AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Plegaria De Una Cacofonía [Aleida Sheva]
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La Plegaria De Una Cacofonía [Aleida Sheva]
El Lobo permaneció quieto ante aquel ruido de la criatura, agachando su cabeza, mientras inclinaba su cuerpo en forma de acecho, escondiéndose entre los arbustos, los ojos azul eléctrico se posaron en la piel del inocente animal, conocido nada más y nada menos que como ciervo. En estado conscientemente preparado de discernimiento entre presa y vida, Florent tuvo que obedecer a sus instintos de hambre y obligarse a matar. Sufría al ver que tener aquel temperamento aveces jugaba en contra de su incorruptible moral, al estar en forma humana. Tuvo que desistir.
Desde las patas, hasta los residuos de saliva que corrían por su hocico, comenzaron a palpitar ardientes de necesidad frente a su hambre y a la observación, acompañada del olfato de carne fresca que emanaba del ciervo a su lejanía. Pasó desapercibido en cuanto pudo, resistiendo aquella violencia que le nacía frente a desgarrar la carne del otro ser vivo, disfrutando de su contextura y consistencia, jugando de pedazo a pedazo entre sus dientes y mandíbulas lobunas. El cuero del ya muerto animal, era un manto cálido y protector frente a la carne que Florent tenía entre sus dientes…como a la vez… un manto protector para su conciencia.
El Lobo se ha satisfacido y entonces comienza su transformación. Caminar a dos patas, oh que extraña sensación después de haber caminado en cuatro, la cabeza reducida, las manos color piel, los dientes como minúsculas partes de la materia, la voz, el habla, ya no se gruñe, el idioma ahora se entiende...
"¡Es francés!, ¡Es francés lo que estoy hablando ahora!"-exclamaba Florent en su pequeño interior-...
Se adentró en el gran bosque a caminar, la humedad la percibió levemente, el tacto de sus pies descalzos contra la hierba era como casi como no pisarla.
"¡Entrégame el olvido, madre naturaleza... entrégamelo!" -murmuró con inocencia intentando congelar su conciencia del recuerdo de haber asesinado cual puro y casto animal.
"¡No me dejes beber su sangre sin maldecirme primero!" -suplicó suavemente su vil cacofonía, mirando el cielo-
...Mientras que a lo lejos con sus sentidos tal vez algo suavizados, ya sea por la plegaria, o ya sea por la húmedad o el dolor de sentir delicadamente el roce de un pie humano contra la hierba, escuchó que quizás no estaría solo en esa noche, había otra presencia... que no era de la lluvia a punto de caer, sino que el delicado paso de un alma, paseando por el cementerio de la soledad.
Desde las patas, hasta los residuos de saliva que corrían por su hocico, comenzaron a palpitar ardientes de necesidad frente a su hambre y a la observación, acompañada del olfato de carne fresca que emanaba del ciervo a su lejanía. Pasó desapercibido en cuanto pudo, resistiendo aquella violencia que le nacía frente a desgarrar la carne del otro ser vivo, disfrutando de su contextura y consistencia, jugando de pedazo a pedazo entre sus dientes y mandíbulas lobunas. El cuero del ya muerto animal, era un manto cálido y protector frente a la carne que Florent tenía entre sus dientes…como a la vez… un manto protector para su conciencia.
El Lobo se ha satisfacido y entonces comienza su transformación. Caminar a dos patas, oh que extraña sensación después de haber caminado en cuatro, la cabeza reducida, las manos color piel, los dientes como minúsculas partes de la materia, la voz, el habla, ya no se gruñe, el idioma ahora se entiende...
"¡Es francés!, ¡Es francés lo que estoy hablando ahora!"-exclamaba Florent en su pequeño interior-...
Se adentró en el gran bosque a caminar, la humedad la percibió levemente, el tacto de sus pies descalzos contra la hierba era como casi como no pisarla.
"¡Entrégame el olvido, madre naturaleza... entrégamelo!" -murmuró con inocencia intentando congelar su conciencia del recuerdo de haber asesinado cual puro y casto animal.
