A New Season UA: Secrets Revealed [Privado Maia, + 18]

por **Skyler Ackermann** Sáb Oct 05, 2013 1:47 pm

Su cabeza no dejaba de darle vueltas, aún estando completamente quieto. Su memoria le bombardeaba con recuerdos que intentaba ordenar con desespero, pero siempre terminaba por cerrar los ojos para bajarse de la montaña rusa a la que estaba amarrado. Había despertado hace un rato nada más, con la vista fija en el techo de la residencia que asumía era la casa de Maia, quien dormía con una tranquilidad que distaba mucho del estrés por el que debió haber pasado en sus últimas horas despierta. Las lagunas mentales le decían a cuentagotas lo que había sucedido desde que su hombro fue horriblemente castigado, y esas gotas fueron suficientes para tener una idea de lo sucedido. Negó con la cabeza ligeramente para despejarse de lo ya ocurrido y suspiró ligeramente para pensar en lo que tenía que hacer ahora.

No era una persona hiperactiva, pero odiaba estar quieto. Más aún en esas circunstancias, de las cuales no sabía nada más aparte de un terremoto y la aparición de bestias lobo aterrorizando la ciudad. Entrecerró los ojos pensando en si podían tener alguna relación, pero su cabeza no le ayudó a buscar alguna conclusión. Aún estaba aturdido, y eso le disgustaba de sobremanera; sumándole a eso el hecho de que su costado izquierdo estuviera firmemente vendado, incluso con su brazo “obligado” a estar sobre su torso desnudo. Cuando se dio cuenta de ello, intentó levantarse inmediatamente a buscar su camiseta o alguna otra prenda, pero el dolor físico y mental por la resignación del descubrimiento le frenaron de intentar ocultar lo que seguramente Maia había notado durante las curaciones.

Vio nuevamente la hora en el reloj de pared y cerró los ojos al ver que eran casi las once. Había dormido más de doce horas, y su cuerpo quieto no ayudaba en nada a cambiar esa condición. Por eso apoyó su mano derecha en la mesa e intentó levantarse nuevamente, sentándose con esfuerzo en el mueble. Desde allí observó a Maia, quien continuaba dormida a pesar del ruido que había hecho. ¿Cómo iba a pagarle lo que había hecho? Negó con la cabeza imaginando la respuesta de la chica. – “Lo hice porque quería hacerlo” – Susurró y luego sonrió, acomodándose para poder bajarse. Sin embargo, en cuanto lo hizo cayó de rodillas, haciendo un ruido seco en el piso de madera. Se tomó el hombro haciendo esfuerzos monumentales para no hacer más ruido con sus quejidos, pero su plan no resultó. Escuchó aquella voz, y se quedó quieto.

por **Yuna Rutledge** Dom Oct 06, 2013 4:52 pm

Aun entre sueños, mi cuerpo estaba adolorido por el tiempo que tardaba en volver a la normalidad. Sentía con qué lentitud los muscúlos de mis hombros perdían la tensión, igual que mis muslos, pantorillas y, sobre todo, cuello; no estaba acostumbrada a realizar semejante actividad física en un día, sin mencionar si quiera el estrés psicológico. Inconsciente, todavía podía sentir la angustia por cómo se pondría Skyler, si es que había hecho bien mi trabajo. No podía darme cuenta de lo tranquila que estaba exteriormente, pues dentro mío había caos y preocupación. Así pues, cuando un sonido tan alarmante resonó cerca de donde todavía dormía, di un respingo, gemí por el entumecimiento y desperté. No había dormido tanto jamás. Miré en todos lados en busca de cualquier movimiento, y al no dar señales de ningún intruso, bestia o humano, suspiré. Bajé la mirada hacia el otro lado de la mesa y se me contrajo el corazón.

¿Qué es lo que pretendía Skyler? Matarme no, por supuesto, pues me había salvado ya en demasiadas ocasiones; por otro lado, parecía muy dispuesto a darme susto de muerte tras susto de muerte.

— De haber pensado que te levantarías de esa forma, habría tomado los cinturones de mi padre y te habría atado a la mesa. —le reñí suavemente. Me desperecé y volví a tronar cada articulación de mi cuerpo, segundos antes de darle la vuelta a la larga mesa y arrodillarme en frente suyo. No sabía que decir, y por ello me temblaban los labios. Independientemente de lo que había pasado en la escuela y de camino a casa, no podía negar que me gustaba. Así era, pero admitirlo en voz alta era algo muy diferente. Conforme miraba esos ojos azules, me preguntaba si era al menos relevante. Sentía un miedo racional acerca de lo que podría hacer si se lo dijera. Ni siquiera me di cuenta que la idea estaba formando tanta fuerza en mi cabeza que empezaba a sonrojarme, a jugar con las manos y a desviar la mirada. De la nada, y en un murmullo, dije:— Tu me gustas, Skyler.

El sonido no me pareció tener un sentido lógico. Eran un puñado de palabras que escaparon por si solas. Y entonces caí en cuenta de que significaban. Cuando toqué su rostro con las manos manchadas de sangre seca, y admiré de cerca esos ojos aunque mi vergüenza me insistiera apartar la mirada, cuando comprendí que me gustaría incluso si no me hubiera salvado la vida. Me incliné hacia adelante y, sin darle tiempo a que me rechazara sin más, toqué sus labios con los míos.

por **Skyler Ackermann** Lun Oct 07, 2013 10:32 pm

No se molestó en pedir disculpas, ya que lo hecho hecho estaba. Aprovechando que le daba la espalda aún, dedicó una corta sonrisa a su comentario, la cual no alcanzaba a ser una carcajada debido a su propio autocontrol y a las precauciones que quería y debía tener con su cuerpo después de tamaño enfrentamiento. – Mi cuerpo está muy entumido, es todo. – Mencionó serio mientras le escuchaba acercarse, siguiendo los pasos con ojos y oídos hasta observarle de frente tal y como se había puesto.

Teniéndola tan cerca, delineó nuevamente sus facciones con la mirada, aunque fijándose en algo más: Estaba nerviosa, quizás tanto o más que cuando escapaba de lo terrible y lo desconocida que fue aquella auténtica aventura de supervivencia en la escuela. Skyler simplemente le contemplaba expectante, esperando que ella fuera la que dijera lo que tenía que decir, sin ejercer algún tipo de presión sobre ella – ya que lo que menos quería era que se estresara después de lo vivido – pero el mero hecho de permanecer sumidos dentro de un silencio sepulcral incrementaba la tensión por parte de ella; y, también en cierta medida, la de Skyler. Maia comenzó a realizar inequívocos gestos de nerviosismo acompañados de un sonrojo cada vez más notorio, y el Beast Hunter siguió esos gestos prácticamente al acecho de algo más cuya incertidumbre le provocó un incipiente nerviosismo, hasta que la espera terminó.

Se le había declarado. Así, sin ningún filtro o indirecta. Y se sentía extraño, desconociendo el por qué. Su corazón se aceleró, y sus pulmones empezaron a reclamar aire incluso antes de que se le acercara y le besara, contacto al cual no se negó aunque sentía que debía haberlo hecho. Las cosas estaban llegando demasiado lejos, y no tenía los medios –ni las manos- para ponerle un alto. Ella había cerrado los ojos para sentirle de mejor manera, pero él miraba de reojo, moviendo apenas los labios pensando en qué responder a la demanda inmediata que la joven tendría cuando se separasen, temiendo que la respuesta más sincera pudiera dañarle.

