AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A New Season UA: Secrets Revealed [Privado Maia, + 18]
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A New Season UA: Secrets Revealed [Privado Maia, + 18]
Recuerdo del primer mensaje :
Su cabeza no dejaba de darle vueltas, aún estando completamente quieto. Su memoria le bombardeaba con recuerdos que intentaba ordenar con desespero, pero siempre terminaba por cerrar los ojos para bajarse de la montaña rusa a la que estaba amarrado. Había despertado hace un rato nada más, con la vista fija en el techo de la residencia que asumía era la casa de Maia, quien dormía con una tranquilidad que distaba mucho del estrés por el que debió haber pasado en sus últimas horas despierta. Las lagunas mentales le decían a cuentagotas lo que había sucedido desde que su hombro fue horriblemente castigado, y esas gotas fueron suficientes para tener una idea de lo sucedido. Negó con la cabeza ligeramente para despejarse de lo ya ocurrido y suspiró ligeramente para pensar en lo que tenía que hacer ahora.
No era una persona hiperactiva, pero odiaba estar quieto. Más aún en esas circunstancias, de las cuales no sabía nada más aparte de un terremoto y la aparición de bestias lobo aterrorizando la ciudad. Entrecerró los ojos pensando en si podían tener alguna relación, pero su cabeza no le ayudó a buscar alguna conclusión. Aún estaba aturdido, y eso le disgustaba de sobremanera; sumándole a eso el hecho de que su costado izquierdo estuviera firmemente vendado, incluso con su brazo “obligado” a estar sobre su torso desnudo. Cuando se dio cuenta de ello, intentó levantarse inmediatamente a buscar su camiseta o alguna otra prenda, pero el dolor físico y mental por la resignación del descubrimiento le frenaron de intentar ocultar lo que seguramente Maia había notado durante las curaciones.
Vio nuevamente la hora en el reloj de pared y cerró los ojos al ver que eran casi las once. Había dormido más de doce horas, y su cuerpo quieto no ayudaba en nada a cambiar esa condición. Por eso apoyó su mano derecha en la mesa e intentó levantarse nuevamente, sentándose con esfuerzo en el mueble. Desde allí observó a Maia, quien continuaba dormida a pesar del ruido que había hecho. ¿Cómo iba a pagarle lo que había hecho? Negó con la cabeza imaginando la respuesta de la chica. – “Lo hice porque quería hacerlo” – Susurró y luego sonrió, acomodándose para poder bajarse. Sin embargo, en cuanto lo hizo cayó de rodillas, haciendo un ruido seco en el piso de madera. Se tomó el hombro haciendo esfuerzos monumentales para no hacer más ruido con sus quejidos, pero su plan no resultó. Escuchó aquella voz, y se quedó quieto.
Su cabeza no dejaba de darle vueltas, aún estando completamente quieto. Su memoria le bombardeaba con recuerdos que intentaba ordenar con desespero, pero siempre terminaba por cerrar los ojos para bajarse de la montaña rusa a la que estaba amarrado. Había despertado hace un rato nada más, con la vista fija en el techo de la residencia que asumía era la casa de Maia, quien dormía con una tranquilidad que distaba mucho del estrés por el que debió haber pasado en sus últimas horas despierta. Las lagunas mentales le decían a cuentagotas lo que había sucedido desde que su hombro fue horriblemente castigado, y esas gotas fueron suficientes para tener una idea de lo sucedido. Negó con la cabeza ligeramente para despejarse de lo ya ocurrido y suspiró ligeramente para pensar en lo que tenía que hacer ahora.
No era una persona hiperactiva, pero odiaba estar quieto. Más aún en esas circunstancias, de las cuales no sabía nada más aparte de un terremoto y la aparición de bestias lobo aterrorizando la ciudad. Entrecerró los ojos pensando en si podían tener alguna relación, pero su cabeza no le ayudó a buscar alguna conclusión. Aún estaba aturdido, y eso le disgustaba de sobremanera; sumándole a eso el hecho de que su costado izquierdo estuviera firmemente vendado, incluso con su brazo “obligado” a estar sobre su torso desnudo. Cuando se dio cuenta de ello, intentó levantarse inmediatamente a buscar su camiseta o alguna otra prenda, pero el dolor físico y mental por la resignación del descubrimiento le frenaron de intentar ocultar lo que seguramente Maia había notado durante las curaciones.
Vio nuevamente la hora en el reloj de pared y cerró los ojos al ver que eran casi las once. Había dormido más de doce horas, y su cuerpo quieto no ayudaba en nada a cambiar esa condición. Por eso apoyó su mano derecha en la mesa e intentó levantarse nuevamente, sentándose con esfuerzo en el mueble. Desde allí observó a Maia, quien continuaba dormida a pesar del ruido que había hecho. ¿Cómo iba a pagarle lo que había hecho? Negó con la cabeza imaginando la respuesta de la chica. – “Lo hice porque quería hacerlo” – Susurró y luego sonrió, acomodándose para poder bajarse. Sin embargo, en cuanto lo hizo cayó de rodillas, haciendo un ruido seco en el piso de madera. Se tomó el hombro haciendo esfuerzos monumentales para no hacer más ruido con sus quejidos, pero su plan no resultó. Escuchó aquella voz, y se quedó quieto.
