AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Anatol K. Trubetzkoy
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Anatol K. Trubetzkoy
Nombre del Personaje: Anatol Kirílovich Trubetzkoy
Edad: diecinueve años
Especie: Humano
Tipo y Nivel Social: Clase baja, aunque realmente pertenece a la nobleza
Lugar de Origen: San Petersburgo, Rusia
Oficio: peón de la industria textil
Rasgos físicos: Anatol es un chico alto, casi llegando al metro noventa. Su complexión es algo trabajada debida al esfuerzo en el trabajo. En lo referente a los rasgos del rostro, sus labios son levemente carnosos, aunque no en demasía, con una nariz pequeña y unos ojos de un color verdoso muy claro, que a veces puede confundirse con gris cuando hay luz. Por último, su piel ha comenzado a perder la palidez que la había caracterizado, aunque no se puede decir que esté "bronceado".
Apariencia: suele vestir camisas o camisetas de colores lisos, muchas veces con alguna que otra mancha en ellos, aunque se afane por tener una presencia respetable. También acostumbra a llevar una chaqueta de color oscuro, al menos cuando hace frío. Por lo demás, calza unos zapatos de un marrón oscuro, casi negro, que quizás necesitasen ya ser cambiados, aunque él aún considera que pueden aguantar algo más.
Personalidad: normalmente es bastante distante o frío, aunque, según él, sencillamente es precavido. En general suele ser caballeroso y respetuoso, ya que es en esa forma de ser en la que le han educado, aunque todo depende mucho de su estado de ánimo. Un rasgo muy a tomar en cuenta, y que casi nadie sabe, es que sobre su talante influye demasiado la música o las impresiones sensoriales o artísticas que recibe. Por ello, quizás se muestre pasional, distante o melancólico, depende mucho el momento y, también a causa de esto, suele preferir tocar el violín a solas.
Intereses: le fascina todo aquello que tenga que ver con la música, ya que es bastante aficionado al piano y al violín, pero tal afinidad a la música parece haberle restado el gusto a la lectura, dado que no es asiduo a ello, solo leyendo lo estrictamente necesario. Su interés por la pintura y la escultura tampoco es bastante pronunciado, a pesar de ser un buen retratista de la realidad, dado que todo su talento e inspiración tiende a desviarlo hacia los instrumentos musicales. Por otro lado es bastante frecuente poderle ver dando vueltas por cualquiera de los que están repartidos por la ciudad, en cuanto tiene algún tiempo libre, ya que le ayuda a pensar y le recuerda su apacible anterior vida, ya fuera en Moscú, San Petersburgo o su finca cercana a Smolensk.
Orientación sexual: en el fondo, Anatol casi se considera homosexual y, aunque no lo rechace, lo oculta. Según él ha ”aprendido a amar a las mujeres”. En realidad es bisexual, solo que la falta de información y la confusión que ha sentido durante muchos años le han llevado a pensar de esa manera.
Aspiraciones e ilusiones:
- Lograr restaurar el bienestar de su familia
- Conseguir un piano, ya que no pudo traer el suyo desde Rusia.
- Conseguir un mejor empleo para sí, su hermana y su madre.
