Verónique Marchant

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Alegre y risueña, Verónique ha nacido como un espíritu libre dentro de una sociedad que la esclaviza por su condición económica. Especialmente en su situación, cuándo antiguamente fue parte de la tan admirada 'clase alta', ahora con más motivo es repudiada por los que en algún momento dijeron quererla. Sin embargo, su carácter positivo no le ha permitido venirse a bajo ni siquiera en la peor de las situaciones. No sólo por ella misma, también por sus padres, a quienes ha necesitado animar en más de una ocasión. Solidaria, nunca dudó en prestar su ayuda a quién la necesitara. Ni antes, con sus recursos económicos, ni ahora con su propia inventiva en la que reside lo más valioso que ella puede tener. Es trabajadora como ninguna y terca como una mula. No se deja convencer fácilmente, ya sea teniendo razón o sin tenerla. No le gusta especialmente estar al mando, pero lo lleva en las venas, es una líder nata. Sabe mantener el control cuándo es necesario y sacar a flote su parte más seria, del mismo modo que cuándo quiere ser infantil y divertirse, lo hace sin tapujos ni restricciones. Algo que, ya sea dicho de paso, no aguanta. No soporta las normas, sean del tipo que sean. Le gusta ir a su aire y dejar que los demás hagan lo mismo, porque cree firmemente que cuándo haces las cosas bien no hacen falta impedimentos.

Su atracción fatal por las mujeres la ha llevado por el camino de la amargura desde muy joven. Extraño ¿No? Pero hasta Verónique tiene que tener sus problemas. De todas las prohibiciones, la de amar a una mujer es la que más odia y con la que peor convive. A pesar de sus muchas rebeliones, porque en la actualidad sigue creyendo que no es algo malo lo que siente (sobretodo, inevitable), por la situación familiar que está pasando a día de hoy es que se ha tenido que moderar ligeramente. Lo que no es igual a rendirse, eso jamás. Verónique no duda en disfrutar de cuántas mujeres la quieran, o se le antojen a ellas. Algunas veces con más discreción que otras.

HISTORIA

En apariencia Verónique no es más que una simple muchacha, entre miles. Sin embargo, mucho se esconde tras ese rostro de bellas facciones y esa sonrisa casi imperturbable. Una historia, que incluso para su propia dueña es desconocida.

Nos remontamos a la Bélgica de hace más de cincuenta años. Allí nació la madre biológica de Verónique, la misma que en plena adolescencia e instada por su propia madre abandonó el país para trasladarse a París; dónde años después nacería su hija. Madeleine, así se llamaba su madre, era a penas una adolescente cuándo empezaba una complicada vida en un país del que conocía muy poco. Muy diferente. Con veinte años y a pesar de tener una madre emprendedora que no tardó en buscar un buen trabajo con el que mantenerlas, una desgracia en forma de enfermedad las atacó pocos meses después de instalarse. Una neumonía imparable evolucionaba en el sistema inmunológico de la madre de Madeleine y, aunque con cada mes que pasaba las esperanzas se reducían, fueron muchos los que tardó ésta en fallecer, no sin antes pasar por un infierno que transmitió a la propia Madeleine. Ella, por su parte, tuvo la "suerte" (teniendo en cuenta los tiempos que corrían y las dificultades) de encontrar a una familia que con mucha amabilidad la acogió como dama de servicio y la apoyó durante todo el tiempo que duró la enfermedad de su madre. Y, a pesar de esa suerte, no fueron en absoluto tiempos fáciles para ninguna de las dos.

Un año y pocos meses después, la mujer enferma y muy envejecida debido a las consecuencias del tratamiento fallecía. El tortuoso camino llegaba a su fin. Sin embargo, la vida continuaba y Madeleine debía seguir adelante. Y así fue. La familia Marchant, que tanto la había ayudado, fue a la que continuó sirviendo y a la que, de hecho, serviría hasta el fin de sus días. Consideraba tener en ellos una deuda que nunca podría solventar, pues nadie había sido tan generoso con ella y con su madre como ellos y estaba convencida de que no habrían logrado sobrevivir. Les debía su vida y que su madre, a pesar de todo, pasara lo mejor posible sus últimos días. Esa deuda, tan grande como ella sentía que era, lograría (muy en contra a sus pensamientos) solventarla años después.