"¡No me dejes beber su sangre sin maldecirme primero!" -suplicó suavemente su vil cacofonía, mirando el cielo-
...Mientras que a lo lejos con sus sentidos tal vez algo suavizados, ya sea por la plegaria, o ya sea por la húmedad o el dolor de sentir delicadamente el roce de un pie humano contra la hierba, escuchó que quizás no estaría solo en esa noche, había otra presencia... que no era de la lluvia a punto de caer, sino que el delicado paso de un alma, paseando por el cementerio de la soledad.
Última edición por Florent Mothe el Lun Sep 23, 2013 9:01 am, editado 1 vez
Florent Mothe- Cambiante Clase Alta
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Re: La Plegaria De Una Cacofonía [Aleida Sheva]
Unos apenas perceptibles pasos se oían en el bosque. Pasos proveniente de una pequeña gata que peluda y blanca se movía con total sigilo por el follaje, como si fuera una sombra mas de aquel verde paisaje, como una pequeña alma errante que buscaba su camino. Me movía con total destreza, saltando las piedras del camino, con mis mullidas patas que silenciaban cualquier golpe, pasando desapercibida para todos, menos para las ratas, las que huían despavoridas al olerme. Pero aquel día ya me encontraba llena. Poco y menos me importaba perseguir ratas o cualquier otro animal.
Antes de salir a estirar un poco las patas, y reconocer aquel terreno al que hacia tanto no volvía, en casa de Ilya había tomado una lata de atún y un poco de leche tibia. Por aquello mismo me encontraba ronroneando en mis adentros satisfecha. Que después de tantos meses encarcelada sin apenas probar bocado, volviera a comer…me envolvía en una intensa felicidad. Pasé por encima de un tronco, el que hacia de puente a un pequeño rio, mientras pensaba en aquel cazador que me había rescatado hacia ya tres semanas. Aún tenia que acostumbrarme a su presencia, pese a buscar su compañía y cariño en mis pieles felina, cuando me presentaba como la joven que era, me volvía tímida y no enfrentaba aquello tan extraño que hacia que cada vez que le viera, sintiera un cosquilleo incomodo.
En mi vida, apenas había tenido mas contacto que con la de la anciana que me había acogido de pequeña, el malvado brujo que había intentado convertirme en su esclava y un o dos cambia formas con los que alguna vez me había topado ya hacia mucho…por aquello ella era muy dulce y tierna – Cualidades que todo felino tiene- y muy, muy curiosa. Pero nunca había sentido aquella sensación donde se me revolvía el estomago y no conseguía conciliar el sueño si no me encontraba al lado o a los pies de aquel que protagonizaba mis dolores de cabeza y dolor en el corazón, cada vez que se alejaba de mí e iba como todo cazador a una cacería. Me vuelve loca, pensé trotando por el suelo del bosque sin rumbo definido. Quería ver donde me llevaban mis patitas blancas, y así lo estaba haciendo.
Sacándome todo pensamiento del cazador, que me aguardaría a la noche, me centré en la naturaleza que me rodeaba, mi bosque. El bosque donde había nacido, sido abandonada y donde finalmente había crecido. No había cambiado tanto, tuve que reconocer. Solo, lo único que en aquel paisaje sobraba de más era la reciente piel de un ciervo, que a un lado, medio enterrada, permanecía escondida. Me acerqué y olfateé, frunciendo el morro disgustada en cuando acercándome lentamente a lo que quedaba del inocente animal, distinguir el aroma a canino. Erizándome el pelaje, enseguida salí corriendo alejándome de aquel lugar de muerte, a donde el canino podría volver para terminar de enterrar o roer lo que quedaba y no tenia ganas de encontrármelo. No quería peleas, ni juegos y menos todavía con sucios caninos, con lo que opté por huir.
Sin darme cuenta de que otra presencia no muy lejos de allí, se encontraba un humano. Seguí corriendo, hasta que un fuerte golpe me sobrevino, tomándome por sorpresa. Soltando un lastimero maullido tras el golpe, me di cuenta de que me había chocado contra la pierna de un joven humano, del que enseguida me separé un poco y le miré con mis brillantes ojos celestes completamente aturdida. Resultaba extraño. Mis sentidos me decían que corriera de nuevo, que no era un humano corriente…pero mi olfato no reconocía un olor peligroso, es más decía que aquel olor le era familiar. Quizás solo fuera el golpe que había enloquecido mi pequeña y peluda cabeza de felina.
