A pesar de ello, sonreí realmente divertida entre bocanada y bocanada cuando confesó, con cierto sonrojo, que me había visto meterme desnuda en el lago, tampoco era un hecho que me hiciera sentir incómoda. La pregunta que sobrevino después, respecto a mis poderes, me pilló de improvisto, no supe qué responder y simplemente aparté la mirada. Era previsible que cualquier persona que me conociera un poco se daría cuenta de que algo fallaba y a pesar de ello no era capaz de reconocerlo, quizás por miedo a dar un diagnóstico antes de tiempo, a que e el problema se hiciera real o quizás por puro orgullo.

Seguíamos corriendo y a cada paso notaba que la distancia entre nosotros se hacía más grande, me quedaba rezagada. Di un pequeño salto hacia adelante para agarrarle del brazo y así ayudarme de su impulso para poder correr más rápido, esperé que no le importara. Sin embargo, y por suerte para mis pulmones, aminoró un poco la marcha, lo cual me preocupó levemente al principio, pero pronto pensé con alivio que le daríamos caza de igual forma, no podría llegar muy lejos si estaba herido. Varios segundos después pudimos verle a unos pocos metros de nuestra situación. Me solté del brazo de Hero y con todas mis fuerzas hice que mis manos golpearan el suelo con un siseo. La intención era evaporar la nieve y conventirla en niebla para confundirle y así poder jugar con ventaja, pero sólo conseguí que se derritiera y encharcar todo el suelo. La frustración por no conseguir que mis poderes funcionaran correctamente, por no haber sido capaz de defenderme, por haberme convertido en un ser vulnerable de la noche a la mañana, por que, al parecer, había olvidado lo único que sabía hacer, lo que me ayudaba a subsistir, se traducían en una rabia inmensa que pocas veces había experimentado. Nunca perdía los nervios, nunca, pero aquella noche, toda la adrenalina producida por los sentimientos contradictorios que se anudaban en mi corazón, se desbordó, como un torrente, y me ahogaba. Grité con furia sin poder evitarlo, en lo que se convirtió casi en un rugido desgarrador procedente de lo más profundo del alma (si es que tenía de eso), y golpeé de nuevo el suelo esta vez con los puños. El agua derramada sobre la tierra se convirtió en hielo punzante en apenas una fracción de segundo, algunos de los témpanos sobrepasaban los 50 centímetros de alto. Stingandi ísinn. Semanas antes había leído acerca de ese hechizo, pero, pese haberlo practicado día y noche, no conseguí ni una mínima señal de que pudiera surtir efecto hasta ese mismo instante. El suelo se había convertido en un campo de agujas que habían rasgado las prendas de aquel malnacido y le había hecho tambalearse hasta caer. Me encontré frente a frente con sus ojos desorbitados, viva imagen del pánico y de la certeza de que la muerte se abalanza sobre uno.

No, por favor, no me mates, bruja, no sabía que eras bruja, no me mates, nomematesporfavor... —balbuceaba en un discurso estúpido e irracional. Unas últimas palabras desperdiciadas. Normalmente odiaba esas situaciones, me asqueaba el hecho de saber que había sobrenaturales que mataban humanos simplemente porque podían, para demostrar su superioridad, y me juré a mi misma un millón de veces que jamás me convertiría en uno de ellos. Sin embargo, semejante desgraciado no merecía vivir. Sabía con certeza que nadie nunca le echaría de menos y que más bien debería estar agradecido de acabar con su vulgar existencia de una forma rápida. Era consciente de que todo lo que tenía que hacer era acercarme a él y con apenas un chasquido, la sangre de su corazón y sus venas se helaría del mismo modo que lo había hecho el suelo segundos antes, matándolo al instante. Sabía que esta vez sí habría funcionado, aquella rabia incontrolable parecía haber devuelto algo de sentido a mis poderes momentaneamente, pero en lugar de eso, esperé. Hero estaba sediento y no creía que le apeteciese un granizado a aquellas horas. Aunque la sangre de aquel tipejo no fuera precisamente un manjar, su sed era más importante que mi venganza banal. De cualquier modo, recibiría el dolor que merecía y ambos podríamos ir a casa como si nada hubiese pasado, al menos a los ojos del resto.

Las pisadas agitadas de mi compañero volvían a oírse en la penumbra.


— Al final todos tienen lo que merecen.
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Mensaje por Invitado Mar Oct 29, 2013 7:57 pm

“Asperezas que se sanan con el dulce vibrar del pasar del tiempo. Nos encontramos con caminos sin salidas, un laberinto de ida y vuelta. Hasta que encontramos la salida, sin morir al final. Encontramos la libertad.”

Mis ojos palpitaban en rojo sangre, sentía la vibración en mis colmillos como si quisieran salir disparados, cada vez sentía como corría más rápido. Sabía que debía detenerme, que Nói no podría seguir mi paso si estaba sumido en la sed de sangre. Pero no podía controlarlo y cuando sentí que salía casi volando, unos brazos me hizo caer a tierra, fue un conector directo hacía mis sentidos, abrí los orbes, estos cambiaron de tamaño, se aflojaron y tome una bocanada de aire, haciendo que mi paso sea más suave, lento, pero firme. Me sentía apenado por haber cometido tal cosa, había perdido algo de cordura y eso me avergonzaba más de lo que ella podría imaginar. Es que las personas me conocían por ser alguien calmado, extrovertido, pero siempre manteniendo mí forma salvaje de lado. Si lo pensaba bien, nadie me había visto atacar a una persona. Ella era probablemente, la primera. — Lo siento, lo siento, no me di cuenta… — Pasé mi brazo por su cintura y dejé que se siga sujetando del otro, intentando elevarla un poco por los aires, dando la impresión de que íbamos más lento, pero fue al cabo de unos segundos de aquella acción habíamos llegado a aquel tipo, el hombre que hoy visitaría la muerte. Fue una parada firme, mis pies se hundieron en la tierra y nieve y la bruja cayó al piso. Por un momento pensé que se había mareado, estaba con ambas manos allí y fuertemente pegadas al piso y ya podía imaginármela vomitando todo.


