AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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I don't wanna be healed! [Privado]
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I don't wanna be healed! [Privado]
Me desperté con un leve sabor a whisky en mis labios, apenas palpable; la noche anterior la había pasado entera en la taberna, en compañía de varios hombres que revoloteaban a mi alrededor como abejas buscando desesperadamente el polen. Y es que es así son cuando se trata de pasar un buen rato , llegan a pegarse a ti como lapas, rebajándose al nivel del subsuelo; cuando la noche termina se pueden apreciar al menos cinco cuerpos espatarrados por el suelo que por un momento puedes llegar a pensar que están tiesos, a punto de caer en el largo letargo. Pero luego babean y te das cuenta de que sólo duermen estando bajo los efectos del alcohol.
Para mi asombro, aquel día amanecí en un lugar desconocido, en una alcoba que no era la mía. << ¿Dónde estoy? >> La confusión se había apoderado de mí, en ese momento me sentía perdida y desorientada…como si me hubieran drogado. ¿Y si era eso? Rezaba para que no lo fuese, pero si me pongo a pensar la verdad es que no recuerdo bien la noche anterior, sólo unas imágenes dispersas y fugaces; el lecho en el que había dormido era bastante ancho, como para dos personas…y es entonces cuando recordé que un cliente me había pedido que fuera a su casa para tener más intimidad. Una grave voz masculina cesó el voltio de mis pensamientos –Niña, ven a hacer un trabajito- lo dijo con un tono irónico y obviamente con un doble sentido que enseguida reconocí. Reí para mis adentros, no iba a quedarme en esa casa durante más tiempo, así que cogí una buena cantidad de dinero de la cartera de aquel hombre, me vestí y salí por patas sin que se diera cuenta –para algo me sirven mis dotes de pícara–.
Con el paso acelerado dejé atrás la extraña casa y el baboso hombre, convenciéndome a mí misma que ese día sería para mí, que sería un día libre. Al fin y al cabo así somos las cortesanas que vamos por libres, podemos tomarnos descansos cuando queremos pero sin pasarnos. Sin embargo, ya en otras ocasiones en las que me había tomado el día libre al final no lo había disfrutado porque caminando por la calle me paraba algún que otro hombre interesante. No es que siempre vaya llamando la atención, es que algunos me reconocen o me ven mona. << Yo que sé… >> Aunque realmente no soy una cortesana libre, porque hay semanas en las que me pide que trabaje allí el dueño del burdel; el día que ocurre eso siempre me alegro, porque sé que es mi oportunidad para conseguir un buen sueldillo.
Habiendo caminado durante una media hora llegué a una plaza que desconocía, al parecer me habían llevado bastante lejos y claramente no tenía ni idea de cómo salir de allí. Esperando que pasara alguien para preguntarle me senté en un banco, observando el cielo que empezaba a cobrar un color azul suave…estaba amaneciendo. De repente sentí varios chillidos que no provenían de muy lejos y algo angustiada giré el rostro a la izquierda, viendo al mismo hombre con el que había pasado la noche. Al no entender bien el idioma no sabía lo que estaba diciendo, pero averigüé que yo era la receptora de sus gritos…que aquellas palabras eran para mí. << ¿Qué le ocurre? >> No sabía cómo reaccionar y menos cuando vi el cuchillo de cocina que portaba en su cinturón, me había quedado petrificada. No obstante debía actuar y así mis pies comenzaron a moverse rápidamente, huyendo de aquellos ojos llenos de ira; finalmente creí haberlo despistado, pero ahora la despistada era yo.
Me encontraba en un lugar fangoso y con árboles frondosos pero flácidos. Cada paso era un gran reto, pues mis pies se quedaban incrustados en el barro… << Ahora sí que estoy perdida >> Empecé a agobiarme un poco, no sabía por dónde moverme ni cómo salir de allí; mirando al suelo podía ver culebras arrastrándose alrededor mío y poniendo algo de atención también se escuchaba el canto de cuervos. Parecía una película de terror, ya que se asemejaba incluso a la noche…a pesar de estar amaneciendo. De nuevo volví a aumentar el ritmo, intentando encontrar rápido la salida…pero sólo parecía dar vueltas y vueltas; de repente, me vi en el suelo, habiendo tropezado con un gran y duro tronco…fue al cabo de unos segundos cuando comencé a sentir un fuerte dolor en el tobillo derecho. Reprimí un grito e intenté levantarme, pero eso dolía aún más. Así que allí estaba, en mitad de la nada…algo manchada de barro (o de a saber qué) y lesionada. No me aterraba la idea de estar en un lugar como ese, sino la de que no sé cómo volver a casa.