- Meoww…Meow – Maullé intentando llamar la atención al joven confundida, sintiendo como me escrutaba con su mirada. Con mis blancas patas me mantenía en el suelo, manteniéndome derecha como podía, aún sintiendo la cabeza darme vueltas. ¡Cuando agarre al canino que hizo que me chocara tan fuerte contra mi cabeza… le quitaré yo la piel. ¡Condenado perro! – Meow - Auchh... Como me duele! Me quejaba en mis pensamientos, sin darme cuenta de que quizás era escuchada por otra mente, no muy diferente a la mía.
Antes de salir a estirar un poco las patas, y reconocer aquel terreno al que hacia tanto no volvía, en casa de Ilya había tomado una lata de atún y un poco de leche tibia. Por aquello mismo me encontraba ronroneando en mis adentros satisfecha. Que después de tantos meses encarcelada sin apenas probar bocado, volviera a comer…me envolvía en una intensa felicidad. Pasé por encima de un tronco, el que hacia de puente a un pequeño rio, mientras pensaba en aquel cazador que me había rescatado hacia ya tres semanas. Aún tenia que acostumbrarme a su presencia, pese a buscar su compañía y cariño en mis pieles felina, cuando me presentaba como la joven que era, me volvía tímida y no enfrentaba aquello tan extraño que hacia que cada vez que le viera, sintiera un cosquilleo incomodo.
En mi vida, apenas había tenido mas contacto que con la de la anciana que me había acogido de pequeña, el malvado brujo que había intentado convertirme en su esclava y un o dos cambia formas con los que alguna vez me había topado ya hacia mucho…por aquello ella era muy dulce y tierna – Cualidades que todo felino tiene- y muy, muy curiosa. Pero nunca había sentido aquella sensación donde se me revolvía el estomago y no conseguía conciliar el sueño si no me encontraba al lado o a los pies de aquel que protagonizaba mis dolores de cabeza y dolor en el corazón, cada vez que se alejaba de mí e iba como todo cazador a una cacería. Me vuelve loca, pensé trotando por el suelo del bosque sin rumbo definido. Quería ver donde me llevaban mis patitas blancas, y así lo estaba haciendo.
Sacándome todo pensamiento del cazador, que me aguardaría a la noche, me centré en la naturaleza que me rodeaba, mi bosque. El bosque donde había nacido, sido abandonada y donde finalmente había crecido. No había cambiado tanto, tuve que reconocer. Solo, lo único que en aquel paisaje sobraba de más era la reciente piel de un ciervo, que a un lado, medio enterrada, permanecía escondida. Me acerqué y olfateé, frunciendo el morro disgustada en cuando acercándome lentamente a lo que quedaba del inocente animal, distinguir el aroma a canino. Erizándome el pelaje, enseguida salí corriendo alejándome de aquel lugar de muerte, a donde el canino podría volver para terminar de enterrar o roer lo que quedaba y no tenia ganas de encontrármelo. No quería peleas, ni juegos y menos todavía con sucios caninos, con lo que opté por huir.
Sin darme cuenta de que otra presencia no muy lejos de allí, se encontraba un humano. Seguí corriendo, hasta que un fuerte golpe me sobrevino, tomándome por sorpresa. Soltando un lastimero maullido tras el golpe, me di cuenta de que me había chocado contra la pierna de un joven humano, del que enseguida me separé un poco y le miré con mis brillantes ojos celestes completamente aturdida. Resultaba extraño. Mis sentidos me decían que corriera de nuevo, que no era un humano corriente…pero mi olfato no reconocía un olor peligroso, es más decía que aquel olor le era familiar. Quizás solo fuera el golpe que había enloquecido mi pequeña y peluda cabeza de felina.
- Meoww…Meow – Maullé intentando llamar la atención al joven confundida, sintiendo como me escrutaba con su mirada. Con mis blancas patas me mantenía en el suelo, manteniéndome derecha como podía, aún sintiendo la cabeza darme vueltas. ¡Cuando agarre al canino que hizo que me chocara tan fuerte contra mi cabeza… le quitaré yo la piel. ¡Condenado perro! – Meow - Auchh... Como me duele! Me quejaba en mis pensamientos, sin darme cuenta de que quizás era escuchada por otra mente, no muy diferente a la mía.