Se separó mínimamente cuando su cuerpo le pidió aire, controlando esos inexplicables –para sí- impulsos de besarle de nuevo, aunque terminó haciéndolo en la frente de ella, de una forma más fraternal. – Lo siento, pero esto ha llegado demasiado lejos. – Le dijo y se levantó con esfuerzo, terminando por apoyar su espalda baja en la mesa para no irse de bruces.- Un Beast Hunter no puede formar lazos con otros. Su deber es ayudar a quien lo necesite. Nada más que eso. – Dijo con los ojos cerrados, recitándolo cual juramento. – Agradezco lo que has hecho por mí, pero en cuanto me recupere debo partir a cumplir mi deber. – Negó con la cabeza, tratando de que el dolor en su pecho desapareciera aunque eso fuera imposible.- En verdad lo siento.- Murmuró, haciendo una ligera reverencia inclinando la cabeza en señal del perdón que creía poco posible conseguir.

por **Yuna Rutledge** Mar Oct 08, 2013 1:33 pm

Una caricia era todo lo que podía pedir de esos labios, y aunque ésta fue tan mínima que parecía creada por mi imaginación, bastó para que mi corazón no se contrajera de dolor. Una sensación de lo más extraña. Una que no había sentido antes, ni siquiera en relaciones anteriores hechas un fracaso. Me tomé un respiro, como si predijera cada una de sus palabras y procesara de inmediato su significado para que pudiera asimilarlo sin demora. Mis manos decayeron de su rostro, tal como mi mirada. De pronto fue como si me encogiera al más minúsculo ser. ¿Qué debía decir? No podía mentir y decir que había sido una broma, porque no era de las que jugaba con algo así. Pero daba igual, porque hiciera lo que hiciera, las cosas no iban a cambiar. Asentí ante sus constantes disculpas, aunque en realidad deseaba tirarlas todas al suelo y pisotearlas con los pies desnudos.

— No te preocupes. —dije con la voz tan tensa como la cuerda de una guitarra. De permanecer más tiempo arrodillada en el suelo, me habría derrumbado como una completa desdichada. Y no quería eso. Me levanté e hice una mueca al caer en cuenta por tercera vez en el día de mi aspecto desgarbado. Mantuve la mirada fija en el pantalón de deporte cubierto de sangre y polvo de escombros. Apreté los puños a los costados. Si las palabras no salían de mi en ese momento, me volvería loca. Tomé aire y le sostuve la mirada.— No cambiaré. Me mantengo firme en lo que dije y no dejarás de gustarme por una norma de cazador o por el que tengas que... marcharte. —decir aquello costó tanto que se me quebró la voz. Me importó un comino que a esas alturas los ojos se me hubiesen empañado.— No tienes que sentir nada por mi. —añadí en un murmullo, antes de girarme y caminar hacia el pasillo principal que conducía a las escaleras.

No había manera de que esas palabras fueran suficiente para apaciguar el dolor que empezaba a corroerme el corazón, pero exigir más de lo que esta persona podía darme sería demasiado egoísta. Aterrada por lo que pudiera decir después, y reprimiendo sollozos que prefería mantener en privado, pensé en el hermoso e inmaculado baño dorado que esperaba en el segundo piso.

— Iré a darme un baño. —dije encontes con la voz ronca del cansancio.— Si quieres también puedes tomar uno. Y, por cierto... —hice una pausa, a punto de subir el primer escalón. No debía mencionarlo, y solo corría el riesgo de que se disgustara conmigo. ¿Pero cuando me contenía algo que deseaba decir? Para mi pesar, sonreí cuando volteé a mirarle.— No me molesta. Eso también me gusta.

por **Skyler Ackermann** Mar Oct 08, 2013 8:34 pm

El tiempo que habían pasado juntos era relativamente poco para el grado de conocimiento que Skyler parecía tener de Maia. Su temeraria terquedad en el encuentro contra el primer licántropo le servía de antecedente suficiente para catalogarla como una persona que no gustaba de recibir órdenes -tal y como ella lo había confesado después- y que tampoco gustaba de ceder con facilidad ante ciertas situaciones. Y justo al frente tenía otra prueba de su valor y su tenacidad, insistiendo en sus sentimientos hacia él enfocándose en que no los iba a cambiar. Él no quería eso, a pesar del dolor que pudo ver en ella cuando replicó sus palabras; pero tampoco quería...¿Qué quería en realidad?

Su sentido del deber, rígido y apegado a la importancia de su condición de Beast Hunter había triunfado. No podía ni tampoco debía forjar lazos con civiles rescatados más allá del intercambio de palabras vinculado a tal situación; y esa era una regla fundamental sino la más importante. ¿Pero qué puedes decir a tu favor cuando te besas con tu doncella rescatada de tal forma que quieres arrojar por la borda todas las reglas del mundo? ¡Nada! ¡Estás perdido! ¡Perdidamente atraído! Su corazón se sentía un completo traidor, y ni el hecho de que había cumplido con su deber le producía consuelo. De hecho, empeoraba su dolor. Pero tenía un compromiso con su familia, uno que había perdurado por generaciones...¿Qué traición era peor: la de tu familia y tu deber, o la de ti mismo y la de tus sentimientos?

Toda reflexión se fue al diablo cuando recordó lo descolocado que había quedado con aquellas últimas palabras que le dijo antes de subir al segundo piso. Que "eso" también le gustaba. Incluso se llevó la mano libre a la mejilla derecha recordando el sonrojo que le había quitado toda seriedad. Necesitaba saber a qué se refería exactamente, y también necesitaba a alguien que le ayudara con el baño. Se tardaría un día completo si lo intentaba así como estaba, o quizás más; y Maia era la única persona quizás en kilómetros que podría ayudarle.

Con una pausada resignación, subió escalón por escalón con cautela, sabiendo que cualquier movimiento en falso podía significarle un daño tan o más grande que su hombro inmóvil, y necesitaba recuperarse rápido en pos de servir a la ciudad. En cuanto subió se guió por el vapor que salía por una de las puertas, observando de paso las decoraciones de pasillo y pared que parecían recibirle cual galería de subordinados. La distracción fue tal que entró sin pedir permiso, y cuando se reenfocó no pudo cerrar la puerta junto con él por fuera de la habitación como a su mente le hubiera gustado, sino que se quedó quieto, pasmado, embobado con lo que tenía ante sí; con la boca silente como si se la hubieran cosido. - ...

por **Yuna Rutledge** Mar Oct 08, 2013 11:12 pm

Luego de la estresante batalla en la escuela, la persecución, el tratamiento de Skyler y su directo rechazo, no podía sino necesitar un largo baño. Uno con agua caliente y espuma en la tina japonesa. Incluso derrocharía los jabones perfumados y las sales que había estado reservando para Navidad. Aunque mis padres habían decorado la casa con su extraño estilo indi, me permitieron elegir la decoracón del baño, e hice que fuera lo más moderna y lujosa posible, aunque eso me costara gran cosa para mi habitación. Descansar los hombros en ese espacio familiar y privado era lo que necesitaba. Pensar todo detenidamente. No podía obligar a nadie a aceptar mis sentimientos, y menos aun a corresponderlos. Medité sobre las diferentes opciones que tendría una vez que él se marchara. Me despojé de la camiseta de deporte, la boté a un rincón, y luego hice lo mismo con el pantalón. Me dirigí a la bañera y abrí el grifo de agua caliente, virtiendo las sales y las burbujas.