Anatol Kirílovich Trubetzkoy nació un frío veintitrés de noviembre, allá por el año mil setecientos noventa y siete, en el palacio de su familia, en San Petersburgo. Hijo del Príncipe Trubetzkoy, el nombre de su apellido llevaba consigo una larga tradición de guerreros, generales y hombres al servicio de la Madre Patria en general, lo cual había acabado por otorgar un gran prestigio a tan antiguo nombre de la nobleza rusa, que se remontaba al tiempo de la formación del sustrato que, tras muchos siglos, terminaría formando su país. Tal era el reconocimiento, que todos los zares, desde Ivan IV, el terrible, hasta Catalina II, pasando por el siempre grande Pedro I, habían contado con algún miembro de los Trubetzkoy entre sus más allegados consejeros. Pero esa situación fue cambiando con la llegada de Pablo I al trono, al oponerse el Príncipe Kiril, el padre de Anatol, a la destrucción del testamento de la anterior zarina, Catalina la Grande, cercana a la familia, y que, al parecer, dejaba al pretendiente al trono fuera de los derechos de sucesión, al nombrar como nuevo zar al nieto de la recién fallecida monarca. Esto hizo que Pablo I fuera apartando paulatinamente a los Trubetzkoy del poder. La situación, en vez de mejorar, solo hizo que ir a peor cuando el primogénito de Kiril, Vasili, empezaba a entrar en la adolescencia y la vida pública. Su actitud ante la vida, como muchos hijos de nobles, era la de divertirse a costa de todo, al precio que fuera, por lo que frecuentaba mucho las tabernas de la ciudad y se gastaba una gran suma de dinero en los casinos y en apuestas. Uno de los pasatiempos del grupo de amigos de Vasili era el de rondar a las jóvenes de la ciudad hasta que alguna de estas cayera en sus redes, con especial predilección por las muchachas de la corte, las hijas de los nobles. Poco a poco las habladurías sobre los ciertos pasatiempos de estos jóvenes empezaron a rondar de boca en boca y el descontento comenzó a aumentar, pero la gota que colmó el vaso llegó en cuanto Vasili consiguió seducir a la hija del zar. Los rumores se hicieron cada vez más fuertes y salieron incluso de la capital, por lo que el zar, viendo que no podía pararlo, tuvo que tomar medidas para vengar la deshonra de su hija y de la familia imperial, por lo que terminó desterrando a la familia Trubetzkoy de los territorios del imperio lo que, a términos reales, aunque no los desposeyera del título nobiliario, los dejaba en la ruina, dejarles lejos de sus posesiones, las cuales ya no podrían administrar. De esta manera, los Trubetzkoy tuvieron que exiliarse de la Madre Patria para adentrarse en las tierras extranjeras. El padre, Kiril, decidió viajar a Francia, instalándose en París, donde compraron una pequeña casa en un barrio de clase media-baja con parte del dinero que habían podido llevarse. Por aquel entonces, Anatol contaba con quince años.
A partir de ese momento, la economía de la familia solo hizo que languidecer. Aunque todos sabían hablar bien el idioma local, no fue fácil que encontraran un empleo y, mientras el padre dejaba pudrirse los pulmones trabajando con carbón y Anatol se desollaba las manos curtiendo cuero, Vasili, dejado a la autocompasión, pasaba todo el día en tabernas y gastándose los escasos fondos de la familia. La situación era tan precaria que incluso Anatol, que ya antes se había comenzado a dejarse seducir por la vida que llevaba su hermano, acabó acompañando a su hermano en alguna de sus escapadas nocturnas. De varias de estas noches, a la mañana siguiente no se pudo levantar y, por sus faltas al trabajo, el dueño de la empresa no tuvo más remedio que echarle. Fue en ese momento en el que Anatol aprendió que, si quería seguir adelante, debía esforzarse, que las cosas no le iban a llegar sin esfuerzo como había sucedido hasta su marcha de Rusia.
Kiril, el cabeza de familia, murió apenas dos años más tarde por problemas de respiración, a causa del polvo de carbón que se había ido acumulando en sus pulmones. Con la diferencia de salarios de la época, Anatol era el que llevaba el grueso del [i]”pan”, hablando figuradamente, a la casa, completando el resto su madre y su hermana, a pesar de ahora trabajar los tres en la industria textil. Vasili, celoso por no ser él quien relevara a su padre, no hizo más que empeorar la situación y, Anatol, le puso en la disyuntiva de trabajar o marcharse de casa. Vasili, orgulloso, eligió la segunda opción.
Ahora, con diecinueve años, Anatol ha empezado a dejar de soñar con regresar a su patria y empieza a resignarse a una vida sumida en la carencia y la inexistencia de los lujos en los que había sido criado.
