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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Loreena Mckennitt Sáb Oct 05, 2013 4:52 pm

Se preguntaba porque los perros tenían la manía de revolcarse en el césped mientras observaba al cachorro de Golden Retriever dando vueltas por la alfombra. Hace poco se lo habían regalado y ella muy encantada había aceptado tenerlo en casa, aunque a Vittorio felino nada le agradaba en lo absoluto, el can lo perseguía por toda la mansión y dejaban desastres a su paso, desastres por los que Loreena debía responder. Esta vez el cambiaformas estaba en su apariencia humana echado en el suelo disfrutando de la agradable noche frente al fuego de la chimenea, la irlandesa se hallaba sentada a su lado con las piernas levemente flexionadas y con sus manos sobre las rodillas, sus pies estaban desnudos, pero eso no era problema. Le gustaba caminar descalza por toda la casa aunque, de vez en cuando se ganaba algunos regaños por parte de Erzébeth que se preocupaba por la salud de la muchacha. El cachorrito giraba y se revolcaba de lo más feliz disfrutando del ambiente cálido dentro de aquel cómodo estudio dentro de la mansión Mckennitt. Alguna que otra vez se levantaba y corría hasta la pelirroja jalando parte de su vestido con sus pequeños dientes, pero Loreena tenía tanta pereza que no movía ni un solo musculo.

Afuera el frío era poco agradable, propio de la estación invernal, la chica le aburría tener que estar encerrada la mayor parte del día. Había perdido la cuenta de cuántos libros había leído y ya las ideas se revolvían entre sí dejándole un claro mar de confusión en su mente. Se echó hacia atrás quedando su cuerpo estirado sobre el suelo mientras sus ojos se posaban sobre el techo que era levemente iluminado por las flamas que provenían del interior de la chimenea.

—Me aburro —comentó la chica a su acompañante con voz floja sin despegar su mirada del cielo raso de la estancia.

—Yo también… —Respondió el pelinegro casi con el mismo tono de voz poco animado usado por la irlandesa.

— ¿Damos un paseo por la ciudad? —Expuso Loreena desviando su mirada hasta donde se hallaba el cambiaformas.

—Hace frío afuera… No quiero y aparte, ya es de noche —mencionaría Vittorio acurrucándose sobre la alfombra. Le desagradaba salir de la estancia cálida con tanto frío en el exterior.

—Eres un gato cobarde, pues… Yo si iré —dijo Loreena a la vez que se ponía de pie, bastante decidida. No soportaba tanto aburrimiento y más por ser una chica tan enérgica.

Vittorio la miraría con un gesto indiferente pero no cambiaría de opinión, tenía sueño y frío, no deseaba hacer nada sino sólo dormir como un holgazán. La irlandesa dejaría la estancia e iría directo a su habitación. La noche era aún más oscura de lo normal pero eso no la detendría. Buscó entre sus ropajes uno adecuado para la temporada pero en su mente rondaba la desfavorecida idea de la incomodidad de aquellos trajes femeninos. Si ya en otras estaciones eran incómodos y con mucha tela, en invierno era aún peor.  Se quedó sentada en la orilla de su cama pensando si debía usar su típico disfraz masculino o actuar como una dama refinada y usar aquel fatigoso vestido. Era temprano, así que no era necesario ocultarse entre prendas masculinas como lo hacía en sus pequeñas huidas nocturnas pero, seguía siendo de noche así que finalmente terminó decidiéndose por aquel ropaje que le era tan cómodo.

—Si los hombres antes usaban togas y vestidos ¿por qué una mujer no puede usar pantalón? Al diablo con los estereotipos —musitaría la joven con mucho entusiasmo mientras se deshacía de su vestido para lucir las prendas masculinas, las que ella misma había enmendado para que quedaran perfectas a su menudo cuerpo juvenil.

Quizás aquel cambiaformas perezoso permanecía dormido frente a la chimenea junto con su mejor amigo, el perro pero realmente no le preocupaba. La residencia parecía bastante solitaria, quizás todos se estaban refugiando del gélido ambiente, aunque ella, estaba bastante cómoda con ese enorme abrigo de hombre que la cubría casi por completo. Loreena era una chica algo rara y con costumbres poco usuales en una dama de la época, parecía un animalito salvaje, se lee gracioso pero así era. No era de seguir algunas etiquetas de la sociedad y mientras estuviera al lado de un buen libro o en alguna aventura, ella era feliz.