Dianne Cossment- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: La Plegaria De Una Cacofonía [Aleida Sheva]
El cuerpo de Florent, cesaba de tan agitada respiración, después de haber llenado su panza de la ardiente carne del ciervo...
Intentó quedarse tranquilo en los matorrales, más su conciencia no podía dejar de pesar...
"Nunca quise hacerle daño.." -pensó el cambiaformas-
Sintió un pequeño golpe a su pecho, como si su propia alma hubiese sido desgarrada y no pudo evitar botar una lágrima...
Florent siempre había sido sensible ante todo lo que respecta con la naturaleza, se le era algo inevitable. Inspiró y exhaló con suavidad, casi como un susurro en el aire, mientras cerró sus ojos y soñó despierto.
Se encontraba en un lugar con exceso de luz del sol en el cielo, tanto asi pero sin que éste le quemara, era una llama que no se extinguía, sintió el césped seco a su lado, sus brazos se movieron como formando las alas de un ángel, remarcadas en la superficie, el cielo azulino, estaba arullado por las ramas y hojas, de los árboles más grandes, era como... si se encontrara en medio de un espacio circular u ovalado. Un fuerte rayo de sol acarició su mejilla derecha, mientrás el desviaba con esfuerzo su mirada, y llevaba un brazo a su rostro para taparse, luego lo apartó como si se asomara temeroso ante aquel rayo de sol directo, más éste no le quería hacer daño. Al cabo de unos momentos después, se halló sentado, estando de la misma forma que en la realidad.. a pies descalzos en el bosque, y observó sus pies, hundiéndolos en el seco pasto...
A lo lejos divisó una silueta extraña, que desconocía, y era tan oscura que parecía ser la única mancha como de negra tinta para escribir, dentro del brilloso ambiente....
Por alguna razón, el sol no podía tocar aquella silueta, aquella sombra barada en medio de la nada, interrumpiendo el edén de Florent..
...y entonces ésta desapareció al momento en que Florent sintió cerca de su pierna a un pequeño felino, que reconoció en seguida debido a sus sentidos, era de su especie, era un cambiaformas....
El suave roce de la pequeña gatita hizo alzar por inercia la mano de Florent, hasta su pequeña nuca y la acarició... regalándole después una sincera sonrisa...
-¿Y usted...por qué tan exaltada gatita ha llegado a parar a mis pies?- pronunció suavemente el cambiaformas, con aquella voz tan pacífica que le caracterizaba...
Sintió con intensidad en sus fosas nasales, un olor entre dulce y tierno que emanaba de aquella gatuna, y entonces comprendió que no era una gata callejera ni nada... de seguro tendría algún dueño...
La observó con detención y tardíamente sintió en sus manos, las cuales ya había apartado, que su textura era tan suave, como la de la seda. Sintió ganas de acariciarle un poco más pero se abstuvo, y no siguió.
La miró con complicidad, esbozando una tímida sonrisa y pronunció suspirando:
-Pues.. creo pequeña, que hemos de tener el mismo secreto.. sé que al hablarte en este momento puedes comprenderme, siento aquel aroma a muerte cercana que tu sentiste también... pero no tengo motivos para dar una lucha contigo, lamento si dejé el cuerpo tirado por allí, mi parte salvaje es la culpable.. he de disculparme ante ti pequeña...-
Florent dio una reverencia a la gata, esperando que lo comprendiera y no se alejara al descubrir la salvaje situación desnuda frente a los pequeños ojos gatunos que profundamente le miraron con atención desde un principio...
Intentó quedarse tranquilo en los matorrales, más su conciencia no podía dejar de pesar...
"Nunca quise hacerle daño.." -pensó el cambiaformas-
Sintió un pequeño golpe a su pecho, como si su propia alma hubiese sido desgarrada y no pudo evitar botar una lágrima...
Florent siempre había sido sensible ante todo lo que respecta con la naturaleza, se le era algo inevitable. Inspiró y exhaló con suavidad, casi como un susurro en el aire, mientras cerró sus ojos y soñó despierto.