Posesiones dignas de mención:
- Su violín, que esconde en algún lugar de su piso
- Una colgante de plata en forma de cruz ortodoxa, regalo de su hermano por su séptimo cumpleaños
Edad: diecinueve años
Especie: Humano
Tipo y Nivel Social: Clase baja, aunque realmente pertenece a la nobleza
Lugar de Origen: San Petersburgo, Rusia
Oficio: peón de la industria textil
Descripcion Fisica:
Rasgos físicos: Anatol es un chico alto, casi llegando al metro noventa. Su complexión es algo trabajada debida al esfuerzo en el trabajo. En lo referente a los rasgos del rostro, sus labios son levemente carnosos, aunque no en demasía, con una nariz pequeña y unos ojos de un color verdoso muy claro, que a veces puede confundirse con gris cuando hay luz. Por último, su piel ha comenzado a perder la palidez que la había caracterizado, aunque no se puede decir que esté "bronceado".
Apariencia: suele vestir camisas o camisetas de colores lisos, muchas veces con alguna que otra mancha en ellos, aunque se afane por tener una presencia respetable. También acostumbra a llevar una chaqueta de color oscuro, al menos cuando hace frío. Por lo demás, calza unos zapatos de un marrón oscuro, casi negro, que quizás necesitasen ya ser cambiados, aunque él aún considera que pueden aguantar algo más.
Descripcion Psicologica:
Personalidad: normalmente es bastante distante o frío, aunque, según él, sencillamente es precavido. En general suele ser caballeroso y respetuoso, ya que es en esa forma de ser en la que le han educado, aunque todo depende mucho de su estado de ánimo. Un rasgo muy a tomar en cuenta, y que casi nadie sabe, es que sobre su talante influye demasiado la música o las impresiones sensoriales o artísticas que recibe. Por ello, quizás se muestre pasional, distante o melancólico, depende mucho el momento y, también a causa de esto, suele preferir tocar el violín a solas.
Intereses: le fascina todo aquello que tenga que ver con la música, ya que es bastante aficionado al piano y al violín, pero tal afinidad a la música parece haberle restado el gusto a la lectura, dado que no es asiduo a ello, solo leyendo lo estrictamente necesario. Su interés por la pintura y la escultura tampoco es bastante pronunciado, a pesar de ser un buen retratista de la realidad, dado que todo su talento e inspiración tiende a desviarlo hacia los instrumentos musicales. Por otro lado es bastante frecuente poderle ver dando vueltas por cualquiera de los que están repartidos por la ciudad, en cuanto tiene algún tiempo libre, ya que le ayuda a pensar y le recuerda su apacible anterior vida, ya fuera en Moscú, San Petersburgo o su finca cercana a Smolensk.
Orientación sexual: en el fondo, Anatol casi se considera homosexual y, aunque no lo rechace, lo oculta. Según él ha ”aprendido a amar a las mujeres”. En realidad es bisexual, solo que la falta de información y la confusión que ha sentido durante muchos años le han llevado a pensar de esa manera.
Aspiraciones e ilusiones:
- Lograr restaurar el bienestar de su familia
- Conseguir un piano, ya que no pudo traer el suyo desde Rusia.
- Conseguir un mejor empleo para sí, su hermana y su madre.