Para mi sorpresa, noté como la energía se impregnaba en su ser, era cálida y fría al mismo tiempo, se notaba que estaba haciendo magia y cuando menos lo esperé, mis piernas flaquearon. El piso se había convertido en lodo y tuve que sujetarme a un árbol para no terminar tirado allí. Pero ella no parecía contenta con eso. Había algo extraño, era evidente y el miedo convertido en frío se coló en mi cuello. Su mirada, su aura, su rostro. Todo aquel ser estaba siendo impregnado de una energía inmensamente oscura. Parecía ser capaz de destruirlo todo en ese instante y pensé que ciertamente sería mejor dejarle todo el trabajo a ella. Mordí mi labio superior y con una elegancia felina salté al árbol, me quedé presenciando el tipo de luz que emanaba, el grito de su garganta que parecía un destello y la obra que estaban haciendo sus manos. Ni siquiera tuve tiempo de oír las suplicas del mortal. La bruja perdía los estribos, estaba tan enojaba como nunca la había visto. En general no tenía mucha idea de cómo las emociones podían interferir en la magia, pero al parecer era mucho, como si el ojo de su frente se hubiese abierto y estuviese rodando de emoción. Por un momento pensé en no ir a beber de la bestia, las intenciones de la muchacha estaban claras, parecía tener pensado matarlo y desnutrir su odio irracional con aquel hombre. Pero no sucedió, pasé mi dedo pulgar por mis labios y miré al cielo, la luna estaba hermosa y la escena; era tan poética como la misma vida y muerte. — Que linda noche… — Fue como un canto de ángel y me acerqué, saltando del árbol, mientras me acercaba, como si de repente, me hubiese enamorado de aquel ser malnacido.


— No os preocupéis, no será la dama, se dice dama, no bruja! Y me encargaré que durmáis rico~ — Susurré, sin vergüenza ni temor. La sed en mis colmillos había provocado que mi piel este tan clara como la misma nieve. Era un cúmulo de energías que pocas veces se podía apreciar tanto. Y por ello lo hice lentamente. Tomando su cuello con cuidado, tocando la vena que deseaba, arqueando ese cuello para zambullirme en su piel como un pequeño niño hambriento. Beber sangre era como hacer el amor, era una sensación de éxtasis total. Mi corazón latía por una fracción de segundos, estábamos intercambiando vidas. El color de mi piel se volvía más rosado y el del otro más blanco. Lo succionaba todo, no era lo que hacía comúnmente. Ese día estaba teniendo un manjar. El hambre y la posibilidad de beber a la persona hasta la muerte. Le acariciaba la nuca, lo dejaba relajado, mientras mi espalda se curveaba para abrazar más a mi presa. Agazapándome de su ser, sintiéndome más relajado a cada segundo, hasta que todo se silenció. No hubo más latidos y solo quedo una persona con la sangre bombeando en aquel lugar. Fueron segundos antes de que se detuviera su corazón, que saqué mis pequeños y afilados colmillos del hombre. Miré a Nói con una vergüenza algo melancólica y dejé caer el cuerpo inerte de aquel ser repugnante. Suspirando, dejando que mis sentidos volvieran a estabilizarse, para sonreír plácidamente, no tenía mancha alguna en mis labios, lo único que podía denotar lo que acababa de hacer era aroma en mi boca o el color de mis labios, un rojo oscuro.


— O quizá lo que buscan… Me diréis que os sucede ahora Nói, esa rabia, me dio miedo… — Acepté en tanto tomaba el cadáver entre mis brazos, lo arrastraba hacia el lugar donde veníamos, teníamos que volver allí, esconder el cadáver y podríamos bailar en la tranquilidad arriba del hielo. Como dos almas, una pura y otra impura, repletas de asperezas, que quizá, quien sabe, podríamos sanarnos entre los dos.


“A pesar de que el viento siempre sopla, en algunos lugares no se siente, algunas veces no llega. La coraza que nos envuelve es tan fuerte, que puede empezar a impedir la entrada de aquello que nos hace existir.”
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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Sáb Nov 23, 2013 6:37 am

Como el depredador acecha a su presa, como la piel muere en sus fauces y el corazón, derramando su última gota de sangre, deja de latir para siempre, el vampiro reapareció entre la penumbra y tomó a aquel borracho degenerado de cara desfigurada a causa del miedo entre sus brazos, el abrazo de la muerte. Con una sensualidad y elegancia inhumanas, el ritual daba comienzo y un cuerpo languidecía mientras que el otro se llenaba de vida, ya ni siquiera oponía resistencia. El aura de Hero se expandía y contraía al ritmo que sus colmillos extraían la sangre, dibujando figuras en la nada que sólo unos ojos no-humanos serían capaces de ver. No podía apartar la mirada, y, en el fondo, tampoco quería hacerlo. Con el semblante totalmente inexpresivo, el pelo ondeando al viento ante mi rostro, contemplaba aquella danza mortal. Nunca antes había visto a un vampiro en plena acción y me pareció un espectáculo fascinante, pasional, casi hermoso, aunque no pude evitar que un escalofrío cruzara mi espina dorsal de arriba abajo. Quería ver morir a ese ser que no merecía ni ser llamado hombre, sabía que se lo había buscado, que si no acababa así haría más daño, y a pesar de ello me impresionó ver caer el cuerpo inerte sobre la nieve, completamente seco. Los ojos de Hero se cruzaron con los míos. En un principio hubiera esperado una mirada desafiante, salvaje, sin embargo era más una disculpa. En ese momento fui consciente de que tenía mucho control sobre sí mismo; desde luego, no era un neófito, sabía lo que hacía —por suerte para mí.