Para mi asombro, aquel día amanecí en un lugar desconocido, en una alcoba que no era la mía. << ¿Dónde estoy? >> La confusión se había apoderado de mí, en ese momento me sentía perdida y desorientada…como si me hubieran drogado. ¿Y si era eso? Rezaba para que no lo fuese, pero si me pongo a pensar la verdad es que no recuerdo bien la noche anterior, sólo unas imágenes dispersas y fugaces; el lecho en el que había dormido era bastante ancho, como para dos personas…y es entonces cuando recordé que un cliente me había pedido que fuera a su casa para tener más intimidad. Una grave voz masculina cesó el voltio de mis pensamientos –Niña, ven a hacer un trabajito- lo dijo con un tono irónico y obviamente con un doble sentido que enseguida reconocí. Reí para mis adentros, no iba a quedarme en esa casa durante más tiempo, así que cogí una buena cantidad de dinero de la cartera de aquel hombre, me vestí y salí por patas sin que se diera cuenta –para algo me sirven mis dotes de pícara–.
Con el paso acelerado dejé atrás la extraña casa y el baboso hombre, convenciéndome a mí misma que ese día sería para mí, que sería un día libre. Al fin y al cabo así somos las cortesanas que vamos por libres, podemos tomarnos descansos cuando queremos pero sin pasarnos. Sin embargo, ya en otras ocasiones en las que me había tomado el día libre al final no lo había disfrutado porque caminando por la calle me paraba algún que otro hombre interesante. No es que siempre vaya llamando la atención, es que algunos me reconocen o me ven mona. << Yo que sé… >> Aunque realmente no soy una cortesana libre, porque hay semanas en las que me pide que trabaje allí el dueño del burdel; el día que ocurre eso siempre me alegro, porque sé que es mi oportunidad para conseguir un buen sueldillo.
Habiendo caminado durante una media hora llegué a una plaza que desconocía, al parecer me habían llevado bastante lejos y claramente no tenía ni idea de cómo salir de allí. Esperando que pasara alguien para preguntarle me senté en un banco, observando el cielo que empezaba a cobrar un color azul suave…estaba amaneciendo. De repente sentí varios chillidos que no provenían de muy lejos y algo angustiada giré el rostro a la izquierda, viendo al mismo hombre con el que había pasado la noche. Al no entender bien el idioma no sabía lo que estaba diciendo, pero averigüé que yo era la receptora de sus gritos…que aquellas palabras eran para mí. << ¿Qué le ocurre? >> No sabía cómo reaccionar y menos cuando vi el cuchillo de cocina que portaba en su cinturón, me había quedado petrificada. No obstante debía actuar y así mis pies comenzaron a moverse rápidamente, huyendo de aquellos ojos llenos de ira; finalmente creí haberlo despistado, pero ahora la despistada era yo.
Me encontraba en un lugar fangoso y con árboles frondosos pero flácidos. Cada paso era un gran reto, pues mis pies se quedaban incrustados en el barro… << Ahora sí que estoy perdida >> Empecé a agobiarme un poco, no sabía por dónde moverme ni cómo salir de allí; mirando al suelo podía ver culebras arrastrándose alrededor mío y poniendo algo de atención también se escuchaba el canto de cuervos. Parecía una película de terror, ya que se asemejaba incluso a la noche…a pesar de estar amaneciendo. De nuevo volví a aumentar el ritmo, intentando encontrar rápido la salida…pero sólo parecía dar vueltas y vueltas; de repente, me vi en el suelo, habiendo tropezado con un gran y duro tronco…fue al cabo de unos segundos cuando comencé a sentir un fuerte dolor en el tobillo derecho. Reprimí un grito e intenté levantarme, pero eso dolía aún más. Así que allí estaba, en mitad de la nada…algo manchada de barro (o de a saber qué) y lesionada. No me aterraba la idea de estar en un lugar como ese, sino la de que no sé cómo volver a casa.