Historia:
Anatol Kirílovich Trubetzkoy nació un frío veintitrés de noviembre, allá por el año mil setecientos noventa y siete, en el palacio de su familia, en San Petersburgo. Hijo del Príncipe Trubetzkoy, el nombre de su apellido llevaba consigo una larga tradición de guerreros, generales y hombres al servicio de la Madre Patria en general, lo cual había acabado por otorgar un gran prestigio a tan antiguo nombre de la nobleza rusa, que se remontaba al tiempo de la formación del sustrato que, tras muchos siglos, terminaría formando su país. Tal era el reconocimiento, que todos los zares, desde Ivan IV, el terrible, hasta Catalina II, pasando por el siempre grande Pedro I, habían contado con algún miembro de los Trubetzkoy entre sus más allegados consejeros. Pero esa situación fue cambiando con la llegada de Pablo I al trono, al oponerse el Príncipe Kiril, el padre de Anatol, a la destrucción del testamento de la anterior zarina, Catalina la Grande, cercana a la familia, y que, al parecer, dejaba al pretendiente al trono fuera de los derechos de sucesión, al nombrar como nuevo zar al nieto de la recién fallecida monarca. Esto hizo que Pablo I fuera apartando paulatinamente a los Trubetzkoy del poder. La situación, en vez de mejorar, solo hizo que ir a peor cuando el primogénito de Kiril, Vasili, empezaba a entrar en la adolescencia y la vida pública. Su actitud ante la vida, como muchos hijos de nobles, era la de divertirse a costa de todo, al precio que fuera, por lo que frecuentaba mucho las tabernas de la ciudad y se gastaba una gran suma de dinero en los casinos y en apuestas. Uno de los pasatiempos del grupo de amigos de Vasili era el de rondar a las jóvenes de la ciudad hasta que alguna de estas cayera en sus redes, con especial predilección por las muchachas de la corte, las hijas de los nobles. Poco a poco las habladurías sobre los ciertos pasatiempos de estos jóvenes empezaron a rondar de boca en boca y el descontento comenzó a aumentar, pero la gota que colmó el vaso llegó en cuanto Vasili consiguió seducir a la hija del zar. Los rumores se hicieron cada vez más fuertes y salieron incluso de la capital, por lo que el zar, viendo que no podía pararlo, tuvo que tomar medidas para vengar la deshonra de su hija y de la familia imperial, por lo que terminó desterrando a la familia Trubetzkoy de los territorios del imperio lo que, a términos reales, aunque no los desposeyera del título nobiliario, los dejaba en la ruina, dejarles lejos de sus posesiones, las cuales ya no podrían administrar. De esta manera, los Trubetzkoy tuvieron que exiliarse de la Madre Patria para adentrarse en las tierras extranjeras. El padre, Kiril, decidió viajar a Francia, instalándose en París, donde compraron una pequeña casa en un barrio de clase media-baja con parte del dinero que habían podido llevarse. Por aquel entonces, Anatol contaba con quince años.
A partir de ese momento, la economía de la familia solo hizo que languidecer. Aunque todos sabían hablar bien el idioma local, no fue fácil que encontraran un empleo y, mientras el padre dejaba pudrirse los pulmones trabajando con carbón y Anatol se desollaba las manos curtiendo cuero, Vasili, dejado a la autocompasión, pasaba todo el día en tabernas y gastándose los escasos fondos de la familia. La situación era tan precaria que incluso Anatol, que ya antes se había comenzado a dejarse seducir por la vida que llevaba su hermano, acabó acompañando a su hermano en alguna de sus escapadas nocturnas. De varias de estas noches, a la mañana siguiente no se pudo levantar y, por sus faltas al trabajo, el dueño de la empresa no tuvo más remedio que echarle. Fue en ese momento en el que Anatol aprendió que, si quería seguir adelante, debía esforzarse, que las cosas no le iban a llegar sin esfuerzo como había sucedido hasta su marcha de Rusia.
Kiril, el cabeza de familia, murió apenas dos años más tarde por problemas de respiración, a causa del polvo de carbón que se había ido acumulando en sus pulmones. Con la diferencia de salarios de la época, Anatol era el que llevaba el grueso del [i]”pan”, hablando figuradamente, a la casa, completando el resto su madre y su hermana, a pesar de ahora trabajar los tres en la industria textil. Vasili, celoso por no ser él quien relevara a su padre, no hizo más que empeorar la situación y, Anatol, le puso en la disyuntiva de trabajar o marcharse de casa. Vasili, orgulloso, eligió la segunda opción.
Ahora, con diecinueve años, Anatol ha empezado a dejar de soñar con regresar a su patria y empieza a resignarse a una vida sumida en la carencia y la inexistencia de los lujos en los que había sido criado.
Posesiones dignas de mención:
- Su violín, que esconde en algún lugar de su piso
- Una colgante de plata en forma de cruz ortodoxa, regalo de su hermano por su séptimo cumpleaños
Anatol K. Trubetzkoy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 779
Fecha de inscripción : 13/08/2010
Localización : Lejos de la Santa Madre Rusia
Re: Anatol K. Trubetzkoy
Bienvenido Anatol, debo admitir que tu historia es maravillosa y muy bien explicada, felicidades... Espero que te diviertas en el foro...
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