Skyler Ackermann- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 07/08/2013
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Re: A New Season UA: Secrets Revealed [Privado Maia, + 18]
Los instantes siguientes le fueron tan irreales que a menudo Skyler los recordaba posteriormente como un sueño, como algo mágico. Sin embargo, cuando lo recordaba reflexionaba no sólo sobre lo mágico de la situación y el momento, sino también por lo mágico que era ese auténtico ángel que no dejó de mimarle y amarle hasta que los cuerpos no pudieran moverse más producto del agotamiento. Cerraba los ojos y sonreía en la soledad de sus pensamientos y presencia – ya que prefería siempre lugares solitarios en que sus forzados admiradores no pudieran interferir - añorando que aquello se repitiese.
Pensaba en su mirada, en cómo le tocaba con la suavidad de una pluma pero con una intención candente, con una pasión que llenaba ambos cuerpos de una energía que era imposible de detener; con un magnetismo que era imposible de contrarrestar. Nunca había visto así a aquella joven, ni siquiera en la cercanía que se había producido por esas cosas del destino, tan perfectamente tierna y al mismo tiempo tan sensual, tan seductora que no le sorprendía el haber caído bajo sus encantos. De hecho, a esas alturas lo agradecía. Pensaba en su cuerpo, en ese cuerpo que le llevó a sentir cosas que jamás había sentido y a desear cosas que jamás hubiera pensado desear. Cuando se posó encima suyo y sus entrepiernas se rozaron su espíritu tembló de impaciencia, cerrando los ojos pidiendo un poco de clemencia a sus sentidos ya claramente superados por la instancia en que estaban. No iba a pedir que se detuvieran, claro que no: sólo un poco de piedad, la que Maia no estaba teniendo con él y que en el fondo no quería que tuviera.
No pudo evitar presionar sus labios un poco al recordar ese beso. Lento, delirante, con una carga sentimental indescriptible que le estremeció, aunque no tanto como lo que vino después. Gimió en su boca dándole la oportunidad ideal a Maia para que le comiera ésta profundamente por unos segundos, y cerró los ojos con fuerza agarrándose de las sábanas, sintiendo su corazón palpitar desesperado por la unión. Las caderas comenzaron a moverse con lenta fluidez debido a la excitación femenina y Skyler empezó a hervir, temblando al mismo tiempo por cómo su chica susurraba su nombre mientras le tocaba. Entreabrió la boca para dejar escapar aquellos gemidos que quedarían grabados en la memoria de ambos, y pronto la ceguera que producía tanto placer empezó a motivarle. O más bien a su pelvis.
Sin darse cuenta, en unos minutos ya se habían sincronizado en los movimientos, alejándose y uniéndose al unísono para conseguir más profundidad, incluso logrando tocarse sus caderas en más de una ocasión. En unos minutos ya estaban completamente fundidos, con Skyler abrazándole de la nuca para que no se separara de su boca, frotando sus cuerpos con tal intensidad que se podía prender una chispa. Aquella habitación no tardó en estar en llamas, con el razocinio de ambos completamente carbonizado.
Pensaba en su mirada, en cómo le tocaba con la suavidad de una pluma pero con una intención candente, con una pasión que llenaba ambos cuerpos de una energía que era imposible de detener; con un magnetismo que era imposible de contrarrestar. Nunca había visto así a aquella joven, ni siquiera en la cercanía que se había producido por esas cosas del destino, tan perfectamente tierna y al mismo tiempo tan sensual, tan seductora que no le sorprendía el haber caído bajo sus encantos. De hecho, a esas alturas lo agradecía. Pensaba en su cuerpo, en ese cuerpo que le llevó a sentir cosas que jamás había sentido y a desear cosas que jamás hubiera pensado desear. Cuando se posó encima suyo y sus entrepiernas se rozaron su espíritu tembló de impaciencia, cerrando los ojos pidiendo un poco de clemencia a sus sentidos ya claramente superados por la instancia en que estaban. No iba a pedir que se detuvieran, claro que no: sólo un poco de piedad, la que Maia no estaba teniendo con él y que en el fondo no quería que tuviera.