Se encontraba en un lugar con exceso de luz del sol en el cielo, tanto asi pero sin que éste le quemara, era una llama que no se extinguía, sintió el césped seco a su lado, sus brazos se movieron como formando las alas de un ángel, remarcadas en la superficie, el cielo azulino, estaba arullado por las ramas y hojas, de los árboles más grandes, era como... si se encontrara en medio de un espacio circular u ovalado. Un fuerte rayo de sol acarició su mejilla derecha, mientrás el desviaba con esfuerzo su mirada, y llevaba un brazo a su rostro para taparse, luego lo apartó como si se asomara temeroso ante aquel rayo de sol directo, más éste no le quería hacer daño. Al cabo de unos momentos después, se halló sentado, estando de la misma forma que en la realidad.. a pies descalzos en el bosque, y observó sus pies, hundiéndolos en el seco pasto...
A lo lejos divisó una silueta extraña, que desconocía, y era tan oscura que parecía ser la única mancha como de negra tinta para escribir, dentro del brilloso ambiente....
Por alguna razón, el sol no podía tocar aquella silueta, aquella sombra barada en medio de la nada, interrumpiendo el edén de Florent..
...y entonces ésta desapareció al momento en que Florent sintió cerca de su pierna a un pequeño felino, que reconoció en seguida debido a sus sentidos, era de su especie, era un cambiaformas....
El suave roce de la pequeña gatita hizo alzar por inercia la mano de Florent, hasta su pequeña nuca y la acarició... regalándole después una sincera sonrisa...
-¿Y usted...por qué tan exaltada gatita ha llegado a parar a mis pies?- pronunció suavemente el cambiaformas, con aquella voz tan pacífica que le caracterizaba...
Sintió con intensidad en sus fosas nasales, un olor entre dulce y tierno que emanaba de aquella gatuna, y entonces comprendió que no era una gata callejera ni nada... de seguro tendría algún dueño...
La observó con detención y tardíamente sintió en sus manos, las cuales ya había apartado, que su textura era tan suave, como la de la seda. Sintió ganas de acariciarle un poco más pero se abstuvo, y no siguió.
La miró con complicidad, esbozando una tímida sonrisa y pronunció suspirando:
-Pues.. creo pequeña, que hemos de tener el mismo secreto.. sé que al hablarte en este momento puedes comprenderme, siento aquel aroma a muerte cercana que tu sentiste también... pero no tengo motivos para dar una lucha contigo, lamento si dejé el cuerpo tirado por allí, mi parte salvaje es la culpable.. he de disculparme ante ti pequeña...-
Florent dio una reverencia a la gata, esperando que lo comprendiera y no se alejara al descubrir la salvaje situación desnuda frente a los pequeños ojos gatunos que profundamente le miraron con atención desde un principio...
Florent Mothe- Cambiante Clase Alta
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Re: La Plegaria De Una Cacofonía [Aleida Sheva]
Mi mente seguía hecha un caos tras toparme con aquel joven. El joven que al verme se había agachado hasta mi y acariciado en la nuca, en un movimiento que me hacia acordarme de la madre que una vez tuve, pero la que igual que mi padre nunca me amó y a las pocas semanas de nacer, dejó que sus amos, unos inquisidores se me llevaran lejos, con la intención de matarme o dejarme morir, opción que les resultó ser mas de su agrado y me dejaron hundirme con una caja al agua de un pequeño rio. El tacto del joven, aquella suave caricia que me hacia recordar malos tiempos, también me hacia acordarme que a los felinos les gustan las caricias. Independientemente de quienes sean o que sean, a cualquier caricia se dejan mimar. ¿Y quién no le decía que no a que te profesaran cariño, te mimaran y cuidaran?
Muchas veces me estaba días enteros en mi forma gatuna, solo para que Ilya me cuidara como a su querida y tierna mascota y obviamente, para que me dejara sentarme en su sillón favorito.
Ronroneé al joven, agradeciendo sus caricias, quien seguía acariciándome la nuca. Acerqué mas mi cuerpo a la mano ajena, esperando más caricias, cuando alzando la mirada me fijé en la sonrisa que me dedicó.