El silencio que reinaba en el baño cuando empecé a deshacerme del sujetador fue roto por el sonido de la puerta al abrirse. Me sobresalté y giré sobre los talones, encontrandome con la intensa mirada de Skyler sobre mi. No sé cuanto tiempo duró en que ninguno de los dos parpadeamos, y aun cuando lo hicimos, no apartamos la vista. Podía sentir el calor en las mejillas y, para mi sorpresa, en otras partes del cuerpo. Empezaba a creer que si ninguno de los dos hacía ningún motimiento, me daría una taquicardia. Bajé la mirada hacia su cuerpo y luego hacia el mío, y la determinación de un deseo me hizo dejar el tirante de mi sostén tal y como estaba... colgando. Avancé hacia él, paso a paso, y tomé su brazo herido con delicadeza.

— Olvidaba que necesitas el brazo para bañarte. —comenté con voz inocente. A esa distancia y de pie, la diferencia de estatura seguía siendo notable. Resultaba ser que yo era de las más bajitas del curso, fuera como fuera. Sin la ropa y con el vapor del agua caliente, tenía las puntas del cabello húmedas de manera que se me pegaban a la espalda y la frente. Mandé al diablo todo eso de ser paciente y resignarme a ver en Skyler un amigo y protector. Si pronto se iría, pensaba hacer todo lo que en verdad quería. Me apreté contra él, tanto como el pecho en su hombro como la ingle en su pierna.— Hay agua caliente... —añadí, como si eso importara.

Suavemente, porque no quería herirlo más de lo necesario, tiré de él hasta que dejó de estar en el pasillo. La luminosidad plateada del baño confería a ese momento una buena carga de paz. Los dos espejos que ahí se allaban estaban empañados. Con cuidado y la firmeza necesaria para que no se opusiera, le quité la parte superior del uniforme, que también tenía salpicaduras de sangre y tierra. En ese momento, solo un juego de vendas le cubrían el torso y el pecho. Levanté la mirada hacia sus ojos.

— Está bien. —aseguré.— Déjame quitartelas. Y luego... —bajé las manos a la hebilla de su cinturón, dejando bien en claro mis intenciones.

por **Skyler Ackermann** Sáb Oct 12, 2013 8:22 pm

El verla en esa comprometedora instancia le hizo recordar de inmediato las dolorosas palabras que le había dicho en la sala de estar: Que las cosas habían llegado demasiado lejos entre los dos, y que un Beast Hunter no puede formar lazos con otros por el bien de ambos. Las repasó una y otra vez, con los ojos fijos en aquella figura deslumbrante a pesar de la suciedad que revestía debido a los acontecimientos recién pasados, y la frecuencia de sus latidos cardíacos le confirmaba algo que quería y a la vez no quería admitir: Maia se había apoderado de sus sentimientos con una efectividad abrumadora.

El hecho de que lo admitiera mentalmente le hizo ruborizarse marcadamente cuando la vio aproximarse, siendo incapaz de retroceder por motivos que consideraba relacionados a sus pensamientos pero que no asumía por completo como ciertos. Aparte de las molestias generalizadas de su cuerpo, se sentía torpe y pesado, cual víctima de un tranquilizante; contrastando eso con el incipiente calor que se elaboraba en su interior y crecía cual fogata. La incertidumbre le devoraba por dentro, dejándole una extraña sensación en el estómago y en la entrepierna que nunca había tratado con sus tutores en ninguna clase ni entrenamiento. Estaba enfrentándose a lo desconocido. A algo realmente desconocido.

Tragó saliva y botó un poco de aire para mantener la calma con su tacto, cerrando un ojo apenas para soportar el dolor que significaba que le movieran el brazo aunque fuera ligeramente; pero el tenerla tan cerca sólo le ponía más y más nervioso, entremezclándose con una ansiedad en su entrepierna. Ya no se conocía a sí mismo como lo creía. – Maia, es mejor que… - Pero no alcanzó a emitir reclamo ni a ejercer oposición alguna, ya que bastó que sintiera aquella suave piel contra sus ropas para que su cuerpo le cerrara la boca mientras le desvestía, fijándose gracias a uno de los espejos en la cicatriz que había quedado en su hombro. Iba a tocársela para palpar con más detalle aún la textura resultante en su piel, pero la mano se dirigió a una de las muñecas ajenas con el fin de detenerle.- No es necesario -dijo mirándole a los ojos, lo cual fue un craso error por lo que sucedería después.- Yo puedo desvestirme so- - Iba a continuar replicando –y regañando- el ímpetu de la joven, pero un cosquilleo le paralizó cual descarga eléctrica; cosquilleo que se empezó a replicar y reflejar en la misma zona que estaba siendo apretada y acariciada con falsa delicadeza. – M-Maia…para… - jadeó, cubriéndose la boca por la reacción proveniente de sus labios. Y ese fue otro error, quedando indefenso ante las manos de la pelinegra que continuaron con lo suyo…

por **Yuna Rutledge** Sáb Oct 12, 2013 11:30 pm

Era mejor detenerme, según Skyler. No era necesario un baño de agua caliente, según Skyler. Y podía desvestirse por si mismo, según Skyler. Su empeño en mantener las distancias eran tan desesperante como doloroso, pero por algún motivo que podía relacionarse con los vapores del baño, su actitud comenzaba a parecerme menos fría y más adictiva. La forma en como me miró al entrar por la puerta, y en como se estremecía bajo mi contacto, me satisfacía de tal manera que solo pude encontrar una respuesta lógica a todo eso. Me deseaba. Estaba tan consumido por la tensión sexual como yo, incluso si sus palabras no lo delataran hasta el momento. El aliento que exalaba cada vez al respirar me caía sobre los cabellos de la frente, embriagandome como ningún licor pudo hacerlo en el pasado. Tenía una necesidad extraña y peligrosa de él y lo que pudiera, o no, ofrecer. Levantar la mirada y chocar con la suya fue una clara batalla perdida para mi querido cazador; el placer de verlo tan desmoronado me abrumó hasta convertirme en otra persona. Una sedienta de poder y lujuria. Deseaba tanto verlo postrado frente a mi con esa mirada de adoración que solo había admirado en sueños, que me fue casi doloroso contener cualquier movimiento brusco.

Separé los labios aunque ninguna palabra se escurrió entre ellos. Solo quería respirarlo. Tanteé con la punta de los dedos cada centímetro de su cuerpo que no estuviese cubierto por vendas. La hebilla de su cinturón cedió cuando tuve acceso libre a ella, pues la mano de Skyler parecía querer contener algo en su boca que yo anhelaba escuchar. Le observé bajo las oscuras pestañas de una herencia gitana y exótica. En algún momento mis dedos rozaron una zona que debía ser algo más que sensible, pero no aparté la mirada de esos bellos ojos azules. Tomé sus manos y las lleve a mi vientre cuando le di la espalda, apegandome más de cara a uno de los espejos. Ahí estabamos los dos, rodeados de vapor y con las mejillas encendidas.

