Sinfónica Soledad [Privado]

por **Mikelangelo Van Dort** Lun Nov 11, 2013 7:21 pm

Practicaba como de costumbre, a altas horas de la noche en el piano, en un salón especial que el teatro siempre aguardaba para mi, en mis desvelos...
Tocaba con rectitud una pieza, que me había dedicado a re-componer durante dos meses ya, después de algunos sucesos que marcaban un antes y un después en la ahora, soledad de mis memorias, asi como el roce suave de mi alma aprisionada de un dolor que me enfriaba aún más el corazón....

MELODÍA PRIMERA:

Mis manos se deslizabam rápidamente sobre el piano, mientras que podía imaginar la orquesta y los instrumentos de cuerda acompañándome en la melodía, dentro de mi cabeza. Mis ojos podían permanecer cerrados tanto, que cualquiera que me viese, me creería un insomne o algo parecido...
...Mis manos casi invisibles, debido a los perfectos movimientos que adquirían sobre el piano, hacían presión sobre mis reacciones nerviosas, como el golpe de fuertes estacas en el pecho...
Indiscutiblemente pude imaginarme en mi cabeza una gran pelea entre el Dios y el Diablo luchando por ocupar la mayor parte del territorio....
...Los violines eran la voz de Dios, y los alaridos del piano de cola, la temepestad del Diablo...

Una melodía que de alguna u otra forma intentaba llenar este cuerpo vacío de tantas riquezas superficiales, y de un espacio tan angosto que podía llegar a obstruir el paso hacia mi interior, a cualquier otra criatura que no sea aquella mujer, tumbada en el olvido de mis notas en este piano.. -pensaba, mientras la música me llevaba, y me apresuraba a terminar la melodía-
Mi corazón sin aire, ni bombardeos, se apoderaba de la sola habitación como aquel desgarro de papel tapiz sobre una pared de cemento...

Estaba completamente solo en la habitación, solo, y ensimismado en mis pensamientos, en mi pesar, que ahora comenzaba a tornarse en una armoniosa melancolía que se podía saborear, como la más refinada azúcar miel de abeja...

MELODIA SEGUNDA:

¡Oh dulce, dulce melancolía! Tú que me abarcas y me arullas como el niño perdido entre las calles, ese niño que busca protección de la mano de un adulto, con lágrimas tan dulces como el calor mismo del roce de una piel fría contra una caliente... ¿Por qué has de humillarme de esta forma, preciosa melancolía? ... Tan preciosa, y tan venenosa... tan escurridiza, tu que recorres mis sentidos en estas partituras y teclas, intentando llenarme, mientras que yo pido más... más y más de tu dolor...

El beso mortífero de una herida sobre mi pecho, es la que acababa de aparecer con osadía, el perfume más exquisito que solo ha de ser entregado a una única y especial mujer, la musa, la bella, la elocuente, la segura, la convicta, aquella hermosa... Soledad...
Mis manos siguen a sus pasos, mis sentidos agobiados, pero concentrados solamente en esta tortuosa melodía..

¡Dame llanto, dame libertad, dame presión, dame imperfección!...¡Corrige a este ser maldito sin pudor!...aquel que solo viene hasta aqui a molestar e irrumpir en el pacífico lugar público, con sus ruidosas sinfonías de dolor...
Aguárdame en tu seno Soledad, y deja que lo muerto me absorba... me deje fuera de este mundo, me aniquile... ¡Me queme y me calcine la piel!....

La sumida melodía que de mi piano salía, era la propia seda de la cama de una prostituta sin amor, de un humano sin razón de ser, de un manzano podrido en invierno, de una luna sin noche y de un sol sin día...

Mis ojos comenzaban a abrirse lentamente en el lugar, cuando de pronto me veo envuelto en la oscura mirada y visita de un hombre que me observaba desde un rincón con algo en las manos, pero no sabía bien que. Supe de inmediato que era un joven hombre, de la misma naturaleza maldita que la mía, y de tal vez unos veinti más...
La mirada rebelde que suspendía era a mi juicio, una de las más divertidas y sádicas que había visto jamás, su temple natural me indicaba un dudoso aire de hostilidad... ¿Pero qué le iba a hacer yo? ...Tantos habían pasado por mi ya, que me era algo cansador decifrar entre el bien y entre el mal, y aceptaría lo que se me viniese por encima ya.
...Me preguntaba como es que llegó hasta aquí, el sonido de mi piano era algo obvio... pero ¿Que atracción tendría él, para llegar a escucharme?

...O quizás solo era la muerte quien me venía a juzgar una vez más....

-Bonne nuit, Monsieur...- pronuncié con un tono suave, pero serio a la vez que mis manos salían suavemente de las teclas para ordenar las partituras