Carruaje… Eso era para aburridos, la irlandesa prefería cabalgar. Y así lo hizo, montó en su corcel y emprendió su marcha a la ciudad que no se hallaba muy distante de la zona residencial en la que vivía. El clima ahuyentaba a las personas y las hacia refugiarse en sus hogares, aparte, la hora tampoco era muy favorecedora. La gélida noche de invierno lucía hermosa y serena, pero siempre les desagradaba a los parisinos que buscaban la calidez del fuego en sus hogares. Algunos muy pobres tenían que conformarse con una fogata o morían de hipotermia ya cuando la estación se hiciera más agresiva a medida que el mes avanzaba. Aquel pensamiento le dejó cierto sin sabor a la pelirroja que continuaba con su cabalgata a través de las calles que dirigían al centro de París.

La Plaza Tertre, el lugar ideal para disfrutar de la pacífica noche. Estaba tan solitaria y agraciada como siempre y aquello sumaba puntos a favor de Loreena. Bajaría de su caballo y tomándolo de las riendas empezaría a caminar por la extensa plaza, de vez en cuando intercambiando algunas palabras con su acompañante animal que parecía comprender el lenguaje de la muchacha. Al cabo de unos minutos de caminata decidiría sentarse en alguna banca cercana, dejaría al potrillo en un lugar contiguo a su posición mientras ella reposaría y disfrutaba de la paz que le brindaba la noche. Estaba sola y esa sensación de tranquilidad le hacía sentirse bastante bien, no estaba metida en problemas pero tampoco tenía que soportar el encierro de cuatro paredes, ahora era libre sin esperar más nada. Sentada se quedó, con una apenas perceptible sonrisa observando algún punto ciego que se hallaba frente a su mirada.
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Mensaje por Lumarie L.R. D' Alembert Jue Oct 10, 2013 12:44 am

El ambiente de la fiesta se notaba demasiado cargado y más con ese vestido de encaje con un ligero cancán que subía la falda blanca de diseño de lo más elegante y favorecida en mi piel tanto como en mi pelo. Los taconeos de mis zapatos de charol blanco se escuchaban por todas mis pisadas. No podía separarme de aquel hombre vampiro que me había invitado a la fiesta y al que ahora hacía un leve favor, fingiendo que era una condesa de un país nórdico, al lado de aquel apuesto hombre que solamente buscaba a su mujer secuestrada por un hombre asesino que tenía la misma raza que mi acompañante. No podía hacer nada más que sonreír y comportarme como una señorita, sosteniendo mi poder durante toda la noche para acambiar mi apariencia y disimular tener unas pequeñas delanteras y un hermoso rostro de porcelana.
Me estaba empezando a desesperar de tanto aguardar la espera de mi compañero y ya empezaba a aburrir echar a sarnosos burgueses de clase alta intentando ligar conmigo, que habían sido invitados. Agitaba la copa de vino en mis manos, apoyado en la mesa de los vinos, intentando pensar en algo que no fuese la fiesta. Mis pensamientos se volcaron en mi pasado. Mal. No quería recordar nada de la muerte de mi abuelo, pero justamente me vi interrumpida por unos gritos de ese lugar.
La hora de salir había llegado.

Salimos del carruaje tras haber huído de la fiesta. Nos teníamos que separar a partir de la plaza y, con cuidado, me ayudaron a bajar de un saltito. Miré a la mujer y el hombre que descansaban felices en esa estancia y sonreí de lado, inclinandome levemente mientras me cogía el vestido.

- Ha sido un placer ayudarles, señores Bellacrop. Siempre ayudaría a un buen amigo de mi abuelo. -Dije con levedad mientras agradecía la aventurera noche que había pasado en la huída del castillo.
- El placer ha sido mio, barón D'Alembert. De verdad, sin voz no habría recuperado a mi mujer. -Agradeció el hombre de corazón, abrazando a su esposa que estaba a su lado y no dejaba de mirarme con una risa.
- Barón, ¿no se quita el vestido para andar por aquí? ¿No será peligroso? -Preguntó la mujer asustada mientras ya me iba caminando hacía la plaza para rodearla y hacer menor mi camino.

Solamente alcé una mano en señal de despedida mientras negaba con mi cabeza en señal de negación a su pregunta, pero.. siempre debía de hacer caso a mis mayores, pues lo primero que me advierten, lo primero que me pasa.
Un atracador de la noche apareció de detrás de un banco, esperando a que pasase quizá, y se lanzó a mi, pensando que tendría dinero en algún lugar. No caí al suelo, pero si me vi forcejeada y amenazada con un cuchillo del hombre mientras me agarraba de mis cabellos y me amenazaba.