— Skyler... —recé como si fuese la única palabra con efecto afrodisiaco que existiese. Cerré los ojos y con lentitud, hice ascender sus manos. Cada movimiento era gracil y caliente, como la danza en un desierto. Al mover solo un poco las caderas, sentí algo contra ellas que no hizo sino avivar mi lascivo émpetu.— Skyler. —repetí, sin añadir nada más. Porque era su nombre lo único que necesitaba, así como su mirada en el reflejo y sus manos sobre mi cuerpo. Su presencia. Ladeé la cabeza con una expresión tan agonizante, que no dejó lugar a dudas a lo que deseaba que me hiciera, ahí y ahora.

por **Skyler Ackermann** Mar Oct 22, 2013 7:57 pm

Su cuerpo terminó de ser manejado con asombrosa facilidad y displicencia por parte de su dueño, sometiéndose a las acciones de la joven de cabello oscuro más que nada por no saber cómo actuar en un momento así –ya que sí que sabía cómo reaccionar: su propio cuerpo se lo demostraba.-, sin algún protocolo por el que guiarse. Pronto se dio cuenta que su mente no podía siquiera idear alguna especie de secuencia lógica, distorsionada por aquella tersa piel bajo sus manos, por aquella mirada felina y por su nombre siendo delineado de tal forma que cada letra pareció ser acariciada por el aliento femenino que se hacía cada vez más extenso a causa del calor interno y externo que podía percibir.

Ni el mejor psíquico hubiera podido igualar el grado de hipnotismo que los ojos de la joven de ascendencia gitana consiguieron en el dueño de los ojos más admirados y deseados de toda la escuela. Le tenía completamente pegado a su cuerpo, sintiendo de paso la anatomía ajena amoldarse a aquel bulto que dejó de pasar inadvertido para Maia y que en cambio le provocó un deseo únicamente descriptible con su mirada. Skyler botó aire en un suspiro sólo por coincidir sus orbes con las ajenas y como si se lo hubieran ordenado se apegó más a la anatomía que tenía delante, comenzando a mover las manos como quien tantea un terreno buscando sus lentes. Pero los lentes de Skyler no estaban en ninguna parte, ni siquiera entre dos sugerentes montes con protuberancias endurecidas casi como piedras; ni tampoco entre ciertas curvas que le hacían creer que estaba ante una escultura de su libro de historia. Volvió a jadear, completamente preso y llevó los labios al oído ajeno guiándose por el espejo, moviendo sus manos a lo largo del cuerpo con la delicadeza y la torpeza de alguien que nunca antes había usado esas extremidades, aunque este no fuera exactamente el caso.

Precisamente esa torpeza y falta de pulcritud volvieron sus acciones impredecibles e inesperadamente placenteras para la fémina, quien entre jadeos y más movimientos insinuantes prácticamente obligó a quien estaba tras ella a pegar sus labios a la oreja ajena, obligándole a expresar en sonidos –a falta de palabras- lo que estaba sintiendo y que creía no poder contener por más tiempo. Los labios se apoderaron del lóbulo con una mirada acechante en el espejo y sus caderas y sus manos reiniciaron sus movimientos, manteniendo los ojos cerrados sin querer ver cómo el calor se acumulaba en su cuerpo como un volcán cercano a hacer erupción, cómo cada roce entre sus caderas agregaba más lava al cráter.

por **Yuna Rutledge** Miér Oct 30, 2013 3:02 pm

Ni las fantasías más exóticas ni las mejores producciones del cine o novelas de cierto género para adultos podían siquiera compararse con lo érotico de ese momento. Ni las palabras más dulces ni las más morbosas podían causar tales estremecimientos. Soportar la tentación de cerrar los ojos y mermitirme caer en el abismo de sensualidad era casi insoportable, y lo conseguía únicamente porque la expresión en el rostro del cazador era como un condimento indispensable para el plato fuerte. Cedió, pude sentirlo. En algún momento permitió que la adrenalina se disparara y el calor entrara a su ser, guiándolo en esa danza cuerpo a cuerpo que ambos ansiabamos tanto. El deseo era tan abrumador que casi sentía desfallecer a mi consiencia. Pegarlo a mi era la única forma de sentirme hecha, real, palpable. Quería un contacto mayor que hasta el momento solo podía rozar. Escucharle tan dulcemente contra mi oído acaloró mis ya temblorosas piernas y, como era de esperar, su centro. Me encogí contra él, desesperada.

El ritmo lento que nos sometía era tan torturador como placentero. Sus manos me recorrían como si quisiera dedicarse a ello toda una vida. Yo solo podía echar los brazos hacia atrás, buscando con los dedos su cabello y sus facciones. Eramos jovenes y yo no sabía mucho de poesía, pero las palabras que escaparon de mi boca fueron inentendibles para quien no conociera la vieja lengua romaní. De hecho, fue todo un fenómeno. Eran expresiones eróticas, podía notarse por el ronroneo y la forma de alargar algunas vocáles. Susurros que no encajaban en ninguna otra situación que no fuese de intimidad, calor y húmedad... como la de ese baño. Era un instinto tan terrenal que habría que ser de piedra para no caer en él.

— Piramnyi... —murmuré. Una expresión propia para un amante. Fuera de mi, lo obligué a girarse, guardando una distancia tan ridícula que la desencia había saltado por la ventana. De frente podía apreciar sus ojos más de cerca. Era tal la diferencia de estaturas que para poder sentir su aliento contra el mío, fue necesario pararme sobre la punta de los pies. Una suplica corría por mi rostro, como la dulce imagen de una niña caprichosa al ser convertida en una mujer que siente deseo.— Quítame... el sujetador. —pedí con humildad.

Sin esperar a que me hiciera caso, aunque no suponía una oposición, bajé mis manos a sus vendas y con mucha delicadeza, fui retirandolas. Cada tanto mi cuerpo se oprimía contra el suyo, pero mi mirada seguía fija en esos brillos azules. No le permitiría marcharse... no aún. Me incliné lo suficiente para besar su cuello, cautivada por algunas pecas que solo podrían divisarse a esa distancia. Sonreí.

por **Skyler Ackermann** Vie Nov 01, 2013 2:47 pm

El cerrar los ojos fue un error del que conscientemente se hubiera arrepentido por meses; pero en esas peculiares circunstancias se convirtió en un impulso que terminó agradeciendo. Al estar privado a voluntad de su vista, tenía que agudizar el resto de sus sentidos para darse cuenta de lo que sucedía, y todo su cuerpo se encargó de brindarle las mejores sensaciones que alguna vez hubiera sentido. El sentir el cuerpo de Maia tan cerca y a la vez tan lejos de la unión completa que deseaba cada vez más nublaba su mente al punto de no pensar en desafiar ninguno de los movimientos ajenos que pudiera incomodarle, y que eran más de uno.