Aura Núñez- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/09/2013
Localización : Burdel
Re: I don't wanna be healed! [Privado]
Otro día más en Paris, otro más de aquella “nueva vida” que profesaba haber empezado, y sinceramente, era otro día en el cual no sabía que mierda hacer con su vida, aun no conseguía trabajo en el hospital, aun no montaba su consultorio privado, y mucho menos aun encontraba esas malditas plantas que necesitaba para sus pociones. Si, ese día aquel joven de rubios cabellos salió de su casa desde muy temprano con ansias de practicar magia, bueno, de hacer pociones y algunos experimentos, ¿Quién sabe si inventaba la poción de vida eterna?
Sus manos se encontraban en un hongo blanco con varias motas cafés, cuando voltearía hacia cierta dirección porque había escuchado un ruido muy extraño, una especie de siseo, pero no el de una serpiente, sabía el reconocer el característico sonido de esos reptiles, esta vez era un tanto diferente. Por ello, tomaría varios hongos que estaban allí y los metería en una pequeña bolsa que cargaba a cuestas, donde ya tenía una buena colección de especímenes, todas plantas, y puede que una que otra rana o sapo de colores brillantes.
Sus piernas cubiertas de un pantalón negro se estiraron para proporcionarle al joven la capacidad de caminar, llevaba esa mañana unas botas altas de cuero hasta un poco por debajo de la rodilla, y una camisa blanca maga larga ajustada al torso con una abertura en “V” a la altura del pecho, dejaba ver así unos cuantos vellos nacientes de un tono rubio, un poco más oscuro que el de su cabello, además de la forma de unos pectorales poco moldeados. Las mangas holgadas de la camisa hacían perfecto el atuendo de aquel muchacho, pues le daban esa sensación de frescor que necesitaría para un lugar tan caluroso como ese.
Saltando raíces largas y varios charcos de fango, empezó a caminar hacia donde creía haber escuchado ese ruido extraño, cuando escucho un golpe seco en el suelo, obviamente algo o alguien cayó allí, y fue que decidió apurar un poco el paso; no tardaría en enterarse de que era una dama la que yacía en el suelo, se apresuró un poco más hasta acercarse, se agacho, y poso una rodilla en tierra, - ¿Se encuentra usted bien, señorita? - Pregunto aquel de varonil voz, mientras una expresión seria se formaba en su rostro, y esos dos iris turquesa que poseía buscaban reflejarse en los dos orbes de la chica; el golpe sonoramente había sido de una caída, esperaba que estuviese bien, pues sino, tendría que ideárselas para ayudarle en un lugar como aquel.
Sus manos se encontraban en un hongo blanco con varias motas cafés, cuando voltearía hacia cierta dirección porque había escuchado un ruido muy extraño, una especie de siseo, pero no el de una serpiente, sabía el reconocer el característico sonido de esos reptiles, esta vez era un tanto diferente. Por ello, tomaría varios hongos que estaban allí y los metería en una pequeña bolsa que cargaba a cuestas, donde ya tenía una buena colección de especímenes, todas plantas, y puede que una que otra rana o sapo de colores brillantes.
Sus piernas cubiertas de un pantalón negro se estiraron para proporcionarle al joven la capacidad de caminar, llevaba esa mañana unas botas altas de cuero hasta un poco por debajo de la rodilla, y una camisa blanca maga larga ajustada al torso con una abertura en “V” a la altura del pecho, dejaba ver así unos cuantos vellos nacientes de un tono rubio, un poco más oscuro que el de su cabello, además de la forma de unos pectorales poco moldeados. Las mangas holgadas de la camisa hacían perfecto el atuendo de aquel muchacho, pues le daban esa sensación de frescor que necesitaría para un lugar tan caluroso como ese.