- Dame todo lo que tendas, sucia mujer. ¡Vamos!
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Mensaje por Loreena Mckennitt Vie Oct 18, 2013 6:14 pm

Continuaba observando un punto perdido en la distancia sólo acompañada de su corcel y del profundo silencio que rondaba en todo el lugar. El frío predominaba en el ambiente, pero ella estaba protegida entre las gruesas telas oscuras de su abrigo, parecía estar perdida en un mar infinito de perdurables pensamientos, surgidos del mundo surrealista de la mente humana. Un pesado suspiro escapó de sus finos labios, ya había estado demasiado rato en ese lugar, quizás ya era la hora de marcharse a casa. Empezaba a hacerse muy tarde para que anduviera sola por las calles parisinas pero, ¿qué importaba? La irlandesa, a pesar de su escasa edad, sabía defenderse muy bien, su condición sencillamente se lo permitía aunque, siempre hay excepciones. Las calles se hallaban desoladas, sólo almas en pena de detenían en las esquinas a esperar respuestas en el mundo de los vivos cuando éstos ni pueden responder a las dudas de su propia existencia. Ella, era una más entre los mortales que no encontraban dichas respuestas, pero jamás se daría por vencida, tenía a alguien muy importante a su lado y ese alguien era su abuelo Hans, él sería un guía importante en su vida y eso le regocijaba profundamente.

Su padre… ¿Qué sería de él? Llevaba mucho tiempo en Londres, y hacía casi un año que no sabía nada de él, salvo por las cartas que le enviaba a la irlandesa, pero, hacía más de un mes que no recibía ninguna correspondencia por parte de su progenitor. Aquel recuerdo le hizo sentir un tanto triste, su padre se había distanciado mucho de la pelirroja debido a su trabajo, sin embargo, la tristeza fue sustituida momentáneamente por la presencia inmaterial de su abuelo, un hombre que desde su niñez siempre se mantuvo a su lado a pesar de las obligaciones del mayor. Incluso, la tía Amalur y el tío Maren se habían convertido en personajes clave en su vida. Observaba sus manos mientras sus dedos se entrelazaban entre sí, el sentimiento de la nostalgia se había colado en su interior pero, no se permitiría decaer nunca, Loreena no era así y se había jurado a sí misma que saldría adelante sin importar nada más.

Lord Byron, nombre de su precioso caballo de oscuro pelaje, bufaba de vez en cuando agitando su cabeza haciendo que su larga crin se moviera de igual forma. Era un animal leal y parecía entender perfectamente el lenguaje de su compañera humana. Lord Byron se había convertido en el regalo perfecto, el abuelo Hans conociendo bien a su nieta, le llevaría a aquel corcel negro para que se convirtiera en un fiel amigo para ella. Loreena echó la vista hacia Lord Byron y éste ladeó un poco la cabeza como si preguntara algo, la pelirroja sólo le sonrió.

—No te preocupes Lord Byron, estoy bien… Creo que deberíamos irnos a casa ¿no crees? —expuso la muchacha como si aquel animal le entendiera.

Y efectivamente, el corcel sólo agitó su cabeza de un lado a otro como negándose a ir a casa. Ambos deseaban permanecer un rato más en la tranquilidad de la oscura noche invernal. Loreena por su parte permanecía sentada en aquella banca, dejando que el pasar de los minutos se convirtiera en algo innecesario, como si éstos no existieran. Una corazonada le hizo subir su rostro como si buscase algo, una sensación de pánico le invadió, cosa que le pareció totalmente fuera de sí. Sólo estaban Lord Byron y ella en aquella plaza pero si intuía que alguna información de alguien un tanto distante le estaba llegando y eso de cierta manera produjo una alerta en su interior. El oscuro corcel empezó a relinchar al poco tiempo, intentando hacerle entender a su dueña que algo no estaba bien y efectivamente así era. La chica se puso de pie y se dirigió hasta Lord Byron intentando calmarlo, le tomó por las riendas y empezó una caminata rápida con él y éste le seguía sin oposición alguna. El sentimiento de inseguridad y de miedo se hizo más notorio a medida que avanzaba por la zona hasta que sus ojos notaron algo debido al murmuro de una lejana voz.

Su vista se posicionó en dos figuras humanas que estaban a unos cuantos metros de ella. Loreena poseía una excelente visión y pudo identificar que se trataba de un hombre y una dama que se sentía amenazada por la figura masculina frente a ella. La irlandesa supo que su intuición le estaba alertando sobre aquella situación y no se iría cruzándose de brazos. Podía ser joven pero no era idiota. Un ladronzuelo cualquiera aprovechándose de la soledad de una dama, eso no estaba bien.