Dejó que poseyera sus cabellos incluso acercando un poco más –aún- la cabeza al cuello ajeno para que pudiera recorrerle tanto o mejor que sus manos que adictas a droga se alimentaban de la piel ajena con un hambre que no parecía tener fin conocido o visible, aprovechándose también de la posición para dedicarle todas y cada una de sus reacciones bucales por estar “disfrutando el momento”. No dejaba de sorprenderse a medida que pasaban los minutos, sintiendo cierta parte de su cuerpo combatir entre tirones contra la tela del sucio pantalón, doliéndole desde la base hasta la punta. No sabía cuánto más podría soportar sin tener que posar ya fuera su mano o la de Maia sobre ella, pero se olvidó de todo al escucharle.

Esas palabras no eran de un idioma conocido, evidentemente. Y aunque no pudiera reconocerla como alguna lengua antigua, o parte de su gramática como para tener una idea de lo que podría estar diciendo, lo dedujo con un enésimo movimiento descendente de Maia contra su entrepierna. Era erotismo, seducción, sensualidad, lujuria, deseo. Todo eso y más hecho palabras casi como con magia. Y como todo hechizo bien hecho, fue devastadoramente efectivo. Su esencia completa se derritió con ese último vocablo, y por ello, aún cuando no necesitase que se lo dijera, le desabrochó con facilidad aquella prenda que los hombres temían por su “complejidad”, ayudándole a la gravedad para que cayera al piso con mayor rapidez.

Suspiró por enésima vez a causa de lo que la joven hacía en su cuerpo, y entrecerró los ojos para mantener lo más reprimidos posible esos deseos mínimos de separarse de ella y evitar que la piel de su pecho se descubriera. Fue entonces cuando recordó que ella le había salvado la vida, y que necesariamente al vendarle habría visto lo que estaba intentando ocultar, por lo que simplemente se quedó quieto sin hacer más que acariciar la espalda ajena, inclinándose luego para besar cerca de una de sus orejas aprovechando la posición. Tenía que enfrentarlo tarde o temprano.

por **Yuna Rutledge** Miér Nov 13, 2013 11:28 pm

Disuelta en una pasión irremediable, cada vuelta que las vendas daban al rededor del torso del cazador se hizo más y más significativa. No era la primera vez que los besos, caricias y bajos instintos carnales me hacían caer en la tentación; no era un secreto para nadie en la escuela que mi experiencia en el asunto era relativamente abundante. Sin embargo, nunca nadie me dijo que la entrega podía ser más que algo carnal. Mis padres, si, lo intentaron, pero ellos hablaban de una forma tan abierta que siempre luché por ignorarlos. Ahora entendía que el fuego interno que consume el corazón, y te estremece el cuerpo entero, es real. Que una mirada podía observar el interior de tu alma más que cualquier ritual religioso. Era la sangre gitana la que me guiaba en ese abismo de placer y locura, y no la "experiencia adolescente".

Mis labios se encogían y casi silbaban de lenta lujuria, como si se negaran a gemir aun. Cuando el último trozo de venda cedió y el pecho de Skyler quedó al descubierto, me sorprendí a mi misma. Sabía que no reaccionaría con desprecio ni rechazo, de modo que había esperado sonreír juguetonamente y restarle importancia a "ese" asunto. Pero no podía. Las pecas de los hombros, diminutas y preciosas, descendían hasta perderse en el centro de su pecho. Se me hizo agua la boca y supe que me había ruborizado. ¿Desde cuando perdía la cabeza por el cuerpo de otra persona? No esperaba sentirme tan increíblemente atraída. Con el corazón a mil por hora, mis manos acariciaron la cálida y agradable superficie de su abdomen, disfrutando cada estremecimiento que le provocaba.

Mis ojos decían más de lo que yo podía expresar en palabras. "Te deseo". Estaba loca por aquella criatura guerrera que me salvó la vida. Podía marcharse en cualquier momento y yo seguiría anhelando su aroma y sus ojos. Con la lentitud de quien posee una eternidad, bajé los dedos hacia el dobladillo del pantalón (y con él, de su ropa interior), separandolo de su piel y poco a poco bajándolo. Conforme deslizaba la maltratada prenda hacia el suelo, mis ojos permanecían fijos en los orbes azules, casi ordenandole que hiciera lo mismo. Acabé de cunclillas. No pasé por alto ningún detalle de su anatomía en cuanto todo rastro de ropa desapareció.

Me aparté hacia el tocador, donde otro espejo parecía querer retratar cada una de nuestras expresiones. El vapor había humedecido mi cabello, que ahora me caía sobre la espalda, y se me pegaba a la piel. Con la misma lentitud de antes, enganché las delicadas y femeninas bragas rosadas que aun quedaban en mi cuerpo y las hice caer a mis pies. Observé los ojos de Skyler con atención, preguntándome que tipo de pensamientos podría tener sobre lo que estabamos haciendo. Con un gesto del dedo índice, le pedí que se acercara.

— Mi cuerpo por tus pensamientos. —murmuré con una suave curiosidad.

por **Skyler Ackermann** Vie Nov 29, 2013 10:07 pm

Su pecho dolía. Su corazón latía con la energía y el ímpetu de quien intenta abrir una puerta a empujones, pero no iba a poder salir. Quería escapar, pero aunque su corazón y su mente lo quisieran, su cuerpo no podía complacerle tanto por lo lastimado como por lo excitado que estaba. Por eso no hizo más que quedarse quieto cual maniquí a excepción de que respiraba agitado para seguir intentando inútilmente controlar sus sensaciones, tanto positivas como negativas desencadenadas progresivamente al igual que su desnudez, la que terminó por ser total.

Podía seguirle negando la mirada, pero era un hecho de que estaba encadenado a ella. La atracción instintiva hacía su trabajo, sorprendiendo al cazador. Con y sin intención, había sido entrenado al punto de reprimir sus emociones, incluso sus sentimientos para que sus potenciales enemigos no se aprovechasen de la clásica debilidad que involucraba tener a seres queridos en peligro. Creía estar instruido únicamente para cumplir órdenes y deberes, y no era algo que le pareciera desagradable, hasta ahora. Maia se había encargado de partir a la mitad todos sus esquemas y de arrojarlos a la basura. Y se había encargado de hacerle dudar en recogerlos y reconstruirlos tal y como los conocía.

Pero las piezas no coincidían. O más bien, no le hacían sentido. Ya no le hacían sentido. Estaba aturdido más por ese mazazo que por el hombro dislocado y desgarrado que le privaba de hacer algo más que mirar a la mujer desvestirle por completo y acercarse al tocador de manera tan provocativa que no se dio cuenta que tenía el labio inferior mordido de tal forma que podía explotar. Recuperó algo la compostura, y posando una mano sobre su entrepierna con claras intenciones de cubrírsela -¿por vergüenza?- fue que observó hacia un costado, sin querer que sus miradas coincidieran. Su corazón temía las consecuencias de hacerle caso a ese dedo.