Saltando raíces largas y varios charcos de fango, empezó a caminar hacia donde creía haber escuchado ese ruido extraño, cuando escucho un golpe seco en el suelo, obviamente algo o alguien cayó allí, y fue que decidió apurar un poco el paso; no tardaría en enterarse de que era una dama la que yacía en el suelo, se apresuró un poco más hasta acercarse, se agacho, y poso una rodilla en tierra, - ¿Se encuentra usted bien, señorita? - Pregunto aquel de varonil voz, mientras una expresión seria se formaba en su rostro, y esos dos iris turquesa que poseía buscaban reflejarse en los dos orbes de la chica; el golpe sonoramente había sido de una caída, esperaba que estuviese bien, pues sino, tendría que ideárselas para ayudarle en un lugar como aquel.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2013
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Re: I don't wanna be healed! [Privado]
Mientras agarraba levemente la pierna para no apoyarla escuché el ruido de unos zapatos que se alzaban una y otra vez desde el fango; alguien parecía dirigirse a mí. Apenas giré mi cabeza para comprobar que se trataba de un joven hombre rubio que se mostraba serio y reservado. Lo miraba algo reacia pero consideré cortés proporcionarle una respuesta. –Estoy bien- soné seca y huraña, pero al intentar ponerme de pie perdí el equilibrio, cayendo de nuevo al oscuro barro. -¡Auch!- salió de mí un breve quejido al sentir de nuevo el incómodo dolor. –Vale, sólo me duele un poco ahí- señalé el tobillo pero era obvio que no quería ayuda.
De soslayo pude ver que llevaba varias plantas y hongos, no pudiendo evitar pensar que se trataba de un fitólgo, un apasionado de las plantas. Reí un poco para mis adentros, al imaginarme el aspecto que debería tener en aquel momento, completamente manchada de barro y a saber de qué más. -¿Se va a quedar ahí pasmado sin hacer nada?- le pregunté con un tono algo irónico, sonando algo borde…pero así soy yo al principio –y casi siempre–. Aunque el hombre insistiera un poco en chequear el tobillo yo no me dejé, simplemente me levanté con algo de dificultad y torpeza…apoyándome en un tronco cercano e intentando reprimir varios sollozos.
-Ya veo que le gustan las plantas…- le dije finalmente, ya que parecía no tener intención de marcharse. Bajé gradualmente la mirada hacia las palmas de mis manos porque notaba cierto escozor, así pude ver que al intentar detener la caída me había rasgado y clavado varias astillas; aquello en cambio era una simple molestia. Pasaron varios minutos en los que ninguno soltamos una mera palabra, me limité a mirar continuamente alrededor. Andaba a la pata coja como podía, inspeccionado los arbustos cercanos…como si se escondiera el mismo demonio allí. A pesar de que intentaba tapar mi expresión consternada, era bastante notable que algo me preocupaba. –Menos mal, parece que no está por aquí…- susurré para mí mientras me dejé caer al suelo, quedando apoyada en una roca mediana. Entonces me tranquilicé un poco, me relajé al saber que el hombre psicópata no andaba por aquellos lares.
A pesar de ser temprano ya sentía un horrible cansancio encima; había estado corriendo durante mucho tiempo y tanta tensión a veces debilita a una. Sin quererlo mis ojos se cerraron lentamente y mi boca se quedó algo entreabierta; unos rayos de luz que se colaron entre los frondosos árboles llegaron hasta mí, iluminándome levemente…parecía un ángel inofensivo. Y así permanecí un buen rato, soñando con algo sumamente dulce: por fin, tras varios años en el burdel, se cumplía mi sueño de ser bailarina. Deseaba que no fuera un sueño, ¿qué importará escaparse de la realidad por unos instantes?.
De soslayo pude ver que llevaba varias plantas y hongos, no pudiendo evitar pensar que se trataba de un fitólgo, un apasionado de las plantas. Reí un poco para mis adentros, al imaginarme el aspecto que debería tener en aquel momento, completamente manchada de barro y a saber de qué más. -¿Se va a quedar ahí pasmado sin hacer nada?- le pregunté con un tono algo irónico, sonando algo borde…pero así soy yo al principio –y casi siempre–. Aunque el hombre insistiera un poco en chequear el tobillo yo no me dejé, simplemente me levanté con algo de dificultad y torpeza…apoyándome en un tronco cercano e intentando reprimir varios sollozos.