Me dedicó una sonrisa tranquilizadora y, como no podía ser de otro modo, las preguntas afloraron de nuevo. No podía estar evadiendo constantemente toda aquella incertidumbre, él tenía derecho a saber lo que estaba ocurriendo, las razones por las que tuvo que intervenir por mí, aunque ni yo misma era capaz de comprenderlas del todo. Con la mirada, aún inexpresiva, clavada en él, entreabrí la boca, dispuesta a decir algo, pero me mordí el labio, no sabía por dónde empezar. El viento cobró aún más fuera. Me recogí el pelo tras la oreja.

Bueno... Creo que después de todo lo que ha pasado os merecéis una explicación, sí. —Respiré hondo.— Veréis, desde hace unas semanas algo va mal conmigo y no logro descubrir qué es. No consigo concentrarme en nada, no puedo dormir, me cuesta pensar, como si estuviera muy cansada, o enferma, no sé. Soy incapaz incluso de tocar mis instrumentos. Sabéis que soy músico, al igual que vos, y mi vida se basa en eso, es por ello que no puedo permitírmelo, no puedo permitirme perder el trabajo, es todo cuanto tengo. Pero ya no hay música en mi cabeza, no me encuentro a mí misma, si la música es lo único que ha estado siempre a mi lado, pasara lo que pasase. Sin embargo, lo peor vino después. Según la inspiración me abandonaba, fui perdiendo mis poderes a la par. O al menos eso pensaba hasta hace un instante. Visteis lo que ocurrió, fue como si todo lo que no he podido hacer en estos días se hubiese condensado en ese momento. Nunca me había pasado algo así, no puedo controlarlo, no sé qué va a pasar, ni cuándo va a salir de repente. Ahora estoy aún más preocupada. Había asumido que, yo qué sé, quizás los había perdido para siempre por alguna causa que desconozco (pues me habré recorrido todas las bibliotecas alternativas que conozco, devorado libros hasta el amanecer y en ninguno encontré nada al respecto), sólo tenía que resignarme a ser una humana más, quizás hasta podía dejar de preocuparme por la Inquisición y todo. Pero, ¿qué va a pasar ahora? Podría estar paseando por la calle tranquilamente y, de repente, convertir algo en hielo, o hacer que se ponga a nevar en pleno verano. Eso me delataría al instante y significaría mi muerte. Ni siquiera tendría oportunidad de defenderme porque quizás, en ese momento, a mis poderes no les apetece funcionar, igual que ocurrió con estos cabronazos. —Mi acento islandés salió a relucir, como cada vez que me exaltaba. Pensaba más rápido que de costumbre y el discurso se convertía en un murmullo confuso, a veces ininteligible. Eso hacía que de vez en cuando soltara palabras no demasiado apropiadas. Me detuve un momento, tratando de calmarme. Suspiré, y volví a sostenerle la mirada, le dejé ahondar en mi alma a través de mis ojos y no tuve reparo en mostrar mi más absoluta preocupación respecto al tema.— No he hablado nada de esto con nadie, ¿a quién podría confiárselo? La mitad de los brujos que conocía en esta ciudad están muertos, y el resto desaparecidos, no quiero imaginar qué ha sido de ellos. Hasta ahora, nunca me había dado cuenta de cuán sola me encuentro en este lugar, y no es que me lamente, pero no sé cómo continuar. Las cosas han cambiado y no puedo seguir como hasta ahora, por mi cuenta. Ni siquiera sé por qué os estoy contando todo esto, bastante habéis hecho ya por mí y siempre os estaré profundamente agradecida por haberme ayudado esta noche. Si en algún momento puedo devolveros el favor, no dudéis en que lo haré.

No buscaba su compasión, ni tampoco que se preocupara por mí. Sólo necesitaba desahogarme, ponerle palabras a todo aquello que sentía, que me desbordaba, era como una cascada cayendo sobre mi cabeza. Aún no sabía cómo, pero lograría salir de aquella, como había hecho siempre.

En silencio, me acerqué al cadáver. Eché un vistazo rápido a Hero. No sabía qué había en él que me provocaba una confianza inusual, no me arrepentía de haberle contado todo aquello, de hecho, me hizo sentir mejor, me reconfortaba saber qué estaba allí. Le dediqué una mirada llena de gratitud, una gratitud que estaba más allá de las palabras. Cogí el cuerpo inerte por los pies y comencé a arrastrarlo por la nieve, en la oscuridad del bosque.— Será mejor que nos libremos de esto cuanto antes. Ya ha pasado todo... —dije en un suspiro, casi para mí misma, a modo de consuelo.
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Mensaje por Invitado Lun Nov 25, 2013 10:24 pm

“Mueres en el más hermoso de los congelamientos. ¿Sientes ese sufrir melancólico que renace cuando una la muerte pasa por tu lado? Es la expresión más aclamada del mismísimo vivir.”

Su mirada me cautivaba, era la sorpresa lo que abordaban sus ojos, una pasión por haber visto mi danza materna, que me daba escalofríos hasta a mí mismo. No comprendía la situación en la cual nos habíamos metido, pero una simple sonrisa fue lo que pude ofrecerle. La verdad, es que jamás había sido visto haciendo aquello, ella era la primera en verme succionar de un humano. Pero también era la primera vez que mataba conscientemente, ya que ya lo había hecho en el pasado, pero cuando recién había nacido como un ser inmortal. No había tenido cuidado y había devorado más de cinco personas en tan solo una hora o menos. Aquel recuerdo, aún me carcomía la mente en mis noches de soledad. Por suerte para mí, sus palabras me hicieron abordar a otra cuestión y mientras caminábamos, me quedé escuchándola, escondiendo los rastros de nuestras pisadas sin dejar marca alguna de lo que había sucedido esa noche bajo la luz de la luna. Me sorprendieron sus palabras y una risita chillona casi sale de mis labios al escuchar ese acento nativo que soltaba. Una mezcla extraña, pero que gracias a que era un vampiro y tenía los sentidos aumentados, pude entender prácticamente todo su monólogo. Mordí mi labio y me crucé de brazos pensativo ante aquel drama. ¿Cómo una bruja perdía los poderes así como así? Usualmente, según yo, debía ser por alguna situación emocional, ya que la inspiración también viene de aquello.