- Se supone que me entrenaron para tener siempre el control de las situaciones imprevistas. Saber cómo reaccionar, buscar la mejor ruta de escape, saber qué puntos golpear para inmovilizar a un enemigo, qué arma invocar en el momento preciso. Pero ahora no sé qué hacer. – Se tocó el brazo que era parte del hombro lastimado, haciendo algo de presión descargando nerviosismo y adrenalina – Más aún…si me has visto. – Agregó entrecerrando los ojos, teniendo el impulso de encerrarse en una de las habitaciones hasta que se le curara el hombro y no tener contacto con ella. Pero dependía demasiado de Maia así como estaba. Física y emocionalmente. – Me siento desconcertado, incómodo. No me agrada el no sentirme preparado ante lo desconocido. – Y la idea del miedo a fallar se cruzó por su mente, frenándole toda palabra.- Y aunque parte de mi cuerpo cree saber qué se debe hacer, mi mente no lo sabe. Y odio no saberlo con exactitud. – Terminó confesando, cerrando los ojos. En ese instante, Skyler se vio particularmente vulnerable.

por **Yuna Rutledge** Sáb Dic 14, 2013 3:33 pm

Descansaba contra el tocador de mármol, sintiendo el frío contra su piel desnuda. Le estremecía el cuerpo sentir la diferencia de temperaturas, pero era probable que tales temblores se debiera en su mayoría a otra cosa. Estaba nerviosa. Nunca había sentido nada de lo que sentía esa noche, a solas con Skyler. Había desgarrado sus propias murallas de timidez y había sido honesta con el castaño; saltó por un precipicio del que salió ilesa... hasta ahora. Sin embargo, ¿qué sucedía con el cazador? ¿Qué había en su mente? Ella lo comprendió mejor en cuanto comenzó a hablar. Sí, ahora todo era más claro. Veía la vacilación en su mirada, incluso cuando su cuerpo parecía sufrir el mismo magnetismo que el suyo. No era sencillo. Nada lo era en ese momento. Todo el miedo y la gratitud, la adrenalina, un cambio de 180°. ¿Estaban haciendo lo correcto? ¿Valdría eso después?

Pero, se dijo la muchacha mientras detallaba las facciones de Skyler, no podía pensar en un mañana. En su posición, bien podría no haberlo. Guardó silencio durante todo el tiempo que él estaba hablando, escuchando con atención y comprendiendo el significado de sus palabras. Y cuando él hubiese acabado, en vez de responder de inmediato, siguió en silencio y solo se dedicó a mirarlo. Sin decir nada ni llegar a tocarlo siquiera, pasó por su lado y cerró el grifo. La bañera estaba a pocos centímetros de desbordarse, pero ya no pensaba entrar en ella. En cambio, respirando el fresco aroma de los jabones prfumados, volvió y recargó la frente en la espalda del joven.

— Mis padres siempre han dicho que a veces, la única forma de que tu mente pueda comprender algo, es darle al cuerpo la oportunidad de explicarlo. —susurró con sabia voz, con los dedos de sus manos acariciando y recorriendo los brazos ajenos.

Quería que le sintiera, y no sólo como un cuerpo femenino hermoso. Quería que sintiera su presencia, y que entendiera mejor la suya. Suavemente, una de sus manos bajó a la muñeca ajena, la cual volvió a tomar y, sin tomar ni una de las prendas del suelo, lo escoltó de vuelta al pasillo. El brillo de sus ojos al mirarlo fue tierno, casi conspirador.

— Si no puedes saber lo que es correcto, entonces sólo confía en mi. —le dedicó una pequeña sonrisa. Su cuerpo se movía por enfrente sin tapujos ni reparos; se movía con la confianza de quien no necesita una explicación. Pero sabía que ellos dos eran completamente diferentes. Abrió una puerta y entró a la habitación de sus padres con Skyler. Se giró hacia él y acarició su mejilla.— Necesitas cierto instinto para pelear. Nadie puede enseñarte el momento más preciso para saltar, ni cuan profundo debes clavar la espada; no hay quien pueda instruirte del todo. Debes oír... —lo acerco más a sí misma, eclipsando cualquier otra cosa con su mirada.—, lo que dice tu voz interna. ¿Qué te dice, Sky? ¿Cuán lejos debes llegar? ¿Que riesgos vale la pena correr? —necesitaba oírlo de él. Lo sabían, no podían no saberlo. ¿Por qué se mirarían así de duarlo? Quizás sus padres se equivocaban y uno no podía ver el futuro, pero el presente era algo a lo que se podían aferrar. Estaban tan cerca que respirar significaba un roce inminente. Su mirada, al igual que su dedo índice, cayeron sobre sus labios. No era una seducción más que un interrogatorio.— ¿Cuánto quieres besarme?

por **Skyler Ackermann** Jue Ene 09, 2014 8:33 pm

Odiaba sentirse así. Recordaba muy bien la última vez en que tanto su cuerpo como su mente se sentían tan débiles; de hecho lo recordaba tan bien a pesar de la cantidad de años que habían pasado que sus ojos se cerraron con más fuerza, como si hubiera sucedido hace menos de una semana. Aquella sonrisa que no volvería a ver más que en sus recuerdos esporádicos, aquellos ojos azules iguales a los suyos que se escondieron bajo los párpados para no regresar. Aquella voz maternal que jamás le volvería a despertar por las mañanas. El rostro cubierto de sangre como prueba de la indecisión. Ahora era una situación radicalmente distinta, pero esa presión de no saber qué hacer para no defraudar le tenía envuelto cual manta. Se mordió el labio inferior, pasando el hecho de que Maia se había movido para cerrar el grifo de la bañera que estaba a unos cuantos centímetros de rebalsarse, y abrió los ojos sorprendido al sentir la frente caliente y ligeramente húmeda de la joven que le había salvado en su espalda.

El roce de sus cuerpos, aunque mínimo, sirvió para preguntarse mentalmente el porqué de estar pensando en esa figura, y por qué en esos momentos. ¿La había asociado a Maia, no? ¿Pero por qué? Mientras negaba con la cabeza intentando despejarse de esos pensamientos que le atormentaban – y al mismo tiempo intentando darles una respuesta lógica- la chica le tomó de la muñeca y le llevó afuera con una mirada que podría haber derretido piedras si hubiera tenido alguna en frente. Y Skyler, sin ser una piedra, estaba derretido por su propio espíritu.

Al tenerle delante, podía observar su cuerpo sin ningún tipo de restricción. Si ya la deseaba, ese desplante y esa seguridad le hicieron querer desafiar incluso la grave herida de su hombro para cogerla como se le ocurriera en el momento. No dejó de caminar, pero sus reflexiones se frenaron. No dejaba de sorprenderse de sí mismo. Pestañeó con rapidez unos instantes, y percibió un extraño cosquilleo por todo el cuerpo. Lo asoció al hambre, pero no era el tipo de hambre que se satisfacía con un alimento. Era “ese” tipo de hambre, y éste se incrementó cuando tuvo a Maia enfrente, acariciándole la mejilla. Estaban demasiado cerca, y eso le obligó a tragar un poco de saliva sonoramente. El nerviosismo no se quitaba con nada, y la mirada de la joven de cabellos largos no ayudaba en ese proceso, más bien lo empeoraba.