-Ya veo que le gustan las plantas…- le dije finalmente, ya que parecía no tener intención de marcharse. Bajé gradualmente la mirada hacia las palmas de mis manos porque notaba cierto escozor, así pude ver que al intentar detener la caída me había rasgado y clavado varias astillas; aquello en cambio era una simple molestia. Pasaron varios minutos en los que ninguno soltamos una mera palabra, me limité a mirar continuamente alrededor. Andaba a la pata coja como podía, inspeccionado los arbustos cercanos…como si se escondiera el mismo demonio allí. A pesar de que intentaba tapar mi expresión consternada, era bastante notable que algo me preocupaba. –Menos mal, parece que no está por aquí…- susurré para mí mientras me dejé caer al suelo, quedando apoyada en una roca mediana. Entonces me tranquilicé un poco, me relajé al saber que el hombre psicópata no andaba por aquellos lares.
A pesar de ser temprano ya sentía un horrible cansancio encima; había estado corriendo durante mucho tiempo y tanta tensión a veces debilita a una. Sin quererlo mis ojos se cerraron lentamente y mi boca se quedó algo entreabierta; unos rayos de luz que se colaron entre los frondosos árboles llegaron hasta mí, iluminándome levemente…parecía un ángel inofensivo. Y así permanecí un buen rato, soñando con algo sumamente dulce: por fin, tras varios años en el burdel, se cumplía mi sueño de ser bailarina. Deseaba que no fuera un sueño, ¿qué importará escaparse de la realidad por unos instantes?.
Aura Núñez- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/09/2013
Localización : Burdel
Re: I don't wanna be healed! [Privado]
Pasearía aquellos orbes azul cielo por el cuerpo de la dama, sin ningún motivo lascivo o vulgar, solo buscaba que estuviese “bien”, como ella decía estar, pues la verdad, a su ojo médico, ella tenía un par de heridas menores que podría sanar ahí mismo, si ella se dejaba, claro. - Señorita… - Trataría de decir con suavidad, pero ella continuaría hablando, y luego observándolo y luego comentando sobre el dolor que sentía al mover el tobillo.
Sus brazos estaban abiertos a la disposición de ella, más para tratar de aguantarla por si caía, que por otra cosa, sus manos abiertas a disposición de ayudarla para sostenerla bien en caso de cualquier accidente, pero ella continuaba moviéndose y hablando. - Señorit… - Sería interrumpido, al ver que la joven ahora le decía que era un inútil porque no le estaba ayudando, y es que si ella se quedara quieta y dispuesta, él fácilmente podría prestarle un servicio médico adecuado. Y luego, observaría las plantas de la bolsa que llevaba, cosa que quizá no debía explicar mucho, así tuviese una cabeza de pez gigante allí, no tenía que andar diciendo a todos lo que allí estaba, eso no era problema de nadie. - Si se queda quiet… - La chica seguiría moviéndose, y detallándolo, en vez de prestarle atención. Lissander, siempre educado, trataba de calmarse mucho para no responderle inadecuadamente
- Si, si me gustan las plantas, pero… - De nuevo, la joven se distraía dejándolo totalmente en el aire, esta vez, viendo sus palmas con astillas clavadas, que él podría sacar cuidadosamente, pero aquella damisela de la cual no conocía ni el nombre, parecía una de esas niñas hiperactivas que las madres llevaban a su consultorio por un tranquilizante, no se calmaban ni un segundo. Ahora, aquella muchacha se intentaba alzar y caminar por los arbustos buscando quien sabe qué cosa, mientras el hechicero le seguía como enfermero a un anciano con demencia senil, como odiaba a los pacientes difíciles, provocaba hacerles un hechizo de hipnosis y dejarlos estáticos por un buen tiempo.