Era una sonrisa sincera, como la sonrisa de aquellos niños los que al verme corrían a mí para acariciarme, y quienes sonreían felices al ver que me dejaba acariciar por manos desconocidas. Nada más lejano de la realidad, me dejaba acariciar siempre y cuando no fueran inquisidores. Con ellos quería estar bien lejos o pasar desapercibida. Todo y que ahora contara con la protección de Ilya ante los inquisidores, aún me sentía incomoda y amenazada cuando su equipo de cacerías se reunían en casa y me miraban con aquellos ojos viles y terroríficos, llenos de maldad.
Demasiado pronto para mí, su mano se alejó de mi cuerpo. Maullé buscando mas caricias, acercándome hasta rozar con mi pelaje una de sus piernas, la misma con la que me había chocado hacia unos minutos atrás. Sentía algo extraño en el ambiente, pero centrada solo en obtener mis ansiadas caricias de sus manos otra vez, alejé mis pensamientos, suponiendo que aquella alarma que sentía se debía al aroma de canino que había en las inmediaciones, tras encontrarme con aquel rastro de animal muerto.
Entonces justo cuando subí mis blancas patitas a su pierna, demandando atención, fue cuando oí su voz y me desconcerté. ¿Eres el canino? Pregunté en mi mente incapaz de decir nada por mi boca, la que solo en aquella piel maullaba y gruñía. Di unos pasos atrás mirándole fijamente, sin apartar mis azules ojos de su figura, estudiando sus movimientos. No pareces querer perseguirme... no pareces un canino pensé dirigiéndome a él, arrugando mi pequeño morro y aquellos finos bigotes. Y tampoco hueles a ellos.
Normalmente los caninos olían a tierra, a salvaje y a suciedad. Sin duda no eran tan limpios como nosotros, los gatos. Por eso me sorprendía aún más que aquel joven me hubiese sorprendido con su condición. Habría jurado que eras un humano. Le dije confundida, mirándole ladeando mi cabecita a un lado.
Muchas veces me estaba días enteros en mi forma gatuna, solo para que Ilya me cuidara como a su querida y tierna mascota y obviamente, para que me dejara sentarme en su sillón favorito.
Ronroneé al joven, agradeciendo sus caricias, quien seguía acariciándome la nuca. Acerqué mas mi cuerpo a la mano ajena, esperando más caricias, cuando alzando la mirada me fijé en la sonrisa que me dedicó.
Era una sonrisa sincera, como la sonrisa de aquellos niños los que al verme corrían a mí para acariciarme, y quienes sonreían felices al ver que me dejaba acariciar por manos desconocidas. Nada más lejano de la realidad, me dejaba acariciar siempre y cuando no fueran inquisidores. Con ellos quería estar bien lejos o pasar desapercibida. Todo y que ahora contara con la protección de Ilya ante los inquisidores, aún me sentía incomoda y amenazada cuando su equipo de cacerías se reunían en casa y me miraban con aquellos ojos viles y terroríficos, llenos de maldad.
Demasiado pronto para mí, su mano se alejó de mi cuerpo. Maullé buscando mas caricias, acercándome hasta rozar con mi pelaje una de sus piernas, la misma con la que me había chocado hacia unos minutos atrás. Sentía algo extraño en el ambiente, pero centrada solo en obtener mis ansiadas caricias de sus manos otra vez, alejé mis pensamientos, suponiendo que aquella alarma que sentía se debía al aroma de canino que había en las inmediaciones, tras encontrarme con aquel rastro de animal muerto.
Entonces justo cuando subí mis blancas patitas a su pierna, demandando atención, fue cuando oí su voz y me desconcerté. ¿Eres el canino? Pregunté en mi mente incapaz de decir nada por mi boca, la que solo en aquella piel maullaba y gruñía. Di unos pasos atrás mirándole fijamente, sin apartar mis azules ojos de su figura, estudiando sus movimientos. No pareces querer perseguirme... no pareces un canino pensé dirigiéndome a él, arrugando mi pequeño morro y aquellos finos bigotes. Y tampoco hueles a ellos.
Normalmente los caninos olían a tierra, a salvaje y a suciedad. Sin duda no eran tan limpios como nosotros, los gatos. Por eso me sorprendía aún más que aquel joven me hubiese sorprendido con su condición. Habría jurado que eras un humano. Le dije confundida, mirándole ladeando mi cabecita a un lado.
Dianne Cossment- Cambiante Clase Media
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