No pudo evitar presionar sus labios un poco al recordar ese beso. Lento, delirante, con una carga sentimental indescriptible que le estremeció, aunque no tanto como lo que vino después. Gimió en su boca dándole la oportunidad ideal a Maia para que le comiera ésta profundamente por unos segundos, y cerró los ojos con fuerza agarrándose de las sábanas, sintiendo su corazón palpitar desesperado por la unión. Las caderas comenzaron a moverse con lenta fluidez debido a la excitación femenina y Skyler empezó a hervir, temblando al mismo tiempo por cómo su chica susurraba su nombre mientras le tocaba. Entreabrió la boca para dejar escapar aquellos gemidos que quedarían grabados en la memoria de ambos, y pronto la ceguera que producía tanto placer empezó a motivarle. O más bien a su pelvis.
Sin darse cuenta, en unos minutos ya se habían sincronizado en los movimientos, alejándose y uniéndose al unísono para conseguir más profundidad, incluso logrando tocarse sus caderas en más de una ocasión. En unos minutos ya estaban completamente fundidos, con Skyler abrazándole de la nuca para que no se separara de su boca, frotando sus cuerpos con tal intensidad que se podía prender una chispa. Aquella habitación no tardó en estar en llamas, con el razocinio de ambos completamente carbonizado.
Skyler Ackermann- Cazador Clase Media
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Re: A New Season UA: Secrets Revealed [Privado Maia, + 18]
En llamas. Efectivamente, sentía a su alrededor un calor similar al del centro de un volcán. Cálido, terrenal, incluso más real que su vida antes de ese extraño terremoto. Si debía hacer un recuento, fueron varias cosas lo que la unieron a Skyler. No era sólo una pasión momentánea, ni un coqueteo inocente propio de la adolescencia. Pero en ese tiempo no había forma de saberlo. Todo lo que pasaron, todo lo que les esperaba. Esa noche, en esa calmada habitación, nada más importaba que el roce y la fricción de sus cuerpos. Cada ascenso traía consigo un jadeo de reproche, una necesidad de torturar y aclamar por los gemidos ajenos. Cada descenso era mucho más piadoso, condenándoles a ambos el calor más intenso y la energía para seguir una y otra vez.
La castaña cerró los ojos en varias ocasiones, más de una, debido a las manos de Skyler sobre sus caderas. Era como someterse a descargas eléctricas voluntarias, a un roce tan erótico que su piel protestaba de puro placer. Sus labios estaban rojos y un poco hinchados por tantos besos, pero sabía que si eran de Sky, podía seguir así hasta desgastarlos completamente. El subidón de adrenalina se debió, principalmente, al brillo que la muchacha pudo percibir en los ojos azules del cazador. Una mezcla de fe, deseo y ambición. ¿De ella? No lo sabía, pero quería averiguarlo. Aceleró un poco el ritmo de sus caderas y se permitió oscilar como lo haría de estar bailando.
Sí, sus padres la habían obligado a tomar clases de danza tradicional, y ahora tenía una idea de para qué servían. Sus manos siguieron recorriendo cada centímetro de la piel pálida y pecosa de su tierno amante. De pronto sus gemidos se convirtieron en gruñidos, un sonido tan gutural que despertaba sospechas de lo sobrenatural. En un arranque de locura y -por qué no decirlo- amor, Maia se inclinó hacia adelante y regó besos sobre el rostro del cazador. Los movimientos eran cada vez más salvajes, cada vez menos tímidos.
Se sujetó a la cabecera de la cama, con los largos mechones de cabello marrón cayendo a cada lado de su cara. Sus ojos se clavaron en los ajenos, y de un momento a otro, se preguntó si existía el cielo.
La castaña cerró los ojos en varias ocasiones, más de una, debido a las manos de Skyler sobre sus caderas. Era como someterse a descargas eléctricas voluntarias, a un roce tan erótico que su piel protestaba de puro placer. Sus labios estaban rojos y un poco hinchados por tantos besos, pero sabía que si eran de Sky, podía seguir así hasta desgastarlos completamente. El subidón de adrenalina se debió, principalmente, al brillo que la muchacha pudo percibir en los ojos azules del cazador. Una mezcla de fe, deseo y ambición. ¿De ella? No lo sabía, pero quería averiguarlo. Aceleró un poco el ritmo de sus caderas y se permitió oscilar como lo haría de estar bailando.
Sí, sus padres la habían obligado a tomar clases de danza tradicional, y ahora tenía una idea de para qué servían. Sus manos siguieron recorriendo cada centímetro de la piel pálida y pecosa de su tierno amante. De pronto sus gemidos se convirtieron en gruñidos, un sonido tan gutural que despertaba sospechas de lo sobrenatural. En un arranque de locura y -por qué no decirlo- amor, Maia se inclinó hacia adelante y regó besos sobre el rostro del cazador. Los movimientos eran cada vez más salvajes, cada vez menos tímidos.
Se sujetó a la cabecera de la cama, con los largos mechones de cabello marrón cayendo a cada lado de su cara. Sus ojos se clavaron en los ajenos, y de un momento a otro, se preguntó si existía el cielo.
Yuna Rutledge- Gitano
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