Entrecerró los ojos, pensando hasta llegar a una conclusión realmente importante, y que de hecho había recibido en una de sus instrucciones. – Que a veces…- susurró rozando sus labios con los de ella, haciendo que el beso estuviera a tan sólo un alfiler de realizarse- el no pensar es la mejor alternativa. – Y tras eso, la unión de sus bocas por fin se concretó: primero lento, pausado, con cuidado. Como si lo que pasó en el búnker nunca hubiera ocurrido en verdad. Le cogió de la mejilla con la mano buena y le obligó a acercarse a los pocos segundos, saciándose poco a poco de ella. Ladeó la cabeza y su lengua encontró la ajena hasta que le faltó el aire, dejando un hilo de saliva al separarse. – Enséñame, Maia. Enséñame a no pensar. Por favor. – Suplicó mirándole con serenidad y deseo infinitos.

por **Yuna Rutledge** Jue Ene 23, 2014 8:51 pm

Algo muy parecido a un grito de victoria en menor escala surgió de las profundidades de la joven castaña, la cual recibió los labios de Skyler como alguien que, a unos pasos de la muerte, recupera la respiración después de una eternidad bajo el agua. Le derretía la atención con la que la persona de bellos ojos azules delineaba las curvas de sus labios. Aceptó el ritmo y la lenta forma de moverse a regañadientes, pues estaba tan acalorada ya que le sorprendía no abalanzarse de una vez encima del cazador. No debía. No aún. Había algo que demostrar. Quería buscar en Sky el punto exacto, el ángulo que hasta el momento no había podido alcanzar. Conforme los segundos transcurrían y el calor de su aliento se deslizaba dentro de su boca, quiso atesorar la exquisitez de su aliento, y recordarla cada noche antes de dormir. No se dio cuenta que se apegaba al cuerpo ajeno y enredaba las manos entre los mechones castaños hasta que fue necesario apartarse, en busca de aire.

— Shhh. —le hizo callar con una intensa mirada de deseo. No había más discursos que dar ni palabras que intercambiar; sabía lo que ambos cuerpos deseaban, porque lo exigían de una manera rigurosa. Ni siquiera ella quería detenerse a pensar, o sino, volvería a preguntarse cuánto tiempo podría aguardar al lado de un cazador de lobos.

Así pues, en silencio, arrastró a Skyler al borde de la cama, en el cual se sentó. Su mirada nunca se despejó de la ajena, y sólo a duras penas pudo reprimir una sonrisa por el evidente sonrojo de su pasajero amante. Delicada, casi con dulzura, deslizó la punta de los dedos por el blanquecino torso y regó en él algunos cuantos besos. Las puntas de su flequillo rozaba la piel mientras sus dedos se aventuraban más arriba. No le importaba ninguna etiqueta, no sentía tapujos. Sólo quería tocarle, besarle hasta que su labios quedaran secos y mirarle hasta que el destino se encaprichara con separarlos. Acarició el pecho ajeno y lo delineó centímetro a centímetro, procurando las zonas más sensibles y pellizcandolas de vez en cuando.

Entonces, cuando supo el lugar donde la sangre de Skyler se acumulaba con gran evidencia, suspiró. Delineó ese cuerpo pecoso con adoración, bajando otra vez hasta que sus labios se encontraran a escasos milímetros de la entrepierna del cazador. Le lanzó una mirada elocuente y tocó por fin el centro de sus deseos. Fue una caricia enternecedora y malvada por igual, como quien pretende proteger y satisfacer. Jugó al menos unos minutos, usando los dedos de una manera prodigiosa.

Sentir sus temblores era quizás la cosa más erótica que había presenciado jamás. Aunque, después de esa tarde, era un poco difícil hacer competencia. Comrpometiendo su imagen de niña buena, se inclinó hacia adelante y depositó en la punta un diminuto y húmedo beso.

por **Skyler Ackermann** Miér Ene 29, 2014 5:25 pm

Aquella petición que él mismo había formulado le dio vueltas en la cabeza por un rato más. Tenía la firme impresión y convicción de que su vida había dado un giro radical en apenas un par de días, y que ya no sería el mismo de antes, oh no. Ni se molestó en imaginar el regaño de su padre, que seguramente sería similar a la herida de guerra de su hombro que ahora portaba con doloroso orgullo e incomodidad. Ya pensaría en eso después; ahora tenía cosas más importantes que hacer, como redescubrirse a sí mismo.

Su entrenamiento fue implacable desde que tuvo la capacidad de recordar. Disciplina física y mental enseñada de forma rigurosa, con un acondicionamiento que no daba lugar a fallas. Él era el Beast Hunter perfecto con el potencial de un ejército, listo y dispuesto para ser el orgullo de la familia y de la organización a la que pertenecía. Era considerado un peón más: brillante, pero un simple peón para cumplir misiones y objetivos de otros que con suerte veía detrás de una pantalla cuando daban las órdenes de rigor. Sin embargo, nunca hubo interés en lo que Skyler quería o pensaba: si llegaba a abrir la boca para algo que no fuera relacionado con su formación de combate, la represión actuaba cual entrenamiento canino para mantenerlo callado y enfocado, dejando a su corazón gritando por respuestas mientras golpeaba una habitación completamente fría. Eso hasta que llegó Maia.

Ya sentado en el borde de la cama, no dejó de mirarle un solo instante, ahogando una sonrisa en sus facciones y queriendo saber con exactitud qué era lo que había en ella que le cautivaba tanto, qué era lo que estaba derritiendo la prisión de su corazón al punto de que sus gritos empezasen a escucharse desde dentro. Cada beso y cada caricia que tocaba su piel era una brisa cálida que envolvía su cuerpo cada vez menos gélido bajo sentimientos y emociones totalmente desconocidos hasta hace un momento, ya que las fue descubriendo entre escalofríos, jadeos y suspiros, respondiendo como podía a punta de caricias en su rostro, cabello y espalda. Y cuando llegó a la zona que tenía la atención sexual de ambos, sintió una ansiedad impresionante que fue calmada a medias con esa caricia que duró apenas unos minutos, pero a Skyler le había dado el placer como si hubiera durado el doble o el triple del tiempo. Confirmó de primera fuente los rumores que corrían sobre Maia en la escuela, y empezaba a entender por qué los hombres –y algunas mujeres- hablaban tanto de ella y sus atributos en los recreos. Gimió y se estremeció sin poder controlarlo durante ese lapso, temblando por lo que su cuerpo deseaba y aún no obtenía. Y aquel último beso terminó por hacerle suplicar como un niño en una pataleta – M-Maia…hazlo…n-no me…no me tortures…más…lo necesito…

por **Yuna Rutledge** Lun Feb 03, 2014 4:17 pm

Levantó la mirada. Pocos dirían que una mujer podía estar disfrutando ahí, sentada y con una labor hacia el cuerpo ajeno; pero ella estaba sufriendo casi lo mismo que su magnífico cazador. Sentía estremecimientos por cada caricia. Incluso el roce con la cama le parecía sumamente erótico. No tenía que expresar sus fantasías ni aclarar lo mucho que se acaloraba entre las piernas; todo debía tener su tiempo, después de todo. Estaba empeñada en hacer entender a Skyler lo que podían tener más allá del compañerismo. Quería hacerle sentir todo lo que ella sentía; ver en sus ojos azules el brillo de ansiedad cuando estaba cerca. Skyler era la primera persona con la que sentía la urgente necesidad de dar placer, y no sólo recibirlo.

Al escuchar sus palabras, la comisura de sus labios marcharon hacia arriba.

