Juegos femeninos [Priv.Terpsichore)

por **Yuna Rutledge** Dom Sep 08, 2013 12:11 am

Levanté la mirada del suelo justo a tiempo para ver el modesto pero familiar campamento gitano al que solía acudir de vez en cuando. Por regla general vivía en el circo gitano, allá bajo una minúscula lona y con muy pocas pertenencias personales; sin embargo, me divertía visitar esa caravana en particular porque poseía a gente alegre y desinhibida, grandes cualidades para personas tan supersticiosas y tradicionales. A diferencia de los Caló, los romaníes eramos mucho más relajados, si bien las leyes se aplicaban casi con la misma severidad. Eché un vistazo a mis espaldas, donde esperaba ver a la preciosa cortesana. La acababa de conocer y ya era para mi encantadora. Era media tarde, así que había mucho tiempo antes de que tuviese que volver.

— No es la gran cosa... —le advertí con una gran sonrisa. Bajo la sombre de enormes robles estaba una pequeña y colorida caravana. Habían algunos niños por ahí, jugando y ayudando a sus madres con las labores domesticas. Varios hombres bebían y reían, al parecer encantados con un juego de cartas. Algunas mujeres mayores tejían con vigor grandes lonas de diferentes estampados, que podían ser usadas para las mismas carrozas como para cubrirse del frío por la noches. Se respiraba quietud.

No estaba muy lejos un pequeño riachuelo, el cual solían ocupar para lavar la ropa y hervir para beber. Todo estaba preparado para desocuparse en unas semanas. Ninguna tribu se quedaba mucho tiempo en la misma ciudad, y esa en particular ya llevaba mucho tiempo en París. Casi seis meses. Unos niños morenos se acercaron a nosotras con gran entusiasmo. Dos tenían el cabello negro como el carbón, y otro tenía reflejos castaños a causa del sol. Una niña más grande se acercó a ellos con intención de regañarlos (o protegerlos, como se viese), y no aplacó su mala cara hasta que me reconoció.

— ¡Pheny! —me llamó en un marcado acento romaní, como saludo y apodo afectivo. Aunque no eramos hermanas de sangre, tenía la costumbre de llamarme así. La saludé con una mano y ella me habló sobre las últimas novedades de su familia en la lengua romaní. Al parecer, debido a que pronto cumpliría los quince años, sus padres habían empezado a cultivarla en el arte de la maternidad y el servicio. La idea me entristeció un poco pero no evité desearle toda la suerte posible. Cuando sus ojos oscuros, casi negros, se posaron sobre Terp, sonrió timidamente.— Bonjour, mademoiselle... —la saludó en un torpe francés.

— Terp, ella es Zaida. Es la chica más joven de la tribu y tiene catorce años. Pronto estará en edad de casarse así que está muy ocupada. —suspiré con cierta tristeza.— No podrá acompañarnos mucho tiempo.— Me giré hacia Zaida y di un paso hacia atrás, permitiendo que examinara a detalle a mi nueva amiga. Zaida era muy joven aun para reconocer a una gadji, pero tenía un enamoramiento por todas aquellas mujeres de cabello rubio. Decía que nada le gustaba más que ver el sol resplandecer en aquellas melenas de oro.— Zaida, ella es Terp, una amiga. Va a quedarse con nosotros esta tarde, ¿de acuerdo? —sonreí al ver a la chica tan contenta. Pronto ella y los más pequeños se alejaron para darnos paso, y al dar aviso a sus padres de la invitada, pronto todas las miradas se posaron en nosotras. Solo una anciana sin dientes y un hombre malhumorado mostraron disgusto. Los demás, no parecían sorprendidos de mi compañía.

por **Goldie** Jue Sep 12, 2013 5:29 pm

¿Quién lo iba a decir? Jamás se pensó en que haría una amiga.

Esperaba que no fuera una técnica para cazarla o simplemente violarla por otros gitanos o robarle todas sus pertenencias. Suspiro algo nervioso mientras recordaba que no tenía que llevar corsé, no se lo puso, se vistió con ropas algo diferentes a lo que solía vestir. Al decir verdad estaba bastante nerviosa cosa que no estaba acostumbrada a ser así.