— ¿Y qué demonios estás haciendo al estar sola por estos lados? —murmuró Loreena a la vez que tomaba a Lord Byron por las riendas indicándole que se quedara quieto. Obviamente aquella pregunta le causó cierta gracia, ella también era una chica que estaba sola por aquel sitio durante las horas nocturnas pero, había algo que de cierta manera la ayudaba ¡Estaba vestida como un chico! Era un disfraz perfecto.

—Lord Byron… Esto haremos. Tú lo atacas por la espalda para sorprenderlo y yo tomo a la chica y la aparto de la presencia de ese ser ¿entendido? —Gesticuló la joven entre ademanes para que el animal le comprendiera. La inteligente criatura amaestrada por dioses entendió aquellas señales expuestas por su dueña y se dispuso a iniciar con la primera parte de su pequeño plan.

Lord Byron entre galopes suaves y rápidos se acercó a las espaldas de aquel hombre mientras Loreena esperaba el momento adecuado para tomar a la dama y apartarla. El corcel alzó sus enormes patas, viéndose como una criatura amenazante infundiéndole temor a aquel hombre que buscaba de protegerse con sus brazos ante los roces de las patas de Lord Byron que continuaba con su perfecta actuación. La irlandesa aprovechó esos valiosos segundos y rápidamente corrió hasta donde se hallaba la joven dama, la tomó por un antebrazo jalándola con cuidado hasta poder alejarse lo suficiente del sujeto que en pocos minutos cayó al suelo ante el amenazante caballo. Loreena le silbó a Lord Byron para que este se devolviera y galopara hasta donde se encontraban las dos chicas. Cuando la bestia estuvo cerca, la pelirroja le acarició la cabeza compensándolo por su buen trabajo.

—Gracias Lord Byron —musitó a su caballo. Sabía que este no la defraudaría.

—Ah… Cierto —mencionó Loreena a la vez que soltaba de su agarre a la dama de cabellos rubios que había salvado del vulgar hombre — ¿está usted bien? ¿Le hizo algo ese hombre horroroso? —preguntó la muchacha echándole un vistazo de preocupación a su acompañante. Loreena estaba vestida como un chico pero, su voz la había delatado cosa que por un momento la hizo patearse mentalmente pero, eso no era importante en dicha situación, lo más importante era saber si la chica que había rescatado estaba bien.
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Mensaje por Lumarie L.R. D' Alembert Lun Oct 21, 2013 3:51 pm

Pensé que no podría atacarme, que cuando le pillase por sorpresa podría huir corriendo o dominarle en cualquier momento, cuando me viese amenazado. No tenía realmente idea de que no podría en ese momento conjurar aquella maldición hacía el hombre que intentaba herirme, pues los nervios de sentirme acosado tan fuertemente hacían que no me pudiese concentrar demasiado bien. Odiaba estas situaciones, odiaba no estar demasiado entrenado en estos momentos, pero normalmente lo llegaba a lograr, pero... ¿por qué ahora no podía? Algo me bloqueaba.

Aquel basto hombre me lanzó por los suelos y me zarandeó, cual sábana sucia tendida en las cuerdas de las mujeres vagabundas. Me sentí como si de verdad fuese de clase de baja, sin defensa en mi cuerpo. Sabía como se sentía ahora mismo una mujer en esta situación, tan indefensa y frágil...
No me rendí y, con las mismas, intenté escapar mientras me apresionaba. Fue un rodillazo en su entrepierna -sabía que ese era el punto franco de los hombres- cual lo echó hacía un lado y, aprovechando esos segundos de despiste, pude levantarme con algo de ímpetu en ello, aunque me costó demasiado por mi costoso vestido. Debido al peso de mis ropajes, cuando intenté huir, estando alejados unos pasos, el hombre se levantó y corrió hacía a mi, sin dudarlo, volviendo a estar detrás mía forcejeando. Ya no había nada que hacer, pero no podía rendirme, no podía perder esperanza.

El destino a veces me sorprendía, pues cuando estaba siempre al borde de la muerte me mandaba algún salvador o yo era el que me las apañaba de alguna manera para seguir con vida y contar mi aventura. No, esta vez fue un corcél hermoso quien dio un fuerte rebuzno que echó al hombre hacía atrás con sus fuertes cozes. Por un momento me quedé petrificado, sin saber que hacer. ¿El caballo vendría a salvarme a mi o solamente era el animal de ese hombre y se habría vuelto loco o algo?
Sentí como alguien me cogía por mi brazo y, cuando em di cuenta, me vi corriendo al lado de un hombre vestido con harapos abrigantes para esta noche de invierno fría. Nos alejemos de aquella pelea entre animal y hombre y, efectivamente, llamó al animal que me había salvado para encontrarse a su lado. Me quedé detenido frente a esta persona que había logrado sacarme de las garras de aquel mal hombre que casi se llevaba mi vida, sin hacerme mucho rasguño -no quería preocupar a las personas de mi servicio cuando llegase a casa por las heridas -.
No entendía nada, pero me habían salvado y, cuando este me soltó, hablando de esa manera tan dulce y femenina con aquel corcél de nombre "Lord Byron" -un nombre peculiar-, me quedé perplejo unos segundos y reaccioné después.

