En la soledad del bosque (privado)

por **Seelei Loganach** Vie Jul 03, 2015 8:16 pm

La brisa movía dulcemente un mechón de su largo cabello, apoyada en la balaustrada del pequeño balcón de su apartamento, Ealair, contemplaba el paisaje que se podía distinguir, una calle ancha, edificios parecidos, simétricos, elegantes, sin flores, sin vida. Aquello le producía un desasosiego que solo se le pasaba cuando, convertida en algún felino, huía hacia las afueras de la ciudad, en especial si era el bosque. Levantó la vista al cielo nocturno, comprobando que en pocos días debería volver ha cumplir cn una de las misiones que solía tener que cumplir como inquisidora. Entornó los parpados, recordando las frases que su hermano le dijera, hacía ya, varios años atrás, cuando por fín pudo dar con él -“no puedes confiar en nadie, menos en esos hombres que dicen traer la paz y en verdad traen la muerte... la única paz que podrán darte... será la del cementerio -, en aquel momento no lo había entendido del todo. Tal vez porque después de tantos años entre medio de los inquisidores, se había acostumbrado a verlos como iguales, aunque en verdad nunca lo pudieran ser. Ella era una cambiante, una condenada, traidora a su raza y a su propia historia, pero a pesar de todo eso, seguía pensando que las cosas mejorarían.

Los suaves golpes en la puerta de su habitación le avisaron que ya era hora de partir, todo estaba preparado para que la joven, acudiera a una reunión en la inquisición. allí tendría que escuchar lo que expusieran varios de los inquisidores que la habían despreciado al llegar, y otros que ni siquiera se dignaban a mirarla, como si fuera un fantasma, un ser invisible. ¿Porqué le dolía tanto aquello? en verdad no lo sabía. Pero aquella noche no tenía intención de aguantar ningún desplante, y conociéndose, sería mejor, ni siquiera acudir a dicha reunión.

Ealair, se dirigió a la puerta y antes que volvieran a golpear, abrió con rapidez, encontrando a una jovencita que le entregó una carta. Apenas la despidió sacó su daga, esa que siempre cargaba en su bota y cortó el sobre. Allí, encontró una invitación, ¿quien podría ser el que le pedía encontrase en el bosque, en plena noche, para hablar de cierta información que le era sumamente importante? podía ser una trampa, pero aún así, no dejaría de asistir. La gata se encontraba de muy buen humor, había decidido ir a jugar con quien le mandara aquella invitación y pensaba disfrutar de ésa pequeña batalla que se avecinaba.

Media hora más tarde se encontraba en mitad de un claro,aguardando a la persona que la había citado. Vestida con pantalones de cuero, camisa blanca, chaqueta que le cubría hasta la altura de los muslos, unas botas de caña alta y su cabello trenzado que caía pesado a su espalda Con sus manos apoyadas en su cintura, sonrió satisfecha, inspiró con profundidad y dejó que el oxígeno escapara de sus pulmones con un suave silbido, no podía quejarse, para ella, no existía mejor lugar que aquel bosque solitario y sin fisgones.

por **Aurel Pruskovsky** Mar Jul 28, 2015 9:59 am

Dan se encontraba en el bosque, había estado siguiendo la pista de dos sobrenaturales, por los que le pagarían en metálico. NO era un trabajo que le gustaba con locura. La verdad era que lo tenía que realizar si era su intención llevar el pan a casa y que su pequeños hijo Eion comiera todos los días. Claro que pensaba que al cazar a una de esas criaturas, tal vez, dejaba huérfanos a los hijos de aquellos seres, ¿pero acaso él podía hacer otra cosa? bueno tal vez si, pero era la forma mas rápida de hacer dinero y su hijo siempre sería su prioridad, mas cuando la enfermedad se había ensañado con éste. Debían tener el dinero necesario para los tratamientos que le daban los médicos y las herbolarias, a esas mujeres él no las cazaba, porque habían llegado a un pacto implícito. Ellas intentaban salvar a su hijo, él no las cazaría, mientras si niño estuviera vivo.

Ensimismado en pensamientos sobre su hijo y en el estado en que lo había dejado, al cuidado de la sirvienta. Hizo que se descuidara y que sus presas se escaparan. Enojado con él mismo, chasqueó la lengua y se maldijo, - toda una noche perdida - suspiró resignado, no tendría mas remedio que esperar a la próxima noche para intentar cazarlos.

Se preparaba para volver sobre sus paso, cuando un ruido llamó su atención. Se fue moviendo, sigilosamente, si era una de sus presas que había vuelto, creyendo que ya se había retirado, se daría un tremendo chasco. Se acercó escondiéndose lo mejor que pudo, al claro del bosque, y entonces la vio, no se acercó mas porque de lejos se intuía que era, - una inquisidora - caviló, - lo que menos quiero es tener problema con esa endiablada red de asesinos - pensó, muy seguro de si mismo, como si en el fondo, él se olvidaba, que igual que los inquisidores, también asesinaba.

por **Seelei Loganach** Dom Ago 02, 2015 8:26 am

Sacó del bolsillo interno de su abrigo un reloj de cadena, apretó el botón que liberaba la tapa y constató la hora. Su semblante varió, la frente marcó una arruga que siempre se formaba cuando algo no salía como ella lo había esperado. Guardó el reloj, nuevamente en el bolsillo, de forma automática, mientras inspiraba profundamente intentando descifrar cual podía ser el motivo de que su contacto no hubiera llegado, - confiar en un roedor nunca es bueno - caviló, - solo a mi, se me puede ocurrir tenerles paciencia, a mis ancestros les daría un disgusto de muerte si supieran que uno de mis contactos es un roedor - cerró los ojos mientras intentaba sacarse la tensión, masajendo los parpados con su mano derecha - no, ésto no es una trampa, pero algo.... o alguien, espantó a mi anfitrión -, volvió a bufar, porque eso significaba que su noche había sido un fiasco. No podría adelantar su trabajo, ni divertirse un rato asustando al ratón.

Se disponía a volver por su caballo y regresar a su mansión, cuando el sonido amortiguado de unos pasos la hicieron llevar su mano a la empuñadura de su arma, mientras con la otra aferraba firmemente un puñal, comenzó a olisquear el aire, y pronto descubrió de que sitio del bosque provenía ese aroma tan característico, - humano, cazador - se dijo mientras sus ojos destellaban un tono amarillo en sus pupilas, típico en lo felinos, lo que le ayudaba a poder ver con claridad, en la semi obscuridad del espeso follaje.

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