- ¿Está buscando a alguien, señorita? - Preguntaría amable, aunque eso no era de su incumbencia, pero si ese era el caso, podría ayudarla a encontrar a esa persona, en todo caso, buscaría hablar de otro tema más importante. - Señorita, si usted se sienta en aquella roca, yo podré curar sus heridas, soy doctor, confíe en mí, y quédese tranquila. - La vería fijo a los ojos con esa expresión seria y casi denotando molestia e incomodidad, más, no sentía nada de eso, aquel muchacho estaba acostumbrado al trato con pacientes difíciles, así que esta no era ni la primera, ni sería la última vez.
Sus brazos estaban abiertos a la disposición de ella, más para tratar de aguantarla por si caía, que por otra cosa, sus manos abiertas a disposición de ayudarla para sostenerla bien en caso de cualquier accidente, pero ella continuaba moviéndose y hablando. - Señorit… - Sería interrumpido, al ver que la joven ahora le decía que era un inútil porque no le estaba ayudando, y es que si ella se quedara quieta y dispuesta, él fácilmente podría prestarle un servicio médico adecuado. Y luego, observaría las plantas de la bolsa que llevaba, cosa que quizá no debía explicar mucho, así tuviese una cabeza de pez gigante allí, no tenía que andar diciendo a todos lo que allí estaba, eso no era problema de nadie. - Si se queda quiet… - La chica seguiría moviéndose, y detallándolo, en vez de prestarle atención. Lissander, siempre educado, trataba de calmarse mucho para no responderle inadecuadamente
- Si, si me gustan las plantas, pero… - De nuevo, la joven se distraía dejándolo totalmente en el aire, esta vez, viendo sus palmas con astillas clavadas, que él podría sacar cuidadosamente, pero aquella damisela de la cual no conocía ni el nombre, parecía una de esas niñas hiperactivas que las madres llevaban a su consultorio por un tranquilizante, no se calmaban ni un segundo. Ahora, aquella muchacha se intentaba alzar y caminar por los arbustos buscando quien sabe qué cosa, mientras el hechicero le seguía como enfermero a un anciano con demencia senil, como odiaba a los pacientes difíciles, provocaba hacerles un hechizo de hipnosis y dejarlos estáticos por un buen tiempo.
- ¿Está buscando a alguien, señorita? - Preguntaría amable, aunque eso no era de su incumbencia, pero si ese era el caso, podría ayudarla a encontrar a esa persona, en todo caso, buscaría hablar de otro tema más importante. - Señorita, si usted se sienta en aquella roca, yo podré curar sus heridas, soy doctor, confíe en mí, y quédese tranquila. - La vería fijo a los ojos con esa expresión seria y casi denotando molestia e incomodidad, más, no sentía nada de eso, aquel muchacho estaba acostumbrado al trato con pacientes difíciles, así que esta no era ni la primera, ni sería la última vez.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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Re: I don't wanna be healed! [Privado]
Por fin dejé de dar vueltas, había actuado de una manera muy infantil, pero realmente estaba nerviosa y el hecho de quedarme parada en un lugar como ese me aterraba; más aún cuando podía estar por ahí aquel hombre psicópata. -Perdone, no sé qué me pasa que últimamente ando muy despistada- le comenté con un tono sincero mientras me dirigía hacia la roca que él había señalado. Con algo de dificultad me senté en ella y seguidamente solté un breve suspiro; en realidad le había mentido, no había estado despistada sino algo asustada…simplemente no podía olvidar el hecho de que podía haber muerto hace una media hora. Pero como siempre, debía esconder al máximo aquellas inseguridades y temores. –Soy Aura ¿y usted? Y no, realmente no estoy buscando a alguien, sólo me aseguro de que no esté por aquí- le dije al mismo tiempo que volvía a mirar alrededor.