¿Por qué seria? Quería repasar las cosas que le había pasado en la vida, ahora, sentada en el borde de la cama de su habitación, de aquella casa oculta entre los arboles de aquel frondoso bosque que la mantenía oculta, solo apenas unas pocas personas, sabían de su ubicación exacta. Se sentía bastante aliviada sin el corsé, pero algo incomoda, porque era algo fácil para otros de manos agiles intentar robarla y quizás por ello estuviera nerviosa.

Esperaba que hubiera escogido bien su vestimenta que estaba compuesta por una venda horizontal oscura, de un tono marrón oscuro que finalmente se anudaba en su cuello sin dejar mucho a la vista, encima llevaba lo que parecía una escueta camisa, una chaqueta de seda de mangas largas que parecían caer en cascada y que se arremolinaban en un fruncido de su muñeca, a la espalda un poco al descubierto, dejando a la vista la banda oscura. La camisa tenía cierto toque verdoso, mezclado con un leve degradado turquesa oscuro que podría resaltar el brillo de sus ojos azules. El pañuelo que Maia, la gitana con la que había acordado verse en unos momentos, la que la llevaría a un mundo lleno de zíngaros y trapecistas, le dejó un precioso pañuelo verde que concordaba más o menos con los colores de su camisa/chaqueta, colocado sobre la falda y por debajo del cinturón. No sabía bien como se le llamaba a la prenda y solamente por abajo una falda larga hasta los pies que en la cinturilla que lo cubría, había un cinturón bastante llamativo y cubierto con adornos de plata, comenzando la falda en sus caderas hasta los pies que estos los llevaba cubiertos con unas botas y con algo de abrigo.

-Creo que estoy lista…-murmuro para sí misma estando sentada sobre su cama hecha y bien arreglada. Miro a la habitación, preguntándose porque sentía tanto anhelo si volvería en menos de tres horas o cinco. No era para estar eternamente allí, solo era conocer el sitio donde su nueva amiga…o eso esperaba, vivía y conocer algo más de ella que lo que conoció la otra vez que coincidió en el campo de lirios. Su cabello no adorno con nada, mejor pensó que era ir suelto, sin ninguna atadura. Tan solo, tomo una cinta de la mesilla de noche, un colgante muy simple y lentamente se fue yendo a la entrada de su casa, cerró la puerta con llave y la metió dentro del mismo sitio que todos los días, junto con la madre naturaleza guardaba su secreto. Después de varios momentos de andar, diviso a una hermosa morena que bien supo que era ella- ¡Maia! –Quiso acertar y hasta que no se dio la vuelta su corazón no se había tranquilizado.

Lo que vio no le pareció tan desagradable. En realidad, aquello parecía sacado de otro mundo más ¿Cómo lo diría? ¿Más fantasioso? Seguramente no era la palabra que lo definiría pero aquello le parecía simplemente que tenía algo de magia, que hablaba por si solo y se veía el esfuerzo de cada uno de los que habían formado ese círculo social, ese vínculo entre todas las personas que veía entre sí, esa familia que coexistía el uno con el otro, ayudándose sin más y sin ningún prejuicio.

-Ho-hola…-Dijo con cierto aire cohibido a la niña que enseguida pareció compartir su rubor., pero en cuanto vio a la niña alejarse con los otros niños, solo pudo llevar su mano hacia sus labios, sintiendo eterna pena de la niña-….Dios santo…-compartía la tristeza de Maia, aun no siendo Gitana, podría saber que una niña era una niña y una niña que tenía un futuro por delante-…Yo…podría adoptarla…-susurro cerca de Maia-…Sé que ignoro y me avergüenzo de ello, pero sé que es una niña y tiene su vida por delante…-suspiro algo pero cambio su actitud triste a una tan brillante como la del sol.

Juegos femeninos [Priv.Terpsichore)

Juegos femeninos [Priv.Terpsichore)

Re: Juegos femeninos [Priv.Terpsichore)