— ¿Habéis pasado por algo malo este último tiempo? Veréis, la inspiración, al igual que la magia o las habilidades súper-humanas, vienen de los sentimientos, cuando uno está triste puede pasar que toques música muy melancólica o que no puedas tocar nada… Quizá en la magia sucede lo mismo. Si te hacen enojar, sale todo de golpe. ¿Habéis intentado meditar? Yo jamás aprendí a hacerlo completamente, pero es porque soy muy inquieto. — Le respondí con tranquilidad al tiempo que le sonreía y llegábamos al lado de la laguna aquella, me acerqué para tomar el cuerpo y la miré, quise acariciarla, pero antes me quería deshacer el malnacido y tiré el cadáver bien lejos, escuchando el “blaff” que hacía el agua al chocar con aquel. Mi rostro no sentía nada por ese ser al cual había terminado de amar hacía unos instantes. Y me quedé mirando esos ojos mágicos y estirados que compartía con la muchacha. Tomé de mi saco dos pañuelos blancos y le entregué uno a Nói, en tanto limpiaba mis manos con el otro, aún después de todo, no podía evitar ser un muchachito de clase alta. Escondí el trapo nuevamente en mi bolsillo y acerqué mi mano a los cabellos ajenos, para acomodarlos con cuidado.

— No necesito que me devolváis nada, ya mucho habéis hecho cuando te adentraste a la Alianza, la cual, como sabréis, se está disolviendo actualmente. No sé si habrá una nueva organización, aún no estoy enterado de nada, pero si la hay, me encantaría que estéis ahí. Me gustaría ayudaros en lo de la magia, pero eso me parece muy difícil, aunque yo creo que si os ayudo en la música, lo otro se arreglará solo. ¿Qué más hermoso e inspirador que una sonata bien arreglada? Me siento honrado de que me hayáis contado esto. Es obvio que no lo contaré a nadie, sería tonto de mi parte. Pero quiero seguir ayudando, quiero que vuestros poderes puedan ser controlados. Ya que, recordad, que somos casi una familia. ¿Sí? — Golpeé con suavidad su nariz, apenas con el dedo índice y me reí, removiéndome a un lado y al otro. Estaba completamente feliz, es más, no podía estar tan emocionado como ahora. Luego de la desaparición de Neru, había quedado devastado y Nói me recordaba a ella, me calma la mente, aunque sabía que no era lo mismo. Suspiré y me recargué en uno de los árboles, mirando el cadáver que de reojo y mirando con precisión aún se podía ver. — Intentad congelar aquella parte, el cadáver sigue flotando. Estaba pensando, las fechas, los astros y todo eso. ¿No dicen nada? ¿Habéis probado ya con una gitana? Conozco a una, muy buena, es decir, ella vive conmigo, así que si gustas ir a mi casa algún día o noche. En la noche estaré, si no, podéis juntarte con ella sola, sois bienvenida. Os aseguro, que es muy buena. — Inquirí con una sonrisita juguetona, Maia podía leer increíblemente las manos y también los ojos. Tenía una habilidad que jamás había entendido y muchas veces me daba miedo y me molestaba también.

— Creo que es muy peligroso que no podáis controlar vuestros poderes, así que insisto, por cierto, que instrumento…? ¿Qué es lo que tocáis? ¿El piano quizá? La verdad nunca os vi tocando nada, me encantaría presenciaros. — Le hablaba en tanto me acercaba a una rama y subía, extendiéndole la mano para subirla a ella también a mi lado. Quizá una tranquila charla mientras la nieve caía nos daría ánimos a los dos.


“Aunque me gustaría bailar, mientras nuestras sombras dan en contraste con la nieve que espera ser pisada por nosotros.”
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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Lun Dic 02, 2013 10:49 am

Arrastramos el cuerpo hasta la orilla del lago en el que momentos antes había estado nadando. Estaba prácticamente helado en su totalidad y apenas quedaban un par de resquicios por los que fluía el agua, probablemente los que yo misma había abierto para poder respirar. Lo miré durante un instante. Aún vivía el recuerdo en mi mente de la oscuridad de sus aguas, la sensación de vértigo al no saber qué habría bajo mis pies, cuán lejos estaría el suelo de allí y qué pasaría si de repente perdiera la consciencia y mi cuerpo se hundiera en el vacío, cuánto tiempo tardaría en ahogarme. Eran los más inconscientes y absurdos miedos humanos, aunque esa noche, más que temor, esos pensamientos me producían algún tipo de excitación extraña, lejos de la monotonía. Era parte de la magia, la magia que corría descontrolada por mis venas o permanecía latente, congelada, inerte. Todo era muy confuso y lo único que consiguió aclararme mínimamente las ideas fue nadar en el hielo, aunque luego las cosas se hubieran complicado sobremanera. Resultaba cuanto menos irónico que aquellos desgraciados que me habían atacado sin venir a cuento quedaran ahora sepultados bajo la misma capa de hielo en la que tantos sentimientos se habían reencontrado. Pero no era momento de ponernos sentimentales. Hero agarró el cuerpo, y con su fuerza sobrenatural, lo lanzó lejos, todo lo lejos que pudo, como quien tira un guijarro y lo hace bailar sobre las aguas. Fue a parar al centro del lago, a una de las partes menos heladas, y ahí se quedó flotando. Resoplé sobre un mechón de pelo que caía sobre mi rostro y me acerqué a la orilla. No podíamos dejar el cuerpo así y estaba demasiado lejos como para dedicarnos a tirarle piedras hasta hundirlo. Tenía que hacer algo, aunque me asustaba lo que pudiera pasar. Lancé una mirada de preocupación a Hero y algo en su rostro me hizo recuperar un poco de seguridad en mí misma. Suspiré y posé las manos desnudas sobre la placa de hielo. Dibujé dos runas: Isa y Laguz, una junto a otra, y en apenas un susurró, pronuncié — Dögun af ís lak.