Cinco o seis años después, concretamente, fue cuándo Madeleine quedó en cinta de uno de los muchachos que la cortejaban. Que nunca faltaban, pues a pesar de su "madurez" (considerándose veinticinco años una edad muy avanzada para estar todavía soltera) ella era una joven especialmente bella y de un carácter complicado de no adorar. Denegó todas las propuestas de matrimonio que recibió a lo largo de su vida y ni siquiera la gestación de su hija, Verónique, fue suficiente para pensar en contraer nupcias. Ella era y siempre fue devota a la familia Marchant, en cuerpo y alma. Y por ese mismo motivo, fue ella misma la que con el deseo de cumplir el anhelo de la ya considerablemente mayor pareja de sus jefes, entregó voluntariamente a su propia hija. Ofrecimiento que, pese a la sorpresa, fue recibido con mucha alegría. Marie y Joshua Marchant eran un matrimonio que aunque empezó por conveniencia, terminó en un amor como pocos. Por desgracia, a sus casi cuarenta años no lograron engendrar ningún vástago, a pesar de que ambos consideraron que un hijo culminaría su felicidad. Y Verónique fue esa culminación, ese hijo que tanto habían esperado. La deuda de Madeleine quedaba completamente saldada.

A partir de aquí, es la historia ya conocedora para la jovenzuela que es Verónique en la actualidad. Una jovenzuela que, pese a la actual condición en la que se encontraba, había disfrutado de una niñez y adolescencia plena y feliz; y continuaba. Aunque el matrimonio Marchant siempre fue adinerado, en base a una herencia de ambas familias y los negocios que mantenían dicha herencia, años después de que naciera Verónique empezaron con las dificultades económicas. Poco a poco, una sucesión de malas decisiones terminó por degradarlos a una clase muy distante a la que siempre habían pertenecido, como una familia que en sus tiempos llegó a relacionarse con la cumbre. Eso, sin embargo, nunca fue un impedimento para ninguno de los tres. Verónique, ya siendo una muchachita con cabeza y ojos (algo alocada, eso sí) de diecisiete años y, además, con mucha energía y alegría, dio las fuerzas necesarias a unos padres algo deprimidos que tampoco llegaron a hundirse del todo. Marie y Joshua también tenían esa fortaleza psicológica que les permitió volver a empezar desde cero.

Hace ya cinco años que Joshua abrió un modesto establecimiento de carpintería que, gracias a su hobbie por la construcción y su destreza, se ha mantenido con los años lo suficiente como para sacar a flote a la pequeña familia de tres que formaban. Les da para tener un techo, para comer y para vivir no con facilidades pero tampoco con demasiadas dificultades.

DATOS EXTRA

→ Madeleine, la madre de Verónique, falleció cuándo ésta rondaba los ocho años. Sin embargo, y por deseo de la propia Madeleine, nunca llegó a saber que era su verdadera madre y que el matrimonio Marchant no son sus padres biológico. Información que, actualmente, sigue desconociendo.

→ Verónique nunca fue demasiado apegada a la fortuna de su familia, lo que la ayudó a sobrellevar la pérdida de dicha fortuna.

→ Aunque Verónique ha sabido desde siempre su particular inclinación sexual y no tiene miedo de expresarla libremente, se contiene sólo por su familia. Lo único a lo que verdaderamente teme es a decepcionar a sus padres o dañarlos.

→ A pesar de lo dicho en el punto anterior, Verónique tiene una cantidad considerable de ligues en su lista que, actualmente, lleva sin problemas con la máxima discreción.

→ Verónique, aún no siendo hija biológica de Joshua, tiene en común su habilidad y gusto por la creación. Ella suele colaborar a menudo en el negocio familiar, si no ayudando a su padre en alguno de los muebles que le encarguen construir, diseñando los propios que luego venden a buen precio. Y aunque, en realidad es un hobbie, se le da especialmente bien.

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