-Seguramente le estoy dando muchos problemas cuando usted sólo intenta ayudarme ¿verdad?- admití mi error, pocas veces en mi vida lo he hecho. –Pero por favor, no se ría de mi aspecto…no suelo vestir de este modo, sólo es que no conozco este lugar y he caído en el fango- la verdad es que estaba algo avergonzada, buena parte de mi cuerpo había quedado manchado y parecía haber pasado de rubia a castaña. Además, tenía varias magulladuras por las piernas y finos cortes por las ramas. Sin poderlo evitar me quedé mirando al supuesto médico, esperando a que éste me inspeccionara para sanarme, pero se me ocurrió una idea para hacer la situación algo más divertida. –Espere –dije mientras sujetaba mi pierna –Dejaré que me ayude si me invita a cenar– le propuse aquella idea mientras mostraba una dulce sonrisa. Realmente no era un asunto de vida o muerte, y tampoco es que me importara mucho asistir a restaurantes…era simplemente interés y curiosidad por el serio acompañante.
Era hora de que el hombre cambiara la primera impresión que había captado de mí; estaba convencida de que pensaba que era una niña mimada y loca, y en primer lugar no soy una niña. De manera divertida posé varios mechones detrás de la oreja, dejando un poco más al descubierto mi aterciopelado rostro…aún con restos de fango en él. No pretendía ganarme su admiración, y menos con ese aspecto, simplemente es así como actúo cuando estoy en contacto con un hombre tan apuesto como él; son gestos que me salen solos.
Esperé a ver qué hacía y asomé un poco la cabeza hacia su bolsa, viendo lo que llevaba dentro. –Estoy segura de que puedo hacer un buen plato con esas setas; antes las recogía pero dejé de hacerlo cuando cogí una que me dejó mala del estómago durante tres semanas. – era información irrelevante, pero solo intentaba dar tema de conversación pues no estaba muy convencida de que aquel hombre fuera muy hablador.
-Seguramente le estoy dando muchos problemas cuando usted sólo intenta ayudarme ¿verdad?- admití mi error, pocas veces en mi vida lo he hecho. –Pero por favor, no se ría de mi aspecto…no suelo vestir de este modo, sólo es que no conozco este lugar y he caído en el fango- la verdad es que estaba algo avergonzada, buena parte de mi cuerpo había quedado manchado y parecía haber pasado de rubia a castaña. Además, tenía varias magulladuras por las piernas y finos cortes por las ramas. Sin poderlo evitar me quedé mirando al supuesto médico, esperando a que éste me inspeccionara para sanarme, pero se me ocurrió una idea para hacer la situación algo más divertida. –Espere –dije mientras sujetaba mi pierna –Dejaré que me ayude si me invita a cenar– le propuse aquella idea mientras mostraba una dulce sonrisa. Realmente no era un asunto de vida o muerte, y tampoco es que me importara mucho asistir a restaurantes…era simplemente interés y curiosidad por el serio acompañante.
Era hora de que el hombre cambiara la primera impresión que había captado de mí; estaba convencida de que pensaba que era una niña mimada y loca, y en primer lugar no soy una niña. De manera divertida posé varios mechones detrás de la oreja, dejando un poco más al descubierto mi aterciopelado rostro…aún con restos de fango en él. No pretendía ganarme su admiración, y menos con ese aspecto, simplemente es así como actúo cuando estoy en contacto con un hombre tan apuesto como él; son gestos que me salen solos.
Esperé a ver qué hacía y asomé un poco la cabeza hacia su bolsa, viendo lo que llevaba dentro. –Estoy segura de que puedo hacer un buen plato con esas setas; antes las recogía pero dejé de hacerlo cuando cogí una que me dejó mala del estómago durante tres semanas. – era información irrelevante, pero solo intentaba dar tema de conversación pues no estaba muy convencida de que aquel hombre fuera muy hablador.
Aura Núñez- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/09/2013
Localización : Burdel
Re: I don't wanna be healed! [Privado]
¡Al fin lo había logrado! La joven se quedó quieta, se sentó donde el joven doctor le había indicado, y ahora no paraba de hablar, cosa que no le molestaba, pero que le causaba cierta desconcentración, debido a que estaba totalmente centrado en sanar sus heridas, y en cómo iba a ideárselas sin tener sus utensilios a mano. Así que se sentó debajo de ella, mirando fijamente sus heridas, y revisándolas muy bien, sin tocar demás, ni tocar de menos, perdiéndose un poco de la conversación, bueno, más bien, respondiendo tarde a ella. - Me llamo Lissander, un placer. - Le dijo a la chica, mientras sacaba de su bolsa una botella de agua, especial para tomar, pero aguantaría hasta casa, así que la usaría para limpiar las heridas de la chica.