Esperé en esa posición a que algo ocurriera y, sin embargo, todo permaneció tal y como estaba. Era evidente que pasaría eso, ilusa yo por creer que algo sería diferente esta vez. Dejé caer la cabeza, abatida. Sentía vergüenza, como si me encontrara desnuda, de una forma casi humillante. Intentaba no culparme a mí misma de lo que me pasaba, pero era tan desesperante que ya no sabía cómo tomármelo. De pronto, algo vibró bajo mis pies. Un fuerte estruendo resonó frente a mí, como si el hielo se resquebrajara. Alcé la mirada y lo que encontré fue un espectáculo surrealista. Una placa se montaba sobre otra, creando infinitas astillas a una velocidad vertiginosa. Me levanté de un salto y me aparté de allí, ahogando un grito de asombro. El cuerpo del bandido, a lo lejos, fue atravesado por las agujas de hielo que se formaron bajo su piel y, del peso de éstas, se hundió para siempre en el lago. Un segundo después, el hueco estaba cubierto por una densa capa de hielo que crugía al chocar una con otra. — ¡Ríða! —exclamé, sin pensar. Miré a Hero con la boca abierta, definitivamente aquello no tenía lógica alguna.— Vale, esto ya es demasiado. Lo único que tenía que pasar es que se completara la capa de hielo, se le llenaran los pulmones de agua y se hundiera, pero qué ha sido esto. —Agité la cabeza de un lado para otro, intentando calmarme. Llevé una mano a mi pecho, donde estaba mi corazón, intentando que así volviera a un ritmo normal. Cerré los ojos.— Acepto. Acepto tu ayuda. Sea lo que sea que podais hacer por mí, será mucho mejor que dejar que esto siga pasando de este modo, es una locura.

Hero me tendió una mano para ayudarme a subir a la rama de un árbol, junto a él. La agarré y tomando impulso me senté frente a él sin mayor dificultad. Cuando era pequeña me pasaba el día subiéndome a todas partes y, para mi sorpresa, no había perdido demasiada habilidad a pesar de los años. Apoyé la espalda en el grueso tronco, intentando relajarme un poco. Lo necesitaba, estaba siendo una noche de locos.

Veamos... Que yo recuerde, no, no ha ocurrido nada fuera de lo normal, que se salga de lo cotidiano, nada que me haya afectado especialmente... De hecho, eso tendría sentido, ¿no? Muchas veces nos estresamos y, sin querer, nos bloqueamos en el momento menos oportuno, así funciona al menos con la música, ¿verdad? Pero aparentemente, ésta ha sido una época bastante tranquila, sin grandes estrenos en el teatro ni acontecimientos relevantes. Me levanto, voy al teatro, vuelvo y eso es todo, como siempre. —Me quedé pensativa durante un instante.— Lo que decís de la meditación... Creo que podría ser bastante interesante, de hecho me encantaría probarlo y si funciona, puede ser una herramienta realmente útil. El problema es que no sé con quién hablar para que me enseñe. Vos sois oriental, deberíais saber más de esas cosas que yo —reí— yo soy una asiática de pega. Ya veis, hay gente que por mis ojos de verdad piensa que vengo del Este, y les digo que soy del Norte y no me creen. He de reconocer que hay algo en vuestra cultura que me llama la atención, desde aquí parece tan desconocido, tan exótico... Por cierto, ¿de dónde sois exactamente? Si no es mucha indiscreción, nunca os lo he preguntado.

Aproveché que mi cuerpo volvía a la normalidad, a un estado de despreocupación, para desentumecer algunos músculos que debido a la tensión de las circunstancias me habían empezado a molestar. Estiré los brazos y me crugió la espalda, moví la cabeza y mi cuello también emitió un sonido casi preocupante. Reí ante semejante escándalo y volví a reposar la espalda sobre el tronco, mientras mis piernas pendían de la rama, bailoteando en el vacío.

Me encantaría conocer a la chica de la que habláis. Aún no he tenido la oportunidad de tratar con muchos gitanos, pero hay gente que me ha contado cosas asombrosas sobre ellos, tanto buenas como malas, todo hay que decirlo. Es algo que me gustaría probar por mí misma. Os agradezco muchísimo la invitación. De hecho, creo que, aparte de reunirme con ella, podría ser muy divertido que tocásemos juntos un poco, seguro que sale algo interesante y lo pasamos bien. Eso siempre ayuda a levantar los ánimos. Yo toco el arpa y el clavicordio, ¿vos?

La nieve seguía cayendo. El cielo se abría dejando que la Luna, desde su posición altiva, casi autoritaria, se uniera a nuestra velada. Al fin y al cabo, ella, como todos, también tenía heridas que cerrar y cráteres ocultos que jamás seríamos capaces de ver.
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Mensaje por Invitado Miér Dic 18, 2013 10:50 pm

“Imagina tu propio jardín de hierbas aromáticas, con si tomillo trepador y su fragante romero. Un jardín cuidado con esmero, con el ligero espacio ondulado y cubierto de césped.”