- A-ah, sí, sí, estoy perfectamente. No me ocurrió nada, de verdad. Gracias -Sonreí con algo de espíritu bromista y con ganas de reírme, pues, como no, me habían confundido con una mujer. A veces, adoraba ponerme estos trajes y que se confundiesen, para jugar con ellos, pero... me sentí mal por la "muchacha" (si eso era lo que era) por estar mintiéndole, aunque quedaría en ridículo si le dijese que er aun hombre.- Muchas gracias por su ayuda, jovencita. De verdad, mi persona le esta muy agradecida. ¿Cómo podría ayudarle a usted? ¿Necesita algo? Ha sido tan valiente...
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Mensaje por Loreena Mckennitt Vie Nov 01, 2013 10:07 pm

Lord Byron resoplaba mientras ladeaba su cabeza de un lado a otro, se notaba bastante entusiasmado por haber ayudado a la muchacha junto con su ama. Ambos eran un equipo excepcional junto con el vago de Vittorio, que de seguro estaba echado tomando una larga siesta perdiéndose de la peculiar situación por la que habían pasado Loreena y el corcel hace pocos minutos. La irlandesa estaba bastante joven pero, a pesar de ello era una chica valiente y de carácter fuerte tal como lo era su abuelo. Tomó al caballo por las riendas para empezar a caminar con él a su lado, invitando también a la joven o mejor dicho, al joven a acompañarla a ella y a Lord Byron. Luego de que la situación había pasado y de que el hombre al que la pelirroja se refería como “horroroso” huyera despavorido del lugar, la muchacha terminó dándose cuenta de algo bastante curioso. La dama a la que salvó no era una dama realmente, era un muchacho, cosa que le causó bastante gracia. Era la primera vez que se encontraba con alguien parecido a ella en ese aspecto. Loreena prefería vestir como chico porque la ropa masculina le era más cómoda que usar esos complicados vestidos de la época.

No quiso indagar mucho sobre ello pero, la chica imprudente a veces surgía de la nada y aunque quisiera decirle que había descubierto que era un hombre, prefirió morderse la lengua sabiendo que, no soportaría mucho tiempo callando aquello que ocultaba el joven rubio. Aparte, él ya sabía que Loreena era una chica, estarían a mano sin embargo, recordaba las palabras de Erzébeth cuando le aconsejaba que dejara de ser tan imprudente con las personas, se pateaba mentalmente por tener que recordar al ama de llaves. En su cabeza surgía un debate entre la dama de buenas costumbres y la bruja de espíritu rebelde que solía meterse en problemas, ganando la última.

—No se preocupe, le ayudé con todo gusto… Pero, tengo una duda, ¿Por qué está usted deambulando a estas horas por aquí vestido de mujer? Eso es un gancho fácil para los ladronzuelos que acechan en las esquinas —mencionaría la irlandesa mientras miraba curiosa al joven. No se había podido contener por más que lo intentó.

—Y disculpe pero, sé que es un hombre vestido de niña… A mí no me engaña —recalcaría por último Loreena a la vez que cruzaba sus brazos a la altura de su pecho y observaba de soslayo a su acompañante. Lord Byron bufó bajando un poco su cabeza como si imitara a la pelirroja en su espera por la respuesta del rubio.

Finalmente lo hizo, no pudo aguardar su duda en su interior. Le resultaba curioso que él estuviera rondando por ahí solo con esas vestimentas aunque, ella no tenía moral para aconsejarle puesto que también estaba casi en la misma situación pero al menos, Lord Byron le acompañaba y ella, pese a su menuda complexión sabía defenderse perfectamente bien sin necesidad de acudir siempre a sus cualidades mágicas.

La chica y el corcel continuaron mirando al muchacho resultando una escena bastante extraña y graciosa. Era como si ambos le reprocharan cosas al pobre hombre que nada había hecho. Internamente la irlandesa esperaba que él no se fuera ofender por la actitud curiosa que había tomado la muchacha que minutos atrás le salvó de aquel ladrón.
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