- ¿De quién debe huir? - Preguntó curioso, mientras arrancaba un pedazo de tela de la camisa, y mojándolo en agua, comenzaría con suavidad a limpiar aquellas aberturas en su carne. - Debo limpiarlas, para que no se infecten. - Dijo en primera instancia, antes de escuchar sus disculpas que solamente ocasionaron una suave sonrisa en su rostro, - No se disculpe, no hay problema. - Continuaría limpiando todo el fango y suciedad hasta que escuchó “invitarme a cenar”, lo que provocó un resoplido muy notorio y una expansión en su sonrisa, pero ¿era buena o mala aquella reacción? - Lo siento, no me gusta que las damas me hagan ese tipo de ofrecimientos, señorita Aura. - Su tono fue totalmente serio y hasta un poco cortante, la verdad, el joven odiaba que las mujeres se le ofrecieran de tal modo.
Aquel joven no era un puritano, o un amante de lo religioso, pero era un caballero, y una dama de verdad no se le ofrecía a un hombre de ese modo, por tanto, aquel muchacho se sintió un poco atacado por aquello. - Seguro que sí podría, pero necesito las setas para crear algunas medicinas. - Tomaría una de las manos de aquella joven, y después de rociarle un poco de agua, comenzaría a halar las astillas de la palma de su mano, intentaba ser cuidadoso pero a la vez eficaz, porque si las sacaba lento, dolerían más. Esta parte del trabajo si le tomaría algo de tiempo, algunas eran muy chicas, y no tenía unas pinzas que usar, desgraciadamente.
- ¿Puedo saber cómo termino en este bosque, señorita Aura? - Interrogaría curioso, con un poco más de calma en su voz, siguiendo con su trabajo, sin voltear si quiera a verla, pues, cuando aquel doctor de ojo azules ejercía la medicina se volvía una persona completamente amante de su vocación.
- ¿De quién debe huir? - Preguntó curioso, mientras arrancaba un pedazo de tela de la camisa, y mojándolo en agua, comenzaría con suavidad a limpiar aquellas aberturas en su carne. - Debo limpiarlas, para que no se infecten. - Dijo en primera instancia, antes de escuchar sus disculpas que solamente ocasionaron una suave sonrisa en su rostro, - No se disculpe, no hay problema. - Continuaría limpiando todo el fango y suciedad hasta que escuchó “invitarme a cenar”, lo que provocó un resoplido muy notorio y una expansión en su sonrisa, pero ¿era buena o mala aquella reacción? - Lo siento, no me gusta que las damas me hagan ese tipo de ofrecimientos, señorita Aura. - Su tono fue totalmente serio y hasta un poco cortante, la verdad, el joven odiaba que las mujeres se le ofrecieran de tal modo.
Aquel joven no era un puritano, o un amante de lo religioso, pero era un caballero, y una dama de verdad no se le ofrecía a un hombre de ese modo, por tanto, aquel muchacho se sintió un poco atacado por aquello. - Seguro que sí podría, pero necesito las setas para crear algunas medicinas. - Tomaría una de las manos de aquella joven, y después de rociarle un poco de agua, comenzaría a halar las astillas de la palma de su mano, intentaba ser cuidadoso pero a la vez eficaz, porque si las sacaba lento, dolerían más. Esta parte del trabajo si le tomaría algo de tiempo, algunas eran muy chicas, y no tenía unas pinzas que usar, desgraciadamente.
- ¿Puedo saber cómo termino en este bosque, señorita Aura? - Interrogaría curioso, con un poco más de calma en su voz, siguiendo con su trabajo, sin voltear si quiera a verla, pues, cuando aquel doctor de ojo azules ejercía la medicina se volvía una persona completamente amante de su vocación.
Lissander C. Arcalucci- Hechicero Clase Media
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