Llegando al lago lo observé como quien recién termina de conocer un lugar, recordando la seseante silueta femenina, pequeña, frágil y simplemente tersa y marfilada. Cuando se estaba metiendo en el lago, parecía que todo era sencillamente hermoso. Pero las cosas nunca resultan demasiado buenas cuando la paz nos envuelve por completo. Siempre llega alguien para destruirla como al caparazón de una tortuga. Detestables aquellos que rompen una armonía y peor si los mismos lo hacen por algo, que no merece la pena. Muerte es lo que debían pagar aquellos hombres. Con filo de espada, fueron asesinados, cruelmente, vilmente como nunca antes había hecho. Sentí un martillar en mi muerto corazón. Pero aún con ello, dejé que mi brazo lance aquel cuerpo, aquel cadáver que una vez había sido humano. Esperando que sea hundido por la mano de la víctima. Me quedé esperando, observándola con algo de curiosidad. Hacía cosas que nunca había visto en la nieve, símbolos que la podrían llevar a ser quemada en la hoguera. Me fascinó verle los movimientos, pero me desilusioné por unos momentos cuando nada sucedió, al igual que el rostro ajeno, que parecía no tener consuelo. — No os preocupéis, le tiraremos cosas arri- ¡Ah! — Me sobresalté de tal modo, que mis pies dejaron el suelo para elevarse en un pequeño flote en el aire, pero bajé precipitadamente, para agarrar un poco a la muchacha de la espalda. ¿Qué era lo que había sucedido? El ruido que apenas se podía oír para seres normales, me perforó las orejas, eran huesos siendo triturados, sentí nauseas, pero no dije absolutamente nada. Entre el grito ajeno y el mío era suficiente para saber que esa no era la idea que tenía la bruja en mente.


—N-no pasa nada, se hundió al final… ¿no? Quizá fue vuestro odio o no sé… Mejor vayámonos de aquí. — Susurré en tanto apoyaba la mano en su espalda, observando sus movimientos, me sentí algo fuera de lugar al verla tan intranquila. Es que en realidad estaba bien, ella podría provocar cualquier cosa si no empezaba a controlar sus poderes. El problema no era que no saliera nada, el problema era que saliera demasiado. Por unos segundos tuve miedo, si ella podía controlar los elementos, podría quemarme y hacerme cenizas en segundos, pero luego intenté razonar unos segundos. Darle paso al logos escondido en mi cabeza, ella no sería capaz de intentar algo con fuego cerca de mí. — No estoy seguro en que podría ayudaros, pero sería bueno que veas a alguien con tus mismas habilidades… Por ahora podríamos probar con distraernos un rato, si? ¡Anda cuenta! — Esperé su historia, mientras me sentaba a su lado, limpiando la nieve del tronco para que no nos mojemos, ya suficiente con habernos empapado anteriormente. Siempre había encontrado placer y sosiego escuchando historias ajenas, principalmente cuando tenían que ver con cosas mágicas o fuera de lo normal. Esas siempre eran mis preferidas, quizá porque me sentía algo identificado.


Fue curioso saber que ella era del norte, como bien había dicho antes, yo creía que era de oriente, al igual que yo, pero me tomó por sorpresa que me diga aquello. Me tenté a reír por unos segundos, ya que yo mismo conocía muy pocas cosas orientales, solo las que me había enseñado mi creador. Pero siempre había sido rebelde, mantener la calma no era un dote especialmente mío. De igual forma le sonreí y asentí unos momentos. — No tenía idea que fueses del norte, ¿de que parte? ¡Ah! Sobre la música, algunas veces, las cosas traumáticas, tristes o feas son las que más me inspiran. Claro que inspiran una parte en específica de la música y es la melancolía. Pero en cada persona es diferente y mucho, al igual que depende que tipo de dolor y en qué circunstancias… Mmm. — Los pensamientos fluían en mi mente como los de un niño que acababa de tener un nuevo deseo. Miré a la luna y me deleité. ¿Por qué todos teníamos formas diferentes de expresar las emociones? Aun siendo de una raza específica, ninguno era parecido a otro. ¿Quién era aquel dios inteligencia ordenadora que nos había hecho de esa forma? Salí de mis pensamientos en el momento exacto que ella volvía a hablar, observando su rostro con encanto. — Corea. Soy de esa parte, de la parte sur, cerca de mar. No sé mucho de cosas orientales, viví encerrado en mi hogar durante mucho tiempo, conozco solo lo que aprendí de libros y de mi creador, de la persona que me hizo lo que soy. — Reiteré observándola y acerqué uno de mis dedos a su pequeñísima nariz. Evidentemente parecía una asiática, me sorprendía que no lo fuese.


— ¡Haréis una nueva forma de música con esos huesos, mujer! Todo ese escándalo, espero que no os hayáis roto alguna parte. Ahh… Sí, la verdad es que yo odio a los gitanos, o más bien, odiaba. Ella es la única que ha hecho a la diferencia. Pero no creo ser capaz de querer a otra persona de esa “raza”. Ella es buena, muy entretenida, seguro que os gustará. — Le palmeé la cabeza y moví las piernas de un lado a otro, pensativo en lo referente a todo lo que estábamos hablando. ¿Ayudarla a meditar? Eso quizá fuese algo que más bien yo necesitaba. Aunque quizá ambos dos podíamos ayudarnos, quien sabe. Me giré y la observé con perspicacia. Observando como el conjuro rejuvenecedor de una charla se hacía presente y aquel rostro pequeño y tierno volvía a la normalidad. — Solo el piano y canto. Quiero aprender a tocar el violín, con la ayuda de un amigo… ¡Pero es muy difícil! Yo creo que con ambos instrumentos va bien el piano. Hay muchos colores musicales para crear aún. Alguna noche puedes venir, ¡pero debes avisarme! Tengo un amigo al que no le gustan mucho las visitas. Mmm, ¿por qué no subimos un poco más? — Susurré, en referencia al árbol, apuntando a la punta mientras me levantaba de allí y esperaba su respuesta, observando las ramas, que simplemente nos pedían que visitemos más arriba. — Alguna vez haz meditado? Yo lo hice algunas veces, cuando no sale es frustrante, cuando no puedes alcanzar el “pensar en nada” te irritas y es peor, es contraproducente. Por eso hay que hacerlo bien… Venga, dame la mano. — Pedí mientras tomaba aquellos delgados dedos y esperaba a poder ir subiendo de a poco.