— Lo sé, pero debo torturarte un poco. Así lo creas o no, lo necesitas... —le explicó con extraña sabiduría. No era sencillo definir lo que hacía de Maia una persona influyente, tal vez porque ni siquiera ella sabía que lo era; pero su voz, sus ojos y sus expresiones corporales siempre fueron sumamente expresivas. No guardaba nada para sí misma. Por eso, cuando se inclinó de nuevo para besar con suavidad la punta de su entrepierna, lo hizo a consciencia. Sus labios eran como los pétalos de una rosa, pero su lengua, juguetona y malvada, hacía presiones que debían estar atormentando a su cazador. Además, sus dedos no se quedaban atrás. Le acariciaba por todos lados; desde la cima de sus pechos, hasta el contorno de su figura. Tocaba la curva de su espalda baja y la caída en sus piernas. Pronto estaba haciendo algo más que solo besar la extensión de ese miembro; lo devoraba de forma lenta y profunda, casi con habilidad.

¿Que si tenía experiencia? Sí, pero no era eso lo que la hacía ser tan detallista. Todo lo que había empezado a sentir por Skyler se manifestaba en un deseo carnal tan intenso, que debía expresarlo a su manera. Pasaron así unos minutos, hasta que no pudo tomar suficiente aire en esa posición y tuvo que apartarse. Jadeaba, y en sus labios se apreciaba el brillo inconfundible de la saliva. Estaba enrojecida del rostro, tanto por el esfuerzo como por el calor que sentía.

— Sky... —le llamó, por primera vez, con afecto. Era algo muy diferente a la simple lujuria. Si debía despedirse de él tarde o temprano, quería hacerlo suyo esa noche. Poder hacerle entender cuanto le gustaba, no sólo su cuerpo o su heroísmo. No sólo por ser su deber. Se puso de pie con las piernas temblorosas y acarició su rostro. No se cansaría jamás de esos ojos. Lo acercó a su cuerpo y susurró en su oído.— Quiero enseñarte un poco más... —besó su cuello.— Acuéstate.

por **Skyler Ackermann** Lun Feb 03, 2014 6:05 pm

Aquella mirada de Maia caló hondo en Skyler. Se sintió atravesado por una flecha de lado a lado, sin reacción. Así le tenía, completamente a su merced en cuerpo y alma; incapaz de responder de otra forma que no fuera con caricias esporádicas en su cabeza, su cabello y parte de su espalda, transformándose éstas en apretones cuando la presión se replicaba en donde la joven trabajaba con tanto esmero. En cierto momento, cerró los ojos aprovechando el silencio sepulcral que era vulnerado únicamente con sus jadeos y sus gemidos, y cual sobrenatural creyó percibir más aún de aquel momento tan íntimo entre los dos. El sonido de sus labios y su lengua –y posteriormente su garganta- trabajando su miembro le hizo agarrarse de los bordes, dejando escapar un jadeo que bien podía ser replicado al salir a superficie tras estar sumergido por mucho tiempo. Pudo haber sido Maia o una inexperta en las felaciones, lo que estaba sintiendo era tan increíble que ambas le habrían parecido igual de buenas.

Cuando su miembro se encontró con una pared de carne llamada garganta, gimió con fuerza, sin importarle la vergüenza que brotaba de su cuerpo además de más rojo en su rostro y más sudor en todo su cuerpo. Le estaba enloqueciendo más aún, al grado de empujar un poco la cabeza con su mano para sentirle más, para dominar y ser más dominado aún por quien usaba su lengua hábilmente regalándole lamidas rápidas como latigazos. Su sistema respiratorio pronto no dio abasto para tanta reacción y echó la cabeza hacia atrás, buscando más de ese recurso vital a bocanadas, reflejándose en la brusquedad de sus inspiraciones. – Maia…-gimió casi sin volumen, torturado a más no poder por esa boca que creía tenía un don producto de su propia inexperiencia.

La joven se separó en un momento que fue más doloroso para Skyler que para ella debido a la falta de estímulo constante, y su voz le derritió un poco más, dejando a la vista su corazón hambriento de ella. El ver su saliva en sus labios le hizo tragar a la vez en su garganta mientras miraba de reojo a quien seguía alzado, duro y caliente, pero ahora bañado en una capa de humedad que lo hacía ver tan erótico que pensó que explotaría, mas no lo hizo. Maia no lo permitiría, y esa caricia que le hizo entrecerrar los ojos bastó para someterle tal y como habían intentado cientos de humanos y bestias de manera infructuosa. Pero ninguno de esos tenía lo que aquella sorprendente jovencita tenía: el afecto que hizo que Skyler obedeciera con algo de dificultad producto de las molestias olvidadas pero no desaparecidas, con esos ojos azules buscando clavarse en los ajenos como un ciego intentando tiro al blanco. Lo que no sabía, es que la gitana ya estaba flechada. Tal y como él.

por **Yuna Rutledge** Mar Feb 18, 2014 11:39 pm

Lo obligó a recostarse en la mullida y linda cama matrimonial. Dios, cuanto le gustaba escuchar su nombre de sus labios. Era una nueva revelación. "Sigue llamándome, sigue pidiéndome más", pensaba con regocijo. No perdía la oportunidad para acariciar la piel clara y pecosa; era curioso notar aquellos dos cuerpos tan desnudos y hermosos. Era una belleza peculiar, misteriosa, como la de las antiguas campesinas en el norte de escocia; como los hombres de oriente medio que carecían de la finura de los caucásicos. La muchachita de ascendencia gitana mordía sin piedad los brazos delgados pero bien formados del cazador; se sentó a su lado y le obligó a poner las manos sobre su cabeza. Quería verle al completo, sin más disfraz que el de las sombras en cada relieve de su cuerpo.

Maia, malvada y piadosa a la vez, acarició el rostro de quien ahora buscaba como su presa. Sí, el cazador ahora era acechado, consumido de la manera más vil y placentera que nadie pudiera imaginar. ¿Qué pensaba ella? ¿Realmente era su intención torturarlo para su propio deleite? Jamás pensó, cuando lo observaba por encima de los libros de cálculo integral, que llegaría a tenerlo a su merced como lo tenía ahora. Podía tocarle, besarle, hacerle gemir de dolor o placer. Ella estaba sumida en un trance, como una criatura nocturna que cede a sus bajos instintos. No era buena ni mala, sólo... era.

Se acomodó encima, con las piernas abiertas en un erótico contraste de pieles. Sus piernas eran tersas, muy bonitas, carnosas y no muy largas, y rozaban las caderas del cazador de ojos azules como las de una bailarina a su tierno amante. Sus cuerpos estaban demasiado cerca, compartiendo el calor que aumentaba momento a momento, y que aceleraba la respiración y mantenía sus corazones al borde de un suspiro. Maia miró a Skyler, y acto seguido lo besó.

Se trataba de un beso profundo, uno lento y apasionado que prometía una experiencia única. Mientras sus manos se hundían en su cabello color canela, sus caderas descendieron y un jadeo escapó de sus labios. "Es tan caliente...", no supo si lo dijo o lo pensó, sólo sabía que sus ojos se empañaron debido a un repentino latigazo de placer. ¿Cómo un movimiento tan delicado pudo ser tan devastador?

— Sky... —pronunció ese diminutivo con vehemencia. "Mi Sky, mío". Comenzó a moverse, elevando las caderas de forma casi poética y dejándolas caer con arduo control. Lo miró fijamente, ahora que estaban tan cerca. Acarició sus mejillas, sus ojos hermosos; deslizó los dedos por la curvatura de su cuello y deseó que el tiempo fuese un poco más eterno.

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