“Miremos bien lejos, donde nace el corazón y el arte. Un homenaje a nuestro interior, que nos ayuda a sobrevivir el día a día sin caer en la miseria.”
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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Lun Ene 06, 2014 10:10 am

La vitalidad de Hero era contagiosa, la energía que infundía en cada uno de sus actos, en todas sus palabras, incluso de forma no intencionada, provocaba que la extraña sensación de haber sido atacada hacía apenas unos minutos, haber perseguido a los bandidos hasta acorralarles, haber visto a un vampiro devorar su esencia y haber lanzado sus cuerpos al lago, se diluyera poco a poco, convirtiéndose en un recuerdo cada vez más tenue, casi ajeno, como un espejismo, como si aquello hubiese ocurrido hacía mucho tiempo. Me pregunté por un instante si se debía a la conmoción ocasionada por la avalancha de sucesos que nos enterró en tan corto periodo de tiempo o si había algo en su presencia que me infundía una tranquilidad fuera de lo normal. ¿Se debía a su influencia inmortal o simplemente era un don nato? Quizás se debiera simplemente a que mi mente pedía una tregua, un descanso. Fuera como fuese, dejé que mi cuerpo se relajara durante un instante en la plácida charla. No éramos más que dos amigos que se reencontraban tras el frío invierno. Me aparté un mechón de la cara y sonreí.

Nací en Islandia, aunque he estado tanto tiempo de un lado para otro que no sabría decir de dónde soy realmente. Supongo que podría decir de aquí, pertenezco más a Francia que a cualquier otra parte, aunque sea sólo porque es el lugar en el que más tiempo he pasado al fin y al cabo —respondí, riendo. A veces llegaba a preguntarme si no tendría algún antepasado coreano perdido en mi árbol genealógico. Después de todo, los ojos de Hero y los míos tenían exactamente la misma forma, pequeños y rasgados, observadores y pensativos. La expresión de su rostro al hablar de su creador despertó en mí algún tipo de curiosidad; sin embargo, la intuición me decía que probablemente no era buena idea ahondar en ese terreno, por lo que lo dejé estar, de momento, si tenía que conocer aquella historia, ya se daría otra oportunidad, pensé.

La propuesta de subir a lo más alto del árbol me hizo salir de mis divagaciones. Miré la cumbre y los copos de nieve colmaron mi semblante. Apenas estaríamos a dos metros sobre el suelo y la última rama se antojaba lejana. Era un buen reto. Le devolví una mirada desafiante al vampiro y sonriendo con una picardía teatral, dije — ¿Es una carrera, señor Jaejoong? — Y tan pronto como pronuncié su apellido, me puse en pie de un salto. Sabía que no tenía oportunidad alguna de ganar frente a la agilidad natural de un vampiro, pero precisamente en eso residía la gracia. Me tambaleé un poco y me agarré a lo primero que pillé, que justo resultó ser la mano de Hero, qué casualidad. Había perdido antes de empezar, así que solté una risotada y me dejé ayudar hasta alcanzar la rama más alta. Me tenía bien sujeta, pero, a pesar de ello, no pude evitar apretar los ojos cuando, en un salto inhumano, nos elevamos por los aires, subiendo de rama en rama con una destreza felina. Antes de que me diera tiempo a reaccionar, estábamos en la punta del árbol, de pie, agarrada al tronco con una mano y a Hero con la otra. Mantenía el equilibrio como podía. No pude evitar echar un vistazo abajo, a la larga caída que había bajo nuestros pies. Si me caigo, me mato, eso seguro. Así pues, antes de que fuera demasiado tarde, me senté con sumo cuidado con la rama entre mis piernas, sujetándome con ambas manos y dejando que mis pies danzaran temerariamente en el vacío. Me sentía como una pequeña ardilla en su particular terreno de juegos, con un aire nervioso, fruto del entusiasmo.

Y es que frente a mí se abría un paisaje impresionante con el que nunca antes habría soñado. Las nubes bajas parecían un colchón sobre el que resposaban las picudas copas de los árboles. Era una niebla tan densa que casi podíamos moldearla con nuestras manos, pero por encima de ella, por encima de los copos de nieve que caían incesantes sobre París, se alzaba la luna, plateada, perfecta. La noche era de un azul violáceo y las estrellas brillaban en el firmamento, formando una densa columna, como un río que surcaba el cielo desde un horizonte hasta el contrario. Quedé fascinada ante semejante visión y lo único que pude balbucear fue — Guao, es precioso...

La paz de sentirme rodeada únicamente por la naturaleza me embriagaba y calmaba mi ser. Cerré los ojos y extendí los brazos. Algo en mi interior recuperaba su forma, podía sentirlo, aquella sensación de que algo se recomponía, de que recuperaba el control, era precisamente lo que había salido buscando aquella noche. La brisa acariciaba nuestros cuerpos. No podía evitar sonreír. — ¿Sabes? En el teatro, antes de empezar la función, algunos compañeros y yo hacemos algunos ejercicios de relajación. No sé si es lo mismo que meditar, pero podríamos intentarlo, si quieres, a ver qué pasa, ¿qué me dices? Creo que éste es el escenario perfecto para probar. Es muy sencillo en realidad, sólo tienes que coger aire por la nariz, hinchando la tripa, sostenerlo durante un segundo y soltarlo lentamente por la boca. Sólo piensa en eso, en tu propia repiración.

¿Respiraban los vampiros? Me preguntaba al tiempo que seguía mis propias instrucciones. ¿Podían experimentar el mismo alivio que los mortales al sentir el oxígeno llenar sus pulmones, darle vida, si en el fondo estaban muertos? El aire cálido salía de entre mis labios en forma de vaho, dibujando formas de vapor en el aire, fomas que el propio viento se llevaría para siempre. Intenté cerrar los ojos de nuevo para concentrarme, pero no podía evitar abrirlos y alzar la vista al imponente y vasto cielo que compartíamos.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 14, 2014 11:40 am

“La eternidad es lo único que me hará poder recorrer cada uno de los lugares en el mundo, ondearlo hasta lo más profundo, sin dejar nada sin descubrir.” 


Jamás había ido a aquella parte del mundo, la verdad es que no sabía nada más allá de mi territorio, como era un noble, un aristócrata, se suponía que sabía muchas cosas. Nuestra clase social era considerada sabia, pero las personas no notaban que muchos siquiera sabían leer. Pero no era mi caso y estaba ansioso por llegar a mi casa y poder buscar un libre de Islandia, siquiera tenía idea que clima tendrían allá. Por ser del norte quizá era un clima húmedo, pero no estaba ni un poco seguro de mis pensamientos y preguntarlos quizá me dejaría como un tonto. — Ya veo… Francia es un bonito lugar para escapar del mundo. Antes era mejor, hace unos años los reyes habían sido derrocados y teníamos una especie de democracia. Ahora los nobles han vuelto al poder y volvimos a la monarquía, pero las cosas parecen no haber cambiado mucho… — Expliqué con algo de interés, sin duda alguna la historia de nuestra Francia era increíble, esa especie de democracia había hecho que muchos extranjeros lleguen al país, sintiéndose de alguna manera más libres que en otros lugares. Era el mejor lugar para empezar una batalla, casi un terreno neutral. Estiré un poco mis brazos y la miré con una sonrisa tranquilizadora, esos pensamientos no deberían haber albergado mi mente, estaba con ella para disfrutar de la noche, no para planear futuras batallas.


La risa seca escapó de mis labios y negué al tiempo que ella se levantaba. Pensé que mi corazón daba un vuelco cuando casi tropezaba y la apreté quizá, con demasiada fuerza, observé con mis largos y enormes ojos los ajenos y luego fruncí los labios, enojado por la torpeza que podría ser pagada con la vida. — ¿Una carrera? A menos que sepas volar mejor que yo, no. — Alcé un dedo y fueron unos segundos más tardes cuando pude observar el horizonte en todo su esplendor. Siempre iba a algún árbol gigante a tranquilizarme. A llorar o a pensar, era la melancolía hecha en naturaleza. Aún la disfrutaba como el primer día. Los colores eran como una pintura en óleo, perfectamente marcados y difuminados, algunas partes hasta parecían irreales. — Cuidado… Seguro aquí no nos encuentra nadie~ — Moví mis piernas a un lado y al otro, mientras me sentaba en una rama gruesa contraria a la ajena, pero aun manteniendo su mano apretada, hasta que no estuviese lo suficientemente agarrada me negaba a soltarla. Quizá, si sus poderes estuviesen en todo su esplendor no me preocuparía, las brujas siempre tenían algo escondido en la manga. Pero en este caso, todo era una bomba de tiempo que podría estallar o implotar en ella misma. Cuando estuvimos ambos dos acomodados, deslicé mis dedos hasta mis rodillas y me quedé mirando a la nada, sintiendo la briza que con tranquilidad me hacía sentir como una pequeña pluma siendo arrastrada por la corriente de aire.


Una sonrisa surcó a los lados de mi rostro y moví la cabeza, escuchando sus palabras, pensando en qué tanto podría yo hacer eso. Observaba el vaho de su respiración y sin embargo de mí no salía nada. El oxígeno que entraba era despedido de la misma forma, ninguna temperatura salía de mi cuerpo, solo cuando unía mi cuerpo con el cuervo podía sentir un pequeño fuego que resaltaba en mi vientre. Mordí mi labio, la observé un poco de tiempo más y con un suspiro dejé mis palabras fluir. — Puedo meditar… Relajarme, pero mi respiración no es más que un simple espejismo. — Con una tranquilidad absoluta cerré mis ojos y respiré, inflé mis pulmones muertos y detenidos en el tiempo. Inhalé y exhalé igual que ella, pero sin ningún dióxido de carbono en forma de vaho que lo hiciese presente. Luego alargué mis brazos y con calma miré al cielo. No había nada más hermoso que estar allí. Cuando me sentí en un colchón de flores, lo suficientemente denso como para dormirme, miré su rostro y le sonreí. — Es muy relajante… Me agrada, la noche es tan corta cuando solo vives en ella… Pronto tendremos que despedirnos bella bruja, las estrellas están brillantes. ¿Me mantendrás al tanto de tus habilidades? Te enviaré una paloma, para que te encuentres con una amiga, si no estás cómoda puedo ir. La noche está tranquila, eso me incomoda… —


Fanfarrullaba mientras movía mi cabeza a los lados, jugando en mi rama, tomaba un pequeño pimpollo de entre los brotes y lo hacía girar en mi mano, me intranquilizaba la relajación del bosque, eso significaba que algo grande se estaba preparando. — ¿Te da miedo? Lo que pueden hacernos… Si nos atrapan? — Bufé y miré hacia abajo, dejando caer el pimpollo con tristeza, mientras miraba hacia arriba y exigía un poco más de tranquilidad en mi mente.

Pronto se hizo la hora de marchar. La despedida fue rápida, pero hermosa. Ella iría para luego volver a vernos, porque yo sabía que estábamos ligados por un hilo rojo. Al igual que todos los seres sobrenaturales, aunque los hilos estuviesen cortos, machucados, algo quemado, jamás podrían romperse. Porque cuando uno tiene los mismos ideales, al final termina encontrándose con sus iguales. Estaba ansioso por volver a ver a aquella bruja y paseé en lo que me quedaba de tiempo, cerciorándome, por mis adentros, que la volvería a ver, sana y salva. Al igual que a todos los miembros de la Alianza, que aunque estuviesen en peligro sobrevivirían.



“La grandeza es lo último en lo que se piensa cuando se está entre la vida y la muerte. La muerte, el único dios, al que se le dice “hoy no”” 

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